INVESTIGACIÓN BIBLIOGRÁFICA VS INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA 1 Rodolfo Insignares Del Castillo Desde el punto de vista de la ciencia positiva, la diferencia esencial entre una investigación bibliográfica y una investigación científica es la comprobación de hipótesis que se realiza en esta última. Por esta razón, el investigador de perfil positivo deberá estructurar de manera rigurosa y sistemática la forma como ha de proceder en dicha comprobación (operacionalización de variables, diseño metodológico...). Los restantes elementos que componen el plan de una investigación científica –problema, justificación, objetivos, delimitación, marcos de referencia–, no necesariamente hacen que una investigación sea científica; contribuyen a tal propósito, pero no determinan su carácter. Icontec–Icfes reconocen que en la introducción de cualquier trabajo de investigación “se destacarán el origen (teórico y práctico), los objetivos, el significado que el estudio tiene en el avance del campo respectivo y la aplicación en el área investigada. Además, se mencionarán los alcances, las limitaciones y la metodología empleada” (1994, p. 23). Carlos Sabino, popular autor en nuestro medio, discute el asunto en los siguientes términos: “Ha surgido la duda, a veces, de si los trabajos bibliográficos pueden considerarse en un sentido estricto como verdaderas investigaciones; se aduce que al faltar el contacto directo entre el estudioso y su mundo empírico, lo único que podrá éste hacer es reelaborar conocimientos ya obtenidos, sin aportar mayormente al respecto. Creemos que ésa es una visión muy estrecha de las posibilidades que ofrece el trabajo bibliográfico, pues el investigador que desarrolla este modelo puede realmente concebir y resolver problemas nuevos” (1978, p. 97–98). Para el autor de los presentes comentarios la discusión no debería desarrollarse al interior del propio campo metodológico; al fin y al cabo la metodología forma parte de la lógica, y ésta a su vez de la filosofía. Los desacuerdos en metodología deberían intentar ser resueltos en filosofía de las ciencias, y quienes se desenvuelvan profesionalmente en estas áreas tendrían que manejar alternativamente ambos frentes, o al menos su confluencia. La observación de Carlos Sabino es válida, pero por fuera de la ciencia positiva que se apoya en Karl Popper y Rudolf Carnap. El primero, retomando a Galileo, recupera para las ciencias sociales el método hipotético–deductivo (“Estructura de las ciencias sociales”, 1936) y contradice al Círculo de Viena en cuanto a una de sus tendencias básicas, la inductivista; según ésta, la ciencia comenzaría con la observación de los hechos, lo particular, y seguiría luego con la teoría, lo general. Popper, siguiendo de alguna manera el modelo kantiano, asumió que en la investigación científica rigurosa estaba la base de la racionalidad humana; que mediante la falsación y la corroboración de hipótesis cada nueva investigación iba aportando al incremento del conocimiento científico –y por ende humano. Es decir, la ciencia progresaría acumulativamente y/o en línea recta ascendente. De allí que el marco teórico de una investigación positiva no sea más que la suma de los antecedentes investigativos inmediatos. (Popper no reconoce la posibilidad de diversos enfoques en un marco teórico, sino, simplemente, la descripción de los resultados de las investigaciones: sus antecedentes teóricos). La falsación le permitiría al investigador formular una hipótesis totalmente diferente a cuantas se hubieren comprobado antes; y la corroboración, la contrastación en la práctica de tal hipótesis, procedimiento que derivará en su aceptación o rechazo, asegurándose así el proceso acumulativo en ciencias. Por supuesto, Popper cometió el mismo error de Kant, en cuanto a considerar que existía una racionalidad (filosófica o científica) universal; llegó al extremo de postular que la corroboración de la hipótesis podía lograrse aplicando el diseño metodológico de la investigación una sola vez. Supuso que la sistematicidad del método garantizaba de facto la confiabilidad del resultado. Kant había concluido que en la norma –producida por un juicio humano superior– estaba la resolución del conflicto entre los intereses de la libertad humana individual y las demandas sociales o colectivas (criterio que posteriormente depuraría Hans Kelsen en su “Teoría pura del derecho”). En cierto sentido, aunque en épocas y contextos reflexivos diferentes, tanto Kant como Popper proyectaron el esquema impositivo de Tomás de Aquino, para quien la lucha o tensión entre fe y razón era resuelta con el establecimiento de un dogma de fe. Popper fue cuestionado desde el propio interior de la ciencia positiva. Rudolf Carnap, por ejemplo, uno de los tres máximos exponentes del Círculo de Viena, y quien ya en los años cincuenta estaba separado drásticamente de sus otros dos colegas (Schlick y Neurath), propone para el método científico la teoría de las probabilidades. Según ésta, la comprobación –o corroboración– de hipótesis debía considerar varias 1 Publicado En: Maestrías. Revista Institucional de la Escuela Normal Superior La Hacienda. Barranquilla. (Oct, 2001); No. 2, p. 45–48. aplicaciones, un determinado número de casos, antes de llegar a concluir sobre el fenómeno abordado por una investigación. (Como es sabido, la teoría de las probabilidades desemboca en la teoría del muestreo). De la confluencia Popper–Carnap surge el método que la ciencia positiva maneja hoy, una especie de híbrido en donde está presente tanto lo hipotético–deductivo (de lo general, la teoría, a lo particular, la práctica), como lo inductivo (de lo particular, la muestra, a lo general, la población). Sin embargo, todo lo anterior es historia y no soluciona aún la problemática inicial: investigación bibliográfica vs investigación científica. Para poder abordarla con mayor suficiencia es absolutamente indispensable colocarse por fuera de la ciencia y el método positivos, tal como lo intentó Sabino, aunque sin éxito. La ciencia y la investigación hoy se estudian a través de los tres enfoques o paradigmas propuestos por J. Habermas: empírico–analítico, histórico–hermenéutico y crítico–social. No entraremos en mucho detalle al respecto, pues suficiente información hay; bástenos con manifestar que los métodos hipotético– deductivos, inductivos, analíticos, sintéticos y de modelos, corresponden al primero de los paradigmas, y que en tal sentido la investigación bibliográfica sería sólo una etapa en cualquiera de ellos. El histórico–hermenéutico se corresponde más con la investigación bibliográfica. Al respecto dice Sabino: “El diseño bibliográfico también es indispensable cuando hacemos estudios históricos; no hay otro modo, en general, de enterarnos de los hechos pasados si no es apelando a una gran proporción de datos secundarios” (1978, p. 99). Cabría preguntarnos entonces: ¿”Lecciones de Filosofía de la Historia”, de Hegel, “El Capital”, de Marx, u “Orígenes del Estado, la familia y la propiedad privada”, de Engels, eran investigaciones? Para Popper no lo habrían sido. Condenó estos trabajos en su popular artículo “Miseria del historicismo” (1957), en el cual se fue lanza en ristre contra el denominado relativismo alemán; de paso descalificando, por extensión, a otros que no realizaron investigaciones bajo los parámetros de la ciencia positiva, como es el caso de Sigmund Freud y los restantes psicoanalistas. Los dos últimos enfoques mencionados, histórico–hermenéutico y crítico–social, coinciden en que la realidad no son hechos ni datos exclusivamente; que es necesario abordarla con mayor profundidad para descubrirla. Se diferencian sustancialmente en que el último le exige compromiso social y político al investigador –investigación, acción, participación–; siempre con el ánimo de transformar la realidad que estudia. Así pues, bajo el enfoque de estos últimos dos paradigmas, una investigación bibliográfica adquiriría verdadera importancia investigativa, siempre que se realice con rigor y suficiencia en cuanto a la revisión y manejo de las fuentes, la generación de argumentos, etc.. Y sólo en el caso de que se pretenda la comprobación de hipótesis mediante la operacionalización de variables y se proceda conforme a un diseño metodológico estricto, adquirirá la connotación de investigación científica positiva. No huelga advertir que el concepto filosófico sobre el cual se apoya el corazón de esta investigación científica positiva, la hipótesis, es la causalidad (causa efecto, variable independiente variable dependiente); y que este concepto, que supone que la realidad discurre funcional, cinética, mecánicamente, fue roto desde Einstein (1905–1915). En metodología de la investigación contemporánea la hipótesis como eje direccional ha entrado en obsolescencia. Una situación que se dio más nítidamente cuando el positivismo aceptó y consolidó el aporte de la teoría de sistemas, surgida ésta de la biología y no de la física. Para dicha teoría –última fase positivista hasta la fecha–, toda investigación debe contemplar la posibilidad de múltiples relaciones entre los elementos o variables de un objeto dado. (Sabino intenta explicar este concepto en su popular libro de 1978, p. 87). Algunos teóricos y/o docentes del medio han asimilado la erradicación de hipótesis, aunque sin desechar por completo el rigor de cualquiera de los métodos empírico–analíticos que emplean; en algunos casos entregándose por completo al esquema de la multiplicidad de relaciones entre variables. A su vez, otros, con el ánimo de eliminar al máximo posible los rezagos de la ciencia positiva, han cambiado el concepto “variables” por “categorías” –seguramente en honor a Kant. Pero esto último no significa que de hecho se concrete tal propósito. El espíritu positivo está inmerso en nuestra cultura académica y de investigación. Cuando un profesor, tutor o asesor le exige a sus dirigidos que no formulen una sola pregunta problema, sino más de seis; o cuando, en general, les solicita el cumplimiento de determinadas pautas y no otras, independientemente de que haya o no hipótesis, se sigue siendo positivista por concedérsele prioridad a un método. Para quien esto escribe, sin embargo, la visión positivista no debería ser por completo erradicada; es pertinente al menos desde un punto de vista pedagógico y en primeras fases de formación universitaria; máxime teniendo en cuenta que nuestra educación ha girado siempre en torno a pautas. Aplicar los enfoques histórico–hermenéuticos o crítico–sociales en investigación implica disponer de conocimientos que normalmente nuestros estudiantes no poseen. Recuérdese por ejemplo, que desde finales de los años ochenta, en Colombia, la legislación educativa aglutinó en el área de sociales la historia, la geografía y otras más; de suerte que las nuevas generaciones vienen absolutamente huérfanas en materia de estos conocimientos básicos y les cuesta trabajo realizar seguimientos teóricos o interpretaciones basadas en referencias histórico–geográficas. Aún en instancias mayores, como los postgrados, hay dificultades en la comprensión de tales paradigmas, pues en éstos se precisa de una confluencia de diferentes saberes, a lo que no están acostumbrados los profesionales pragmáticos que fueron forjados en el entorno de la especialización. (Carlos Eduardo Vasco habla de un mínimo de ocho disciplinas para adquirir el título de doctor en pedagogía). Asimismo hay poco intercambio de reflexiones entre tratadistas y docentes del medio –incluso dentro de las instituciones–, debiéndose acoger esquemas por inercia, por imposición externa, por asimilarse a uno u otro autor recomendado, por facilismo, etcétera. Una dinámica que conduce a contradicciones teóricas y prácticas que recepcionan y confunden más a los dirigidos. En ocasiones –no podemos ocultarlo– se producen híbridos de muy mal gusto, como desarrollar una investigación etnográfica con un plan de trabajo empírico–analítico, o forzar al investigador a que escoja un método de estudio en una investigación que es claramente hipotético–deductiva, o suponer que la no formulación de hipótesis la excluye por completo del estudio. Lo cierto es que, como ocurre en otros muchos saberes o áreas de desenvolvimiento, en metodología científica estamos actualmente frente al paradigma de la diversidad, lo que implicará contradicciones constantes y en todos los niveles; inclusive en los más aventajados. Lo importante sería que se tuviera consciencia de las mismas y pudieran ser debatidas en espacios habilitados por las propias instituciones. BIBLIOGRAFÍA CARNAP, Rudolph. Autobiografía intelectual. Barcelona : Paidós, 1992. ICONTEC–ICFES. Normalización de la documentación. Bogotá : Instituto Colombiano de Normas Técnicas, 1994. KELSEN, Hans. Teoría pura del Derecho : Introducción a la ciencia del Derecho. Bogotá : Reflexión, 1.96?. SABINO, Carlos. El proceso de la investigación. Bogotá : El Cid, 1.978. VASCO, Carlos Eduardo. La configuración teórica de la pedagogía de las disciplinas. En: Lección Inaugural para el Programa Conjunto de Doctorado en Educación. Cali, 1997.