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Evolución histórica del abastecimiento.
Los abastecimientos modernos de agua son máquinas de precisión en los que se interrelacionan presiones, caudales, topografía, pérdidas y consumos. Las variaciones de población o la evolución de las
necesidades trastornan la idoneidad de sus dimensiones; el avance vertiginoso de las innovaciones técnicas dejan obsoletos los más ambiciosos proyectos de otras épocas: primero la aparición y mejora
de las bombas, desde el siglo XVI de madera, pasando por las máquinas de vapor, hasta los actuales
grupos de presión; luego ya en el siglo XX las depuradoras que pasan de solamente decantar el agua
a procesos de filtrado, decantado, clorado, filtración por carbón activo, ozonización..., la predicción del
comportamiento de la red con sofisticados programas de cálculo por ordenador aparecidos en la última década, hasta los modernos sistemas de telegestión surgidos en los últimos años, que permiten
conocer y manipular en todo momento la explotación del abastecimiento. En el avance y evolución de
un abastecimiento, sin embargo, conviven e interaccionan elementos de todas las épocas, a menudo
condicionando la aplicación de determinadas soluciones; por lo que será necesario exponer brevemente la historia del agua en Valladolid para poder afrontar con conocimiento de causa y perspectivas de
éxito la planificación de su evolución futura.
La ciudad de Valladolid, a pesar de encontrarse en una situación privilegiada, enclavada en la confluencia de los ríos Pisuerga y Esgueva, además del cercano Duero; rodeada por otros cursos de agua
menores como arroyos y acequias y más recientemente en la desembocadura del ramal sur del Canal
de Castilla, ha padecido a menudo carestía de agua potable.
Las mayores dificultades técnicas a la hora de obtener agua potable han sido planteadas por la turbiedad de las grandes corrientes del Pisuerga y el Duero y por la orografía de su emplazamiento. Por otra
parte, los avatares de la historia de España se han dado cita en la ciudad para hacer fracasar con más
frecuencia que en otros lugares las soluciones que se proyectaban.
1. EL ABASTECIMIENTO A VALLADOLID DE SIGLO XV AL XIX:
Hasta el siglo XV la mayor parte del agua que precisaba la ciudad fue tomada de pozos particulares así
como del propio río Pisuerga, desde el que era suministrada por aguadores a la población, los cuales la
extraían en tres puntos: las aceñas del puente Mayor, las de Linares y el portillo de Argüelo. Este sistema
era incómodo, además de insalubre, sobre todo en las épocas en que el río venia turbio o contaminado
por los que lavaban el lino en sus aguas. Por otra pare, las aguas del Esgueva nunca se usaron para el
abastecimiento, teniendo el carácter de colector de aguas sucias.
Con las nuevas necesidades de la población, en el siglo XV, se buscaron manantiales próximos para
abastecerla, con fuentes públicas de agua clara y saludable, para aquellos que no disponían de pozos
en el interior de sus viviendas; siendo el de Valladolid el más representativo de todos los abastecimientos
de agua realizados a poblaciones españolas en el Renacimiento, por los numerosos intentos para llegar
a resolver tan difícil problema, que abarcaron un período de siglo y medio, desde finales del siglo XV
hasta mediados del XVII.
El principal problema de la época consistió, más que en la falta de caudal, en el escaso desnivel desde
la toma de los manantiales de calidad cercanos a la población, por lo que fue necesario el concurso de
destacados especialistas, tanto arquitectos como maestros de obra e ingenieros, entre ellos la decisiva
intervención del famoso arquitecto real Juan de Herrera.
Los frailes del convento de San Benito disponían de unos terrenos en Argales, a unos 5 kilómetros de
su sede, con abundantes manantiales de aguas. Uno de estos frailes ingenieros, fray García de Frías, se
había encargado en 1441 de realizar una conducción desde este lugar hasta el interior del monasterio de
San Benito. Tras múltiples dificultades motivadas por el escaso desnivel, en torno a los 10 metros, entre
los manantiales y el convento, logró conducir el agua dos años después, el 10 de diciembre de 1443. Sin
embargo, la conducción era difícil de mantener y vigilar, produciéndose numerosos robos, por lo que
poco más de un siglo más tarde, en 1587 los frailes decidieron cederla a la ciudad.
Entretanto Valladolid pensó en tener su propio abastecimiento. Por esta razón, el 27 de febrero de 1494,
se firmó un compromiso entre la villa y un precursor de la ingeniería hidráulica, un moro de nombre Yuza
vecino de Guadalajara, que se comprometió a llevar el agua a la fuente del Mercado (en la actual Plaza
Mayor), desde una finca llamada de las Marinas, situada en un lugar cercano a la de Argales.
Realizadas todas las obras, incluida una fuente en piedra en la plaza del Mercado, el agua sólo llegó
hasta la Puerta del Campo, en la calle de Santiago cerca de la actual plaza de Zorrilla, con lo que se
hubo de reubicar la nueva fuente y construir un lavadero en este lugar, que por otra parte no era el más
adecuado al estar próximo a lo que entonces se conocía como la mancebía. Peor parado que la ciudad
acabó el ingeniero Yuza, que dio con sus huesos en la prisión municipal, al no poder resarcir a la villa del
desembolso realizado inútilmente.
El municipio se vio forzado a buscar nuevas soluciones para el que empezaba a resultar acuciante y
difícil problema de abastecer de agua a las fuentes del interior de la población.
A principios del siglo XVI, los mejores técnicos en este tipo de instalaciones estaban en Aragón,
y precisamente en Zaragoza buscaron entonces los vallisoletanos el mejor ingeniero hidráulico, llamado
Juan Gálvez, que entre 1514 y 1520 remodeló las conducciones realizadas por Yuza, consiguiendo llevar el agua no sólo hasta la actual Plaza Mayor, sino también a la de la Rinconada y a la de la Costanilla.
Estas fuentes siguieron funcionando hasta mediados del siglo, aunque cada vez más deficitariamente y
con más averías, provocadas por las raíces en los frágiles conductos de barro; hasta su total abandono.
La ciudad continuaba necesitando el agua y en el corto tiempo de la regencia de Maximiliano y María
de Austria (1548-50), aprovechando la activa política de construcción de canales y las mejoras en la
navegación de los ríos, se redactó un proyecto verdaderamente innovador, que finalmente no se llevó a
cabo hasta fechas mucho más recientes. Nos referimos a un canal para abastecer la ciudad por medio
del agua del Duero, uno de los sistemas por los que actualmente se abastece la ciudad, construido a
mediados del siglo XIX. Tal realización, de haberse llevado a cabo, hubiera supuesto un adelanto de
tres siglos en el sistema de abastecimiento a la ciudad. No obstante, se prefirió seguir utilizando el agua
procedente de los manantiales de Argales y de las Marinas, debido a que su instalación, a pesar de las
dificultades, era sin duda para la época más económica y factible, y el agua de mejor calidad.
Durante la segunda mitad del siglo XVI el aumento de la población de Valladolid agravó el ya existente
problema de abastecimiento de agua, debido principalmente al escaso e irregular caudal obtenido de
los manantiales de las Marinas, por lo que se hizo indispensable la búsqueda de nuevas soluciones. La
situación llegó a ser crítica, acaeciendo incluso dos graves epidemias en 1580 y 1582 en gran parte debidas a la escasez y a la insalubridad del agua. El propio rey, Felipe II, envió al Ayuntamiento de Valladolid, el 24 de diciembre de 1583, una carta en la que se recordaban los riesgos que habían denunciado
médicos y otros peritos, por beber el agua contaminada del río Pisuerga, dando lugar a enfermedades;
y cuyo remedio estribaba en llevar a la villa la saludable agua de Argales, que hacía tiempo que los frailes
de San Benito no utilizaban, para lo cual el Ayuntamiento inicia las primeras negociaciones hacia 1580.
Las obras necesarias para dotar de abastecimiento desde Argales a la ciudad se cifraron en un coste
de unos 28.000 ducados, y se financia mediante la sisa aprobada por el rey para la reedificación de la
ciudad tras el incendio de 1561. El plazo de ejecución no debía superar los 20 años, por lo que inmediatamente comenzaron a realizarse los primeros sondeos; si bien el plazo inicial se superó ampliamente
(de 1584 a 1622). Tras las primeras perforaciones para conocer las posibilidades de agua de los manantiales, se descubrió mucha más cantidad de agua de la que se pensaba, por lo que el primer presupuesto quedó desbordado. El gran caudal de agua y la pequeña pendiente necesitaba conducciones
de mayor diámetro, para evitar la pérdida de carga; con nuevas arcas de captación de mayor tamaño,
lo que hacía aún más complejo el ya difícil problema de abastecer de agua a la ciudad. Para colmo de
males, el propio monasterio de San Benito tuvo que adelantar 21.200 reales además de ceder su
abastecimiento debido a la situación de las arcas municipales.
El problema se consideró tan difícil por el municipio vallisoletano, que se recurrió a Juan de Herrera,
el arquitecto real conocido también por sus proyectos de ingeniería. Felipe II ordena que Herrera se
traslade a Valladolid, pero éste se excusa diciendo que está en este momento enfermo y tiene demasiado trabajo, enviando en su lugar a Benito de Morales, uno de los más competentes ingenieros reales,
especialista en obras hidráulicas y con gran experiencia en conducciones de aguas.
El proyecto de Benito de Morales no agrada a los regidores vallisoletanos, que vuelven a exigir de nuevo
la presencia de Juan de Herrera. Este se excusa nuevamente enviando a Francisco de Montalbán, encargado del abastecimiento de El Escorial; el cual hace un proyecto idéntico al del anterior, provocando
la airada protesta de los vallisoletanos ante el rey, que vuelven a exigir una vez más la presencia de Herrera. Para terminar de convencer al arquitecto, se acuerda pagarle por su viaje mil ducados, lo que representaba aproximadamente el sueldo de un año de un buen arquitecto o ingeniero. A los pocos días
del acuerdo del Ayuntamiento para compensar económicamente a Herrera, el 9 de agosto de 1585, se
recibe la noticia en Valladolid de que el arquitecto real acepta la propuesta de la ciudad.
Gracias a su habilidad, Herrera consigue simplificar las obras sin reducir el caudal de agua, con un
ahorro de casi el 50% de los presupuestos dados por los anteriores ingenieros, si bien no se conservan o no han aparecido ninguno de tales proyectos. Bajo la dirección de Herrera, se inicia en 1586 la
construcción de la nueva conducción de aguas, algunas de cuyas arcas aún se conservan. La magnitud
de las obras, así como la pérdida definitiva de la capitalidad en 1606 hacen que las obras se demoren
hasta 1622, interviniendo en este tiempo varios ingenieros y arquitectos, todos ellos enmarcados dentro
de la ingeniería clasicista que se caracteriza por la sobria ornamentación y armónicas proporciones de
sus obras.
Este abastecimiento de aguas supuso sobre todo un logro técnico de primera magnitud para la época,
realizado en mampostería y hormigón de cal, estaba cerrado con bóveda de medio punto de 55 cm. de
luz y 95 cm. de altura. Con una longitud total de 6.535 metros, salva un desnivel de tan solo 8m, con
una pendiente media del 0,12 %, lo que da una idea del peligro de una interrupción del servicio por el
menor error de trazado en la conducción.
Lo más característico del abastecimiento que nos ha llegado de la época son las distintas captaciones de agua mediante arcas individuales, de las que parten una serie de conducciones que reunidas
en el arca principal y a través de sucesivas arcas de registro, cada 100 pasos, llevaban el agua hasta
aproximadamente el lugar de la Puerta de la Merced. En este punto se dividía en dos ramales, uno de
los cuales servía el antiguo abastecimiento de Puerta del Campo, surtiendo las fuentes de la puerta del
Campo, Fuente Dorada, y Rinconada, así como los monasterios de San Benito, del Corpus y Ntra. Sra.
de la Laura.
Ha sido éste ejemplo de obra bien ejecutada, ya que ha estado en uso hasta hace poco menos de cuarenta años, el que ha alimentando regularmente los caños de la plaza de la Fuente Dorada y de la calle
de la Estación.
Para completar el abastecimiento con el suministro a la otra orilla del Pisuerga, se propuso en el siglo
XVII elevar agua del río, para lo cual se encargó la construcción de un ingenio al general Pedro de
Zubiaurre que funcionó en la huerta del Duque de Lerma luego palacio de la Ribera, hasta que fue
mandado derribar en 1794.
Del abastecimiento de Argales, así como de las tomas de pozos y de los aguadores del río Pisuerga se
siguió surtiendo la ciudad hasta el siglo pasado, con un caudal final de unos 8 l/sg; lo que acabó provocando las protestas del vecindario, que reclamaba su urgente ampliación tanto para uso doméstico
como para mejorar el aspecto de jardines y la limpieza de las calles. En 1862 se estima en reunión del
Ayuntamiento que el agua suministrada por el abastecimiento existente apenas llegaba a medio cuartillo
por persona y día; llegándose a un punto en el cual la búsqueda de soluciones a este problema se hace,
como es natural, obsesiva. En Europa durante esta época se viven situaciones parecidas, ensayándose
sistemas de pozos, galerías, presas de abastecimiento, bombeos y métodos de purificación del líquido.
A partir del siglo XIX se contemplará el problema de abastecimiento desde una perspectiva global: de
un planteamiento basado en llevar el agua desde un río inmediato por medio de acequias o elevándola
mediante aparatos especiales hacia las fuentes públicas y en el mejor de los casos mediante la perforación de pozos artesianos, se traslada el objetivo a conseguir la llegada de agua pura, mediante una
adecuada red de distribución, lo que conlleva a su vez la construcción de un sistema de alcantarillado
que garantice la mejora de las condiciones sanitarias. Es también entonces cuando comienzan a distinguirse el agua potable de otras para usos menos exigentes (industria, ganadería...); aprovechándose
en muchos casos viejos tendidos, con caños de barro o madera, materiales que se sustituyen por otros
como el plomo o hierro colado para el consumo humano.
2. CONCESIÓN A INDUSTRIAL CASTELLANA (1864 -1959).
Valladolid es a mediados del siglo XIX una importante urbe como centro comercial de la producción de
cereales de Castilla. Su población, como consecuencia del crecimiento y de la reactivación económica
y social, ve elevarse notablemente su nivel de vida. Es una época de mejora de todas las infraestructuras: está en uso el canal de Castilla, llega el ferrocarril y el telégrafo eléctrico. Se amplían y pavimentan
carreteras y caminos, y se inician las gestiones para la construcción del nuevo puente “colgante”. Con
la llegada del progreso se reclama un riego más abundante para los paseos, y se es más sensible a las
exigencias de salud pública, cuyo objetivo es eliminar el cólera, encontrando en el agua el símbolo natural de la pureza. Todo ello hace que se intente alimentar la ciudad por todos los medios, recurriéndose
a nuevos manantiales: los de Villanubla, los del sitio de «Las Callejas», y más tarde, en circunstancias
críticas, cuando el manantial de Argales amenazaba secarse completamente, las aguas de la fuente de
la Ría. Sin embargo, la mejor solución no llega hasta que se autoriza la concesión, por decreto de
1 de mayo de 1864, a la recién creada Unión Castellana, para construir un canal que transportando
las aguas del río Duero y desaguando en el Pisuerga sirva para el riego de todos los terrenos situados
entre Tudela y la Capital, proveyendo de aguas a la población y aprovechando las restantes en saltos
para la industria. La Unión Castellana, sin embargo, entra en crisis en octubre de ese mismo año, y su
vida es prácticamente nula desde entonces, quedando la empresa del canal paralizada hasta febrero de
1874, cuando una proposición del regidor síndico Felipe Sánchez Román reimpulsa espectacularmente
las obras, vinculándolas de nuevo a la modernización de la ciudad. En mayo son difundidas las nuevas
condiciones del abastecimiento, que son mucho más realistas que las primitivas.
En ellas el Municipio se decide por el proyecto del canal, frente a las otras opciones como nuevos manantiales o elevaciones desde el Pisuerga; en parte porque este proyecto disfruta desde tiempo atrás
de todas las autorizaciones para ser ejecutado, como porque es el que mejores perspectivas ofrece a
largo plazo.
A los dos años, la Unión firma un convenio provisional con el Marqués de Salamanca para la realización
de la obra, con un notable aumento de la capacidad y extensión del abastecimiento proyectado. Al fin
se llega a aprobar por el Ayuntamiento el convenio definitivo y se transfiere la concesión de Unión
Castellana a la Sociedad Canal del Duero, vinculada por otra parte al Credit Lyonnais. Así, con intervención de capital y patentes extranjeros se inician las obras en 1883, concluyéndose tres años más tarde
incluso el pavimento y la red interior en hierro, en sustitución de la anterior de plomo.
Con estas obras y tras muchos años de retraso, se consigue que a través de los 30 Km. del nuevo
Canal, las aguas del Duero lleguen en 1886 a la ciudad, produciéndose la distribución por las recién
construidas canalizaciones metálicas. La solución alcanzada, a pesar del esfuerzo, no satisfizo a los vallisoletanos, que echan en falta la buena calidad del agua de Argales y consideran las aguas del Pisuerga y
del Duero de potabilidad dudosa, al presentar enturbiamientos de larga duración debidos al gran caudal
del río.
Se reclama la utilización del agua de manantial, en cantidad suficiente para bebida, con la ejecución de
una canalización separada de la que se utiliza con el agua del Duero, que deberá servir para todas las
necesidades externas. Esta solución descabellada está a punto de ejecutarse en la década de los 30.
La relación de la empresa concesionaria con el Ayuntamiento se va deteriorando paulatinamente, motivado fundamentalmente por la falta de potabilidad del agua, no se inicia la instalación de filtración hasta
1.933 y esto con otra empresa. También se presentan discrepancias ante la deficiente extensión de la
red, puesto que la necesidad de dotar de agua corriente a los barrios creó nuevos conflictos ya que la
rentabilidad de la operación no financiaba el servicio, a la vez que la libertad de tarifas y el cómputo del
gasto de agua municipal no ayudan a solucionar las posturas divergentes del Ayuntamiento y la empresa.
A causa de todo ello, el 30 de junio de 1900, se hace cargo del servicio otra empresa, la Sociedad Industrial Castellana (S.I.C.), constituida en 1898 para la fabricación de azúcar de remolacha, por lo cual
estaba entre sus objetivos la extensión del regadío, causa que la lleva a adquirir el Canal del Duero y con
él la obligación del abastecimiento a la ciudad, tomando por tanto la concesión.
El convenio suscrito por el Ayuntamiento con la anterior empresa es muy pronto otra vez fuente de
conflictos: la libertad de tarifas en él contemplada, así como el compromiso de disponer una red limitada a sólo 20 kilómetros y la potabilidad misma del fluido, en los términos en que figuraban en aquella
escritura, eran objeto de continuos choques.
En 1921 el Ayuntamiento incluye, en planificación, las obras de ampliación de la red de distribución del
servicio de abastecimiento de aguas y la purificación por ozonización. Además, se plantea un sistema
mixto de ampliación tanto por la compañía concesionaria como por el Ayuntamiento, lo que supone tan
serios inconvenientes que no llega a ejecutarse.
En marzo de 1932 el Ayuntamiento solicita a S.I.C. estudiar la posibilidad de abastecer de agua los
barrios de Delicias, Tranque y San Isidro, con motivo de la construcción de la red de alcantarillado por
éste. En abril del mismo año, la S.I.C. se compromete a realizar la ampliación solicitada a cambio de que
el Ayuntamiento afore sus consumos, de modo que si el total resultara mayor de los 1.000 reales fontaneros suscritos, habría que ampliar dicha suscripción en la cuantía necesaria. Poco después, en agosto,
vuelve a plantearse exactamente la misma polémica respecto los barrios de la Rubia, la Esperanza, la
Victoria, Pajarillos, Vadillos y Pilarica. Finalmente se crearán dos calidades de agua, la mejor, con procesos de filtrado y cloración para el centro; y otra solamente decantada para los barrios.
El 3 de julio de 1936 se firma un acuerdo entre el Ayuntamiento y la S.I.C. para mejorar la presión y el
caudal del abastecimiento y sustituir el sistema de caño libre por el de contador.
El nuevo gobierno municipal inicia en 1939 la construcción de nuevas redes hacia los barrios más extremos y otras específicas para determinados servicios municipales, a lo que la Compañía no ofrece ya objeciones. En 1942 la S.I.C. redacta un proyecto para la “Ampliación y Mejora de la Red de Distribución
de Valladolid” que contempla la extensión del abastecimiento de agua filtrada a algunos barrios, como
Delicias, y la mejora de la presión mediante la construcción de tres arterias hacia Paseo de Zorrilla, Isabel La Católica-San Pablo y Vadillos-Santa Clara.
A finales de 1944 un nuevo acuerdo establece el compromiso de la S.I.C para aumentar la presión a 25
metros en toda la ciudad y a completar la red en cinco años. En 1947 se pone en servicio una estación
elevadora de presión y en 1948 se proyecta la construcción de un anillo que circunvalando la capital
mejore la presión en algunos barrios y extienda el servicio a los restantes, facilitando el futuro crecimiento de la población.
3. MUNICIPALIZACIÓN (1959 - 1983)
En los años 50, se determina la municipalización del servicio de agua, motivado tanto por las dificultades puestas a la inspección municipal como por la solicitud de un fortísimo incremento de tarifas, si bien
la verdadera causa es la actitud misma de Industrial Castellana que no ofrecía confianza para contribuir
con su esfuerzo a la política económica nacional planteada en 1951, de la que luego derivaría el rápido
crecimiento industrial que exigía la adecuación de las infraestructuras urbanas.
La S.I.C. recurrió la expropiación municipal ante el Tribunal Supremo; mientras que el Ayuntamiento
presentó otro recurso ante este mismo Tribunal al ver limitada la expropiación por el Ministerio de la
Gobernación, que la restringió a las redes de la ciudad y no a toda la extensión del canal, desde Quintanilla de Onésimo, como pretendía el cabildo. Estas dificultades y el largo plazo de resolución que se
preveía impulsan a las partes a alcanzar un acuerdo amistoso entre 1958 y 1959.
Al margen de tales acuerdos, en 1955 el gobierno municipal redacta un proyecto de distribución de
agua potable para la futura zona de expansión en la Huerta del Rey y Girón, así como para el barrio de
La Victoria y otros que puedan construirse en el futuro, por medio de agua tomada del Canal de Castilla, previéndose la construcción de una depuradora (actual de Las Eras) y un gran depósito regulador
(actual Contiendas). Tras la aprobación por parte del Ayuntamiento de esta actuación, se solicita la correspondiente concesión de agua a la Confederación Hidrográfica del Duero, con un margen suficiente
para los aumentos que pueda demandar el suministro en un plazo mínimo de 50 años.
La gran revolución conocida por el agua entre los años 50 está asociada con el incremento de la calidad de vida, y acontece mientras entra en su fase final en España el modelo económico impuesto por el
aislamiento internacional tras la guerra, se afianza con medidas estabilizadoras la economía, se crea una
fuerte clase media, asegurándose el bienestar social y se logran suprimir las enormes diferencias entre
clases previas al 18 de julio de 1936.
Los objetivos que fija el Ayuntamiento una vez municipalizado el servicio es obtener la máxima pureza
bacteriológica del agua y la máxima calidad en el abastecimiento, que se extenderá a todos los sectores
y a las nuevas zonas urbanas, sin ánimo de lucro alguno.
En 1959 se crea un órgano especial de la administración para la gestión del renacido servicio del agua,
que comienza su andadura proyectando ese mismo año la ampliación de la capacidad de depuración
en 250 I/sg de la potabilizadora de San Isidro. Así mismo se comienzan a renovar tramos de red y a
completar y ampliar el circuito. Cinco años después se proyectan obras de infraestructura hidráulica por
valor de 1.063 millones de pesetas que comprenden, además de la ampliación de la estación de San
Isidro, el acondicionamiento del Canal del Duero, la elevación desde el Pisuerga y la elevación de
agua al cerro de San Cristóbal.
La construcción de todas estas obras abarcará prácticamente toda la década de los 60, y el mejor testigo de que estos proyectos no quedaron en papel es la propia ciudad, que alcanzó una presión uniforme
de 25 m, y las tuberías de fundición de aquella época que aún se conservan.
Los años 70 verán la ampliación de la capacidad de tratamiento de las dos depuradoras, que las sitúan
al inicio de la siguiente década de 350 a 1200 l/sg en San Isidro, y de 300 a 850 l/sg en Las Eras, con
un consumo en 1978 de 336 l/hab-día.
4. SOCIEDAD MUNICIPAL PARA EL ABASTECIMIENTO DE AGUA Y
EL SANEAMIENTO DE LA CIUDAD DE VALLADOLID (ASVA).
El Pleno del Ayuntamiento de Valladolid, en sesión ordinaria celebrada el trece de enero de 1.983, decidió “Designar como forma de gestión directa de los servicios que correspondan al ciclo integral del
agua la sociedad Privada Municipal” creando para ello la “Sociedad Municipal para el Abastecimiento
de Agua y el Saneamiento de la Ciudad de Valladolid (ASVA)”, esta sociedad tendría forma anónima
y se regirá por unos estatutos que también quedan aprobados en esa sesión, declarando igualmente,
extinto el Servicio Municipalizado de Abastecimiento de Agua. La escritura de constitución de esta sociedad anónima se lleva a cabo el catorce de noviembre de 1.983.
El objetivo de la nueva sociedad, no consistía únicamente en la prestación del servicio de abastecimiento de agua, sino que, y así figuraba en el artículo dos de sus estatutos “... la gestión y administración del
ciclo integral del agua, con destino a usos domesticos e industriales, desde la captación y distribución
de los recursos hidráulicos necesarios, hasta el vertido a los cauces públicos de las aguas residuales,
incluyendo los tratamientos precisos de las aguas, tanto potables como residuales...”.
A pesar del objetivo de gestión integral del ciclo del agua, la nueva sociedad sólo actuó en el campo
del abastecimiento de agua potable, sin llegar a darle nunca competencias sobre la conducción de las
aguas residuales ni sobre los vertidos, que quedaron siempre en manos de un servicio municipal. Esto
produjo una incidencia negativa en la prestación del servicio al no permitir una unidad de acción con
objetivos únicos y coordinados, a pesar del notable avance que supuso la configuración del servicio de
abastecimiento de agua bajo la fórmula de empresa pública.
La creación de la empresa municipal coincide con la redacción del Plan General de Ordenación Urbana de Valladolid, donde se marcan los objetivos del desarrollo urbanístico de la ciudad y aborda las
previsiones necesarias a considerar relativas a las infraestructuras de agua.
En la programación realizada a consecuencia del citado Plan General de Ordenación Urbana de 1.984,
se propone una nueva ampliación de la capacidad de depuración, incrementar la capacidad de la red
primaria con una arteria de circunvalación de 1.000 mm, que además debe servir para unir las dos depuradoras, la ampliación y renovación de las redes secundarias y terciarias de distribución existentes en
suelo urbano, así como la implantación de las propias redes secundarias y terciarias para la distribución
del suelo urbanizable; y la resolución de las carencias de regulación con la construcción de tres depósitos de almacenamiento y distribución de 100.000 metros cúbicos cada uno, previsión esta última que
quedó rápidamente en entredicho, ante la divergencia de las previsiones de evolución de la población
calculadas en el Plan y el aumento real.
Del programa establecido, en la década siguiente se aborda la ampliación del potencial de depuración
de las plantas, con nuevos decantadores y filtros que aumentan la capacidad en 600 l/s en San Isidro y
en 400 l/s en Las Eras. Se determina la construcción de un único depósito en Las Contiendas, abandonándose la idea de construir el segundo, y desestimando igualmente la construcción del depósito de
Las Flores, sustituyendo este último, si fuese necesario, por la construcción de otro de menor tamaño en
las inmediaciones de la depuradora de San Isidro.
Actualmente el depósito de las Contiendas acaba de entrar en servicio. La arteria perimetral de 1.000
mm. ya une las dos depuradoras por el este, aunque todavía falta por completar dos tramos por el oeste
para que se produzca el cierre total del anillo.
Complementariamente a estas actuaciones, la red de distribución se ha ampliado en más de 100.000
metros, llegando a finales de 1.996 a tener la ciudad de Valladolid una red de transporte y distribución
de unos cuatrocientos cincuenta kilómetros. Independientemente del crecimiento experimentado en
las nuevas zonas, se desarrolló una política de inversiones para realizar una mejora generalizada de las
redes secundarias y terciarias de distribución, posibilitando que algo más de la mitad de red de distribución en Valladolid tenga una antigüedad inferior a los veinte años.
5. CONCESIÓN A AGUAS DE VALLADOLID (DESDE 1997)
El pleno municipal celebrado el 31 de julio de 1.996 acuerda aprobar el expediente de contratación de
la gestión del servicio municipal de abastecimiento de agua potable y saneamiento de la Ciudad de
Valladolid y abrir el proceso de adjudicación por concurso y procedimiento abierto. Con fecha 26 de
mayo de 1.997 se realiza la adjudicación definitiva, mediante Acuerdo del Pleno del Excmo. Ayuntamiento a la Unión Temporal de Empresas denominada “Interagua, Servicios Integrales del Agua, S.A.,
Servicios Técnicos Urbanos, S.A. y Aquagest, Promoción Técnica y Financiera de Abastecimientos de
Agua, S.A.,” Abreviadamente AGUALID U.T.E. firmándose el 27 de junio de 1.997 el contrato de gestión
del servicio.
La nueva empresa concesionaria, en su labor para una gestión integrada del abastecimiento de agua y
la conducción de aguas residuales en Valladolid, está realizando un esfuerzo inversor para dotar de las
más modernas técnicas de control y explotación al sistema gestionado. De este modo se han abordado
importantes actuaciones, como la implantación de un sistema de información geográfica, sistemas de
telegestión de las redes mediante controles centralizados, con nuevas estaciones de control remoto
que suministran la información necesaria para agilizar y optimizar los parámetros de explotación de los
sistemas adscritos, gestión informatizada de las facturaciones a los abonados, etc.
Como complemento a estas actuaciones y con el fin de desarrollar adecuadamente, tanto técnica como
económicamente, las actuaciones futuras que permitan resolver las cuestiones que en materia de abastecimiento se le puedan presentar al municipio, se procede a redactar el presente Plan Director, que
tiene como pretensiones básicas las siguientes:
- Actualizar los conceptos sobre los que se asienta el diseño del abastecimiento, para permitir su óptima
gestión, alcanzando mayores cotas de calidad en el servicio.
- Servir de motor para la renovación y actualización de las redes en funcionamiento.
- Asegurar el futuro del servicio en las zonas de crecimiento de la ciudad.
Fuente: Libro El Viaje de las Arcas Reales.
Varios autores
Año: 2003 -175
ISBN: 84-95389-66-5
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