La inequidad como tema ético para los profesionales de la salud Dr. Juan Pablo Beca Infante, Director del Centro de Bioética, Facultad de Medicina Clínica Alemana-Universidad del Desarrollo Marzo 2005 En el último tiempo asistimos a un debate político y económico que ha abordado el tema de la inequidad como uno de los problemas actuales más relevantes y complejos de nuestra sociedad. Vemos además que la inequidad caracteriza a los países latinoamericanos los cuales, a pesar de haber intentado soluciones políticas y económicas tan diversas, no han logrado modificar sus enormes diferencias y desequilibrios económicosociales. Chile, a pesar de haber conseguido en los últimos años enormes avances en cuanto a su paz social y a su crecimiento económico, tampoco ha logrado cambiar de manera sustancial el problema de las desigualdades sociales.El tema de la inequidad se ha referido en su discusión social fundamentalmente a las grandes diferencias de ingreso económico entre segmentos de la población, con escasa referencia al problema de la desigualdad de oportunidades en áreas como la cultura, infraestructura, vivienda, educación y salud. Reconociendo los esfuerzos focalizados de las reformas de educación y salud que priorizan la disminución de estas desigualdades, es preciso analizar también el tema de la inequidad desde la visión de los profesionales de la salud. Inequidad es falta de equidad y ésta se define como justicia natural en oposición a la letra de la ley positiva. El concepto de inequidad se refiere así a la insuficiencia de justicia distributiva en el concepto aristotélico de igualdad entre iguales, y en el concepto de Rawls a la desigualdad de oportunidades de acceso proporcional adeterminados servicios o prestaciones. Esta última teoría de la justicia considera además que las inevitables desigualdades sociales y económicas no deben recaer en los más desfavorecidos. Diversos sectores políticos centran sus discursos actuales en la propuesta de soluciones económicas para paliar la inequidad. Por otra parte la Iglesia Católica, desde el Concilio Vaticano II, hace insistentemente un llamado a la opción preferencial por los pobres como actitud personal y como tarea común. Y Juan Pablo II marcó su visita a Chile en su frase “los pobres no pueden esperar”, frase que aún resonando fuertemente en nuestros oídos parece no haber logrado penetrar lo suficiente como para generar un cambio social. Es que cada chileno o chilena espera respuestas y soluciones de sus autoridades políticas y económicas sin asumir ellos una responsabilidad personal. Sabemos que los cambios sociales no serán tales sin un cambio personal de todos los agentes involucrados, cada uno en su ámbito de acción y cada uno de acuerdo a su cuota de poder o grado de influencia. Los profesionales tienen por lo tanto mayor responsabilidad en sus respectivos campos específicos y los profesionales de la salud necesitamos pensar en nuestras respuestas a este grave problema. La reforma al sistema público de salud es en esta materia necesaria pero no suficiente. Nosotros que somos testigos cotidianos del sufrimiento humano y de las inequidades en la asistencia sanitaria no podemos vivir como espectadores externos de un debate de políticos o economistas, sino como activos agentesque contribuyen al logro de mayor equidad.Analicemos entonces nuestra respuesta y los planos en que ella debería darse. La primera respuesta de médicos y estudiantes deberá ser una respuesta personal que no es otra que la conciencia del sentido de la profesión médica como profesión de ayuda.Como tal se trata de una profesión en el sentido literal de la palabra que significa prometer o “profesar” dedicación de por vida a la promoción y prevención de la salud, al alivio del sufrimiento, al cuidado y curación de los enfermos y al apoyo a los moribundos para lograr una muerte en paz. En otras palabras el significado profundo de la profesión médica es un compromiso personal con los que sufren por razones de salud y entre ellos de manera especial con los más vulnerables. Para lograr cumplir bien este compromiso personal es necesario, junto a la excelencia técnico-científica, conocer y cultivar las virtudes propias de los profesionales de la salud: honestidad, compasión, postergación personal, solidaridad y prudencia entre otras. Como ejemplos prácticos de esta respuesta personal delos profesionales podemos recordar su generosidad y entrega en su trabajo con pacientes del sector público, el tiempo extraordinario dedicado a pacientes necesitados, las numerosas atenciones gratuitas y la enseñanza de su arte a quienes se están formando. A las virtudes se oponen los vicios que en esta materia serían negarse a trabajar en el sector público, discriminar pacientes, rendir al mínimo y poner intereses personales por sobre el esfuerzo de aliviar el sufrimiento. La respuesta personal es pues exigente y sacrificada, debe asumirse y cultivarse desde los años de estudiante universitario y al final de la vida constituye la mayor gratificación que puede tener un médico y los otros profesionales de la salud. Pero hay otras respuestas además de las personales y ellas son las respuestas institucionales. Cada institución de salud, pública o privada, tiene una misión propia que a su vez es proyección de su historia y de su “ética institucional”. No habrá equidad en salud si la atención sanitaria no es considerada por la sociedad y sus instituciones como un bien al cual todos tienen igual derecho a acceder.Mientras se considere, como piensan algunos, que se trata sólo de servicios a los cuales se accede de acuerdo a la capacidad de pago, o que las instituciones de salud son empresas con fines de lucro, no tendremos sistemas de salud equitativos. Además, como un verdadero círculo vicioso, los profesionales que trabajan en ambientes en los cuales el compromiso institucional y personal con la justiciaes débil o inexistente, no desarrollarán las virtudes que antes hemos mencionado y los pacientes sufrirán progresivas postergaciones y desequilibrios en su atención. Esperamos que estas líneas contribuyan a que el actual debate sobre la equidad, aplicado a la salud, conduzca a tomar mayor conciencia de la necesidad de fortalecer nuestras respuestas personales y al desarrollo de éticas institucionales que se orienten a responder al desafío ético de justicia y de responsabilidad social