Materia: Historia de la Filosofía III-2 De Hegel a nuestros días Clase: 07 Tema: El pensamiento filosófico de Kierkegaard I La filosofía de Kierkegaard es precursora del existencialismo pues, en la medida en que se opone a concebir a la filosofía como un saber absoluto, sitúa a la existencia humana como el único punto de partida y de llegada de toda posible reflexión filosófica. Pero, esta concepción del quehacer filosófico no únicamente es un punto de vista académico o teórico, en el filósofo danés se convierte en parte de sí mismo, de su manera de ser y de las experiencias que lo marcaron en su vida. Incluso él mismo llegó ha decir que toda su filosofía estaba construida sobre lo que llamó una “enfermedad mortal” combinación de melancolía y desesperación. En este sentido, su pensamiento es una crítica a la filosofía entendida como sistema, es decir, a la filosofía hegeliana. Kierkegaard rechaza el sistema hegeliano porque, aunque se reconoce en la figura de la “conciencia desgarrada” –aquella a la que su mundo les ajeno- no concibe cómo es posible que Hegel haya abandonado al individuo dejándolo a merced del devenir histórico que, como el mismo Hegel lo diría, “aplasta muchas margaritas”. Así, el filósofo danés se opone a esta manera de hacer filosofía pues no hay en ella traza alguna de individualidad y, además, creadora de falsas expectativas de infinitud. Veamos a qué se refiere. Para él “la verdad es subjetiva”, esto significa que es únicamente el individuo quien puede decidir aquello que acepta como verdadero, como válido. Al ser finito, es decir, estar atrapado en las determinadas coordenadas de tiempo y espacio que no puede rebasar, el individuo es incapaz de alcanzar un saber total, como pretendía Hegel. Para Kierkegaard, los individuos estamos condicionados por el entorno en el que nos desarrollamos y lo que en ese momento sea “la verdad” lo será para cada uno de nosotros según nuestra experiencia. No puede existir una “verdad” para todos, pues todos tenemos experiencias diferentes del mundo y de esa “verdad”. Por ello, el individuo es definido como la absoluta negatividad, esto es, que somos incapaces de darnos sentido a nosotros mismos, no podemos sino ir optando por distintas posibilidades de ser. No hay algo así como una naturaleza o un telos que como seres humanos debamos alcanzar de manera individual o en conjunto (piénsese en Kant); lo único que tenemos son posibilidades de ser que se van presentando a lo largo de nuestra existencia. Para el filósofo danés, lo que sea la sustancia única del mundo, o el punto culminante de la historia o el despliegue del espíritu absoluto; es algo que le tiene sin mayor cuidado; pues, aunque puede reconocer la importancia de aquello para la humanidad, no “entiende” como puede eso incidir en lo que verdaderamente le interesa: su propia existencia. A él no le importa si sus obras van a perdurar por los siglos, de hecho esto sería un hecho desgraciado para su persona pues, como bien lo decía Hegel, no necesitamos de Beethoven para escuchar la quinta sinfonía y no necesitamos de Kierkegaard para entender su pensamiento; pero eso no es importante para el Kierkegaard de carne y hueso, para éste lo único que adquiere real importancia es la manera en que le ha de dar sentido a su existencia, un existencia que por lo demás ha de recorrer un determinado camino para alcanzar una seguridad y un bienestar duraderos. II Kierkegaard necesita encontrar una seguridad para su vida que ninguna filosofía o promesa de infinitud espiritual le ha podido ofrecer. Así que nos va a proponer un camino en el que, al ir desechando falsas seguridades, encontraremos aquello que nos pondrá en contacto directo con algo de pequeña estabilidad. Este camino son los tres estadios: a) Estadio Estético: está representado por la figura de “Don Juan”, el seductor que únicamente persigue un ideal de vida hedonista y sensual y que, al no reconocer a los demás sino como objetos, tampoco se realiza como verdadero sujeto. Además de que paulatinamente va perdiendo el interés por la conquista y va cayendo en el hastío. b) Estadio Ético: está representado por el “matrimonio” y se concibe como una nueva forma de relacionarse con los demás, no como simples objetos sino como iguales. Su figura es el matrimonio pues este simboliza el compromiso y la responsabilidad que adquiero al hacerme cargo del bienestar de un igual a mí mismo. Sin embargo, aún necesario dar un paso más, que nos permita una mayor comprensión de nuestra subjetividad. c) Estadio Religioso: este es ejemplificado por el sacrificio que Abraham haría con su hijo pues supone que no necesita entender “racionalmente” los mandatos de Dios para creer. De la misma manera, el individuo que no entiende la fe y cree se hala ante al absurdo, pero también se descubre a sí mismo como subjetividad, al experimentarse como negación de sí mismo. El paso del segundo al tercer estadio hace necesaria una suspensión total del estadio ético y un salto, dialéctico, hacia la fe, es decir, ha intentar establecer una relación directa con Dios. Sin embargo, el filósofo danés se da cuenta de que el diálogo con Dios es, en realidad, un monólogo y, por más que nos aferremos en creer, nunca estaremos seguros de sus designios y ante ello, sólo nos queda el “temor y temblor” pues, como al inicio, nuevamente estamos solos con la angustia de no tener un sentido para nuestra existencia. Pero también existe un sentido positivo de la angustia y ramón Xirau lo ha entendido muy bien: Pero la angustia bien entendida es la que lleva a darnos cuenta de nuestra verdadera condición: finitos, limitados, tenemos un deseo infinito de infinita presencia. La revelación de la finitud, a la cual se llega mediante la fe, es la solución a la angustia, el alcance de la verdadera libertad. Al construir la finitud de cada persona, la angustia nos construye y nos coloca, cara a cara, ante el infinito, ante el Dios que nos ha creado y cuyo entendimiento va más allá de nuestra limitada y finita inteligencia.1 1 Xirau, Ramón, Introducción a la historia de la filosofía, UNAM, México, 2005, p. 383.