2. La España de la posguerra, 1939-1959: aspectos sociales, políticos y económicos. Una vez acabada la guerra civil española, se abre una nueva etapa política en España dominada por el General Francisco Franco, que se convierte en el eje del sistema político, que encuentra su legitimación en la victoria de una parte de los españoles sobre la otra. Como consecuencia del odio acumulado durante la guerra, es también el inicio de una revancha política y de una represión despiadada por parte de los grupos conservadores hacia los grupos de izquierdas. Además, Franco no perdonó a los vencidos, impulsando su voluntad apoyado en el ejército, la Iglesia y la Falange. Franco se presentó a sí mismo como el salvador de España y de la Iglesia Católica. Por otra parte, era de pensamiento político débil y limitado por sus obsesiones. Formó su programa político a base de recoger trazos de diversas teorías. El régimen de Franco cuajó inicialmente gracias al apoyo de sus partidarios, a la represión de los vencidos y al miedo de todos a una nueva guerra civil. El país estaba destrozado económicamente, en primera instancia debido a los desastres de la guerra, pero en un segundo momento, por los gastos que ésta había originado. Por último, por el abandono de las actividades productivas durante la contienda. Fueron numerosas, además, las pérdidas humanas, provocadas en el combate, por enfermedades, por la represión, o el exilio. En la primera etapa de la Dictadura, que va desde 1939 hasta 1959, se produce un aislacionismo íntegro en España, provocado a su vez por el bloqueo internacional por parte de los Aliados (Francia, Reino Unido, Estados Unidos), impuesto tras la Segunda Guerra Mundial. En el aspecto social, el franquismo, que tuvo su origen en el protagonismo de unos militares sublevados contra la República, gozó desde el principio del apoyo de amplios sectores sociales, identificados con el nuevo régimen, ya fuese por su defensa de los valores tradicionales, por su autoridad o el restablecimiento del orden público. Algunos de estos sectores son, entre otros, los pequeños propietarios rurales, las clases medias de las pequeñas ciudades, la oligarquía capitalista, el ejército y el clero. En los medios rurales y de forma especial entre los pequeños y medianos propietarios se concentraba la mentalidad tradicional, defensora de la familia, la propiedad privada y la religión. Además, las clases medias de las pequeñas y medianas ciudades solían tener la misma mentalidad tradicional y conservadora. Por otra parte, la oligarquía agraria, industrial y financiera, apoyaron desde un primer momento el nuevo régimen, que se encargó, gracias a su autoritarismo y a sus mecanismos de control, de eliminar de raíz la conflictividad social. Por otro lado, el clero y el ejército constituyeron una categoría aparte, y su poder y su influencia impregnaban todos los aspectos de la vida política, social y cultural de España. Los militares desempeñaron importantes cargos políticos, incluidos ministros, en los comienzos del régimen. El clero, a su vez, aparte de haber sido protegido del anticlericalismo republicano, recibió todo tipo de ayudas de un Estado que se declaró oficialmente católico y que asumió la defensa de la religión. Como agradecimiento, la apoyó en todo momento al régimen franquista. A su vez, el régimen contó con una oposición que se vio obligada a actuar en la clandestinidad, debido al férreo control militar y policial. Ésta oposición, en ocasiones armada, se acrecentó tras la Segunda Guerra Mundial, con la derrota de los ejércitos fascistas, lo que aumentó las esperanzas de los republicanos exiliados de derribar el régimen con la ayuda de los aliados. Con este fin, anarquistas y comunistas llevaron a cabo actuaciones de guerrilla en las sierras de Asturias, Galicia o Sierra Morena, es decir, en zonas montañosas. Un factor determinante para el régimen fue la escasa participación de la población, debido a la fuerte represión, con lo que esta guerrilla despareció entre los años 1951-52. Este hecho favoreció al régimen, que se presentó como garantía ante el peligro de una nueva guerra civil. Ante el fracaso de esta guerrilla, los exiliados empezaron a crear redes de actuación interna, introduciéndose en ámbitos universitarios, sindicales y laborales. El movimiento estudiantil se convirtió en el símbolo de oposición frente al franquismo en los años 50. Por otra parte, en el aspecto político, Franco aglutinó a todas las fuerzas contrarias a la República, las controló y se apoyó en ellas para gobernar. Además, el franquismo fue algo más que el gobierno personal de Franco, fue también un sistema político- social que evolucionó para garantizar su permanencia y continuidad. Las presiones extranjeras y las transformaciones de la propia sociedad española forzaron grandes cambios en el régimen. Se puede definir a este régimen como una dictadura personal que suprimió los derechos y las libertades, represora y sin una ideología clara. Este Estado había nacido sin constitución, sin partidos políticos ni libertades civiles. Esta falta de legalidad democrática se cubrió con Leyes fundamentales, promulgadas según las necesidades y evolución del régimen. Así, la Ley Constitutiva de las Cortes, dotaba a los españoles de una institución de carácter representativo, en teoría; el Fuero de los Españoles recogía los derechos de los ciudadanos, limitados a la obediencia de los principios del régimen, y establecía la confesionalidad del mismo; la Ley de Referéndum Nacional permitía someter a consulta popular las decisiones del gobierno. Por otro lado, este Estado necesitaba un marco de relaciones laborales, y así se aprobó el Fuero del Trabajo, fundamento del sindicalismo vertical, caracterizándose por la existencia de un sindicato único bajo la jefatura de la Falange; afiliación obligatoria a obreros y patronos en las distintas ramas de la producción; prohibición de la huelga, castigada como delito; prohibición del despido libre. Además, la Organización Sindical Española agrupaba a todos los productores, teniendo una estructura de alcance nacional. Sin embargo, Franco contó con tres pilares fundamentales para controlar el Estado: el ejército, la Iglesia y la Falange. Por una parte, el ejército se convirtió en la base del régimen. En este aspecto, Franco utilizó al ejército para garantizar el orden. Además, los militares gozaron de privilegios tanto individuales como colectivos, tanto que algunos llegaron a ministros. Por otra parte, la Iglesia bendijo y legitimó moral y espiritualmente el “Alzamiento”. Se identificó con el Régimen, del que formó parte, y puso las bases del catolicismo nacional. Fue el triunfo de la jerarquía católica, que aprovechó su situación para imponer sus normas de conducta religiosas y morales. Se hizo, también, omnipresente con los símbolos. La iglesia, además, empezó a controlar la educación. Surgieron, al mismo tiempo, organizaciones que participaron en las tareas del Estado, entre ellas el Opus Dei. Tras la Segunda Guerra Mundial, el régimen se apoyó en su carácter católico para negar su relación con los fascismos europeos, y contar así con el apoyo del Vaticano. No obstante, muchos sacerdotes y obispos denunciaron las injusticias y los abusos del régimen, y organizaciones católicas defendieron los derechos de los trabajadores. Por último, la Falange acomoda sus principios al régimen y Franco la utilizará como instrumento para mantener vivo los ideales del 36, para controlar la opinión pública y como elemento de unificación nacional. Por otra parte, en el aspecto económico, la política económica de los años 40 y 50 estuvo marcada por la situación interna y las circunstancias exteriores. Por un lado, la Guerra Civil había dejado a España en una situación ruinosa; la Segunda Guerra Mundial privó a España, además, de la posibilidad de abastecerse de sus necesidades en el extranjero; el bloqueo internacional, al que fue sometida España, prolongó la situación de aislamiento económico. El gobierno de Franco basó la política económica en la autarquía, impuesta tanto por la necesidad económica de autoabastecerse, como por una decisión política del propio régimen que la consideraba la mejor solución para fortalecer la independencia del propio país. El objetivo inmediato era una rápida industrialización, dirigida desde el poder y apoyada en un rígido intervencionismo del Estado en todos los aspectos de la economía, pero el resultado fue desastroso, puesto que la producción industrial apenas aumentó; la producción agraria fue insuficiente para abastecer a la población, por lo que se impuso un sistema de racionamiento; y la renta per cápita no recuperó los niveles anteriores a la guerra. A su vez, la escasez y el racionamiento de ciertos productos durante este período provocaron la aparición de todo tipo de prácticas fraudulentas y, en especial, de un mercado negro, donde los productos de primera necesidad alcanzaban unos precios muy superiores a los del mercado. En los años 50, una vez finalizado el aislacionismo, la economía española se fue abriendo poco a poco hacia el exterior. Sin embargo, las importaciones aumentaron a un ritmo muy superior al de las exportaciones, y el déficit comercial fue disminuyendo la reserva de divisas, que iban camino de agotarse. Como consecuencia, era imprescindible un reajuste de la economía, ya que el camino seguido hasta entonces conducía al colapso final.