UNIVERSIAD CATÓLICA DE CÓRDOBA FACULTAD DE FILOSOFÍA Y HUMANIDADES Trabajo práctico parcial de Seminario de Filosofía Contemporánea Carrera: LICENCIATURA EN FILOSOFÍA. Profesora: Lic. MARTA PALACIO Alumno: CARLOS PAIRETTI Año Lectivo 2006 Introducción El pensamiento denominado posmoderno –término en discusión para muchos autores-, da cuenta de modos muy diversos de la crítica llevada a cabo contra la modernidad. Innumerables pensadores obsedidos por la idea de emancipación, que surge como efecto de la caída de los grandes “metarrelatos” –según Lyotard-, o, de la descomposición de las categorías de “universalidad”, de la “dirección unitaria” en la historia de la humanidad, de la “disolución de la metafísica”; se ven motivados –en los casos extremos- a plantear la situación actual del mundo posmoderno, como una ruptura total con la modernidad; otros prefieren demostrar que la modernidad aún es un proyecto incompleto, Habermas, por ejemplo. Finalmente, encontramos posturas moderadas que hablan de la continuidad que existe entre lo moderno y posmoderno, aquí mencionamos a Vattimo, quien habla de procedencia, cuyo análisis nos ayuda a tomar conciencia especialmente de la imposibilidad de superar la herencia universalista de la modernidad. En nuestra reflexión a manera de ensayo, nos proponemos demostrar fundamentalmente una cuestión que se torna insuperable, presentada bajo la siguiente pregunta: ¿por qué no podemos dejar de llamarnos occidentales? o, formulada en otras palabras: ¿por qué no podemos dejar de llamarnos cristianos?. Esta pregunta se inscribe dentro de la reflexión que Vattimo desarrolla en su capítulo titulado “Filosofía y declinar de Occidente” contenido en su libro: Nihilismo y emancipación. La noción de procedencia, será el núcleo central de nuestra reflexión, tanto como para dialogar desde ella con la postura de Fina Birulés, alcanzando mayor precisión con el aporte de Michel Foucault, y contrastada finalmente, con nociones generales de Lyotard. Lo que pretendemos en este ensayo, es mostrar el pensamiento de Vattimo, sobre el debate modernidad-posmodernidad, haciendo entrar en diálogo a dicho autor con las ideas presentadas por otros pensadores, con el propósito de reflejar los argumentos, que nos posibiliten comprender porqué es posible hablar de procedencia. 2 Desarrollo Filosofía y declinar de Occidente Imposibilidad de rebasar la herencia universalista El debate modernidad – posmodernidad está instalado. Los antecedentes, como también los motivos que hicieron derivar a la filosofía en este marco de discusión, se hayan –según Vattimo- en Nietszche con “su anuncio de la muerte de Dios” y en Heidegger con lo que él mismo ha llamado “el final de la metafísica”. El eje de discusión sobre el que gira este debate, es la disolución de la idea de progreso y de historicidad unidireccional, un hecho complejo, de carácter social y político antes que filosófico. Hablar solamente de la problemática posmoderna, sin hacer referencia explícita a la modernidad y sus marcos de comprensión de la realidad, es no decir todo. “El ocaso de Occidente” es la homologación de la expresión posmodernidad, y por ser Occidente mismo quien se ha debilitado en su supremacía de universalidad, no puede pretender la filosofía actual pensar sin hacer cuentas con la herencia universalista propia de la metafísica occidental. A propósito del tema que estamos tratando, Vattimo dice lo siguiente: “El ocaso de Occidente significa aquí la disolución de la idea de que haya un significado y una dirección unitaria en la historia de la humanidad, idea que, en la tradición moderna, ha sido una especie de fondo continuo del pensamiento occidental, que consideraba su propia civilización como el máximo nivel de evolución alcanzado por la humanidad en general, y que, sobre esta base, se sentía llamado a civilizar; y también a colonizar; convertir y someter a todos los demás pueblos con los que entraba en contacto”.1 En el marco de reflexión de la idea citada recientemente, cabe preguntar entonces, qué es lo esencial en la modernidad. Al respecto Vattimo dice que, la modernidad podría definirse como la época en la que el ser moderno se asume como un valor básico. Siendo la modernidad un valor básico, todo lo que se oponga a ésta se tacha de contravalor, de retrógrado, también de conservador. Por ende, el tiempo tiene una dirección marcadamente emancipatoria que asocia la perfección con el avance en la línea de la historia. Vattimo, Gianni, “Filosofía y declinar de Occidente” en Nihilismo y emancipación, ed, Paidós, Barcelona 2004, p. 39. 1 3 La noción de “herencia universalista”, tan propia de Vattimo, es si se quiere, el horizonte de referencia del que no es posible salirse a la hora de pensar el ocaso de Occidente. Frente a esta imposibilidad de evadir la herencia universalista de la modernidad, Fina Birulés dice que, –aquí se refleja un desacuerdo con el pensamiento de Vattimo- lo que caracteriza el desarrollo social moderno es la descomposición de las viejas formas de vida y de las viejas categorías, como también la pérdida irreversible del anclaje en la tradición.2 La discrepancia con la autora a la luz de lo que afirmamos sobre la herencia universalista, podría ser entendida en dos sentidos, el primero positivo es: el intento por rescatar las perspectivas que la modernidad nos trasmite –cosa imposible si la descomposición mencionada sería real- y, el segundo, negativo: la dificultad consistente en no poder evadir los discursos fundamentales del pensamiento moderno, éste no puede ser soslayado como si nada hubiere pasado, como si no hubiese existido. Ya Heidegger mismo, intentó resolver el difícil problema de la imposible superación de la metafísica. Recuperemos el hilo de nuestra reflexión; la idea que intentamos dejar en claro es: si la posmodernidad es una ruptura con la modernidad, o si existe una continuidad. Para Vattimo, la continuidad es entendida como procedencia, en otras palabras, que la continuidad se torne inevitable, implica –en términos hegelianos- que existe en la pretendida superación por parte del pensamiento posmoderno, una conservación de los caracteres fundamentales de la modernidad; cuya procedencia es en principio entendida como la imposibilidad de liquidar el fantasma de la modernidad. Esta sombra retorna una y otra vez en aquellos autores que han intentado abandonarla de diferentes modos. Respecto de las categorías modernas, Vattimo dice más, al prevenirnos de un error característico del pensamiento posmoderno, que no se debe creer que eliminamos el problema con la afirmación del pluralismo o con la liberación deconstructiva. Fina Birulés: “la noción de identidad” En un intento de dar cuenta de cómo otros autores han tratado de comprender, por ello mismo de proponer soluciones -probables- a este complejo debate modernidadposmodernidad (referido en ruptura-continuidad), estableceremos un diálogo entre el pensamiento de Fina Birulés, considerando solamente en este caso su tercer hilo de reflexión que gira en torno a la noción de identidad, para dar cuenta que esta no puede 2 Ver, “Del sujeto a la subjetividad”, Birulés, Fina, ed, Paidós, Barcelona 1996, p. 224. 4 concebirse más desde la inmediatez del “yo soy” del sujeto moderno; con la postura de Vattimo, apoyándonos en su noción de procedencia o herencia universalista, que constituye el hilo de Ariadna de nuestra reflexión, para mostrar las criticas que desarrolla, antes que indicar soluciones, según él mismo lo expresa. Lo que Vattimo, entiende por herencia universalista o procedencia, cuya influencia la filosofía posmoderna no puede rebasar, Fina Birulés lo concibe como entrecruzamiento de sentidos múltiples, que traspasan y exceden al individuo, pero que al mismo tiempo lo constituyen de tal modo que éste no puede basarse, en un supuesto conocimiento inmediato de sí, porque las acciones –consideradas individuales- se encuentran arrojadas dentro de una compleja trama de relaciones humanas ya existentes. Todo esto muestra como pequeñas acciones, pueden tener una repercusión ilimitada e imprevisible; lo que lleva a pensar si es posible seguir hablando de identidad. Se presenta entonces, una paradoja, porque se dice que estamos en un tiempo en el que hay que atender a las diferencias y unido a ello se propone no abandonar tan precipitadamente la noción de identidad. Pues bien, veamos ahora, ¿qué entiende Fina Birulés por identidad?: “La identidad ordena la experiencia de nuestro hacer y padecer, al menos a groso modo se podría pensar así. La identidad, no ‘es’ sino haciendo clara referencia a la memoria. Pero la memoria, es una de las formas de generar sentido, de anclar nuestra vida, protegiéndola del ‘latigazo casual y sin propósito’. Luego, la identidad adquiere su permanencia, gracias a la memoria o, mejor aún, la identidad llega a ser tal, por el recuerdo, qué recuerdo: el de la acción pasada y su relato. El relato tiene la capacidad de puntuar el tiempo, por medio del relato decimos los tiempos gramaticales y con ello pavimentamos un presente”.3 No obstante, lo vertiginoso de los cambios que acontecen en la actualidad, son una amenaza para la subjetividad, en cuanto que la memoria es fagocitada por el fantasma del olvido. Tal vez aquí, sería oportuno citar la pregunta de Kant, contenida en la reflexión que Michel Foucault lleva adelante a propósito del presente: “¿qué es lo que en el presente tiene sentido para una reflexión filosófica?”.4 Nosotros, interpretando el análisis de Fina Birulés decimos: la reflexión filosófica actual, debe indagar cuidadosamente los soterrados elementos que pueden ejercer una función de nexo, en el que la identidad hunde sus raíces, evitando así la acusada desvinculación del presente con el pasado y viceversa. 3 4 Ver Ob. Cit. “Del sujeto a la subjetividad”, pp. 233-234. Ver , Foucault Michel, “¿Qué es la Ilustración?”en saber y verdad, ed, La piqueta, Bs. As. 1991, p.198. 5 Vivimos en un presente sin memoria a causa de los mass media, que hacen pasar a gran velocidad la memoria a la historia, lo que implica que el recuerdo se haya desligado de su soporte y, la amenaza se torna muy seria; en términos de la autora, al responder cuál debe ser la actitud respecto del pasado dice: “Nuestra mirada al pasado no se debe sólo a algo semejante a un gesto de responsabilidad por legarlo a futuras generaciones, sino que la memoria nos es necesaria para decir nuestro presente, para decir quiénes somos; un tiempo sin pasado ni futuro es un tiempo opaco, donde no podemos innovar ni conservar”.5 Pensar la procedencia, como la conservación de la identidad, y esta a su vez, basada en la memoria, cuya posibilidad se apoya en el relato como modo de puntuar el tiempo; para Vattimo es insuficiente. Además dice que, si bien, no hay duda que la identidad se presenta como un valor incuestionable, conlleva en sí, cuando se insiste demasiado en ella, el germen de la actitud moderna, es decir, la posibilidad de reivindicación, por tanto, de soberanía a cualquier precio. Recapitulemos brevemente el hilo de la discusión entre Fina Birulés y Vattimo. Para la primera estamos en un tiempo de atender a las diferencias y conjuntamente de una exigencia a no abandonar rápidamente la identidad. La respuesta a esta paradoja, es que la pregunta por la identidad no solo incumbe a la acción y su fragilidad, sino también a su sentido, a las palabras con las que acompañamos nuestro actuar y con las que nos referimos a él, en el futuro. Este es el modo de sostenerse y configurarse la identidad en el tiempo. En Vattimo, en cambio, no encontramos la noción de identidad referida explícitamente, más bien prefiere hablar de procedencia. El argumento contra la reflexión de Fina Birulés es: si bien estamos en un tiempo de pluralidades culturales, de diferencias, de dispersión, existen a pesar de lo vertiginoso de los cambios, a pesar de la pérdida de memoria en la historia, existen o mejor dicho, están presentes en este tiempo denominado el ocaso de Occidente, las categorías de la modernidad. Quizá y apropiándonos -de una expresión propia de Lyotard- la presencia de una ausencia, es el modo en como estas categorías modernas se encuentran en la posmodernidad, de ahí que podamos –esta es nuestra interpretación- hablar de nostalgia, debilitamiento, y todo lo que de alguna manera u otra, significa el ocaso de Occidente. Esa presencia a modo de ausencia, es lo que desde un fondo oscuro, inconsciente tal vez, ejerce una influencia notable, en pensadores de la contemporaneidad, haciendo o impidiendo la superación de visiones de la modernidad. 5 Ob. Cit. “Del sujeto a la subjetividad”, p. 234 6 Entonces, a modo de conclusión de esta discusión, es atendible pensar en la noción de identidad para referirnos a nosotros mismos, para encontrarnos en este tiempo de dispersión; pero pensar la identidad subsumida quizá en un concepto más amplio como el de procedencia, da cuenta de modo más abarcativo, que como occidentales debemos reconocer que procedemos de la herencia del dogma y de la ética cristiana, -argumento que Vattimo toma de Weber- a pesar si se quiere de lo inconfesado de esa realidad, por parte de muchos filósofos posmodernos. Luego –a favor de Fina Birulés- la identidad tendrá su lugar, su recuperación, su modo de decirse, en medio de la “ruptura” (parcial) con las categorías modernas. ¿Por qué no podemos dejar de llamarnos occidentales o cristianos? Influencia en el pensamiento y la corporeidad A continuación, Vattimo pasa revista a las cuestiones que tenemos totalmente a la vista, diciendo que: con la caída de la centralidad y de la hegemonía política, en Occidente se han liberado culturas y visiones del mundo múltiples, ya nadie acepta que se lo considere momentos o partes de una civilización humana total de la que Occidente sería el depositario; por más que la supremacía de Occidente se reduce a conciencia histórica, o antropológica, para Vattimo, configura siempre una pretensión hegemónica, que según él se hace todavía más evidente en las filosofías que se ajustan con todo a la herencia kantiana y se proponen como teorías de las condiciones de posibilidad de las múltiples culturas. Por otra parte, señala el autor, no es suficiente con la mera afirmación de la multiplicidad de las visiones del mundo, pensar de este modo es no tomar en serio que la pluralidad de las visiones del mundo no conviven pacíficamente, más bien da lugar a conflictos, reivindicaciones de validez, afirmaciones de pertenencia, que esperan de la filosofía alguna indicación de criterios para evitar que las diferencias degeneren en guerra de culturas. Estos criterios son los que Vattimo va a sugerir, y más adelante mostraremos en que consisten. Si hablamos del ocaso de Occidente, podríamos unir a este término otras palabras que se asocian de manera intuitiva, por ejemplo: secularización, debilitamiento, nostalgia. O bien, preguntarnos; por qué no podemos dejar de llamarnos occidentales. Partiendo de este 7 interrogante, Vattimo afirma que, la tarea de la filosofía es contribuir a repensar problemas existenciales del mundo tardomoderno asumiendo sobre sí la herencia de Occidente en su ocaso. En términos del autor, lo que acabamos de decir es: “Lo que el pensamiento parece necesitar hoy es la reconstrucción de una idea de universalidad racional que, si he de distinguirla de la del racionalismo y la metafísica, sólo consigo describirla como débil y secularizada. La secularización, en su significado conectado con la experiencia y la existencia histórica de la religión, es el modelo en el que pensar”.6 La procedencia de la que estamos hablando, aparece con mucha fuerza, cuando en lugar de preguntarnos por qué no podemos dejar de llamarnos occidentales, preguntamos: “por qué no podemos dejar de llamarnos cristianos”. Según Vattimo, la modernidad no se podría pensar sin la presencia en ella –activa por cierto- de la herencia del dogma y de la ética cristiana. Esto, continua, no significa volver a la religiosidad medieval y a la disciplina de la Iglesia; en todo caso hay que volver a descubrir un vínculo, una procedencia, un parentesco. Este marcado parentesco, digámoslo de una vez, consiste dentro del pensamiento de Occidente en que lo divino está profundamente emparentado con lo humano (Cristo es Dios encarnado). De aquí que podemos ver cuanto ha contado el cristianismo, aún contra posturas explícitas de la Iglesia, en la invención de la democracia moderna, de la igualdad, de los derechos sociales y políticos. A propósito de la idea de procedencia que Vattimo busca dejar en claro, y en relación con ella, podrían mencionarse un sin número de prácticas que explicitarían de un modo testimonial el significado existencial de esta noción; Michel Foulcault cuando reflexiona sobre ella dice que: “Con frecuencia el análisis de la procedencia hace intervenir a la raza o el tipo social. Sin embargo, no se trata precisamente de encontrar en un individuo, un sentimiento o una idea, los caracteres genéricos que permiten asimilarlos a otros –y decir: este es griego o este es inglés-; sino de percibir todas las marcas sutiles singulares, subindividuales que pueden entrecruzarse en él y formar una raíz difícil de desenredar.”7 Tal vez, entendida así la noción de procedencia, podamos comprender mejor lo que Vattimo dice cuando se refiere a Occidente, mencionando la importancia de la herencia del dogma y la ética cristiana. Pero quizá, alcancemos mayor elocuencia, si nos remitimos 6 7 Ob. Cit. “Filosofía y declinar de Occidente” en Nihilismo y emancipación, pp. 48-49 Foucault, Michel, “Microfísica del poder”. Ed, Planeta-Agostini, p.12 8 a otras nociones de Foucault que ponen de manifiesto como la procedencia traspasa y se incrusta en el cuerpo, a saber: “El cuerpo -y todo lo que se relaciona con el cuerpo, la alimentación, el clima, el sol –es el lugar de la procedencia: sobre el cuerpo, se encuentra el estigma de los sucesos pasados, de él nacen los deseos, los desfallecimientos y los errores; en él se entrelazan y de pronto se expresan, pero también en él se desatan, entran en lucha, se borran unos a otros y continúan su inagotable conflicto”.8 Foucault, nos ayuda a pensar a favor de los argumentos de Vattimo, cuánto de aquella pregunta: por qué no podemos dejar de llamarnos cristianos, se haya inscripta en el propio cuerpo; más aún, a cuánta disociación esta condenada la propia corporeidad, -en los casos extremos- si se piensa en la culpa heredada de la ética cristiana. Cuánto de renuncia en nombre de una ética vivida en términos de alteridad, ha sido motivo de una mala comprensión y vivencia del placer. El análisis de la procedencia entonces, entre otras cosas, descubre, pone de manifiesto como el cuerpo está impregnado de historia y como esta se constituye en destructora del mismo. Asumir la herencia de Occidente y reconstrucción de la racionalidad Se pregunta Vattimo, entonces, ¿qué gana la filosofía pensando Occidente en términos de ocaso y de secularización?. Lo primero que responde es “la crisis de la razón”, luego dice que debe ser pensado como un fenómeno de secularización: la disolución de la metafísica y del pensamiento fundamentador. Por tanto, si el final de la metafísica es un fenómeno de secularización, se replanteará entonces, el problema de la racionalidad de un modo nuevo, pero sin caer en un relativismo desesperado. Cuando decimos que no podemos dejar de llamarnos cristianos, se está indicando un camino para la reconstrucción de la racionalidad fuera de la metafísica y del relativismo. A la pregunta, en qué consiste asumir la herencia de Occidente; Vattimo da la siguiente respuesta: “Implicará una explícita aceptación del mundo actual como mezcla, mestizaje, lugar de identidades débiles y de dogmáticas (religiosas, filosóficas, culturales) difuminadas y ‘liberales’. Es algo más que un espíritu genéricamente tolerante, que con demasiada frecuencia coincide con la indiferencia o el minimalismo y 8 Ob. Cit., “Microfísica del poder”, p.14. 9 desemboca en un apartamiento, un espíritu para el que cada uno debe permanecer en su casa, sin que verdaderamente sea sometido a discusión, ya que todos tenemos los mismos derechos”.9 Esta afirmación contenida en el párrafo citado, encuentra una oposición en Lyotard, para quien la pluralidad de reglas y comportamientos en la que vivimos, son expresión de múltiples contextos vitales en los que nos encontramos ubicados, de aquí infiere que no hay denominadores comunes universalmente válidos para todos los juegos. Su argumento es: “La búsqueda de consenso se ha convertido en un valor anticuado y sospechoso. Porque detrás del pretendido consenso o las reglas universales de juego se esconde el terror de los dominadores y el deslizamiento hacia el totalitarismo”.10 Vattimo hace una concesión importante a Lyotard, ésta consiste en declararse a favor de la pluralidad -tan indiscutiblemente rica- de los juegos de lenguaje; pero contra Lyotard, buscará un denominador común para esta pluralidad, desprovisto por supuesto de tendencias dominadoras, que pueden deslizarse hacia el totalitarismo. En otras palabras, frente a la tendencia actual de reaccionar a la Babel del pluralismo posmoderno con la recuperación de las identidades fuertes (étnicas, religiosas, de clase, etc.,...), la filosofía del ocaso ofrece argumentos no para exaltar estas reencontradas identidades, cada una en su ámbito, ni sólo para reconstruirlas todas desde el punto de vista de un espíritu soberano. La filosofía de la occidentalización débil, en términos de Vattimo, lleva adelante una tarea de discernimiento, para no aceptar pasivamente cualquier aspecto suyo, intentando con toda la imprecisión de la expresión, discernir lo que “va” de lo que no “va”. La conclusión, probablemente provisional, pero atendible, por cierto, a la que llega Vattimo sobre la filosofía de Occidente en la situación actual; es que descubre en primer lugar, que no hay caminos separados o independientes de las transformaciones políticas sociales, (el final de la metafísica no es pensable sin el final del colonialismo y del eurocentrismo). Por otra parte, señala que la emancipación y la liberación que el hombre ha buscado siempre, pasan por el contrario, a través de un debilitamiento de las estructuras fuertes, más escucha de la palabra del otro que visión exacta del objeto. Ob. Cit. “Nihilismo y emancipación”, p. 51. Mardones, José María, “El neoconservadurismo de los posmodernos”, en En torno a la Posmodernidad, Vattimo y otros, Anthopós, Barcelona-Bogotá 1990-1994, p.23. 9 10 10 Conclusión Consideramos haber demostrado con suficiente profundidad, la noción de procedencia o herencia universalista, que Vattimo aborda en su estudio sobre la ruptura o continuidad que pueden darse, cuando se reflexiona sobre el pensamiento posmoderno, en su relación con la modernidad. Creemos que el objetivo de demostrar por qué puede hablarse de procedencia, y, bajo qué condiciones, está logrado, al menos en el nivel propuesto para este ensayo. Retomando en breve los argumentos de Vattimo, contra Fina Birulés, no basta conservar la identidad, como hilo conductor, que apoyada en la memoria, además de dar sentido, constituye un ancla para la propia vida, protegiéndola de la casualidad sin sentido. La procedencia, es una noción más amplia, que a nuestro parecer incluye la de identidad, por ser aquella la que abarca y subsume todas las identidades, se erige como el común denominador en medio de la pluralidad, tan remarcada por el pensamiento posmoderno. Occidente está traspasado por la herencia del dogma y la ética cristiana, he aquí, el argumento por antonomasia de Vattimo, la clave de bóveda para la interpretación de los sucesos políticos, religiosos, sociales, etc., sobre todo de la recaída por parte de muchos pensadores en las viejas categorías metafísicas, a la hora de llevar adelante el intento por pensar la contemporaneidad de un modo renovado. Concluimos señalando, no sin titubeos e imprecisiones, que si pasamos el cepillo a contrapelo de la historia –por usar una expresión de Benjamín- encontraremos la decantación (consciente e inconsciente) de las múltiples formas en que el dogma y la ética han cubierto la trama del acontecer humano. Parafraseando a Vattimo y, contra muchos pensadores, con esta provocativa afirmación, finalizamos nuestro ensayo: “es muy difícil dejar de llamarnos occidentales pero, cuánto más complejo aún es dejar de llamarnos cristianos...”. 11 Bibliografía Vattimo, Gianni, “Filosofía y declinar de Occidente” en Nihilismo y emancipación, ed, Paidós, Barcelona 2004, pp. 39-55. Birulés, Fina, “Del sujeto a la subjetividad” en Tiempo de subjetividad, Paidós, Barcelona 1996, pp. 223- 234. Foucault, Michel, “Microfísica del poder”, ed, Planeta-Agostini, pp. 7-28 Foucault, Michel, “¿Qué es la Ilustración?” en Saber y verdad, La piqueta, Bs. As. 1991, pp. 197-207. Mardones, José María, “El neoconservadurismo de los posmodernos” en Entorno a la Posmodernidad, Vattimo y otros, Anthropós, Barcelona-Bogotá 1990, pp.21-40. 12 Índice INTRODUCCIÓN ................................................................................................... 2 DESARROLLO ...................................................................................................... 3 Filosofía y declinar de Occidente ....................................................................................... 3 Imposibilidad de rebasar la herencia universalista .......................................................... 3 Fina Birulés: “la noción de identidad” .............................................................................. 4 ¿Por qué no podemos dejar de llamarnos occidentales o cristianos? ............................. 7 Influencia en el pensamiento y la corporeidad ................................................................. 7 Asumir la herencia de Occidente y reconstrucción de la racionalidad .......................... 9 CONCLUSIÓN ..................................................................................................... 11 BIBLIOGRAFÍA ................................................................................................... 12 ÍNDICE ................................................................................................................. 13 13