INTRODUCCIÓN Conviene subrayar en primer lugar que éste no es un libro exclusivamente sobre el populismo, aunque sea uno de sus componentes principales por ser quizás el eje vertebrador fundamental de la alianza antioccidental. Lo que más me llamó la atención de lo que yo intuía como una alianza antioccidental, antisistema y antidemocrática era la profunda disparidad y contradicción entre sus elementos, desde la izquierda revolucionaria, antisistema y antiglobalización, pasando por la fusión ideológica que es el populismo, a la extrema derecha ultrarrigorista en lo religioso que es el islamismo radical. Parece increíble que puedan haberse entendido tan bien, que desde una incipiente y vaga coincidencia de odios, fobias y obsesiones, se haya llegado a forjar una potente y crecientemente coherente coalición antioccidental, radical y agresiva, que surge como intento primero de contrarrestar el poder occidental (con el fin de desafiarle en un creciente número de escenarios), para acabar intentando sustituirlo del todo. En este sentido, a la alianza, no conviene llamarse a engaño, no le interesa el islam ni le interesan los musulmanes, que en su inmensa mayoría son moderados: a la alianza sólo le interesan los elementos más radicales y extremistas, los que se declaran enemigos de Occidente y de los Estados Unidos.Así, les interesan incluso los terroristas yihadistas, a los que consideran soldados legítimos en una batalla heroica dentro de una guerra asimétrica de liberación. Es una teoría que justifica cualquier clase de violencia e incluso el terrorismo si se emplea contra los países más poderosos, los que dirigen las fuerzas de la opresión occidental. Se trata en definitiva de un contrapoder que pretende sustituir unas élites por otras desde una perspectiva completamente equivocada, pues los antioccidentales piensan que los sistemas de gobierno y poder en el mundo son dictaduras encubiertas que deben ser derrotadas y sustituidas por otra forma de poder que ellos consideran más justo, pero que sería una terrible dictadura. No conviene olvidar que los regímenes más brutales de la Historia han pretendido establecerse sobre las bases de utopías irrealizables que buscaban la sociedad perfecta. No estamos ante un caso de resistencia de los débiles frente al abuso y arrogancia de los poderosos. No es una rebelión frente al «aplastante dominio» de las democracias capitalistas más importantes del mundo. Esto nada tiene que ver con la verdadera naturaleza de esta alianza, sino que se trata de un nuevo intento de asalto al poder global total. Este contrapoder está formado por cuatro elementos fundamentales que han sellado una alianza estratégica sólida y a largo plazo. Los cuatro persiguen los mismos fines y comparten la filosofía y la ideología de fondo de manera muy clara. Se trata de los movimientos antisistema, paradójicamente cada vez mejor organizados y en consecuencia «sistémicos»; los grupos antiglobalización, que como los anteriores son paradójicamente cada vez más globales y más organizados; las izquierdas más radicales, a las que de manera creciente se están uniendo las izquierdas despistadas, las malintencionadas y las que desde posiciones supuestamente moderadas ven en esta alianza el único antagonista eficaz contra un Occidente al que pertenecen y al que, sin embargo, odian profundamente (en esta categoría entran los revisionistas, los revanchistas y los indisimulada e impenitentemente antiamericanos); y el populismo radical, en todas sus formas, es el cuarto elemento, el eje fundamental y vertebrador que ha entendido mejor que ninguno de los otros coaligados la importancia de la alianza y de su eficacia en la lucha global por el poder. Estos cuatro elementos son más o menos homogéneos y comparten filosofía y objetivos. El quinto elemento sería el islamismo radical y su brazo ejecutor, el terrorismo yihadista. Sin embargo, no parece pertenecer a la ecuación, pues tanto en el fondo como en la forma tiene objetivos y principios no ya distintos, sino en apariencia abierta e irreconciliablemente excontradictorios. Para los cuatro primeros la alianza es estable y a largo plazo, tiene carácter estratégico y es la primera vez desde la caída del Muro de Berlín y del desfondamiento del imperio soviético que sienten que pueden enfrentarse a Occidente con ciertas garantías de éxito. Se da una profunda y corrosiva nostalgia en el seno de estos cuatro elementos por los tiempos pasados de confrontación y tensión entre bloques, pero no aspiran al equilibrio apocalíptico de la Guerra Fría, sino a una victoria que consideran que a sus correligionarios les fue hurtada por el capitalismo, que con su supremacía económica consiguió ganar una guerra en la que las democracias occidentales —creen ellos— estaban condenadas a sufrir una aplastante derrota. Para el islamismo radical esta alianza es meramente táctica, pues para ellos, tan rigoristas y ultraconservadores, las izquierdas y el populismo son lo más alejado a sus postulados y principios. Comparten fobias, odios y el mismo enemigo: Occidente. Por eso se han embarcado en la alianza para crear una sinergia que les facilite la victoria contra el enemigo común. Una vez que la logren se ocuparán de someter y destruir a sus aliados circunstanciales.