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El Ciclo de la Vida Humana, por Valentin García (basado en las ensemanzas de Lucille Cedercrans)

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El ciclo de la Vida Humana
El movimiento de la forma en tiempo y espacio
La muerte, liberación de una fase de crecimiento
Los tres ciclo mayores y los nueve menores:
El primer ciclo mayor, el proceso de recapitulación:
El ciclo físico
El ciclo emocional
El ciclo mental
El segundo ciclo mayor, servicio:
Servicio al entorno inmediato
Servicio a la comunidad
Servicio a la humanidad
Los ciclos séptimo, octavo y noveno
La intención enfocada del Alma, al que nos hemos referido anteriormente como el Impulso motivador para una encarnación particular, produce una actividad planificada (forma) que progresa hasta
su conclusión mediante una alteración cíclica, rítmica, de la forma. La Ley de Periodicidad, que en
conjunción con otras Leyes, gobierna este proceso, puede comprender más fácilmente como la Ley
que gobierna el movimiento de la forma en tiempo y espacio. Es este movimiento el que se traduce
en actividad.
El ciclo mayor en la vida de cualquier forma es la gobierna la duración de la vida, el tiemplo empleado en la apariencia. El Alma viene a la encarnación en un ciclo que es determinado por el Plan Divino de crecimiento para esa vida particular en el mundo de la forma. De este modo, la semilla de la
muerte está presente en la forma en su mismo nacimiento. Uno puede establecer correctamente
que la causa de la muerte es el nacimiento, la iniciación de una actividad planificada. Tal plan debe
llegar a una conclusión. No se equivoquen; cada pequeña vida sirve al Propósito divino en relación
a la Vida Una. Ese propósito es el crecimiento de la conciencia. El Alma planifica desde el final hasta el principio; por lo tanto, la conclusión de su Plan, que resulta en la muerte de la forma, es un
hecho predeterminado en la naturaleza.
¿Por qué teme la humanidad a la muerte, que no solo le libera de su prisión, sino que marca la conclusión de un plan creado Divinamente? Si la humanidad se diera cuenta de que la muerte, cuando
llega, es su gran oportunidad, su liberación y en un sentido su graduación de una particular fase de
crecimiento, podrían afrontarla con inteligencia, absorbiendo de ella cierta Sabiduría que no puede
alcanzarse de otra manera. En esta Ley Divina hay una expresión de la misericordia de Dios.
No malinterpreten esta instrucción como una condonación del suicidio, porque no es tal. El Alma
Espiritual trascendente abstrae la conciencia encarnada de la forma, de acuerdo a su Plan predeterminado, en ese momento cíclico que fue iniciado en el momento del nacimiento.
Más adelante, cuando la Sabiduría del Alma forme parte de la conciencia humana, la humanidad
cooperará con este aspecto de la Ley, preparando su desencarnación con amor y comprensión, para
finalmente salir de la forma en plena conciencia de vigilia de lo que están haciendo y por qué. Evolucionará en el mundo de los asuntos una nueva ciencia del morir, y bajo la guía del Alma, las personas dejarán sus cuerpos y sus trabajos con una sensación de logro y de culminación. Hasta que
ese momento llegue (otro ciclo en los asuntos humanos) la mejor preparación es la superación del
miedo y el temor mediante la correcta comprensión.
El ciclo potencial de vida de la forma humana, en lo que a la humanidad actual se refiere, es de un
siglo. Los ciclos varían en diferentes individuos por razones peculiares al Alma del individuo; sin
embargo este ciclo es normal o estándar como potencial para la humanidad promedio. El Alma emplea aproximadamente de doscientos cuarenta años a trescientos fuera del mundo de los asuntos
entre encarnaciones. Nuevamente este ciclo puede variar en casos particulares, pero puede considerarse estándar o normal para la humanidad promedio.
En un ciclo de vida hay tres ciclos mayores y nueve ciclos menores que producen el crecimiento, la
madurez y el decaimiento de la forma que resultan en su clímax o conclusión. Se enumeran y definen como sigue:
El primer ciclo mayor es el que proporciona el crecimiento de los cuerpos, y permite el tiempo para
la recapitulación de lo que ha pasado antes, proveyendo la oportunidad para la integración de la
conciencia en su tiempo y espacio, y la estabilización de la conciencia en su puno de desarrollo evolutivo.
Contiene en si tres ciclos menores y un interludio, cada uno consistiendo de aproximadamente siete años. El énfasis del crecimiento se sitúa en
1. el cuerpo físico durante el primer ciclo de uno a siete años,
2. el cuerpo emocional durante el segundo ciclo de siete a catorce años,
3. y el cuerpo mental durante el tercer ciclo de los catorce a los veintiún años.
Durante el primer ciclo, la conciencia encarnada recapitula mediante la experiencia simbólica el
crecimiento realizado cuando era poco más que una vida animal. Esto incluye el periodo de Individualización (cuando la humanidad se dio cuenta de que era un ‘yo’ autoconsciente) y el desarrollo
del foco de la voluntad personal que tuvo lugar durante la batalla por la supervivencia en contra de
las inclemencias de la naturaleza y de los elementos. Los seres humanos tuvieron que encontrar su
lugar en la naturaleza.
Así vemos al niño durante esta etapa recapitular ese crecimiento en el desarrollo de una voluntad
que es principal y normalmente autocentrada, y la batalla por la supervivencia de esa voluntad en
su entorno. Durante este ciclo ciertos ajuste kármicos se realizan de manera que cada vez se añade
más Sabiduría a la ya ganada por el Alma de la experiencia.
Durante el segundo ciclo de la encarnación, la conciencia recapitula mediante experiencia simbólica el crecimiento adquirido hasta ahora como un ser humano emocional en relación a personas y
cosas. Aquí la conciencia re-experimenta aquella primera necesidad de ajustarse a una sociedad de
individuos, de relacionarse mediante el sentimiento por encima de la necesidad de la persistencia o
existencia física, de manera que la vida emocional se convierte en más importante que la física.
Durante el tercer ciclo la conciencia encarnante recapitula, de nuevo mediante experiencia simbólica, el crecimiento de la naturaleza mental adquirida hasta ahora. De acuerdo a su desarrollo evolutivo aprende a usar su mente y a disciplinar sus emociones desde un control mental. Se relaciona
con su entorno de acuerdo a interese mentales y a un sentido de la responsabilidad en desarrollo.
Es este momento y lugar, en lo que se refiere a la mayor parte de la humanidad, no hay tanta recapitulación aquí como en los otros dos ciclos. Porque la humanidad en masa está en ese punto de desarrollo que tiene que ver con el crecimiento de la mente, y la construcción de un cuerpo mental
más refinado y claro. La humanidad hoy está en proceso de desplazar su punto focal de atención
del aspecto emocional de su naturaleza al mental. La recapitulación se alcanza en gran medida mediante el aprendizaje con libros, el desarrollo de habilidades, y las experiencias emocionales que
demandan control mental. El entrenamiento disciplinario en relación a principios morales y éticos
pronto recibirán un grado mucho mayor de atención durante este periodo de la vida, de los catorce
a los veintiún años, que nunca antes en la historia de la nuestra civilización.
Esto nos lleva al interludio que de nuevo cubre por lo general un periodo de siete años. Un interludio es una pausa entres dos actividades principales durante el que la conciencia reúne sus fuerzas
en un centro en preparación para un nuevo esfuerzo iniciatorio. Durante este primer interludio en
la vida el individuo integra y estabiliza el crecimiento realizado durante los ciclos precedentes. Según los individuos se acercan al final del interludio comienzan a alinearse con el Propósito de esta
encarnación particular. Aquí se le presenta a cada individuo una oportunidad de hacerse consciente
del Propósito de su Alma, y el el grado acorde a su desarrollo evolutivo, al Plan de su Alma. No solo
reconocen la responsabilidad sino que la aceptan y se preparan mediante un aprendizaje adicional
para realizarlo. Para el momento en que alcanza los veintiocho años de edad deberían haber alcanzado la madurez, i.e., haberse integrado en el tiempo, o adquirido una continuidad con el pasado.
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¿Por qué vemos tan poca evidencia de esta actividad planificada del Alma en el mundo hoy? Porque
la humanidad tiene tan escasa comprensión de sus ciclos de oportunidad. El padre apenas comprende que su hijo está recapitulando el crecimiento pasado por la experiencia de cada día. Debido
a esto, el padre apenas comprende al niño. Los padres están impedidos para ayudar en lo que al
crecimiento del joven Alma se refiere. Debido a ello, el niño no logra la deseada continuidad, sino
que carece del crecimiento necesario en aquellas áreas en las los ajustes no se realizaron. Por ello,
vemos el hombre o mujer adultos que son inmaduros en ciertas áreas de la conciencia y apenas capaces de sacar provecho de los ciclos de oportunidad. No hemos crecido lo suficiente de nuestro pasado mediante el proceso de recapitulación.
Esta es una de las condiciones que se manifiestan en el mundo como resultado del punto de desarrollo evolutivo. A pesar de ello nos estamos moviendo a una nueva era en la que la Sabiduría del
Alma se hará sentir en la vida y asuntos de todos y cada uno de nosotros. La educación de la nueva
era se dedicará al crecimiento del Alma dentro del niño hacia la madurez que sea la continuidad
con su pasado y el reconocimiento del Propósito del Alma. De este modo, los jóvenes hombres y
mujeres del futuro se moverán al mundo de los asuntos desde un nuevo punto de enfoque, con un
nuevo sentido vital de la dirección y conocimiento del destino (oportunidad cíclica). El crecimiento
del individuo desde la edad de veintiocho años o aproximadamente será un nuevo crecimiento que
produzca nuevas experiencias antes que la incesante repetición de viejas situaciones y circunstancias.
El segundo ciclo mayor es el que a la conciencia madura con la oportunidad de hacer una contribución a la sociedad y a la civilización en la que vive mediante un esfuerzo iniciatorio.
Contiene en si tres ciclos menores y un interludio, cada uno consistiendo por lo general de nueve
años. El énfasis del esfuerzo iniciatorio residirá en:
1. Servicio al entorno inmediato y la esfera de influencia durante el cuarto ciclo menor de los
veintiocho a los treinta y siete años de edad.
2. Servicio a la comunidad mediante una esfera de influencia en expansión durante el quinto
ciclo menor de los treinta y siete a los cuarenta y seis años de edad.
3. Servicio a la humanidad mediante una siempre en expansión durante el sexto ciclo menor
de los cuarenta y seis a los cincuenta y cinco años de edad.
Durante el cuarto ciclo menor, el hombre o la mujer en el cerebro tienen la oportunidad de asumir
responsabilidades kármicas por la familia y asociados mediante una actividad planificada que ellos
mismos deben iniciar. Aquí se les ofrece la oportunidad de equilibrar viejas deudas kármicas mediante un nuevo esfuerzo amoroso. En este ciclo de nueve años pueden, si aprovechan la oportunidad que su Alma les presenta, equilibrar la mayoría del karma precipitado desde el pasado a la encarnación presente. Al hacerlo no solo están llevando Ley y Orden a su vida, sino que se reorientarán también a la Vida Una en la que viven, se mueven y tienen su ser. Sintonizan, por así decirlo,
con Dios y cosechan la recompensa de muchas experiencias espirituales en conciencia.
Durante el quinto ciclo menor, la conciencia encarnada vuelve su atención a un número mayor de
sus hermanos, expandiendo su esfera de influencia hasta incluir algún campo de servicio la comunidad dentro de la cual se haya asentado y alimentado. Sus actividades planificadas de servicio re
realizan con el bien de la comunidad o el grupo mayor en mente. De este modo se le ofrece la oportunidad de equilibrar la mayor parte del karma grupal precipitado desde el pasado a la presente encarnación. Al aprovechar la oportunidad, crece de modo cada vez más consciente a esa conciencia
que es su alma, y de que como ella, sus hermanos son Almas que necesitan y tienen el derecho divino a la contribución que han de realizar.
Durante el sexto ciclo menor la conciencia encarnada, si acepta la oportunidad situada ante ella,
comienza a pesnar en términos de necesidad humana. Aquí en este ciclo su servicio potencial se expresa y su contribución alcanza un zenit o clímax. De acuerdo a su desarrollo evolutivo el individuo
puede ahora contribuir su parte a la civilización que ha ayudado a construir en anteriores encarnaciones. Puede corregir un error antiguo, o aumentar un viejo acierto, lo que tendrá en ambos casos
el efecto de beneficiar a muchos miembros de la humanidad. Su conciencia se enriquece más y más
con valores Espirituales, que expresa en la vida que vive.
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Esto lleva al hombre o la mujer al segundo interludio a la edad aproximada de cincuenta y cinco
años de edad. De nuevo hacen una pausa entre actividades y reúnen lo mejor de sus fuerzas. En
este tiempo, durante los nueve años de interludio afrontan un decisión mayor, el resultado de la
cual es determinado por su desarrollo evolutivo, la necesidad de su tiempo y su relación con esa necesidad. Deben decidir si permitir al instrumento relajarse en su esfuerzo al comenzar su decaimiento o so lo forzarán a nuevas alturas de servicio. Sin importar la elección que hagan este es un
interludio esotérico en su vida. Ya no expanden su actividad, aunque si están aprovechando al máximo la oportunidad de este interludio mantendrán la función útil de su actividad de servicio. Integran y estabilizan su servicio en el nivel alcanzado por el sexto ciclo menor.
El tercer ciclo mayor proporciona a la conciencia encarnada la oportunidad de iniciar un nuevo
esfuerzo fresco de servicio a la humanidad y la Vida Una, y de poner sus asuntos en orden. En cualquier caso el instrumento ha entrado en su ciclo mayor de decaimiento que ofrece a la conciencia
una oportunidad sin paralelo hasta ahora en la vida en forma de crecimiento Espiritual. A la conciencia se le permite funcionar con una creciente libertad de las demandas de la forma naturaleza.
Este ciclo contiene tres ciclos menores y un interludio consistiendo en general de nueve años. El
énfasis del decaimiento cae en:
1. el cuerpo físico durante el séptimo ciclo menor de los sesenta y cuatro a los setenta y tres
años de edad,
2. el cuerpo emocional durante el octavo ciclo menor de los setenta y tres a los ochenta y dos
años de edad,
3. y el cuerpo mental durante el noveno ciclo menor de edad de los ochenta y dos a los noventa
y un años de edad.
Durante el séptimo ciclo el cuerpo físico comienza a relajar sus demandas sensoriales sobre la conciencia encarnada. Su actividad entra en un declive gradual de intensidad, la conciencia del cerebro
gradualmente deja de responder a las mareas emocionales, y el entorno físico mismo relaja su agarre sobre el hombre en el cerebro.
Este puede ser un periodo difícil si no es comprendido correctamente. Es el ciclo más temido por la
conciencia que carece de un sentido de propósito o dirección divina. Se sienten separándose de
todo lo que les es conocido y querido. Si se identifican con y como forma, asusta naturalmente observar se nacimiento. Se sienten morir, y sin saber lo que el futuro les depara, o ponen una resistencia de última hora al decaimiento, o tienden a limitar su conciencia y su efectividad a las limitaciones de su instrumento.
La mala interpretación de lo que está sucediendo y el miedo al futuro causan enfermedades y fallos
del funcionamiento corporal durante este ciclo y la muerte prematura de muchos, La senilidad a
esta edad, o a cualquier edad si vamos a eso, es una condición creada por la humanidad. No es natural ni para la forma ni para la conciencia.
Durante este ciclo de los sesenta y cuatro a los setenta y tres años, la conciencia encarnada puede o
bien iniciar un nuevo esfuerzo de servicio mundial o puede gradualmente retirarse del campo. Si se
retira, es la oportunidad de emprender una vida de estudio superior, meditación y contemplación.
Puede ahora dedicarse a la verdad superior según la forma naturaleza relaja sus demandas sobre
ella.
Durante el octavo ciclo menor la naturaleza emocional relaja sus demandas, y todas las ambiciones
y deseos se apartan del ser humano. La marea emocional cesa y los individuos quedan libres para
funcionar casi por completo en la naturaleza mental.
Si su evolución es tal que han poseen un cuerpo mental altamente desarrollado, aún pueden prestar
un gran servicio a la humanidad. Son capaces de formular la Sabiduría en conceptos de verdad que
son aplicables a su tiempo y localidad. Pueden ser llamados para consejo y asesoramiento.
Si su evolución no ha alcanzado este alto punto de desarrollo se les concede la oportunidad de crecimiento consciente. Tiene el tiempo y la inclinación hacia el estudio superior. Pueden si lo desean,
llegar tan lejos como para prepararse mentalmente para futuras encarnaciones.
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Si han iniciado un nuevo esfuerzo de servicio en el ciclo anterior alcanzará su clímax en el algún
momento durante este y el ser humano se retirará del campo.
Durante el noveno ciclo menor el cuerpo mental entra en su declive y la conciencia encarnada es
li- bre de sus demandas. Cesa su constante actividad creadora de formas de manera que la vida
men- tal gradualmente se aquieta.
Aquí al ser humano se le ofrece la oportunidad de la meditación real, libre de las formas de
pensa- miento que anteriormente se interponían entre si mismos y la realización del puro ser.
Pueden aho- ra funcionar en el reino del alma si han sacado provecho de todos los ciclos
anteriores de oportuni- dad que se les han presentado.
Esto no significa que la mente se vuelva negativa e impotente. Se mantiene quieta, pero alerta,
atenta a las impresiones del Alma, de manera que la luz del Alma puede verterse a través suya
para iluminar la conciencia en espera. Esto presupone un actividad interna intensiva.
Esto lleva al individuo a su noventa y un cumpleaños en el que entran en ese interludio entre
vivir en una forma y vivir fuera de una forma.
El interludio ofrece la oportunidad de una tranquila reflexión sobre el pasado y una reevaluación
de todo lo que ha pasado (en esta encarnación) a la Luz del Alma. Salen en plena conciencia despierta al llegar al fin de su ciclo de encarnación. Pasan con facilidad desde su instrumento y el
mun- do de los asuntos a la vida después de la muerte que les es natural.
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