Homilía en la misa de Nuestra Señora de Lourdes. 75 aniversario

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“Yo soy la Inmaculada Concepción”
(25 de marzo de 1858, 16ª. aparición)
Homilía en la solemnidad de Nuestra Señora de Lourdes
75° aniversario de la Gruta de Lourdes,
Mar del Plata, 11 de febrero de 2014
Queridos hermanos:
La Gruta y las pequeñas Hermanas de la Divina Providencia
Setenta y cinco años han transcurrido desde la inauguración de
este lugar privilegiado de la geografía religiosa de Mar del Plata. Desde
entonces, la Congregación de las Pequeñas Hermanas de la Divina
Providencia es testigo de la afluencia de verdaderas multitudes que
acuden a este santuario, buscando en la intercesión maternal de la
Virgen la experiencia de las entrañas de misericordia del mismo Dios.
Ellas brindan aquí, además, un ejemplar servicio de caridad hacia
los ancianos y enfermos, que armoniza con el espíritu de las
apariciones de Nuestra Señora en Lourdes. Como Obispo de esta
diócesis deseo expresarles mi gratitud por su testimonio y mi aliento
para continuar la tarea.
Una niña pobre
En la 16ª. aparición de la Virgen a Bernardita Soubirous, el 25 de
marzo de 1858, respondiendo a la pregunta de esta niña pobre y
analfabeta, la misteriosa Señora que ella veía le responde: “Yo soy la
Inmaculada Concepción”.
Bernardita nació el 7 de enero de 1844 y tenía catorce años en el
momento de la primera aparición. No podía ser más pobre por el
medio de donde provenía, por su entorno familiar y por su falta de
instrucción, incluso en la esfera religiosa. La simplicidad más
campesina era su rasgo evidente. Su condición social rozaba la miseria.
Ella y los suyos conocieron el hambre. Su salud será siempre precaria.
Las palabras mediante las cuales la Virgen le expresaba su
identidad, en ese momento excedían en mucho los conocimientos
religiosos de Bernardita. Las memorizó con esfuerzo.
Aprenderá a leer y a escribir más tarde. No hablaba el francés, que
era la lengua culta, sino que se expresa en el dialecto patois. Y en ese
dialecto le habló la Virgen durante sus dieciocho apariciones, entre el
11 de febrero y el 16 de julio de 1858.
En julio de 1866 hizo su ingreso en el noviciado de las Hijas de la
Caridad en Nevers, donde vivirá hasta su muerte a los treinta y cinco
años de edad, el 16 de abril de 1879. Al ser exhumados sus restos en
1909, como parte de su proceso canónico, fueron hallados incorruptos
y así han permanecido.
“El Evangelio es anunciado a los pobres”
Centrar por unos momentos la atención sobre esta joven mujer,
beneficiada con una de las apariciones marianas más resonantes de los
tiempos modernos, no nos distrae ni de la Virgen, protagonista
principal de las mismas, ni de Jesucristo cuyo evangelio resplandece
inalterable y actual en el mensaje de Lourdes.
La Virgen que en su cántico afirmaba que Dios, su Salvador, “miró
con bondad la pequeñez de su servidora” (Lc 1,47-48), se ha
complacido en buscar a alguien que perteneciera como ella al pueblo
más llano, que no llama la atención ni es tenido en cuenta.
Bernardita siempre se opuso a mostrarse. Concluidos los
numerosos interrogatorios, donde con santa sencillez desconcertaba a
los más cultos, quiso vivir en la verdad de lo cotidiano con el realismo
de una campesina y la fe robusta que la llevó a superar enormes
dificultades y pruebas.
Su vocación de ocultamiento y de vida ofrecida por el prójimo en
el convento de las Hijas de la Caridad, quedó expresado en estas
palabras: “Quiero mucho a los pobres, me gusta cuidar de los
enfermos: me quedaré con las hermanas de Nevers. Me han dado un
enfermo para cuidarlo; cuando me encuentro bien, nadie se ocupa de él
más que yo”.
Dios permitió que se viera rodeada de incomprensión, pues ni su
superiora llegó a creer en sus sufrimientos ni en la verdad de las
apariciones.
Un mensaje de puro Evangelio
El mensaje de la Virgen en Lourdes, resonó en medio de un siglo
que conoció un oleaje de secularización de la cultura y de la sociedad,
en el país que estuvo a la vanguardia del proyecto de expulsar a Dios
de la vida pública.
A través de una humilde chica campesina, el Señor nos ha nos ha
enseñado el camino de retorno. Por los labios maternales de María, la
pobreza evangélica y la penitencia, el rezo del rosario como ascenso
hacia los misterios de nuestra salvación, el amor a Dios por encima de
todo y al prójimo como a nosotros mismos. Son un programa al alcance
de todos y comprensibles por todos.
A través de la Virgen María que elige a esta pobre muchacha, el
Señor nos recuerda el camino de la simplicidad. El papa Francisco
viene instistiendo desde su elevación a la cátedra de Pedro, en la
necesidad de salir a anunciar y de salir a las periferias geográficas y
existenciales, que en nuestra ciudad son abundantes.
Aprovecho para decir en cuanta oportunidad puedo, el año de la fe
que hemos celebrado, no puede quedar en un acontecimiento bello
pero puntual, sino que tiene que ser una dimensión permanente de
nuestro quehacer como miembros de las Iglesia diocesana de Mar del
Plata, salir anunciar, evangelizar. El evangelio es para todos, y en
primer lugar tenemos la obligación de llevarlo a los pobres, tantas
veces encontramos en ellos, corazones bien dispuestos. Imitamos así al
mismo Dios, que en su lógica, salió a la periferia, qué mayor periferia
que Nazareth, donde estaba la Virgen, Nazareth de Galilea, en los
confines de la última, la más olvidada y despreciada de las provincias
de un inmenso imperio. Qué más periferia que Bernardett, Santa
Bernardita, pobre hasta el extremo y desde allí renació la vida
espiritual en Francia y sigue siendo hasta el día, en todas partes del
mundo, donde se erige una gruta como esta que tenemos, un poderoso
estímulo a volver a lo esencial del Evangelio, para entender que
solamente somos Iglesia si cumplimos con nuestra naturaleza y misión.
Nuestro gozo es el anuncio, nuestra alegría es imitar y seguir los
pasos de la Virgen, la que nos trae a Jesús, la que lo lleva, la que es
causa de gozo.
En el día de la Jornada Mundial de los enfermos, el mensaje de
Lourdes debe ser también un recuerdo apremiante para atenderlos
siempre con amor, y vuelvo a dar gracias a estas hermanas y a todas las
instituciones de caridad que salen al encuentro del rostro de Cristo en
los muchos rostros de los hermanos más necesitados.
 ANTONIO MARINO
Obispo de Mar del Plata
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