TEMA 10 Creo en el Espiritu Santo

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TEMA 10.- CREO EN EL ESPÍRITU SANTO
3- Reflexión y Diálogo
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¿Es el Espíritu Santo un “gran desconocido”, tengo trato con Él?
¿Cómo entiendo los errores dentro de la Iglesia a pesar de la acción del Espíritu Santo?
¿Creo en la posibilidad real de una vida construida sobre el Amor?
4.- Desde la Fe respondemos
4.1. PROFESAR LA FE
1.- Nuestra experiencia
1.1 NUESTRAS PREGUNTAS
Toda persona siente el deseo de amar y de ser amado. Nada llena el corazón del hombre como
el amor, nada completa tanto su ser, nada mueve más su voluntad, nada tiene tanto poder para
cambiar una vida.
¿Qué es el amor? ¿Un sentimiento, un estado de ánimo, química? ¿Es posible aspirar a un
amor que dure toda una vida? Perdemos la esperanza a medida que miramos a nuestro alrededor y
vemos el individualismo que impregna nuestra sociedad, la falta de caridad, la inestabilidad de la
familia… El amor cristiano, como Cristo amó, parece una utopía. ¿Habrá pues que resignarse?
Repasamos la invocación y otras oraciones y poemas dedicados al Espíritu Santo.
1.2 EL TESTIMONIO DE LA PALABRA Y DE LA IGLESIA
¡Ven oh Santo Espíritu!, llena los corazones de tus fieles
y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Envía tu Espíritu y serán creados y renovarás la faz de la tierra.
4.2. HACER VIDA NUESTRA FE
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Pedimos la inspiración del Espíritu Santo al comenzar cualquier labor apostólica.
Recitamos con frecuencia la invocación.
4.3. CELEBRAR LA FE
Meditamos los distintos carismas dentro de nuestro grupo, comunidad o parroquia, y los
valoramos como dones diversos del Espíritu Santo, que han de ser acogidos con el Amor de Dios
para nosotros que representan.
4.4. ORAR CON LA FE
“Oh Dios, que por el misterio de Pentecostés santificas a tu Iglesia, extendida por todas las
naciones, derrama los dones de tu Espíritu sobre los confines de la tierra y no dejes de realizar, en
el corazón de tus fieles, aquellas mismas maravillas que libraste en los comienzos de la
predicación evangélica. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén”.
Misal Romano, oración colecta del domingo de Pentecostés
El amor es posible. Para el cristiano hay una fuente de amor verdadero,
que es Dios. Y este amor no es una energía o un sentimiento, sino una persona:
el Espíritu Santo.
"La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros
corazones el Espíritu de su Hijo que clama: Abbá, Padre" (Ga 4, 6).
“El amor ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu
Santo que se nos ha dado” Rm 5,5
“Para llevar a plenitud el Misterio Pascual, enviaste hoy al Espíritu
Santo sobre los que habías adoptado como hijos por su participación en Cristo” Prefacio de
Pentecostés
“Cuando venga el Paráclito que yo os enviaré departe del Padre, el Espíritu de la verdad
que procede del Padre, Él dará testimonio de mí. También vosotros daréis testimonio, porque
desde el principio estáis conmigo” Jn 15, 26-27
2.- La propuesta de la Fe
2.propuesta
la Fe
2.1.La
QUIÉN
ES ELdeESPÍRITU
SANTO
Conocemos al Espíritu Santo porque Jesucristo nos ha hablado de Él. La revelación de
Jesucristo como Hijo de Dios está unida a la revelación del Espíritu Santo, que nos da la vida de
Dios. Entender sus nombres en las Escrituras nos da una idea de quién es el Espíritu.
“El término "Espíritu" traduce el término hebreo Ruah, que en su primera acepción
significa soplo, aire, viento. Jesús utiliza precisamente la imagen sensible del viento para sugerir
a Nicodemo la novedad transcendente del que es personalmente el Soplo de Dios, el Espíritu
divino (Jn 3, 5-8)”. (Catecismo 691)
Jesús llama al Espíritu en ocasiones el “Paráclito”, que traducimos como “Consolador”.
También lo llama “Espíritu de verdad”, y en las cartas de los Apóstoles encontramos los nombres
“Espíritu de Dios”, “Espíritu de adopción” o “Espíritu de gloria”.
“Espíritu Santo”, tal es el nombre propio de Aquel que adoramos y glorificamos con el Padre
y el Hijo. La Iglesia ha recibido este nombre del Señor y lo profesa en el Bautismo de sus
nuevos hijos (cf. Mt 28, 19)… Por otra parte, Espíritu y Santo son atributos divinos comunes
a las Tres Personas divinas. Pero, uniendo ambos términos, la Escritura, la liturgia y el
lenguaje teológico designan la persona inefable del Espíritu Santo, sin equívoco posible con
los demás empleos de los términos "espíritu" y "santo" (Catecismo 691)
Además, los símbolos con los que la Iglesia representa al
Espíritu Santo nos enseñan qué gracias recibimos por su
presencia entre nosotros. El agua, simboliza el Espíritu como
Agua Viva, que brota de Cristo, y que nos sumerge en el
nuevo nacimiento. La unción con el óleo es un símbolo que
llega a ser sinónimo del Espíritu Santo. En las Iglesias de
Oriente la confirmación se llama “Crismación”, precisamente
por la unción con el santo Crisma, el santo óleo. El fuego
simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu
Santo: se posa sobre los apóstoles en forma de llama, y hasta Jesucristo nos dice: “He venido a
traer fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviese encendido!" (Lc 12, 49). El Espíritu
Santo se presenta también en forma de nube y de luz, que ilumina y que cubriendo con su sombra
fecunda e ilumina. La paloma es otra figura del Espíritu, que anuncia la vida sobre la tierra tras el
diluvio y desciende sobre Cristo tras su bautismo.
2.2. LA ACCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO
En todas las acciones de Dios, están siempre presentes el Hijo y Espíritu Santo. La acción
del Espíritu Santo acompaña toda la vida de Cristo. Desde la Encarnación de Cristo en María por
acción del Espíritu, pasando por el anuncio de Juan el Bautista, en su Bautismo, la predicación del
Reino, hasta su muerte, Cristo es ungido como Mesías, que significa literalmente “ungido” por el
Espíritu Santo.
“Desde el primer instante de la Encarnación, el Hijo de Dios, por la unción del Espíritu Santo,
es consagrado Mesías en su humanidad. Jesucristo revela al Espíritu con su enseñanza,
cumpliendo la promesa hecha a los Padres, y lo comunica a la Iglesia naciente, exhalando su
aliento sobre los Apóstoles después de su Resurrección.” (Compendio 143)
El Espíritu, revelado por Cristo, actúa sobre nosotros en todo momento, pero con razón se
le llama a menudo “el gran desconocido”. La acción del Espíritu Santo se transmite a través de los
sacramentos, que trataremos más adelante. Concretamos su acción sobre nosotros en los que
conocemos como “Dones del Espíritu Santo”. Y todos ellos van en la misma dirección: dar
cumplimiento al Amor de Dios hacia el hombre, hacerlo Vida, construir el Reino del Amor que
Cristo anunció:
Don de sabiduría, para perfeccionar en nosotros el amor, la caridad, para enseñarnos
cómo nos ama Dios y cómo llevarlo a nuestro día a día. Don de entendimiento, que ilumina los
misterios del Amor de Dios para comprender su grandeza. Don de ciencia, por la que juzgamos
rectamente todo lo creado y todo lo que nos rodea, con la ciencia verdadera basada en el Amor, y
que perfecciona la fe que transmitimos por medio del Amor. Don de consejo, que nos transmite la
prudencia, virtud de quien se deja llevar por el Amor infinito de Dios, que tiene mejores planes
para nosotros. Don de piedad, que nos descubre a un Padre que nos ama, seamos como seamos,
que nos lleva a amarlo sinceramente, y que nos impulsa a amar con su mismo Amor. Don de
fortaleza, una fuerza que resiste y acomete según la necesidad del momento, una virtud cardinal,
fuerza y valor que resiste el mal y el egoísmo. Don de temor de Dios, un temor pleno de amor,
miedo a perder la amistad con Dios, enamorado que tiembla sólo
con pensar en la posibilidad de herir a la persona amada.
«El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque me ha ungido.
Me ha enviado a anunciar a los pobres la Buena Nueva,
a proclamar la liberación a los cautivos
y la vista a los ciegos,
para dar la libertad a los oprimidos
y proclamar un año de gracia del Señor». Lc 4, 18-19
2.3. PENTECOSTÉS Y LA IGLESIA
Jesucristo había preparado la Iglesia al elegir a los Apóstoles, al enseñarles su Evangelio y
al enviarles a predicar. Pero la Iglesia se constituyó solemnemente el día de la fiesta de
Pentecostés, cuando vino el Espíritu Santo sobre los Apóstoles reunidos en Jerusalén en el
Cenáculo.
“En este día se revela plenamente la Santísima Trinidad. Desde
ese día el Reino anunciado por Cristo está abierto a todos los que
creen en Él: en la humildad de la carne y en la fe, participan ya
en la comunión de la Santísima Trinidad. Con su venida, que no
cesa, el Espíritu Santo hace entrar al mundo en los "últimos
tiempos", el tiempo de la Iglesia, el Reino ya heredado, pero
todavía no consumado” (Catecismo 732)
El Espíritu Santo alienta toda la vida de la Iglesia. La ayuda
a conservar el mensaje del Evangelio, a entenderlo, a vivirlo y a
transmitirlo con valentía y alegría. Enciende la caridad. Alimenta la
esperanza. Él es el alma de la Iglesia, que da vida a todos sus
miembros.
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