INFORMACIÓN | SÁBADO, 11 DE MAYO, 2013 SALUD EL SUEÑO EN LOS NIÑOS Tribuna Dra. Belén Romero Hidalgo Pediatra del Hospital Vithas Perpetuo Socorro. Alicante E l sueño, o su falta, es probablemente uno de los aspectos más debatidos sobre el cuidado de los bebés. La mayoría de los padres piensan que sus hijos tienen problemas de sueño porque tienen despertares frecuentes o no duermen cuando ellos creen que deberían hacerlo. Pero en realidad tales problemas no existen, todos tenemos breves despertares nocturnos, la diferencia es que los adultos en general volvemos a quedarnos dormidos rápidamente y no somos conscientes de ellos y los niños tienen que aprender a conseguirlo. Otro error es pensar que un niño pequeño debe dormir como un adulto. El sueño evoluciona según la edad: un recién nacido no duerme igual que un niño, ni éste igual que un adulto, ni un adulto igual que un anciano, porque cada edad tiene unas necesidades distintas. Además, y como en otros aspectos del desarrollo infantil, hay muchas variaciones de un bebé a otro. En general, los bebés que toman el pecho tardan más tiempo en establecer sueño prolongado durante la noche, pero las tomas nocturnas son muy útiles para favorecer la prolongación de la lactancia materna, y recordemos que la lactancia materna tiene muchas ventajas para la salud de los bebés y sus madres. Veamos la evolución normal del sueño. Los recién nacidos nacen con sólo dos de las cinco fases de sueño que tenemos los adultos: una fase de sueño activo (REM) y una fase de sueño lento. Además, tienen mucho más tiempo de sueño activo que los adultos. En esta fase, la mente está muy activa, y es cuando se reorganizan los aprendizajes del día y las emociones, es por eso que los niños pequeños tienen mucha fase REM (están continuamente aprendiendo), mientras que los ancianos tienen muy poca. Cada vez que se pasa de una fase REM a una no-REM se completa un ciclo de sueño, que se repite una y otra vez a lo largo del día (aún no distinguen el día de la noche). Sus ciclos, al tener menos fases, duran menos y son más numerosos que los del adulto, y en cada cambio de fase suelen despertarse. Esto es muy conveniente a esta edad, ya que el crecimiento es muy rápido y necesitan comer muy a menudo. Es inútil intentar imponer un patrón de sueño a un bebé de esta edad. Durante este periodo inicial de su vida se dedica principalmente a satisfacer sus necesidades: comer, estar limpio y tener contacto con su madre, y cuando están satisfechas, duerme. A partir de los meses van apareciendo las fases que faltaban, de forma que a los - meses ya las tienen todas, pero les cuesta pasar de una fase a otra, están «practicando». Por esta razón, bebés que dormían muy bien comienzan a despertar cada hora u hora y media (han aparecido fases nuevas y tienen que aprender a pasar de una a otra). Además, en esta época hay otros factores que también influyen, aumentando los despertares, como la dentición, la incorporación de la madre al trabajo... Si el bebé llora por la noche, hay que atenderle de forma tranquila, con pocas palabras, no conviene encender luces, ni jugar, dejar claro que la noche es para dormir. En este periodo sí podemos realizar una serie de acciones para ayudarle a establecer unos patrones de sueño más estables y duraderos, ya que empiezan a diferenciar la noche del día: Ayuda el tener un horario regular para acostarlo (de . a . se ponen en funcionamiento una serie de mecanismos hormonales en nuestro cuerpo y en nuestro cerebro que inducen al sueño) y levantarlo, crear rutinas agradables previas a irse a dormir, mantener una temperatura confortable en la habitación… Cada caso es diferente, ya que no todo el mundo tiene las mismas costumbres, algunos bebés duermen en su cuna, otros con sus padres, unos toman biberón, otros pecho....y la decisión de dónde debe dormir un niño sólo deben tomarla sus padres, ninguna solución es mejor que otra, es una cuestión cultural. De los meses a los años el sueño ya tiene todas sus fases, ya solo hace falta que lo vayan madurando para ser igual que el de los adultos. El temperamento individual contribuye a que algunos bebés tengan más dificultades que otros para controlarlo del todo. En estas edades el sueño se ve influido también por enfermedades, dentición, y sobre todo, entra en juego la angustia de separación que se caracteriza porque el niño empieza a darse cuenta de que hay un período (cuando se va a dormir) en que se separa de sus padres y por tanto intenta retrasarlo al máximo, y llora desesperadamente cuando su madre desaparece de su vista, dado que no tienen noción del tiempo y el espacio y no sabe si se irá para siempre o sólo para un segundo. Por tanto es importante calmarles antes de ir a dormir para que aprendan a regular dicha ansiedad. Una manera de hacerlo es estar con ellos hasta que se duerman. En los más mayorcitos pueden aparecer los miedos y pesadillas. Conforme va superando todos estos obstáculos van poco a poco reduciéndose los despertares y de los a los años 63 el sueño ya es bastante parecido al del adulto: un único periodo nocturno, sin siestas y de una duración entre - horas. En definitiva, el sueño se adapta y cambia sus características según la edad. Tanto niños como adultos tenemos despertares nocturnos, la diferencia es que nosotros dominamos la técnica de volver a dormirnos y nuestros hijos aún no, pero serán capaces de conseguirlo por ellos mismos algún día. Igual que cualquier niño sano será capaz de caminar cuando adquiera la madurez motora, también, aunque no intervengamos, cualquier niño sano adquirirá el proceso y dormirá del tirón. En el caso de que la familia decidida intentar acelerar este proceso, no es posible dar una solución general que no tenga en cuenta el desarrollo normal de los patrones de sueño y las necesidades afectivas de padres y niños. Se debe consultar con el especialista, que valorará cada caso individualmente, teniendo en cuenta la edad del niño, su historial de sueño y su proceso evolutivo.