13.- TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS Y CAMBIOS SOCIALES

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13.- TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS Y CAMBIOS SOCIALES EN EL SIGLO XIX.
13.1.- TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS: PROCESO DE DESAMORTIZACIÓN Y CAMBIOS AGRARIOS.
PECULIARIDADES DE LA INCORPORACIÓN DE ESPAÑA A LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL. MODERNIZACIÓN DE LAS
INFRAESTRUCTURAS: EL IMPACTO DEL FERROCARRIL.
A lo largo del s. XIX España se transformó, no solo políticamente con el paso de una monarquía absolutista a una
liberal parlamentaria, también desde el punto de vista social y económico, sustituyendo la sociedad estamental por
una de clases y la economía feudal por un sistema económico capitalista. En este ámbito los cambios más
importantes fueron 3: las desamortizaciones, la revolución Industrial y la construcción del ferrocarril.
1.- Las desamortizaciones y los cambios agrarios.
Los liberales desarrollaron durante este periodo una actividad legislativa encaminada a transformar el campo
español en una agricultura capitalista, así se suprimió la propiedad vinculada, se abolió el régimen señorial, se dio
libertad para el cercamiento de las fincas así como para la comercialización de las cosechas y la liberalización de los
precios. En ese sentido modernizador debemos entender las desamortizaciones.
La desamortización es la expropiación y posterior venta de tierras vinculadas a la Iglesia y a los ayuntamientos. Este
proceso fue realizado por los gobiernos progresistas durante el reinado de Isabel II. Los objetivos eran 3: hacer que
la propiedad de la tierra fuese libre, aumentar el número de medianos propietarios y reducir la deuda pública.
En febrero de 1836 comenzó la Desamortización de Mendizábal. El decreto afectaba a los bienes del clero regular
(órdenes religiosas). Se cerraron los conventos que no tenían un número mínimo de miembros y se nacionalizaron
sus propiedades. Los bienes desamortizados se dividieron en lotes y fueron subastados públicamente; se podía
pagar en metálico y también con deuda pública. Continuación de ésta es la llamada Desamortización de Espartero,
que en 1841 afectó a las propiedades del clero secular (tierras de obispados y parroquias). La vuelta de los
moderados al poder en 1845 paraliza la desamortización.
En 1855, durante el Bienio Progresista, se llevó a cabo la llamada Desamortización de Madoz, que afectó a las
tierras que aún tenía la Iglesia y sobre todo a los bienes municipales, tanto los llamados de propios (cedidos a
particulares a cambio de una renta) como a los comunales (de aprovechamiento común por parte de los vecinos).
También esta vez se pudo pagar en metálico o con deuda.
Las consecuencias de las desamortizaciones fueron:
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La mayor parte de las tierras vendidas pasaron a manos de la oligarquía dirigente, ya que eran los únicos
que disponían de recursos económicos para comprarlas. Se consolidaros los latifundios.
Los campesinos resultaron perjudicados, no pudieron comprar las tierras y perdieron el derecho a los
usos comunales y al usufructo permanente de las que cultivaban.
Contra lo esperado no supuso una modernización de la agricultura, que siguió empleando métodos muy
tradicionales, sin aplicar innovaciones técnicas. Solo se produjo un pequeño incremento de la
producción agraria debido a que se incrementó la superficie cultivada.
Se obtuvieron más de 12.000.000.000 de reales, que sirvieron para disminuir la deuda pública, cubrir el
déficit y realizar obras públicas.
2.- Peculiaridades de la incorporación de España a la Revolución Industrial.
España, en comparación con otros países europeos, se incorporó tardíamente a la Revolución Industrial y cuando lo
hizo fue de manera incompleta y desequilibrada, ya que solo Cataluña, con el sector textil y Vizcaya y Asturias con el
metalúrgico se desarrollaron de forma importante.
El llamado fracaso de la Revolución Industrial en España tiene varias causas:
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La inestabilidad política, sobre todo la producida por las guerras (de la Independencia, Carlistas).
Escasez de carbón, fuente de energía básica, que además era mala calidad y de difícil extracción. Lo
mismo sucedía con algunas materias primas, como el algodón, que debían ser importadas en su
totalidad.
La independencia de las colonias provocó que se perdieran unos mercados con los que se mantenían
unas relaciones privilegiadas y una fuente de materias primas.
La orografía del país provocaba que la red de comunicaciones fuese muy deficiente, lo que dificultaba la
creación de un mercado nacional unificado.
Falta de capitales. Los capitalistas españoles preferían comprar tierras desamortizadas o deuda pública a
invertir en la industria. Esto provocó una fuerte dependencia de los capitales extranjeros.
Debilidad del mercado interior, con una población que crecía muy lentamente y que en su inmensa
mayoría tenía una capacidad adquisitiva muy baja.
Escasa competitividad de los productos españoles en el mercado internacional, ya que eran más caros y
de menor calidad. Este problema se acentuó por las políticas proteccionistas.
La actividad industrial española se centraba en muy pocos sectores y lugares. La industria textil del algodón, que se
localizaba en Barcelona, se mecanizó muy pronto, hacia 1855; la mano de obra estaba constituida
fundamentalmente por inmigrantes de otras regiones de España. Esta industria fue favorecida por la política
proteccionista que se practicó durante la mayor parte del s. XIX. La industria siderúrgica tuvo hasta mediados del
XIX un primer foco importante en Andalucía, siendo sustituida después por Asturias. A finales de siglo será Vizcaya la
que se convierta en el centro de la siderurgia gracias a la abundancia de hierro y la actividad de la empresa Altos
Hornos de Vizcaya. El retraso del desarrollo de la industria siderúrgica española se explica por el atraso de la
agricultura española, que no tenía una capacidad de demanda suficiente y por la Ley Ferrocarriles de 1855, que
permitió la importación de material extranjero. También fue un factor negativo el que el carbón español era de mala
calidad y difícil de extraer.
La Ley de Minas de 1871 supuso una desamortización del subsuelo español. Las minas, que pertenecían al Estado
español, fueron subastadas públicamente, siendo en muchas ocasiones compradas por empresas extranjeras. El
objetivo era reducir el déficit de la Hacienda con el dinero recaudado.
Durante la mayor parte del s. XIX los gobiernos optaron por una política proteccionista, que tenía como objetivo
favorecer la producción nacional elevando los aranceles que pagaban los productos extranjeros. Los beneficiados
por esta política fueron fundamentalmente los industriales textiles catalanes, los siderúrgicos vascos y los
latifundistas cerealistas castellanos. Únicamente durante el Sexenio Democrático, con el Arancel Figuerola (1869),
hubo un periodo de liberalismo para las importaciones de productos extranjeros. El comercio exterior creció a lo
largo del siglo, aunque siempre fue deficitario. España exportaba fundamentalmente materias primas e importaba
productos elaborados, sobre todo británicos y franceses.
3.- Modernización de las infraestructuras: el impacto del ferrocarril
La primera línea ferroviaria de España se construyó en 1848 entre Barcelona y Mataró, la segunda unió Madrid y
Aranjuez en 1851. La Ley de Ferrocarriles de 1855 supuso el inicio de un periodo de furor constructivo, con una
media superior a los 400 kilómetros anuales, que duró hasta 1865.
Desde el inicio se tomaron 2 decisiones que marcaron el modelo ferroviario español, la primera fue el diseño de una
red radial con Madrid como centro, la segunda fue darle una ancho de vía superior (1,67 metros) que al que se tenía
en Europa (1,44 m.), lo que dificultó las comunicaciones ferroviarias con el extranjero. El motivo de esta decisión fue
la creencia de que la difícil orografía española hacía necesaria la utilización de locomotoras más potentes.
La ley de 1855 estableció que la construcción se haría con capital público y privado, fundamentalmente francés. El
Estado subvencionó la construcción con la condición de que las líneas férreas construidas pasaran a ser propiedad
estatal transcurridos 99 años. Como consecuencia de las condiciones impuestas, las empresas, que podían importar
los materiales, utilizaron elementos de baja calidad que continuamente debían ser reparados, motivo por el cual no
se obtuvieron apenas beneficios. La industria española casi no se benefició de la construcción del ferrocarril, ya que
gran parte del material fue comprado a empresas belgas, francesas y británicas.
La crisis financiera de 1866 paraliza la construcción del ferrocarril cuando España contaba ya con 4750 km. Una
década después se reanudará, pero de una forma más lenta casi duplicando los kilómetros a finales de siglo.
El ferrocarril sirvió para construir un mercado nacional al conectar los centros productores con los centros de
consumo y cambió enormemente el coste, la velocidad y la cantidad de mercancías y pasajeros transportados.
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