La capacidad de volar es quizá uno de los anhelos

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La capacidad de volar es quizá uno de los anhelos mayores del ser humano, volar para
sentirse libre, despegar de la realidad agreste que uno ha construido, suspenderse en el lugar
para distanciarse de lo ordinario.
Hombre pájaro se desemascara mostrando como luce la historia de un actor -Riggan
Thomson- devenido en ex-superestrella; proveniente de la cuna que las producciones de
hollywood hicieron en la década de los noventa del siglo pasado; con el objetivo de
reinventarse y tratar de salir de su imagen estereotipada y encasillada en aquél papel que lo
llevó a la fama como superhéroe, Thomson invierte la totalidad de su ser en adaptar una
novela del escritor norteamericano Raymond Carver (1938 -1988) para interpretarla en un
legendario teatro de Broadway. La historia se desarrolla sobre las materializaciones mentales
del protagonista, filmado en una única toma que lo sigue como un observador omnipresente a
cada paso en los pasillos y calles aledañas al viejo teatro. Dirigida por el mexicano Alejandro
González Iñárritu es protagonizada por Michael Keaton, Edward Norton, Zach Galifianakis,
Andrea Riseborough, Emma Stone y Naomi Watts.
A simple vista la historia parece un cliché más de como la industria a través de un film
se reconoce a sí misma y revela algunos rincones oscuros integrados por las miserias humanas
que lo constituyen. Quizá una de las razones por la cual ganó el Oscar a mejor película es
justamente por ese desdoblamiento que tiene la industria cinematográfica holywoodense en
auto reconocer organismos patéticos de su sistema. Como dijo el director argentino Juan José
Campanella; (ver: https://www.youtube.com/watch?v=dtKzd0pZnVo) en una entrevista sobre
su desinterés en trabajar para la gran industria; el 99% de lo que se está haciendo allí es un
cine de superhéroes, de catástrofes y desastres, universo poblado de remakes de películas
nuevas como sucede con las historias de comics, síntoma de enormes carencias creativas a la
hora de escribir un relato.
Hilando fino encontramos en Birdman algo más y es que en realidad la imagen del
protagonista es una metáfora, un símbolo, un campo de juego dónde se vislumbra el choque
generacional de la velocidad de tres mundos, articulados mediante un dispositivo sincrónico.
Aclaremos, como si fueran círculos concéntricos, desde adentro hacia fuera: en primer lugar la
realidad que grabó con su pluma Raymond Carver en la Norte América ganadora de la guerra,
salvadora de las injusticias fascistas del mundo, respirando su hipócrita sueño americano,
cuando los hípster y la generación beatnik de la mano de otros autores como Kerouak o
Burroughs describían realidad; seguido del mundo arcilloso neo pos moderno que moldearon
las manos políticas ochentistas de Reagan y Thatcher, cuando se disuelven los héroes y la raza
humana es confundida por héroes burlescos hechos de sustancias electromagnéticas,
perdiendo la fe en la realidad de la vida sólo para creer en la proliferación infinita de imágenes.
Cuándo el mundo se desplaza a la era de la in-evolución o de la in-civilización. Aquellos ideales
construidos mediante las revoluciones, el trabajo y la solidaridad social empiezan a ser
disueltos por un proceso de desrealización. Gestores en la infraestructura de la enloquecida
aceleración que la década de los 90´, de la cual el protagonista existe varado a una especie de
limbo espacio temporal, padece el hoy, sufre sin poder adaptarse en la dinámica voraz de sus
pares. Por último, el presente de hoy al cual éste se enfrenta, una actualidad prisionera del
dogma capitalista, resuelta en su plena expansión neoliberal, global e hipermediatizada. Dónde
el legado material de la conflictiva alianza moderna entre la burguesía industriosa y los
trabajadores industriales –sus acuerdos sobre la educación pública, la sanidad, el transporte y
las prestaciones sociales del welfare- se sacrificaron por la doctrina de “los mercados” (Franco
“Bifo” Berardi; Hito Steyerl; Los condenados de la pantalla). Un mundo cada vez más veloz,
mezcla de refinamiento tecnológico y extrema estupidez moral.
El relato juega con la imaginación del protagonista principal que habla con un alter
ego, con un “otro yo” dentro de él que lo mortifica diciéndole la verdad de su entorno,
transportándolo a una realidad onírica paralela, que se materializa en la praxis del superhéroe
y actúa como un Mr. Hyde. Si bien muestra las miserias del mundo del espectáculo en que los
caminos de los actores se cruzan unos sobre otros, en una constante lucha por alcanzar el
reconocimiento del público y de la crítica intelectual.
La sustancia del drama se integra por la problemática de lograr ser “alguien” en un
mundo dónde tu imagen vista en la redes sociales por millones te da poder, el protagonista
intenta con los últimos recursos de su ajado espíritu elevar su alma, el dispositivo que usa para
lograr su cometido: la materialización de una obra de teatro que tiene como objeto
argumentativo lo único que nos salva de ese sentimiento de terror, adjudicado por la toma de
conciencia, de que un día nosotros mismos y todos los queremos se van a morir, esa poderosa
fuerza que se llama amor. Poder amar y ser amado. Palabras de Carver: “… ¿ Y conseguiste lo
que querías de esta vida a pesar de todo? Si lo conseguí. ¿Y qué era lo que querías?
Considerarme amado, sentirme amado en la tierra.
Andrés Capeluto
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