A 100 días del levantamiento del cepo

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Año 38 - Edición Nº 862 – 29 de Marzo de 2016
A 100 días del levantamiento del cepo
Jorge Vasconcelos
[email protected]
A 100 días del levantamiento del cepo1
Entre las primeras medidas adoptadas por la actual administración se cuenta el
levantamiento del llamado cepo cambiario, dispuesta el 17 de diciembre pasado, sólo
una semana después de haber asumido. Fue una señal de diferenciación con la gestión
anterior, pero también el producto de asignarle a la restricción externa una prioridad
mayor que al problema fiscal. Este sesgo se hizo más nítido en los pasos siguientes, ya
que al levantarse el cepo pasó a ser urgente el acceso al financiamiento internacional,
para lo que había que terminar el litigio en la sede del juez Griesa. Como esta vía de
acción requiere modificación de leyes y avales del Congreso, era inevitable que las
negociaciones en el recinto llevaran a concesiones fiscales. El tema es que el arreglo
externo ayuda
a bajar el riesgo país, pero la falta de noticias vinculadas con la
reducción del déficit presupuestario le pone un piso a ese movimiento. Entre los pocos
instrumentos disponibles para encarar el tema fiscal se encuentra la reducción de
subsidios a la energía y al transporte, más allá de lo que se ha anunciado, apostando
además a que la recaudación tributaria no se resienta demasiado.
Esta publicación es propiedad del Instituto de Estudios sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (IERAL). Dirección Marcelo L. Capello.
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Nota publicada en el diario La Voz del Interior el 27 de Marzo de 2016 2
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Eran muy escasas las reservas del Banco Central hacia el 10 de diciembre de 2015. En
realidad, las de ”libre disponibilidad” probablemente eran negativas, aunque las de
caja eran positivas por una cifra del orden de los 7 mil millones de dólares (encajes de
los depósitos en moneda extranjera, oro, pagos pendientes a bonistas y Cedin).
Aun con aquellas limitaciones, el nuevo gobierno demoró apenas una semana en abrir
el cepo, y la jugada salió muy bien porque había confianza, porque los argentinos han
acumulado cifras extraordinarias en activos dolarizados y porque, al principio,
subsistieron algunas restricciones al pago de importaciones y se buscó acelerar al
máximo la liquidación de exportaciones pendientes.
Para ese último objetivo hubo una agresiva eliminación de retenciones, salvo el caso
de la soja. Desde el punto de vista cambiario (alimentar la oferta de dólares), esa
política tenía su justificativo, pero desde el lado fiscal, los costos fueron significativos.
Quizá se podría haber logrado algo parecido pero manteniendo inicialmente un
impuesto marginal (a cuenta de Ganancias) a la exportación de otros productos de la
pampa húmeda. No fue ese el camino y el gobierno arrancó ampliando el déficit fiscal,
ya que la eliminación de retenciones implicó sacrificar ingresos nacionales por unos 45
mil millones de pesos, a lo que hay que sumar otras medidas a punto de ser
implementadas o ya en vigencia que entre mayores gastos y menor recaudación
agregan unos 70 mil millones al rojo presupuestario ( modificación del mínimo no
imponible de Ganancias, ampliación del alcance de la Asignación Universal por Hijos,
devolución del IVA en canasta básica, así como el cumplimiento del fallo que benefició
a Cordoba, San Luis y Santa Fe por el tema de la retención de coparticipación a favor
de la Anses). Así, tenemos un total de 115 mil millones de pesos/año resignados por
el Tesoro Nacional, que compara con los 50 a 60 mil millones de pesos que se
lograrían por el recorte ya anunciado de los subsidios a la energía eléctrica, desnivel
que obliga a esperar aumentos adicionales de tarifas en lo que resta del año. Esto pese
a la mejora de los números fiscales del primer bimestre, ya que la fuerte contención
del gasto ejecutada en enero y febrero, congruente con el objetivo de evitar una
espiralización de la inflación, no luce sostenible para el resto del año.
Si bien las condiciones políticas de arranque del nuevo gobierno justifican muchas de
las medidas comentadas, lo que se intenta subrayar aquí es que la falta de resolución
del problema fiscal no es gratuita. Por eso, si el Senado aprueba en los próximos días
el acuerdo con los llamados “fondos buitre”, las apuestas coinciden en que la Argentina
tendrá que aceptar una tasa de interés promedio de 7,5 % a 8 % anual para tomar del
circuito internacional los 10 mil millones de dólares necesarios para cerrar esa
operación. Todavía estaríamos pagando el doble que varios de los países vecinos.
¿Por qué no baja más rápido el riesgo país?. Una razón es que este año la Argentina le
estará provocando un verdadero “empacho” al mercado de deuda soberana de países
emergentes. Además de la emisión para cerrar el tema buitres hay en danza otros 5
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mil millones de dólares del gobierno nacional, sin contar YPF y las provincias. Hay que
tener en cuenta que el volumen del mercado de bonos soberanos de emergentes es
del orden de los 90 mil millones de dólares/año, por lo que estaríamos apuntando a
capturar más de 20 % de ese total.
La historia de nuestro país también influye en la parsimonia con la que baja el riesgo,
así como el hecho que este año el sector público nacional todavía no ha podido
completar y presentar formalmente cómo habrá de ejecutarse el programa financiero
2016. La necesidad de financiamiento (incluye déficit primario, intereses y
vencimientos de deudas preexistentes) suma un estimado de 500 mil millones en la
parte pesos y unos 6 mil millones en la parte dólares (si se excluyen los vencimientos
con Banco Mundial, BID y otros organismos). Para el segmento pesos no está claro
todavía cómo se habrán de financiar entre 150 y 160 mil millones, por fuera de los
aportes del Banco Central y la Anses.
Además, en esta etapa asoma un conflicto entre la política monetaria y la fiscal: las
tasas de interés al 38 % anual que fija el Banco Central para las colocaciones de
Lebacs se transmiten a la operatoria bancaria y el encarecimiento del crédito afecta la
marcha de la recaudación por dos vías: menor nivel de actividad y postergación de
pagos a la AFIP. Después, si la inflación efectivamente baja en el segundo semestre, la
recaudación puede aumentar en términos reales pero desacelerarse en términos
nominales. Y hay partidas de gasto, caso de salarios estatales y jubilaciones, que
apuntan a subir a un ritmo de 30 % anual.
Ese es el motivo por el que el gobierno no podrá olvidarse del tema tarifas. En 2015,
las partidas aplicadas por el sector público nacional para subsidios a la energía y al
transporte sumaron nada menos que 230 mil millones de pesos y es ahí donde queda
margen para el ajuste.
De todos modos, hay un factor compensador de las malas noticias para el bolsillo de la
población que puede ser muy efectivo. Se trata de los efectos positivos del uso más
eficiente de los recursos públicos, que permite lograr “más con menos”. Es el caso de
Vialidad, Aerolíneas Argentinas, Fútbol para Todos y muchos otros.
Hay un potencial enorme si efectivamente se deja atrás el régimen de “capitalismo de
amigos” que caracterizó a la gestión anterior. Aquel esquema penalizaba la inversión,
ya que quienes ganaban contratos no aportaban recursos propios; además, la
productividad de ese capital (reciclado desde el estado) era muy baja, al tiempo que la
proliferación de esas prácticas terminó alejando a empresas que sí podrían haber
aportado tecnología y financiamiento.
En la medida en que el “capitalismo de amigos” quede atrás, las señales de apoyo
desde el mundo desarrollado, caso de la visita del presidente Obama, dejaran
progresivamente de tener un carácter fundamentalmente político y pasarán a tener un
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contenido cada vez más concreto en términos económicos. Del gobierno y de la
oposición depende que esto contribuya a mejorar la productividad y la distribución
genuina de los ingresos, y no a la inauguración de una nueva etapa de distorsiones.
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