M A D I N A T A L – Z A H R A En el ano 936 el primer califa de al

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MADINAT AL-ZAHRA
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M A D I N A T
A L – Z A H R A
En el ano 936 el primer califa de al-Andalus Abd al-Rahman III decidió fundar una nueva
ciudad continuando así una larga tradición en el mundo islámico oriental que vinculaba la dignidad califal
con el establecimiento de grandes núcleos urbanos muy próximos a las antiguas ciudades como si se
tratase de un atributo exclusivo y necesario del califa.
Las causas de su fundación resultan complejas. Frente a la tradicional argumentación de las
fuentes históricas tardías que explican la decisión de al-Nasir como una prueba de amor hacia una de
sus favoritas. La investigación de los últimos años asocia la construcción de la ciudad con razones
políticas ideológicas relacionadas con el nuevo estatus de califa adquirido por Abd al-Rahman III y la
necesidad de contar con un centro urbano que simbolizase de manera inmediata la estructura del nuevo
Estado.
Se emplazó al W. de Córdoba, al pie de las últimas estribaciones de Sierra Morena que cierran
por el N. del valle del Guadalquivir en un lugar excepcional que permite a la ciudad una profunda
apertura visual sobre el paisaje de la campiña. La adaptación a la topografía de pie de sierra determina
la disposición de las edificaciones en tres grandes terrazas superpuestas, de las cuales las dos
superiores corresponden al dominio funcional del Alcázar, en una situación preeminente sobre la
terraza inferior ocupada por el caserío urbano y la mezquita aljama.
Manuel Alcayde Mengual
MADINAT AL-ZAHRA
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Madinat al-Zahra adopta una forma rectangular de aproximadamente 1.500 m. De longitud por
750 m. de ancho, rodeada por una gruesa muralla, excavada en la actualidad, sólo parcialmente en su
lado N.
La implantación de la ciudad en el territorio supuso la creación de una infraestructura viaria,
hidráulica y de abastecimiento de materias primas constructivas, aún hoy perceptible en los restos de
caminos, puentes, acueductos y canteras del entorno próximo que nos ofrecen la imagen de una ciudad
relativamente autónoma e independiente en relación con Córdoba.
Lo actualmente excavado constituye sólo una décima parte de la extensión total de la ciudad
intramuros, correspondiendo al núcleo central del Alcázar que se presenta dividido en dos sectores:
uno público u "oficial” al E, donde se ubican los grandes salones de recepción, y otro privado o
residencial al W, estableciendo una neta separación entre los espacios de residencia y los de gobierno o
representación.
Madinat Al-Zahra apenas alcanzó los 75 años de vida. Fundada en el 936, las fuentes señalan
una intensa actividad constructiva durante los reinados de Abd al-Rahman III (terminación de la
Mezquita Aljama en 941, traslado a la Ceca en 947-948, impulso oficial de la edificación privada y
poblamiento de la ciudad...) y de al-Hakam II, sobreviniendo una decadencia casi inmediata durante el
reinado de Hisam II, al ser trasladada la Corte y el aparato administrativo a una nueva ciudad
construida por Almanzor: Madinat Al-Zahira.
Entre los años 1010 y 1013, la serie de luchas internas que provocaron la desintegración del
Califato, supusieron también el comienzo de su saqueo y destrucción. Sometida durante décadas a un
intenso expolio de sus materiales (capiteles, fustes y basas de mármol, plomo de las tuberías, cobre,
madera...) Madinat Al-Zahra era evocada por los poetas, ya en el siglo XI, como las ruinas de una
pasada magnificencia.
A mediados del siglo XII aún quedaba en ella un corto número de pobladores. Un siglo después
sólo era recordada como “ Córdoba la Vieja “. Desde esta fecha se consuma la ocultación y olvido de la
ciudad, cuyas ruinas, convertidas en cantera inextinguible de materiales de construcción, no vuelven a
ser identificadas hasta mediados del siglo XIX. 50 años más tarde comienza el proceso de excavación y
conservación, en un intento, ininterrumpido hasta hoy, de recuperar para la memoria la que fuera
espléndida ciudad califal.
El espacio urbano de la “ medina" estuvo cercado por una gruesa muralla en todos sus lados, aún
sin excavar, pero reconocible a través de la fotografía aérea y las alteraciones topográficas.
Esta muralla constituye más un límite, un elemento de separación con el exterior, que un dispositivo
militar estrictamente defensivo. Madinat al-Zahra no se concibe como una ciudad fortificada que
condiciona su emplazamiento a razones de seguridad, sino que su ubicación valora otro tipo de factores,
como los topográficos, paisajísticos y simbólicos, que son determinantes para explicar su situación en el
pie de la sierra.
Sólo el tramo central de la muralla N. ha sido excavado. Se construyó, como toda la ciudad, con
sillares de piedra caliza aparejados a soga y tizón. Al exterior, el muro se refuerza con torres de
sección rectangular desde cuyo camino de ronda podemos observar una magnífica panorámica del
Alcázar excavado. Al interior, el muro presenta contrafuertes en el centro de los paños entre las
torres, como refuerzo estructural de la muralla y para contener el empuje de tierras de la ladera.
Manuel Alcayde Mengual
MADINAT AL-ZAHRA
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LA PUERTA NORTE:
La puerta N. (1) se abre, aproximadamente, en el centro del amurallado septentrional, en el
punto en que confluye uno de los caminos que conectaba Madinat Al-Zahra con Córdoba (2). Este
camino, pavimentado con sillares calizos y piedra oscura procedente de la montaña donde se asienta la
ciudad, discurre paralelo y exterior a la muralla en su trazado oriental.
La disposición acodada, quebrada, de este acceso norte al Alcázar remata finalmente en un vano
de doble puerta abierto en la muralla y reconocible por las dos quicialeras de mármol conservadas “ in
situ". Esas puertas cerraban originariamente una pequeña estancia ocupada por un mínimo cuerpo de
guardia o portería (3), desde donde se controlaba el paso hacia el interior. Responde, en consecuencia,
al tipo de “ puertas en recodo" ( eje acodado)frecuentemente utilizadas en la arquitectura militar
islámica como organización eficaz para la defensa y control de los accesos al interior de recintos
amurallados.
Su reconstrucción de detalle resulta compleja por el elevado nivel de expolio de los muros:
desaparecida la casi totalidad de su estructura original, lo que hoy observamos corresponde a los
recrecidos levantados por Félix Hernández en los años 30 del pasado siglo, a partir de las cajas de
cimentación de dichas estructuras.
Manuel Alcayde Mengual
MADINAT AL-ZAHRA
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EL PÓRTICO:
El itinerario que configuran estas calles rampa (1) conectando la gran arquería porticada de la
terraza inferior con la plaza donde se ubica la Dar al-Yund, aparece citado repetidamente en los textos
islámicos como el lugar de paso obligado de todas las embajadas que llegaban a la ciudad para ser
recibidas por el califa. De acuerdo con estas noticias, la guardia de al-Zahra ataviada de gala, se
alineaba en las rampas, a ambos lados de los poyetes corridos, en los días de grandes recepciones para
honrar al séquito extranjero.
Manuel Alcayde Mengual
MADINAT AL-ZAHRA
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El pavimento de estas rampas lo forman sillares de piedra caliza, dibujando recuadros que se
rellenan con piedra oscura, tal como puede observarse en el acceso a la vivienda situada al norte de
dicha rampa (2). La interrupción periódica del camino por puertas, de las que se conservan jambas y
quicialeras, constituye un dispositivo básico ya desarrollado en el sistema de rampas que nace en la
Puerta Norte.
La calle desemboca en la gran galería porticada (3) de quince arcos (catorce escarzanos y el
central de herradura), alineados en batería de norte a sur a partir de la muralla septentrional que
identificamos -a nivel de hipótesis- como la fachada de la Bab al-Sudda ( Puerta del Estado). Esta
colosal arquería se concibió como una organización puramente teatral, un verdadero telón
escenográfico que no tiene correspondencia alguna con el espacio trasero, pues los quince arcos
abiertos sólo encuentran una puerta de penetración hacia el interior (4). Su construcción sólo es
explicable dentro del proceso de magnificación del soberano y la ciudad que hay que situar en los
últimos años del reinado de Abd al-Rahman III y los comienzos del de su hijo Al-Hakam II.
La monumentalidad de esta arquería se acentúa con la simplicidad de su decoración: sólo los usuales
enlucidos blancos y la alternancia de dovelas de ladrillo y piedra en los arcos, dan el matiz cromático a
la misma.
Delante de ella se extiende una vasta plaza a cielo abierto (5) que constituye el lugar de
concentración de tropas antes de partir hacia las expediciones militares. La evidencia arqueológica
muestra que la galería porticada estuvo cubierta por una terraza en cuyo centro (4), encima del arco
axial, debió existir un pequeño templete o pabellón desde donde el califa revistaría la formación
militar.
En pocos años este espacio sufrió una transformación importante que alteró, en parte, su
carácter de puerta-aparato. Se terraplenó la parte norte del Pórtico construyéndose una rampa
empedrada (6) de acceso a la puerta abierta a la muralla (7), que conecta con el camino septentrional
(8). Se clausuraron, así, los tres primeros arcos donde se instalaron pequeñas habitaciones,
probablemente cuerpos de guardia (9). Esta reforma, que trastocó la simetría del conjunto, debe
vincularse, no tanto con una pérdida de su papel protocolario, como con la necesidad de proporcionar a
los contingentes militares formados en la plaza una salida adecuada por la zona norte de la ciudad.
LA MEZQUITA:
La mezquita aljama se eleva sobre una plataforma artificial en la terraza inferior
correspondiente a la ciudad. Su emplazamiento, exterior al palacio aunque contiguo al mismo, posibilita
un uso compartido tanto por la población del Alcázar como por los residentes en la medina.
Su planta dibuja un rectángulo bien orientado al sureste en la que sus tres elementos básicos,
patio (1 ), sala de oración (2) y alminar (3), se organizan según un esquema característico utilizado en
los oratorios del occidente islámico.
Como en la Mezquita de Córdoba, el patio presenta una galería porticada en todo sus lados, excepto en
el sureste, ocupado por la fachada del oratorio. En el costado noroeste, junto a la puerta principal, se
levanta el alminar, torre de planta cuadrada al exterior y octogonal al interior, donde se desarrollaba la
escalera de subida a la terraza desde la que el almuédano convocaba a la oración.
Su posición en el interior del patio y desplazado del eje central para dejar enfilada la puerta de
acceso con el mihrab (4), anticipa ya el erigido por Abd al-Rahman III en la aljama cordobesa.
La sala de oración adopta planta basilical de cinco naves separadas por arquerías de herradura. Un
pasadizo cubierto -sabat- (5), adosado al flanco oriental del Jardín Alto, permitía los desplazamientos
privados del califa hasta su interior, salvando el pronunciado desnivel de la calle mediante un puente de
3 ojos (6), del que sólo restan sus arranques, y penetrando en el edificio a través de la doble qibla (7),
en conexión con la Macqsura (8) pavimentada con baldosas de barro cocido.
Manuel Alcayde Mengual
MADINAT AL-ZAHRA
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El suelo del resto de la sala de oración fue terrizo y se cubrió con esteras de esparto, algunos
de cuyos calcinados aparecieron en la excavación.
El edificio presentaría al exterior un aspecto macizo, de muros lisos sólo articulados por la
rítmica disposición de los contrafuertes y el coronamiento de almenas dentadas ( tipo siria ). La
decoración exterior se concentró en las puertas.
Frente a la fachada principal de la mezquita se construyeron un conjunto de habitaciones (9)
que, tanto por su distribución como por su emplazamiento, debemos identificar como una dar al-sadaka
( casa de la limosna).
Manuel Alcayde Mengual
MADINAT AL-ZAHRA
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EL SALÓN RICO:
El conjunto urbano que integran el salón de recepciones políticas (1), conocido también como
“ Salón Rico”, por su extraordinaria decoración, y el jardín extendido a sus pies (4) constituye. sin
duda, el espacio más importante, cualificado y simbólico de todo lo excavado hasta el presente en
Madinat al-Zahra.
El Salón fue mandado construir por Abd al-Rahman III entre los años 953 y 957, como
atestiguan las inscripciones epigráficas aparecidas en su interior, en basas y pilastras, interrumpiendo
un primitivo camino de ronda (2) y condenando anteriores construcciones.
Su
planta
responde
al
esquema
basilical, con un núcleo
principal
o
espacio
estricto de audiencia que
se concibe de forma
unitaria: dos baterías de
arcos
de
herradura
separan las 3 naves
longitudinales que rematan
sus cabeceras con arcos
ciegos, de los cuales, el
central constituye el telón
de
fondo
donde
se
ubicaría el estrado del
Califa.
1.- Salón de recepciones.
2.- Camino de ronda.
3.- Cuartos anejos y baño.
4.- Jardín Alto.
5.- Pabellón Central.
6.- Albercas.
La singularidad del edificio viene determinada por el desarrollo de una nueva técnica basada en
la talla de la decoración sobre una piedra distinta a la de los paramentos constructivos, recubriéndolos
en toda la superficie como si se tratara de su epidermis. La organización del decorado, muy bien
definida, reserva los grandes tableros que flanquean los vanos, fingidos o reales, en la parte inferior de
la composición; los arcos de herradura y su correspondiente guarnición asociada, en la zona intermedia
y, por último, un friso superior corrido en contacto con la techumbre de madera. De todos estos
elementos destaca el conjunto de tableros, cuyo único tema es el árbol de la vida.
Asimismo, es en este edificio donde se formalizan las características del arco de herradura
califal: trasdós peraltado en relación con el intradós, despiece de las dovelas a la línea de imposta y,
sobre todo, desarrollo exuberante de una decoración asociada en la que destaca el alfiz como
envoltorio protector del arco.
Manuel Alcayde Mengual
MADINAT AL-ZAHRA
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Pero el Salón de Abd al-Rahman III constituye sólo la pieza maestra de un vasto conjunto
arquitectónico que incluye el Jardín Alto, organizado en 4 parterres delimitados por amplios andenes
perimetrales y mediales, irrigados por acequias y un edificio en su eje axial, el Pabellón Central (5),
rodeado por 4 albercas (6). Ambos, Salón y Jardín, forman parte de una misma concepción unitaria con
un fuerte simbolismo religioso y político que tiene por objeto la magnificación del califa.
Fue, sin duda, en este Salón donde se celebraron la mayor parte de las recepciones políticas y
las fiestas anuales de ruptura del ayuno y de los sacrificios, desarro1ladas en Madinat al-Zahra entre
los años 971 a 976. El protocolo es rígido. En las recepciones el califa se sitúa delante de la cabecera
central del edificio y, a sus lados,
en estricto orden jerárquico, se
alinean los diferentes personajes
y funcionarios que representan el
aparato del estado, en una
formación que alcanza el exterior
del salón, prolongándose por los
andenes adyacentes al mismo. El
califa
omeya
todavía
se
manifiesta físicamente en un
ceremonial que no ha completado
el proceso de ” evanescencia “ del
soberano, como ocurre ya por
estas fechas en las cortes abbasí
( Bagdad) y fatimí (El Cairo),
cuyos califas aparecen ocultos
detrás de un velo.
En el costado oriental del
edificio (3) se construyó un
conjunto
de
habitaciones
importantes conectadas con el
Salón y pavimentadas de mármol blanco, que culmina en un baño de reducidas proporciones. El llamado “
patio de la pila “, forma parte de las estancias previas al baño.
Manuel Alcayde Mengual
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