Derechos a la propia existencia

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Derechos a la propia existencia
La Iglesia y el trabajo humano / Política y sociedad
Por: G. Lobo. | Fuente: www.arbil.org
a) Derechos a la propia existencia
La vida del hombre es una cosa sagrada, un don de Dios (ls 42, S), que da la muerte y da la vida (Dt 32, 39). Por eso, Dios toma bajo su
protecci la vida del hombre y prohibe el homicidio (cfr G 9, Ss). Consituye un derecho fundamental de la persona el derecho a mantener
y desarrollar la vida corporal, intelectual y moral (P XII, rm 24-XII-1942, 1. c., efr Ibid, CE 349ss/6-19). Este derecho comprende:
1) Derecho a la existencia (Juan XXIII, Pacem in Terris, 11; P XII, rm 24-XII-1942), o a la vida (P XI, Divini Redemptoris). A este derecho
corresponde el deber de conservarlas (Juan XXIII, Pacem in Te- rris, 29).
Este derecho incluye el derecho a la legima defensa contra un agresor injusto. Se le oponen el homicidio, el asesinato, el aborto
directamente provocado, la eutanasia, el crimen de genocidio, etce.
2) Derecho a la integridad corporal (Juan XXIII, Pacem in Terris, 11; P XI, Divini Redemptoris).
En ocasiones, tambi suele llamarse derecho a la inviolabilidad personal. El cuerpo es, con el alma inmortal, parte sustancial del hombre,
el cual manifiesta toda su vida a trav del cuerpo y de sus facultades. La vida corporal estsometida al dominio de Dios; por consiguiente,
a nuestro derecho sobre los dem para que respeten nuestro cuerpo, corres- ponde nuestro deber de no lesionarse o ponerle en peligro.
Van contra este derecho la mutilaci, la esterilizaci y la tortura fica o mental.
3) Derecho a una vida verdaderamente humana (Gaudium et Spes, n. 26), es decir,
a todos los medios necesarios para un decoroso nivel de vida, cuales son, principalmente, el alimento, el vestido, la vivienda, el
descanso, la asistencia mica y, finalmente, los servicios indispensables que a cada uno debe prestar el Estado. De lo cual se sigue que
el hombre posee tambi el derecho a la seguridad personal en caso de enfermedad, invalidez, viudedad, vejez, paro y, por ltimo, cualquier
otra eventualidad que le prive, sin culpa suya, de los medios necesarios para su sustento (Juan XXIII, Pacem in Terris, 11 , cfr P XI,
Divini Redemptoris).
A este derecho del hombre corresponde el deber de llevar una vida de corosa y verdaderamente humana (cfr Juan XXIII, Pacem in
Terris, 29).
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