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Condenada a la modernidad
a supervivencia de la Fiesta de los Toros no depende, como algunos
creen, de los «lobbies» antitaurinos, ni del nuevo orden europeo. La
tauromaquia sigue existiendo por sus capacidad de adaptarse a la
modernidad. Es un arte de sensibilidad y mientras no haya
disonancia entre las emociones que genera el espectáculo taurino y las
emociones de nuestra época, nada ni nadie podrá actuar con eficacia en
contra de la Fiesta. Por eso, la Tauromaquia está condenada a.la
modernidad.
Arte tradicional, que se nutre de un patrimonio cultural muy localizado,
pero que no es reductible ni a simples reflejos tradicionales ni a fronteras
inmutables e intocables. La mejor prueba de ello es, precisamente, el increíble
desarrollo de la Fiesta de los toros en Francia y su evidente impacto. Y cuando
digo en Francia es en toda Francia. Pues si es verdad que físicamente el
espectáculo taurino sólo existe en la zona del sur, la onda de su estética, de su
sentido fundamental, de su dramaturgia, circula por todo el país. No es
casualidad si un período sintomático de nuestra época, «Liberation», que nació
en mayo de 1968, dedica ahora una página semanal a los toros, y números
especiales a las más importantes ferias francesas. No es casualidad si en una
feria como la de Nimes no falta un solo periódico o cadena de televisión
nacionales. Si para el público acudir a la Feria de Nimes responde ahora
mismo a los mismos comportamientos sociales que Roland Carros o el
Festival de Cannes. El ritual social ha reconocido el ritual de la corrida de
toros y lo utiliza. Este reconocimiento mutuo entre lo tradicional y la modernidad es un postulado de base de la dinámica artística. Los artistas sienten
su época y la esgriman con sus toques de singularidad y de creatividad.
Y la sensibilidad de una época recibe la expresión del artista, y gracias a ella
se regenera. Y así avanza el tiempo. Así evoluciona la sociedad y los artistas.
La Fiesta de los toros no desaparecerá proque los toreros son grandes artistas
con inmensas potencialidades de expresión aunque sea sólo por el simple
hecho de que la materia que usan para crear es, ni más ni menos, que
L
SIMÓN CASAS
la muerte. Y ni la vida ni la muerte tienen límites. Ni en espacio, ni en tiempo,
ni en sentido. La muerte, como el sexo, son las fronteras del deseo, y el
deseo estructura nuestro destino. Y, por lo tanto, el destino colectivo,
El Cordobés toreaba como Los Beatles, Manolete correspondía a la estética
de la Segunda Guerra Mundial. Paco Ojeda es el torero de la democracia
española y Chamaco anuncia el año 2.000. ¿Toreros andaluces? ¿Artistas
españoles? No, porque- son destinos universales. La mayoría de nuestras
culturas han nacido en baños de sangre. El que coagula en la arena es
simplemente una gotita más. ¿Debemos evitarlo? Admisible pregunta que
tiene valor moral. Pero su legítimo fundamento nunca evitará que en la
infinita cadena de la reproducción de la vida existan infinidad de horrores
cotidianos. La genética es divina. Nuestra comedia también.
Históricamente el aficionado francés se sentía huérfano la tierra de procedencia de su pasión singular era la de España. Hoy este aficionado puede
tener el orgullo de que Francia sea un país ejemplar en la gestión de la Fiesta
de los toros. La razón de esto estriba en que, mientras España, sus intelectuales, sus políticos, su juventud, quería esconder a Europa la parte más
densa, mágica, de su patrimonio cultural, como pueden ser los toros y el
flamenco, expresiones ardientes de la fantástica belleza del alma del pueblo
español, los franceses comprendían que, en materia de cultural tradicional,
padecían un evidente déficit. La fuerza de España en la construcción europea
debe apoyarse en la realidad de los sentimientos de sus pueblos. Y la fuerza de
Europa en el mundo deberá apoyarse en el reconocimiento y el respeto de los
particularismos culturales.
¡Viva España, con su vírgenes, sus gitanas que bailan con anormal belleza,
sus toros y sus toreros!
¡Viva España, país lleno de vida, porque su cultura se elabora cerca, muy
cerca, de la muerte!
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