descargar archivo - Diócesis Ciudad de Quesada

Anuncio
DOMINGO DE PASCUA EN LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR
Domingo 5 de abril, Misa del Día.
Catedral de Ciudad Quesada.
Mons. José Manuel Garita Herrera.
Obispo de Ciudad Quesada.
Muy queridos hermanos y hermanas:
Con el salmo 117 exultamos y exclamamos hoy diciendo: “Este es el
día del triunfo del Señor”. Cristo ha resucitado, el sepulcro está vacío,
Aquél que estuvo clavado en la cruz y murió, está vivo. Este es el gran
anuncio y la gran verdad que da sentido a nuestra fe. Con su
resurrección, Cristo ha triunfado de la muerte, ha vencido el poder de
las tinieblas, del dolor y de la angustia. Su presencia viva nos llena de
profunda alegría, de un gozo indecible y de una esperanza firme,
porque Él es el Dios con nosotros, que sigue actuando en el mundo,
en la historia y en la vida de cada uno de nosotros.
En la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles, Pedro anuncia el
mensaje fundamental de la fe cristiana: Cristo está vivo, ha resucitado
el que mataron colgándolo de un madero. La certeza de que el Señor
vive y que salió del sepulcro es lo que sostuvo la fe de los primeros
cristianos y nos sostiene hoy a nosotros. La presencia viva de Cristo
transforma la vida de las personas, por ello, vemos cómo Pedro y los
demás discípulos sintieron un impulso irresistible por anunciar y
proclamar la verdad de la resurrección. Nosotros, hoy en día, estamos
llamados también a proclamar que en Cristo resucitado está la vida, el
perdón de los pecados y la esperanza de nuestra propia resurrección.
Como fruto de la Pascua que hoy iniciamos, seamos testigos audaces
y valientes de esta nueva vida que Cristo nos ha dado con su victoria
sobre la muerte. Cristianos auténticos, decididos, convencidos,
testimonios de verdad.
Como consecuencia de esta nueva vida, en la segunda lectura de San
Pablo a los colosenses, el apóstol nos pide buscar las cosas de arriba,
1
a dejar lo terreno, a superar nuestro afán de egoísmo y nuestro apego
a las cosas pasajeras. Si hemos muerto al pecado con Él, hemos de
estar abiertos a una vida nueva que se proyecta a la esperanza de
entrar un día en su gloria. Por ello, no somos de este mundo ni
estamos para este mundo, sino para el más allá.
En el evangelio de San Juan, el sepulcro vacío que primero encuentra
María Magdalena y luego comprueban Pedro y Juan, es el anuncio
del gran acontecimiento del poder de Dios que ha resucitado a su Hijo
de entre los muertos. El sepulcro vacío es la afirmación de que el que
había muerto ahora está vivo. Ellos vieron y creyeron, entendieron que
resucitaría al tercer día. Nosotros hemos recibido este anuncio y
creemos también. Sólo la noche fue testigo de este acontecimiento
maravilloso. Para nosotros, desde la fe, el sepulcro no fue el lugar
donde estuvo muerto Jesús, sino el lugar del gran acontecimiento de
la resurrección. Creemos y aceptamos el testimonio de los apóstoles y
del evangelio para que en Cristo busquemos y encontremos la
verdadera vida. Hoy que tanto se habla de calidad de vida, la vida
auténtica, plena, verdadera y perdurable sólo está en Cristo, el hombre
nuevo, el verdadero modelo para una humanidad renovada en el bien
y en el amor.
San Pablo afirma que si Cristo no hubiera resucitado, nuestra fe no
tendría sentido. Sería una fe en un Dios de muertos y no de vivos. No
es una fe de Viernes Santo, sino de Domingo de Pascua. Sin Cristo
resucitado nuestra vida no tendría sentido, quedaría vacía y sin
esperanza. Con su muerte y resurrección, hemos sido rescatados de
la muerte eterna. Su muerte y resurrección es el precio que Dios ha
pagado para que tengamos vida y vida eterna; para que hagamos
pascua pasando de la oscuridad a la luz, del egoísmo al amor, del mal
a la capacidad de hacer el bien. Por todo esto, alegrémonos y
regocijémonos, demos gracias y alabemos al Señor. Sólo en Él está
nuestra vida, nuestra alegría, nuestra esperanza y nuestra paz.
2
La Eucaristía es la prueba y la certeza de la presencia viva y continua
del Señor resucitado. Él vive entre nosotros y nos sigue alimentando
con su cuerpo glorioso y con su sangre preciosa para resucitar con Él
el último día. Terminamos la Semana Santa, pero iniciamos el tiempo
pascual que estamos llamados a vivir con gran esperanza, alegría y
compromiso de llevar una vida nueva, según el modelo de Cristo
resucitado que nos ha redimido y nos ha transformado por su misterio
pascual.
¡Aleluya, aleluya, aleluya, amén!
3
Descargar