Se puede analizar un gran interés por descubrir el modelo de anthropos aquí desarrollado en el texto el cual surge el ¿Para qué? Para esclarecer sobre el verdadero sentido de la educación. Pero, ¿qué se entiende por la veracidad? Dada por el autor, me refiero no sólo a la verdad formal propia de las ciencias axiomáticas o verdades de la realidad, que postulan las ciencias empíricas, sino a la verdad existencial o significativa que enfrenta un saber hermenéutico, que no acaba con el significado interno del texto, sino que se abre a la configuración de mundos más humanos, dijera Fullat, por ejemplo un mundo con justicia. Nos acerca entonces a la fenomenología hermenéutica de Paul Ricoeur. “Al fin y al cabo el sentido de un texto es sentido para una conciencia, aunque se trate de una conciencia colectiva. No contentos de la vida, nos distanciamos de ella a fin de insuflar significación a lo vivido. Este proporciona significación ya que no es una tarea individual, sino socio-histórica. En el ámbito ambiental como objeto de estudio histórico, compone un campo en formación, que se ocupa de las interacciones entre las sociedades humanas y el mundo natural, y de las consecuencias de esas interacciones para ambas partes a lo largo del tiempo. Para precisar la definición, explora la estructura interna del campo y el proceso que conduce a su formación. Postula luego que una historia ambiental latinoamericana enfrenta nuevos desafíos si aspira a ser universal, y que ello es lo que le permitirá trabajar con aquellos que, en el marco de la cultura ecológica del Norte, comparten las mismas preocupaciones respecto al impacto de la civilización sobre el mundo natural. Sostiene finalmente que lo que está en juego es la necesidad de una historia planetaria. La historia ambiental –o, si se quiere, el abordaje de lo ambiental como objeto de estudio histórico– constituye un campo en formación. En lo más esencial, cabría señalar que ella se ocupa de las interacciones entre las sociedades humanas y el mundo natural, y de las consecuencias de esas interacciones para ambas partes a lo largo del tiempo. Esta definición, sin embargo, debe tomar en cuenta dos aspectos de lo definido: uno, la estructura interna del campo; otro, el proceso que conduce a su formación. Cada uno de ellos merece una referencia separada. En este trabajo se desarrolló una reflexión descriptiva de cómo ha sido la relación sociedad-naturaleza y medio ambiente, la cual ha estado caracterizada en los diferentes períodos históricos por relaciones de uso, apropiación, y manejo, que han de propagarse las globos económicas, sociales, políticas y culturales, así como las naturales que dan hoy cuenta de una crisis ambiental y social, resultado de las interacciones y de los peligros que subyacen en ella. Ya que dentro de las tendencias tanteadas, este documento resalta la corriente ambiental con enfoque sistémico, por la representación del integrador que subyace en su discurso y que permite reflexionar sobre la separación entre hombre y naturaleza. La conflictividad expuesta, entre naturaleza y sociedad, deriva principalmente del modelo cultural de dominación impuesto por Occidente e instaurado en la modernidad; sus efectos han impactado lo científico, lo tecnológico y el conocimiento disciplinar de las ciencias, reafirmando la dualidad ser humano-naturaleza e incorporándose en el sistema político y ético de la sociedad. Ello implica plantear diversos caminos que permitan enfrentar la crisis social y planetaria que ha resultado de esta conflictividad y de las desarmonías entre las poblaciones y el medio ambiente, por lo que se requieren muchas preguntas pero también respuestas, ya que a pesar de que existe un reconocimiento social y político de la naturaleza, falta mucho para lograr un consenso capaz de responder a los actuales riesgos ecológicos, sociales y de la vida misma. En este sentido, el desarrollo sostenible le apuesta a consolidar una relación armónica ser humano-naturaleza, en la cual la cultura se puede convertir en instrumento fundamental del desarrollo territorial, y se asume la posibilidad en la medida en que haga notable las interacciones socioculturales de los pueblos con sus medios particulares en un espacio de reconocimientos y complementariedades. Por ello, se interviene la necesidad de llegar a concebir el desarrollo desde un enfoque holístico y sistémico, ínter y transdisciplinar, como proceso articulador e integrador que propenda por la unidad de lo diverso, por la distribución equitativa de oportunidades y beneficios y por la conservación de los recursos naturales, asumiendo la heterogeneidad y diversidad presente en el territorio. Refleja, además, las potencialidades endógenas y las experiencias, exigencias y expectativas locales. Lo anterior, se constituye en una oportunidad para resignificar lo local y sus interrelaciones, como reacción al carácter globalizante actual del desarrollo