8 ¿Cómo ejercer la autoridad con nuestros hijos? Por Mónica Manrique Psicóloga, psicoterapeuta y formadora www.monicamanrique.com V ivimos en una sociedad frenética, llena de prisas y estrés, en la que queda poco tiempo para compartir, educar y relacionarnos con nuestros hijos. Esta situación hace que día a día vayamos acumulando sentimientos de culpa como padres: ¿estaré dedicándole el tiempo suficiente a mis hijos? ¿Juego tanto como debiera con ellos? ¿Tendrán alguna carencia afectiva en el futuro por el poco tiempo de calidad que les puedo dedicar? ¿Lo estoy haciendo bien? Toda esta culpa que vamos acumulando nos hace muy vulnerables a sus chantajes emocionales y debilita nuestra autoridad como padres. La culpa también merma nuestra autoridad, ya que tenemos miedo de traumatizar a los niños por el simple hecho de ponerles normas y límites. Incluso podemos pensar: “Pobrecito, cómo le voy a decir no con lo mal que lo pasa”. Los niños necesitan normas y límites para crecer felices y sanos, no van a ser más felices por conseguir todo lo que les apetece y es necesario que aprendan a manejar la frustración, habilidad que les será muy útil a lo largo de la vida. Sin embargo, la autoridad no siempre es bien entendida y a veces se confunde con el autoritarismo. Para ejercer nuestra autoridad como padres no es necesario convertirse en un dictador, y la disciplina no implica humillación. También se pueden imponer normas y límites con cariño y afecto. Autoridad ideal Autoridad real 100 % de autoridad 80 60 40 20 Autoridad impositiva (0 a 7 años) Se trata de un tipo de autoridad unidireccional, pero no por ello tiránica ni despótica. La autoridad impositiva deriva de la dependencia del menor y los padres deberán imponer pautas para su correcto desarrollo: dándole juguetes adecuados a su edad, ofreciéndole alimentos sanos y nutritivos, enseñándole reacciones correctas, pautando horarios y limitando las actividades peligrosas. En esta etapa conviene que los límites sean claros, no demasiados, poco flexibles, así como fáciles de aplicar y entender por el niño. Lo normal es que los niños reten a sus padres para ver hasta dónde pueden llegar. Autoridad educativa (7 a 14 años) El objetivo en esta etapa es que el niño aprenda los motivos por los cuales es exigida una conducta. No sólo se trata de procurar la obediencia y la sumisión, sino de que el niño entienda la razón de los límites y las normas para que vaya incorporando pautas de comportamiento. Como padres debemos ser más flexibles, ampliar los márgenes y siempre tomar en cuenta la opinión de nuestros hijos. También es preciso incorporar nuevas actividades y hábitos, como tareas domésticas, la higiene, etc. Asimismo, es primordial utilizar premios (reconocimientos y recompensas) y castigos (reproches o pérdida de privilegios), sin dejar de reforzar los comportamientos porque pensamos que es su obligación. Las conductas y sus consecuencias se clasificarán de manera simple y dicotómica en correctas o incorrectas, válidas o inválidas, acierto o error, definitivamente sin matices. Libertad controlada (14 a 18 años) 0 1234 567 89101112 1314151617 18 1920 edad Cuando nuestros hijos nacen tenemos todo el control, ya que el porcentaje de autoridad que ejercemos sobre ellos es de 100%. Es muy común que conforme los niños van cumpliendo años este control disminuya de manera considerable; incluso, es posible encontrar familias que giran en torno a las demandas de un pequeño tirano. Algunas ideas comunes son: “No quiero desperdiciar el poco tiempo que estoy con él enfadándome”, “Quiero darle todas las cosas que yo no he podido tener”, “Déjale que haga lo que quiera, es muy pequeño”… Quizá resulte gracioso que un niño de 3, 5 o 10 años haga lo que quiera, pero no nos hace tanta gracia que tenga la misma conducta a los 15, y es cuando pretendemos volver a tener un control de 100% sobre lo que hace. Entonces, ¿cómo debemos ejercer la autoridad sobre nuestros hijos en cada edad? A esta edad los ya adolescentes han desarrollado muchas habilidades, por lo que será conveniente comenzar a delegar ciertas funciones en ellos. Por ejemplo, de forma gradual se deben ir permitiendo tiempos mayores y espacios diferentes, mientras se supervisa y controla el uso que hace el menor de los privilegios concedidos. Ahora la batuta será compartida, por lo tanto se recurrirá a las negociaciones, pactos y acuerdos. Para cuando lleguemos a esta etapa los padres ya debemos tener consolidada nuestra autoridad moral, es decir, que los adolescentes confíen en nuestro criterio aunque no tengan por qué estar siempre de acuerdo. En resumen, conforme aumenta la edad de nuestros hijos debemos ir disminuyendo el grado de control que ejercemos sobre ellos, cediéndoles poco a poco más autonomía e independencia, sin adelantarnos y siempre en consonancia con las capacidades y necesidades del niño.