REFLEXIONES CATÓLICAS SOBRE LA BIBLIA Arquidiócesis de

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REFLEXIONES CATÓLICAS SOBRE LA BIBLIA
Arquidiócesis de Miami - Ministerio de Formación Cristiana
31 de Marzo de 2013
domingo de Resurrección, La Pascua del Señor
Lectura del santo evangelio según san Juan 20:1-9 o Lucas 24:1-12
El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a
correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo:
- “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.” Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos
corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo;
pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le hablan
cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había
llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no hablan entendido la Escritura: que él habla de resucitar de entre los muertos.
Comentario breve:
Hoy, Domingo de Pascua, es la gran celebración de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Este es el día de su victoria sobre la muerte.
Antes que las mujeres llegaran al sepulcro antes del amanecer para ungir su cuerpo que había sido sepultado en prisa, Jesús ya había resucitado
– en el tercer día después de su muerte. Esta es la celebración central triunfante del mundo cristiano – es el evento que dio luz al Cristianismo.
En resucitando a du divino Hijo, Jesús, de la muerte Dios ha abierto la puerta de la vida eterna a todos y ha inaugurado la etapa final de la
historia. En el Señor resucitado gloriosamente vemos al futuro – un futuro que es todo bueno, donde un habrá más muerte, tristeza, dolor,
perdida, pecado, mal, injusticia, sino solamente gozo, paz, amor, y el bien eterno. La resurrección de Jesús es la promesa de Dios a nosotros de
que nosotros también, unidos a Jesús, compartiremos en su resurrección, así como hemos compartido en su sufrimiento. Se ha dicho que cada
domingo es un eco del Domingo de Pascua. Por esta razón los cristianos se reúnen a adorar en el primer día de la semana – el Día del Señor –
el día de la nueva e eterna creación. Como se proclama en el Exultet durante la Vigilia Pascual: la ‘luz de la resurrección de Cristo dispersa las
tinieblas del pecado y del error, y nos llena de gozo’. En el relato del evangelio de Lucas (24:1-12) vemos que sorprendente fue, para sus
discípulos, la experiencia de la noticia del Señor resucitado, y como las mujeres, fueron los primeros testigos de la buena nueva de la
resurrección, prontamente fueron de estupefacción a temor, y después hacia realización y maravillase gozosamente. Fueron las primeras en
anunciar las noticias a los apóstoles, y en torno la incredulidad de los apóstoles prontamente cambio a urgencia (Pedro y el discípulo amado
corrieron hacia el sepulcro – Evangelio de Juan 20:1-9), y finalmente quedan maravillados y crédulos. En toda la historia del mundo no ha
habido una noticia mayor que ha reverberada a lo largo del tiempo y espacio; no hay noticia gozosa que ha transformado más vidas de
incontables millones o afecta más el curso de la historia como el evangelio cristiano de la resurrección de Jesús. Y esta resurrección no es
solamente un evento del pasado. El testimonio cristiano, desde su comienzo hasta el presente es la experiencia de la resurrección del Señor
como realidad permanente. No es simplemente que Dios levanto a Jesús de entre los muertos, sino que ‘el vive resucitado’ de tal manera que
esta poderosamente vivo y presente en cada momento. Jesús no es simplemente una figura del pasado, sino es el Señor resucitado hoy,
mañana y todos los tiempos; esta radicalmente vivo, presente y reinando en el cielo, sobre toda la creación, y en su Iglesia. La resurrección de
Jesús no fue un regresar a la vida ordinaria, sino un proceder hacia la nueva vida en su totalidad, vida de Dios. Los nuevos bautizados han sido
bautizos en Jesucristo e, incorporados en su Cuerpo, la Iglesia, viven con el Espíritu de la resurrección. Todos cristianos hoy atestiguan el
poder de la presencia activa de Jesús en sus vidas. Y con corazones, voces y vidas, claman ¡Aleluya! (¡alabado sea el Señor!). Ahora que
comenzamos la Octava de Pascua y del tiempo de Pascua, este único y poderoso mensaje resonara a través de nuestras vidas: ¡Felices Pascuas, el
Señor ha resucitado y vive!
La lectura de hoy nos presenta tres ideas importantes:
•
El comienzo y base del evangelio cristiano es la resurrección de Jesucristo. Es la fuente de la vida y esperanza cristiana. Así como hemos
compartido sus sufrimientos, también compartiremos en la resurrección ‘de el que vive’.
•
La resurrección de Jesús no fue un simple retorno a una vida ordinaria ni es un simple evento del pasado, sino es la resurrección escatológica del
Ultimo Día. En el Señor resucitado hemos visto nuestro futuro y el futuro de toda la creación, de los nuevos cielos y nueva tierra. Jesucristo, el
Señor del Universo, es el principio y cabeza de la nueva creación.
•
Así como los primeros testigos, las mujeres y hombres, proclamaron la maravillosa noticia de la resurrección, cada individuo cristiano y comunidad
cristiana también son llamados a dar testimonio de esta realidad vivificadora que hace reclamaciones de suprema importancia a cada ser humano.
Para la reflexión personal o comunitaria: Después de una pausa breve para reflexionar en silencio, comparta con otros sus ideas o sentimientos.
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¿Qué efecto hace la resurrección de Jesús en mi vida? ¿Cómo es para mí su resurrección fuente de gozo y esperanza?
•
¿Cómo proclamare la buena nueva de la resurrección de Jesús durante esta Pascua a mi familia, amistades, vecinos, en mi lugar del empleo, y
sociedad?
•
¿Cómo puede el evangelio de la resurrección del Señor, proclamada gozosamente con autenticidad y convicción, cambiar nuestra sociedad?
Lecturas recomendadas: Catecismo de la Iglesia Católica, párrafos 636-58
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