TRAS LAS ELECCIONES GENERALES 2006 Hay voces llenas de ansiedad y esperanza que asumen, tras el fracaso aprista de noviembre, que el APRA “inicia su desaparición”. Otras voces celebran, también, el inicio de la desaparición del PNP. Hay quienes juntos cantan la contundente derrota de el APRA y PNP, que ambos desaparecen inexorablemente a partir de este “torrente victorioso de los independientes”. Sin embargo, tras los estragos que deja el culminado proceso de noviembre, es obligatorio mirar –y sobre todo reconocer- con sobriedad y objetividad que JAMÁS el APRA o el PNP fueron fuerzas contundentes este año, año en el que el país se polarizó en torno a ambos partidos; es decir, el electorado peruano se alineó entre dos caudillos –no líderes- (según RAE:caudillo,”jefe, especialmente, de guerra”). Un caudillo que apareció de pronto –out sider- asumiendo la postura de antisistema, nacionalista, cuestionó las exoneraciones tributarias a transnacionales, el abusivo cobro de Telefónica, la injusta situación laboral de los services, etc., responsabilizando de ello a los tradicionales Partidos Políticos, por lo que propugnaba un cambio; por otro lado, el otro caudillo que encabezaba las hordas bufalescas que en ese momento aparentaban algo de tranquilidad pero que recogiendo la propuesta del nacionalista, aquella de la revisión de contratos con las transnacionales, del fin al cobro de renta básica, del fin a los services, etc., asumía su condición de “cambio responsable”. En torno a ambos se sumaban quienes se identificaban con unos u otros intereses. Los sectores E y D, en mayoría se alinearon en torno a quien reconocían como líder pues “era el único que enfrentaba a los ricos”, gran parte del sector C se alineaban con Ollanta pues recordaban no sólo el nefasto gobierno aprista, con hiperinflación, corrupción descarada, genocidio, entre otros males, sino que, además, se mostraban escépticos frente a la posibilidad de cambios en el aprismo, y naturalmente en su caudillo. En fin, no era el PNP un partido “grande”, era –y es- una agrupación política pequeña, pero inflada con emociones y esperanzas, así como mucho antiaprismo. Por otro lado encontramos a un aprismo también pequeño pero que, gracias a los temores que generaba la “candidata de los ricos” –en algo se parecía esta situación a la primera mitad del año 1990-, fue aglutinando a más electores al punto de ser considerado como la única fuerza capaz de derrotar a Ollanta en una segunda vuelta. Y eso sucedió, el APRA queda en segundo lugar pero, los temores de los sectores A y B movieron cielo y tierra a fin de atraer a segmentos de los demás estratos sociales hacia aquello que marketearon como “el cambio responsable”. “En fin, no era (el APRA) un partido “grande”, era –y es- una agrupación política pequeña, pero inflada con” una demoledora campaña de quienes jamás se resignarán a perder el poder. Hoy, tras el proceso de noviembre, ha quedado desnudado el escenario real: dos agrupaciones pequeñas, una que por tradición será difícil que desaparezca a corto o mediano plazo y la otra que por esa lógica de la vida tiende a desaparecer en tanto no posea una línea política e ideológica que sea capaz de aglutinar militantes y no oportunistas electoreros como la mayoría que se aupó al carro y hoy los vemos como “independientes” en el Congrezoo. Pero la población debe entender la impactante presencia política de los independientes como un rechazo a la clase política, a lo tradicional, al permanente engaño, incluso, a la pretensión –como lo manda la Ley de Partidos Políticos- de subsidiar a quienes enquistados en los partidos han visto como en gran negocio el ser militante o dirigente. Mg. José Darío Cedeño León DNI 17919241 Calle san José Nº 739, Laredo Docente UNS