CALEIDOSCOPIO HISPANISMO Y FALANGE, EL MEXICO CONSERVADOR QUE RECIBE A LOS TRASTERRADOS Ricardo Pérez Montfort. Facultad de Filosofía y Letras, UNAM La llegada, en julio de 1939, de los trasterrados españoles a Veracruz, produjo en nuestro país una reacción múltiple. Por un lado se les dio un caluroso recibimiento por parte de las autoridades, y un amplio contingente popular mexicano los vitoreó y se solidarizó con ellos. Pero, por otro, la oposición al régimen cardenista y algunos círculos particularmente críticos, aprovecharon la ocasión para atacar no sólo a los recién arribados sino al gobierno que los acogía. Antiguos miembros de la colonia española en México pertenecían a dicha oposición, y no pocos peninsulares abanderaban aquellos principios fanatizantes y aristocráticos que el gobierno del general Cárdenas estaba tratando de abolir. Sobre esto se dijo unos años más tarde que “. . .México presenció en aquellos días algo verdaderamente inusitado: los antiguos residentes españoles rechazaban a los. . .que formaban parte de la emigración de 1939…”1 Y esto fue cierto en gran medida si se toma en cuenta el impacto que la guerra civil española tuco en la sociedad mexicana de aquellos tiempos, y si se considera que las simpatías de la antigua colonia española no estaban precisamente del lado de la república. Durante los primeros cinco años de la década de los treinta las relaciones entre México y España tuvieron varios altibajos, que no permitieron que se consolidase un vínculo estrecho y constante entre ambos países. El primer embajador de la II República en México, Julio Álvarez del Vayo, logró acercarse y entender el proceso posrevolucionario mexicano, de tal manera que incrementó en mucho el intercambio y las buenas relaciones entre su patria y nuestro país. Pero los conflictos internos tanto españoles como mexicanos contribuyeron a que se descuidara esta relación entre 1933 y 1935. Sin embargo, el proceso español estuvo presente en la opinión pública mexicana que lo siguió muy de cerca, como puede constatarse en los principales periódicos de la época. Al recuperar el poder los militantes del Frente Popular Español en 1936, el recién estrenado gobierno de Don Manuel Azaña pretendió continuar la labor de acercamiento entre España y México iniciada por Álvarez del Vayo. Don Félix Gordón Ordaz llegó a nuestro país representando una república que, de habérsela dejado gobernar, seguramente hubiese logrado dicho acercamiento. Sin embargo, poco después del arribo del embajador a estos parajes se inició la rebelión militar en España, lo que dio a su representación un carácter sumamente difícil, a pesar del franco apoyo que la República Española recibió del gobierno cardenista. Como bien dice José Fuentes Mares, la guerra civil en la península “polarizó las pasiones tanto allá como aquí. . . Si el gobierno y la mayoría de los intelectuales se inclinaron desde el primer momento por la causa de la República, la clase media estuvo con Franco, campeón del catolicismo y el anticomunismo. . .”2 La oposición mexicana de derecha abrazó la causa de la llamada España Nacional, y los principios hispanistas fueron enarbolados con gran combatividad tanto por las organizaciones locales como por la colonia española asentada en México. Estos principios hispanista tenían ya una larga trayectoria en nuestro país. Con el auge de las derechas españolas, a raíz del triunfo de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) en las elecciones peninsulares de 1933, estas ideas hispanistas habían logrado reafirmarse en nuestro territorio. El hispanismo planteado por estos grupos, y muy enraizado en la colonia española consistía en la convicción de que España había desarrollado, en su proceso de formación como imperio, una serie de “formas de vida y de cultura propias, que la diferenciaban claramente de otros pueblos del orbe. Estas “formas de vida” se habían transplantado a todas las colonias que dicho imperio mantuvo durante los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX, y trasmitido a lo que ellos llamaban “los aborígenes o los naturales del lugar”, de tal manera que éstos quedaban definitivamente integrados a la “raza española”. Esta “raza”, para el hispanismo, no era simplemente cuestión de sangra; la cultura, la historia, las tradiciones, la religión, y el lenguaje formaban parte imprescindible de lo que nombraban “la patria es espiritual”, que incorporaba todos los territorios en donde España tuvo un régimen colonial, desde el norte de África hasta la Patagonia. Estos territorios, y desde luego sus pobladores, tenían “derecho a la civilización” en la medida en que reconocían su vínculo con España, de la misma manera que España era civilizada en la medida en que se reconocía en sus tradiciones.3 La unidad de la “patria espiritual” planteaba, además, una estructura jerárquica en la que los pueblos colonizados debían reconocer a España como la creadora de su propio ser, a partir del siguiente razonamiento: los territorios conquistados y colonizadores y misioneros peninsulares, y por ello debían ver a la generadora de su “humanidad” como “la madre Patria”. De esta manera se justificaba un claro tutelaje de España sobre los procesos de todos aquellos territorios que en algún momento pertenecieron a la corona, postulándose una “hegemonía espiritual” de parte de la península. Así, para los hispanistas, España nunca abandonó el estrecho vínculo con sus antiguos territorios. Si bien con la independencia de sus colonias se rompió la hegemonía política, militar y económica, la presencia “espiritual” se mantenía intacta, dándole a España una especie de autoridad moral sobre esas naciones independientes. Justificando esta posición. Ángel Ganivet decía: “Nuestro papel histórico nos obligaba a transformar nuestra acción de material en espiritual. . . “4 De ahí que buena parte del hispanismo utilizara constantemente los recursos de “hegemonía espiritual”, o incluso “imperio espiritual”, para referirse a la unidad que forman la “madre patria” y sus “vástagos latinoamericanos”. Además, este “hispanismo” rechazaba prácticamente todas las contribuciones aborígenes a la formación de estas nuevas naciones. La negación de los valores de las culturas indígenas americanas era uno de los fundamentos de este pensamiento hispanista. El establecimiento del llamado “régimen espiritual hispano” servía además como escudo para evitar cualquier ingerencia ajena a la española en el quehacer de sus excolonias. Los peninsulares veían así con muy malos ojos las influencias que otros países pudiesen tener en los territorios que ellos consideraban bajo su tutela moral. El hispanismo era entonces, además de un rechazo a los valores aborígenes de los territorios americanos, un argumento a favor de la defensa de las tradiciones españolas y en contra de las influencias inglesas, francesas y principalmente norteamericanas que buscaban infiltrarse en los países que alguna vez fueron colonias iberas. Decía el obispo de Toledo, Isido Gomá y Tomás, en su Apología de la Hispanidad, a los pueblos iberoamericanos: “Escoged entre la Madre que os llevó a su pecho durante siglos o los arribistas de todo cuño que miran a su provecho. . .”5 El hispanismo descansaba sobre varios principios, entre los que destacaban: la religión católica, la sociedad jerarquizada y estática, el orgullo de la estirpe y el lenguaje.6 Esas eran las contribuciones que España había hecho para lograr la “civilización” de los países de América y su negociación era por lo tanto no sólo negar a España sino a la “civilización” misma. Este hispanismo estaba presente, a fines de la década de los años 30, como decíamos, en grupos de oposición de derecha mexicanos como la Confederación de la Clase Media, la Asociación Mexicanista Revolucionaria, la Liga Pro-Raza, y particularmente en la Unión Nacional Sinarquista y en el Partido de Acción Nacional. Desde luego, formaba parte del discurso de la misma colonia española y no escaseaba en editoriales y reportajes sobre España publicados en los principales periódicos de México. Otro concepto de hispanismo, sin embargo, perneaba los principios de los republicanos. Para ellos España y las naciones americanas estaban emparentadas históricamente, pero la relación entre ellas no debía mantener “tutorías” o “relaciones de Madre e Hijas” o de “cultura superior e inferior”, sino de igual a igual. Esta era también la posición del régimen cardenista que, al iniciarse la Guerra Civil en España, no dudó en comportarse solidariamente con el gobierno republicano. Pero la sociedad mexicana en la segunda mitad del sexenio del general Cárdenas se encontraba profundamente dividida. Si bien el régimen había logrado consolidarse y fortalecerse después de la expulsión del general Calles y de algunos de sus seguidores, para mediados de 1936 muchos sectores se encontraban reticentes ante la dirección que tomaba la política del gobierno mexicano. Estos sectores eran aquellos que se agrupaban alrededor de la iniciativa privada, los veteranos de la Revolución, la Iglesia y las capas medias, principalmente las urbanas. Y fue precisamente en estos sectores en donde se dieron las mayores muestras de simpatía hacia los rebeldes militares españoles al mando de Francisco Franco. Ellos fueron también los que enarbolaron el hispanismo como bandera ideológica no sólo en contra de los republicanos que en 1939 arribaron a México, sino en contra de la misma política cardenista. En una gran cantidad de escritos de estos sectores se pueden encontrar referencias a aquella España católica, jerarquizada, profundamente anticomunista y con orgullosos afanes imperiales. Y estas referencias van desde las encendidas apologías a las fuerzas franquistas hasta las comparaciones un tanto chabacanas entre el proceso español y el mexicano. Baste un ejemplo extraído de los archivos de la Confederación de la Clase Media (CCM).En una carta fechada en septiembre de 1936 dirigida nada menos que al general Francisco Franco decían: “Vivimos en México días difíciles, semejantes a los que paso la madre Patria en los momentos anteriores al movimiento libertador. Aquí como allá, el partido de la demagogia quiere destruir todo lo que hay de noble en nuestras tradiciones: aquí como allá pugnan por implantar un régimen de barbarie. . . Nuestro deseo al dirigirnos a vuestra Excelencia es sólo uno, que en España se sepa el clamor de México consciente que aplaude con júbilo la victoria de la hispanidad. El movimiento de liberación de España es nuestro en la misma proporción en que nosotros tenemos sangre española. . . Hacemos votos por el triunfo de vuestra causa, que es nuestra y nos proponemos, si la oportunidad llegara a seguir el ejemplo, el coraje, la decisión, la valentía vuestra en la reconquista de la Patria inmortal. . .”7 Si bien es cierto que la Confederación de la Clase Media (CCM) apuntaba en una dirección extrema de las simpatías mexicanas hacia Franco, es posible afirmar que desde el inicio de la guerra civil hubo una clara inclinación de la opinión pública mexicana a favor de la España rebelde. El mismo embajador republicano Gordón Ordaz reconoce en 1938 que “. . . la actividad de los fascistas españoles –lamentablemente tolerada por el Gobierno de México- es mayor a la que puede hacer esta embajada. . . En esta capital que no pasa de un millón de habitantes, el periódico burgués más importante tira 40 mil ejemplares diarios y en él se nos injuria y calumnia con exceso. . . “8 Además, en la segunda mitad de 1937 se había establecido en nuestro país una delegación de la Falange Española Tradicionalista y de las Juventudes de Ofensiva Nacional Sindicalista (FET y de las JONS), que operaba en el Casino Español y que hacía una labor propagandística bastante efectiva. Esta labor fue condenada desde un inicio por la Cámara de Senadores cuyo líder Cándido Aguilar afirmó que “. . . debía ponerse ya coto a las actividades de estos fascistas en México. Si aquí estuviéramos como en España en guerra, no había que pedir la aplicación del 33 sino que les aplicaríamos, como lo merecen, el 30-30. . . “9 Sin embargo, por más condenas que se hicieron al fascismo, la delegación de la Falange en nuestro país logró que su propaganda se distribuyese no sólo a través de varios periódicos como Vida Española y el mismo Diario Español, publicaciones que circulaban profusamente entre los miembros de la colonia, sino que logró que varios comerciantes, tanto al mayoreo como al menudeo de la ciudad de México, desplegaran en sus tiendas y en sus productos los emblemas y algunos de los principios falangistas. Mucho se publicitaron también algunos viajes que jóvenes mexicanos y españoles, algunos prominentes miembros de la colonia, hicieron a España para enrolarse en las filas de las fuerzas franquistas. Además, buena parte de las noticias profranquistas que aparecían en los periódicos capitalinos estaban patrocinadas por comercios e industrias cuyos propietarios pertenecían a esa vieja colonia española. Ellos facilitaban a la Falange el manejo de su publicidad, recurso que servía para condicionar la publicación de tal o cual noticia. La delegación de la Falange en México también organizó rifas, competencias de atletismo, y en ocasiones hacía las veces de agencia de colocación para los españoles sin trabajo. Todos los domingos, siguiendo la tradición impuesta por grupos nazis en el exterior, después de misa, se organizaba en el Casino Español lo que llamaban el “plato único”, que no sólo servía como pretexto para el intercambio social sino que permitía a los miembros de la Falange recabar los fondos para enviarlos a España a favor de la causa franquista. En varias ocasiones la Falange organizó banquetes y “saraos” para festejar los triunfos que los rebeldes experimentaban en España.10 La gran aceptación que tenían estas manifestaciones falangistas hicieron que el gobierno del general Cárdenas en contraparte apoyara una buena cantidad de actos a favor de la España republicana, después del verano de 1938. Exposiciones de fotografías, carteles, películas, así como conferencias y conciertos de apoyo al gobierno de Azaña se llevaron a cabo por todo el país. Sin embargo, esto sólo sirvió para paliar un poco las inclinaciones profranquistas que se percibían en la sociedad mexicana. Como decíamos, con el patrocinio de las principales casas comerciales y negocios de los españoles radicados en México, las notas periodísticas de la mayor parte de los diarios nacionales que se referían a España favorecían a Franco y a su ejército rebelde, lo que ponían a los prerrepublicanos en franca desventaja. La misma delegación de la Falange en México tuvo un auge tal en la segunda mitad de 1938, que se mudó del Casino Español a un local propio en la Calle de Mesones. La Secretaría de Gobernación puso a varios agentes para que se siguieran las actividades de los falangistas, ya que por ese entonces se iniciaban los rumores de la existencia de una amplia red de espionaje instrumentada por el nazi-fascismo en México. En los informes de estos agentes no aparece actividad “sediciosa” alguna imputable a la Falange, sin embargo se menciona que “. . . prácticamente todas las organizaciones de españoles residentes en México son simpatizantes de la España Nacional. . .” Y al decir “todas las organizaciones” se referían a “la Beneficencia Española, al Casino Español, al Centro Asturiano, al Círculo Vasco, a la Casa de Galicia y al Orfeo Catalán. . . “11 En los primeros meses de 1939, con el avance de las tropas franquistas sobre territorio republicano, los simpatizantes de la España Nacional en México se dieron a comentar, justificar y festejar cada triunfo del ejército rebelde. El primero de marzo Jesús Guisa y Azevedo publicaba en su revista Lectura un artículo titulado “Las lecciones de la guerra de España”, en el que planteaba que las autoridades republicanas españolas no habían logrado estabilizarse ya que “. . .las izquierdas nunca podrán unirse porque la unidad es cosa del espíritu, de humanidad, de benevolencia, de la amistad y la “ideología” socialista y socializante niega al hombre. . .”. Por eso estaba venciendo la España de Franco, porque era eminentemente “humanista”.12 Por su parte, Rodolfo Reyes comentaba desde su columna en El Universal: Indudablemente es un bien para la humanidad y a la postre para España, y una precipitación de la victoria de Franco, este derrumbe sin precedente y esta inaudita cobardía con al que los militares y civiles han abandonado el campo en Cataluña. . . De esta guerra se va desprendiendo esa verdad magnífica: sólo la fe y la espiritualidad son invencibles. . .”13 En esa misma latitud Alfonso Junco, en su página de la revista Hoy, decía: “El liberalismo fue funesto, principalmente porque ahogó la vida espiritual, el socialismo es también funesto principalmente por el crudo materialismo que llevado a sus lógicos extremos llega a la tiranía envilecedora y frenética del bolchevismo, vergüenza de nuestro siglo. . . En cambio el catolicismo, tal como lo proclama la España vencedora, defiende la libertad,. . . la propiedad,. . . la armonía social y procura la intervención del estado. . .”14 El editorial del 8 de marzo de El Universal insistía sobre el asunto afirmado que: “. . .el comunismo ha caído en España no ya sin grandeza, pero ni siquiera con dignidad. . . Pues tal será la imagen que el Madrid comunista ofrezca cuando se abran sus puertas: mugre y saqueo. Saqueo y mugre conjugados con barbarie, que tal es el balance que toda experiencia comunista arroja. . .”15 Con una prosa bastante más elegante Federico Gamboa, en un artículo titulado “El triunfo de lo blanco”, se referiría a lo mismo en los siguientes términos: “Lo que en España se ha peleado no es nada más el predominio, allá de lo blanco sobre lo rojo, sino el predominio, allá de lo blanco sobre lo rojo, con que el orbe se mira desde tiempo inmemorial. . . Con el triunfo de Franco lo único que se ha conseguido es que la parte bestial que el hombre lleva dentro de sí cabalgue sobre su parte espiritual que es la que lo engrandece de los demás animales irracionales. . .” 16 José Vasconcelos, claramente identificado con la corriente conservadora del momento, tampoco se quedó al margen de comentar los avances españoles. Propuso una estrategia a seguir por parte de los países latinoamericanos para reforzar su hispanidad y rechazar las influencias externas. Decía en un artículo escrito para la revista Hoy, titulado “Los nuevos tiempos”, que: “. . .es claro que en la lucha social de nuestro tiempo, los enemigos espirituales del cristianismo han hallado ocasión de sobra para emponzoñar las almas y alejarse de la verdad cristiana. Esta precisa crear el sistema social que reemplace a lo que se ha estado derrotando en Italia, en Alemania, en España: un cristianismo de contenido social que del comunismo extirpe el ateísmo y el odio cristiano que en él ha puesto la mentalidad judía. . . Derrotada la España comunista es hora de crear un frente Católico en América Latina como oposición a la política del `buen vecino. . .”17 La derrota de la España republicana y el triunfo definitivo de Franco, declarado el 10 de abril de 1939, fue motivo de una gran cantidad de muestras de adhesión por parte de la sociedad mexicana. Para varios pensadores de derecha mexicanos se trataba de la primera gran derrota que sufría el comunismo en el mundo y el principio de una era de transformaciones que harían que el cristianismo volviese a gobernar la tierra. Jesús Guisa y Azevedo publicó el mismo primero de abril un artículo que llevaba el título de “Franco acaba de cambiar el mundo”. En él decía: “La victoria de Franco es la victoria de Dios y la victoria de la verdadera nación del hombre. . . Franco ha hecho que en el mundo entero y también naturalmente en México, suene a rayado fingen oírlo sin estridencias. . . Ahora, después de Franco, esto ya no es posible. . .”18 La página editorial de El Universal también se manifestaba en ese sentido diciendo que “Afírmase ahora y por cierto con razón que en Madrid encontró su tumba el comunismo. . .la elección con todo y esperémoslo será fructífera no sólo para España sino para el mundo. . .”19 Pero los festejos por el triunfo de Franco no se quedará sólo en e papel. Para la delegación mexicana de la Falange resultaron bastante negativos. El día 2 de abril dicha Falange convocó a la colonia española a festejar el triunfo con un “plato único”, que se sirvió en el Casino Español. La mesa de honor estuvo presidida por Augusto Ibáñez Serrano, el autonombrado representante extraoficial del generalísimo Franco en México; Alejandro Villanueva Plata, visitador oficial de la Falange en América; Genaro Riestra Díaz, presidente interino en México de la Falange; los representantes de las legaciones alemana e italiana, y los presidentes de las distintas organizaciones españolas en México tales como la Beneficencia, el Casino, el Centro Asturiano, la Casa de Galicia, etcétera. En el acto se mencionó el hispanismo inscrito en el programa de la Falange y que por boca de Alejandro Villanueva, afirmaba que la “España de hoy no aspira ni tiene interés en reconquistar con las armas las 20 naciones en que en otra época extendió sus dominios, pero sí quería recuperar el dominio espiritual sobre ellas con amor, cariño, buenas razones educación e inteligencia. . .”20 Desafortunadamente esto último se contradijo flagrantemente con la actitud que algunos falangistas tuvieron al salir de la fiesta. Vitoreando a Franco y medio borrachos, estos falangistas salieron del Casino Español, se dirigieron al local de la CTM y en un tono provocador fritaron mueras al comunismo y vivas a España. Al día siguiente, Vicente Lombardo Toledano montó en cólera y declaró a la prensa que: “La CTM estima que la Falange es incompatible no sólo con la trayectoria del actual gobierno revolucionario, sino inclusive con la autonomía de la nación mexicana, puesto que la Falange pretende inclusive (sic) volver a España a su poderío colonial perdido al comenzar el siglo pasado. . .” Y amenazante remató: “Si quisiera la CTM en minutos disolvería la Falange. . . “21 Y en la tarde de ese mismo día 4 de abril, un grupo de cetemistas se plantó frente al Casino Español y apedreó las instalaciones. Lo mismo sucedió frente al Centro Asturiano. El caso llegó a oídos del presidente Cárdenas, quien ordenó al Secretario de Gobernación, Ignacio García Téllez, poner fin a estos asuntos. A las 9 de la noche de ese mismo día se anunciaba enérgicamente por la radio que tres de los cabecillas falangistas serían expulsados del país y que “. . .por acuerdo del Presidente de la República y en relación con las ceremonias efectuadas en el casino Español. . . la Secretaría de Gobernación declara que las autoridades mexicanas no reconocen personalidad alguna a la Falange Española Tradicionalista y de las Juventudes de Ofensa Nacional Sindicalista”.22 La reacción del gobierno mexicano ante las manifestaciones falangistas tuvo que ser fulminante, porque el triunfo de Franco, así como la escalada armamentista y la tensión europeas, parecían presagiar el estado bélico al que entrarían las naciones del viejo continente en unos cuantos meses, asunto que complicaba las difíciles relaciones que México mantenía con las potencias económicas internacionales a raíz de la expropiación petrolera. Además, las presiones norteamericanas estaban en ese momento a la orden del día. Se desarrollaba entonces una campaña periodística en contra de la política expropiatoria mexicana, que tendía a desprestigiar todo aquello que tuviese que ver con nuestro país. Una gran cantidad de artículos aparecieron en la prensa de los Estados Unidos denunciando la presencia de una “quinta columna” en México auspiciada por nazis, fascitas y falangistas que pretendía desestabilizar al régimen cardenista. Muchos de estos artículos tuvieron eco en los periódicos mexicanos, 23 lo que daba bríos a las organizaciones de oposición y convertía al proceso electoral que empezaba a agitar nuestro país, en un acontecimiento a cual más difícil. Y ciertamente el triunfo de Franco alebrestó la derecha mexicana. El 2 de abril el Obispo de Huejutla, Mons. José de Jesús Manríquez y Zárate, le escribió una larga carta a Franco, que se público en el periódico La Semana de la ciudad de México. La carta calificaba a Franco como un hombre ‘glorioso’ “. . .no sólo por los hechos de armas que ha realizado en pro de la causa de la justicia en los campos de batalla sino también por la admirable sabiduría y tino que ha sabido desplegar en el terreno de la organización social de la España que resurge. . .” Por ello y por muchos otros elementos esta carta podría considerarse como un claro ejemplo del hispanismo conservador militante y agresivo propio de la derecha mexicana. En ella, el obispo contaba que había seguido paso a paso el conflicto en España y comentaba que: “. . .la contienda será consignada en su páginas inmortales como la apocalíptica lucha entre el bien y el mal, entre la justicia y la injusticia, entre la civilización y la barbarie, entre Jesucristo y sus eternos adversarios. . .” Además continuaba con los lineamientos clásicos del hispanismo conservador al proclamar el pronto advenimiento de la Nueva Edad Media que preconizaba Berdiaev24 y mostraba una gran animadversión contra el comunismo. Decía: “El triunfo de España sobre el comunismo cambiará indudablemente la faz de Europa. Dios quiera que ese triunfo nos alcance también a nosotros: a estas pobres Repúblicas Americanas que yacen a hora en inacción y como adormecidas y encantadas con esa fementida democracia que pone en manos del comunismo las armas con que éste un día habrá de asesinarlo. . .” E inconfundiblemente, este predicador de las enseñanzas de Cristo apelaba a la violencia diciendo: “El que esto escribe ha venido desde hace mucho tiempo llamando la atención de México y también de la América Latina sobre la necesidad imprescindible de combatir el comunismo en el mismo terreno en el que éste ataca, esto es, en el de la violencia. . .Dios quiera que esta victoria colosal que está usted (Franco) a punto de alcanzar sobre el Monstruo Apocalíptico que amenaza devorar a todos los pueblos de la tierra, acabe de abrir los ojos de esta pobre América, para que se levante como un solo hombre, y sepa castigar como usted a los enemigos de Dios y de la humanidad. . . “25 Por su parte, también los comerciantes al mayoreo y los empresarios manifestaron su apoyo a la causa franquista. La Cámara de Comercio de Puebla, por ejemplo, escribió también una carta a Franco solicitándole propaganda porque decían “. . .con el patriótico afán de divulgar el sentido de la universalidad de la cultura española tan interesante en todos los órdenes, sentimos vehementes deseos de propagar nuestra cultura. . .”26 Además, de manera un tanto fraudulenta, Augusto Ibáñez Serrano, quien se autonombraba ‘representante de Franco en México’, había logrado hacerse del archivo de la Embajada Española, y desarrollaba bajo el amparo de la representación de Portugal prácticamente todas las actividades consulares entre la península y nuestro país. Todo envío de fondos, todo registro, en fin todo intercambio entre la España vencedora, tuvo que hacerse con el visto bueno de Ibáñez, quien, como es claro, nunca vio con buenos ojos las negociaciones que el régimen de Cárdenas hizo para el traslado de los refugiados a nuestro país. De esta manera prácticamente toda la colonia española, junto con los sectores medios, la iglesia, los grandes comerciantes y ciertos empresarios nacionales, se adhirieron al franquismo y rechazaron la presencia de los trasterrados en México. En una sociedad tan dividida como la mexicana de 1939, la reacción hacia los recién arribados no pudo ser más que múltiple. Sin embargo, si bien los trasterrados en un principio tuvieron que enfrentarse a unos compatriotas hotiles, pero a un régimen y a ciertos sectores populares a cual más benevolentes, poco a poco aquellos sectores reacios dejaron de rechazarlos. Severos críticos de los inmigrantes en un principio como Alfonso Junco, Jesús Guisa y Acevedo, Salvador Novio, Alfonso Taracena y el mismo José Vasconcelos terminaron aceptando como buena la llegada de los republicanos españoles. Pues no cabe duda de que, independientemente de su filiación política, los ‘trasterrados’ lograron interaccionar de manera constructiva con la reticente sociedad que los acogía. Sin embargo, el rechazo inicial contribuyó a que muchos republicanos sintieran al llegar a México, un golpe, más de los que Rafael Alberti llamó “La duda tierra del exilio”. NOTAS 1 vid Fresco, Mauricio, La emigración republicana española, Editores Asociados, México, 1950, p. 29. 2 vid Fuentes Mares, José, Intravagario, Editorial Grijalbo, México, 1985, pp. 40-41. 3 Probablemente el exponente más representativo de este pensamiento fue Marcelino Menéndez y Pelayo, cuya influencia logró muchos seguidores tanto en España como en América, Vid, Menéndez y Pelayo, Marcelino, Estudios y discursos de crítica literaria e histórica, Victoriano Suárez, Editor, Madrid, 1941-1942. 4 vid Pla, José, La misión internacional de la raza hispánica, Javier Morata Editor, Madrid, 1928. 5 vid Gomá y Tomás, Isidro, “Apología de la Hispanidad” en Maeztu, Ramiro de, Defensa de la hispanidad, s/e, Valladolid, 1938, p. 65. 6 Para profundizar sobre el Hispanismo, vid, Pike, Frederick, Hispanismo 1898-1936, Spanish Conservatives and Liberals and their relation with Spanish America, University of Notre Dame Press, London-Notre Dame, 1971. 7 vid Fernández Boyoli, Manuel y Eustaquio Marrón de Angelis, Lo que no se sabe de la rebelión cedillista, Grafi-Art, México, 1938, p. 46. 8 Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores (AMAE) Madrid, Leg. 979, Exp. 2. 9 vid El Nacional, 21 de agosto de 1937. 10 Para mayor información sobre la Falange en México, vid, Von Mentz, Brígida, Radkau, Verena y Pérez Montfort, Ricardo, Fascismo y Antifascismo en América Latina y México, Cuadernos de la Casa Chata, No. 104, México, 1984. 11 Archivo General de la Nación (AGN) México, fondo Presidentes, Ramo Cárdenas, Exp. 704.1/124.1. 12 vid Guisa y Azevedo, Jesús, Hispanidad y Germanismo, editorial Polis, México, 1946, p. 226. 13 El Universal, 6 de marzo de 1939. 14 Hoy, 6 de marzo de 1939, p. 4. 15 El Universal, 8 de marzo de 1939, 16 Ibid. 17 Hoy, 18 de marzo de 1939. 18 vid Guisa y Azevedo, op. cit., p. 234. 19 El Universal, 1º. de abril de 1939. 20 El Diario Español, 3 de abril de 1939. 21 El Popular, 4 abril de 1939. 22 El excélsior, 5 de abril de 1939. 23 vid. Pérez Montfort, Ricardo, “La quinta columna y el buen vecino” en Anuario de Historia, año XI, 1983, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, pp. 115-130. 24 Nicolás Berdiaev era un escritor ruso que con su libro Una Nueva Edad Media, publicado en Madrid en 1932, influyó ampliamente tanto en la derecha española como en la mexicana. Vid, Morado, Raúl, Los orígenes ideológicos del franquismo: Acción Española, Alianza Editorial, Madrid, 1985 y Abascal, Salvador, Mis Recuerdos, Editorial Tradición, México, 1980. 25 La Semana, 2 de abril de 1939, en Archivo Palomar y Viscarra, Hemeroteca Nacional, México. 26 AMAE, Leg. 1019, Exp. 19.