cion era tan eterna como la longevidad inmortal de la Ninfa protectora. Los Arcades, que se gloriaban de ser los primeros hombres del mundo, aseguraban ser parientes m u y cercanos de la Encina; no admitían ser originarios de la humana generación, sino procedentes de u n Limo, anterior al de que se formó Adán, y del que tuvieron origen las Encinas: la antigüedad, por consiguiente, del Peloponeso, estaba simbolizada en este histórico vejetal. La hospitalaria acojida que Filemon y Baucis, pobres ancianos, bicieron u n dia recibiendo en su casa á Júpiter y Mercurio, dice Ovidio que fue causa para que la humilde vivienda se trasformara en templo dedicado á estos Númenes, y al fin de sus dias fueron convertidos, la fiel esposa en u n hermoso Tilo, y Filemon en robusta Encina, cuyos ramos amorosos, entrelazados cariñosamente, dieron señal verídica de su constante y acendrada intimidad. Los adoradores de Odin y de Teutates, deidad muy importante de la Mitología escandinava, tenian en gran veneración á la Encina, que les estaba consagrada según el druidismo, que tanto influjo tuvo, sobre todo en las antiguas Gálias. Los Sacerdotes, allá en los bosques sombríos de la isla de Rugen, poblados de corpulentas Encinas, habían de recojer el sagrado Muérdago, planta parásita de aquellos bosques, y mas particularmente en la Encina. A media noche en punto del primer dia del año, los Druidas, vestidos de blanco y con una serpiente de oro, se dirijian, acompañados del pueblo, frenético y entusiasmado, hacia la Encina sagrada. Después