El piropo callejero, ese de mal gusto que destaca las... forma más en la que se ejerce esa homociabilidad heterosexual,...

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Espacio público, piropos y sexualidad. ¿De qué “buen trato” me hablan?
Jueves, 31 de Enero de 2013 21:47
El piropo callejero, ese de mal gusto que destaca las cualidades físicas de las mujeres es una
forma más en la que se ejerce esa homociabilidad heterosexual, en la que la mujer no sólo es
un objeto, sino además un cuerpo disponible para cualquier hombre. Por José Manuel Morán, Cientista Político
Hace unos días, la Municipalidad de Quilicura publicó en su sitio web una convocatoria que
invita a l@s habitantes de la comuna a participar en un concurso de piropos organizado por el
municipio. La convocatoria anima a la gente a envía su "mejor repertorio" de piropos, y
promete premiar a los cuarenta más votados por el público. Esta no es su primera versión. Ya
en años anteriores la comuna dirigida por el alcalde Juan Carrasco había organizado el mismo
concurso en vísperas del día de los enamorados (14 de febrero), y en el marco de la campaña
"Quilicura Fomenta el Buen Trato a las Mujeres".
A simple vista, probablemente puede parecer una iniciativa simpática e inofensiva, e incluso
una buena forma de homenajear a las mujeres. Pienso, sin embargo, que valdría la pena darle
una vuelta más al asunto.
Es frecuente ver o escuchar en el espacio público todo tipo de "ingeniosas" frases y chistes
que exaltan el aspecto físico o las cualidades sexuales de sus destinatari@s. Por lo general,
estos dichos tienen casi siempre un mismo tipo de emisores, hombres heterosexuales, y están
dirigidos a un mismo tipo de sujeto, las mujeres. No quiero decir que no se dé el fenómeno
inverso, o que no existan hombres que piropean a hombres, o mujeres que piropean a mujeres,
pero en el espacio público el piropo de hombres hacia mujeres es bastante recurrente.
Frecuente es, además, que el calibre de dichas frases sea bastante subido de tono. Así, es
común escuchar frases soeces y de mal gusto dichas por hombres a mujeres en la vía pública,
que pasan por simples
"piropos"
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El impacto de estas frases y sus consecuencias a nivel de un orden de género es lo que
me gustaría pensar en las siguientes líneas.
En nuestras sociedades latinoamericanas, presas aún de códigos fuertemente patriarcales que
históricamente han puesto a las mujeres en un lugar jerárquicamente inferior al de los hombres,
el piropo (me refiero a ese frecuente piropo de mal gusto, sexista y y/o que busca destacar los
cuerpos sexuados de las mujeres) no es inocuo. Por el contrario, reproduce todo un orden
social y cultural que posiciona a mujeres y hombres en un lugar de desequilibrio a favor de
estos últimos.
El espacio público está regido por normas culturales, no escritas en ningún lado, pero
que modelan nuestra subjetividad y formas de comportarnos socialmente, estableciendo
quién puede decir o hacer determinadas cosas, y quien no. Instituyen, de algún modo,
que algunas personas puedan circular libremente en ese espacio, mientras que otras se
ven siempre sujetas a la amenaza de la violencia o el desprecio. Visto desde una óptica
de género, las regulaciones normativas del espacio público son distintas para hombres
y mujeres. Por uno u otro motivo, históricamente las mujeres han quedado relegadas a un
lugar donde la amenaza y la inseguridad están latentes, susceptibles de ser violentadas de
múltiples modos en el espacio público, en una experiencia que los hombres no vivimos de
manera tan frecuente e intensa. Lo digo porque los hombres no vivimos bajo la constante
posibilidad de que un o una extrañ@ nos manosee en la vía pública o en el transporte colectivo
sin nuestro consentimiento, podemos caminar por ciertos lugares y a ciertas horas sin temor a
ser violados, o podemos pasar por determinados sitios sin que nos humillen con frases de mal
gusto.
La académica estadounidense Eve Kosofsky Sedgwick utilizaba el término
"homosociabilidad heterosexual" para designar esta lógica que aun rige el espacio
social. En sus palabras, este concepto grafica el hecho de que las relaciones interpersonales
que se dan en el espacio público se estructuran en nuestras sociedades centralmente en base
a una sociabilidad entre hombres, donde las mujeres son sexualizadas y asumidas como
objetos de intercambio sexual. En otras palabras, las mujeres suelen ser vistas en el espacio
público como objetos (sexuales, por lo demás), y no como sujetos.
En este sentido, el piropo callejero, ese de mal gusto que destaca las cualidades físicas
de las mujeres (en detrimento de cualquier mérito, por ejemplo), ese que amenaza con
todo tipo de propuestas sexuales, ese que es vociferado en voz alta o susurrado al oído
en plena calle, es una forma más en la que se ejerce esa homosociabilidad heterosexual,
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en la que la mujer no sólo es un objeto, sino además un cuerpo disponible para
cualquier hombre. O como señala la filósofa Diana Maffía, es un cuerpo abordable sin ningún
tipo de consentimiento, por el sólo hecho de estar ahí. El piropo, de este modo, es una forma
de ejercer violencia de género.
De ahí que considero que el piropo no es inofensivo, sino, por el contrario, profundamente
ofensivo.
No quiero decir que todo tipo de piropo es violento o sexista. Decirle un cumplido a otra
persona, no es algo malo en sí mismo. Pero sí lo es el piropeo soez de hombres a mujeres,
bastante recurrente en el espacio público, que reproduce el sistema de dominación patriarcal al
que aludo.
Ese piropo, visto en estos términos, es una forma en la que se reproduce un orden donde los
circuitos del deseo masculino heterosexual establecen a la mujer como una propiedad de los
hombres. Y así, en este imaginario sexista, tendríamos el "derecho" de decirle a la mujer lo que
nos plazca, independientemente de si contamos o no con su consentimiento, o del modo en
que nuestros dichos la afecten.
Por esto, organizar un concurso de piropos está lejos de ser una práctica que fomente "el buen
trato a las mujeres", como supuestamente pretende la Municipalidad de Quilicura.
Claro, quienes organizaron el evento deben haber pensado, sin duda con las mejores
intenciones, que sería una forma de homenajear a las mujeres. Y es probable que muchas
mujeres así lo sientan. Pero lo que planteo va más allá de las percepciones individuales.
Tiene que ver con un orden social que posiciona a las personas en lugares
jerárquicamente diferenciados en base a ciertas normas de género.
Y tiene que ver, sobre todo, con una ciudadanía que no puede pensarse como desligada del
cuerpo, ya que las mismas normas que regulan el espacio social de l@s ciudadan@s disponen
ciertos privilegios para determinados cuerpos y ciertas desventajas para otros.
El concurso organizado por la Municipalidad de Quilicura, por supuesto, no parece prestarse
para piropeos que impliquen palabras soeces. Sería un abuso si así fuese. Sin embargo, como
ha ocurrido en sus versiones anteriores, sí se presta para premiar a frases que destacan
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atribuciones físicas ligadas a la sexualidad. Aquellas frases que parecen simpáticas y
"galanes", desplazan sutilmente a las mujeres de su lugar de interlocutoras válidas, enfatizando
el hecho de que lo único relevante de ellas sería su cuerpo sexuado. "Homenajear" a las
mujeres por sus atributos físicos, desde esta perspectiva, no puede ser visto como una práctica
que fomente el buen trato. Y ni siquiera como un homenaje.
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