C R Í T I C MOVIMIENTO A ESTUDIANTIL DEL Que en la sociedad actual, existen cada vez menos ricos que se hacen progresivamente cada vez más ricos, y cada vez más pobres que continúan empobreciéndose, lo sabemos todos. Que esta no es una sociedad deseable, y que por ende debemos hacer algo al respecto, es algo en lo que también coincidimos la mayoría. Algunos, sin embargo, critican al capitalismo por ser, en última instancia, tendiente a la desigualdad económica, y desde esa perspectiva nos llaman a luchar por una mayor igualdad de posibilidades. Esta visión se inclina, en el ámbito estudiantil, por decirnos que tenemos que organizarnos para conseguir el medio boleto, becas, más mesas de examen, un “centro de estudiantes de los estudiantes”, el cogobierno universitario. Nos dicen que tenemos que generar una conciencia social de profesionales, ir a barrios donde la pobreza es implacable para aportar “con nuestro granito de arena a que las cosas estén un poco mejor”. Nos llaman a los estudiantes a movilizarnos contra tal o cual “responsable político”. Y todo lo hacen bajo una estética de crítica a lo imperante, bajo una estética de lucha revolucionaria. Pero esta crítica es falsa, porque el problema no es la diferencia económica. El problema es que en el sistema mercantilista, uno esta coaccionado a trabajar para las necesidades del mercado, ya que el que no vende no puede comprar, y por consiguiente no puede satisfacer sus necesidades. Para vender, uno tiene que vender lo que otro esté dispuesto a comprar. Y existe un vasto grupo de personas, entre las que nos incluimos, que para ingresar en ese enorme mercado de compra-venta, sólo posee su fuerza de trabajo. Así, quien posee enormes sumas de dinero, propiedades, etc. no sólo posee mayor acceso a más bienes y servicios, sino que al mismo tiempo tiene mayor poder sobre nuestras vidas. Tarde o temprano, si tenemos suerte y alguien compra nuestra capacidad de trabajar, terminaremos siendo sus subordinados. El problema consiste en que la sociedad es administrada por unos pocos ejecutivos, cuadros políticos, y empresarios, quienes a su vez toman decisiones basándose, en última instancia, en las necesidades del mercado, es decir, con el fin de aumentar sus ganancias. Es indiferente quiénes sean las personas que ocupan esos puestos en un momento dado: lo fundamental es la perpetua existencia de esos roles. Como estudiantes, probablemente nos convirtamos en los esclavos de categoría del sistema; nuestros títulos nos habrán otorgado la posibilidad de acceder a trabajos que se le niegan al resto. Sin embargo, nuestro accionar como profesionales conlleva indefectiblemente el sometimiento cada vez mayor del resto de la población. Los ingenieros aumentarán el índice de producción por persona, reduciendo la cantidad de gente necesaria para los trabajos y aumentando así la desocupación y las ganancias del capital. Los médicos alargarán la vida de los trabajadores, haciendo más barata la mano de obra. Los profesores formarán nuevos trabajadores calificados, los psicólogos les harán soportable esta vida de sometimiento, los periodistas les dirán que la mejor manera de pensar es la de los poderosos, los filósofos les explicaran sus miserias. Cada uno de ellos gastará su sueldo en comprar cosas que implican la explotación de otros, y así circularmente. La lucha anticapitalista, excede la lógica de la situación del estudiante en la Universidad, entonces, no sólo no pasa por el Consejo Directivo: no pasa por ningún tipo de lucha estudiantil, en tanto lucha separada. Reconocernos como proletarios, aquellos que deben vender su vida en dosis de 8 horas diarias (en el mejor de los casos) implica luchar como tales. Reconocer la explotación en nuestras vidas, en vez de pensar que los explotados viven en algún otro barrio más pobre que el de uno, no pasa por una cuestión de egoísmo o altruismo, sino que es necesario para poder construir con cualquier otra persona, la organización que nos permita luchar por nuestra libertad, no desde la superioridad del profesional, sino desde la humildad del simple humano. No encontramos sentido a seguir emparchando al sistema con reformas universitarias, no porque no nos interese la mejora en la calidad objetiva de vida de los proletarios, sino porque eso no pondrá fin a este sistema mercantilista, el cual reconocemos como causante de las injusticias que nos molestan. Sentimos la necesidad de organizarnos con afines para atacar sus raíces. Una Universidad con más becas, es sin lugar a dudas algo deseable para quienes llegan a fin de mes con la soga al cuello, pero cuando los reclamos más radicales que podemos hacer en torno a la institución es que otorguen más becas, eso quiere decir que nuestra mayor exigencia es apenas que se mantenga mejor aceitada la maquinaria de producción de profesionales que es la Universidad. En cada uno de los que buscamos luchar por nuestra libertad, existe la posibilidad de construir relaciones sociales diferentes transformando las de explotación y competencia, en otras de colaboración: pero esa posibilidad sólo es realizable por medio de la auto-organización. Puesto que la universidad es un engranaje funcional a este sistema, su reforma no incumbe a la lucha revolucionaria. Lejos de pelear por mejores condiciones en la producción de profesionales, debemos abolir los ritos que hemos heredado ingenuamente del sistema capitalista y su ideología, tales como las elecciones y la organización partidaria. Debemos abandonar las estructuras organizativas que nos ponen a unos sobre otros: es posible tomar decisiones a partir del consenso y la horizontalidad, siempre lo fue, y hoy lo es todavía más. ¡Abandonemos toda práctica delegativa! ¡Autoorganizemonos para luchar! La Miseria - Agrupación contra la Universidad la-miseria.blogspot.com - [email protected]