¿Será Dan Brown la “Bestia del Apocalipsis”?

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El Clarí-n de Chile
¿Será Dan Brown la “Bestia del Apocalipsis”?
autor Rafael Luis Gumucio Rivas
2006-05-20 23:08:09
Es evidente que los dioses de la plebe poco tienen que ver con las deidades de los intelectuales, opinólogos y crÃ-ticos
de cine. A la gente de a pie, de todo el mundo, le fascinó la pelÃ-cula El Código Da Vinci: multitudes de espectadores
han llenado las salas de cine; el libro tiene más de 40 millones de lectores, pero los intelectuales y crÃ-ticos lo
encontraron un bodrio. Por cierto, y gracias a Dios, los educadores laicos del siglo XIX han logrado que el Estado sea
indiferente en materias religiosas, por consiguiente, a diferencia de los paÃ-ses musulmanes, Dan Brown no tiene
ninguna amenaza de perder su vida.
Como era de esperar, cardenales, presbÃ-teros –especialmente del Opus Dei y de los Legionarios de Cristo- lanzaron
todo tipo de anatemas en contra del libro y de la pelÃ-cula: que el cardenal Jorge Medina, defensor del desprestigiado
Daniel López, coleccionista de revistas pornográficas y que no dice ni pÃ-o cuando el canal católico Megavisión
enseña los despampanantes senos de la linda Marlén OlivarÃ- y de otras divas y los chistes groseros de Che Copete y
del profesor Salomón, despotrica contra los “corderos de Dios― que se atreven a ir al cine a ver tan pecaminosa pelÃ-cula
Es obvio que la iglesia no esté dispuesta a canonizar a Brown, pero ha sido suficientemente inteligente para no impedir
su proyección y, al parecer, lo que serÃ-a genial, está dispuesta a reemplazar el anatema por la discusión racional.
Qué duda cabe que el ágrafo Jesucristo y los primeros cristianos no puedan dejar indiferente a ningún historiador e,
incluso, a cualquier persona medianamente culta. Cómo entender la caÃ-da del Imperio Romano - culpa de los
cristianos, según Gibson -, la Edad Media, el Renacimiento y los siglos del XVI al XX sin el papel protagónico del hijo
del carpintero de Nazaret y de sus seguidores? Sin el asesinato de Dios por los hombres o el “Nazareno, te he vencido―,
de Nietzsche, no podrÃ-amos comprender el deconstructivismo y la actual filosofÃ-a y psiquiatrÃ-a francesa,
fundamentalmente. Enemigos de Cristo los hay por miles: “ni Dios, ni amo―, de Bakunin, o la reducción de la teologÃ-a a
la antropologÃ-a, de Feurbach que, según el barbudo Marx, les enseñó a los cristianos la “esencia del cristianismo―.
El rubio, matemático, músico y escritor, casado con una historiadora del arte, Dan Brown no es ninguna bestia del
Apocalipsis, sino un genial diletante, al igual que Leonardo Da Vinci, Miguel, Pico de la Mirándola, y tantos otros, (por
cierto, no alcanza la genialidad de estos sabios), pero el querer abarcar la universalidad del conocimiento, aun cuando
sea superficialmente, a veces es mucho más útil al saber que un investigador, que sólo se dedica a estudiar la
evolución del callo del pié izquierdo. El Código Da Vinci es como una suculenta sopa de mariscos, de distintos gustos,
unos más sabrosos y picantes que otros; por lo demás, en la época de la cultura entretenida y superficial, los canales
del Cable nos presentan, diariamente, episodios desconocidos de los evangelios apócrifos, es decir, secretos, que
llaman la atención del público, como el de Judas.
Veamos, uno a uno, los mariscos del Código da Vinci: primero los picantes erizos, los famosos evangelios apócrifos
que, según algunos, son más de cincuenta; la obra de Brown agrega al de Judas el de Felipe, el de MarÃ-a de Magdala,
el de Pedro, y otros, escritos por seguidores de los gnósticos, es decir, el saber, (gnosis), el conocer y el comprender;
los gnósticos eran sabios filósofos y teólogos y escribÃ-an en griego y copto; dudo que, salvo los eruditos, los hayan
leÃ-do, seguramente el vulgo se aburrirÃ-a, pues su lenguaje es altamente metafórico; la arqueologÃ-a y la hermenéutica
han avanzado lo suficiente para que estos pergaminos logren vencer la espesa estupidez de la ortodoxia;Â el evangelio
de MarÃ-a de Magdala inspira a nuestro controvertido autor: el Santo Grial no es el cáliz de la Última Cena –que
efectivamente no aparece en el cuadro de Da Vinci -, ni la sangre de Cristo, sino el vientre de Magdalena; de ahÃ- en
más Magdalena tiene una hija con Jesucristo, Sara, que es la ascendiente de los reyes merovingios; puede que hasta el
rey Dagoberto, aquel que se ponÃ-a los pantalones al revés, tenga parte de la sangre del Salvador. La protagonista de la
obra, Sophie Neveau, es bastante pajarona, innegablemente bonita, pero no tiene nada de la astucia esperable de una
descendiente de MesÃ-as; que Jesús se casara con Magdalena es tan posible como dudoso: en esa época, los varones
judÃ-os se casaban, salvo los esenios de la primera época, según los Manuscritos del Mar Muerto, pero posteriormente,
abandonaron el celibato. Toda esta historia simpática, entretenida, es bastante inverosÃ-mil, tal como la presenta el
autor. Otra cosa muy distinta es la reivindicación de la diosa y de las apóstoles de Cristo, tratada en millones de libros,
entre ellos el de Riane Eisler, El cáliz y la espada.
La división entre imaginación, fábula y realidad es algo muy difÃ-cil: a veces la ficción es realidad –qué harÃ-a el pobre
GarcÃ-a Márquez si esto no fuera asÃ- – el difÃ-cil género de la novela histórica serÃ-a pura ficción. Si la gente fuera tan
borrega que imitara lo que ocurre en las novelas, al leer Crimen y castigo terminarÃ-a asesinando a una vieja prestamista
o, como Madame de Bovary, le pondrÃ-a el gorro a su pobre marido; si leyéramos Lolita, todos terminarÃ-amos en la
cárcel, por pedófilos. Por favor, queridos monseñores, no crean que su rebaño es tan imbécil.
El segundo marisco es más terrible: son los cangrejos Ario, fundador de la secta de los arianos, y Nestorio, de la secta
de los nestoristas; para el primero, Jesús era sólo un hombre, igual que nosotros, no tenÃ-a nada de divino; para el
segundo, la naturaleza divina era completamente diferente de la humana; para los monofisistas Cristo tiene una sola
naturaleza, la divina. Ustedes deben comprender que la Trinidad es un tremendo misterio. En toda la historia del
cristianismo hay miles de las llamadas herejÃ-as, entre ellas los cátaros o albigenses, que dominaban el Langedot, en el
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sur de Francia, que fueron aniquilados en una genocida Cruzada.
El tercer marisco es la poderosa y escasa langosta: el famoso emperador Constantino, que presidió el Concilio de
Nicea, en el año 325. Cualquier persona bien informada sabrá que Roma estaba plagada de distintas sectas: egipcias,
persas y cristianas, entre otras; la más barata era la cristiana, pues no habÃ-a que llevar un toro para el sacrificio, como
en el culto de Mitra, sólo bastaba ir los domingos a comer pan y tomar vino, cuerpo y sangre de Cristo; además, los
obispos habÃ-an adquirido un poder económico no despreciable, basado en las limosnas de los fieles; los prosélitos ya
no eran esclavos, sino nobles y algunos ricos. El pragmático Constantino no serÃ-a un mapucista? Captó muy bien, en
una de las tantas guerras civiles entre emperadores, que parecÃ-an señores feudales medievales, en esa época, que le
convenÃ-a hacerse cristiano. Convertido a esta fe, arbitró el Concilio de Nicea, que condenó las herejÃ-as de Ario y de
Nestorio. Hasta el alumno más porro alguna vez ha escuchado hablar de las querellas de “las investiduras―: quién man
el papa o el emperador? Quién es el pontÃ-fice, el que cuida el puente? Como podrá comprobar el lector, esta historia de
Constantino no es nada nueva.
En cuarto lugar viene el piure de la sopa, picante como la Edad Media: las Cruzadas, los caballeros templarios, la mesa
redonda del Rey Arturo, la posesión del Santo Grial, el priorato de Sión, las órdenes masónicas, los crÃ-menes entre
ellos, la toma y pérdida de Jerusalén, el despiste de San Luis, rey de Francia, son historias muy conocidas por los
novelistas e historiadores del romanticismo; que los templarios se convirtieron en banqueros y millonarios con las minas
del rey Salomón y condenados luego por el papa Clemente V, uno de los tantos pontÃ-fices franceses que vivieron en
Avignon y, posteriormente, asesinados por el rey Felipe el Hermoso, constituye todo esto parte de verdad y parte de
imaginación. El perÃ-odo está lleno de leyendas, como el de la papisa Juana que, disfrazada de hombre, fue elegida
sucesora de Pedro.
El quinto y último marisco lo constituye el Opus Dei, prelatura personal del Santo Padre. Su santo es José MarÃ-a
Escrivá de Balaguer, nacido en 1902, en la provincia Huesca, España; su libro principal se llama Camino, que contiene
una serie de preceptos para orientar la vida diaria de numerarios y supernumerarios; esta obra pretende ser superior a
la Imitación de Cristo. Escrivá era el santo protector del tirano Francisco Franco y de Daniel López Pinochet; se
entendÃ-a bastante mal con Juan XXIII y Pablo VI: al primero lo caricaturizaba, según un libro de mi amigo, Jaime
Escobar, y el segundo, Montini, de familia demócrata cristiana, bastante moderna y abierta, lo criticaba por su apertura
a la opción por los pobres. Con Juan Pablo II todo se arregló y hasta logró una rapidÃ-sima canonización.
La verdad es que el colorÃ-n Silas, de la pelÃ-cula, con una cara de malo y de tonto que no se la puede, y el obispo
español, gordiflón y un tanto maquiavélico, son muy poco creÃ-bles. El cilicio y la sangre es puro jugo de tomate, vieja
clave para vender pelÃ-culas. Los policÃ-as franceses son atrasados mentales que Jacques Chirac.
Estoy conciente de haber dejado de lado a Leonardo, Boticelli, Newton, y tantos otros. No me introduje en el Banco
Ambrosiano, la masonerÃ-a católica del P5, porque merecen otra columna que podrÃ-a llamarse “negocios y religión―.
Cristianos, agnósticos, antiteÃ-stas, ateos, cultos e incultos, por favor, vean el Código Da Vinci. Al menos les provocará
la santa curiosidad, que es el punto de partida del saber.
Rafael Luis Gumucio RivasÂ
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