La ley del Talión y la venganza personal

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La ley del Talión y la venganza personal (Mt. 5:38-42)
por Pedro Puigvert
Con este texto llegamos a la quinta ilustración de Jesús con relación a la interpretación incorrecta
que hacían de la ley de Moisés los escribas y fariseos.
En los debates de las tertulias radiofónicas que hubo con motivo de la guerra de Irak, muchos
tomaron este texto para justificar el pacifismo y el no a la guerra, entendiéndolo de manera literal al
margen de la enseñanza general del sermón del monte y del resto de las Escrituras.
El ser pacificador, -no confundir con pacifistas- es otra cosa que tiene que ver con el cristiano. Es
curioso constatar que ateos y agnósticos citan a Jesús cuando les conviene a su manera de pensar,
aunque después no hagan caso de todas sus enseñanzas.
1. La enseñanza de la ley (v. 38, Éx. 21:22-25)
a. Su principio regulador. Tal como vimos cuando tratamos los asuntos del adulterio, el
divorcio y los juramentos, así ocurre con éste. El principio que rige la interpretación de
la ley mosaica es siempre el de tener en cuenta que las leyes fueron dadas al pueblo
de Israel para controlar los excesos de la gente cuando entrasen en la tierra
prometida. En este caso lo que se quería controlar era la ira, la violencia y el deseo de
venganza, porque se halla en el contexto de una serie de leyes relativas a la violencia.
Con la ley del talión se quería poner freno a los judíos para que no se tomaran la
justicia por su mano rebasando los límites de la prudencia en el castigo. Sabemos por
experiencia que el instinto natural del ser humano es devolver el daño recibido de otro
añadiéndole un plus para escarmentarle.
Una ofensa podía derivar incluso en un homicidio y había que regular estas
situaciones para que la vida del pueblo de Dios no fuera un caos. ¿Qué ocurrió en
Irak después de la invasión americana? Además del pillaje, empezó una cadena de
venganzas personales contra los que habían atemorizado y asesinado al pueblo.
Más adelante se produjo una reacción usando el terrorismo como arma para vengarse
de los invasores y de los que les apoyan actualmente porque la violencia está
presente cada día en sus pueblos y calles. Esta es una de las consecuencias más
terribles de la caída del hombre en el pecado.
b. Su propósito. De lo que hemos dicho se desprende que el principio de la justicia debe
estar presente y la justicia si es genuina nunca se excede en sus exigencias y mucho
menos cuando se trata de la justicia divina. Porque el objetivo de la ley del talión era
que hubiera correspondencia entre la ofensa y el castigo, entre la acción y lo que
hacer con ella. En modo alguno tenía la intención de incitar al hombre a que se tomara
la venganza por sí mismo o aplicarla cómo hacen los judíos en la actualidad cuando
los palestinos cometen un atentado. Simplemente se quería evitar la venganza y los
excesos.
c. ¿Quién debía aplicar esta ley? Lo primero que hemos de tener en cuenta es que esta
norma no fue dada al individuo, sino a los jueces de Israel que eran los responsables
de aplicarla a la nación. El sistema judicial fue establecido en el pueblo de Israel para
que cuando se suscitasen conflictos entre ellos pudieran recurrir a las autoridades
responsables de administrar justicia. Los jueces no podían extralimitarse en sus
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condenas del ojo por ojo y diente por diente, sino ser equitativos y justos a la hora de
emitir un veredicto.
2. La enseñanza de los escribas y fariseos (v. 38)
Como venimos repitiendo desde el v. 21, el “oísteis que fue dicho” se refiere a la interpretación
errónea que los maestros de la ley hacía de ésta y que Jesús señala como tal. Suponemos que está
claro que no se trata de al ley en sí misma. Escribas y fariseos, tendían a hacer caso omiso al hecho
de que la enseñanza era para que la aplicasen sólo los jueces, convirtiéndola en un asunto de
aplicación
personal.
Además la consideraban según su propio concepto legalista como un deber, tomando al pie de la
letra la ley del talión, es decir, como algo en lo que había que insistir, cuando era todo lo contrario,
puesto que ponía limitaciones a los jueces. Eran culpables de convertir un mandato negativo (no
excederse) en positivo, interpretando que eran ellos los que debían practicarlo e instando a otros a
hacer lo mismo.
3. La enseñanza de Jesús (vv.39-42)
Como en los casos anteriores, Jesús sale al paso de la enseñanza errónea con un “pero yo os digo”
para dar la verdadera dimensión del asunto y unos principios generales.
a. No resistir al malo. Esta frase ha sido tomada por el pacifismo radical de manera literal
y universal. Otros dirán que es imposible cumplirla, -los mismos que dicen que el
Sermón del monte no es para los ciudadanos del reino-. Pero Jesús no hubiera
pronunciado estas palabras si no podían ser obedecidas.
Un principio de interpretación básico es el que dice que un texto nunca se debe
entender si el resultado es contradictorio o absurdo. Si comprendemos esta frase
literalmente como aplicable a todo el mundo, el absurdo es evidente y además estaría
en contradicción con otras enseñanzas de la Biblia (Ro, 13:3-4). Por ejemplo, León
Tolstoi afirmaba que tener policía, soldados, e incluso magistrados era anticristiano,
porque no se debía resistir al malo ni castigar el crimen.
Por eso, lo primero que hemos de recordar es que estas palabras de Jesús no van
dirigidas al mundo, sino que son para que el hijo de Dios sepa cómo tiene que
relacionarse en el reino, es decir, con los bienaventurados como él. Por tanto, sólo son
capaces de cumplirlas los pobres en espíritu, los que lloran, los mansos, los justos, los
misericordiosos, los de limpio corazón y los pacificadores.
La sociedad sigue aplicando la ley del talión en los tribunales, pero como iglesia, que
es el corazón del reino, el principio es no resistir al malo. La enseñanza de Jesús se
aplica al cristiano en sus relaciones personales en la iglesia, no al cristiano en medio
de la sociedad porque en ésta la justicia es de otro tipo. Por tanto, no tiene nada que
ver con la guerra ni con el pacifismo.
b. Poner la otra mejilla. Jesús no da una lista completa de lo que tenemos que hacer en
cada situación que se nos puede presentar en la vida, sino unos principios generales.
Esta frase hemos de entenderla en sentido metafórico y no de manera literal.
Significa que los cristianos no podemos tener el deseo de represaliar a otros o
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vengarnos por cualquier agravio que alguien cometa contra nosotros, ya que sería
tomarnos la justicia por la mano. Jesús lo expresa de forma física como si alguien sin
motivo aparente nos da una bofetada; la reacción es volvernos y propinarle otra, pero
esto es precisamente lo que no hay que hacer cuando nos ofenden. Claro que esto no
puede aplicarse a la ley y el orden en el caso de un policía.
c. La túnica y la capa. Esta ilustración tiene que ver con la tendencia que tenemos de
reclamar nuestros derechos legales. Se refiere al hombre al que le ponían un pleito
para quedarse con su túnica. Según la ley era lícito quedarse con la túnica, no con la
capa, pero Jesús dice: “déjale también la capa”.
Este ejemplo debemos entenderlo en su dimensión personal, o sea, cuando estamos
más interesados en nuestros derechos que en nuestros deberes. Entonces es
preferible sufrir una injusticia que reivindicar unos derechos. Pero cuando está
comprometido el honor de otra persona, una institución o la misma ley, entonces hay
que protestar y reclamar los derechos (cf. Hch. 16:37).
d. La segunda milla. Se refiere a la costumbre de los invasores que en cualquier
momento podían obligar a alguien a llevar una carga aunque estuviera haciendo otra
cosa. La lección es que no solamente debemos hacer lo que se nos pide, sino ir más
allá
de
forma
voluntaria,
aunque
lo
consideremos
injusto.
¡Cómo progresaríamos en la iglesia si entendiésemos nuestra responsabilidad de este
modo! Hacer más de lo que se nos pide es nuestro compromiso con el Señor.
Conclusión (v. 42).
La vida del cristiano en este mundo y en la iglesia tiene unas características especiales siguiendo el
camino trazado por Jesús cuya expresión más elevada es precisamente el Sermón del monte. El
propósito de la ley del talión era controlar la venganza y la violencia en Israel, pero en el reino, Jesús
nos enseña que debemos poner la otra mejilla y no vengarnos por nosotros mismos.
Es necesario que atendamos más a nuestros deberes que a reclamar nuestros derechos, salvo
excepciones. La conclusión “al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo
rehúses” tiene unas limitaciones claras: no es aplicable a defraudadores ni a mendigos profesionales.
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