Actualización para la misión. Tema 12. La Solidaridad Compromiso de Misericordia Llevamos el pan de la Palabra y el pan de la Solidaridad 1. Pocos, muy pocos conocen o saben qué es la Solidaridad desde la óptica del Magisterio de la Iglesia y se tiende a confundirla con la filantropía. Cualquiera puede hacer filantropía, cualquiera puede dar un trozo de pan o una moneda, pero Solidaridad para el cristiano es mucho más que un trozo de pan, una moneda o una prenda de vestir usada que se entrega al mendigo. La filantropía es y puede ser acciones aisladas, es por eso que muchas veces los jóvenes lentamente van abandonando esas acciones solidarias porque no logran conectarlas con su mundo interior ni con lo que tienen de fe. 2. El principio de solidaridad1: La solidaridad da importancia a la sociabilidad de la persona humana, a la igualdad de todos en dignidad y derechos, al camino común de los hombres y de los pueblos hacia una unidad cada vez más convencida. 3. La solidaridad como principio social y como virtud moral: Las nuevas relaciones de interdependencia entre hombres y pueblos, que son, de hecho, formas de solidaridad, deben transformarse en relaciones que tiendan hacia una verdadera y propia solidaridad ético-social, que es la exigencia moral propia en todas las relaciones humanas. La solidaridad se presenta, por tanto, bajo dos aspectos complementarios: como principio social y como virtud moral. 4. La solidaridad debe captarse, ante todo, en su valor de principio social ordenador de las instituciones, mediante la creación o la oportuna modificación de leyes, reglas de mercado, ordenamientos. 5. La solidaridad es también una verdadera y propia virtud moral, no «un sentimiento superficial por los males de tantas personas, cercanas o lejanas. Al contrario, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común. 6. Solidaridad y crecimiento común de los hombres: El mensaje de la doctrina social acerca de la solidaridad pone en evidencia el hecho de que existen vínculos estrechos entre solidaridad y bien común, solidaridad y destino universal de los bienes, solidaridad e igualdad entre los hombres y los pueblos, solidaridad y paz en el mundo. El compromiso se traduce en que nunca debe faltar a la causa común, e implica que el ser humano cultive la conciencia de la deuda que tienen con la sociedad en la cual están insertos 7. La solidaridad en la vida y en el mensaje de Jesucristo: La cumbre insuperable de la perspectiva indicada es la vida de Jesús de Nazaret, el Hombre nuevo, solidario con la humanidad hasta la «muerte de cruz» (Flp 2,8): en Él es posible reconocer el signo viviente del amor inconmensurable y trascendente del Dios con nosotros, que se hace cargo de las enfermedades de su pueblo, camina con él, lo salva y lo constituye en la unidad. 8. Jesús de Nazaret hace resplandecer ante los ojos de todos los hombres el nexo entre solidaridad y caridad, iluminando todo su significado: «A la luz de la fe, la solidaridad tiende a superarse a sí misma, al revestirse de las dimensiones específicamente cristianas de gratuidad total, perdón y reconciliación. Entonces el prójimo no es solamente un ser humano con sus derechos y su igualdad fundamental con todos, sino que se convierte en la imagen viva de Dios Padre. Por tanto, debe ser amado, aunque sea enemigo, con el mismo amor con que le ama el Señor, y por él se debe estar dispuesto al sacrificio, incluso extremo: “dar la vida por los hermanos” (cf. Jn 15,13)». 9. “En este Año Santo, podremos realizar la experiencia de abrir el corazón a cuantos viven en las más contradictorias periferias existenciales, que con frecuencia el mundo moderno dramáticamente crea. ¡Cuántas situaciones de precariedad y sufrimiento existen en el mundo hoy! Cuántas heridas sellan la carne de muchos que no tienen voz porque su grito se ha debilitado y silenciado a causa de la indiferencia de los pueblos ricos. En este Jubileo la Iglesia será llamada a curar aún más estas heridas, a aliviarlas con el óleo de la consolación, a vendarlas con la misericordia y a curarlas con la solidaridad y la debida atención. No caigamos en la indiferencia que humilla, en la habitualidad que anestesia el ánimo e impide descubrir la novedad, en el cinismo que destruye. Abramos nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de la dignidad, y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio. Nuestras manos estrechen sus manos, y acerquémoslos a nosotros para que sientan el calor de nuestra presencia, de nuestra amistad y de la fraternidad. Que su grito se vuelva el nuestro y juntos podamos romper la barrera de la indiferencia que suele reinar campante para esconder la hipocresía y el egoísmo” (MV 15). 1 Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia No. 192 - 196