Espacio e identidad | Santiago Rivadeneira Aguirre

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El Apuntador
El espacio de las artes escénicas del Ecuador
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Espacio e identidad | Santiago Rivadeneira Aguirre
Santiago Rivadeneira Aguirre
El espacio fue considerado por los griegos como el lugar entre las cosas, al cual debían volver cuando algo las
desplazaba. El espacio era todo lo que no eran las cosas lo que sirvió para establecer, en un primer momento, la
supremacía ontológica de los objetos sobre el propio espacio. El espacio moderno, en cambio, se vuelve
necesariamente irregular, privilegia lugares y está ligado a una necesidad de clausura.
Es aquella relación la que se puede entender como espacio cualificado, al modo de espacio social. Y junto con
esta nueva noción, se instaura la del observador o del sujeto a través del cual es necesario garantizar la idea de
subjetividad, problema que todavía no ha quedado zanjado.
Para intentar una aproximación a la historia de la construcción del espacio social, es indispensable referirse a las
transformaciones del espacio escénico. El comienzo del teatro significó además una fractura para desplazar el
hacer y enfrentar de una manera más directa el narrar. El predominio de la palabra fue evidente en el nuevo
espacio así como la división del escenario y del público. La mirada del espectador sirve para separar el espacio
ilusorio del real. Es este espacio escénico el que comienza a ser incorporado a la pintura como representación y
que después copiará la arquitectura. Más adelante, Descartes aportará para la comprensión de la realidad objetiva
y subjetiva y la dificultad de diferenciar cuál es real y cuál es ilusoria.
Por esta compleja y enmarañada situación histórica, la imagen queda asociada con los avatares del espacio
social, capaz de generar el llamado espacio de la imagen.
La bailarina y coreógrafa Valeria Andrade, presentó hace algunas semanas un nuevo performance llamado Calle
de las siete cruces, que es un intento ¿posfeminista? de juntar la ciudad, la identidad y el dolor para proponer un
acuerdo virtual entre la visibilidad e invisibilidad de las imágenes, que nos lleva a considerar su relación con las
categorías de lo real e ilusorio del espacio escénico. Porque mientras la bailarina se desplaza en un espacio
escénico determinado, su misma imagen se inserta en el espacio de la ciudad a través de proyecciones
descubiertas en otra instancia, paralela, lejana y próxima. Como dato ilustrativo de este performance, hay que
señalar que el espacio escénico se dividió en dos partes: uno para el uso de la bailarina y otro que se proyecta
delante de ella pero detrás de los espectadores, ligados ambos espacios a una mirada que debió operar con un
criterio de composición de imágenes, en la constitución perceptiva de la realidad.
Vemos el mundo a través del mundo. Y utilizamos categorías, presupuestos, imágenes, metáforas, fórmulas,
recortes, etc., que se asemejan más a la idea de un espejo reflejado en otro espejo que a la correspondencia con
objetos de contornos definidos.
De esta manera surge lo urbano con su específica identidad técnica, cultural y política. Los espacios real e ilusorio
–que constituyen el juego coreográfico–, son parte de un juego de equivalencias, capaces de crear un nuevo
sentido de fascinación que recoge el hecho incuestionable de que hay que vivir una pequeña muerte cada día. No
hay posibilidad de distanciamiento cuando la bailarina, después de cada cruz, procede a cortarse el cuerpo con
una pequeña y afilada cuchilla como una celebración o representación de un sacrificio. La sangre que emana de
las heridas es real en un espacio ilusorio.
Es una coreografía de eventos con una inusitada tensión erótica. El sacrificio –dice Horst Kurnitzky– tiene lugar en
el acontecimiento. En suma, aparece la invocación a través de un fuerte elemento de rigidez, como las cortaduras
y un elemento de estructura de una reflexión nueva, todavía indefinible. La ciudad, como otro escenario, debe ser
por tanto limitada de alguna manera para ser visible y abarcable. Pero también debe ser suficientemente grande,
concentrada y aleatoria para encontrar en ella aquello que no se había salido a buscar. Equilibrio delicado entre
espacialidad e identidad o entre lo ordenado y lo natural.
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