por otra parte se había perdido en los tiempos posteriores de ignorancia el conocimiento tradicional de las plantas, sin el cual no era segura la aplicación de las virtudes y usos a las que los modernos congeturaban ser las mismas que los primeros escritores habían entendido, se desengañaron por fin los aplicados, y se dedicaron a describir con más puntualidad y delinear, no solo las comunes de Europa,, sino también las exóticas o de países remotos. No contentándose los botánicos más diligentes y curiosos con las delicias de las Floras europeas, emprendieron viajes a tierras muy extrañas y distantes, para que nada de lo criado estuviese oculto; con estos viajes hechos al intento y con los Jardines Botánicos fundados para la enseñanza pública desde el año de 1540, en las principales Universidades, se fué aumentando el número de plantas conocidas, de modo que demostró la experiencia la necesidad de algún método para evitar la confusión, por lo que empezaron el hilo que llaman Ariadneo; esto es, el sistema o método, por medio del cual pudieron fácilmente conocerlas, y de aquí tuvieron origen los metodistas. Aunque se han inventado varios métodos a este fin, fundados todos en su distribución con respecto a la semejanza o desemejanza de cada número o conjunto de plantas entre sí, bien sea en el sitio en que se crían, en la estación en que florecen, en el uso que se hace de ellas, en la estructura exterior de sus raíces, hojas