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¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío,
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!
¡Cuántas veces el ángel me decía:
«Alma, asómate ahora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía»!
¡Y cuántas, hermosura soberana,
«Mañana le abriremos», respondía,
para lo mismo responder mañana!
Canto: TÚ HAS VENIDO A LA ORILLA
Tú has venido a la orilla,
no has buscado ni a sabios ni a ricos.
Tan sólo quieres que yo te siga.
SEÑOR, ME HAS MIRADO A LOS OJOS
SONRIENDO HAS DICHO MI NOMBRE.
EN LA ARENA HE DEJADO MI BARCA:
JUNTO A TI, BUSCARÉ OTRO MAR.
Tú sabes bien lo que tengo,
en mi barca no hay oro ni espada,
tan sólo redes y mi trabajo.
(Estribillo)
¡ANUNCIAREMOS TU REINO!
“Convocando a los Doce... los envió a proclamar el Reino de
Dios y a curar”. (Lc 9)
El Reino de Dios está “oculto”, como la perla y el tesoro. El
descubrimiento del Reino cambia la vida de quien lo descubre.
Su alegría es inconfundible. Ha encontrado lo esencial, lo mejor
de Jesús, lo que puede transformar la vida. Esta es la decisión
más importante que hemos de tomar en la Iglesia y en las
comunidades cristianas: liberarnos de tantas cosas accidentales
para comprometernos con el Reino de Dios. Despojarnos de lo
superfluo. Olvidarnos de otros intereses. Saber perder para
ganar en autenticidad.
El domingo pasado fue la fiesta de Cristo Rey. En el
Evangelio (Mt 25,21-46) no se pronuncian grandes palabras, ni
siquiera se habla del amor. Jesús habla de cosas y acciones muy
concretas (comida, ropa, algo de beber, un techo, dar de comer,
vestir, hospedar, liberar...), y de personas también concretas, al
alcance de nuestra mirada: “¿Cuando te vimos...?” ¡Siempre la
condición de la mirada! Porque de eso se trata: de ver para
hacer; ver hoy para reaccionar hoy.
Y un dato de máxima importancia: la razón para no
participar en el reinado de Dios no es por haber hecho algo
malo, sino por haber dejado de hacer el bien.
Pidamos a Jesús que nos dé ojos para ver y corazón para
descubrir al hermano en las personas que pasan a nuestro lado.
hacerlo... porque Él nos eligió
consejos y procura hacerlos tuyos.
Dios nos eligió
para mostrarnos unos a otros
el rostro del amor de Dios.
Somos el vocabulario de Dios;
palabras vivas
para dar voz a la bondad de Dios
con nuestra propia bondad,
para dar voz a la compasión, la ternura,
la solicitud y la fidelidad de Dios
con las nuestras propias.
¿Cómo vivimos las oportunidades de vivir “en cristiano”
cada día?
Lee despacio y después piensa a qué persona puedes hacer
estos regalos y entregáselos.
TOMA
Toma una sonrisa
y regálasela a quien
nunca la ha tenido.
(minutos de silencio)
¡VOCES QUE CONFUNDEN!
Hay frases, dichos, refranes... que se nos pegan desde niños
y nos siguen acompañando a lo largo de toda la vida:
“¡Tú a lo tuyo, no te metas en líos!”
Toma un rayo de sol
y hazlo volar hasta allí
donde reina la noche.
Descubre una fuente
y haz que se bañe en ella
quien vive en el fango.
“Que cada cual se las arregle como pueda”
“Está así porque es un cabeza rota”
“Eso es cosa de curas”
“la religión está pasado de moda”
Un santo del siglo II decía que un cristiano es alguien útil
a los demás.
Jesús en el evangelio nos propone: Dar fruto, ser luz y sal
del mundo, no atesorar tesoros que se puedan corromper, echar
una mano a quien lo necesite.
Cada día te presenta mil oportunidades (en la familia, en el
trabajo, en el ambiente que te rodea...) Dale vueltas a estos
Toma una lágrima
y ponla en el rostro
de quien nunca ha llorado.
Comparte con el grupo:
¿Qué es lo que has regalado?
Toma el valor
y ponlo en el ánimo
de quien no sabe luchar.
Descubre la vida
y cuéntasela a quien
no sabe captarla.
Toma la esperanza
y vive en su luz.
Toma la bondad
y dásela a quien
no sabe dar.
Descubre el amor
y dáselo a conocer
al mundo.
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