MÁS SOBRE LAS LEYES DIVINAS Las Leyes Divinas son las responsables de la administración de la Justicia, el Orden y el Equilibrio en el planeta Tierra y en el Universo. Obedecer a esas Leyes es vivir de acuerdo con Ellas. Es descubrir que nuestro Creador, Energía-Dios-Perfección; es igual a descubrirlo y amarlo sobre todas las cosas. La Ley de Causa y Efecto nos ayuda a entender por qué pasan las cosas, el porqué de nuestros problemas o de nuestras alegrías. Por qué sentimos lo que sentimos y por lo tanto nos manifiesta de forma ostensible, la realidad de nuestra conciencia espiritual. Es el mecanismo principal de la Justicia Divina. Esta Ley es normativa, determinando lo que está correcto y lo que no lo está. Lo que nos ayuda a crecer espiritualmente o lo que nos retrasa. Todo ocurre a través de las consecuencias lógicas de nuestros pensamientos, sentimientos y acciones. Así decimos que lo bueno atrae lo bueno, produciendo consecuencias positivas a nuestro crecer evolutivo. Y lo incorrecto he equivocado trae sus consecuencias desagradables o falta de felicidad. Éstas a su vez, son necesarias para enmendar esos errores que lo provocan. Por lo tanto será el esfuerzo propio, que con voluntad en la lucha contra los mismos, lo que determinará nuestro crecer evolutivo. La Ley de Afinidad Vibratoria nos indica con quién y con qué estamos conectados y la Ley de Causa y Efecto nos indicará qué vamos a recibir de esta relación, para lograr lo que la Ley de Evolución y Progreso nos promete. Es por esta razón, que decimos que todo lo que ocurre depende de nosotros mismos, de nuestros actos y de la forma como hemos aprendido a mover nuestras energías en relación con los demás componentes de la Creación. La acción de estas Leyes nos impulsa, en todo momento, hacia lograr el propósito de nuestra razón de ser, la Perfección Absoluta de la misma Energía-Dios a la que pertenecemos dentro de la Unidad del Todo. La acción de estas Leyes tal como ya hemos indicado, sostiene el Orden, el Equilibrio y la Armonía en toda la Creación, corrigiendo los errores y premiando los actos correctos que son los que llevan a niveles de mayor perfección en la escala evolutiva y en los cambios de Era. La Ley de Causa y Efecto es la que determina de inmediato, registrando cada frecuencia energética de toda acción. Es automática y así se aplica. No espera tiempo ni espacio para su aplicación y ejecución de las consecuencias. No necesita de nada para ello ya que está determinada perfectamente su acción. Está íntimamente ligada a la Ley de Evolución y Progreso por sus efectos. Es importante comprender que no solamente mide los efectos de nuestras vibraciones, sino que provoca que el efecto causado por las mismas vuelva o regrese al punto donde el mismo procede. Ejemplo: un mal pensamiento dirigido hacia un hermano rebotará hacia nosotros con sus efectos negativos. Recordemos, que como las Leyes son eternas, lo que a veces nos parece que no tiene importancia, tarde o temprano tendremos que repararlo, sea en esta encarnación o en las siguientes, para lo cual se nos dará la oportunidad por Amor Divino. En el cumplimiento de las Leyes Divinas nada queda inconcluso: esta es la Justicia Divina. Cuando en esta vida somos “buenos” y nos suceden cosas “malas”, son los viejos errores que en ella se hacen presentes para darnos la oportunidad de enmendarlos. Si se actúa conforme a la Ley de Amor, se recibirán efectos positivos que revertirán en más Luz de la Fuente Emisora del Amor. Si nuestras energías son negativas o bajas, los efectos de las mismas revertirán hacia nosotros condicionándonos a corregir los errores, retardando nuestro desarrollo evolutivo. Este efecto es el que produce en nosotros, las inseguridades, los miedos, el dolor, la vergüenza, la pena, la infelicidad y la insatisfacción que sentimos. Por esto decimos que de Ley de Amor depende nuestro paso a niveles evolutivos mayores. Esta Ley es tan específica y perfecta que aquilata, evalúa y determina la validez de todas nuestras acciones; desde el pensamiento más sencillo hasta nuestras acciones más complejas. Es la balanza que pesa y mide todo lo que corresponde a nuestras acciones. Esta Ley no está escrita en ningún sitio, es nuestra conciencia la que tiene que tener los elementos correctos de juicio para tener nuestro propio control, siendo en nuestra escala de valores la “vara de medir” correcta, en forma libre y genuina. A mayor conciencia de ella, se espera que sea más efectiva, diciéndonos lo correcto. De cuan efectiva sea ésta, será la validez de este instrumento para dirigirnos en ese crecer evolutivo. El poder de nuestro razonamiento irá ayudando al aumento de nuestro grado de frecuencia vibratoria. Nuestra conciencia espiritual irá creciendo en grados de Luz para su uso. Para ver y analizar las consecuencias, rechazar lo incorrecto y buscar lo correcto. De tal manera que ya no será necesario pensar en las consecuencias, porqué nuestra conducta será automática hacia el bien y la justicia, rechazando automáticamente lo incorrecto y lo injusto. Esto es lo que distingue a una persona sabia y justa, de la que no lo es. La prudencia, la perseverancia, el análisis crítico y constante de nuestros actos, la autoevaluación y el conocimiento, cada vez más profundos, de la Ley de Amor es lo que tenemos que ir desarrollando para que nuestras vibraciones sean en tonos más elevados. Nadie puede hacerlo por nosotros. Es nuestro esfuerzo, es nuestro trabajo, y es nuestra responsabilidad primaria en esta encarnación.