Queridos compañeros jesuitas, amigos y amigas en el Señor

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Queridos compañeros jesuitas, amigos y amigas en el Señor,
Quiero invitar, tanto a jesuitas como a colaboradores y amigos de toda América Latina, a orar
por las vocaciones a la Compañía de Jesus el 5 de noviembre próximo. Muchas comunidades
programaron su “hora santa” e invitaron a amigos y amigas para pedir nuevos compañeros
que deseen consagrar sus vidas el servicio del Reino de Dios. “Pidan y se les dará” (Mt 7,7)
nos dijo el Señor; confiando en su palabra le pedimos al dueño de la mies que envíe nuevos
compañeros para la misión.
Estimo mi vocación a la Compañía como aquella perla preciosa del Evangelio, que cuando se
la encuentra, con inmensa alegría, se vende todo lo que se posee para adquirirla. Mi vocación
brotó en el seno de mi familia y creció en la comunidad eclesial en la que participé. Dios fue
muy generoso conmigo; me bendijo con padres de fe profunda y firme que les llevó a salir de
la Alemania nazi para vivirla a fondo y con libertad. El Señor también me bendijo con una
familia numerosa (de siete hermanos) dónde el amor era el alimento diario y cimentó una
unión que hasta el día de hoy nos anima y protege. Sé que mi vocación es don de Dios, un
llamado de Cristo que acepté con agradecimiento y humildad. Él se ha convertido en el centro
de mi vida y a él me entregué, por entero. Si tuviera que comenzar mi historia de nuevo, no
dudaría en seguir el mismo camino de amor, procurando aprender de mis errores para vivir
más a fondo la aventura de ser compañero de Jesús.
Ya cumplí 50 años de vida en la Compañía de Jesus (en 2008) y recuerdo con gratitud el día
en el que llamé a las puertas del Noviciado en Parecí Nuevo (en las afueras de Porto Alegre,
Brasil), donde fui recibido con una sonrisa por el Maestro, P. Francisco Fonseca. Mi vida en
la Compañía ha estado bendecida por abundantes gracias, posibilidades y responsabilidades.
Tuve la gracia de realizar estudios especializados, emprender nuevas misiones, participar de
buenos equipos de trabajo y tantas otras cosas. En todo ello pude experimentar la generosidad
de un Dios, “que trabaja en nosotros”, a través de los compañeros y de los amigos. Siempre
conté con su confianza y solidaridad y, muy especialmente, en horas de dificultad. Desafíos
no han faltado. Tuve que adaptarme al modo de vida de diferentes Provincias (viví 23 años
fuera de la mía), en diferentes países como Canadá, Estados Unidos y Roma, así como tuve
que aprender otros idiomas y costumbres. Aprendí a valorar el lenguaje común de la
Compañía, el lenguaje del amor, de la comunión fraterna, el sentido de misión compartida en
un único cuerpo apostólico.
La misión que estoy culminando fue la de ser el Secretario ejecutivo de la CPAL, que tiene su
sede en Rio de Janeiro. En éstos tres años y medio de trabajo en equipo y con la mira puesta
en América Latina, pude conocer un poco mejor a la Compañía concreta que sirve con entrega
y creatividad a los pueblos de nuestro continente. El servicio de noticias para el sitio de la
CPAL me mantuvo al tanto de las novedades y desafíos de la misión que se sucedieron a los
largo de estos años en los 24 países de la región donde trabajamos y más allá. En las nueve
Asambleas en las que participé, pude visitar obras y comunidades de las Provincias
anfitrionas que no dejaron de estremecerme por la entrega que a todas ellas subyace. Fueron
contactos breves y sencillos que, sin embargo, me dieron la sensación de estar ante una
Compañía comprometida con la gente y que busca ser fiel al llamado del Señor. Junto a los
emprendimientos apostólicos más tradicionales, pude apreciar nuevos frentes como la
educación popular (Fe y Alegría), el servicio a los migrantes y desplazados (SJM y SJR), las
nuevas propuestas para el trabajo con jóvenes, las parroquias en lugares empobrecidos y
llenos de desafíos, el cultivo de la espiritualidad ignaciana en colaboración creciente con otros
y tantas otros emprendimientos que hacen honor a la fidelidad creativa a la que nos invitó el
P. Kolvenbach más de una vez.
Siento que las seis prioridades de la CPAL para los próximos 10 años que fueron definidas en
la Asamblea de mayo de 2010 en Guatemala, reflejan el eco del clamor del pueblo
latinoamericano, mestizo, religioso, sufrido y excluido. Quiero destacar la segunda prioridad:
“Profundización y articulación del trabajo con jóvenes”. En efecto, queremos acercarnos de
modo especial a los jóvenes para comprenderlos mejor y acompañarlos en su proceso de
formación integral y en su opción de vida. Percibimos una nueva frontera para la promoción
vocacional que pide de nosotros mayor apertura y presencia junto a los jóvenes que buscan el
sentido de la vida respirando los aires de la post-modernidad. ¡No seamos sordos a su clamor
y no tengamos miedo de pedir al dueño de la mies que envíe obreros para la cosecha!
Un abrazo fraterno,
P. Martinho Lenz, SJ (BRM) – Secretario de la CPAL.
Adjunto una oración por las vocaciones a la Compañía (a la Señora del Camino).
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