Filosofía y declinar de Occidente

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UNIVERSIAD CATÓLICA DE CÓRDOBA
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y HUMANIDADES
Trabajo práctico parcial
de
Seminario de Filosofía Contemporánea
Carrera: LICENCIATURA EN FILOSOFÍA.
Profesora: Lic. MARTA PALACIO
Alumno: CARLOS PAIRETTI
Año Lectivo 2006
Introducción
El pensamiento denominado posmoderno –término en discusión para muchos autores-,
da cuenta de modos muy diversos de la crítica llevada a cabo contra la modernidad.
Innumerables pensadores obsedidos por la idea de emancipación, que surge como efecto de
la caída de los grandes “metarrelatos” –según Lyotard-, o, de la descomposición de las
categorías de “universalidad”, de la “dirección unitaria” en la historia de la humanidad, de
la “disolución de la metafísica”; se ven motivados –en los casos extremos- a plantear la
situación actual del mundo posmoderno, como una ruptura total con la modernidad; otros
prefieren demostrar que la modernidad aún es un proyecto incompleto, Habermas, por
ejemplo. Finalmente, encontramos posturas moderadas que hablan de la continuidad que
existe entre lo moderno y posmoderno, aquí mencionamos a Vattimo, quien habla de
procedencia, cuyo análisis nos ayuda a tomar conciencia especialmente de la imposibilidad
de superar la herencia universalista de la modernidad.
En nuestra reflexión a manera de ensayo, nos proponemos demostrar fundamentalmente
una cuestión que se torna insuperable, presentada bajo la siguiente pregunta: ¿por qué no
podemos dejar de llamarnos occidentales? o, formulada en otras palabras: ¿por qué no
podemos dejar de llamarnos cristianos?. Esta pregunta se inscribe dentro de la reflexión
que Vattimo desarrolla en su capítulo titulado “Filosofía y declinar de Occidente”
contenido en su libro: Nihilismo y emancipación.
La noción de procedencia, será el núcleo central de nuestra reflexión, tanto como para
dialogar desde ella con la postura de Fina Birulés, alcanzando mayor precisión con el
aporte de Michel Foucault, y contrastada finalmente, con nociones generales de Lyotard.
Lo que pretendemos en este ensayo, es mostrar el pensamiento de Vattimo, sobre el
debate modernidad-posmodernidad, haciendo entrar en diálogo a dicho autor con las ideas
presentadas por otros pensadores, con el propósito de reflejar los argumentos, que nos
posibiliten comprender porqué es posible hablar de procedencia.
2
Desarrollo
Filosofía y declinar de Occidente
Imposibilidad de rebasar la herencia universalista
El debate modernidad – posmodernidad está instalado. Los antecedentes, como también
los motivos que hicieron derivar a la filosofía en este marco de discusión, se hayan –según
Vattimo- en Nietszche con “su anuncio de la muerte de Dios” y en Heidegger con lo que
él mismo ha llamado “el final de la metafísica”. El eje de discusión sobre el que gira este
debate, es la disolución de la idea de progreso y de historicidad unidireccional, un hecho
complejo, de carácter social y político antes que filosófico.
Hablar solamente de la problemática posmoderna, sin hacer referencia explícita a la
modernidad y sus marcos de comprensión de la realidad, es no decir todo. “El ocaso de
Occidente” es la homologación de la expresión posmodernidad, y por ser Occidente mismo
quien se ha debilitado en su supremacía de universalidad, no puede pretender la filosofía
actual pensar sin hacer cuentas con la herencia universalista propia de la metafísica
occidental. A propósito del tema que estamos tratando, Vattimo dice lo siguiente:
“El ocaso de Occidente significa aquí la disolución de la idea de
que haya un significado y una dirección unitaria en la historia de la
humanidad, idea que, en la tradición moderna, ha sido una especie
de fondo continuo del pensamiento occidental, que consideraba su
propia civilización como el máximo nivel de evolución alcanzado
por la humanidad en general, y que, sobre esta base, se sentía
llamado a civilizar; y también a colonizar; convertir y someter a
todos los demás pueblos con los que entraba en contacto”.1
En el marco de reflexión de la idea citada recientemente, cabe preguntar entonces, qué es
lo esencial en la modernidad. Al respecto Vattimo dice que, la modernidad podría definirse
como la época en la que el ser moderno se asume como un valor básico. Siendo la
modernidad un valor básico, todo lo que se oponga a ésta se tacha de contravalor, de
retrógrado, también de conservador. Por ende, el tiempo tiene una dirección marcadamente
emancipatoria que asocia la perfección con el avance en la línea de la historia.
Vattimo, Gianni, “Filosofía y declinar de Occidente” en Nihilismo y emancipación, ed, Paidós, Barcelona
2004, p. 39.
1
3
La noción de “herencia universalista”, tan propia de Vattimo, es si se quiere, el
horizonte de referencia del que no es posible salirse a la hora de pensar el ocaso de
Occidente. Frente a esta imposibilidad de evadir la herencia universalista de la
modernidad, Fina Birulés dice que, –aquí se refleja un desacuerdo con el pensamiento de
Vattimo- lo que caracteriza el desarrollo social moderno es la descomposición de las viejas
formas de vida y de las viejas categorías, como también la pérdida irreversible del anclaje
en la tradición.2 La discrepancia con la autora a la luz de lo que afirmamos sobre la
herencia universalista, podría ser entendida en dos sentidos, el primero positivo es: el
intento por rescatar las perspectivas que la modernidad nos trasmite –cosa imposible si la
descomposición mencionada sería real- y, el segundo, negativo: la dificultad consistente en
no poder evadir los discursos fundamentales del pensamiento moderno, éste no puede ser
soslayado como si nada hubiere pasado, como si no hubiese existido. Ya Heidegger
mismo, intentó resolver el difícil problema de la imposible superación de la metafísica.
Recuperemos el hilo de nuestra reflexión; la idea que intentamos dejar en claro es: si la
posmodernidad es una ruptura con la modernidad, o si existe una continuidad. Para
Vattimo, la continuidad es entendida como procedencia, en otras palabras, que la
continuidad se torne inevitable, implica –en términos hegelianos- que existe en la
pretendida superación por parte del pensamiento posmoderno, una conservación de los
caracteres fundamentales de la modernidad; cuya procedencia es en principio entendida
como la imposibilidad de liquidar el fantasma de la modernidad. Esta sombra retorna una y
otra vez en aquellos autores que han intentado abandonarla de diferentes modos. Respecto
de las categorías modernas, Vattimo dice más, al prevenirnos de un error característico del
pensamiento posmoderno, que no se debe creer que eliminamos el problema con la
afirmación del pluralismo o con la liberación deconstructiva.
Fina Birulés: “la noción de identidad”
En un intento de dar cuenta de cómo otros autores han tratado de comprender, por ello
mismo de proponer soluciones -probables- a este complejo debate modernidadposmodernidad (referido en ruptura-continuidad), estableceremos un diálogo entre el
pensamiento de Fina Birulés, considerando solamente en este caso su tercer hilo de
reflexión que gira en torno a la noción de identidad, para dar cuenta que esta no puede
2
Ver, “Del sujeto a la subjetividad”, Birulés, Fina, ed, Paidós, Barcelona 1996, p. 224.
4
concebirse más desde la inmediatez del “yo soy” del sujeto moderno; con la postura de
Vattimo, apoyándonos en su noción de
procedencia o herencia universalista, que
constituye el hilo de Ariadna de nuestra reflexión, para mostrar las criticas que desarrolla,
antes que indicar soluciones, según él mismo lo expresa.
Lo que Vattimo, entiende por herencia universalista o procedencia, cuya influencia la
filosofía posmoderna no puede rebasar, Fina Birulés lo concibe como entrecruzamiento de
sentidos múltiples, que traspasan y exceden al individuo, pero que al mismo tiempo lo
constituyen de tal modo que éste no puede basarse, en un supuesto conocimiento inmediato
de sí, porque las acciones –consideradas individuales- se encuentran arrojadas dentro de
una compleja trama de relaciones humanas ya existentes. Todo esto muestra como
pequeñas acciones, pueden tener una repercusión ilimitada e imprevisible; lo que lleva a
pensar si es posible seguir hablando de identidad. Se presenta entonces, una paradoja,
porque se dice que estamos en un tiempo en el que hay que atender a las diferencias y
unido a ello se propone no abandonar tan precipitadamente la noción de identidad. Pues
bien, veamos ahora, ¿qué entiende Fina Birulés por identidad?:
“La identidad ordena la experiencia de nuestro hacer y padecer, al menos a groso modo
se podría pensar así. La identidad, no ‘es’ sino haciendo clara referencia a la memoria.
Pero la memoria, es una de las formas de generar sentido, de anclar nuestra vida,
protegiéndola del ‘latigazo casual y sin propósito’. Luego, la identidad adquiere su
permanencia, gracias a la memoria o, mejor aún, la identidad llega a ser tal, por el
recuerdo, qué recuerdo: el de la acción pasada y su relato. El relato tiene la capacidad de
puntuar el tiempo, por medio del relato decimos los tiempos gramaticales y con ello
pavimentamos un presente”.3 No obstante, lo vertiginoso de los cambios que acontecen en
la actualidad, son una amenaza para la subjetividad, en cuanto que la memoria es
fagocitada por el fantasma del olvido. Tal vez aquí, sería oportuno citar la pregunta de
Kant, contenida en la reflexión que Michel Foucault lleva adelante a propósito del
presente: “¿qué es lo que en el presente tiene sentido para una reflexión filosófica?”.4
Nosotros, interpretando el análisis de Fina Birulés decimos: la reflexión filosófica actual,
debe indagar cuidadosamente los soterrados elementos que pueden ejercer una función de
nexo, en el que la identidad hunde sus raíces, evitando así la acusada desvinculación del
presente con el pasado y viceversa.
3
4
Ver Ob. Cit. “Del sujeto a la subjetividad”, pp. 233-234.
Ver , Foucault Michel, “¿Qué es la Ilustración?”en saber y verdad, ed, La piqueta, Bs. As. 1991, p.198.
5
Vivimos en un presente sin memoria a causa de los mass media, que hacen pasar a gran
velocidad la memoria a la historia, lo que implica que el recuerdo se haya desligado de su
soporte y, la amenaza se torna muy seria; en términos de la autora, al responder cuál debe
ser la actitud respecto del pasado dice:
“Nuestra mirada al pasado no se debe sólo a algo semejante a un
gesto de responsabilidad por legarlo a futuras generaciones, sino
que la memoria nos es necesaria para decir nuestro presente, para
decir quiénes somos; un tiempo sin pasado ni futuro es un tiempo
opaco, donde no podemos innovar ni conservar”.5
Pensar la procedencia, como la conservación de la identidad, y esta a su vez, basada en la
memoria, cuya posibilidad se apoya en el relato como modo de puntuar el tiempo; para
Vattimo es insuficiente. Además dice que, si bien, no hay duda que la identidad se presenta
como un valor incuestionable, conlleva en sí, cuando se insiste demasiado en ella, el
germen de la actitud moderna, es decir, la posibilidad de reivindicación, por tanto, de
soberanía a cualquier precio.
Recapitulemos brevemente el hilo de la discusión entre Fina Birulés y Vattimo. Para la
primera estamos en un tiempo de atender a las diferencias y conjuntamente de una
exigencia a no abandonar rápidamente la identidad. La respuesta a esta paradoja, es que la
pregunta por la identidad no solo incumbe a la acción y su fragilidad, sino también a su
sentido, a las palabras con las que acompañamos nuestro actuar y con las que nos referimos
a él, en el futuro. Este es el modo de sostenerse y configurarse la identidad en el tiempo.
En Vattimo, en cambio, no encontramos la noción de identidad referida explícitamente,
más bien prefiere hablar de procedencia. El argumento contra la reflexión de Fina Birulés
es: si bien estamos en un tiempo de pluralidades culturales, de diferencias, de dispersión,
existen a pesar de lo vertiginoso de los cambios, a pesar de la pérdida de memoria en la
historia, existen o mejor dicho, están presentes en este tiempo denominado el ocaso de
Occidente, las categorías de la modernidad. Quizá y apropiándonos -de una expresión
propia de Lyotard- la presencia de una ausencia, es el modo en como estas categorías
modernas se encuentran en la posmodernidad, de ahí que podamos –esta es nuestra
interpretación- hablar de nostalgia, debilitamiento, y todo lo que de alguna manera u otra,
significa el ocaso de Occidente. Esa presencia a modo de ausencia, es lo que desde un
fondo oscuro, inconsciente tal vez, ejerce una influencia notable, en pensadores de la
contemporaneidad, haciendo o impidiendo la superación de visiones de la modernidad.
5
Ob. Cit. “Del sujeto a la subjetividad”, p. 234
6
Entonces, a modo de conclusión de esta discusión, es atendible pensar en la noción de
identidad para referirnos a nosotros mismos, para encontrarnos en este tiempo de
dispersión; pero pensar la identidad subsumida quizá en un concepto más amplio como el
de procedencia, da cuenta de modo más abarcativo, que como occidentales debemos
reconocer que procedemos de la herencia del dogma y de la ética cristiana, -argumento
que Vattimo toma de Weber- a pesar si se quiere de lo inconfesado de esa realidad, por
parte de muchos filósofos posmodernos. Luego –a favor de Fina Birulés- la identidad
tendrá su lugar, su recuperación, su modo de decirse, en medio de la “ruptura” (parcial)
con las categorías modernas.
¿Por qué no podemos dejar de llamarnos occidentales o cristianos?
Influencia en el pensamiento y la corporeidad
A continuación, Vattimo pasa revista a las cuestiones que tenemos totalmente a la vista,
diciendo que: con la caída de la centralidad y de la hegemonía política, en Occidente se
han liberado culturas y visiones del mundo múltiples, ya nadie acepta que se lo considere
momentos o partes de una civilización humana total de la que Occidente sería el
depositario; por más que la supremacía de Occidente se reduce a conciencia histórica, o
antropológica, para Vattimo, configura siempre una pretensión hegemónica, que según él
se hace todavía más evidente en las filosofías que se ajustan con todo a la herencia
kantiana y se proponen como teorías de las condiciones de posibilidad de las múltiples
culturas. Por otra parte, señala el autor, no es suficiente con la mera afirmación de la
multiplicidad de las visiones del mundo, pensar de este modo es no tomar en serio que la
pluralidad de las visiones del mundo no conviven pacíficamente, más bien da lugar a
conflictos, reivindicaciones de validez, afirmaciones de pertenencia, que esperan de la
filosofía alguna indicación de criterios para evitar que las diferencias degeneren en guerra
de culturas. Estos criterios son los que Vattimo va a sugerir, y más adelante mostraremos
en que consisten.
Si hablamos del ocaso de Occidente, podríamos unir a este término otras palabras que se
asocian de manera intuitiva, por ejemplo: secularización, debilitamiento, nostalgia. O bien,
preguntarnos; por qué no podemos dejar de llamarnos occidentales. Partiendo de este
7
interrogante, Vattimo afirma que, la tarea de la filosofía es contribuir a repensar problemas
existenciales del mundo tardomoderno asumiendo sobre sí la herencia de Occidente en su
ocaso. En términos del autor, lo que acabamos de decir es:
“Lo que el pensamiento parece necesitar hoy es la reconstrucción
de una idea de universalidad racional que, si he de distinguirla de la
del racionalismo y la metafísica, sólo consigo describirla como débil
y secularizada. La secularización, en su significado conectado con la
experiencia y la existencia histórica de la religión, es el modelo en
el que pensar”.6
La procedencia de la que estamos hablando, aparece con mucha fuerza, cuando en
lugar de preguntarnos por qué no podemos dejar de llamarnos occidentales, preguntamos:
“por qué no podemos dejar de llamarnos cristianos”. Según Vattimo, la modernidad no se
podría pensar sin la presencia en ella –activa por cierto- de la herencia del dogma y de la
ética cristiana. Esto, continua, no significa volver a la religiosidad medieval y a la
disciplina de la Iglesia; en todo caso hay que volver a descubrir un vínculo, una
procedencia, un parentesco. Este marcado parentesco, digámoslo de una vez, consiste
dentro del pensamiento de Occidente en que lo divino está profundamente emparentado
con lo humano (Cristo es Dios encarnado). De aquí que podemos ver cuanto ha contado el
cristianismo, aún contra posturas explícitas de la Iglesia, en la invención de la democracia
moderna, de la igualdad, de los derechos sociales y políticos.
A propósito de la idea de procedencia que Vattimo busca dejar en claro, y en relación
con ella, podrían mencionarse un sin número de prácticas que explicitarían de un modo
testimonial el significado existencial de esta noción; Michel Foulcault cuando reflexiona
sobre ella dice que:
“Con frecuencia el análisis de la procedencia hace intervenir a la
raza o el tipo social. Sin embargo, no se trata precisamente de
encontrar en un individuo, un sentimiento o una idea, los caracteres
genéricos que permiten asimilarlos a otros –y decir: este es griego o
este es inglés-; sino de percibir todas las marcas sutiles singulares,
subindividuales que pueden entrecruzarse en él y formar una raíz
difícil de desenredar.”7
Tal vez, entendida así la noción de procedencia, podamos comprender mejor lo que
Vattimo dice cuando se refiere a Occidente, mencionando la importancia de la herencia
del dogma y la ética cristiana. Pero quizá, alcancemos mayor elocuencia, si nos remitimos
6
7
Ob. Cit. “Filosofía y declinar de Occidente” en Nihilismo y emancipación, pp. 48-49
Foucault, Michel, “Microfísica del poder”. Ed, Planeta-Agostini, p.12
8
a otras nociones de Foucault que ponen de manifiesto como la procedencia traspasa y se
incrusta en el cuerpo, a saber:
“El cuerpo -y todo lo que se relaciona con el cuerpo, la
alimentación, el clima, el sol –es el lugar de la procedencia: sobre el
cuerpo, se encuentra el estigma de los sucesos pasados, de él nacen
los deseos, los desfallecimientos y los errores; en él se entrelazan y
de pronto se expresan, pero también en él se desatan, entran en
lucha, se borran unos a otros y continúan su inagotable conflicto”.8
Foucault, nos ayuda a pensar a favor de los argumentos de Vattimo, cuánto de aquella
pregunta: por qué no podemos dejar de llamarnos cristianos, se haya inscripta en el propio
cuerpo; más aún, a cuánta disociación esta condenada la propia corporeidad, -en los casos
extremos- si se piensa en la culpa heredada de la ética cristiana. Cuánto de renuncia en
nombre de una ética vivida en términos de alteridad, ha sido motivo de una mala
comprensión y vivencia del placer. El análisis de la procedencia entonces, entre otras
cosas, descubre, pone de manifiesto como el cuerpo está impregnado de historia y como
esta se constituye en destructora del mismo.
Asumir la herencia de Occidente y reconstrucción de la racionalidad
Se pregunta Vattimo, entonces, ¿qué gana la filosofía pensando Occidente en términos de
ocaso y de secularización?. Lo primero que responde es “la crisis de la razón”, luego dice
que debe ser pensado como un fenómeno de secularización: la disolución de la metafísica y
del pensamiento fundamentador. Por tanto, si el final de la metafísica es un fenómeno de
secularización, se replanteará entonces, el problema de la racionalidad de un modo nuevo,
pero sin caer en un relativismo desesperado. Cuando decimos que no podemos dejar de
llamarnos cristianos, se está indicando un camino para la reconstrucción de la racionalidad
fuera de la metafísica y del relativismo.
A la pregunta, en qué consiste asumir la herencia de Occidente; Vattimo da la siguiente
respuesta:
“Implicará una explícita aceptación del mundo actual como
mezcla, mestizaje, lugar de identidades débiles y de dogmáticas
(religiosas, filosóficas, culturales) difuminadas y ‘liberales’. Es algo
más que un espíritu genéricamente tolerante, que con demasiada
frecuencia coincide con la indiferencia o el minimalismo y
8
Ob. Cit., “Microfísica del poder”, p.14.
9
desemboca en un apartamiento, un espíritu para el que cada uno
debe permanecer en su casa, sin que verdaderamente sea sometido a
discusión, ya que todos tenemos los mismos derechos”.9
Esta afirmación contenida en el párrafo citado, encuentra una oposición en Lyotard, para
quien la pluralidad de reglas y comportamientos en la que vivimos, son expresión de
múltiples contextos vitales en los que nos encontramos ubicados, de aquí infiere que no
hay denominadores comunes universalmente válidos para todos los juegos. Su argumento
es:
“La búsqueda de consenso se ha convertido en un valor anticuado
y sospechoso. Porque detrás del pretendido consenso o las reglas
universales de juego se esconde el terror de los dominadores y el
deslizamiento hacia el totalitarismo”.10
Vattimo hace una concesión importante a Lyotard, ésta consiste en declararse a favor de
la pluralidad -tan indiscutiblemente rica- de los juegos de lenguaje; pero contra Lyotard,
buscará un denominador común para esta pluralidad, desprovisto por supuesto de
tendencias dominadoras, que pueden deslizarse hacia el totalitarismo. En otras palabras,
frente a la tendencia actual de reaccionar a la Babel del pluralismo posmoderno con la
recuperación de las identidades fuertes (étnicas, religiosas, de clase, etc.,...), la filosofía del
ocaso ofrece argumentos no para exaltar estas reencontradas identidades, cada una en su
ámbito, ni sólo para reconstruirlas todas desde el punto de vista de un espíritu soberano. La
filosofía de la occidentalización débil, en términos de Vattimo, lleva adelante una tarea de
discernimiento, para no aceptar pasivamente cualquier aspecto suyo, intentando con toda
la imprecisión de la expresión, discernir lo que “va” de lo que no “va”.
La conclusión, probablemente provisional, pero atendible, por cierto, a la que llega
Vattimo sobre la filosofía de Occidente en la situación actual; es que descubre en primer
lugar, que no hay caminos separados o independientes de las transformaciones políticas
sociales, (el final de la metafísica no es pensable sin el final del colonialismo y del
eurocentrismo). Por otra parte, señala que la emancipación y la liberación que el hombre
ha buscado siempre, pasan por el contrario, a través de un debilitamiento de las estructuras
fuertes, más escucha de la palabra del otro que visión exacta del objeto.
Ob. Cit. “Nihilismo y emancipación”, p. 51.
Mardones, José María, “El neoconservadurismo de los posmodernos”, en En torno a la Posmodernidad,
Vattimo y otros, Anthopós, Barcelona-Bogotá 1990-1994, p.23.
9
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Conclusión
Consideramos haber demostrado con suficiente profundidad, la noción de procedencia o
herencia universalista, que Vattimo aborda en su estudio sobre la ruptura o continuidad
que pueden darse, cuando se reflexiona sobre el pensamiento posmoderno, en su relación
con la modernidad.
Creemos que el objetivo de demostrar por qué puede hablarse de procedencia, y, bajo
qué condiciones, está logrado, al menos en el nivel propuesto para este ensayo. Retomando
en breve los argumentos de Vattimo, contra Fina Birulés, no basta conservar la identidad,
como hilo conductor, que apoyada en la memoria, además de dar sentido, constituye un
ancla para la propia vida, protegiéndola de la casualidad sin sentido. La procedencia, es
una noción más amplia, que a nuestro parecer incluye la de identidad, por ser aquella la
que abarca y subsume todas las identidades, se erige como el común denominador en
medio de la pluralidad, tan remarcada por el pensamiento posmoderno. Occidente está
traspasado por la herencia del dogma y la ética cristiana, he aquí, el argumento por
antonomasia de Vattimo, la clave de bóveda para la interpretación de los sucesos políticos,
religiosos, sociales, etc., sobre todo de la recaída por parte de muchos pensadores en las
viejas categorías metafísicas, a la hora de llevar adelante el intento por pensar la
contemporaneidad de un modo renovado.
Concluimos señalando, no sin titubeos e imprecisiones, que si pasamos el cepillo a
contrapelo de la historia –por usar una expresión de Benjamín- encontraremos la
decantación (consciente e inconsciente) de las múltiples formas en que el dogma y la ética
han cubierto la trama del acontecer humano.
Parafraseando a Vattimo y, contra muchos pensadores, con esta provocativa afirmación,
finalizamos nuestro ensayo: “es muy difícil dejar de llamarnos occidentales pero, cuánto
más complejo aún es dejar de llamarnos cristianos...”.
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Bibliografía

Vattimo, Gianni, “Filosofía y declinar de Occidente” en Nihilismo y
emancipación, ed, Paidós, Barcelona 2004, pp. 39-55.

Birulés, Fina, “Del sujeto a la subjetividad” en Tiempo de subjetividad, Paidós,
Barcelona 1996, pp. 223- 234.

Foucault, Michel, “Microfísica del poder”, ed, Planeta-Agostini, pp. 7-28

Foucault, Michel, “¿Qué es la Ilustración?” en Saber y verdad, La piqueta, Bs. As.
1991, pp. 197-207.

Mardones, José María, “El neoconservadurismo de los posmodernos” en Entorno a
la Posmodernidad, Vattimo y otros, Anthropós, Barcelona-Bogotá 1990, pp.21-40.
12
Índice
INTRODUCCIÓN ................................................................................................... 2
DESARROLLO ...................................................................................................... 3
Filosofía y declinar de Occidente ....................................................................................... 3
Imposibilidad de rebasar la herencia universalista .......................................................... 3
Fina Birulés: “la noción de identidad” .............................................................................. 4
¿Por qué no podemos dejar de llamarnos occidentales o cristianos? ............................. 7
Influencia en el pensamiento y la corporeidad ................................................................. 7
Asumir la herencia de Occidente y reconstrucción de la racionalidad .......................... 9
CONCLUSIÓN ..................................................................................................... 11
BIBLIOGRAFÍA ................................................................................................... 12
ÍNDICE ................................................................................................................. 13
13
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