ACTIVIDAD FÍSICA EN UNIVERSITARIOS Y SU RELACIÓN CON AUTOEFICACIA Y PERCEPCIÓN DE RIESGO JUAN CAMILO BARBERÁN DURÁN JULIANA ROA TREJOS PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA CALI FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS SOCIALES DEPARTAMENTO DE CIENCIAS SOCIALES CARRERA DE PSICOLOGÍA, 2016 ACTIVIDAD FÍSICA EN UNIVERSITARIOS Y SU RELACIÓN CON AUTOEFICACIA Y PERCEPCIÓN DE RIESGO JUAN CAMILO BARBERÁN DURÁN JULIANA ROA TREJOS Trabajo de grado presentado como requisito parcial para optar al título de Psicólogo Directora: MARÍA TERESA VARELA ARÉVALO, Ps. MSc. PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA CALI FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS SOCIALES DEPARTAMENTO DE CIENCIAS SOCIALES CARRERA DE PSICOLOGÍA, 2016 ARTICULO 23 de la Resolución No. 13 del 6 de Julio de 1946, del Reglamento de la Pontificia Universidad Javeriana. “La Universidad no se hace responsable por los conceptos emitidos por sus alumnos en sus trabajos de Tesis. Solo velará porque no se publique nada contrario al dogma y la moral católica y porque las Tesis no contengan ataques o polémicas puramente personales; antes bien, se vea en ellas el anhelo de buscar la Verdad y la Justicia”. Nota de Aceptación _________________________ _________________________ _________________________ _________________________ _________________________ _________________________ Santiago de Cali, 2016 TABLA DE CONTENIDO RESUMEN INTRODUCCIÓN ................................................................................................................... 1 MÉTODO ............................................................................................................................... 34 Tipo de estudio ................................................................................................................. 34 Participantes ..................................................................................................................... 34 Instrumento ....................................................................................................................... 36 Procedimiento ................................................................................................................... 37 Análisis de resultados ...................................................................................................... 38 Consideraciones éticas ................................................................................................... 39 RESULTADOS ..................................................................................................................... 40 DISCUSIÓN .......................................................................................................................... 57 REFERENCIAS .................................................................................................................... 69 ANEXOS LISTA DE TABLAS Tabla 1. Variables del estudio 35 Tabla 2. Caracterización de la muestra 41 Tabla 3. METs min/semana en actividad física moderada 42 Tabla 4. METs min/semana en actividad física vigorosa 43 Tabla 5. METs min/semana en la caminata 44 Tabla 6. METs min/semana en actividad física total 45 Tabla 7. Puntaje de Autoeficacia 47 Tabla 8. Indicadores de autoeficacia para actividad física 50 Tabla 9. Puntaje de Percepción de riesgo 51 Tabla 10. Indicadores de percepción de riesgo para la actividad física 54 Tabla 11. Correlaciones de Pearson entre las variables de análisis 55 Tabla 12. Tablas cruzadas entre las variables de análisis 56 LISTA DE FIGURAS Figura 1. Adaptación del Modelo de Acción en Favor de la Salud 27 Figura 2. Nivel de actividad física de los estudiantes 45 Figura 3. Nivel de actividad física por género, facultad y ubicación semestral. 46 Figura 4. Nivel de autoeficacia percibido frente a la actividad física 48 Figura 5. Niveles de autoeficacia para género, facultad y ubicación semestral 49 Figura 6. Nivel de Percepción de riesgo para la actividad física 52 Figura 7. Percepción de riesgo en género, facultad y ubicación semestral 53 LISTA DE ANEXOS Anexo 1. Cuestionario de actividad física en jóvenes universitarios Anexo 2. Forma de calificación del cuestionario Anexo 3. Consentimiento Informado Anexo 4. Formato devolución de resultados del Trabajo de Grado 1 RESUMEN La actividad física se reconoce como importante para la salud de las personas, siendo la juventud un periodo reconocido como de mayor riesgo. Se han estudiado diversas variables psicosociales para explicar este fenómeno, sin embargo, no se ha profundizado en la relación de la autoeficacia y la percepción de riesgo en la realización de actividad física en jóvenes universitarios. El presente trabajo tuvo como objetivo establecer la relación entre percepción de riesgo y autoeficacia con la actividad física en estudiantes universitarios. El estudio tuvo un método cuantitativo no-experimental, con diseño transversal correlacional. Los datos fueron recolectados en una universidad privada de Cali, con una muestra de 124 estudiantes. La información se recogió a través del Cuestionario de actividad física en jóvenes universitarios y se analizó con el software SPSS 23.0. Los resultados señalan que un cuarto de los estudiantes presentan niveles bajos de actividad física, siendo esos niveles bajos en mujeres. Estas cifras son similares a las reportadas por otros estudios e informes. La mayoría reportan niveles altos o moderados de autoeficacia y percepción de riesgo para la realización de la actividad física, pero sólo la autoeficacia presenta relación con el nivel de actividad física, de manera que a mayor autoeficacia, mayor actividad física. Los resultados aportan información a la institución para ser considerada dentro de las intervenciones que buscan promover la actividad física en sus estudiantes. Palabras Clave: Actividad física, Autoeficacia, Percepción de riesgo, Universitarios. 1 INTRODUCCIÓN En la actualidad se reconoce que la salud de las personas en gran medida depende de sus comportamientos. Además de la herencia genética, la salud está determinada considerablemente por los hábitos del estilo de vida de las personas. Gran variedad de las enfermedades causan la muerte prematura a consecuencia de hábitos que pueden prevenirse y que afectan negativamente la salud, lo que indica que las personas tienen control sobre estos hábitos, como es el caso de la falta de actividad física (Schwarzer y Fuchs, 1999). La Organización Mundial de la Salud (World Health Organization [WHO], 2015a) define la actividad física como los movimientos del cuerpo producidos por los músculos esqueléticos cuyo resultado es el gasto energético. La actividad física abarca un gran número de actividades que tienen en cuenta el movimiento corporal, incluyendo actividades realizadas en el trabajo, hogar, viajes y actividades recreativas, como por ejemplo caminar, montar en bicicleta, cargar las bolsas del mercado, etc. El término de actividad física suele confundirse con conceptos tales como ejercicio físico y deporte, los cuales son abarcados por la actividad física pero no son sinónimos de la misma. El ejercicio físico, una subcategoría de la actividad física, es una actividad planificada, estructurada y repetitiva que se realiza para lograr un fin específico encaminado a mantener o mejorar componentes del estado físico. Mientras que el deporte es considerado una actividad física que abarca cierta normatividad a la hora de practicarlo en un lugar y un contexto (Cavill, Kahlmeier y Racioppi, 2009; WHO, 2015a). 2 Autores como Devís (2000), complementan la conceptualización anterior agregando que la actividad física produce una experiencia personal que permite la interacción con otras personas y con el ambiente en el que un individuo se desenvuelve. En otras palabras, la actividad física permite ejecutar movimientos que posibilitan conocer la realidad física que los rodea y facilitando la relación entre los individuos que hacen parte de una sociedad. La actividad física se encuentra presente en todas las cosas que el ser humano realiza a lo largo del día a excepción del reposo. Teniendo en cuenta la gran variedad de actividades que se pueden realizar, la actividad física se clasifica en actividades necesarias para sobrevivir y actividades que se realizan con el fin de relacionarse con los demás, mejorar la salud, buscar la diversión, entre otras (Devís, 2000). Cuando se presentan niveles bajos de actividad física se considera que se produce el sedentarismo. Este hace referencia a aquellas actividades cotidianas que no generan un gasto energético mayor o igual al 10% que en promedio se consume realizando actividades pasivas, es decir, de poca agitación o movimiento. El sedentarismo se puede entender como la no realización de actividad física de al menos 25 a 30 minutos de duración. Algunos ejemplos de actividades sedentarias son ver televisión, hablar por teléfono, hacer siesta, leer, jugar o trabajar en el computador, entre otras (Organización Mundial de la Salud [OMS], 2003). La actividad física debe ser practicada habitualmente, por lo que existen recomendaciones mundiales para que su práctica sea beneficiosa para la salud. Para abordar tales recomendaciones, es necesario conocer la intensidad de la actividad física, la cual se refiere a la cantidad de esfuerzo hecho por un individuo y varía de acuerdo al tipo de actividad y a la capacidad del mismo (Cavill et al., 2009). La unidad de medida utilizada para expresar la intensidad en la actividad física es el equivalente metabólico conocido como MET por sus siglas en inglés (Metabolic Equivalent). El MET es el índice de la tasa metabólica de una persona ejerciendo algún tipo de actividad comparado con la tasa metabólica de una persona en estado 3 de reposo. Un MET se define como el costo enérgico del descanso y es equivalente a un consumo calórico de 1 cal/kg/hora (WHO, 2105b). Se distinguen dos tipos de intensidad, que son la actividad física moderada y la actividad física vigorosa. Por un lado, la intensidad moderada incrementa la frecuencia cardiaca y aumenta ligeramente la temperatura y la respiración. Se incrementa el metabolismo corporal de 3 a 6 veces respecto a los valores del reposo (3-6 METs). Entre las actividades de intensidad moderada se destacan caminar a paso ligero, bailar, cargar o mover cosas que pesen menos de 20 kg, labores del hogar, etc. Por otro lado, la intensidad vigorosa es aquella que lleva a las personas a sudar, a respirar rápido y a aumentar considerablemente la frecuencia cardiaca, este tipo de intensidad incrementa el metabolismo por lo menos seis veces (6 METs), respecto a los valores de reposo. Ejemplos de actividades de intensidad vigorosa son correr, escalar, montar bicicleta, nadar rápido, cargar o mover cosas que pesen más de 20 kg y los deportes en general (WHO, 2015b). Asimismo, los niveles recomendados de actividad física varían según la edad de la persona. Por ello, la OMS ha realizado las recomendaciones por grupos de edad distinguiendo a las personas entre 5 a 17 años que abarca a niños y adolescentes, el grupo que le sigue es el de los adultos que comprenden edades desde los 18 a los 64 años de edad, y el último grupo tiene en cuenta a las personas mayores desde los 65 años en adelante. Estos grupos han sido clasificados así teniendo en cuenta evidencias científicas asociadas con la salud, de tal manera que la práctica recomendada pueda favorecerla (WHO, 2015b). Los niveles de actividad física para la salud recomendados a la población adulta indican que al menos se debe realizar 150 minutos semanales de actividad física moderada o 75 minutos semanales de actividad física vigorosa (se puede realizar combinaciones de actividades físicas que involucren ambos tipos de intensidad). Como mínimo, cada sesión de actividad física debe durar 10 minutos seguidos. Para obtener beneficios adicionales a la salud, es recomendable acumular 300 minutos semanales de actividad física moderada o 150 minutos de actividad 4 física vigorosa. Finalmente, se recomienda realizar actividades que permitan fortalecer grupos musculares dos o más días a la semana (WHO, 2015b). La falta de conocimiento sobre los niveles recomendados de actividad física pueden influir en la realización de la misma, debido a que las personas pueden considerar erróneamente que las actividades que realizan son suficientes para mantenerse saludables, incluso pueden existir personas que tienen estilos de vida sedentarios pero no los consideran como tal (OMS, 2010). Frente a esto, un estudio realizado por Hunter, Tully, Donnelly, Stevenson y Kee (2014) pretendió relacionar el conocimiento de los niveles mínimos de actividad física y su práctica. La muestra estuvo conformada por 4653 adultos irlandeses. Los resultados indican que el 55% de los participantes son sedentarios, lo cual podría estar relacionado al hecho de que el 92% de los encuestados no conocen los niveles mínimos recomendados de actividad física. Actualmente, es posible evidenciar que a nivel mundial los niveles de actividad física no se acercan a lo esperado. La OMS (WHO, 2015a), afirma que aproximadamente el 23% de la población adulta (entre 18 y 64 años) no realiza los niveles recomendados de actividad física. En este mismo informe se registra que el 81% de la población adolescente mundial (entre 11 y 17 años) presenta niveles bajos de actividad física, predominando las mujeres (84%) en contraste con los hombres (78%). Las cifras anteriores presentan un panorama que amerita atención, si se tiene en cuenta que aproximadamente el 6% de las muertes globales se pueden atribuir directamente a la falta de actividad física, y ésta ha sido catalogada como el cuarto factor de riesgo de mortalidad global, incrementando el riesgo de muerte en un 25%. Los bajos niveles de actividad física son también la causa de aproximadamente el 27% de los casos de cáncer de mama, colon, y diabetes (WHO, 2015a). Los bajos niveles de actividad física han llegado a causar 1.9 millones de muertes anuales a nivel mundial y representaron un costo en actividades médicas de alrededor de $75 billones de dólares sólo en Estados Unidos (OMS, 2003). 5 En el contexto latinoamericano, la Organización Panamericana de la Salud (OPS, 2011) menciona que entre el 30 y 60% de la población no cumple con los niveles mínimos de actividad física diaria, por lo que autores como Webber et al. (2012), concluyen que los estilos de vida sedentarios son comunes en Latinoamérica. Frente a los datos de prevalencia de actividad física estimados en Colombia, la Encuesta Nacional de la Situación Nutricional en Colombia – ENSIN 2010 (Ministerio de la Protección Social [MPS], Instituto Colombiano de Bienestar Familiar [ICBF], Instituto Nacional de Salud [INS] y Profamilia, 2011), realizada entre el año 2009 y 2010, encuestó 50670 hogares colombianos con personas hasta los 64 años de edad, reportó que únicamente el 19,9% de la población cumple las recomendaciones de actividad física en tiempo libre (Hombres 28,2%, Mujeres 13,8%). Además plantean que el 33,8% de la población camina como medio de transporte (Hombres 37,4%, Mujeres 31,2%). A la par con los resultados anteriores, en Colombia se han realizado estudios en diferentes ciudades para determinar la prevalencia de actividad física en poblaciones específicas. Martínez, Saldarriaga y Sepúlveda (2008) estimaron la prevalencia de la actividad física en 3979 personas de la ciudad de Medellín entre los 16 y los 85 años de edad, encontrando que sólo una de cada cinco personas (21,2%) realiza suficiente actividad física para proteger la salud. Resultado que coincide con la investigación de Piñeros y Pardo (2010), que pretendieron estimar la prevalencia de la actividad física de estudiantes adolescentes en Bogotá, Bucaramanga, Cali, Valledupar y Manizales. Los resultados evidenciaron que el 80% de los estudiantes de las cinco ciudades reportan realizar menos actividad física de lo recomendado. Específicamente en Cali, el Centro para el Desarrollo y Evaluación de Políticas y Tecnología en Salud Pública [CEDETES] (2006) reporta que en la ciudad el 79,5% de la población es sedentaria, siendo las mujeres las que menos actividad física realizan (80%). Adicionalmente, el 17,1% la población joven de la ciudad reporta que realiza suficiente actividad física, lo que indica que el 82,9% de los 6 jóvenes caleños son poco activos. Estas cifras son elevadas a pesar de que el 99% de la población caleña indicó reconocer los beneficios para la salud que proporciona la actividad física. De acuerdo a la prevalencia de la actividad física anteriormente expuesta, los bajos porcentajes de las personas activas físicamente indican que existe una cantidad considerable de personas que no se benefician de los aportes que la actividad física ofrece a la salud. Los beneficios de la actividad física se pueden describir tanto a nivel fisiológico, como psicológico, social y económico. A nivel fisiológico, la actividad física constituye un factor protector frente a enfermedades crónicas no transmisibles aportando múltiples beneficios para la salud, pues su práctica habitual reduce los niveles de morbilidad y mortalidad atribuidos a este tipo de enfermedades (WHO, 2015a). Las enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT) son consideradas una epidemia que impacta gravemente la salud de un gran número de personas. En la actualidad, este tipo de enfermedades representa el 75% del total de muertes en la región de las Américas. Las conductas de riesgo que pueden llevar a su desarrollo son la alimentación industrializada, el consumo de alcohol, el tabaquismo y la falta de actividad física, siendo el último el factor de riesgo el más influyente en este tipo de enfermedades. En consecuencia, para el año 2030 se proyecta que este tipo de enfermedades puede llegar a aumentar en un 42,4% en el continente americano si no se realizan cambios oportunos como aumentar los niveles de actividad física (OPS, 2011). Entre tales enfermedades se encuentran los problemas cardiovasculares (como enfermedades isquémicas del corazón e hipertensión) que causan el 33% de las muertes a nivel mundial (WHO, 2015a). Las personas con estilos de vida sedentarios tienen el doble de riesgo de sufrir enfermedades cardiacas en comparación con las personas activas físicamente (Cavill et al., 2009; Carbonell, Aparicio, Ruiz, Ortega y Delgado, 2010; WHO, 2015a). 7 De igual modo, la actividad física es un factor protector frente al sobrepeso y obesidad (la cual representa el 5% de muertes a nivel mundial), la diabetes tipo 2 (es 30% más probable desarrollar esta enfermedad si no se realiza actividad física), el cáncer sobre todo aquel de colon y de mama (aquellos activos físicamente tienen el 40% menos de probabilidad de desarrollar cáncer), y además permite mejorar la capacidad del sistema inmunológico, los niveles de energía, la coordinación neuromotora, aumento de la longevidad (las personas sedentarias incrementan el riesgo de muerte en un 25%) y la salud músculo-esquelética, lo que a su vez incide en la prevención de la osteoporosis y las caídas en adultos mayores (Cavill, et al., Carbonell, et al., 2010; OMS, 2010; OPS, 2011; WHO, 2015a). Además del ámbito fisiológico, la actividad física permite mejorar el bienestar psicológico al disminuir los síntomas asociados a la depresión, la ansiedad y el estrés (Cavill, et al., 2009). Frente a la relación entre la actividad física y la depresión se han realizado gran cantidad de investigaciones, como la de Gallegos et al. (2013), quienes por medio de un estudio longitudinal de seis años realizado con 1335 adultos mexicanos, determinaron que los estilos de vida con altos niveles de actividad física reducen el riesgo de depresión en un 56%. Igualmente, la actividad física se concibe como una forma de afrontar el estrés y la ansiedad, debido a que por medio de ésta las personas pueden distraerse de los problemas o momentos negativos y estresantes que puede estar viviendo, además de que la práctica constante de la actividad física facilita la relajación muscular (Morrison y Bennett, 2008). Por otra parte, la actividad física reduce el riesgo de desarrollar enfermedades mentales asociadas a las psicopatologías tales como el Alzheimer y otros tipos de demencia (Carbonell et al., 2010). De acuerdo con Carter (2004), se ha demostrado que la actividad física es un factor vital para la buena salud mental y el bienestar psicológico en general, ayudando a las personas a evitar trastornos mentales o a recuperarse de ellos, y por ende, a mejorar su calidad de vida. Muchos de los beneficios psicológicos que proporciona la actividad física se han atribuido a diversos mecanismos neurobiológicos como la liberación de catecolaminas 8 (principalmente la noradrenalina y la adrenalina) que permiten que el cuerpo se encuentre en estado de relajación y el individuo mejore el estado de ánimo (Morrison y Bennett, 2008). En el ámbito social, el estilo de vida activo permite que las personas interactúen entre sí, con la comunidad y el ambiente, favoreciendo el desarrollo de diferentes tipos de habilidades, entre ellas las conductas prosociales, definidas como aquellas conductas que son valoradas positivamente por la sociedad y que pueden provocar consecuencias sociales positivas como la empatía con los demás (Morrison y Bennett, 2008). Siguiendo este orden de ideas, Cavill et al. (2009), plantea que desde que la actividad física permita el contacto con el otro y favorezca el desarrollo de la empatía, es posible reducir los niveles de criminalidad y conductas antisociales. A nivel económico, los bajos niveles de actividad física suponen altos costos producto de las consecuencias del sedentarismo en la salud y apariencia física (WHO, 2015a). Por consiguiente, se ha estimado que en Europa cada país aproximadamente gasta entre 3 y 12 billones de euros en el sistema de salud por enfermedades generadas por estilos de vida sedentarios. Esto, sin incluir el dinero gastado por el sobrepeso y la obesidad, cifras que van desde 9,6 y 10,8 billones de euros (Cavill et al., 2009). Lo anterior permite concluir que hay gran predominio de personas con estilos de vida sedentarios y que esto conlleva efectos adversos para la salud y para la sociedad. Por esta razón, diversas investigaciones han tratado de responder a la pregunta de por qué algunas personas son activas y otras no. Algunas de las investigaciones sobre la actividad física se han enfocado en teorías y modelos que se centran en cómo el comportamiento se ve influenciado por variables psicológicas, sociales o ambientales. Sin embargo, Sallis et al. (2006), plantea un modelo ecológico en el que involucra además de las variables individuales o intrapersonales (biológicas y psicológicas), otras variables de tipo ambiental (todas aquellas externas al individuo) como las interpersonales, culturales, organizacionales, políticas públicas (leyes, reglamentos, campañas) y el ambiente natural que 9 condicionan la actividad física. Tales variables influyen sobre la probabilidad de que un individuo, grupo o sociedad adopten la actividad física como parte de la vida. Tanto las variables ambientales como individuales influyen en cuatro dominios en los que se presenta la actividad física que son: actividades recreativas, actividades ocupacionales, actividad física en el transporte y en las tareas del hogar. Entre las variables ambientales, Sallis et al. (2006), consideran lugares y espacios físicos como la arquitectura de las casas y edificaciones, lugares de trabajo, parques, espacios de recreación, clima y deporte. En el ambiente, de manera intangible, también se encuentran los factores sociales como la relación interpersonal con los vecinos, el apoyo social para realizar actividad física, la seguridad y la normatividad de la comunidad en cuanto a las políticas públicas. Teniendo en cuenta las variables ambientales, se estima que entre las causas del sedentarismo se encuentra el incremento en el uso de medios pasivos de transporte, miedo a la violencia en espacios al aire libre, la urbanización, y falta de espacios públicos como parques, aceras y polideportivos para practicar actividad física (WHO, 2015a). Por otra parte se encuentran las variables individuales, las cuales son propias de cada sujeto. Entre estos factores intrapersonales se incluyen los aspectos genéticos, biológicos como la edad y psicológicos como la autoeficacia, la intención de realizar actividad física, sentimientos específicos hacia ésta (diversión, aburrimiento, dificultad), nivel de percepción de la salud o forma física, automotivación, percepción de apoyo social, expectativas sobre los beneficios de la actividad física y beneficios percibidos (Sallis et al., 2006). De esta manera, el autor plantea que para observar verdaderos cambios en la población en lo concerniente a los niveles de actividad física, se deben realizar intervenciones basadas en modelos ecológicos que consideren a los individuos, los ambientes sociales, los ambientes físicos y las políticas públicas. Por ende, las intervenciones encaminadas a promover la actividad física deben asegurar espacios físicos propicios para su desarrollo implementando programas educativos que motiven al uso de dichos lugares, y también tener en cuenta la posibilidad de 10 cambiar las normas sociales y culturales a través de la comunidad y los medios de comunicación para favorecerla (Sallis et al., 2006). Teniendo en cuenta lo anterior, es posible concluir que existen determinantes ambientales e individuales que influyen en la modificación de la conducta en pro de la salud. Aunque el ambiente es una influencia clave en los niveles de actividad física, los factores individuales influyen sobre las decisiones de las personas en sus estilos de vida y en sus elecciones para adoptar conductas saludables o no saludables. Entre las variables personales que influyen en la realización o no de la actividad física, se encuentra la edad, siendo la juventud un factor de riesgo. Se considera así por varias razones, como la propuesta por Jessor, Donovan y Costa (1991), quienes indican que en la etapa de la adolescencia y la juventud las personas acuden a la experimentación de actividades arriesgadas. Situación que indica que en esta etapa las personas no dimensionan los riesgos que pueden padecer, lo que se le denomina como invulnerabilidad percibida. Tal invulnerabilidad percibida es una de las características principales de la etapa que abarca la adolescencia hasta la adultez, lo cual también incide en que las edades abarcadas por estas etapas sean de riesgo frente a los hábitos saludables, como adoptar el sedentarismo en el repertorio comportamental (Jessor et al., 1991; García del Castillo, 2012). Por otro lado, autores como Thirlaway y Upton (2009) plantean que a medida que hombres y mujeres envejecen, sus niveles de actividad física disminuyen. Para argumentar el planteamiento, los autores citan un ejemplo de una encuesta de salud realizada en Inglaterra donde 53% de los hombres entre 16 y 24 años cumplen los mínimos de actividad física mientras que el 8% de los hombres mayores de 78 años lo cumplen. Dado lo anterior, se concluye que el incremento de la edad se asocia a un estilo de vida más sedentario, especialmente durante el tiempo libre según Cruz, Moreno, Pino y Martínez (2011). 11 La actividad física y la edad se relacionan también en cuanto a que las conductas saludables y nocivas que se adapten en edades tempranas suelen mantenerse a lo largo de la vida, es decir que si en la niñez y en la juventud se adopta el sedentarismo como parte del estilo de vida es probable que este continúe hasta la vejez (Vélez, Vidarte y Parra, 2014). Además, se considera que es más fácil prevenir los hábitos perjudiciales para la salud que tratar de modificarlos posteriormente cuando se hayan instaurado en el estilo de vida (Bandura, 1999). Estudios longitudinales han demostrado que realizar actividad física de manera regular durante la juventud es importante para prevenir enfermedades crónicas durante la adultez. Por ejemplo, en un estudio con más de 900 adolescentes australianos, se realizó un seguimiento durante seis años y se constató que aquellos que realizaban mayor actividad física tenían menores factores de riesgos biológicos de padecer enfermedades cardiovasculares durante la adultez (Carver, Timperio, Hesketh y Crawford, 2012). Para contextualizar sobre qué sucede en la adultez temprana se puede acudir a las teorías del desarrollo de Erickson (1983) y Arnett (2008). La teoría del desarrollo psicosocial expuesta por Erikson plantea que los seres humanos no dejan de desarrollarse una vez terminada la niñez. Se divide el desarrollo en ocho grupos de edades que las personas atraviesan a lo largo del ciclo vital, donde la adultez temprana corresponde a la etapa de intimidad contra el aislamiento. En esta etapa el adulto joven busca desarrollar relaciones íntimas e independizarse, suele basarse en el trabajo para la independencia y las relaciones íntimas suelen ser relaciones de pareja que se esperan que sean duraderas, esta etapa suele abarcar hasta los 30 años aproximadamente. Arnett (2008), también considera que las personas durante la vida siguen desarrollándose. A diferencia de Erickson (1983), este teórico expone una nueva etapa definida como la transición de la adolescencia a la adultez, de ahí que la etapa sea denominada como adultez emergente. Esta etapa abarca desde los 18 hasta los 25 años de edad y se caracteriza por la búsqueda de identidad, autosuficiencia e independencia. En relación con la búsqueda de identidad, los 12 adultos emergentes exploran una variedad de posibilidades que les permite conocer quiénes son en realidad, cómo conciben el mundo y qué buscan en la vida. En la búsqueda de identidad se encuentra el amor y el trabajo como parte de las visiones del adulto emergente y muchas veces surge la inestabilidad cuando frente a tantas posibilidades el individuo cambia constantemente de parecer. Durante este proceso, los adultos emergentes se centran en sí mismos, toman sus propias decisiones y buscan independizarse (Arnett, 2008). Durante la juventud y la adultez emergente, se ha encontrado que el ingreso a la universidad es una situación social que interviene de manera preocupante en la adopción de un estilo de vida activo. Diversos estudios evidencian que un punto crítico en el declive de la actividad física ocurre cuando los jóvenes realizan la transición del colegio a la universidad (Wing, Russell, y Martin, 2009). Las razones de tal disminución de la actividad física pueden llegar a ser la presión por resultados académicos y falta de intervenciones institucionales enfocadas en la promoción de la salud dirigida a estudiantes universitarios (Pauline, 2013). Desde el contexto colombiano, Piñeros y Pardo (2010) argumentan que una posible razón es que en el colegio la educación física es obligatoria, pero una vez los alumnos ingresan a la universidad no tienen el deber de realizar actividad física sino que su realización se asocia directamente con las elecciones personales. Más aún, se ha encontrado que la actividad física se relaciona con el nivel educativo de quienes la practican, pues numerosos investigadores consideran que la actividad física disminuye a medida que aumenta el nivel educativo (Gonzales, Hernández, Coltrane y Mancera, 2014). Además, se ha encontrado que 56% de los estudiantes de primaria, 80% de los estudiantes de carreras tecnológicas y 90% de los estudiantes universitarios en posgrado, tienen niveles muy bajos de actividad física, permitiendo concluir que la actividad física tiende a disminuir con el nivel educativo (CEDETES, 2006). Dado que el ser joven y universitario puede ser un factor de riesgo frente a la realización de la actividad física, es necesario conocer la prevalencia de esta 13 conducta saludable en estudiantes de pregrado y las razones psicológicas subyacentes que determinan la práctica de la actividad física. A continuación se esbozan algunos estudios hechos por investigadores que han explorado los niveles de actividad física en comunidades universitarias. Entre tales estudios, se encuentra el de Pérez, Laíño, Zelarayán y Márquez (2014), quienes evidenciaron que el 20,2% de los estudiantes universitarios de una institución argentina no cumplen con las recomendaciones de realización de actividad física. Otro estudio indica que el 35% de los universitarios de una institución estadounidense no son activos físicamente (Pauline, 2013). Un tercer estudio indica que el 66,9% de una comunidad universitaria estadounidense no cumple los niveles mínimos de actividad física (Magnan, Kwan y Bryan, 2013). En Colombia, se han encontrado diferentes cifras frente a la prevalencia de la actividad física en los universitarios. Entre los estudios que indican una baja proporción de estudiantes físicamente activos, se encuentra el estudio realizado por Rodríguez, Molina, Jiménez y Pinzón (2011), quienes estimaron que en una universidad de Bogotá el 48,4% de los estudiantes son activos físicamente. Por su parte, Herazo, Hernández y Domínguez (2012) realizaron una investigación con estudiantes universitarios de Cartagena, encontrando que el 40% son activos físicamente. En Medellín, Cardona y Arroyave (2014) en su estudio estimaron que el 34% de los encuestados cumplen con las recomendaciones mundiales de actividad física estipuladas por la OMS (WHO, 2015b). Así mismo, la investigación realizada por Varela et al. (2011) en seis universidades de cuatro ciudades de Colombia (Cali, Bogotá, Manizales y Tuluá) con 1811 estudiantes universitarios entre los 18 y 24 años, reportó que el 77,8% de estos no realizan actividad física suficiente. Por otro lado, hay estudios que muestran niveles de actividad física más altos en esta población, como el de Arboleda, Arango y Feito (2014), quienes realizaron un estudio en una comunidad universitaria en Medellín cuyos resultados arrojaron que el 77,2% de los estudiantes presentan altos niveles de actividad física. 14 Entre tanto, hay estudios que indican que la mitad de los universitarios son sedentarios y la otra mitad activos físicamente, como es el caso de la investigación realizada en Bucaramanga por Rangel, Rojas y Gamboa (2015), quienes estimaron que aproximadamente la mitad de la población universitaria es activa físicamente (50,6%). Hasta el momento, se puede decir que la evidencia disponible sobre la prevalencia de la actividad física en universitarios es heterogénea, debido a que algunos estudios concluyen que esta población es activa físicamente, otros indican que la mitad de la población es activa físicamente y la otra mitad es sedentaria, y por el contrario, otros estudios encuentran que en la población universitaria prevalece el estilo de vida sedentario. Tales diferencias pueden deberse a las situaciones y contextos específicos de cada universidad, evidenciando la necesidad de enfocar las investigaciones sobre actividad física a la comprensión en profundidad de un solo contexto y sus particularidades. También puede deberse a limitaciones metodológicas de los estudios, así como a la dificultad de cuantificar la actividad física y a diferencias en los instrumentos de medición, de manera que algunos de los utilizados han sido medidas de autorreporte no validados y otros por el contrario han sido cuestionarios estandarizados y ampliamente utilizados a nivel mundial, pero con baremos provenientes de poblaciones diferentes a las de los estudios. Esta investigación se realizó en la Pontificia Universidad Javeriana Cali donde actualmente desde el grupo de investigación Salud y Calidad de Vida existe un interés por profundizar en la relación que existe entre la actividad física y distintas variables asociadas, entre ellas las psicológicas. Acorde con esto, en la universidad se han realizado estudios previos relacionados con la actividad física. Tales investigaciones fueron realizadas por Lema et al. (2009), Varela et al. (2011) y Rubio y Varela (2015). La investigación realizada por Lema et al. (2009), contó con la participación de 598 estudiantes y pretendía describir los comportamientos que hacen parte de los estilos de vida de los jóvenes universitarios, incluyendo la actividad física. Para 15 esto utilizaron el Cuestionario de Estilos de Vida en Jóvenes Universitarios – CEVJU de Salazar et al. (2010), que cuenta con una subescala de actividad física. Los resultados arrojaron que el 77% de la población posee bajos niveles de actividad física. Se evidenciaron además diferencias en la realización de la actividad física según el sexo, debido a que los hombres mostraron tener mayores niveles de actividad física que las mujeres. El 51% de los participantes afirmaron estar satisfechos con sus prácticas de actividad física, el 35,9% afirmó sentirse medianamente satisfecho y solo el 11,9% indicó no sentirse satisfecho. En la investigación realizada por Varela et al. (2011), mencionada anteriormente, participó la Pontificia Universidad Javeriana Cali, junto con otras cinco instituciones de educación superior. Uno de los objetivos del estudio fue describir las prácticas de actividad física en jóvenes universitarios e identificar la relación de dichas prácticas con los motivos para realizarlas, modificarlas y los recursos disponibles para llevar a cabo la actividad física, para lo cual utilizaron el CEVJU. Además de señalar una prevalencia de sedentarismo del 77,8%, se encontró una menor actividad física en las mujeres. Entre las principales razones para realizar actividad física los estudiantes reportaron los beneficios que la práctica aporta a la salud (45,8%) y mejorar la imagen (32%); mientras que la principal causa para no realizar actividad física o dejar de hacerla fue la pereza con un 61,5%. Recientemente, en el 2014 Rubio y Varela (2015), mediante un estudio transversal investigaron en la institución educativa las barreras percibidas asociadas a la actividad física en los estudiantes. Los instrumentos utilizados fueron el IPAQ (International Physical Activity Questionnaire) y el BBAQ (Barriers to Being Active Quiz), aplicados a 155 estudiantes entre los 18 y 27 años. Los resultados indican que el 75% de los estudiantes reportaron un nivel alto o moderado de actividad física (57% y 18% respectivamente), mientras que el 25% de los estudiantes reportaron tener un nivel de actividad física bajo. Los hombres en su mayoría reportaron realizar actividades vigorosas, mientras que la mayoría de las mujeres reportaron realizar actividades sedentarias, ambos sexos se reportaron con niveles similares en la realización de actividades moderadas. Las principales barreras 16 percibidas por los estudiantes para realizar actividad física fueron la falta de tiempo (50%), la falta de energía (38%) y la falta de voluntad (36%). Al analizar estos antecedentes del contexto de la Pontificia Universidad Javeriana Cali, es posible observar que los hallazgos frente a la prevalencia de la actividad física presentan algunas discrepancias, dado que en Lema et al. (2009) y Varela et al. (2011), se encuentra que los niveles de actividad física en los estudiantes es bajo (23%), mientras que en Rubio y Varela (2015), los niveles de actividad física son más altos (75%). Tales diferencias pueden atribuirse a que en uno de los estudios se involucran otras instituciones de educación superior además de la universidad privada en cuestión. También es posible que la heterogeneidad de los resultados se deba a que en dos de tres investigaciones los instrumentos utilizados son diferentes: IPAQ y CEVJU. Por un lado, el IPAQ (IPAQ Research Committee, 2005) mide los METs (que son una medida del gasto metabólico) a partir del número de días y horas de realización de diferentes tipos de actividad física en la última semana (vigorosa, moderada, caminata y tiempo sentado), mientras que el CEVJU (Salazar et al., 2011) calcula los niveles de actividad física basados en auto reportes durante los últimos seis (6) meses. La revisión de los estudios realizados en la Pontificia Universidad Javeriana Cali arroja resultados congruentes con el contexto global y nacional frente a la prevalencia de los niveles de actividad física en universitarios. También se observa que en este contexto universitario los esfuerzos investigativos se han centrado en determinar los niveles de actividad física, los motivos y barreras que inciden en su realización, invitando a la profundización en las variables psicológicas que se relacionan con la práctica de la actividad física. Esta investigación pretendió estudiar variables psicológicas que no se habían tenido en cuenta en investigaciones anteriores y que se creía que podrían tener una relación significativa con la realización de actividad física en jóvenes. Retomando el modelo ecológico de Sallis et al. (2006), la autoeficacia y la percepción de riesgo son variables psicológicas que deben tenerse en cuenta al momento de estudiar la actividad física, planteamiento que es apoyado por múltiples autores interesados en 17 relacionar los aspectos psicológicos, específicamente aquellos cognitivos, con la actividad física y a partir de dicha relación conocer algunas de las causas de los bajos niveles de actividad física en la población mundial, y en el caso concreto de esta investigación, en el contexto universitario (Parschau et al., 2014; Pauline, 2013; Schwarzer y Fuchs,1999; Schwarzer, Luszczynska y Lippke, 2011; Stephan, Boiché, Trouilloud, Deroche y Sarrazin, 2011; Warner et al., 2014 y Woody, 2010;). La presente investigación pretendió aportar a la Pontifica Universidad Javeriana Cali, a través de un abordaje que profundice en la relación existente entre actividad física, la percepción de riesgo y la autoeficacia. A partir de los planteamientos anteriores, es necesario profundizar en la conceptualización de la percepción de riesgo y la autoeficacia, y el papel que desempeñan en el inicio y mantenimiento de la actividad física. Para abordar la percepción de riesgo, es necesario definir qué es un riesgo. Las definiciones sobre riesgo en la literatura son escasas (García del Castillo, 2012), sin embargo, se puede tipificar la conducta de riesgo como aquella práctica que se considera perjudicial para la salud. Este tipo de conductas son predictivas de enfermedades y posiblemente de mortalidad (Matarazzo, 1984). Según García del Castillo (2012), el riesgo puede ser analizado desde el plano objetivo y el plano subjetivo. Desde el plano objetivo, se consideran aquellos aspectos reales que pueden ser vulnerables a un individuo, tales como los factores genéticos, biológicos, características sociales y culturales que forman el entorno en el que el individuo se desenvuelve. Desde el plano subjetivo se tienen en cuenta las creencias, significados, sentidos y representaciones de un sujeto frente al riesgo. Es a partir de este plano subjetivo que surge la definición de la percepción del riesgo como la valoración que las personas o un grupo de personas le otorgan a un riesgo determinado. Otros autores como Lameiras, Rodríguez y Dafonte (2002) definen la percepción de riesgo como la “probabilidad subjetiva de que una consecuencia negativa le ocurra al sujeto” (p.225). Definiciones más concretas, plantean que la percepción de riesgo es la de vulnerabilidad percibida de la enfermedad o estado 18 crítico (Morrison y Bennett, 2008). Para Sjoberg, Moen, y Rundmo (2004) la percepción de riesgo es una evaluación subjetiva de la probabilidad de ocurrencia de un evento o situación específicos y qué tan preocupante son las consecuencias para las personas. Por su parte, Pastor (2000), afirma que la percepción de riesgo tiene un carácter cognitivo donde se analizan juicios de valor frente a una situación, tomando como punto de referencia la historia personal, el contexto, las creencias, las actitudes, los estereotipos y las motivaciones. Así, cuando una persona tiene una baja percepción de riesgo significa que distorsiona el riesgo objetivo y lo subestima, mostrando en cambio un reflejo optimista en el que el individuo considera que la amenaza no es un riesgo para sí o que es algo de lo que está exento. A este fenómeno, en el que las personas parecen no ser conscientes de los riesgos, se le denomina invulnerabilidad percibida (Jessor et al., 1991; Schwarzer y Fuchs, 1999). Los aportes principales para la definición teórica de la percepción de riesgo se gestan en el marco teórico de la psicología social cognitiva (García del Castillo, 2012). Los modelos destacados son el modelo de creencias de salud, la teoría de la acción razonada y la conducta planeada y la teoría de la motivación protectora (Fishbein, 1967; Rogers, 1975; Rosenstock, 1974). El estudio de estos tres modelos se ha evidenciado en estudios sobre percepción de riesgo y variables psicológicas variadas (García del Castillo, 2012; Munevar y Palma, 2014). El modelo de creencias de salud, planteado por Rosenstock (1974), propone que la probabilidad de realizar una conducta de salud depende de factores demográficos y de una serie de creencias que parten de la vulnerabilidad percibida a enfermar y los beneficios y costos percibidos en la reducción de las conductas de riesgo. El modelo de la teoría de la acción razonada y la conducta planeada, es un modelo de Fishbein (1967) que supone que los individuos se comportan de forma orientada a metas y que por medio de la razón evalúan las consecuencias de sus acciones. De esta manera, las personas empiezan a tener creencias sobre la expectativa del resultado, el valor del resultado y se valora la norma subjetiva o la percepción de la presión social respecto a la conducta. 19 En el tercer modelo, el de la teoría de la motivación protectora, planteado por Rogers (1975), se afirma que el temor a las consecuencias es lo que media el comportamiento final de las personas, lo que las motiva para buscar medidas de protección que se traduce en la adopción de conductas saludables. Así es como una persona al conocer el riesgo que tiene y conocer una posible y eficaz solución para evitar la enfermedad opta por cambiar su comportamiento, el cual debe ser dirigido a evitar el riesgo. En términos generales, los modelos existentes indican que hay una fuerte relación entre la percepción de riesgo y la iniciación y mantenimiento de todo tipo de comportamientos. Como se ha planteado anteriormente, a nivel mundial no se realiza suficiente actividad física, posiblemente debido a la invulnerabilidad percibida (García del Castillo, 2012; Jessor et al., 1991;). Es así cómo se relaciona la percepción de riesgo y la actividad física, pues si una persona no valora la amenaza para la salud que puede traer consigo la falta de actividad física, probablemente no realice cambios comportamentales. De lo contrario, cuando una persona percibe cuáles son sus riesgos al tener un estilo de vida sedentario, es más probable que acuda a la actividad física para protegerse de dichos riesgos (Schwarzer y Fuchs, 1993). De acuerdo con Brewer, Weinstein, Cuite y Herrington (2004), al momento de evaluar la percepción de riesgo se debe contar con cuatro aspectos esenciales: (1) la identificación de quién está en riesgo; (2) el análisis de cuál es la variable de riesgo y sus consecuencias; (3) el periodo temporal en el cual sus efectos se verán; y (4) el comportamiento subjetivo frente a la situación de riesgo. Para evidenciar que efectivamente la percepción de riesgo contribuye a la realización de la actividad física, se han realizado investigaciones que intentan relacionar ambas variables. Una investigación realizada por Stephan et al. (2011), tuvo como objetivo examinar la relación entre percepción de riesgo y actividad física en 143 adultos mayores franceses entre 61 y 70 años de edad. El estudio se dividió en dos momentos, en el primero se obtuvieron datos demográficos y se midió la percepción del riesgo de los participantes. Seis meses después, en el segundo 20 momento, los investigadores midieron los niveles de actividad física por auto reporte teniendo en cuenta los niveles que tenían seis meses atrás. Los resultados evidencian que aquellos participantes que consideraron el riesgo de padecer enfermedades fueron los más activos físicamente, lo que indica que la percepción de riesgo y la actividad física se relacionan positivamente. Los autores consideran que es posible que la percepción del riesgo en los adultos mayores sea elevada debido al declive de la salud a medida que la edad aumenta (Stephan, et al., 2011). Otro estudio realizado por Woody (2010) pretendió explorar el rol que cumple la percepción de riesgo en los niveles de actividad física en un grupo de mujeres estadounidenses. Las participantes fueron 546 mujeres con edades entre 19 y 85 años. El método consistió en la Intervención The Family Health History (FHH) diseñada por la investigadora. Al inicio de la investigación las participantes contestaban un cuestionario construido por la investigadora que abarcaba información demográfica, niveles de actividad física y preguntas acerca de la percepción de riesgo. El segundo momento abarcaba la FHH como tal, donde las participantes analizaban, con la ayuda de la investigadora, el estado de salud de al menos tres generaciones de su familia. Al realizar este análisis cada participante recibía un resumen con el riesgo potencial de contraer alguna enfermedad crónica. Posterior a la intervención, las participantes volvían a llenar un cuestionario, esta vez enfocado a analizar la percepción de riesgo posterior a la intervención, a la vez que se volvían a indagar por aspectos puntuales de su actividad física. Los resultados de esta investigación muestran una relación significativa entre percepción de riesgo y actividad física. Las mujeres con una alta percepción de riesgo tienden a realizar actividad física en niveles muy bajos/nulos. No se registraron cambios significativos en los niveles de actividad física posterior a la intervención de sensibilización sobre riesgo de contraer enfermedades crónicas. Lo anterior fue un indicio para la investigadora que le permite afirmar que hay otros factores que median la actividad física a parte de la percepción de riesgo. A la par se constata que las personas tienden a percibir el riesgo de contraer todo tipo de 21 enfermedades, pero tal percepción puede variar y ser menor en otras personas, lo cual alimenta estilos mentales que aumentan la probabilidad de realizar comportamientos riesgosos o no realizar comportamientos que protejan su salud. Los estudios de Stephan et al. (2011) y Woody (2010), llegan a conclusiones distintas, sin perder de vista que las poblaciones son diferentes. En Stephan et al. (2011), con una muestra de adultos mayores, se concluye que a mayor percepción de riesgo mayores niveles de actividad física. En cambio, en Woody (2010) con una muestra que incluía jóvenes y adultos, se evidencia que aun con niveles altos de percepción de riesgo se presentan bajos niveles de actividad física. Tres conclusiones surgen de lo anterior: (1) aún es necesario seguir profundizando en la relación entre la percepción de riesgo y la actividad física; (2) se refuerza la importancia de la edad como factor determinante en ambas variables y, (3) son necesarios más estudios empíricos que analicen la relación entre la percepción de riesgo y la actividad física en jóvenes, sobre todo en universitarios. Como se ha mencionado antes, la percepción de riesgo hace parte de los factores individuales que influyen en la realización o no de la actividad física. No obstante, Schwarzer y Fuchs (1993), consideran que la percepción de riesgo debe actuar en conjunto con otras variables psicológicas, concretamente con la autoeficacia, para que una persona decida realizar actividad física. Entre los aspectos del autoconocimiento, ninguno influye más en la vida diaria de las personas como la opinión que se tenga de la eficacia personal, siendo la autoeficacia el factor determinante en cómo las personas se sienten, piensan, motivan y comportan, evidenciando la importancia de las representaciones simbólicas y su extrapolación a acciones (Bandura, 1987; Bandura, 1994). La autoeficacia es definida por Bandura (1987) como “los juicios de cada individuo sobre sus capacidades, en base a los cuales organizará y ejecutará sus actos de un modo que le permitan alcanzar el rendimiento deseado” (p. 416). La autoeficacia también es definida por Scherbaum, Cohen-Charash y Kern (2006) como aquella creencia que cada persona tiene acerca de su competencia personal 22 para desempeñarse en una situación específica. En síntesis, la autoeficacia no hace referencia a las capacidades reales, sino a lo que la persona cree que puede hacer. Se hace evidente la necesidad de estudiar cómo el individuo juzga sus propias capacidades y cómo sus autopercepciones de eficacia afectan su motivación y su comportamiento, ya que si bien los conocimientos y las habilidades exigidas son elementos necesarios, no son suficientes para conseguir un rendimiento adecuado. Esto debido a que las personas no siempre actúan de forma óptima aunque se conozca con exactitud cuál es el comportamiento correcto que se debe desarrollar y se tengan las habilidades que se requieren, siendo la autoeficacia un intermediario entre el conocimiento y la acción (Bandura, 1987). Dada la importancia de las creencias en la eficacia personal en la conducta humana, en los últimos veinte años la autoeficacia como constructo se ha convertido en una variable de estudio prominente en diversas áreas del conocimiento, entre las cuales se destacan las ciencias educativas, psicológicas y organizacionales (Scherbaum et al., 2006). La autoeficacia se basa en cuatro fuentes principales de información. La primera se refiere a las experiencias previas exitosas del individuo frente a determinada acción. La segunda son las experiencias vicarias, adquiridas a partir de la observación de las ejecuciones de los demás. La tercera es la persuasión verbal que es el medio por el cual otros pueden inducir al sujeto la creencia de que posee la capacidad o no frente a una determinada tarea. La cuarta y última fuente hace referencia a los estados fisiológicos, capacidades juzgadas a partir de la activación somática y condiciones corporales como referentes de evaluación (Bandura, 1987). Cuando se pretende llevar a cabo una acción, ésta inicia en el pensamiento. La autoeficacia modela el tipo de escenario anticipado, es decir que las personas con alto sentido de eficacia visualizan la acción en un escenario de éxito. Consecuentemente, las creencias de autoeficacia pueden influir en los tipos de actividades y entornos que las personas eligen participar. Por ende, las personas 23 evitan las actividades y los entornos que consideran que exceden a sus capacidades de manejo (Bandura, 1999). Teniendo en cuenta las creencias de autoeficacia, se puede caracterizar a las personas con alta autoeficacia y aquellas con baja autoeficacia. Las personas con mucha seguridad en sus capacidades para determinados dominios consideran sus tareas difíciles como retos a ser alcanzados y no como amenazas a ser evitadas; atribuyen sus fracasos a la insuficiencia de esfuerzos mas no a la deficiencia de conocimientos y destrezas, los cuales consideran adquiribles; aumentan y sostienen sus esfuerzos ante las dificultades. En cambio, aquellas personas con baja autoeficacia evitan las tareas difíciles; piensan constantemente en las deficiencias personales y en los obstáculos que encontrarán si se ejerce determinada acción; atribuyen sus fracasos a la escasa habilidad; y cuando fracasan, suelen reforzarse la idea distorsionada de que no son capaces de hacer la tarea, consecuente a ello, su autoeficacia se verá aún más afectada (Bandura, 1999). La autoeficacia influye sobre la confianza de las personas en su capacidad de cambiar conductas sedentarias o bien fomentar la actividad física. De ahí que las creencias de autoeficacia influyen sobre todas las fases del cambio personal. Cuando una persona contempla la posibilidad de modificar sus hábitos de salud y cree que no dispone de las habilidades necesarias para alcanzar el éxito, no realiza el esfuerzo que la actividad requiere o la abandona rápidamente. En contraste con aquellas personas que tienen las destrezas necesarias y confían en sus capacidades, quienes adoptan fácilmente aquellas conductas que promueven la salud y así mismo, eliminan aquellas que las perjudican (Bandura, 1999). Las personas con niveles adecuados de autoeficacia tienen afinidad por realizar actividad física y se comprometen a realizarla en mayor cantidad que aquellos individuos con niveles bajos, siendo entonces la autoeficacia un medidor adecuado para la intención comportamental de realizar actividad física en el presente y en el futuro (Sniehotta, Scholz y Schwarzer, 2005). 24 El nivel de autoeficacia, sea baja o alta, y el cambio comportamental desde la autoeficacia se produce bajo cuatro elementos esenciales. El primer elemento es el informativo, destinado a aumentar el conocimiento de los riesgos para la salud. Sin embargo la información objetiva exclusivamente permite poco cambio. El segundo componente se basa en las destrezas auto reguladoras necesarias para convertir las preocupaciones informadas en un ejercicio efectivo de control sobre los hábitos de salud. El tercer componente hace referencia a la autoeficacia como tal, debido a que si las personas no están convencidas de su eficacia personal, reducirán sus esfuerzos en las situaciones que lo ameriten y abandonarán las destrezas adquiridas cuando existan obstáculos. El último componente es el apoyo social el cual influye en la auto regulación y adopción de ciertas conductas aprobadas (Bandura, 1999). Para medir la autoeficacia en el desarrollo de actividad física se deben tener en cuenta tres tipos de autoeficacia: tarea, planeación y afrontamiento. La tarea hace referencia a la capacidad percibida de realizar actividad física, la planeación es la capacidad percibida de organizar el tiempo y la responsabilidad para permitir el desarrollo de la actividad física, y el afrontamiento hace referencia a la capacidad percibida de superar cualquier barrera que se presente que pueda impedir el desarrollo de la actividad física (Sweet, Fortier, Blanchard y Strachan, 2012). Apoyados en la teoría de la autoeficacia y su relación con la actividad física, varios estudios se han encargado de correlacionar las dos variables. Un estudio realizado por Pauline (2013) tuvo como objetivo evaluar la línea base respecto a los niveles de actividad física y los aspectos psicosociales determinantes en estudiantes universitarios, entre ellos la autoeficacia. La muestra estuvo conformada por 871 estudiantes universitarios estadounidenses. Los resultados sobre actividad física muestran que 17,6% de las mujeres, 13,3% de los hombres, y solo 15,4% de la población total participaron durante 30 minutos o más de actividad física moderada 5 días a la semana. 20,4% de las mujeres, 15,8% de los hombres y 18,2 % de la población no participan en ningún tipo de actividad física (sea moderada o vigorosa). 25 Los resultados del estudio frente a autoeficacia muestran que los estudiantes hombres tienen más confianza en sus habilidades para realizar actividad física que las estudiantes mujeres. Estos también presentaron mayor confianza en su habilidad para planear la actividad física aun en presencia de circunstancias adversas. Los resultados frente a la motivación para actividad física muestran que las mujeres se vieron motivadas para realizar actividad física por las siguientes razones: control de peso, apariencia, salud positiva, manejo del estrés. Los hombres se vieron motivados para realizar actividad física por las siguientes razones: reto personal, fuerza y resistencia, competiciones, afiliaciones a grupos y reconocimiento social (Pauline, 2013). A partir de lo anterior, Pauline (2013) concluye que hay una correlación positiva entre autoeficacia y actividad física en estudiantes universitarios, de manera que a mayor autoeficacia, mayor participación en actividad física y continuidad en su práctica. Lo anterior evidencia el rol de la autoeficacia para regular el comportamiento de iniciación y mantenimiento de la actividad física. Por otro lado, en la investigación realizada por Rovniak, Anderson y Winett (2002) se realizó un esfuerzo por caracterizar la relación entre actividad física y autoeficacia en estudiantes universitarios estadounidenses. Los resultados de esta investigación muestran que el 55% de los niveles de actividad física se atribuyen a la autoeficacia. Otro estudio evidencia la correlación positiva entre la autoeficacia y la actividad física, se trata de la investigación realizada por Sweet et al. (2012), cuyo objetivo fue demostrar que la autoeficacia es un factor predictor de niveles de actividad física. La muestra estuvo conformada por 225 estudiantes estadounidenses de psicología. Los resultados muestran una correlación positiva entre autoeficacia y actividad física, en especial cuando se tienen altas expectativas frente a los resultados de la práctica. Paralelamente, en Colombia, Ramírez et al. (2015), realizaron un estudio que tuvo como objetivo analizar la prevalencia de barreras y su asociación con la práctica de actividad física en estudiantes universitarios. La muestra estuvo conformada por 5663 estudiantes universitarios de 3 ciudades de Colombia. Los 26 resultados muestran que los bajos niveles de autoeficacia frente a la práctica de actividad física resultan ser una barrera predominante en el 82% de los sujetos al momento de tomar la decisión de desistir de su ejecución. Lo anterior quiere decir que la mayoría de los estudiantes universitarios perciben que una de las barreras para ser activos físicamente es la creencia de que sus capacidades son pocas o escasas. De acuerdo con las investigaciones mencionadas, se evidencia la relación significativa que existe entre la autoeficacia y la actividad física. En los resultados se observa que los altos niveles de autoeficacia son una variable psicológica que puede influir en la práctica de la actividad física, mientras que la baja autoeficacia frente a la actividad física puede ser una barrera para llevarla a cabo. Ahora bien, después de abordar tanto la percepción de riesgo como la autoeficacia de manera individual y sus respectivas relaciones con la actividad física, se abre paso a un modelo que integra ambas variables. Este modelo considera que es fundamental que las personas conozcan los riesgos que tienen frente a sus conductas o hábitos no saludables, pero no es suficiente para reducir tales conductas. Así mismo, plantea que no es suficiente que las personas se consideren capaces de realizar algún tipo de actividad para que lleven a cabo el cambio (Schwarzer y Fuchs, 1999). El Modelo de Acción en favor de la Salud – HAPA (Health Action Process Approach) fue propuesto por Schwarzer en 1992 para explicar los mecanismos implicados en la motivación, ejecución y mantenimiento de la actividad física. Desde esta mirada se tienen en cuenta la percepción de riesgo y la autoeficacia, por esta razón el modelo HAPA será el eje fundamental de la presente investigación (Schwarzer y Fuchs, 1993). En la figura 1 se observa que en el modelo HAPA se distinguen dos fases: la fase motivacional y la fase volitiva. La fase motivacional hace referencia a los factores que determinan la formación de la intención de realizar actividad física, 27 mientras que la fase volitiva se refiere a los elementos implicados en la ejecución y mantenimiento de la acción (Parschau et al., 2014; Guillamón, 2015). Figura 1. Adaptación del Modelo de Acción en Favor de la Salud (Parschau et al. 2014). Este modelo, en su fase motivacional, incluye además de la autoeficacia y la percepción de riesgo, una tercera variable denominada expectativas de resultados frente a la actividad física. Las expectativas de resultado son aquellas probabilidades percibidas de que se logre un determinado resultado a partir de un comportamiento específico (Bandura, 1999) siendo un factor que contribuye a la toma de decisiones de realizar actividad física. La unión de estas tres variables determina la intención que tiene un individuo para realizarla. (Parschau et al., 2014), pero la intención de realizar actividad física por sí misma no es suficiente para generar la realización de la conducta. Cuando un individuo está inclinado a adoptar un comportamiento saludable, la intención debe transformarse en instrucciones detalladas de cómo ejecutar dicha conducta, y una vez se ha iniciado, cómo mantenerla aun en presencia de situaciones desafiantes (Schwarzer, Luszczynska y Lippke, 2011). 28 El modelo HAPA en su fase volitiva identifica variables que juegan un papel clave en la ejecución de actividad física. Se observa la presencia de la autoeficacia para mantener los niveles de actividad física y la autoeficacia para recuperar la conducta en caso tal de recaída. También están presente variables que hacen referencia a la anticipación consciente de qué, cómo, cuándo y dónde se llevará a cabo la conducta (planes de acción) y de qué, cómo, cuándo o dónde se podrán poner en marcha mecanismos para hacer frente a los obstáculos o problemas que el individuo pueda encontrar durante el proceso de cambio y/o mantenimiento del mismo (planes de afrontamiento) (Parschau et al., 2014; Guillamón, 2015). Finalmente mediando entre las dos fases se encuentran las barreras y recursos externos de apoyo, como el apoyo social. La presencia de apoyo social puede constituirse en un factor muy importante que determina la realización de la actividad física. Así mismo, se deben tener en cuenta barreras que impidan el desarrollo de la conducta (Parschau et al., 2014). Parschau et al. (2014) sometió a prueba este modelo teórico en una muestra de 484 adultos obesos de Alemania, encontrando que tanto la autoeficacia como las expectativas de resultados estuvieron correlacionadas con la intención de realizar actividad física, pero no ocurrió lo mismo con la percepción de riesgo. Sin embargo, ésta sí se relacionó con la autoeficacia. Para concluir la revisión realizada es pertinente resaltar que la magnitud del problema del sedentarismo ya ha sido ampliamente identificada como una problemática mundial. Adicionalmente, se ha identificado que la relación entre el conocimiento frente a cuáles son los niveles apropiados de actividad física y los beneficios que conllevan para la salud no son suficientes para explicar los cambios comportamentales que llevan a un individuo a realizar actividad física. Por lo tanto, es importante profundizar en aquellas variables personales que podrían ayudar a explicar por qué las personas no realizan suficiente actividad física y, por otra parte, en las variables comportamiento. que influyen positivamente en la realización de este 29 Se observa que son pocos los esfuerzos investigativos que se centran en el estudio tanto de la autoeficacia como de la percepción de riesgo y su relación con la actividad física. El modelo HAPA es un precedente en esta temática y se considera un esfuerzo sólido por ubicar a la autoeficacia y la percepción de riesgo como los pilares que median la intención y la acción en lo referente a la actividad física. Al respecto, la revisión bibliográfica expuesta anteriormente permite identificar la autoeficacia como una variable psicológica que actúa en la iniciación, mantenimiento y recuperación de prácticas apropiadas de actividad física. Así mismo, se ha identificado que la población universitaria está en su mayoría en la adultez emergente, un periodo donde no se percibe ni dimensiona el riesgo de no realizar actividad física, a la par con resultados de investigaciones que afirman que a menor percepción de riesgo, menores serán los niveles de actividad física. Sin embargo, con respecto a la relación entre expectativas de resultados y actividad física, que es la tercera variable mencionada por el modelo HAPA, solamente ha sido abordada en poblaciones con complicaciones de salud, como el caso de las personas obesas mórbidas, frente a lo cual se podría pensar que ésta solo cobra importancia cuando la actividad física se hace necesaria para evitar o disminuir consecuencias negativas para la salud. Una primera brecha que esta investigación trató de abordar fue la de aportar frente a la carencia de estudios que abarquen tanto la autoeficacia como la percepción de riesgo y su relación con la actividad física. En el contexto de la Pontificia Universidad Javeriana Cali estas variables no se habían trabajado, por lo que se consolida como un aporte a los esfuerzos previamente realizados en este contexto. Como se ha expuesto anteriormente, los resultados de los estudios varían de acuerdo al contexto en el que se realicen, por lo que aquellos derivados de esta investigación permitirán orientar futuras intervenciones en este campus universitario. Lo anterior cobra particular importancia en este momento histórico en el que la Universidad se encuentra adelantando gestiones para consolidarse como Universidad Promotora de la Salud, es decir, como un entorno saludable (L. Tamayo y E. Carreño, comunicación personal, enero 27, 2016). 30 Una segunda brecha es el aporte a la creación y modificación de instrumentos de medición que permitan evaluar tanto la actividad física, como la autoeficacia y la percepción de riesgo en relación con ésta. Durante la revisión no se encontraron instrumentos que midieran las variables cognitivas en cuestión en relación con la actividad física, por lo que es importante iniciar acercamientos novedosos y más válidos para cuantificar estas variables. Con base en lo anterior este proyecto buscó responder la siguiente pregunta de investigación: ¿Cuál es la relación de la percepción de riesgo y la autoeficacia con la actividad física en estudiantes de un contexto universitario de la ciudad de Cali? El objetivo general fue establecer la relación entre percepción de riesgo y autoeficacia con la actividad física en estudiantes universitarios. Se plantearon como objetivos específicos los siguientes: identificar el nivel de actividad física de los estudiantes; describir la percepción de riesgo y la autoeficacia para la actividad física de los estudiantes; establecer diferencias de actividad física, percepción de riesgo y autoeficacia según el género, la ubicación semestral y la facultad; y establecer diferencias en la percepción de riesgo y la autoeficacia en función del nivel de actividad física de éstos. Una vez expuestos los objetivos de este estudio, se considera pertinente profundizar en los bajos niveles de actividad física como una situación que ha preocupado a la sociedad. Por ello, diferentes políticas públicas se han centrado en la promoción de la actividad física en pro de favorecer la salud. Cuando se plantea la actividad física como medio para promocionar la salud, se hace referencia a su reconocimiento para tratar la salud pública (Vidarte, 2011). La actividad física está incluida en programas y leyes a nivel mundial. Específicamente en Colombia, el Plan Nacional de Salud Pública 2012 – 2021 formulado por el Ministerio de Salud y Protección Social (2013), tiene como objetivo que para el año 2021 se hayan incrementado los niveles de actividad física de la población de 13 a 64 años. Se espera aumentar el tiempo dedicado y la calidad para la actividad física en todo el sistema educativo, con metas puntuales de mínimo 300 minutos de actividad física a la semana en instituciones de formación, y el incremento de la actividad física, 31 caminar o montando bicicleta como medio de transporte por encima de 33,8% y 5,6% respectivamente. Esta investigación también está alineada con los planteamientos de la Ley 1355 de 2009, emitida por el Congreso de la República de Colombia (2009), conocida como la Ley de la Obesidad. En ésta se define la obesidad y las enfermedades crónicas no transmisibles asociadas al sedentarismo como una prioridad de salud pública, y se afirma que el estado colombiano deberá promover políticas de actividad física dirigidas a favorecer ambientes saludables y seguros para el desarrollo de las mismas. La Ley de la Obesidad contempla artículos que dan pautas para el incremento y calidad de la actividad física en los niveles de educación inicial, básica y media. No aborda los contextos universitarios, siendo está una brecha que debe ser suplida. Dado que el ser joven y universitario es un factor de riesgo frente a la realización de la actividad física, es necesario conocer la prevalencia de esta conducta saludable en estudiantes de pregrado y las razones psicológicas subyacentes que determinan la práctica de la actividad física, las cuales pueden ser variadas de acuerdo al contexto en el que se estudien. Conocer los factores psicológicos por los cuales las personas deciden no realizar los niveles mínimos de actividad física permitirá desarrollar intervenciones acordes a las necesidades encontradas u orientar las existentes (Fernhall, Borghi y Babu, 2015; Hunter, Boeri, Tully, Donnelly y Kee, 2015). En este sentido, esta investigación es de apoyo para la evaluación y el seguimiento de los niveles de actividad física y sus variables psicológicas (percepción de riesgo y autoeficacia) en la población de la Pontificia Universidad Javeriana Cali. Se proporcionará información tendiente a orientar los planes y programas que promuevan la actividad física de los estudiantes universitarios. Los resultados de esta investigación son útiles para la institución al momento de implementar programas de actividad física que mejoren la salud de los estudiantes, a la par que puede servir de línea base para futuras intervenciones. 32 La investigación que se realizó se relaciona con los objetivos de la Pontificia Universidad Javeriana Cali, debido a que entre sus metas se encuentra la formación integral de los estudiantes. La universidad cuenta con programas de bienestar, entendidos como actividades dirigidas al desarrollo físico, psicoafectivo, espiritual y social de la comunidad universitaria. Además, esta universidad hace parte de la Asociación Colombiana de Universidades (ASCUN), la cual promulga políticas para el bienestar de los estudiantes en todas las dimensiones de la existencia humana, incluyendo la salud y la calidad de vida (Pontificia Universidad Javeriana Cali [PUJ], 2015). La universidad como promotora de la salud, ha creado el Medio Universitario que se define como los espacios orientados a la formación integral y el bienestar de las personas que estudian y trabajan en la institución. En relación con la actividad física, el Medio Universitario cuenta con el Centro de Bienestar, el cual promueve la salud física y psicológica para el mejoramiento integral de la calidad de vida de las personas que hacen parte de la comunidad; el Centro Deportivo el cual contribuye a la formación y recreación de las personas que componen la comunidad en lo referente a la actividad física (enfocándose en los deportes) y el Centro de Expresión Cultural, el cual fomenta el desarrollo de las habilidades de creación e interpretación artística en sus diversas formas, como la danza la cual es parte de la actividad física (PUJ, 2015). Conociendo la importancia que tiene la actividad física como parte de la salud y por ende de la formación integral de los estudiantes, la Universidad ha realizado investigaciones en relación con los niveles de actividad física y las barreras percibidas para realizarla. Así, esta investigación permite contribuir a los antecedentes en la institución frente a la actividad física. Al abarcar la actividad física como hábito de salud importante, el área del conocimiento en el que se enmarca el presente proyecto es la Psicología de la Salud. Campo que aplica los principios, técnicas y conocimientos científicos propios de la psicología a la evaluación, diagnóstico, prevención, explicación, modificación y/o tratamiento de comportamientos relevantes para los procesos de salud o 33 enfermedad, en los distintos y variados contextos en los que puedan tener lugar dichos comportamientos (Matarazzo, 1984; Morrison y Bennett, 2008; Oblitas, 2006). Así, la Psicología de la Salud se interesa por la promoción de la actividad física para prevenir y tratar ciertas enfermedades no trasmisibles causantes de altos índices de mortalidad a nivel mundial. 34 MÉTODO Tipo de estudio Esta investigación es cuantitativa debido a que la recolección de los datos se fundamenta en la medición y cuantificación del nivel de actividad física, la percepción de riesgo y la autoeficacia de estudiantes universitarios. Los resultados fueron analizados estadísticamente, lo que permitió caracterizar el fenómeno encontrado (Hernández, Fernández y Baptista, 2010). La modalidad de este estudio es no-experimental, puesto que buscó observar el fenómeno tal como se presenta en su contexto natural para después analizarlo. No se pretendió manipular las variables de estudio (percepción de riesgo, autoeficacia y actividad física). Esto quiere decir que no ejerció un control directo sobre estas variables, ni tampoco se influyó sobre las mismas para obtener variaciones de una variable en función de otra (Hernández, et al., 2010). En cuanto al diseño, la presente investigación fue transversal-correlacional de acuerdo a la clasificación de Hernández, et al. (2010), debido a que la recolección de los datos de cada variable se llevó a cabo en un sólo momento y tiempo único, es decir, una sola vez se midió cada variable en cada sujeto y se buscó su relación o grado de asociación. Participantes La población de este estudio estuvo constituida por los estudiantes de pregrado matriculados en la Pontificia Universidad Javeriana Cali. En el primer periodo del 2015-1 dicha población constaba de 6411 estudiantes distribuidos en 35 cuatro facultades: Humanidades y Ciencias Sociales (36%), Ciencias Económicas y Administrativas (29%), Ingeniería (25%), y Ciencias de la Salud (10%). Como criterios de inclusión se tuvo en cuenta que los estudiantes estuvieran matriculados en el semestre 2015-2, que se ubicaran en segundo semestre en adelante y que tuvieran entre 18 y 25 años (adultos emergentes). Se buscó que la muestra estuviera conformada por 125 estudiantes. El tamaño de la muestra fue calculado teniendo en cuenta como parámetros un tamaño poblacional de 6411 estudiantes (matriculados en el primer periodo del 2015), una prevalencia de sedentarismo del 77% (según estudios anteriores en la universidad), una significancia del 5%, un error del 8% y un porcentaje de no respuesta del 15%. La selección de la muestra fue intencional, y se buscó que ésta representara la distribución de la población por facultades. Variables A continuación se definen las variables que fueron evaluadas y analizadas para cumplir los objetivos de la investigación. Tabla 1 Variables del estudio Variables Actividad física Autoeficacia Percepción Riesgo Definición conceptual Definición operacional Movimientos Corporales producidos por los músculos Preguntas de la 1 a la 6 del Cuestionario esqueléticos cuyo resultado es el gasto energético de (WHO, 2015a). Universitarios. Capacidad percibida para ejecutar con éxito la práctica de la actividad física (Bandura, 1999). Actividad Física en Jóvenes Preguntas de la 7 a la 26 del Cuestionario de Actividad Física en Jóvenes Universitarios. Evaluación subjetiva de la probabilidad de ocurrencia Preguntas de de un evento adverso producto de la falta de Cuestionario actividad física (Sjoberg, Moen y Rundmo, 2004) Jóvenes Universitarios. de la 27 a Actividad la 33 del Física en Nota. Tabla construida a partir de las definiciones de las variables que se abordaron en la presente investigación. 36 Instrumento El instrumento utilizado fue el Cuestionario de Actividad Física en Jóvenes Universitarios (ver Anexo 1). El cuestionario consta de 33 ítems que miden el nivel de actividad física, la autoeficacia y la percepción de riesgo frente a la realización de actividad física. Las preguntas son cerradas y las opciones de respuesta corresponden a la escala Likert, a excepción de la variable actividad física, la cual fue medida con preguntas en las que se le solicitaba al sujeto completar con información específica. Este cuestionario fue construido por los investigadores a partir del análisis y adaptación de algunos cuestionarios utilizados para medir las variables del estudio, entre ellos: (1) el Cuestionario Internacional sobre Actividad Física [IPAQ] (IPAQ Research Committee, 2005), del cual se tomaron 6 de las 7 preguntas que contiene para la medición de los niveles de actividad física; (2) el Cuestionario Survey (Woody, 2010), del cual se tomaron preguntas para la medición de la percepción de riesgo frente a la actividad física y se tuvieron en cuenta las recomendaciones de Brewer et al. (2004) para medición de esta variable; y (3) la Escala sobre Actividad Física [EAF] de Fernández, Medina, Herrera, Rueda y Fernández (2011), la cual fue adaptada para medir la autoeficacia en relación con la actividad física. La adaptación consistió en el cambio del lenguaje en función del contexto cultural donde se aplicó el instrumento, se modificaron algunas preguntas que originalmente giraban en torno al trabajo y al quehacer de una persona en la adultez media y tardía, éstas se sustituyeron por preguntas que abordan situaciones específicas de la vida universitaria como el estudio constante y los parciales; y finalmente se incorporaron ítems relacionados con la autoeficacia en la actividad física moderada, vigorosa y la caminata. El instrumento fue revisado por tres jueces expertos: un educador físico con maestría en actividad física y dos psicólogos con experiencia en el tema. Una vez evaluado el cuestionario y hechos los ajustes sugeridos (cambios en la redacción de algunos ítems, se agregó un ítem en la subescala de autoeficacia y se posicionaron de forma diferente las instrucciones), se aplicó una prueba piloto con 10 estudiantes 37 cuyo resultado permitió reestructurar las instrucciones para la subescala de percepción de riego y autoeficacia. Los resultados de este proceso permitieron ajustar el cuestionario al lenguaje de la población y asegurar la validez de contenido del mismo. La forma de calificación del Cuestionario de Actividad Física en Jóvenes Universitarios se adjunta en el Anexo 2. Procedimiento A continuación se describirán las fases que se tuvieron en cuenta para la realización de esta investigación. El instrumento fue validado por tres jueces expertos y se realizó una prueba piloto con 10 sujetos que cumplían con los criterios de inclusión de la muestra, como se mencionó anteriormente. Según Escobar y Cuervo (2008), la validación del instrumento por medio de los jueces expertos y la prueba piloto tiene el fin de que el instrumento a aplicar tenga claridad (hace referencia a la revisión lingüística o gramatical de las preguntas que componen el instrumento, en aspectos relacionados con redacción, puntuación, uso de términos adecuados, etc.), sea pertinente (grado de correspondencia o coherencia entre lo que evalúa el reactivo y el fin del instrumento), se ubique adecuadamente (referente al orden lógico en el que se ubican las preguntas del instrumento) y que las preguntas sean suficientes (contribución a la comprensión de la variable a evaluar). Una vez validado el instrumento, se captaron los estudiantes en el campus universitario y se verificaron los criterios de inclusión. Una vez contactados, se les brindó información acerca del estudio que se llevó a cabo, sus objetivos, el tiempo estimado de duración de la prueba y se les entregó el consentimiento informado (ver Anexo 3). Sólo quienes leyeron y firmaron el consentimiento informado de manera voluntaria fueron los participantes de la investigación y a ellos, posteriormente, se les aplicó el instrumento. La aplicación del instrumento fue de carácter individual en salones e instalaciones de la Pontificia Universidad Javeriana Cali. Durante la aplicación, los 38 participantes tuvieron la libertad de realizar cualquier pregunta y de abstenerse de responder aquellas que consideren. Se hizo claridad en que no hay un límite de tiempo para terminar de responder las preguntas del instrumento. Al finalizar el proceso de aplicación del instrumento a los participantes, se realizó la tabulación y análisis estadístico respectivo de los datos, y se construyó el informe final. Posterior a la sustentación de este informe, se elaborará un resumen ejecutivo que se entregará y socializará al Centro Deportivo y al Centro de Bienestar de la Vicerrectoría del Medio Universitario de la Pontificia Universidad Javeriana Cali (Anexo 4). Análisis de resultados Los resultados fueron analizados por medio del paquete Statiscal Package for Social Sciences (SPSS) versión 23.0 para Windows. Inicialmente se caracterizó la muestra por medio de estadística descriptiva y posteriormente se calcularon las puntuaciones obtenidas en la realización de actividad física, autoeficacia y percepción de riesgo frente a la actividad física. A partir de las puntuaciones se describieron los niveles de cada una de las variables mencionadas en los estudiantes, específicamente para actividad física se siguieron los criterios establecidos por el IPAQ (IPAQ Research Committee, 2005). Se utilizaron las siguientes pruebas paramétricas: Prueba T para muestras independientes (cuando era necesario comparar dos grupos), ANOVA y contraste de Scheffé (cuando era necesario comparar más de dos grupos) y el coeficiente de correlación de Pearson para determinar la relación lineal entre variables cuantitativas. En los casos en los que se buscó establecer la relación entre variables categóricas, se utilizó la prueba no paramétrica de Chi-cuadrado. 39 Consideraciones éticas Esta investigación involucró seres humanos, por lo cual se tuvo especial consideración por los aspectos éticos de la investigación estipulados por la Resolución No. 08430 (Ministerio de Salud, 1993) que vela por el respeto y protección de los participantes en investigaciones con humanos, y la Ley 1090 (Congreso de la República, 2006) que regula la investigación en Psicología. De acuerdo con éstas, los participantes de la investigación fueron informados del estudio, se explicó a cada uno de manera clara y completa por medio de un consentimiento informado (ver Anexo 3) la justificación y los objetivos de la investigación; los procedimientos que se utilizaron y el propósito de cada uno; y los riesgos y beneficios que podrían obtenerse. En cuanto a los riesgos, se considera que la presente investigación no representó riesgos dado que no se realizó ninguna intervención intencionada de variables biológicas, psicológicas o sociales. En el consentimiento informado se escribió de manera explícita que el participante tenía la posibilidad de realizar preguntas durante el proceso, la no remuneración económica o en especie por la participación, el carácter voluntario de la participación y la garantía de que la información personal obtenida es confidencial con el fin de proteger la privacidad. En el consentimiento se expresó que en todo momento se respetaría la decisión de las personas en cuanto a participar o no de la investigación sin que por ello sea juzgada. El consentimiento informado debió ser firmado por un testigo para avalar la participación voluntaria del estudiante. Se estipula que al ser este un trabajo de grado, la Universidad proporcionó asesoría y respaldo en todo momento. En caso de que los participantes tengan dudas adicionales sobre la investigación pueden contactar a los investigadores y/o a la directora del mismo (en la copia que se les entregó del consentimiento se incluyen nombres, teléfonos y correos electrónicos institucionales). Se precisa que los resultados de esta investigación serán transferidos a la Pontificia Universidad Javeriana Cali para su análisis. 40 RESULTADOS A continuación se presentan los resultados obtenidos de la aplicación del Cuestionario de Actividad Física en Jóvenes Universitarios. En primer lugar se describirán las características de la muestra; después se presentan los resultados obtenidos para la variable actividad física, en donde se exponen los puntajes obtenidos en la actividad física moderada, vigorosa, la caminata y la actividad física total. Se resalta que los puntajes de actividad física se presentan en el equivalente metabólico METs. Los METs son un índice de la tasa metabólica de un individuo realizando algún tipo de actividad física, comparado con la tasa metabólica de una persona en estado de reposo. Un MET se define como el costo enérgico del descanso y es equivalente a un consumo calórico de 1 cal/kg/hora (WHO, 2015b). Después de presentar los puntajes obtenidos en actividad física, se clasifican los estudiantes de acuerdo a su nivel de actividad física y se relacionan estos niveles con el género, la ubicación semestral y la facultad. Posteriormente se presentan los puntajes obtenidos en las variables autoeficacia y percepción de riesgo para la actividad física. Al igual que la variable anterior, en este apartado después de mostrar los puntajes se procede a clasificar a los estudiantes en tres categorías (alto, moderado y bajo) y se relacionan estos niveles con el género, la ubicación semestral y la facultad. Finalmente, se presenta la relación entre las variables actividad física, autoeficacia y percepción de riesgo para la actividad física. Primero se relacionan las variables cuantitativas y después las categóricas. En general, la presentación de los resultados se hace de forma tabular y por medio de gráficos de barras simples. 41 Caracterización de la muestra En total participaron 125 universitarios, de los cuales uno superó el rango de edad establecido para el estudio por lo que fue eliminado del mismo. De esta manera, la muestra estuvo conformada por 124 estudiantes de pregrado de la Pontificia Universidad Javeriana Cali, con edades entre 18 y 25 años, con un promedio de 20,3 años (DE= 2,00). El 57% de la muestra fueron mujeres y el 43% hombres. Los estudiantes pertenecían a las cuatro facultades de la Universidad, siendo el 36% de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, el 26% de la Facultad de Ingeniería, el 28% de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas y el 10% de la Facultad de Ciencias de la Salud. En cuanto a la ubicación semestral de los estudiantes, el 36% estaban entre 2 y 3 semestre, el 45 % entre 4 y 7 semestre, y 19% de los estudiantes estaban entre 8 y 10 semestre. La Tabla 2 muestra la caracterización de la muestra según el sexo, la edad y la facultad a la que pertenecen los estudiantes. Tabla 2 Caracterización de la muestra Variables Mujeres Género Hombres Edad Facultad Ubicación Semestral Humanidades y Ciencias Sociales Ciencias Económicas y Administrativas Ingeniería Ciencias de la Salud 2 – 3 Semestre 4 – 7 Semestre 8 – 10 Semestre N (%) / x (D.E) 57% 71 43% 53 20,30 2,0 45 36% 35 28% 32 12 26% 10% 44 56 24 36% 45% 19% 42 Actividad física La variable actividad física se exploró para conocer la distribución de estudiantes que realizan actividad física y que cumplen con los niveles necesarios para el fomento de la salud. A continuación se describen las proporciones según sexo, facultad y ubicación semestral y se compararon las medias para determinar si existen diferencias entre grupos. La actividad física fue evaluada siguiendo la clasificación del IPAQ, en términos de actividad vigorosa, actividad moderada y caminata en los últimos siete días. En cuanto a la actividad moderada (Ver Tabla 3), los estudiantes universitarios la realizaron en promedio 2,77 días en la última semana (D.E= 2,06). El gasto calórico derivado de este tipo de actividades fue en promedio 860,97 METmin/semana. Este gasto fue mayor en hombres (1092,45 MET- min/semana) que en mujeres (688,17 MET- min/semana), siendo estas diferencias estadísticamente significativas (p=0,008). No se encontraron diferencias estadísticamente significativas en función de la ubicación semestral (p=0,220) y la facultad (p=0,633). Tabla 3 METs min/semana en actividad física moderada METs min / semana x D.E. 1092,45 904,71 688,17 772,43 Valor P Género Hombres Mujeres Facultad Humanidades y Ciencias Sociales Ciencias Económicas y Administrativas Ingeniería Ciencias de la Salud 901,78 715,43 976,88 823,33 987,52 802,63 746,83 733,70 .633 Ubicación Semestral Semestres 2 – 3 Semestres 4 – 7 Semestres 8 - 10 756,36 830,00 1125,00 741,87 825,07 1062,65 .220 Total Muestra 860,97 852,00 - .008 43 Como se puede observar en la Tabla 4, la actividad física vigorosa fue realizada por los universitarios en promedio 1,93 días en la última semana (D.E= 2,25), generando un gasto calórico de en promedio 1471,61 MET-min/semana. Este gasto fue mayor en hombres (2228,68 MET- min/semana) que en mujeres (906,48 MET- min/semana), siendo estas diferencias estadísticamente significativas (p=0,000). Se encontraron diferencias estadísticamente significativas en la ubicación semestral (p=0,004), puesto que los estudiantes de octavo semestre en adelante obtuvieron un gasto calórico mayor (2655,00 MET-min/semana) que los estudiantes de segundo y tercer semestre (1102,73 MET-min/semana) (p=0,008) y que los estudiantes entre cuarto y séptimo semestre (1254,29 MET-min/semana) (p=0,014). No se encontraron diferencias estadísticamente significativas entre las facultades (p=0,536). Tabla 4. METs min/semana en actividad física vigorosa METs min / semana x D.E. 2228,68 2273,17 906,48 1556,01 Valor P Género Hombres Mujeres Facultad Humanidades y Ciencias Sociales Ciencias Económicas y Administrativas Ingeniería Ciencias de la Salud 1678,22 1064,00 1518,75 1760,00 2219,81 1776,88 1779,90 2480,65 .536 Ubicación Semestral Semestres 2 – 3 Semestres 4 – 7 Semestres 8 - 10 1102,73 1254,29 2655,00 1745,02 1781,23 2498,24 .004 Total Muestra 1471,61 1998,44 - .000 Por otro lado, como se observa en la Tabla 5, los universitarios reportaron realizar caminata por lo menos 10 minutos seguidos en promedio de 3,46 días en la última semana (DE=2,39). El gasto calórico derivado de dicha caminata fue de 522,41 MET-min/semana. En hombres fue de 423,71 MET-min/semana y en mujeres fue de 596,09 MET-min/semana, sin encontrarse diferencias 44 estadísticamente significativas por sexo (p=0,235). Tampoco se encontraron diferencias estadísticamente significativas en ubicación semestral (p=0,725). Se observan diferencias estadísticamente significativas entre facultades (p=0,025), siendo mayor el gasto calórico en estudiantes pertenecientes a la facultad de Ciencias de la Salud (1171,50 MET-min/semana) que en estudiantes de Ingeniería (298,55 MET-min/semana) (p=0,027). Tabla 5. METs min/semana en la caminata METs min / semana x D.E. 423,71 568,74 596,09 1023,25 Valor P Género Hombres Mujeres Facultad Humanidades y Ciencias Sociales Ciencias Económicas y Administrativas Ingeniería Ciencias de la Salud 546,70 473,31 298,55 1171,50 821,47 812,68 456,69 1526,50 .025 Ubicación Semestral Semestres 2 – 3 Semestres 4 – 7 Semestres 8 - 10 484,13 588,70 437,94 765,11 1001,27 666,67 .725 Total Muestra 522,41 860,21 - .235 Considerando los tres tipos de actividad física expuestos anteriormente, se realizó una suma de los MET-min/semana para obtener el valor de la Actividad Física Total (Ver Tabla 6), donde los universitarios tuvieron un gasto calórico promedio en los últimos 7 días de 2854,99 MET-min/semana, siendo este gasto total diferente entre hombres (3744,84 MET-min/semana) y mujeres (2190,74 METmin/semana) (p=0,002). En cuanto a la ubicación semestral se encontraron diferencias estadísticamente significativas (p=0,018), donde el gasto calórico promedio es mayor en estudiantes de octavo semestre en adelante (4217,94 METmin/semana) que en los estudiantes de segundo y tercer semestre (2343,22 METmin/semana), siendo estas diferencias estadísticamente significativas (p=0,023). No se encontraron diferencias en función de la facultad (p=0,322). 45 Tabla 6. METs min/semana en actividad física total METs Min/Semana x D.E. 3744,84 2921,72 2190,74 2356,89 Valor P Género Hombres Mujeres Facultad Humanidades y Ciencias Sociales Ciencias Económicas y Administrativas Ingeniería Ciencias de la Salud 3126,70 2252,74 2794,17 3754,83 3092,32 2304,46 2480,65 2830,27 .322 Ubicación Semestral Semestres 2 – 3 Semestres 4 – 7 Semestres 8 - 10 2343,22 2672,98 4217,94 2286,57 2470,18 3536,48 .018 Total Muestra 2854,99 2714,06 - .002 A partir del número de días en los que realizan actividad vigorosa, moderada y caminata y el gasto calórico asociado a cada uno, los universitarios fueron clasificados en tres niveles de actividad física, ubicándose de la siguiente manera: el 31,5% presentan un nivel alto de actividad física, el 42,7% en nivel moderado y el 25,8% en nivel bajo (ver Figura 2). Quienes se encuentran en el nivel bajo de actividad física no cumplen las recomendaciones establecidas por la OMS sobre actividad física para proteger la salud. 45,0% 42,7% 40,0% 35,0% 30,0% 31,5% 25,8% 25,0% 20,0% 15,0% 10,0% 5,0% 0,0% Bajo Moderado Figura 2. Nivel de actividad física de los estudiantes. Alto 46 A continuación se presenta el nivel de actividad física en función del género, facultad y ubicación semestral (ver Figura 3). En cuanto al género se puede observar que hay una mayor proporción de mujeres que no cumplen los niveles mínimos recomendados de actividad física (32,4%) en contraste con los hombres (17%), también se puede observar que hay mayor proporción de hombres en el nivel de actividad física (49,1%) que mujeres (18,3%). Sin embargo, es mayor la proporción de mujeres en el nivel moderado de actividad física (49,3%) que los HOMBRES MUJERES GENERO 45,8% 29,2% 25,0% 41,1% 32,1% 26,8% 25,0% BAJO 22,7% 25,0% ALTO 52,3% 66,7% FI FACULTAD FCS 2 - 3 S 4 - 7 S ALTO MODERADO BAJO ALTO MODERADO BAJO ALTO MODERADO MODERADO BAJO ALTO BAJO FCEA MODERADO 8,3% 34,4% 37,5% 20,0% ALTO 28,1% 54,3% 25,7% BAJO 40,0% ALTO FHCS MODERADO 37,8% BAJO 22,2% MODERADO 49,3% MODERADO BAJO ALTO 18,3% 32,4% 49,1% ALTO MODERADO BAJO 17,0% 34,0% hombres (34%). 8 - 10 S UBICACIÓN SEMESTRAL Figura 3. Nivel de actividad física por género, facultad y ubicación semestral. En relación a la facultad es posible observar que en la Facultad de Ingeniería se encuentra la mayor proporción de estudiantes que no cumplen los niveles mínimos recomendados de actividad física (37,5%). El 22,2% de los estudiantes de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales y el 25,7% de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas presentan niveles bajos de actividad física. En contraste con los estudiantes de la Facultad de Ciencias de la salud donde solo el 8,3% se encuentran en un nivel bajo. 47 En cuanto a la ubicación semestral se destaca que en todos los rangos de semestre la proporción de estudiantes que no cumplen los niveles mínimos recomendados de actividad física oscila entre 25% y 26,8%. Los estudiantes entre segundo y tercer semestre son los que más actividad física moderada realizan (52,3%), mientras que los estudiantes de octavo semestre en adelante son quienes tienen los niveles más altos de actividad física (45,8%). Autoeficacia para la actividad física La variable autoeficacia para la actividad física se midió para conocer qué tan capaces se sienten los estudiantes para realizar actividad física a pesar de los posibles obstáculos que podrían interferir en su realización. Los jóvenes universitarios obtuvieron un puntaje promedio de autoeficacia de 130,54 (DE= 35,86) en un rango entre 0 y 200, siendo 48 el puntaje mínimo obtenido y 200 el máximo. El puntaje promedio de los hombres fue de 139,02 y el de las mujeres de 124,21, encontrándose diferencias estadísticamente significativas (p=0,022). No se encontraron diferencias estadísticamente significativas en función de la ubicación semestral (p=0,059) y la facultad (p=0,868). Tabla 7. Puntaje de Autoeficacia Género Hombres Mujeres x 139,02 124,21 D.E. 37,25 33,68 Valor P Facultad Humanidades y Ciencias Sociales Ciencias Económicas y Administrativas Ingeniería Ciencias de la Salud 127,80 131,74 134,25 127,42 34,63 32,04 37,18 49,31 .868 Ubicación Semestral Semestres 2 – 3 Semestres 4 – 7 Semestres 8 - 10 128,57 125,52 145,87 41,22 30,19 34,76 .059 Total Muestra 130,54 35,86 - .022 48 Como se observa en la Figura 4, al clasificar a los estudiantes en niveles de autoeficacia se encuentra que el 17,7% estaba en nivel alto, 53,2 % en nivel moderado y el 29,0 % en nivel bajo. 17,7% 29,0% 53,2% Bajo Moderado Alto Figura 4. Nivel de autoeficacia percibido para la actividad física. A continuación se presenta el nivel de autoeficacia percibido para la actividad física en función del género, la facultad y la ubicación semestral (ver Figura 5). En cuanto al género se puede observar que las mujeres tienen niveles más bajos de autoeficacia (35,2%) que los hombres (20,8%), mientras que el 26,4% de los hombres tienen un nivel alto de autoeficacia en contraste con el 11,3% de las mujeres. En relación a la facultad, se observa que la Facultad de Ciencias de la Salud tiene la proporción más alta de estudiantes con baja autoeficacia (50%) mientras que en las otras tres facultades el nivel bajo de autoeficacia oscila entre el 25% y 28,6%. Los estudiantes de la Facultad de Ciencias de la Salud presentan la proporción más alta de estudiantes con alta autoeficacia (33,3%), seguido de la Facultad de Ingeniería (28,1%). 49 En cuanto a la ubicación semestral, se observa que los niveles más bajos de autoeficacia se encuentran en el segundo y tercer semestre (36,4%). Los estudiantes que presentaron los niveles más altos de autoeficacia fueron los de octavo semestre en adelante (37,5%) mientras que el 5,4% de los estudiantes entre FACULTAD 37,5% 50,0% 64,3% FCS 4 - 7 S ALTO MODERADO BAJO ALTO MODERADO BAJO ALTO MODERADO ALTO BAJO 2 - 3 S 12,5% 30,4% 40,9% 22,7% 16,7% MODERADO BAJO 5,4% FI ALTO MODERADO BAJO ALTO BAJO MODERADO FCEA 36,4% 33,3% 50,0% 28,1% 46,9% FHCS ALTO BAJO MODERADO 11,1% 11,4% 25,0% 28,6% 26,7% 11,3% ALTO BAJO MODERADO ALTO MODERADO HOMBRES MUJERES GENERO 60,0% 53,5% 35,2% 52,8% 26,4% 20,8% BAJO 62,2% cuarto y séptimo semestre se ubican en este nivel. 8 - 10 S UBICACIÓN SEMESTRAL Figura 5. Niveles de autoeficacia para género, facultad y ubicación semestral En cuanto a los indicadores de autoeficacia para la actividad física (ver Tabla 8), los estudiantes se sienten muy capaces de caminar diariamente 30 minutos (83,1%), realizar actividad física moderada como montar en bicicleta a un ritmo regular, bailar, hacer tareas domésticas, nadar a un ritmo suave (79,8%) y realizar actividad física en su tiempo libre (64,5%). Caso contrario sucede con la capacidad de transportarse realizando alguna actividad física en vez de utilizar vehículos motorizados, donde los estudiantes presentaron los niveles más bajos de autoeficacia (21%). Las principales razones por las que los estudiantes reportaron no sentirse capaces de realizar actividad física fueron la falta de tiempo (29,0%), estar en época 50 de exámenes (32,3%), y la percepción de no disfrutar la práctica de actividad física (33,1%). Por otro lado los estudiantes manifestaron no tener inconvenientes para realizar actividad física así estén deprimidos o cansados (58,1%), no obtengan los resultados deseados (48,4%) y así tengan que hacerlos solos (50,8%). Tabla 8. Indicadores de autoeficacia para actividad física. INDICADORES AUTOEFICACIA PARA ACTIVIDAD FISICA Me siento capaz de… Nada capaz Relativamente Capaz Muy Capaz Caminar diariamente al menos treinta (30) minutos. 0,8% 16,1% 83,1% Realizar actividad física moderada (por ejemplo: montar en bicicleta a velocidad regular, bailar, hacer tareas domésticas; nadar a un ritmo suave, etc. Excluya por favor el caminar). 0,8% 19,4% 79,8% Realizar actividad física en mi tiempo libre 3,2% 32,3% 64,5% Mantener mi motivación por realizar actividad física una vez haya iniciado. 2,4% 43,5% 54,0% Realizar actividad física vigorosa (por ejemplo: levantar pesos mayores a 20 kilo, hacer ejercicios aeróbicos, correr, jugar futbol, practicar algún deporte, etc. Excluya por favor el caminar). 6,5% 41,1% 52,4% Intentar nuevas formas de hacer actividad física, distintas a las que usualmente realizo. 4,8% 46,0% 49,2% Retomar la actividad física después de un periodo de tiempo en la que no la realice. 4,8% 49,2% 46,0% Transportarme realizando alguna actividad física (caminata rápida, bicicleta, etc.) en vez de utilizar vehículos motorizados si las condiciones externas son favorables. 21,0% 41,1% 37,9% Me siento capaz de practicar actividad física tres o más veces por semana durante al menos 30 minutos, aunque… Esté deprimido/a o estresado/a 10,5% 31,5% 58,1% Me dé pena cómo me veo frente a otras personas 16,1% 28,2% 55,6% Tenga que hacerlo solo/a 12,9% 36,3% 50,8% No obtenga los resultados esperados 10,5% 41,1% 48,4% Haga mal tiempo 15,3% 38,7% 46,0% 51 INDICADORES AUTOEFICACIA PARA ACTIVIDAD FISICA Nada capaz Relativamente Capaz Muy Capaz Me encuentre cansado/a 13,7% 46,8% 39,5% Tenga otras motivaciones 14,5% 46,0% 39,5% Tenga que pagar un dinero extra 14,5% 51,6% 33,9% Tenga mucho que estudiar 29,8% 43,5% 26,6% No disfrute hacerlo 33,1% 44,4% 22,6% Me encuentre en épocas de exámenes No tenga tiempo 32,3% 29,0% 46,8% 50,8% 21,0% 20,2% Percepción de riesgo La variable percepción de riesgo se midió con el fin de conocer la evaluación subjetiva de la probabilidad de que ocurra un riesgo a nivel fisiológico como mental producto de la falta de actividad física. Se describen las proporciones según sexo, facultad y ubicación semestral. Los jóvenes universitarios obtuvieron un puntaje promedio de Percepción de Riesgo de 23,55 (DE= 2,64) en un rango entre 7 y 28, siendo 15 el puntaje mínimo obtenido y 28 el máximo (ver Tabla 9). El puntaje promedio de los hombres fue de 23,43 y el de las mujeres de 23,63 sin que esta diferencia sea estadísticamente significativa (p=0,678). No se encontraron diferencias estadísticamente significativas en función de la ubicación semestral (p=0,752) y la facultad (p=0,059) (Ver Tabla 9). Tabla 9. Puntajes de Percepción de riesgo Género Hombres Mujeres x 23,43 23,63 D.E. 2,72 2,59 Valor P Facultad Humanidades y Ciencias Sociales Ciencias Económicas y Administrativas Ingeniería Ciencias de la Salud 23,29 23,46 23,28 25,50 2,62 2,36 2,90 2,20 .059 Ubicación Semestral Semestres 2 – 3 Semestres 4 – 7 Semestres 8 - 10 23,66 23,36 23,79 2,43 2,82 2,64 .752 Total Muestra 23,55 2,64 - .678 52 Como se observa en la Figura 6 fue posible clasificar a los estudiantes de acuerdo a su nivel de percepción de riesgo en alto (22,6 %), moderado (71,0) y bajo (6,5%). 6,5% 22,6% 71,0% Bajo Moderado Alto Figura 6. Nivel de percepción de riesgo para la actividad física. A continuación se presenta el nivel de percepción de riesgo para la actividad física en función del género, facultad y ubicación semestral (ver Figura 7). En cuanto al género se encuentra más del 70% de hombres y mujeres tienen un nivel moderado de percepción de riesgo. Se encuentran proporciones similares en los niveles altos de percepción de riesgo en mujeres (22,5%) y hombres (22,6%), de la misma manera se encuentra que muy pocos estudiantes tanto hombres como mujeres tienen un nivel bajo de percepción de riesgo. En relación a la facultad, se observa que el 58,3% de los estudiantes pertenecientes a la Facultad de Ciencias de la Salud tienen un nivel alto de percepción de riesgo en contraste con las otras tres facultades cuyas proporciones oscilan entre 17,1% y 20%. En esta misma facultad ningún estudiante presenta un nivel bajo de percepción de riesgo. En las facultades de Ciencias Económicas y Administrativas, Humanidades y Ciencias Sociales e Ingeniería se encuentran altas 53 proporciones de estudiantes que presentan un nivel moderado de percepción de HOMBRES MUJERES GENERO FCEA FACULTAD 79,2% 67,9% 4 - 7 S ALTO MODERADO BAJO ALTO MODERADO 4,2% 7,1% 2 - 3 S BAJO ALTO MODERADO 6,8% BAJO ALTO BAJO MODERADO FCS 16,7% 25,0% 22,7% 18,8% FI ALTO MODERADO 0,0% 6,3% 17,1% ALTO BAJO MODERADO ALTO 2,9% FHCS BAJO 20,0% 11,1% BAJO MODERADO ALTO 7,0% BAJO MODERADO ALTO MODERADO 5,7% BAJO 22,5% 22,6% 41,7% 58,3% 70,5% 75,0% 80,0% 68,9% 70,4% 71,7% riesgo: 80%, 68,9% y 75% respectivamente. 8 - 10 S UBICACIÓN SEMESTRAL Figura 7. Percepción de riesgo en género, facultad y ubicación semestral En cuanto a los indicadores de percepción de riesgo para la actividad física (ver Tabla 10), la mayoría de los estudiantes están de acuerdo con que a nivel personal deberían realizar actividad física para tener un buen estado de salud (99,2%), así mismo consideran que todas las personas de su rango de edad deberían realizar actividad física para tener un buen estado de salud (96%). La mayoría de estudiantes también consideran que la falta de actividad física, por un lado, incrementa el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares, diabetes, cáncer y osteoporosis (91,9%), y por otro lado incrementa el riesgo de depresión, ansiedad, estrés y baja autoestima (90,3%). En cambio, la mayoría de los estudiantes están en desacuerdo con que solo las personas con alguna enfermedad deberían realizar actividad física para mejorar su estado de salud (89,5%). Se encuentra además que el 37,9% de los estudiantes 54 no considera que podría desarrollar enfermedades cardiovasculares, diabetes, cáncer u osteoporosis en los próximos 5 años debido a la falta de actividad física. Tabla 10 Indicadores de percepción de riesgo para la actividad física. INDICADORES PERCEPCIÓN DE RIESGO PARA LA ACTIVIDAD FISICA Creo que la falta de actividad física incrementa el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares, diabetes, cáncer, osteoporosis, entre otras. Creo que la falta de actividad física incrementa el riesgo de depresión, ansiedad, estrés y baja autoestima, entre otras. Considero que una persona saludable de mi edad podría desarrollar enfermedades cardiovasculares, diabetes, cáncer u osteoporosis debido a la falta de actividad física Pienso que YO podría desarrollar enfermedades cardiovasculares, diabetes, cáncer u osteoporosis en los próximos 5 años debido a la falta de actividad física Solo las personas con alguna enfermedad deberían realizar actividad física para mejorar su estado de salud Todas las personas de mi edad deberían realizar actividad física para tener un buen estado de salud Considero que yo debería realizar actividad física para tener un buen estado de salud Totalmente en desacuerdo En desacuerdo De acuerdo Totalmente de Acuerdo 5,6% 2,4% 27,4% 64,5% 1,6% 8,1% 36,3% 54,0% 4,0% 19,4% 50,0% 26,6% 9,7% 28,2% 39,5% 22,6% 72,6% 16,9% 4,0% 6,5% 0,8% 3,2% 34,7% 61,3% 0% 0,8% 23,4% 75,8% Relación entre la actividad física, la autoeficacia y la percepción de riesgo Con el objetivo de identificar si la autoeficacia y la percepción de riesgo se relacionan con la realización de actividad física, se cruzaron tanto las variables cuantitativas (es decir los puntajes) utilizando correlación de Pearson, como las categóricas (es decir los niveles) utilizando la prueba Chi cuadrado. Como se puede observar en la Tabla 11, donde se analizan las variables cuantitativas por medio del coeficiente de relación de Pearson, se encontró una relación lineal estadísticamente significativa y positiva media (r = 0,494, p = 0,000, 55 significancia < 0,01), entre el puntaje de Actividad Física total y el puntaje de Autoeficacia para la realización de la actividad física. De estos resultados se puede obtener el coeficiente de determinación r2 = 0,24, indicando la varianza de factores comunes, donde la autoeficacia en un 24% explica la variación en la variable actividad física. Respecto a la actividad física y percepción de riesgo para la realización de la actividad física, se encontró que no existe una relación lineal estadísticamente significativa entre estas dos variables (r =0,054, p = 0,554, significancia < 0,05). Por último, al analizar la Autoeficacia y Percepción de riesgo se encontró que no existe una relación lineal estadísticamente significativa entre estas dos variables (r = 0,131, p = 0,148, significancia <0,05). Tabla 11 Correlaciones de Pearson entre las variables de análisis Variables Actividad Física Total Autoeficacia Percepción de Riesgo Correlación de Pearson Sig. (bilateral) N Correlación de Pearson Sig. (bilateral) N Correlación de Pearson Sig. (bilateral) N Actividad Física Total 1 124 Autoeficacia .494** .000 124 1 124 Percepción de Riesgo .054 .554 124 .131 .148 124 1 124 **.La correlación es significativa en el nivel 0.01 (bilateral). A continuación se presentan los resultados de la relación entre las variables categóricas del estudio (nivel de actividad física, autoeficacia y percepción de riesgo) utilizando la prueba no paramétrica Chi – Cuadrado. Como se observa en la Tabla 12, al realizar el apareamiento de las variables nivel de actividad física y nivel de autoeficacia para la actividad física, es posible identificar un valor X2 = 33,882 (p = 0,000) confirmando una relación entre estas dos variables. Respecto a las variables nivel de actividad física y nivel de percepción de 56 riesgo para la actividad física, es posible identificar un valor X2 = 3,562 (p = 0,469), confirmando que no existe una relación lineal entre estas variables. Tabla 12 Tablas cruzadas entre las variables de análisis Nivel de Actividad Física Moderad Bajo Alto o X2 Sig. (Bilateral) 33.882 .000 3.562 .469 Total Bajo Nivel de Autoeficacia Moderado Alto Total Bajo Nivel de Percepción de Riesgo Moderado Alto Total 15 41,7 % 16 24,2 % 1 4,5 % 32 19 52,8 % 30 45,5 % 4 18,2 % 53 2 5,6 % 20 30,3 % 17 77,3 % 39 4 50,0 % 23 26,1 % 5 17,9 % 32 2 25,0 % 37 42,0 % 14 50,0 % 53 2 25,0 % 28 31,8 % 9 32,1 % 39 36 66 22 124 8 88 28 124 57 DISCUSIÓN Este estudio pretendió establecer la relación entre autoeficacia y percepción de riesgo con la realización de actividad física en jóvenes estudiantes de una Universidad privada de la ciudad de Cali, de los cuales 124 quienes contestaron el Cuestionario de Actividad Física en Jóvenes Universitarios. Al identificar el nivel de actividad física de los estudiantes se encontró en este estudio que la mayoría de los estudiantes tienen un nivel de actividad física moderado o alto, lo cual es positivo considerando que la actividad física tiene importantes beneficios para la salud, en términos de protección ante enfermedades crónicas no transmisibles y mejora del sistema inmunológico, muscular, esquelético y neuromotor, así como beneficios para la salud mental. No obstante, es importante mencionar que el 25,8% de los estudiantes no cumple los mínimos de actividad física recomendados por la OMS, lo cual constituye un problema dadas las implicaciones del sedentarismo en la salud a nivel físico y mental, destacándose que esto además de interferir con la calidad de vida de las personas incrementa el riesgo de muerte en un 25% (Carbonell, et al., 2010; Carver et al., 2012; Cavill et al., 2009; WHO, 2015a). Otra preocupación es el hecho de que estos estudiantes con bajos niveles de actividad física instauren esta conducta en su diario vivir, lo que supondría un problema dada la alta probabilidad de que este hábito perjudicial tienda a mantenerse durante la vida adulta (Bandura, 1999; Vélez, Vidarte y Parra, 2014). Los resultados de este estudio con respecto al nivel alto y moderado de actividad física son similares a los encontrados en la misma institución un año antes por Rubio y Varela (2015). No obstante, los niveles encontrados son superiores a 58 los del estudio de Lema et al. (2009), también en esta institución, en la que se encontró lo contrario, pues el 77% de los estudiantes reportaron ser inactivos físicamente. Estas diferencias podrían deberse a los instrumentos de evaluación utilizados, pues tanto en Rubio y Varela (2015) como en este estudio se utilizó el IPAQ para medir la actividad física, siendo éste un cuestionario de medición del gasto calórico; mientras que el CEVJU-R utilizado en Lema et al. (2009) es un cuestionario de autorreporte de prácticas de actividad física. Contrastando los resultados de este estudio con otros realizados en el ámbito universitario se encuentran similitudes en la proporción de estudiantes activos físicamente con los hallazgos obtenidos en Argentina por Pérez, et al. (2014) y en Colombia por Arboleda, Arango y Feito (2014). Por el contrario, diversas investigaciones en universitarios colombianos reportan menor proporción de estudiantes activos físicamente (Varela et al, 2011; Rodríguez et al, 2011; Herazo, Hernández y Domínguez, 2012; Rangel, Rojas y Gamboa, 2015). De igual manera, al comparar los resultados reportados por este estudio se encuentra que son similares a los reportados a nivel mundial por la Organización Mundial de la Salud quienes indican que el 23% de la población adulta presenta bajos niveles de actividad física (WHO, 2015a). Sin embargo, estos resultados no se relacionan con la prevalencia de actividad física a nivel nacional reportados por Piñeros y Pardo (2010) y por la ENSIN (MPS, ICBF, INS y Profamilia, 2011) donde se encuentra que aproximadamente el 80% de la población realiza menos actividad física de lo recomendado. Esta alta proporción de inactividad física en colombianos hasta los 85 años también se evidencia en los resultados reportados por Martínez, Saldarriaga y Sepúlveda (2008) en la ciudad de Medellín y por CEDETES (2006) en la ciudad de Cali. Es posible que estos estudiantes de la institución sean más activos que otros descritos en otras investigaciones porque se han beneficiado de los entornos que ofrece la institución educativa para el desarrollo de la actividad física como el Centro Deportivo, el Centro de Bienestar y el Centro de Expresión Cultural con el fin de promover estilos de vida saludables en la comunidad universitaria (PUJ, 2015). 59 Dado que en la etapa de la universidad se suele presentar presión por la carga académica se podría suponer que los estudiantes acuden a la actividad física como mecanismo para combatir el estrés generado por el cumplimiento de las responsabilidades cada semestre, pues entre los beneficios de la actividad física se encuentra que su práctica habitual permite disminuir la ansiedad y el estrés, permitiendo que el individuo consiga estar en un estado de relajación (Cavill, et al., 2009; Morrison y Bennett, 2008). A esto se le puede añadir la presencia y gran acogida del movimiento fitness en el mundo, tendencia que hace especial énfasis en la actividad física regular como medio para estar saludable, acompañado de buenos hábitos alimenticios. El fitness surge a partir de la proliferación de gimnasios y centros de acondicionamiento físico que han promovido entrenamientos dirigidos a mejorar la movilidad articular, la flexibilidad y la condición física general para personas que buscan sentirse bien y se preocupan por su salud y estado físico (Diéguez, 2007). La incorporación del fitness en el estilo de vida de la población joven podría ser un factor que influye directamente en los altos niveles de actividad física reportados por los universitarios. Al realizar comparaciones del puntaje de actividad física según el sexo los resultados obtenidos evidencian que existen diferencias significativas en relación al sexo, pues los hombres presentan mayor gasto calórico que las mujeres, resultados que coinciden con los reportados por la OMS (WHO, 2015a), MPS, ICBF, INS y Profamilia (2011), CEDETES (2006), Lema et al. (2009), Arboleda, Arango y Feito (2014) y Rubio y Varela (2015). Específicamente, se encontró que los hombres en este estudio realizan mayor actividad física vigorosa y moderada que las mujeres, pero en cuanto a la caminata se encontró que es mayor el gasto calórico en las mujeres, aunque sin ser esta diferencia muy marcada. Estos resultados son relevantes para que el diseño de intervenciones futuras se realice teniendo en cuenta la perspectiva de género. Una posible explicación de estas diferencias se relaciona con las motivaciones para realizar actividad física. Si bien en investigaciones como la de Varela et al. (2011) se concluye que una de las razones principales por las cuales 60 las mujeres realizan actividad física es mejorar la imagen y Pauline (2013) añade que la apariencia física se relaciona en las mujeres con otra razón para realizar actividad física que es el control de peso, objetivos que se pueden alcanzar mediante otro tipo de prácticas diferentes a la actividad física como los hábitos alimenticios saludables. Otra posible explicación se deriva del rol de género tal como lo plantean Varela et al. (2011) y Pauline (2013). Estos autores suponen que tradicionalmente los hombres se relacionan más con el ejercicio y los deportes como forma de demostrar las características masculinas a través de la competitividad, fuerza, resistencia y poder. Esta hipótesis se fundamenta en las diferencias de género en relación con los intereses principales de los hombres encontrados en ambas investigaciones que suelen ser principalmente la competencia, los retos, entablar nuevas relaciones y obtener reconocimiento social. Una vez discutidos los resultados respecto al nivel de actividad física de los jóvenes, se hace necesario describir la autoeficacia y percepción de riesgo frente a ésta y determinar la relación entre las tres variables. En lo que respecta a la autoeficacia, los resultados muestran que la mayoría de los estudiantes reportan tener un nivel moderado de autoeficacia para la actividad física. De acuerdo al puntaje de autoeficacia se encuentra que no hay diferencias estadísticamente significativas en función de la ubicación semestral ni de la facultad de los estudiantes. Sin embargo, se encuentran diferencias en cuanto al género donde los hombres señalan tener un mayor puntaje de autoeficacia para la actividad física que las mujeres. Estos resultados son congruentes con los hallazgos de la investigación de Pauline (2013) quien encuentra que los estudiantes hombres tienen más confianza en sus habilidades para realizar actividad física que las mujeres. El hecho de que el 29% de los estudiantes encuestados tengan un nivel bajo de autoeficacia para la realización de la actividad física se constituye en una señal de alarma debido a que si los estudiantes no se consideran capaces de iniciar, mantener y recuperar niveles apropiados de actividad física, podrían empezar a organizar y ejecutar comportamientos acordes a esas creencias y evitar situaciones 61 o escenarios en los que ellos deban realizar actividad física o una vez inician con el hábito saludable lo abandonan rápidamente (Bandura 1987; Bandura, 1999). Además, estos juicios de valor negativos sobre las capacidades para realizar actividad se traducen en acciones en las que probablemente la persona no se esfuerce lo suficiente para lograr los objetivos propuestos lo que la lleva al fracaso, el cual una vez aparece refuerza la creencia que sustenta la baja autoeficacia, lo cual supondría un ciclo cuyo único resultado es el sedentarismo (Schwarzer y Fuchs, 1999). Las razones de la baja autoeficacia se pueden suponer a partir de las cuatro fuentes expuestas por Bandura (1987): experiencias previas, experiencia vicaria, persuasión verbal y los estados fisiológicos. Desde las experiencias previas, es posible que los estudiantes hayan tenido situaciones anteriores con la actividad física en la que fracasaron, este fracaso se vuelve una evidencia pasada que debilita el sentimiento de eficacia personal en el presente y probablemente en el futuro. Es posible que en momentos anteriores los sujetos fracasaron debido a que buscaron realizar algún tipo de actividad física que requiera de cierto grado de dificultad que ellos aún no tenían. En relación con la experiencia vicaria es probable que los estudiantes busquen realizar actividad física (conducta modelada) de una persona que ellos observan y consideren que tal conducta solo la puede realizar el modelo debido sus características particulares; también es posible que los estudiantes tengan como modelo a una persona que por más actividad física que ha realizado no ha logrado conseguir los objetivos específicos que busca, por ende el observador puede considerar que si realiza actividad física le sucederá lo mismo. En cuanto a la persuasión verbal puede que personas significativas para los participantes hayan expresado desconfianza en su capacidad para realizar actividad física o manifiestan dudas sobre ellas. Finalmente, en lo que respecta a los estados fisiológicos, alguno de los participantes puede presentar determinada condición física o enfermedad que considere le incapacita realizar actividad física. Por otro lado, con respecto a la actividad física y la autoeficacia es posible identificar una relación lineal que sugiere que a mayor autoeficacia, mayor actividad 62 física tendrán los estudiantes universitarios. Estos resultados son similares a los encontrados en las investigaciones de Pauline (2013), Rovniak, Anderson y Winett (2002), Sniehotta, Scholz y Schwarzer (2005) y Sweet et al. (2012). Concretamente en este estudio se encontró que los puntajes de actividad física son explicados en un 24% por los puntajes de autoeficacia. Estos resultados tienen grandes implicaciones porque constatan el rol de la autoeficacia en la adopción, mantenimiento y recuperación de la actividad física como una conducta de salud. Los estudiantes que tienen niveles altos de autoeficacia tienen un nivel mayor de actividad física que aquellos estudiantes en los niveles bajos o moderados de autoeficacia, probablemente debido a su capacidad percibida de ejecutar correctamente planes de acción y afrontamiento en lo relacionado a la práctica de la actividad física. Los estudiantes con altos niveles de autoeficacia confían en sus capacidades para conocer cómo, cuándo y dónde llevarán a cabo una rutina de actividad física, a la vez que confían en sus capacidades para lidiar con obstáculos o dificultades que puedan encontrar durante su realización (Parschau et al., 2014; Guillamón, 2015). Una vez identificada la relación entre autoeficacia y actividad física, se consideran pertinentes los planteamientos de Sniehotta, Scholz y Schwarzer (2005), quienes consideran a la autoeficacia como un medidor adecuado para la intención de realizar actividad física en el presente y en el futuro. Lo anterior podría ser preocupante para el contexto universitario de este estudio, si se tiene en cuenta que el 29% de los estudiantes evidencian tener un nivel bajo de autoeficacia para la actividad física, lo que significaría que es posible que estén en riesgo de disminuir sus niveles de actividad física en el futuro, debido a la prevalencia de creencias negativas frente a la propia capacidad de mantener los niveles apropiados de actividad física. Ahora bien, respecto al nivel de percepción de riesgo para la actividad física los resultados muestran que la mayoría de los estudiantes reportan tener un nivel moderado de esta variable, no se encontraron diferencias significativas entre los puntajes de percepción de riesgo para la actividad física en función de la ubicación 63 semestral, facultad y género de los estudiantes. Estos resultados indican que los participantes de este estudio en general, perciben la vulnerabilidad o la probabilidad de que una situación de carácter negativo les ocurra (Lameiras, Rodríguez y Dafonte, 2002; Morrison y Bennett, 2008), en este caso en relación con las consecuencias derivadas de la falta de actividad física. Al comparar los resultados obtenidos con planteamientos previos revisados, se puede decir que los universitarios no presentan optimismo ilusorio o invulnerabilidad percibida, tal como lo plantean Jessor et al. (1991) y Schwarzer y Fuchs (1999), puesto que no hay distorsión del riesgo debido a que los estudiantes manifiestan que las enfermedades crónicas no transmisibles como las condiciones cardiovasculares, diabetes, cáncer y las afecciones mentales como la depresión y ansiedad son amenazas que pueden sucederles a causa del sedentarismo. Es curioso que la invulnerabilidad percibida no se presentó aun cuando los participantes fueron universitarios transitando la adultez emergente (entre 18 y 25 años), dado que en esta etapa del ciclo vital humano se considera una notable característica (García del Castillo, 2012; Jessor et al., 1991). Los niveles alto y moderado de percepción de riesgo para la actividad física en los jóvenes universitarios podrían atribuirse a diferentes factores, inicialmente a la cantidad y calidad de información asociada a los riesgos que conlleva la falta de actividad física. Es posible que los estudiantes hayan accedido a fuentes fidedignas de información de tal manera que les haya permitido evaluar las consecuencias de sus acciones (Fishbein, 1967), ya sea desde la percepción de los costes y beneficios relacionados con la realización o no de actividad física y su impacto o gravedad en la salud (Rosenstock, 1974) o desde el miedo a las consecuencias negativas del sedentarismo (Rogers, 1975). Es importante señalar que el conocimiento de los riesgos que trae consigo la falta de actividad física para la salud se suma a una realidad citadina descrita por CEDETES (2006), que reportó que el 99% de los caleños conoce el impacto de la actividad física en la salud. Al momento de establecer la relación entre la actividad física y la percepción de riesgo, se encuentra que estas variables no están relacionadas. Lo anterior 64 sugiere que los estudiantes al momento de realizar actividad física no lo hacen en función de los riesgos que asocian al sedentarismo. Esto hallazgos resultan ser similares a los de Parschau et al (2014), quien no encuentra asociación entre las variables de percepción de riesgo y actividad física. Estos resultados son diferentes a los encontrados en las investigaciones cuyos resultados señalan que la percepción de riesgo y la actividad física están relacionadas. Por ejemplo, Stephan et al. (2011) encuentra que estas variables se relacionan positivamente en adultos mayores donde a mayor percepción de riesgo mayores serán los niveles de actividad física. Por otro lado, Woody (2010) también encuentra ambas variables relacionadas pero de manera negativa, en donde a mayor percepción de riesgo menor actividad física. Posiblemente esta relación entre percepción de riesgo y actividad física no se evidencie por la edad de los individuos encuestados, porque al ser jóvenes podrían percibir que los riesgos del sedentarismo son lejanos en el tiempo, es decir que estos riesgos lo conciban como un riesgo probable pero que se manifestaría a mediano o largo plazo. Tal vez la percepción de riesgo para la actividad física en los adultos en mediana edad y los adultos mayores sí se relacione con la actividad física dado que los riesgos se pueden revelar a corto plazo en gran parte debido al declive que tiene la salud a medida que la edad aumenta. Por último, con el objetivo de constatar la idoneidad del modelo HAPA (Schwarzer y Fuchs, 1999) se pretendió establecer la relación entre la autoeficacia y la percepción de riesgo para la actividad física, encontrándose que las dos variables no están relacionadas entre sí. Una persona puede percibir el riesgo de la falta de actividad física sin que influya en la capacidad percibida para realizar actividad física. Este resultado es diferente al encontrado por Parschau et al (2014), quienes encontraron en su investigación que la autoeficacia y la percepción de riesgo se relacionan, y que junto con la variable expectativas de resultados se forma la intención para realizar actividad física. Desde este punto de vista y acorde a los resultados encontrados, la percepción de riesgo no influyó en la decisión de los estudiantes para la realización de actividad física, lo que podría sugerir que otras 65 variables se encuentran presentes en la fase motivacional del modelo teórico HAPA. Estas variables podrían ser las propuestas por Sallis et al. (2006): la percepción de apoyo social, la condición física percibida, el temor al fracaso y las sensaciones y sentimientos específicos generados por la actividad física. A manera de conclusión, este estudio encontró que la actividad física de los estudiantes universitarios evaluados no tiene relación con la percepción de riesgo pero sí con la autoeficacia. Lo anterior permite pensar que los estudiantes que presentan mayores niveles de autoeficacia para iniciar, mantener y recuperar niveles apropiados de actividad física, son a su vez los que presentan mayores niveles de actividad física, recibiendo los beneficios en cuanto a salud física y mental que esto conlleva, manteniendo un estilo de vida que será poco propenso a desarrollar enfermedades crónicas no transmisibles. Frente a la percepción de riesgo, si bien los estudiantes reconocen correctamente los riesgos asociados con la no realización de la actividad física, no es el detonante comportamental para un inicio de la misma. A partir de lo anterior se hace necesario brindar lineamientos para futuras investigaciones e intervenciones en el tema, reconociendo los alcances y limitaciones del presente estudio. Entre los alcances de este estudio se destaca que representa un aporte al grupo de investigación Salud y Calidad de Vida de la institución, puesto que en el grupo ha habido un interés en conocer las variables asociadas a la actividad física, siendo este un estudio que aporta evidencia de la relación de la autoeficacia como una variable cognitiva relacionada con la actividad física. Considerando que las investigaciones de este grupo impactan directamente las acciones del Medio Universitario de la institución, estos datos podrían aportar a los programas de intervención que se realizan. También se tiene en cuenta que este estudio permite corroborar los resultados de Rubio y Varela (2015) sobre los niveles de actividad física en la misma institución. Por último se destaca como un alcance importante el hecho de que las bases teóricas del estudio se fundamentan en el modelo teórico HAPA, el cual toma en consideración las dos variables cognitivas investigadas en el estudio y cobra importancia al momento de diseñar e implementar 66 intervenciones eficaces dado que es necesario conocer los constructos teóricos que se asocian con el comportamiento deseado, razón por la cual autores como Parschau et al. (2014) consideran que las intervenciones derivadas del estudio sistemático de modelos teóricos son más efectivas en generar cambios comportamentales que aquellas intervenciones no basadas en teorías específicas. No obstante, en este estudio se tuvieron algunas limitaciones. Para comenzar, se encontró poco apoyo teórico y empírico alusivo específicamente a la relación existente entre la actividad física y percepción de riesgo, lo cual limita la capacidad de contrastar y discutir los resultados encontrados. Otra limitación del estudio fue la selección de la muestra fue intencional, lo que genera que los resultados obtenidos no sean extrapolables al total de la población de estudiantes de la institución. Entre las limitaciones también se encuentra que en el Cuestionario de Actividad Física en Jóvenes Universitarios los investigadores construyeron los ítems para medir dos de las variables del estudio (autoeficacia y percepción de riesgo para la actividad física), por tanto no se tienen estudios de validez y confiabilidad. Otra de las variables a medir fue la actividad física y para ello se utilizaron 6 preguntas del IPAQ, lo cual representa una fortaleza y limitación del presente estudio. Por un lado, como fortaleza se encuentra que para medir actividad física es el instrumento más conocido dados sus procesos de validación, su adaptación a gran número de idiomas y su uso en múltiples estudios a nivel mundial en la población adulta (Craig, et al. 2003), incluyendo países latinoamericanos como Brasil y Colombia en donde el instrumento ha demostrado su elevada fiabilidad y validez (Hallal et al. 2010). Sin embargo, el IPAQ también tiene limitaciones que han sido analizadas en la literatura dada su naturaleza de auto reporte. Shephard (2003) recoge dichas limitaciones y concluye que las respuestas de los sujetos pueden tener sesgos, bien sea por la confianza no fundamentada en la capacidad del individuo de recordar la actividad física que realizó una semana antes de la recolección de la información (lo que por la tendencia lleva a las personas a sobreestimar su nivel de actividad física) o por las dificultades que las personas tienen de incluir ciertas actividades cotidianas 67 como parte de la actividad física. Teniendo en cuenta que las personas suelen excluir ciertas actividades de su día a día, como modificación al instrumento aplicado en esta investigación se agregaron ejemplos a las preguntas con el fin de que los participantes diferenciaran los tipos de intensidad física y pudieran deducir algunos tipos de actividad física que podrían estar presentes en su repertorio comportamental, lo cual apunta a una fortaleza del estudio. Por último, los resultados de esta investigación evidencian que para futuras investigaciones sería recomendable valerse de una metodología que incluya una muestra probabilística, que permita extrapolar los resultados a la totalidad de la población. Se sugiere además la continuidad en el uso del instrumento utilizado para este estudio, considerándose una adaptación adecuada del IPAQ que permite medir con certeza los niveles de actividad física. Además, es necesario con miras a futuras intervenciones en la temática, continuar los esfuerzos para promover niveles apropiados de actividad física en los estudiantes de la Universidad. El Centro Deportivo Loyola y el Centro de Bienestar de la Universidad podrían utilizar información suministrada por este estudio para desarrollar e implementar programas específicos encaminados a mejorar los niveles de actividad física de los estudiantes a través del mejoramiento de la autoeficacia para iniciar, mantener y recuperar niveles apropiados de actividad física. Esto debe realizarse manteniendo especial atención a las motivaciones y barreras expuestas en los otros estudios realizados en el campus por Lema et al. (2009), Varela et al. (2011) y Rubio y Varela (2015), con el fin de integrar y maximizar el impacto de las intervenciones. Concretamente, y con base en los resultados de este estudio, se sugiere a la institución educativa realizar intervenciones para mejorar el nivel de actividad física de los estudiantes, a través de estrategias que aumenten la autoeficacia para iniciar, mantener y recuperar niveles apropiados de actividad física, con especial atención a modificar la percepción de los estudiantes de no realizar actividad física por falta de tiempo y la coexistencia con responsabilidades académicas. Así mismo, se sugiere 68 hacer especial énfasis en la población femenina, con el fin de mejorar su capacidad percibida de realizar actividad física moderada y vigorosa. Se sugiere además que futuras investigaciones en la Pontificia Universidad Javeriana Cali se encaminen a diseñar y evaluar intervenciones enfocadas en promover la autoeficacia para la realización de actividad física en estudiantes universitarios. 69 REFERENCIAS Arboleda, V., Arango, E. y Feito, Y. (2014). 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CUESTIONARIO DE ACTIVIDAD FISICA EN JÓVENES UNIVERSITARIOS Instrucciones: Estamos interesados en saber acerca de la actividad física que la gente hace como parte de su vida cotidiana. Piense en aquellas actividades que usted hace como parte de su rutina universitaria, laboral (si aplica), en la casa, para ir de un sitio a otro, y en su tiempo libre, ejercicio o deporte. Por favor responda cada pregunta aún si usted no se considera una persona activa. Le pedimos que responda a ellas con la mayor sinceridad posible. Datos sociodemográficos: Sexo: 1. Hombre ___ 2. Mujer ___ Edad: ____ Semestre: Carrera: años Las preguntas se referirán al tiempo que usted utilizó siendo físicamente activo(a) en los últimos 7 días. Piense solo en aquellas actividades físicas que realizó durante por lo menos 10 minutos seguidos. PREGUNTA RESPUESTA 1. En los últimos 7 días ¿cuántos días realizó actividades físicas moderadas (montar en bicicleta a velocidad regular, bailar, hacer tareas domésticas; nadar Número de días en la última semana: _____ a un ritmo suave, etc.)? Excluya por favor el caminar. 2. En uno de esos días en los que realizó actividades físicas moderadas (montar en bicicleta a velocidad regular, bailar, hacer tareas domésticas; nadar a un ritmo suave, etc. Excluya por favor el caminar), ¿cuánto tiempo dedicó a esas actividades? 3. En los últimos 7 días, ¿cuántos días realizó usted actividades físicas vigorosas (levantar pesos mayores a 20 kilos, hacer ejercicios aeróbicos, correr, jugar al fútbol, practicar algún deporte, etc.)? Excluya por favor el caminar. 4. En uno de esos días en los que realizó actividades físicas vigorosas (levantar pesos mayores a 20 kilos, hacer ejercicios aeróbicos, correr, jugar al fútbol, practicar algún deporte, etc. Excluya por favor el caminar), ¿cuánto tiempo dedicó a esas actividades? 5. En los últimos 7 días, ¿cuántos días caminó a un ritmo rápido, ya sea por ejercicio, o desplazamiento de un lado a otro, como mínimo 10 minutos? 6. En los últimos 7 días en los que caminó a un ritmo rápido, ¿cuánto tiempo suele dedicar a esta actividad? Minutos: _______ Número de días en la última semana: _____ Minutos: _______ Número de días en la última semana: _____ Minutos: _______ A continuación aparecen una serie de preguntas relacionadas con la práctica de actividad física. Al contestar, tenga en cuenta el nivel de confianza que usted cree tener al momento de realizar actividad física. Considere que se le pregunta el nivel de confianza en la actualidad, no el que creía tener en un pasado o el que piensa tener en el futuro. Conteste en una escala de 0 a 10, teniendo en cuenta que 0 indica que se siente nada capaz y 10 indica que se siente muy capaz de realizarla. Marque con una X su respuesta. Me siento capaz de… Nada capaz 7. Caminar diariamente al menos treinta (30) minutos. Relativamente capaz Muy capaz 0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 13. Mantener mi motivación por realizar actividad física una vez haya iniciado. 0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 14. Retomar la actividad física después de un periodo de tiempo en la que no la realice. 0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 8. Realizar actividad física moderada (por ejemplo: montar en bicicleta a velocidad regular, bailar, hacer tareas domésticas; nadar a un ritmo suave, etc. Excluya por favor el caminar). 9. Realizar actividad física vigorosa (por ejemplo: levantar pesos mayores a 20 kilo, hacer ejercicios aeróbicos, correr, jugar futbol, practicar algún deporte, etc. Excluya por favor el caminar). 10. Intentar nuevas formas de hacer actividad física distintas a las que usualmente realizo. 11. Realizar actividad física en mi tiempo libre 12. Transportarme realizando alguna actividad física (caminata rápida, bicicleta, etc.) en vez de utilizar vehículos motorizados si las condiciones externas son favorables. Me siento capaz de practicar actividad física tres o más veces por semana durante al menos 30 minutos, aunque… Nada capaz 15. Me encuentre cansado/a 16. Tenga mucho que estudiar 17. Me encuentre en épocas de exámenes 18. Tenga que pagar un dinero extra 19. Tenga que hacerlo solo/a 20. No obtenga los resultados esperados 21. Esté deprimido/a o estresado/a 22. No disfrute hacerlo 23. Haga mal tiempo 24. Tenga otras motivaciones 25. No tenga tiempo 26. Me dé pena cómo me veo frente a otras personas 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 3 3 3 3 3 3 3 3 3 3 3 3 Relativamente capaz Muy capaz 4 5 6 7 8 9 10 4 5 6 7 8 9 10 4 5 6 7 8 9 10 4 5 6 7 8 9 10 4 5 6 7 8 9 10 4 5 6 7 8 9 10 4 5 6 7 8 9 10 4 5 6 7 8 9 10 4 5 6 7 8 9 10 4 5 6 7 8 9 10 4 5 6 7 8 9 10 4 5 6 7 8 9 10 A continuación aparecen una serie de preguntas relacionadas con sus creencias en relación con la actividad física. Responda utilizando una escala de 1 a 4, donde 4 es totalmente de acuerdo y 1 totalmente en desacuerdo. No hay respuestas “correctas” ni “incorrectas”. 4. 1. 2. 3. Totalmente Totalmente En De de en desacuerdo acuerdo Acuerdo desacuerdo 27. Creo que la falta de actividad física incrementa el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares, diabetes, cáncer, osteoporosis, entre otras. 28. Creo que la falta de actividad física incrementa el riesgo de depresión, ansiedad, estrés y baja autoestima, entre otras. 29. Considero que una persona saludable de mi edad podría desarrollar enfermedades cardiovasculares, diabetes, cáncer u osteoporosis debido a la falta de actividad física. 30. Pienso que YO podría desarrollar enfermedades cardiovasculares, diabetes, cáncer u osteoporosis en los próximos 5 años debido a la falta de actividad física. 31. Solo las personas con alguna enfermedad deberían realizar actividad física para mejorar su estado de salud. 32. Todas las personas de mi edad deberían realizar actividad física para tener un buen estado de salud. 33. Considero que YO debería realizar actividad física para tener un buen estado de salud. ASEGURESE DE HABER RESPONDIDO TODAS LAS PREGUNTAS. ¡GRACIAS POR SU PARTICIPACIÓN! Anexo 2. Forma de calificación del cuestionario PROTOCOLO DE CALIFICACIÓN DEL IPAQ (subescala de actividad física) Resultados continuos “La mediana y el rango intercuartil (entre Q1 y Q3) para diferentes poblaciones pueden calcularse para andar o caminar (W), actividad física de intensidad moderada (M), actividad física de intensidad vigorosa (V) y un resultado combinado de la actividad física total. Todos los resultados continuos se expresan como METminutos/semana” (IPAQ Research Committee, 2005). Valores MET y fórmulas para la computación de los MET minutos/ semana Los valores MET provienen del trabajo realizado durante los estudios de fiabilidad de IPAQ, entre el año 2000 y 2001. Es posible extraer unos METs promedio como resultado de cada tipo de actividad. Por ejemplo, se incluyen todos los tipos de “andar” y se crea un valor medio de METs para esta actividad. Así mismo, se utiliza el mismo procedimiento con las otras actividades: actividad de intensidad moderada y actividad de intensidad vigorosa. Los siguientes valores se usaran para el análisis de los resultados de IPAQ (IPAQ Research Committee, 2005): Andar o caminar = 3.3 METs Actividad Física Moderada = 4.0 METs Actividad Física vigorosa = 8.0 METs. A partir de los valores anteriores, se pueden definir 4 (cuatro) resultados continuos, según el IPAQ Research Committee (2005): 1. Andar MET-minutos/semana = 3.3 * minutos andando * días andando 2. Actividad Moderada MET-minutos/semana = 4.0 * minutos de actividad de intensidad moderada * días de intensidad moderada. 3. Actividad Vigorosa MET-minutos/semana = 8.0 * minutos de actividad de intensidad vigorosa * días de intensidad vigorosa. 4. Actividad Física Total MET-minutos/semana = Es la suma de los tres resultados anteriores continuos (Andar + Moderada + Vigorosa MET-minutos/ semana). Resultados discretos Categoría 1: Baja Categoría 2: Moderada Este es el nivel más bajo de actividad El patrón de actividad física será clasificado Se física. como “moderado” si tiene alguno de los etiquetada como “alta” para describir los individuos ubicados en esta categoría siguientes criterios (a, b o c): niveles más altos de actividad física. Los tienen un nivel de actividad física a) 3 días o más de actividad física de dos criterios para clasificación en esta Se considera que los Categoría 3: Alta puede plantear una categoría Categoría 1: Baja Categoría 2: Moderada Categoría 3: Alta “baja”, estas personas no cumplen intensidad vigorosa al menos 20 minutos por categoría son: los criterios de las categorías 2 o 3. día. a) Actividades de intensidad vigorosa al b) 5 o más días de intensidad física moderada menos 3 días por semana sumando un y/o andar al menos 30 minutos por día. mínimo total de actividad física de al c) 5 o más días de cualquier combinación de menos 1500 MET-minutos/semana andar, actividad de intensidad moderada y O actividad de intensidad vigorosa sumando un b) 7 o más días de cualquier combinación mínimo Total de Actividad Física de al menos de 600 MET-minutos/semana. actividades Quienes cumplan con alguno de los tres sumando un mínimo total de actividad criterios anteriores para ser clasificado como física “moderado”, son personas que cumplen con minutos/semana. andar, de intensidad de al moderada intensidad menos 3000 o vigorosa MET- un mínimo de actividad física. CALIFICACIÓN DE LA SUBESCALA DE AUTOEFICACIA Para la calificación de esta subescala se deben sumar los valores obtenidos en las preguntas 7 a la 26. Este puntaje podrá estar entre 0 y 200, considerando que la subescala cuenta con 20 preguntas, con opciones de respuesta entre 0 y 10 puntos. El puntaje se debe recodificar en los siguientes niveles de autoeficacia: Autoeficacia baja: 0-110 Autoeficacia Moderada: 111-170 Autoeficacia Alta: 171 - 200 CALIFICACIÓN DE LA SUBESCALA DE PERCEPCIÓN DE RIESGO Para la calificación de esta subescala se deben sumar los valores obtenidos en las preguntas 27 a la 33. Este puntaje podrá estar entre 9 y 28, considerando que la subescala cuenta con 7 preguntas, con opciones de respuesta entre 1 y 4 puntos. El puntaje se debe recodificar en los siguientes niveles de percepción de riesgo: Percepción de riesgo baja: 9-19 Percepción de riesgo moderada: 20-25 Percepción de riesgo alta: 26-28 Anexo 3. CONSENTIMIENTO INFORMADO De acuerdo con la ley 1090 de 2006 y la resolución 008430 de 1993, en donde se establecen los lineamientos para realizar investigaciones en el ámbito de la salud y la psicología, es necesario obtener un consentimiento informado, acuerdo por escrito mediante el cual se autoriza la participación en una investigación, con pleno conocimiento de la naturaleza de los procedimientos, beneficios y riesgos. Este trabajo de Grado de la Carrera de Psicología se plantea la necesidad de explorar aspectos relacionados con la actividad física en jóvenes de un contexto universitario. Su participación es muy importante, y consistiría en contestar un cuestionario con una duración aproximada de 15 minutos. Su participación en esta investigación es totalmente voluntaria, en cualquier momento se puede negar a participar, sin que por esta razón se creen perjuicios en su contra. Asimismo se recalca que la información suministrada será completamente confidencial. También se hace énfasis en que la participación en esta investigación no hará acreedora a la persona de ningún beneficio económico o en especie. Este estudio se considera una investigación sin riesgo, pues no se realiza ninguna intervención intencionada de las variables biológicas, fisiológicas, psicológicas o sociales de los individuos. Usted está en todo derecho de no responder aquellas preguntas que no se desee, y de solicitar a los investigadores principales asesoría en todo momento. Con la firma de este consentimiento informado, se da cuenta de haber comprendido a cabalidad toda la información expuesta en este documento, y de haber recibido explicaciones verbales sobre él y satisfactoria respuesta a cualquier inquietud planteada. Además, se declara pleno conocimiento de los objetivos y procedimientos de esta investigación, y estando conforme con estos, de forma libre y voluntaria, se acepta la participación en este trabajo de grado, autorizando el uso de la información recolectada para el informe final del trabajo y futuras publicaciones. Si está de acuerdo en contribuir al presente estudio con su participación, ha leído el presente formato de consentimiento informado y se le han resuelto sus dudas satisfactoriamente, por favor ponga su firma a continuación. Nombre: ______________________________________________________ C.C. _________ Firma: ____________________________________ TESTIGO: Nombre: ______________________________________________________ C.C. _________ Firma: ____________________________________ Firma de los investigadores: _______________________________ Juliana Roa Trejos C.C. 1.151.947.837 Celular: 316 778 3670 _______________________________ Juan Camilo Barberán Durán C.C. 1.130.682.342 Celular: 314 682 6189 Firma de quien toma el consentimiento informado: ____________________________________ Firmado en la Ciudad de Cali, el día ____ del mes de _________________de 2015. Anexo 4. Formato devolución de resultados del Trabajo de Grado. Señor/es Centro de Bienestar y Centro Deportivo Reciba un cordial saludo Por medio de la presente se indica que los estudiantes de psicología Juan Camilo Barberán y Juliana Roa, los invitan a la socialización de los resultados de la investigación realizada en el Trabajo de Grado titulada “Actividad física en universitarios y su relación con autoeficacia y percepción de riesgo” el día ______________ hora __________. Además, se hace entrega de un informe que contiene los detalles sobre del proceso de investigación, los resultados obtenidos y las conclusiones del estudio. Se espera que de este encuentro emerjan otras investigaciones relacionadas con la actividad física en universitarios y que de acuerdo a los resultados se encaminen intervenciones dirigidas a la promoción de la actividad física como hábito saludable en la institución educativa. Agradecemos de antemano el espacio ofrecido por ustedes y reiteramos la importancia de la articulación entre la academia y el trabajo de impacto social en las instituciones. ____________________________ Juan Camilo Barberán Durán C.C: 1.130.682.342 Tesista ____________________________ Juliana Roa Trejos C.C: 1.151.947.837 Tesista ____________________________ María Teresa Varela Arévalo C.C: Directora de Trabajo de Grado ____________________________ C.C: Firma y cédula de quien recibe el documento y hace constancia de la socialización de los resultados.