Autojustificación y Disonancia Cognitiva (2ª Parte) Psicología Social y de las Organizaciones Curso 2009-2010 Justificación inadecuada La disonancia no sólo aparece después de una decisión. También surge en todos los casos en los que decimos o hacemos algo que no cuadra con nuestras creencias y deseos. Siempre que hacemos esto buscamos una justificación para nuestros actos. Por ejemplo, si hago un trabajo que no me gusta demasiado, puedo reducir esta disonancia pensando que lo hago sólo porque me pagan. En este caso hablaríamos de una justificación situación justifica por qué hago algo. Pero, ¿qué externa: la sucede en los casos en los que hago algo contrario a mis creencias y la justificación externa para actuar así no está clara? Justificación inadecuada Cuando no podemos buscar una justificación externa para estas conductas, lo que hacemos es elaborar una justificación interna. Por ejemplo, si el sueldo que nos pagan no es suficiente para el trabajo que hacemos, es posible que digamos que hacemos ese trabajo porque en el fondo no es tan aburrido como parecía, o porque es importante para otras personas... Lo interesante es que estas justificaciones internas nos suelen obligar a cambiar nuestras actitudes (por ejemplo, hacia el trabajo que hacemos). Ejemplo Imagina que llegas a casa de una conocida y ves que ha puesto un cuadro horrible en la sala. Ella te pregunta si te gusta el cuadro y tú, sin pensarlo mucho, le dices que sí. ¿Por qué lo has hecho? Puedes justificar tu conducta externamente pensando que lo has dicho para no herir a tu amiga. Pero si esta justificación no es suficiente (por ejemplo, porque la opinión de tu amiga no te importa demasiado), entonces buscarás justificaciones internas: “después de todo el cuadro no es tan feo”, “al entrar parecía algo feo, pero ahora que lo veo mejor, no está tan mal”... Premios y castigos Esto explica por qué con frecuencia los premios y castigos no sirven para hacer que la gente cambie de actitudes. Si premiamos a un niño para que estudie, la disonancia que produce el acto de estudiar (cuando preferiría hacer cualquier otra cosa) puede reducirse por medio de una justificación externa: “Lo hago por el premio”. Sin embargo, si conseguimos que el niño estudie sin prometerle un gran regalo, la justificación externa será insuficiente y se verá obligado a buscar justificaciones internas: “Estudio porque me gusta”. Premios y castigos Este principio ilustra por qué al aumentar la motivación extrínseca podemos estar reduciendo la motivación intrínseca. Cuanto más pequeña sea la recompensa que damos a alguien por hacer algo, más fuerte será su cambio de actitud a favor de esa conducta (siempre que consigamos que la conducta llegue a tener lugar, claro). Cuando el premio no es suficiente para hacer algo, la gente justifica su acción internamente, convenciéndose de que lo hace porque quiere. Festinger y Carlsmith (1959) Pidieron a un grupo de participantes que realizaran unas tareas muy aburridas (como, por ejemplo, enroscar tuercas en tornillos). Después les dijo que tenían que convencer a otros estudiantes para que realizaran estas mismas tareas. A algunos participantes les pagó 20 dólares por esto y a otros sólo 1 dólar. Después de esto, preguntó a todos los participantes cuánto habían disfrutado con la tarea. Los que habían cobrado 20 dólares, dijeron que las tareas habían sido muy aburridas. Sin embargo, los que sólo cobraron 1 dólar dijeron que las tareas no habían estado tan mal. Quienes no recibieron una justificación externa suficiente para mentir redujeron la disonancia convenciéndose de que en realidad las tareas eran atractivas. Cohen (1962) Tras algunos casos de brutalidad policial, pidió a un grupo de estudiantes que escribieran un ensayo defendiendo la actuación policial (aunque no creyeran en lo que escribían). Cada estudiante recibió una cantidad de dinero por hacer este ensayo. Después de escribir el ensayo se les pidió que dieran sus propias opiniones sobre la actuación policial. Los resultados muestran que tras escribir el ensayo, los que menos dinero recibieron por escribirlo resultaron estar más a favor de la actuación policial. El cambio de actitud fue mayor cuanto menor fue la justificación externa para escribir el ensayo. Zimbardo et al. (1965) Pidió a unos soldados que comiesen saltamontes fritos como parte de un estudio sobre análisis de alimentos para la supervivencia. A la mitad les pedía su colaboración un oficial amistoso. A la otra mitad se la pedía un oficial más distante. La actitud de los soldados hacia el hecho de comer saltamontes se midió tanto antes como después de haberlos comidos. Los resultados muestran que quienes comieron los saltamontes a petición del oficial distante mejoraron su actitud hacia ese alimento más que los que los comieron a petición del oficial afectuoso. Los que lo hicieron por el oficial afectuoso tenían una justificación externa para sus actos (lo hacían para no defraudar al oficial), pero esta justificación era insuficiente para el resto. Concepto de uno mismo Las formulaciones más recientes de la teoría de la disonancia cognitiva hacen más énfasis en el concepto de uno mismo. La disonancia sería más fuerte en aquellas situaciones que ponen en peligro el concepto de uno mismo. La mayoría de la gente se cree honesta y decente y no puede hacer algo que pueda considerarse malo sin que haya alguna justificación, porque esto pondría en peligro su concepto de sí mismo. Aplicaciones a la educación Los estudios anteriores muestran que es un error dar grandes recompensas para fomentar el estudio. Las recompensas deben ser lo suficientemente grandes como para que los alumnos se animen a estudiar, pero no deben ser lo suficientemente grandes como para que crean que estudian sólo por las recompensas. Como veremos a continuación, dar recompensas demasiado grandes puede llegar a reducir el valor intrínseco del estudio. Deci et al. (1981) Un grupo de estudiantes debía trabajar en un puzzle durante una hora. Al día siguiente la mitad de los participantes recibían dinero por volver a trabajar en él durante otra hora, mientras que el resto volvía a hacerlo gratis. Durante una tercera sesión no se pagó a ninguno de los dos grupos. Los investigadores se fijaron en cuántos participantes seguían trabajando en el puzzle durante el tiempo de descanso de la tercera sesión. Los resultados muestran que continuaron con el puzzle durante el descanso más personas en el grupo que no había sido pagado por hacer el puzzle. Lepper & Greene (1975) Pusieron a un grupo de niños a jugar con un rompecabezas. A la mitad de ellos se les dijo que como premio después podrían jugar a algo más divertido. Después todos jugaron a algo más divertido (aunque sólo la mitad creía que esto era un premio por jugar con el rompecabezas). Al de algún tiempo, cuando se les dejó jugar con lo que quisieran, los niños que habían sido premiados por jugar con el rompecabezas mostraron menos inclinación por elegir este juego. Castigo insuficiente También los castigos insuficientes pueden generar disonancia. Si alguien deja de hacer algo atractivo y el castigo potencial por hacerlo (justificación externa) no es grande, tenderá a pesar que no lo hace porque no quiere (justificación interna). Esto implica que los castigos duros sirven para que alguien deje de hacer algo, pero no sirven para cambiar la actitud de la gente. Para que alguien entienda que hacer algo está mal es mejor dar castigos pequeños, de modo que no crea que deja de hacerlo sólo por el castigo y necesite buscar justificaciones internas (“no lo hago porque está mal”). Aronson & Carlsmith (1963) Prohibieron a un grupo de niños que tocaran un juguete que resultaba muy atractivo. A una mitad, les amenazaron con castigos pequeños (“me enfadaré un poco”) y a la otra mitad con castigos más fuertes (“me llevaré todos los juguetes”). Cuando dejaron la habitación, todos los niños resistieron la tentación de jugar con el juguete. Al volver al cuarto se midió el atractivo de cada juguete. Los resultados mostraron que los niños a los que se les había amenazado con un castigo leve sentían menos atractivo por el juguete. Pero el juguete no perdió atractivo para los niños amenazados con castigos mayores. Justificación del esfuerzo Otra predicción de la teoría de la disonancia cognitiva es que una meta se hace más valiosa si para conseguirla hemos tenido que realizar un gran esfuerzo. Imagina que consigues entrar en un puesto de trabajo después de haber realizado un gran esfuerzo por conseguirlo. ¿No estarás más contento con el puesto que si hubieras conseguido el trabajo sin ningún esfuerzo? Cooper (1980) Expuso a un grupo de personas con fobia a las serpientes a varias experiencias que podrían tener algún valor terapéutico. La mitad de las personas pasaba a estas experiencias sin más, pero a la otra mitad se le recordaba que era voluntario. Después todos ellos tenían que intentar tocar una boa. Los resultados muestran que sólo quienes habían sido inducidos a hacer las pruebas de forma voluntaria habían mejorado en su fobia. Quienes lo habían realizado sin prestarse voluntarios no mostraron mejoría. Axsom & Cooper (1981) Incluyeron a un grupo de mujeres con sobrepeso en un programa de control de peso. Todas las mujeres tenían que realizar algunos trabajos intelectuales como parte del trabajo (por ejemplo, aprender tablas de calorías, de hidratos de carbono...). Lo interesante es que para la mitad de las participantes estos trabajos requerían mucho esfuerzo y para la otra mitad no. Después de cuatro semanas en el programa sólo hubo ligeras pérdidas de peso en ambos grupos. Pero cuando se las pesó un año más tarde, las que habían tenido que hacer ejercicios más difíciles habían perdido un promedio de 4 kilos y las que no habían tenido que hacer ningún esfuerzo no habían perdido peso. Justificación del esfuerzo Otras formas de justificar el esfuerzo (a parte de dar valor a la meta conseguida) son: Sesgar el recuerdo del estado anterior a conseguir la meta. Por ejemplo, tras una dieta, uno puede “recordar” que estaba más gordo de lo que realmente estaba. Así se justifica mejor el esfuerzo. Convencerse de que el esfuerzo no ha sido tan grande. Justificación de la crueldad Imagina que, por alguna razón, provocas un gran perjuicio a alguien. Esto va a entrar en conflicto con tu convicción de ser una buena persona. Por tanto te verás obligado a buscar alguna justificación para tu crueldad. Si no puedes encontrar ninguna justificación externa y tampoco es posible convencerte de que el perjuicio en realidad no fue muy grande, la única forma de reducir la disonancia es pensar que la víctima se lo merecía, de alguna forma. Davis & Jones (1960) Pidieron a unos estudiantes que les ayudaran en un experimento. Su trabajo era escuchar a otro estudiante y después decirle que le consideraba una persona vacía y aburrida. Los que se prestaron voluntariamente, llegaron a convencerse de que realmente no estimaban al otro estudiante. Esto sucedía a pesar de que eran conscientes de que el otro estudiante no había hecho nada para merecer su crítica. Influencia de la autoestima Existen estudios que demuestran que esta necesidad de justificar la crueldad es mayor entre las personas con mucha autoestima. Las personas que tienen poca autoestima no se creen especialmente buenas y no les provoca mucha disonancia el hecho de haber cometido alguna crueldad. Sin embargo, los que tienen autoestima y se creen buenas personas sienten especial necesidad de justificar sus acciones despreciando a sus víctimas. Capacidad de venganza Este efecto también es menor si se cree que la víctima tiene la posibilidad de vengarse. Berscheid et al. (1968) pidieron a unos estudiantes que dieran descargas a otra persona como parte de un experimento. A la mitad se les dijo que después se invertirían los papeles (que ahora ellos recibirían las descargas). En este caso el agresor piensa que la posibilidad de vengarse restaura la equidad entre él y la víctima y eso hace que ya no necesite justificar sus acciones. Esto implica que en tiempos de guerra los soldados pueden verse inclinados a despreciar más a los enemigos civiles (sin posibilidad de vengarse) que a los militares. Justificación de la crueldad La conclusión que puede derivarse de estos estudios es que la crueldad genera más crueldad. Al ser crueles necesitamos despreciar a la víctima para no ver nuestro autoconcepto amenazado, pero esto, a su vez, hace que sea más fácil agredir a la víctima en el futuro. Este tipo de procesos tienen lugar frecuentemente en las guerras, en las sociedades con alta discriminación racial o de género. Psicología de lo inevitable La disonancia surge también en situaciones negativas que son inevitables. En estos casos, la única forma de sentirse mejor es tratar de minimizar lo desagradable de la situación. Brehm (1959) dijo a un grupo de niños que tenían que comer unas verduras que no les gustaban. A la mitad de los niños les dijo después que tendrían que seguir comiendo esas verduras durante mucho tiempo. Estos niños se convencieron de que la verdura no era tan mala en el fondo. Darley & Berscheid (1967) Invitaron a varias mujeres a participar en un grupo de discusión sobre sexualidad. A la mitad se les dijo que su compañera de seminario sería otra mujer, A, descrita de forma positiva, y a la otra mitad se dijo que su compañera sería la mujer, B, descrita de forma más negativa. Además a la mitad de participantes se les dijo que tendrían que reunirse con su compañera muy a menudo y a la otra mitad se le dijo que se trataría de reuniones puntuales. Al final se pidió a todas que dijeran qué les parecía la descripción de su compañera. En general se prefirió a la compañera descrita como A, pero las actitudes hacia B eran mejores si se había dicho a la participante que tendrían que reunirse con frecuencia. Psicología de lo inevitable Cuando no es posible ver lo positivo de lo que se avecina, la otra alternativa para no sufrir por lo inevitable es ignorar el peligro. Por ejemplo, todos los estudios dicen que la probabilidad de que haya un terremoto catastrófico en Los Ángeles durante los próximos años es muy alta. Sin embargo, la gente no se prepara para ello. Se siente más segura no pensando en el peligro. Algo parecido sucede con el cambio climático y la elevación del nivel del mar. Todos los estudios indican que durante las próximas décadas subirá el nivel del mar, pero la gente sigue sin tener en cuenta este peligro, por ejemplo, a la hora de comprar sus casa. Tampoco toman medidas para evitar este peligro (consumir menos, gastar menos energía...). Importancia de la propia estima Como ya hemos comentado, los efectos de la disonancia son mayores en las personas con alta autoestima. Quienes tienen un concepto de sí mismo muy pobre no necesitan justificar por qué han tomado una decisión errónea, por qué han podido ser crueles... Aronson & Mettee (1968) Manipularon la autoestima de sus participantes dándoles información falsa sobre su personalidad. Después propusieron a sus participantes jugar a las cartas. Les permitían hacer apuestas y la situación estaba pensada de tal manera que era muy difícil ganar sin hacer trampas. Los resultados muestran que los que recibieron información negativa sobre sí mismos tenían mucha más probabilidad de hacer trampas. Esto indica que estas personas que temporalmente tenían poca autoestima sufrían menos disonancia por el hecho de estar haciendo trampas. Efectos motivacionales Los resultados muestran que el estado de disonancia puede afectar a la motivación, a la percepción... Zimbardo (1969) mostró que los participantes que habían participado en un experimento por voluntad propia sufrían menos por las descargas eléctricas que se daban en ese experimento. Brehm (1962) propuso un experimento que suponía estar privado de comida y agua durante algún tiempo. Los resultados mostraron que quienes no tenían una buena justificación externa para participar en el experimento sufrieron menos hambre y sed (comieron y bebieron menos cuando se les permitió hacerlo). Para ser mejores... Los estudios sobre la disonancia cognitiva muestran que en nuestro afán por ser coherentes solemos caer en comportamientos irracionales. Para evitar esto conviene: Ser conscientes de los procesos de disonancia cognitiva y comprender nuestra tendencia a defendernos. Entender que hacer algo estúpido no implica que seamos estúpidos. Aprender a tolerar los errores. Aprender a valorar los beneficios de reconocer los propios errores.