^bre l9»* folí» l a kcrmoca tiple 4ac* ««nancÚMido «1 ^¿iiero de rcYteta y U y dc«pn¿i de « «an a "b r i l l a n t e actnación como actris c i a a a a t o ^ ¿ n c a » se k a « :onto pnbacra actric de l a n o t a M e Coa^paftia 4«M k a iaawjwra «1T« y fíivra coi 2S c c m t i mo s 99 en. el nuevo teatro 4iie lleva su nombre. Un nuevo teatro en Madrid. Y con un nombre que es belleza y justicia: el d M Fígaro*, el del escritor muerto trágicamente de un pistoletazo en la tarde, aquella del 13 de Febrero de 2837. La idea de llamar de ese modo al nuevo teatro con que cuenta Madrid la dieron los ilustres hermanos Alrarez Quintero. La Empresa eed*ó gentilmente la función inaugural a ¡a Asociación de la Prensa, cuya Junta directiva organizó un bello programa de recuerdo y homenaje a «Fígaro». En ese programa estaban unidos los nombres ilustres y populares de. Eugenia Zúffoli, Lolita Astolfi, Fernández-FIórez, los Quintero, Ardavin, Vives, HemándezCatá, Hipólito Lázaro, Romero, Fernández Shaw, Guerrero, Bonafé... Todos pusieron su mejor entusiasmo en la labor de evocar la época y la figura interesantísimas del gran escritor que da nombre al nuevo teatro. P ÍOABO» ha despM^ado de su sueño de casi un siglo y ha enifrendido el camino hacia Madrid. No es el mismo camino que en aquella tarde de Felwero de 1837 siguió él hacia el cementerio de Fuencarral. Otro el camino, otro el paisaje. Todavia las cúpulas de Madrid agujerean el cielo. Pero junto a ellas, junto a las espadañas y los campanarios, hay ya otras torres, otros penachos de extraña traza. Ftgaro vuelve, lentamente, a Madrid, como un fantasma entre el vértigo gris de la ciudad. Rostro lampiño, corbata de plastrón, levita. Con un paso sonámbulo, empujado por un subconsciente de imperativa fuerza, Larra atraviesa las calles de Madrid y llega hasta el teatro que tiene desde ahora su nombre. Entra. El escenario. Larra se ve, de pronto, ante una desInmbradcH-a huc extraña, entre on |»'odigio de sedas y terciopelos. Frente al escritor, en la sala, hombres y mujeres de hoy. Nuevos trajes, nuevos peinados, nuevas modas. Fígaro, entre esos hombres y esas mujeres de cuya vida le separa un siglo, es cada vez más fantasma. Su mirada se tiende con lentitud per la sala, por el escenario. Y todo ante sus ojos va quedando envuelto en una niebla, va transfcrmándcse, siendo cada vez más quimérico, más irreal. La realidad se marcha, se borra entre nubes de misterio. Y en la nueva gracia decorativa del teatro. Larra encuentra una emoción lejana de estampa antigua. Se han apagado todas las luces, vencidas por les quinqués y los velones que dan a la sala una Maridad del diecinueve. SolM'e los trajes de hoy, las viejas indumentarias románticas. El teatro es ya aquel lejano Teatro del Príncipe, que vio el estreno de su Macias. La decoración ha cambiado totalmente. Fígaro está ante su tiempo. Y empieza a recordar. Y vive la emoción de su últim} día en Madrid, que fué su último día en la vida... El día de inviwno es claro y frío. Lunes de Carnaval en Madrid. Fígaro está acostado aún cuando el criado le pasa una carta. EH corazón le da ese salto de los m>ment38 que pueden ser definitivos. Carta de D>Iores. C<»rta diciéndole q^ue aquella tarde irá a verle... Se levanta Larra y escribe unas líneas de respuesta allí mismo, en la alcoba. «He recibido tu carta. Gracias, gracias por todo. Me parece que si piensan ustedes venir, tu amiga y tú, esta noche, hablariamos, y acaso seria posible convenirnos. En este momento no sé qoé hacer. Estoy aburrido, y no puedo resistir a la calumnia y a la infamia. Tuyo.» Entrega la carta a quien ha traído la de Dolores. Luego comienza a pasear nerviosamente por la casa. Entra en su euarto de trabajo. Habitación con estera de junco, con cortin.» blancas, con mesas y sillas de caoba, con sillón de brazos, con velador para el servicio de té, con chimenea, con quinqué, con floreros. Mira tras Ijs cristales del balcón la calle desierta y silenciosa de Santa Clara. Torna a pasear. Teda la dulzura y todi la amirgjra de \\ espera—angustiosa, lenta—del amor. Lura encuentra que hay algo seco y frió en su casa. Manda arrutar todo, ^ ü l o nuevo en los muebles, fie res nuevas en ios búcarrs. Esa mañana de Febrero Fígaro se atiende personalmente más que ningún otro día. Sus veintiocho añcs son más pueriles, están más emocionados que nunca. Las horas tienen un ritmo lentísimo. Mediodía. Larra come poco, de prisa. Apenas Adela, su hija, logra atenuar unos momentos aquel estado .esjúrítual de inquietud. No sabe qué hacer; no sabe cómo apuñalar a las horas para que mueran pronto. Sale a la calle. Todo el gríterio, toda la alegría estridente y multicolor del Un momento de la obra de los Quintero titulada «El nombre de un teatro, .^n,, inaugural del nuCTO Teatro Fígaro, función celebrada el miércoles úmm"«i h c ^ . ^ » , / . ? ' * ^ " ' ' • ^ ' - - ' - de la Asociación de la PreSu ^'*"*°''^ "' «ran escritor y a beneficio En el medaUón de primer término: Un retrato de Mariano José de Urra, litooraíía de Paim„«iV R - I" « . .7 7 . fondo, y de izquierda a derecha: Juan Bonafé, Serafín AlTarez Q^itto^EtiS^ztaM^^nKui?^'^^^, **** al terminar el ensayo general de . e nombie df ¿ r t « S ^ ^ ^ ^ " (Fot(. Quintero, VMa) Carnaval en Madrid. Fígaro quiere separarse de aquel vértigo de la multitud, buscar compañías entre las que su corazón no se encuentre tan solo. Va a casa de su editor, pasa por la Redacción del periódico en que trabaja, charla con Mesonero Romanes. Va luego a casa de su mujer. Ella encuentra a Larra contento, más contento que ningún ctro día. No tardará en atardecer, y A escritor vuelve presuroso a su casa de la calle de Santa Clara. Aun ha de esperar. Las estancias están vestidas de fiesta. Todas las mil frases menudas, todos Irs gestos y todos los movimientos de la^ esperas por amor. Es ya de noche cuando Delore» llega. Hay un más fuerte perfume en las rcsas, una más viva claridad en los velones. Empiezan a caer las palabras. Las palabras, que no son dúo de amor, sino duelo de frialdad y de súplica, de negativa y de esperanza. Ella ha venido dispuesta a romper definitivamente. Es inútil el ardiente ruego, mojado en lágrimas, de Larra. Ella ha venido dispuesta a romper... El se ve obligado a devolverle las cartas- los objetos que eran huella del amor ya muerto. Aun un último intento. Pero la losa de lo estéril, de lo imposible cae de un moilo definitivo sobre el espíritu de Larra. Dolores se marcha. El adiós de Fígaro es todavía una interrogación, un deseo que no sTresiSia a S der lo que creía suyo. El adi¿L de ella, f r i ó T s ^ o ^ ya una paletada de muerte ^ * Dolores se ha marchado. El minuto tremendo nesa sobre el corazón de Larra. Nada en tomo s í y o s S S bra y silencio Siente que una garra le ahogi e « S naza el alma. •Sm ella, sin su aior. me falte ¿iré oL L T r * ' 7 a l l t í r - - - - r i ^ l i nc^hTde\"„' estreno. Y a el le falta ahora aire que respirar Se ahogo. Hay una pistola cercana. Fi^ro la ío^e U^ La detonación ha sonado poco. Ha podido oonfnndirse muy bien con el ruido de un m^ble que cíe. Nadie entra. Después Adelita, su hija, lUga a darle un beso como todas las noches. Fuera, l e j ^ , la fatiga del Carnaval la agonía de un día de estridencia y de color U niña ve que su padre está tendido en el suelo, junto a un revólver. Un sobresalto, un temblor en el corazón y en los labios de la niña, que sale corriendo, llamando a alguien: —¡Papá está debajo de la meaal... JOSÉ MONTERO ALONSO P a z en Marruecos* £ 1 ¿eiteral Cal^anellas nos dice «lue l a zawLB. de nuestro Protectorado está trait» t i t i l a ; 4 a e a los moros se les respeta en sns creencias y costumbres, y ^ne l o del contrallando de armas es u n a f á b u l a e L interés nuestro—nos decía hace dos años el entonces alto Comisario de España en Marruecos—3S que nadie se acuerde en la Península de que existen los mores. Los trabajos de la paz son menos ruidosos, más monótonos y menos estridentes que los de la guerra; pero también tienen sus horas heroicas y sus momentos de sacrificio.» El nombre de Marruecos ha tenido siempre para nosotros resonancias bélicas. Ha sido famihar a los ojos españolís la estampa de la jeta de ladrillo del rifeño asomada a las púas de las chumberas y durante años y años parecía que la zona marroquí sólo nos servía para gastar el exceso de coraje de los más arriscados y el ahorro de los españoles. Llegó a decirse --en verdad con cierta justicia—en las demasías verbales de los mítines que aquello constituía una «sangrienta pesadilla para España». Después de los pasados sacrificios, ¡cómo no saborear con golosa delectación estas horas de paz! España tiene aún en carne viva las heridas de la guerra marroquí, que el tópico periodístico denomino «sangrías». Y como el dolor hace a los hombres y a Ice pueblos desconfiados y suspicaces, cuando por el más leve motivo se suscita el recuerdo de Marruecos, la sensibilidad pública se pone alerta, irguiéndose para otear el otro lado del fetrecho. La destitución del coronel Capaz—por divergencias de criterio con el alto Comisario civil señor López *errer—ha colocado el tema marroquí en el primer plano de la actualidad. Capaz ha sido jefe de las Intervenciones en Marruecos, y es un caudillo mihtar de grandes méritos. Pero quizá en estas horas tranquilas sea necesario frenar los bélicos impulsos para llevar a cabo una labor fraterna, de cordialidad, de respeto y de transigencia. militares en Marruecos, general Cabanellas. El reportero ha visitado al prestigioso caudillo. Cabanellas —cuyo rostro atezado por el aire y el sol africano» se destaca en el boscaje niveo de su barba—ha luchado con el reportero, que emplea las armas incruentas de la persuasión. —Yo no puedo hablar de estas cosas^—me dice—; yo soy un subordinado que acata y cumple siempre, como es su deber, las órdenes del Gobierno y del alto Comisario... —Se trata, mi general, simplemente de una pregunta... Me ataja: —Yo no puedo hacer declaraciones... —No son precisamente declaraciones—insisto—. Yo quería preguntarle a usted si los mores, con la República, tienen más libertad que tuvieren con la monarquía para el ejercicio de sus creencias religiosas; si se les respeta en sus costumbres; si no se ejerce so bre ellos coacción en ningún sentido... —Se les respeta en todo—^me responde rápido el general—. Se les trata con benevolencia y con justicia, y ellos pagan este proceder de España entregándose a las labores pacíficas de sembrar sus tierras o a sus menesteres industriales o comerciales. Aquello está tranquilo. EL FUSIL QUE PERDIÓ EL SOLDADO Y EL CAMIÓN CARGADO DE ASMAS QUE PASÓ POR ABBABCA —[Y el contrabando de armas? La Prensa española ha insertado las referencias hechas a este propósito por un periodista francés. —¡Bah! ¡Eso es una fábula—Y añade enérgico y contundente: —¡ Mentira! No hay nada de verdad en eso. El moro sabe que no puede tener armas, y no las tiene. De tal manera «LOS MOBOS ESTÁN KNTEE0AD08 A LAS LABORES PACÍes cierto esto que le digo, que le voy a contar un heFICAS DE SEMBRAR SCS TIERRAS» cho que pone de relieve cómo ha cambiado allá el esCoincidiendo con este hecho, ha llegado a Ma- píritu del indígena. Hace poco, en una de las frecuendrid—en paso rápido y fugaz—el jefe de las fuerzas tes marchas nocturnas que hacen nuestras tropas por el campo moro, uno de los soldados dejó abandonado el fusil en unas carrascas del monte, y a loe pocoe días un moro; que se encontró el arma, dio aviso del hallazgo a las Intervenciones españolas. El general Cabanellas apoya una mano en el filo de la mesa, aprieta con la otra su fuerte barba, y añade: •—El origen de esa fábula del contrabando de armas en nuestra zona fué la llegada de un camión conduciendo veinte fusiles Remington y unas cajas de municiones que estaban en nuestro consulado de Casablanca desde el 1920, fecha en que fué ocupada esa ciudad. Este camión cargado de estos pertrechos guerreros iba conducido por un chofer que vestía traje de mecánico. Al pasar dicho camión por Arbabua, un paisano creyó que era contrabando de guerra. Y la noticia fué de unos en otros tomando un desmesurado volumen, eonvirtiendo una cosa sin importancia en algo peligroso para la tranquilidad de nuestra zona. —Mi general, la reducción de loe cuadros de oficiales y de los efectivos de nuestras tropas, en caso de un movimiento agresivo de las cabilas, ¿seria peligroeo? —^Nada. Todo está previsto. Tenemos fuerzas suficientes. Y se irán reduciendo loe elementos indígenas. —[La coincidencia de la llegada del residente francés, M. Saint, a Madrid con la estadía en la villa de las altas autoridades españolas en Marruecos...? El ilustre general Cabanellas sonríe, y me extiende la mano en señal de despedida. La pregunta se ha frustrado. Desde el fondo del pasillo, al despedirme con el último saludo, el general Cabanellas repite: Aquello está tranquilo. JULIO ROMANO COMENZAR , LÁJOKNÁDA f Si se comienza mal el día no habrá durante él ni satisfacciones ni éxitos. Y no es posible comenzar bien sin asegurar el disfrute de una buena salud. Esto es lo que asegura la cucharadita de "Sal de Fruta" ENO disuelta en medio vaso de agua. Esa bebida refrescante regulariza el organismo, impide los trastornos que perturban nuestra actividad, y mantiene durante ei día la cabeza despejada, el cuerpo ¿gil y el ánimo optimista. "SALDE FRUTA: CoacaMawHo: fCDEMCO BONBT Apartado SOI M A D R I D ENO CFRUITSAin ^ De ahí sedarán sus fuerzas Porpue ku poQuetes de MAIZENA ten haciéndole un pequeñach fuerle y robuslo. MAIZENA es la detídá del paladar. Su digesübUidad la hace el meíor alimento para niños, ándanos, convalecíenfes y personas de esMm^ffo delicado. Además, el precio reducido de MAIZENA le permite la entrada en todos los hogares. El paquete de MAIZENA es indispensable en todas las cocinas, porque mefora d sabor de los alimentos, aumentándoles su digcstibilídad. Lo encontraré a la venia en todos los establecimientos de Ultramarinos y Farmacias. Comcetéomméa, FEDEIUCO ñONET / Apartado SOI / Madrtd El general Gibanellas, (efe de las fuerzas militares de Eiq>aña en Marruecos. crónica MAIZENA AUMENTO EN TODAS LA5 EDADES <«• CRÓNICA. t~^ P " ' " ' ^ " " * ^ *^ " o j desgraciado. Me entrist e ^ su recuerdo; pero en fin... & a un hombre muy g ^ p o y muy bueno, al que quería con toda mi a l n ^ Sonaba con ser a su lado un» mujercita de mi caBa: ^Quiere usted contarme la liisitoria de stá primer amor? (ConíeñoB de mi patna, y con uno» hijcs muy Undcs Estaba v* S r b a ^ . S ? * ' ' ^ ^ * * - ^ '-1'^<1 d ^ m i ^ S ^ s : ^ ^ t „'..?f 1 ° ^ - " " ««*i<íente de automóvU S o n e s ' í t ' f S l ' ^ J * , ' * r ° * P ' « y » desvanecer mis Ilusiones. ,Sufrí tanto!... Mas ya pasó. Hoy sólo aueda un doloroso recuerdo. Vine a i ^ a ñ a 7 e 7 t a Tv^n^ tierra que es mi segunda patria, y teda la fraíáS alma d; T J ' ^ ^ . °^"?'^' ™ '**»>" ^ ^« "*»^«° «1 eíiTa í e b S d ' * . " ^ * ' ' « ^ ^ ^ ^ - » * » * ' - esperanza itÚMut p o r B I a t t « L a d e C a r m e n de B a r l o e . ! / • dm I r c a e I / 6 p c s H c r c d i a . critOT? V ' I K ! * , ! " *'*^ ^ ^ 8 « ' * <*« ^ a^^í^e « tundL* ^' ^*'^' "^ contestación clara, ic- C OMO un repique de castañuelas suena la risa de la excelente actriz ante la evocación que despertamos en ella. Y habla entre risas: —Ja, ja, ja... Pues verá usted: mi primer amor tiene algo de... grotesco. Tenia yo unos doce años. Fué allá, en mi tierra. Sin saber cómo, me vi novia de un muchachito de mi edad, pero... al que le gustaba mucho jugar eoR la» m«6eeas y hacerle» vestidito», mientras yo prefería lo» juego» de muchachos. Por esta causa reñíamos muchas veces, y siempre terminaba yo atizándole cada tunda que lo ponía tonto. Pero él, nada. Seguía emperrado en su afi<^n, hasta que yo, cansada ya, decidí romper con él, para lo que le escribí una carta muy graciosa, que recuerdo empezaba así: «Querido Enrique: Te quiero tanto, que deseo no me toque» nada...» Esto de no me toques nada significaba que no lo quería para marido, ¿sabe? Pues bien; era un d e r T ^ r ^ f '^- •^^y. primero ni último. Es el verdaS m n ^ ^nu ; pnmer P " " " Pamor. ' « ^ fií»- De mcdo qve yo "="»" tengo siempre La de Mariano Ae^ncriao. b l e " ^ t o r ^ í w n r ' * ' ' i - ' ^ ^ « ««•• - n o s dice el notaco ^ l í n L ft^"** ^l ""«""^^ » J» ^"^^«^ con cómim i S e í a T ; ™ T - >^".f ^ " ° «^^ había hecho yo n o d ^ i ^ l a f r i í ^ * J ^ ^ **=^« que no lo cuento per b u e n ^ ^ j . « . ^ * ^ ^ "« «* PO' ««o? ¡Ah! Bueno, p S r o F^ t * " ^ " ^ ^ «' q«« «cueWo como e E a r n . S ^ ^ r * ' ' * * * ' * ^ * J " «" «» ^ a t r o . Tenía que d i l s " a T i ' n t Í T P ^ ^ ^ r «"«dalajara durante Lz belfísimfTenia r "^-.^ ''^ ^ " " ' - ^ " ' '^°« muchacha pf.eblo e n S í - ^ r T ' * ^ * ^^'^ » " muchachos del pueblo, especialmente a les que peitenecisn a la Aca- Ante la pregunta, los ojos bellísimos de Celia Gámez se clavan en nosotros con fUeza casi obsesíonaate— (lía de feria en el pueblo, y llevé la carta para entregársela; pero se me cayó por el camino. Tuve la desgracia de que la encontrase un jorobado, y como en todo Jumilla no había más Irene que yo, se la entregó a mi padre, que a la mañana i«iguiente me pro|Mnó tal pauza, que me parece aun debo tener los cardenales... Después, cuando fui mayor, tuve muchos amores... Pero de esto es mejor no hablar. Me dejaron un recuerdo tan desagradable, que vale más olvidarlos. L a dm C e l i a G á a » c s . Ante nuestra pregunta, loe ojo» bellísimos de la vedetfe se clavan en nosotros con fijeza casi obsesionante Y luego, desviándolos, como queriendo buscar en lejano horizonte un recuerdo olvidado, vierte su voz en trémolos tristes: —Tenía yo unos doce anos... t-at allá en mi ticrra_^— tienta Irene López Heredia, y aáade: — Sin saber cómo, me TÍ noTia de uo muchachito de mi edad.^ (Fot M t e Aagd) Marlano Asquerlno recuerda aún de una muchachita a quien conoció en Guadalajara» qmoi Guadalaiara— Fwf Fu< su primer Drimer amor, anc que duró diez diasL- Lo que duró la actuación de la Compañia„ (Fot. Uto*) Crimea Carmen de Burgos declara: - E n am», , « ».- ^ último^ Fi ., — —^ ojuwi au nay primero ni áltlmo- El amor no tiene principio ni fin.. Yo tengo siempre mi primer amor_ demia de Ingenieros. Yo, en aquel entonces, ya poseía este buen gusto que me caracteriza para las mujeres guapas, y me fijé en ella desde el primer momento, y ¡menudia hincha me tomaron todos cuando vieron que llevaba las de ganar! ¡Uf! Pero, al fin, me la gané. Y fuimos novios. Y llegó a darme... un abanico precioso con unas cuantas ternezas escritas. Pero como yo era un ave de paso... L a «Id m a c a t r o A l o n a o . Todo el alma florida y cascabeleante de Andalucía parece reír con el popular compositor mientras nos habla. —¿Mi primer amor? Pues... tengo la seguridad de que fué el mismo día en que me llevaron a bautizar. Creo que ya empece enamorándome de mi madrina. ¿Se ríe usted de esto ? Pues es la verdad, jwrque yo soy muy enamoradizo; tanto, que el día en que me muera, si al lado de mi caja veo una mujer guapa, le diré: «¡Cachito e gloria! ¡Me muero por tus huesos!» Y luego, a descansar. Y tenga presente que todo esto es aun no habiendo tenido tiempo para nada, ¿eh?, porque desde muy joven ya tuve que ganarme las pesetas. Ahora que... ¿Mi primer amor verdad? Pues... ella, mi primera y única novia, la madre de mis hijcs, mi querida mujercita...—termina diciéndonos el maestro Alón so en una suave transición, que pone ahora en su voz una honda ternura. La de Pedro M a t a . —¿Mí primer amor7~. [Hace tanto tiempo ya!._ Fué en Gerona». Ella era una chiquilla preciosa— •— recuerda Pedro Mata. En esta tarde un poco fría es el Círculo de Bellas Artes un grato refugio en el que el ilustre autor de Un grito en la noche rememora en su pasado. —Mi primer amor... ¡Hace tanto tiempo ya!... Pero, en fin, haré un esfuerzo de memoria. Fué en GÍerona. Recuerdo que era una chiquilla preciosa, con unos cabellos que, sueltos por su espalda, parecían una cascada de »ro. Los ojos eran azules, bellísimos; la beca, chiquita... Se Uemaba Layeta, diminutivo, en catalán de Eulalia. Yo tendría unos catorce años; ella, sus buenas once primaveras. Nuestro amor fué como un idilio de égloga. Recuerdo que gustaba de llevarla a la Dehesa, paseo hermosísimo, con una alameda espléndida que creo plantó Napoleón en el 1808, cuando conquistó España. Y entre los árboles floridos transcurría nuestro idilio, un poco pueril y romántico... Después, no sé cómo, desapareció de mi vida aquella chiquilla de cabellos áureos, de boca chiquita... —¿Mí primer amor?». Pues» teogo la seguridad de que fué el mismo día en que me llevaron a bautizar.—dice el maestro Alonso. toda excursión convien* aplicar as vacas la CHEMA NIVEA a las partas axpuaslas al aire, porque da otro modo la pial se pondría áspera y agríelada. La Crema Nivea protege su culis, pues conserva foda la blandura y elaslicidad nafural de la piel. Después de toda excursión automovilista, aunque sea en codte abierto, puede Ud. lavarse, para refrescarse, ^ ^ ^ ^i"^ 9ue la piel escueza o salte. La Crema N i v e a no deja brillo. recios: e n ca]m% '/u P H . Idoo Y 2.00 en tubos da puro estaño V» Pl». 2.50 en tarros de vidrio EUboraiJo en «I Laboratorio R«<ler da Madrid '/u Pts. 3.00 y 6.00 / LA PASTA D E N T Í F R I C A PCBCCO por su aroma fuerte refresca el aliento. Pts. 2 . - el tubo grande, Pts. 1.25 el tubo mediano ^••xnf#»M Regino Sáinz de la Maza, el gran guitarrista, que al regreso de una larga jira artística por los países de Europa y América reaparece aliora ante el público de Madrid, dando un concierto en el Teatro de la Comedia el próximo miércoles, día 18. La gnitarrA en el m a n d o . U n a conversiacióit con R e b i n o Sá.iitx de l a Maasa« U profesores de piitarra abundan y pueden Uevar una t á í „ í ••««l'dades esplendorosas. Hay profesor de guitarra en Buenos Aires q«e gana más de tres mil pesos mensuales..., sólo con sus lecciones. —*in embargo, la enseñanza de guitarra tronieza con graves dificultades didácticas, ¿ ^ » ^ —¡Y tan graves! Para aprender artísticamente la p i t a r r a no existe verdadero método organizado. Les Síi'^í* ""1?*' ^" ' " maycia, han quedado inckiso medites, y hay que estudiarlos en copias manuscritas que pasan de mano en mano. Cuando yo empece a estudiar, el porvenir era tan incierto, que yo mismo me asust^aba cuando pensaba en eUo. Pero la vocación era mas fuerte que todas las reflexiones. Hoy, afortunadamente, no me arrepiento de haber seguido aquel camino que entonces estaba sembrado de abrojos. —iintonces, ¿usted no se queja de la crisis musical? - L a cnsis musical nos afecta a todos; pero no hay que exagerar sus proporciones demasiado (ierto que se atravesarán dos o tres años malos, dificultosos; p^ro >o confío en que a final de ellos la renovación ^¿cial I n l •• **"V?»«" ventajas para el arte y nuevas sendas por que dirigirse. De todas maneras, hay que comparar lo que es la situación actual del muMco profesional y lo que era hace veinte añcs. Y d se establet!r1n ,t f "™í'*''a«>ón, se verá lo que ya se ha conquistado y lo que nadie nos podrá quitar —¿iNi la música mecanizada? m^JÍ *'T*i*"°- ^ ' gramófono y la radio, esta última sobre todo, pueden ser los medios más .segures de ganancia que tengan los músicos del porveiür. Ya en Alemania los estudios de radio, que liquidan utiUdarZ.r ' ' * " ° l millones de marees anuales, pueden S . H - ^ " ' ^ " ^ * ^ " ' ''«'^t«n^ y solistas de una manera ^plendida para que actúen en sus estudios. Igual ocurre en Inglaterra. ¿Qué más da hacer mía tournée 1^ . n ¡ r í"''**/ Culturales de provincias que hacerF;,.!^ , ' • ' ^ ° ^^ ampliamente organizada en Itópaña, por las diversas emisoras? La efectividad culS l l ^ i r ^ ' ' ^ " ^ / " ' " ' P"^*« q"« la radio tiene un Taniln J **^*'- ^ ^í^'t^' eííonómicos serán más m ^ ^ ^ J ''^^'*'*' *^ ••^"Itado artístico más puro, ya deLl^ r^*f ""^ ''^''^^'^ ''I «f^to inmediato que W T ? ''P^f"'?' '•'^*' * •* ™avor eficacia de su lai S m T n L ' l f t t T " ' " " ^ '"^'"'^ implacablemente s a ^ i ^ ^ ' ^^^?^^' no« enseña una guitarra maravillod o s ^ m o t l v ^ ^ í un Z«<A¿er mejicano. Lleva incrustaaos motivos de art« azteca. —Es mi guitarra de estudio. —¿Cuántas horas estudia usted? Ve cinco a seis diarias. —¿No le fatiga esa disciplina? tendie^ndo^'i^f™"!?* «uavemente con la cabeza, exauüo V Harn H ' * " ^ * Complacida en el ambiente tranquilo y claro de su gabinete de trabajo. máTn,?; t'^Sw r r "^l ^^"^ '«« días me complace i Í 2 r e t S ^ ^°^í""'í««- E« la parte «íntima» de la D S tarh^l' ^!*° " " ^"^y instrumento que se S Í T Í i i t a r r a ' " " ' " ' ° * ' ' ^"^ ' * ^ ' « ^ ^ hondo,\omo NA habitación ancha y clara, que absorbe la ratura tan copiosa, que no puede seguirse el movimienluz de un jardín. Breve remanso entre dos pe- to en toda su frondosidad e intensidad; yo he incorporaregrinaciones que se llevan de continuo por do a mi rej)ertorio recientemente muchas obras de RoAmérica, por Europa, este arte tan español, fuerte y dolfo Halffter, Pittaluga, Salazar, etc., y otras de los exquisito, de Regino Sáinz de la Maza. americanos Pedrell y Ponce; este último uno de los Sobre una cama turca, cubierta por un tapiz me- músicos más estimados hoy por los públicos europeos. jicano, descansa una guitarra indolentemente de la.s Es cierto—añade Sáinz de la Maza—que en Hispacinco horas de trabajo cotidiano. noamérica la guitarra es un instrumento excepcio—¿Y ahora, Sáinz de la Maza? nalmente favorecido por la atención y el entusiasmo —Ahora, a Holanda... Eíeepuéa, a Barcelona; más de los públicos. Especialmente en Buenos Aires y en tarde, a Italia... Méjico. En ambos, pero sobre todo en el primero, los MATILDE MUÑOZ Imaginamos que Italia ha de . tener públicos muy propicies a esta emoción recogida, jM-ofnuda- ^ mente lírica, de la música guita rrística. —No lo sé—dice el artista—; es la primera vez que actúo allí... —¿Dónde encuentra más ambiente, en el Norte, en el Sur?. Esperamos que nos diga «En el Sur», y él nos dice: —En el Norte. Acaso en Alt manía. Parece extraño, ¿verdad' En Alemania se toca la guita rra más aún que en España. Luego nos habla de las pcsibi ]idades instrumentales de nue&tr. «sonanta» castiza, a la que aqu acostumbramos a ver en su a^ pecto de cantora errante, de im provisadora oriental—¡tantas veces se la llamó sultana en lotópicoe de la poesía!—, yresult^^ que la guitarra es un instrumento tan erudito, que figura en l8> más altas y refinadas combina ciones de la música de cámara —Hay un t r í o de Kreutz» para viola, guitarra y flauta.. Hay otro trío de Schubert, también con guitarra... Los músicocontemporáneos le dan enormt importancia. Rousell y el célebre Tansman han escrito obras interesantísimas p a r a guitarra, en las que se aumentan hasta puntos inverosímiles las posibilida Pedid J A R A B E S A L U D P*ra evitar imitaciones. des polifónicas del instrumento —jY loe españoles? No se vende a granel. Cerca de medio siglo de éxito crecicníe. —Entre los músicos jóveneespañoles e hispanoamericanoAprobado por la Academia de Medicina. la guitarra cuenta ya con una lite Como una enfermera abnegada el JARABE de HIPOFOSFITOS SALUD asiste al convaleciente devolviéndole sus fuerzas agotadas. Desarrolla el apetito. Restaura el organismo. 1 onírica los nervios. Infiltra nueva vida en el cuerpo haciendo desaparecer como por encanto la postración y anima el espíritu con risueñas esperanzas- El reconstituyente de todo el año. cr^nsca ••""• Juventud permanente ofrece por evolución natural la gran loción inofensiva (3amomi£í3i tSwiQjíx pues aclara el cabello hasta el tono deseado, desde el castaño caoba al mbio pálido y ello tan discretamente, que nadie nota como ocurre la transformación. No es tinte. Es inofensivo extracto de manzanilla especial. También se emplea para conservar rubio el pe lito de los niiíos. Dos retratos de Belmonte, por Zuloaga, y un retrato de Belmonte, por Campúa. Ckairlas del EN PERFUMERÍAS Y DROGUERÍAS £ 1 problen&a del c a m p o andalvuEy visto por Juan Belmonte. 7 ÜAN Belmente se ha levantado hoy muy temprano, casi a la misma hora en que suele hacerlo allá en las soledades de la campiña andaluza. Por hoy cambió la plata vieja de los olivares de *La Capitana» por ese otro color verde del césped mixtificado de la ciudad. El traje campero, por no desentonar en el marco urbano, ha cedido al de calle sus primicias. Juan Belmonte galopa como un centauro sobre la pista solitiria del Hipódromo madrileño. De vez en cuando la fina jaca jerezana corta el viento en bruscas esquivas, como huyendo de un enemigo invisible... El famoso ex diestro descabalga de un salto ágil y llega hasta nosotros, soruiente. —¿Te vas a hacer jockey?—le decimos. —^Me entreno únicamente para no perder la ccstambre—nos responde con su calma habitual. —¿Vuelves a los torcs y vendes tus cortijos? —¡Quita de ahí, hombre! Si estoy más contento cada día que pasa con ellcs. —i*ero..., ¿y esos avances comunistas de Andalucía? —Fantíií^ías para pasar el rato y doctrinas mal digeridas son la obra perturbadora de algunos agitadores. Ocurre con ellos como las botellas de champán: mucho ruido, mucha efervescencia, y al final puro efecto. El secreto de todo esto está en que la propiedad se halla en poder de unos poces, y en cuanto esos muchos que la reclaman, mientras no cuenten con medios de cultivarla, no pKxlráii resolver el problema. & cosa de tiempo. De nada nos serviría la fórmula de parcelar las fincas y entregárselas a los campesinos: bastaría con un solo año de mala cosecha para que aquéllos se arruinasen. Se impone, como solución, la labor de los Sindicatos Agrícolas. —Entonces, ¿para ti no existen problemas? —Ninguno; a mis tierras puede decirse que no les afectan eses confüctcs de los latifundios, y a que las disfrutan pequeños colonos y mis relaciones con los obrero» no pueden str más cordiales. Pida gratis a INTEA, Apartado 82, Santan- mk ^A •—Sin embargo, en la Prensa se dijo que tií habías tenido que regalar la cosecha d e aceituna ante las exigencias de los jornaleros. —¡Hombre, me alegro que me preguntes esto! Verás lo que hay de cierto en ello. Es costumbre en mi tierra, cuando abunda el fruto, que las gentes «distraigan» lo que puedan. Este año dos amigos se condolían de las razzias que los obreros llevaban a cabo en sus olivares. Entonces fué cuando a mí se me ocurrió aconsejarles que los dejasen recogerlo, para adquirírselo después. Esta idea mía les valió recolectar la aceituna por un precio más económico que el de los jornales que se hubieran visto precisados a pagar. der, el catálogo ilustrado paro la belleza. Víajsur Cuando viaja a Caballo, en vapor, Automóvil o Ferrocarril, al hacer largos {>aseo6 a pie, cuando se dé una asoleada o una mojada, siempre que se le mojen los pies, o que tome baños demasiado largos, todas las veces que tenga grandes sustos o contrariedades repentinas, la Mujer debe tomar una cucharadita de Regukidot Cetteira y en seguida Medio Vaso de Agua! Cuando haga Ud. algún viaje, Ifcve siempre en su maleta algunos Frascos de Regulador Cesteira. Con los movimientos del barco o del Ferrocarril, con el sol o la llu\'ia, mojándose los pies, tomando baños demasiado largos, llevándose un gran susto o teniendo una cólera repentina o un fuerte pesar, ciertos Órganos internos pueden sufrir un desarreglo, que fácilmente podrá ser el principio de una Enfermedad Grave! Por lo tanto es de gran prudencia y de mucha utilidad tomar en estos casos una cucharadita de Regulador —jTe preocupa la reforma agraria? —Al contrario, me parece acertada, y conste que y o soy de los perjudicados. — j Y no crees que con ella se da un golpe de muerte a la fiesta de los toros? —^Nada de eso; lo que sucederá ahora es que los criadores de reses bravas se verán en la necesidad de arrendar varias dehesas de pasto si quieren conservar sus ganaderías. —¿Piensas vender tus fincas? —^No me solucionaría nada. ¿Qué iba a hacer con el dinero solo? Me encanta la vida del campo; tanto, que a aquellos que me preguntan si no me inquietan las convulsiones sociales, suelo contestarles que hoy por hoy gozo de la estimación personal de mis paisanos, y que tengo la seguridad de que entre ellos nada ha de pasarme. —¿No te asustan las ideas de Lenin? —¿Por qué habían de inquietarme? En mayores peligros me he visto yo. Todo se reduciría a empuñar de nuevo los útiles de mi oficio. Estoy más fuerte que nunca, y en condiciones de volver a empezar... —¿Voluntariamente no volverías a actuar? —Si por los aficionados fuera, estoy seguro de que lo haría mañana; pero absorben tanto los intereses de un Juan Belmonte particular,.. Desmiente desde las columnas de CRÓNICA cuanto se aventure en ese aspecto. No son más que charlas de café y pasatiempts de fin de temporada. En las últimas palabras del glorioso tríanero creemos percibir una firme resolución que la melancolía hace más emocionante. J U A N D E CREDOS GABÁN ÁNGELUS Cualquier perturbación en los delicados Órganos internos de las Mujeres puede dar comienzo a Enfermedades peligrosas y Males terribles! BaSar Después de los bailes, cuando vuelva de las hiestas o de los Teatros, después de pasear en Automóvil, al llegar a la casa tome siempre una cucharadita de Regulador Cetteira I Gabordinas Impermeables PRINCIPE, 7 Trincheras Trajes a medida Teléfono, 14.525 crónica La semana política* L a soinLl>i*a del Jefe d e l K s t a d o L o n o t o r i o d e l o secreto S OBRE el hemiciclo se ha proyectado durante teda esta semana la sombra del jefe del Estado. En torno a sus atribuciones y prerrogativas giró, entero y verdadero, el debate constitucional. No puede decirse que las Constituyentes invirtieron demasiado tiempo en fijar el contorno de la alta jerarquía política. Ni tampoco que la brevedad fué en menoscabo de la obra. La figura del Presidente de la República quedó soberbiamente dibujada, no quedando ya más, para dar remate al empeño, que pronunciar solemne y oficialmente un nombre,- ya que en la intimidad del conciliábulo el candidato existe, sin rival alguno que pueda disputarle la suprema investidura del primer magistrado de la nación. Traigamos aquí con cierto pormenor las notas más salientes del debate. Artículo 68. No podrán ser elegibles ni tampoco propuestos para presidentes de la República les ciudadanos naturalizados, los eclefciásticcs, etc., etc. Este artículo da pie a dos intervenciones de monta: la del doctor Pittaluga y la de don Basilio Alvarez. El primero—ciudadano naturalizado—pide, con muy buenas razones, que desaparezca esta exclusión del texto constitucional, porque en el caso de que una recia personalidad naturalizada en Elspaña contara con la adbe. sión de grandes masas ciudadanas, la nación se encontraría en un dilema cuyas dos soluciones serian penosas: o renunciar al servicio de un hombre útil , o acometer la reforma constitucional. La Comisión, por boca del señor Jiménez de Asúa, se apresuró a aceptar la sugerencia, y ya tienen ustedes el artículo 68 limpio de ese lunar que, en realidad, más le afeaba que le enriquecía. No tuvo igual suerte el abad de Beiro. Basilio Alvares reclama para el eclesiástico la posibilidad de ser exaltado a la primera magistratura de la República. Y dijo, entre otras cosas, en defensa de su tesis: «Si el pueblo dijera un día que un eclesiástico debía ser jefe del Estado, de nada serviría que la Constitución lo prohibiera, porque lo sería, e igualmente, aunque la Constitución le reconozca ese derecho, no será jefe del Estado un religioso si el país no lo quiere.» Y apoyaba su razonamiento con estas palabras, anchas y efectistas: «Si nos quitáis ese derecho, tened entendido que nos arrebatáis un trozo de la patria.» Respuesta de Alomar. Suavidad sua.soria. No es eso don Baííilio; no es eso—viene a decirle al tumultuoso padre de almas—; la República no es enemiga de la sotana. La presencia de su señoría en estos bancos así lo testimonia. Lo que sucede, querido don Basilio, lo que sucede es que el sacerdote está vinculado a obediencias supremas, y esta obediencia acaso pudiera venir en menoscabo de la indispeasable soberanía civil. Por lo demás, tan Presidente sería un clérigo como otro ciudadano cualquiera. ¿Qué más da? Todos somos hijos de Dios, don Basilio, y dignos de poner or den en las cosas de los humanos. Pero esa obediencia, esa obediencia... Sigue el debate. La sombra del Presidente de la República dijérase que gravita ya sobre la Cámara. Es un ente real y pasivo que acepta en silencio cuantas trabas, restricciones y ataduras quieren imponerle ¡Cuidado!, gritan los que tienen todavía en la carne la marca de la persecución dictatorial. Nada de facultades desapoderadas. El Parlamento sobre todos y sobre todo. Y con este subsconciente recuerdo, las voces más conspicuas de la Cámara—emjíezando ijor el señor Alcalá Zamora—-van maniatando con hilos sutilísimos al fantasma presidencial, para, sin imiiedirle una saludable libertad de movimientos, regular y constreñir sus iniciativas y acciones en aquella medida que las haga impeligrosas. I i í I Historia, filosofía, poesía, ciencia so- I cial, teología, oratoria — todo lo in- I cluye este libro. Es amplio como el 1 problema humano. Es ilimitado como | lo bondad de Dios. I I I I I I SANTA BIBLIA (Antiguo u Nuevo Testamento). 1.248 pigíñas de 24 x 18 centímetros, mapas en colores. Remítese a reembolso de 6,75 pesetas por todo gasto. ESTUCHE DE LOS EVANGELIOS se remite corítra remesa de 66 céntimos en sellos da Correo. i PEDIDOS A LA I SOCIEDAD BÍBLICA I PLOR ALTA, núms. 2y 4.—MADRID Un alto en el debate constitucional. Sesión nocturna. Expectación, extraerdinaria expectación. ínter TlWdl I • «I I , M I • 11, , 1111 M « 11», „ , , , „ „ „ ; „ „ , , „ •«Mfl l4«lrl>M<lil H l i l i l í » * viene don Juan March y Ordinas para exculparse de los ataques de que le hizo objeto el ministro de Hacienda en días anteriores. Así que el presidente le concede la palabra, se hace En su número del viernes próximo inicia un profundo silencio en el hemiciclo, que quiebra acto seguido la voz afilada y parsimoniosa del conocido hombre de empresas. Aleccionamiento breve y substancial el discurso de la publicación de la deliciosa novela del joven y exquisito escritor este hombre para quienes en poco más de veinte años aspiren a forjar una fortuna incuestionablemente faANTONIO ORTEGA bulosa. «Yo procedo de una familia humildísima—dijo-—•; por mi capacidad de trabajo obtuve en mis años mozos unos miles de pesetas de crédito, que empleé en la compra, parcelación y venta de unas hectáreas de tierra labrantía en las Baleares. Negocio redondo a fe. Aquellas ganancias me permitieron abordar mayores logros. Me hice fabricante de tabacos en Argel; después, concesionario para la venta de los mismos en el Norte de África por voluntad y contrato con la Compañía internacional que gozaba de aquel privilegio. En tiempos de la Dictadura obtuve el monopolio en Ceuta y Melilla, evitando con esto que el Estado dejara de percibir sumas cuantiosas que el contrabando le robaba. He aquí en síntesis mi vida. He sido un hombre trabajador, austero y terriblemente afortunado. Lo confieso: terriblemente afortunado. Pero de eso yo no tengo la culpa. Que conste.» Le contestó Ángel Galarza. que se encargó de trazarnos con colores vivísimos el reverso del retrato que se había hecho a sí mismo el señor March Ordinas. El diputado radical socialista fué siguiendo la curiosa biografía punto por punto; pero poniendo en luz cortas celebrado por la gran Revista popular Ilustrad. aquellos extremos y circunstancias que el señor March olvidara a lo largo de su relato. ¿Impresión? Una saludable y ejemplar controversia, desde cualquier punto de vista que se la considere. Magnífico detalle: »0 CÉNTIMOS EJEMPLAR la actitud de la Cámara. No pudo hacer uso ésta ni de mayor serenidad ni de mayor respeto para el hombre sobre el que se cernían las acusaciones más terribles. Ya sería llegada la sazón de poner claridad en tcdo Naturalmente, la persona que recibió la oferta la aquello, por exigirlo así el prestigio de nuestro Parla- rechazó de plano. Pero la oferta se hizo, y esto es lo mento. Y la coyuntura surgió al día siguiente. grave. Hay que sancionar esta fea cosa que es poner a un cristiano en trance de culpa. Imaginaos que la rectitud moral del requerido hubiera sido menos inflexiSesión secreta. Arde la Cámara en noticias sensa- ble ligeramente propensa a dejarse alucinar por el cionales. Gran rebullir de gente. Escándalo. ¿No sabéis? bnllo del oro. El delito de cohecho se hubiera realizaY aquí el relato minucioso de lo sucedido. Historia de do en todas sus partes, y la Justicia hubiera padecido alta picardía, l'na comisión que se reúne y que deli- la más grave burla, con el demérito consiguiente para bera con frecuencia sobre puntos extremadamente de- nuestras primeras Cortes republicanas licados. Alguien que descubre lo tratado por estos Afortunadamente, los hilos de la farsa fueron tan hombres a la persona que más importaba qué lo des- burdos que todo se descubrió a las primeras de camconociese. La Comisión que se entera de la deslealtad, bio. Y aquí está el Congreso esta ncche buscando la que pincha en la conciencia de sus miembros,y de pron- fórmula condenatoria de semejante desmán. Fórmula clara, precisa: hacer en absoluto incompatito uno de éstos que se sincera y dice que sobre él se ha presionado con intenciones de soborno. Se baraja ble con las Cortes Constituyentes de la República al la cifra de veinticinco mil pesetas. Este montón de diputado que intentó el cohecho. Primer eslabón de resoro estaba dispuesto a darlo un caballero—diputado ponsabilidad. Es seguro que, una vez comenzada la por más señas—*n el caso de que en el seno de la C-o- tarea, Uegaremcs hasta el fin en el miemo pie de jusmisión de Responsabilidades se defendiese basta el úl- ticia. Esta es la esperanza del pueblo. timo límite la fama en entredicho del señor March Ordinas. PKDEO J Í A S S A NUEVO MUNDO l:nA5üüCO NUEVO MUNDO Don Joaquín del Moral, elocuente abogado republicano, que ha pronunciado últimamente, en el Ateneo de Madrid, una conferencia acerca de «Inmoralidad política , conferencia que ha sido muy comentada. crónica €fy^» ira .. Yiira... f f PIANO LrCfra y ntúalca ¿e Cnrí^tte Discé, polo. ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ f De arriba abajo: Victoria Piníllos, Carlos Gardel y Sofía Bozán, t r e s intérpretes del «Yira... Yira-.», que han dado a conocer y han popularizado en Europa este famoso tango argentino, del que es autor Enrique Díscépolo. f •!'»LSfUJ ^ ^ ^ ^ ^ ^^m Letra de «Yira... Yira...» PRIMERA PARTE Cuando la suerte qu'es grela, fayando y fayando te largue, parao; cuando estés bien en la vfa, sin rumbo, desesperao; cuando no tengas ni fe ni yerba de ayer secándose al sol; cuando rajes los tamangos buscando ese mango que te haga morfar..., la indiferencia del mundo, que es sordo y es mudo, recién sentirás. I Verás que todo es mentira, verás que nada es amor, que al mundo nada le Importa Viral... Viral... Aunque te quiebre la vida, aunque te morda un dolor, no esperes nunca una ayuda, ni una mano, ni un favor. SEGUNDA PARTE Cuando estén secas las pilas Müsica, para piano, del célebre tango «Yira... Yira...>. de todos los timbres que vos apretás, buscando un pecho fraterno para morir abrazao...; cuando te dejen tirao después de chinchar lo mismo que a mí; crónica cuando maniés que a tu lado se prueban la ropa que vas a dejar..., te acordarás de este otario que un día, cansado, se puso a ladrar... Verás que todo es mentira, verás que nada es amor, i que al mundo nada le imports Viral... Viral... Aunque te quiebre la vida, aunque te morda un dolor, no esperes nunca una ayuda, ni una mano, ni un favor. Cd^ar Neville, xrecién llegado de Holly^rood» realiza en Madrid itna película para buscar lutiaros artistas de la pantalla* EL «CASTIKO* MADKILKKO e ZiSTK en Madrid desde hace algunos meses una especie d e easling office al e«t;l> de k» qne funcionan en Hollywood. Su misión es contratar artktas para U pantalla, principalmente para el Extranjero. Tarea a primera vista difícil de desarrollar d»d3 aqui, puesto que hasta hace poco todos los artistas nuestros que se contrataban para actuar en los estudios de fuera lo hacían por medio de otro casting establecido en Parte, sitio desde donde se tiene la ventaja de estar en inmediata comunicación con las Casas productoras europeas. Pero un hombre joven y animoso, Pedro Ladrón de Guevara—hermano de la actriz del mismo apellido—, acometió la empresa con todo entusiasmo, y el éxito le ha sonreído. Del castiwg de Pedro Ladrón de Gt evara salen con frecuencia nuestros artistas para los estudios de París, de Londres, de Berlín..., El casting madrileño se diferencia de los de Hollywood en que a sus puertas no se forman, como allí, 1/ui largas colas de extras, que aguardan diariamente horas y horas, con la esperanza puesta en un pequeño ^alario. No. Aquí no hace falta esperar. Usted entra. Lo examinan. Deja unas fotografías. Le hacen una ficha. Y... nada más. Por este sencillo procedimiento Pedro tiene ya un fichero nutridísimo, en el que figuran desde la actriz más conocida hasta la modistilla ¡ que sueña con eclipsar a Lupe Vélez, y desde los acto. . . . . —Í 1 res profesionales hasta el estudiante o el joven emplea- Con otiestro compañero Gandía aparecen ta esta fotooraK> . 1 — a , do que aspiran a ocupar el puesto que dejó vacante Interpretativos de la película. De SiricMa a derecha^!!Síí^"°' Í ! í»» Prifdpal*» deaentos directívos « ^ ' S ^ » * ? ^ ***^ * ° « ^% ^ " ' í t Valentino. Cuando alguna Casa extranjera necesita de actrices; Mígnoni, autor de los decSSdos ItZT^eSüftr^^ artistas nuestros, Pedro echa mano a su fichero; escoproductores. En p H ^ e r t é r i í ^ X S o ' i , ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ -' ^ " ' " ge los que le parece más indicados para los papeles que le determinan; les saca un pasaporte, y en el primsr tren los envía a la busca del éxito en la pantalla. trWA PELÍCULA CON ACTORES NOVELES Ahora ha venido a España Edgar Neville, el joven e inteligente escritor, que ha destacado rápidamente en Hollywood por sus diálogos en El presidio y en otras películas habladas en castellano. Y su llegada ha servido para que Pedro Ladrón de Guevara lleve a efecto un proyecto que venía acariciando desde que el triunfo empezó a halagarle. Pedro quiere descubrir artisf.as nueves para el cine sonoro. En su fichero hay cientos de muchachas y muchachos que no han trabajado nunca en los escenarios ni en la pantalla, y Pedro está seguro de que entre ellos hay algunos qne, además de poseer las imprescindibles cualidades de fotogenia y fotofonia, reúnen condiciones artísticas. Y para demostrárselo a los productores extranjeros y a los españoles que puedan surgir, quiere hacer con estos muchachos una película. Edgar Neville, será e l director de este film de actores noveles. Y Edgar Neville, que, además de escribir diálogos, ha colabra-ado eficazmente en la dirección de películas en Cinelandia, es hombre que conoce todos los resortes del cinema y que, por tanto, puede hacer muchas cosas con los presun tos actore*. UN BSTUMO IMPROVISADO La película está ya en marcha. Estos días se «me dan» interiores en Ideal Rosales, convertido provisionalMeate en estadio cinematográfico. NeviUe va y viene de un lado para otro, con su aire de hombre des preocupado. Vandel y Macasoli, subidos a una plataforma, preparan las máquinas. En un salón, varias muchachas están entregadas a las manipulaciones hábiles de loe maquilladores. Unos carpinteros trabajan en el armazón de un decorado... Yo voy curioseando pe» todas partes, acompañado de Pedro y de Neville, y de pronto me quedo swprendido ante un decorado maravilloso, que representa un cabaret. —¿Quién es el autor? Neville me dice que Mígnoni, otro hombre inteligente que ha vuelto de Hollywood. Y yo apunto: —Pero esto debe ser carísimo... —Sí; no hemos regateado nada. Mas esto mismo en cualquier estudio francés hubiera costado 80.000 francos. Aquí nos ha resultado muchísimo más barato. V está bien, ¿no? Sí. Está bien. Tan bien como cualquier escenario parecido de una buena película extranjera. Y está bien, solwe todo, que lo hayan hecho aquí, porque, de paso, Un «maillot', una guitarra y una hermosa mujer, Carmen Martínez, que sueña con llegar a estrella de la P'" talla, y a ta que, como ustedes ven, le sobran méritos para que su sueSo se convierta en realidad. "^ se demuestra lo qne artistas decoradores como Mignoni pueden hacer en el campo del cinematógrafo. XrSA KOTKLA QUE FUEDS COmrKRTIBSE EN «»AI.Ii^4p —¿Y esta película? —Una película de ensayo, claro. Les que más se destaquen en ella podrán l u ^ o desempeñar papeles de ímpwtancia en producciones posteriores. Una película que tiene un asunto simpático. Precia sámente basado en las ilusicnes de los que toman parte en ella. O sea que en la cinta se desarrolla el tema de los qne sueñan con la gloría cinematográfica. Y para algunos esta novela de la pantalla bien puede convertirse en la novela de su propia vida. —¿El título? He aquí un problema que preocufta al director. No ha acertado todavía con el título defiíidvo. Tiene varios y no acaba de decidirse por ninguno: Estrella* de la pantaUíi, ¿ Quiere usted dedicarse al cine?, ¡ Yo quiero ser ustar»!... Ño, no. Ha de ser algo más hñve y más llamativo. UVAS MUCHACHAS SK UfAUXOT» Es muy interesante charlar con Edgar Neville y con Pedro I.*drón de Guevara. Pero hay otra cosa más interesante todavía, y son estas chicas, vestidas con un leve maillot amarillo y n t ^ o que deja al descubierto toda su espalda, que esperan impacientes la hora de «rodar» paseando en grupos por el estudio. Muchachitas finas y bellas como las estrellas de Hollywood, y más que las estrel.to de Hollywoed. E» eSa» hay que buscar las nuevas actrices de la pantalla, porue tienen la frescura de la juventud y el entusiasmo e su afición. Y será una láistima que no actúen con un poco de desenvoltura en esta cinta, porque entonces seria cosa de ir pensando en que es verdad que las muchachas españolas no sirven para el cine. Yo creo que no ocurrirá así. Neville ha de procurar sacar de eUas el mayor partido posible Y de este modo el cine español habrá empezado a encontrar sus intérpretes en estas mecanógrafas, coristas, «niñas bien», modistas y demás que esperan del cine, unas, su liberación económica, y otras, satisfacer sus ansias de popularidad. Pero no todas las muchachas debutan con esta película. Hay algunas caras conocidas que han actuado ya en Joinville: la del joven Bergia, la de Emilia Barrado, la de Carmelina Fernández, la de María Boea de Gracia... —¿Qué hace usted aquí, María Rosa? " «egfc grupo de .glrb. «pañoIa5, tan bella, o má5 q«c la» de ^ o ü ^ i , e5Un quizá las intérpretes de las fntura, pro—Ya lo ve usted. Trabajar. Nos han confiado a nos•^ *^ dttcdoaes habladas en castellano. otros algunas partes de responsabiUdad. —Gran idea. Porque usted, María Rosa, ha pasado tan rápidamente por loe estudios de Parfs qne todavf» no hemos podido ai»%ciar hasta dónde l l ^ a n sus posibilidades artísticas. RATAEL MARTÍNEZ GANDÍA 3 Muchachas SOLTERAS sépticu «le/ Koiynot teco dicnfet con mt fccFifco dd cc" SflfCa i^íMC pToá^tCC ttMOftti^TO9O0 su natural y brillante blancura» Al Himinar la ''Boca Bactéríca** S I sos CDcntcs le Cüuauíii iiiiwgog pcstfcs* JJÍULBC CI Kolynos. EUi unos cuantos días dácubrirá con satisfacción cuan bríllantes' y blancos pueden ser los dientes. La fea amañllez, la suciedad y las enfermedades de las encías proceden de la "Boca Bactérica." Haga desaparecer esta ccndicióa y sus dientes blanquearán enseguida. Ningún dentífrico corriente sirve para ello: pero Kolynos mata los microbios rápida y efectivanrtcnte. Use un centímetro de Kcdynos en d cepillo seco. Cuando el Kolynos entra en la boca se convierte en una espuma suavizadora y antiséptica. Penctia en todos los huecos, mata los microbios y neutraliza los ácidos de la boca. Tres días después de usar el Kolynos verá que blancos y brillantes están sus dientes: 3 matices más blancos. Miles de personas descubren esto todos los días. Sea una de ellas. Pruebe el Kolynos hoy mismo. «OM LA CREMA DENTAL Anúsiptica i hábUes de los maqtrilUdoref preparan los rostros de los noreks artistas para que la cámara poeda recoger todo el Talor de su fotogesia. KOLYNOS caen/orpor 0/ron<ro /^eportej e r l^/c/a/ ¡Pero yo soy modesto!.,, En fin, d« e»o fe mejor no S I usted quiere, yo le demuestro que no estoy loco—me dijo don Alvaro, risueño. —¡No hace falta! ¡Eso se ve! —¡Gracias! ¡Es usted m u y amable!... Pero, francamente, preferiría que examinara usted la máquina. ¡Vea si funciona bien! ¿Sabe usted Filología? Acaso no. L a Filología es algo verdaderamente serio. U n loco puede ser artista, filósofo, saber Medicina, I^eyes, Geografía postal y h a s t a Matemáticas. Todo, todo... Lo único que no puede saber u n loco es Filología. Estar a l a vez loco y ser filólogo es algo t a n imposible, como carecer de ojos y ver perfectamente. Porque la Filología es el único conocimiento que no queda firme aquí, en el caletre, sino se le sujeta bien con todos los tornillos. Con algo de cabeza se aprende lo suficiente en cualquier ciencia, por difícil que ésta sea. Fíje.se usted bien, don Desiderio: ¡(on algo de cabeza! El resto de la misma puede extraviarse en las sombras. ¡El t u e r t o ve el mar, las montañas, el firmamento, con u n «olo ojo!... Pero la Filología h a de saberse con toda la cabeza. ¡No sé sí usted me comprende! ¡De lo que estoy seguro ee d e q u e me explico bien!... Y temo, claro, q u e usted no sepa Filología. jDe?de cuándo está U8te<l aquí? Abrumé al desventurado con el r a m o de ortigan de u n a sonrisa desdeñosa: —¡Eh, don Alvaro! ¡De mí no se ocupe usted! ¡Yo soy u n loco aparte! ¡¡Estoy aquí de apagallamasü... ¡Siga, siga usted! D o n Alvaro me miró olímpico. —¡Bueno!—exclamó, encogiéndose de hombros. Comprendí que no había querido «llevarme la contraria». ¡Desventurado! Los locos creen que está loco todo el mundo. —'¡Le advierto a usted que tengo algunos conocimientos filológicoe!—le dije, con cierto orgullo irreprimible. —-¡Hombre, me alegro!—expresó, gozoso—. jAsí podré demostrarle que estoy cuerdo! ¿De qué sirve resolver a maravilla una ecuación de segundo grado a n t e quien ignora el Algebra? Pero usted sabe algo d e Filolt^ía. Me entenderá perfectamente. Escuche: hablar, y o al menos: ¡Jesús nunca dijo que El fuera Dios!... ¡Yo no debo decir que soy la gratitud misma; pero puedo a.segurar que, si no lo fuera, la gratitud misma no me ganaría a agradecido! ¿Estamos? —¡Ya lo creo!—exclamé. El risueño don Alvaro susurró a mi oído, con acento misterioso: —¡Yo, mi entrañable don Desiderio, tengo «ideas propias» y una mujer bellísima! ¿Me permite usted que le abrace? ¡Me escucha usted con t a n t a atención!... —¡La que usted merece!... ¡Apriete, apriete más si gusta! ¡Hasta estrujarme! —-¡GraciaJí!—exclamó, conmovido—. ¡Si usted quiere, puedo q u i t a r m e la americana!... —¡No, hombre!... ¿Para qué?—pregunté, asombrado. —¡Para que tenga usted dos! ¡Soy muy pobre y no puedo regalarle otra casa! ¿Quiere usted im zapato? Hacía y a ademán de descalzarse un pie. —¡Por Dios, d o n Alvaro!—^le supliqué—. ¡Si no vale la pena! ¡Sí que vale la pena! ¡Sí que vale la pena!—^afirmó el con ligrimas de emoción, sin dejar de sonreír¡La g r a t i t u d es la riqueza de los mundos! ¡I^a onza de oro espiritual que circula eternamente en el Infinito! ¡La línica moneda contante y sonante que admite Dios! ¡¡Lo sabré yo, amigo mío!!... ¡Tenga, t e n g a usted aunque no sea más que mi chaleco! ¡Yo soy u n avaro de esa riqueza!... H u b e d e ponerme serio: —¡HoBstoe, don Alvaro! ¡No fastidie!... Me propinó él, entonces, con gran satisfacción, u n a fuerte palmada en el hombro. —¡Gracias p o r su descortesía, que me releva del deber d e agradecerle su anterior aten ción! —¡Claio, hom- El aguardiente, de moras lo beben loa bellas moras. Lo ignoras, porque no moras con ellas, entre sus moras costumbres, que no son Moras... yp/<3n<3<r tado. ¡No iba a ras idar a mi señora a un hospital!..! Pero un médico hizo la operación sin cobrarme un céntimo. Era joven, buen mozo, guapetón. ¡Y tenía ' . .de . cien santos!... . . Mi . . señora quedó un alma como la completamente bien. A los ocho días estaba más bella que nunca. «Ahora, lo que necesita su esposa—reco mendó el glorioso mediquito—as pasar una temporada en el campo, para acabar de reponerse.» Yo me pegué un puñetazo de rabia en la barbilla. «¡El maldito Latín no da para tanto!», confesé, consternadisimo. El excelso joven sonrió y... echó mano a la cartera. «¡Teng» usted estas mil pesetillas!»—rae dijo, metiéndome el billete en un bolsillo de la americana— . «¡Ya me las devolverá usted cuando pueda y como pueda!» Casi me desplomé. Sentí caerme encima del corazón las cataratas del Niágara de una infinita gratitud procelosa, arrolladora... ¡Póngase en mi caso! ¿Qué hubiera usted hecho, mi querido don Desiderio? —¡Le hubiera regalado al mediquito un obsequio de valor! —¡Eso hice yo! ¡Pero no le iba a regalar u n reloj de oro o una pitillera!... —¿Qué regalo le hizo usted? —¡¡El más bello que vi en el escaparate inmenso de todo el Universo!! ¡¡Agarré de un brazo a mi aderada y deslumbrante esposa y se la arrojé al doctor!! «¡Para usted!—le dije, emocionadísimo. — Y el mediquito generoso, ¿aceptó la joya? —¡Quiá!... Ella y él se miraron d e un modo bastante significativo. Yo pensé g a r a mis adentros: «¡."V ver si no me comprenden! ¡La gratitud es una e8i)ecie de Filología celestial, p a r a ángeles ilustres!» Mi señora, de pronto, se echó a llorar, entre lamentaciones que partian el corazón: «¡Ay, mi pofai» AlvArito! ¿Qué será de él?...» «¡No se apure usted, 8eñora!~le dijo el médico—. ¡Yo prometo recomendárselo con todo interés a u n querido colega mío que tiene un sanatorio ideal!» ¡Lo que yo me temía, don DeÉ.iderio! ¡No me comprendieron! ¡¡Y aquí me tiene usted!!... ¡¡Diga, repita, per favor, que t a n tremenda injusticia clama al cielo!! Accedí, gustoso. ¿Qué me costaba? ¡Sí, señor! ¡Tan tremenda injusticia clama al cielo! Don Alvaro, nerviosísimo, se arrancó de un tirón un botoncito del chaleco: —-¡Por su señora madre! — me suplicó, brindándomelo—: ¡Acépt,eme usted, aunque no sea más que este botoncito insignificante! ¡F.S del chaleco, es sólo del chaleco!... ¡Usted, que sabe Filología, no pued e rechazármelo! ¿Qué le he hecho y o para q u e me mate? H u b e de aceptárselo... ALFONSO VIDAL Y PLANAS —¿Eh? i Qué le parece?... ¡Más claro, a g u a crista Una!... —¡No comprendo bien!... —^¡Pero si es sencillísimo! ¡Cinco «moras»!: I.ias de las Duveras, la« mujeres de los moros, la« de las segund a persona del singular del presente de indicativo del verbo murar, las del adjetivo calificativo y las del plural del apellido español Mora... ¡El hallazgo es mío, se lo juro a usted, don Desiderio! ¡Y el versito también!... —Bueno, ¿y qué? —¡Hombre! jUsted cree que puede estar loco, como dicen, un señor al que se le ocurre todo eso? Yo medité un momento: «Ix» ilustres filólogos suelen decir cosas mucho más raras y son grandes sabio».» Y aseguré, convencido: —¡No, señor! ¡Usted no puede e?tar loco, mi querido don Alvaro!... —¡Pues aquí me tiene usted, no obstante, entre esos desgraciados! ¡Es una injusticia que clama al cielo!... —¡Sí, señor! ¡Clama al cielo!... —-jY sabe usted por qué me encerraron, mi querido don Desiderio? —Lo supongo: por lo de las mora*»... Don Alvaro, risueño, negó, meneando el índice a n t e mis narices. —¡Qiiiá!—soltó, al cabo —Entonces, jpor qué? Me pswó él por la mejilla la m a n ? sedeña de una sonrisa cariñosa. —¡Si usted supiera...! ¡Mi caso es t a n curioso como la Filología!... ¡Vaya, se lo contaré!... —¡Hombre, sí, don Alvaro! ¡Hágame el favor!... —¡Yo estoy aquí por agradecido! ¡Como usted lo oye! ¡Por agradecido!... ¡Dicen que soy la gratitud niisma! ;No t a n t o , no t a n t o ! Claro que no es imposible. {••li « < • » " • b r e ! Y acabaré dejándole a usted plantado si no me cuenta pronto el «caso d e gratitud» por el que le t r a jeron a usted aquí! —¡Enseguida, sí, señor!... Como le dije, tengo «ideas propias» y u n a mujer beUisima. Mis ideas, y a las conoce usted. ¡¡Ay, si conociera usted a mi señora!! ¡Le a.seguro que marea de guapa! .. Pero yo era pobre, ¿sabe u s t ^ ? ¡Filólogo sin suerte! D a b a clases particulares de Jjatín. Pero si la señora se pone de pronto enferma y hay que hacerle una operación costosa, las clases particulares de T^atín no d a n p a r a t a n t o . Y a mi señora había que hacerle una operación costosísima. Yo me moría de desesperación, p o r q u e no tenía dinero y los médicos querían c o b r a r p o r adelan- cr¿nsea Rokcrt«) Hue p u e d e ser e l d e stM. muerte* i:n eji muivito Aato-loiograf íasy únicas en el mando» obtenidas pos* los aviadores alemanes Ru^c y Hoett^ cher, a l lanzarse liacia l a tierra» provistos de paracaídas» desde «tna altura de 5 o o ntctros. A su Tez, R i ^ se lanza al esp«do,r P*r* qne la fotografia de su caída no se parezca a la de Boettcher, lo hace tirándose de cabeza— Veintitantos metros le separan ya del avión, y el paracaidas no se abre_ ¿Es el minuto de la muerte? (Como el piloto Boettcher resultó herido y no pudo emprender nuevo vuelo, esta fotografia de la cafda de Ruge fué obtenida por el piloto Femstadt que sustitnyó a Boettcher en la segunda experiencia). Mis impresioifteA d « r a » t e l a caída... P»r Willi Itmit. C CANDO fulmoe a solicitar permiso de la Folíela del Aire para llevar a cabo nuestra experiencia, el jefe a quien nos dirigimos respondió: —Sí, eso está muy bien; pero aunque sean ustedes aviadores, no se lee puede autorizar asi como asi a tirarse de un avión en vuelo a seiscientos metros de ahura... Henen ustedes que sométase «1 examen reglamentario y obtener el titulo de piloto de paracaidas... Y ante todo deben ustedes procuran-e paracaidas propios, que han de ser loe que utilirr>n ustedes tanto para el examen como para la experiencia definitiva... Mi compañero Boetteher j y o soft encaminamo», pues, hacia una Casa constructora de paracaidas. £1 director, al enterarse de nuestro proj'ecto, opinó que deede luego era interesante, pero mcetró una gran desconfianza en el éxito. Insistimcs, sin embargo, haciénArriba: Momento «n que d aTlador Boettchcr abandona sn pu«to en el avión para lanzarse al espacio desde el dole ver que nuestra práctica de la aviación nos perplano de un ala. Abajo: el salto hada la tkrra, en el InsUnte ca que el paracaidas no se ha abkrto aún y el cuerpo mitía tener buenas esperanzas de lograr lo que noa del hombre cae como una piedra.. (Estas fotografías fueron obtenidas desde otro avión por el piloto Ruge, a quien proponíamos, ya que contábamos con sangre fría J correspondió Unttt en squndo lagar). (FOU. truaudu por Accacu ototu) dominio de nuestros nervios, cuaUdadee necesarias cr«mca para intentar, al menos, obtener fotografías durante la caida, merced a los aparatos automáticos de q u e disponía mos, y que habían sido contraídos e s p e cialmente para el caso. Al cabo, quedam o s de acuerdo: nos facilitó el director a p a r a t o s paracaídas; asistimos durante quince días al curso de instrucción; sufrimos el e x a m e n teórico, y obtuvimos la autorización indis{)ensable para la p r u e b a . Aun fué necesario esperar, durante algunos días, a que el tiempo f u e r a propicio. Al fin, en un magnífico d í a de sol, con viento suficiente para facilitar la acción de los paracaídas, decidimos 11 e V a r a cabo 1 a experienc i a. Llegamos al aeródromo, donde n o s aguardaban dos aviones: uno que había de llevarnos a Boettcher y a mí, sucesivamente, a más de quinientos metros de altura para realizar el s a 11 o en condiciones reglamentarías; y otro en el que aquel de EI pUoto-J€f2 von Engel da la orden del salto a Wíllí Ruge, y éste obedece; pero al lanzarse al espacio obtiene la primera folograKa enfocando con sfl nosotros que asisTon Engel, en el momento en que éste pronuncia la voz de mando. tiera al salto del otro había de ocupar el puesto del observador p a r a obtener fotc^afías del primer momento de la caída. Echamos a suertes, y le tocó a Boettcher saltar el primero. Y o me instalé en el otro avión para asistir al . s a l t o de mi compañero y tom a r fotografías del instante en que Boettcher s e lanz a r a al espacio. Tanto para fotografiarnos mutuamente como para autofotografiarnos durante la caída, llevábanos colgados d e l pecho s e n d o s aparatos de película cinematográfica y de cambio de cuadro y disparo a u t omático, cuyo manejo se reducía a la orientación del objetivo. Los agentes de la Policía del Aire n o s llamaron la atención acerca de una r e d d e cables eléctricos de alto voltaje q u e cruzaba sobre un lado del aeródromo, y nos advirtieron que pocos dia^ aate» un aviador, intentando t a mbién un salto con paracaklas, no habia podido evitar que sus pies se en•~iap<in en aque- ffH^'" Willi Ruge cae de cabeza, y a una velocidad vertiginosa recorre treinta metros antes de que el paracaídas se abra.. Y sin embargo, aún conserva sangre íti»^^ mo sofidentes para hacerse a á propio esU fotografía, con el aparato espedal y automático de que iba provisto. (Foto, txmmmám por Aínda GrttkM) í T '««tro <I< r M f<ta Dor un aviador al arrojarse del aTióo es esta que el piloto Boettcher se hizo a si mismo en el instante de caer, con el paracaidas cerrado to. La primera auto-iotograiía °''"° ~°¿^j |,onibre se ve la expresién de angustia que la rapidez de la caida y la consiguiente dificultad para respirar le producen.» p.,. <le sí mis- Sobre la cabeza de Willi Ruge, d paracaidas se abre al fia- El piloto dente d vi<teito frcaaxo que dcticac su caída T b bacc y* kata j Ubre de riesgo- En c! minuto de la vida o de ia Bocrte, d dcstiao 1M optado por to vida. |FM«. twwHMéM pot AflOda Orttci) En tanto que Willi Ruge da el terrible salto su esnosa <» t,.,-. gustia... El único que aún no se da cuenta de lo q u ^ í u m cs^J W Í L " / ""P^^eros contemplan la hazaña con anLa tierra está ya cerca, y al fotografiarse, el aviador obtiene esta cariosa instantánea de sus propios pies, suspendidos a cien metros del suelo.. El perro de Ruge sabe bien que el muñeco que cae desde la altura jugándose la rida es su amo.„ Y el animal no pierde de Tista a la silueta, que suspendida del paracaídas osdla ca el aire~ II08 alambres y habfa muerto electrocutado... Los pilotos nos elevaron a unos seiscientos metros de altura, y buscaron el lugar propicio para que, calculando la direccióa y la velocidad del viento, tuviéramos fM-obabilidades de caer en el terreno del aeródromo. Estaban los dos aviones próximos uno a otro, cuando observé que mi compañero Boettcher abamdonaba su puesto, y gateando sobre el plano de un ala, se disponía a dar el salto. Boettcher se lanzó al espacio en posición vertical. Cayó como una piedra, durante un momento que me pareció eterno y en ti que recorrió unos treinta o cincuenta metros... Al cabo, su paracaídas se abnó, surgiendo en el espacio como una gran burbuja blanca, y le vimos caer ya muy lentamente. Nuestro avión describió varias curvas en torno de Boettcher, y asi fuimos acompañándole hasta la toma de tierra. Boettcher, arrastrado por el fuerte viento que impulsaba al paracaídas, rodó sobre el terreno desigual y fué recogido con el rostro cubierto de erosiones y un brazo en bastante mal estado... Por tanto, Boettcher no podía de momento tomar mi puesto en el avión observador, y fué susti- Ruge ha llegado a tierra sano.y salvo, y abraza a su mujer„ Para ella y para su híía h» rm^u,,A permite únicas «•««a. disponer A\.,^^^ de A. fotografías f^t^.,u,, .i-i—.'en _ el -. mundo. _ :'^ ° ' realizad Q esU proeza que le (Fots, trnumltldu por Agenda Gráfica) tuído por nuestro compañero von Fernstadt. Yo me in'^talé, provisto de mi paracaídas, en el otro avión pilotado por von Engel, y ambos aparatos se remontaron en demanda de la altura. Ahora me tocaba a mí dar el salto, y decidí tirarme de cabeza, para que las fotografías resultaran diferentes de las de Boettcher. Cuando estuvimos en el lugar conveniente, salí de mi puesto y ms agazapé en el borde del ala, aguardando la voz de mando de von Engel. —¡Ya!...—exclamó éste, al cabo, y me arrojé al es pació como un nadador que intenta un lucido plongeon... Me es imposible describir esactamante las sensaciones que experimenté en el primer momento de la caída vertiginosa, cuando aun no se había abierto el paracaídas, y la tierra parecía atra9rm3 como un imán homicida... Recuerdo que abrf» la boca, con la angustia de un comienzo de asfixia, y que en mis oídos resonaba una vibración terrible, como si a cada lado crónica r.e mi cabeza funcionara un motor de aviación Al c a b o - n o de un imtante, sino de un s i g T ^ ^ e senM retemdo en el espacio por un firA„T- i . la mano de un / g a n t e V 3 " h u í ' S o^^XVZ^.''' Era ei paracaídas que acababa de abrSe v flotaba en el aire como una mmensa medusT. R ^ p ré a* fin, con todos mis pulmones v r,^Z^ «^espire, ai había olvidado mi abarato f : t o g ^ , J r r q t T h ^ bía enfocado a mí mismo en «uVn^i ^ • ^ de terrible caída. Fuíadar sTbr^i'^' E r y T a T s i í S : de la terraza de un restaurante próximo aT¿r,^ro^o' Me lastime una pierna y me desollé una cadera «¡ro nada de esto tenía importancia, puesto que'tinto Boettcher como yo habíamos logrado nuestro re portaje fotográfico, umco hasta ahcra en el mundo y puesto que terminada fehzmente la aventura pude estrechar entre mis brazos a mi mujer v a mi neo.i^ ñuelo, que me esperaban abajo... ^ » ™» P«l«e Wiixi RUGE líWN Y ínaifib Lolin- Mira Bobí\ ¿b:Comj2j/as caj Tanas ^cie ' maha dadú /a chacha <j¿^ ha ajado mu cÁaJ ^/t d/lorft)Q_ no por^LO^ ¡Q ^ujíap rriuchh a mí aÓLcQÜih^ udmcsá/a^ar a la castañera, ^^ojoy/acaj Tañará con un panuj2¿oen /a caóazd (^ una U?fu¿¿¿3 parÁ A B0BJTO-tE-üüSTAH-MüCH0-LAS-CA5TAttAS <^ua no rrus I . Tu ULULAS <¿n. \2n osa puerTa. ¿\soc(i^x\ájS)}CuaA Tas ca/anfitasl' (jal qa.<2.ya estoy ucnoLCndo)! Vcon oj/a cacero/á pujQjIa <2nc¿ma da /a fuo LLnpuesCo CÜ2 cdjfarias y ¡/{la rica cas Taña!¡Tres á unap^rra. gordal/Ceca/?Tas caI/enliTas\ %á>\k>~)laQjTbij cÍGSQando d^ comparf,. nJaj con un ¿ombrarocLd mí papé ij cwnprabascds fknas «3 /re/ . lA^na. parra cjori da ij tQ las o}ynids Hcüzcías ^ua (¿siabdn m^, coTnpradáJ ¿f^¿' pujzads ij oirá uoz. Lolín^CiPu^ ^ri- óÁ ^á\)¡C¿¿atilás caUQnUiáÁ (BoblXb kajce ¿'jcñara cas- udrids omipras Tañje.ra;¿cfuk-ijLolin óe da re, u^Té c¿as- caGnraclaqujg pacharm^Tres la¿ casfafiaj castañas por ct(2óapar<2cen! una perra ij ru> la¿ cforda?,.,. hd prot> S(¿nor! Bnse- ¡OijQ Bo, cjuídLTa IQÜOU a daspacha-r den/¿ cicanM a iute unas ifiu Ciemzsfi casia rías cfue hdoírde Son mmj rí- Iánx2ra para ^uücmas,,. <fUJ2(^ocompre Á/íóra ares tu lacájfánars u uo sou ana yañorib 9^ uLdna a com prar TrOJ una parra Qorda, y VZ di^o cjU^ jon rruuj bim ñas, ij lu^go cuándo nua /as 0077W UOJI^o o/ra uoz. ij le compro mas ¿SáÍHzs ? loUn-j?¿^a casTañerá; ¿me (Rulara ckspachar Tres caslanas una perra <^arc¿a^,. BobLÍb=///>e ^us^ SQriorc/a, Váí/a a/puei Tóde la. ola ca l/<2,por-cfLü2 mM fuecíán muxf pofuiIás t/ na las ffimciM dte l a p l a y a . C ITANDO de muchachos entreteníamos nuestros ocios leyendo y releyendo las apasionantes norelss de arentnras y sentíamos en nuestros nervios juveniles y exaltados el espolonazo de la emcción producido por el episodio espeluznante o por la hazaña maravillosa, solíamos evocar las figuras de nuestros escritores favoritos: Salgan, Julio Verne, Conan Doyle, Mayne Reid. Fenimore Cooper..., para admirar el prodigio de sus fecundas imaginaciones y de sus talentos creadores. No foimoa de los jóvenes que bobiéramoe querido emular las aventuras de los cazadores de fieras, de los ca|Htanee negr^oe, de los jefes piratas, de los pescadores de perlas, de los pilotos de altura. Comprendíamos que aquellas narraciones eran irreales y admirábamos a Im héroes de las mismas a través de la personalidad del escritor que los concibiera y diese vida después al ; correr de su pluma, empujada por la imaginaciói.. El tinglado, pu«s, de toda la gran producción de li\ teratura emocional descansaba para nosotros exclu, sivamente sobre sus mismos autores, porque nuestra mente de niño no admitía gran parte de semejantes prodigios de audacia y de valor, de tamaños sufrimientos y de esfuerzos, más que en las imaginaciones calenturientas de toda aquella l ^ ó n de escritores de novelas de aventuras. Para nosotros era absurda, casi imposible, la existencia de un TartarÍD, de un Balfour, de un Grordon Pin o de un Crusoé; pero hoy la vida nos ha demostrado cuan grande era nuestro error. En nuestros días, en pleno siglo xx, todas aquellas aventuras de los personajes de Verne, de Salgan, de tantos otros, se viven constantemente, con esfuerzos, con sacrificios mayores que los que imaginaron estos fecundos novelistas. Los viajes al Polo, los records {M-odigiosos, los vuelos quiméricos, son hoy una realidad palpable que conmueve cada día a ía Humanidad, retrotrayéndola a las lejanas épocas en que Ins grandes exploradores escribían con sus proezas las más brillantes páginas de la historia de la vida aventurera. Y no sólo en loe países remotos y en los mares lejanos. Hoy mismo, frente a la ciudad urbana y moderna, sobre nuestra playa levantina, frente al mar de la civilización, siempre surcado pcw buques y veleros de toaos los tipos y todas las banderas, hay hombres que viven una vida absurda de verdaderos Robinsones, de náufragos arrojados a una costa inhóspita sobre •iejos restos de eBab«urcacioBe8 carcomidas T destrozadas, en las cuales las algas marinas y el salobre han puesto el estigma de la esterilidad, del abandono y la desolación. Es extraño esto, ¿verdad? Quizá alguien piense, como yo pencaba de pequeño ante historias parecidas, que el presente relato es fruto de un periodista imaginativo y fantaseador. Pero quien esto crea, se equivoca, como antaño yo me equivocaba. I » que decimos es cierto, indiscutibíe. En la costa valenciana hay unos hombres, modernos náufragos de la nave social, urbanos Robinsones de pliy». que viven agarrados, coa u a supremo gesto de dolor v desesperación, a los restos de una vieja barca, podrida por la arena mojada y por el sol. El primer Robinson de playa que hemos encontrado es un hombrecillo enteco, sarmentoso y huesudo, que se deja acariciar por el sol otoñal, recostado sobre el despanzurrado >'ientre de su barca. Vive allí con su anciana compañera, una vieja desdentada y astrosa, a quier los aullidot< del mar en los díís de tormenti han trasttjrnado la razón. El sol calcinador ha puesto sola-e ella su testada huella de tal modo, que cuando la vieja se acerca a la vivienda se confunde con ella, como un viejo madero, como un leño más resquetnrajado y roohoi^ de la derruida embarcación. La historia de estos dos seres es triste y vulgar. F.l era teñidor de redes. Sus manes conservan aún, a d?8pecho del tiempo, las manchas rojiza.s que le hicieron las tinturas químicas que se le filtraban a través de la piel. I.* vieja vendía pescado y preparaba el yantar. Un día nació un hijo, el hijo de la ilusión y de la esperanza en la vejez. Y el hombre chapoteó con más entusiasmo dfsde entonces por entre el cenagal d^ las tintas, y la mujer salió des horas más temprano cada día, cargada con las cestas repletas de la viviente nlata del mar. Pero el hijo fué el fracaso de la vida de los dos esposos. Hoy todavía, de vez en cuando, el grandullón, que es vago empedemielo y chulo por naturaleza, cuando le aprieta el hambre cae sobre la vieja barca a la hora de almorzar y se come el bote de nauseabunda sopa que Irs viejos tienen sobre el fogón y se bebe la botella de Cazalla que sus padres esconden en lo que fué sentina de la barca; esa mala Cazalla con que los viejcs aplacan de vez en cuando el dolor de los recuerdos y 11 amargura de su derrota... <» o Este otro Robin^ón, que al pasar junto a su vivienda marinera parece que ncs observa con terrible fijeza, no se ha dado cuenta siquiera de nuestra presencia. criiuc&L Sus ojos, qne miran con un ansia infinita, con un .sentimiento indefimdo, no reflejan la luz. El Robin.són es ciego. I Un pescador que quemó sos pupilas con la reverberación del agua de loe mares, que se emborrachó de luz o que abrasó sus ojoe a fuerya de mirar al sol? No. Es un simple vendedor de Ixiteria, un hombre de tierra adentro, que por una extraña iwradoja de la vida, como un náufrago que va domle le lleva el rodar de las ola.s, ha venido a parar aquí, como hubiera podido ir a dar con sus huesí s a otro .sitio cualquiera. El Robinson ciego vive con una mujer, cuya laboriosidad vese reflejada en torno de la embarcación. I-* nave tiene techo de madera, cortinas en las puertas y ventanas y aves domésticas encerradas en unos galli- ñeros cokxsadoB a proa y a popa. Sobre el techo, la chimenea, enn^recida, indica que a diario se coloca ^' puchero y se enciende el fogón. Este ciego es un Robinsón burgués: algo así como la aristocracia de les Robinsones. La barca es suya, y "adié podrá nunca arrancarle de alH. Más allá hav una lancha partida por la mitad. Debió quebrarse un'dia de furioso terapOTal, y su dudio la <íejó alK abandonada como algo inservible. Pero el tío Basura encv5ntró en elU un refugio pwra su existencia de coleccionador de desperdicios callejeros, y la cubrió con una» latas de cajas de g»"®*^ '-on madera de cajón de leche condensad» se *»"]!<* Una puerta, la aseguró con un desmesurado candado, y ya pudo ir tranquilo a practicar su entretenido oficio. Como era un hombre optimista y fiaba en el pw- venir, clavó en la puerta de su choza una encn-me herradura. Los alrededores de la finca fueron pronto un depósito de inmundicias, de desperdicios, de objetos absurdos que las olas echaban a la playa. Pero él seguía allí impertérrito, revolviéndose en aquella Babel de microbios y de moscas. Hoy el optimismo del tío Basura ha triunfado al fin. Su ideal, aunque tarde, se ha cumpUdo al cabo. Nuestro Robinsón ha sido empleado en la limpieza pública. Y asi, cuatro, cinco, neis familias de Robinsones playeros, que en sus viviendas absurdas, malolientes e infectas, a las que no logra orear la constante brisa marina que allí sopla, ponen un cinturón de dolor, de miseria y de vergüenza ciudadana en torno de las edificaciones que limitan la zona del mar. La vida de estos hombres, a unos metros dei agua viendo siempre sus chozas lamidas por las olas al menor cambio atmosférico, sintiendo en loe huesos el Levante y el Norte que se filtra por los desunidos tablazones, es algo horrible, torturante, que la conciencia humana no debe consentir. Nuevos Robinsones abandonados en inhoepitalaria playa, estos seres, sobre la arena húmeda o calcinada, sufren el martirio de ver frente a ellos cada día la masa urbana de la ciudad moderna y confortable, recortándose sobre el fondo del cielo como un fenómeno de espejismo, que nunca podrá convertirse para ellos en una realidad. J . SANCHIS NADAL (Apuntes del natural, de A. Vereher.) í/c'ombtes Précfícos N o es lo muier lo sola entusiasta del Jabón Heno de P r a v í a , por lo gracia de sü perfume inconfundible y el encanto de su espuma, que afino y suavizo el cutis. También los hombres prócticos aprecian lo que vale este jabón puro, compacto, d e g r a n d u r a c i ó n , e l a b o r a d o con aceites muy finos y con tal perfección que no hoy cuidado de que corte o estropee las monos por muchas veces que se laven al dio. Jabón Pastilla, l,2S Ueno dePravra raSFVIIBKÉA CAL. - MAMtIB. - B«BN«fS AIKBS Pastillas COMPOSICIÓN Aiiicttr l«ci,e, b., cinco et(rB.; «xtrMtu rcfAlli, cinev etfia.; e»tr»cio aiModi», tn$ mili»., o.irHcto »i*da1» **CR. ITM lAillf^ Uo)u«ii«1, cinco tntlíf.; Mdcu* »Mntu»nla»4o, c«fittdft4 Aspaime CANA/ Csl CURAN RADICALMENTE LA TOS PORQUE COMBATEN S U S CAUSAS: Catarros, ronqueras, angrinas, laringitis, bronquitis, tuberculosis pulmonar, a s m a y todas l a s afecciones en general d e la gargranta, bronquios y pulmones Las P A S T I L L A S ASPAIME superan a todas l a s c o n o c i d a s por s u c o m p o s i c i ó n , (|itH no p u e d e ser m á s racional y c i e n t i faca, g u s t o a g r a d a b l e y e l s e r l a s ú n i c a s en Que está resuelto el t r a s c e n d e n t a l problema d e l o s m e d i c a m e n t o s b a l s á m i ' eos y v o l á t i l e s , q a e s e conservan i n d e 6 n i d a m e n t e y m a n t i e n e n í n t e g r a s s u s marar i l i o s a s propiedades m e d i c i n a l e s para c o m b a t i r d o u n a m a n e r a c o n s t a n t e , rápida y •ficaz lax e o r e r m e d a d e s d e las v í a s respiratorias, q u e son c a u s a d e T O S y sofocación. Laa P A S T I L L A S ASPAIME s o n l a s r e c e t a d a s por l o s m é d i c o s . L a s P A S T I L L A S ASPAIME son l a s preferidas por l o s pacientes. E x i g i d s i e m p r e l a s l e g i t i m a s P A S T I L L A S ASPAIME y no admitir s u s t i t u c i o n e s i a t e r e s a d a s de e s c a s o s o nulos resultados. L a s P A S T I L L A S ASPAIME s e v e n d e n a UNA P E S E T A CAJA e n l a s p r i n c i p a l e s f a r m a c i a s y droguerías, e n t r e g á n d o s e al mismo tiempo g r a t u i t a m e n t e u n a d e m u e s t r a , may cómoda para l l e v a r e n e l bolsillo. E s p « d a l J d a d farniac«utJca d e l L a b o r a t o r i o S O K A T A R G , Oficinas: c a l l e d e l T e r , 16 - T e l í f o n o 50791 - BARCELONA. 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Hecha, en parte, con reenierdos .uitobiográficoe, representa una requisitoria contra méte)do8 pedagógicos que exigen del alumno la total sumisión, la abdicación (x>mpleta de personalidad y juicio, la entrega a (ñerra ojos en manos de una disciplina férrea. En 1910, y menos en los años posteriores, no tenia la novela un ambiente propicio. ¿Lo tiene hoy? Los debates parlamentarios han planteado y resuelto en principio el asunto en el sentido expresado por la ejonclusión de esa novela. Al transportarla al teatro, con toda fidelidad, no libre, por cierto, de violencias constructivas, inevitables tid vez en estas adaptaciones, cuando no es el autor misnoo quien las lleva a cabo, por la necesidad de dejar c^ndensado en un lugar, unido en una situación, lo quo el libro dispersa, don Juan López de Carrión y don Manuel Martín Galeano—adaptadores de otras novelas de Avala—han afrontado el juicio público desde la cruda luz de las tablas, no ignorantes, sin duda, de que en momentos de pasión política tendrían que suscitarse contradicciones violentas. La Prensa diaria ha comentado los sucesos de la primera ne)che. Menos la obra misma, en que cumple señalar el efecto que logran ciertos cuadros, como el de loe ejercicios espirituales y el final, rehecho por el propio Ayala, según declaración publicada por Rivas Cherif, que ha mostrado su pericia como directoi' de escena en la ordenación de un difícil conjunto. Las escenas en que intervienen los colegiales, personificade)s por niños que, no habiendo hecho profesión del teatro, añaden, con sus mismos defectos, naturalidad al resultado, logran animación perfecta. Entre les intérpretes se destacan Martínez Tovar, Elias, Somera, V illagómez y una actriz, la señorita Morriño, que incorpora con tóela evidencia la tierna fígura desequilibrada de la inglesa Ruth. COROLABIO AL, DON JtTAN T> • Dinn losefina Tapias y Emilio ThuilUcr, en una escena de «Cuando los hijos de Eva no Teatro Calderón.--Kosario Kmo io»c K ^^^ ¿on jacinto Bcnavcnte, estrenada con éxito clamoroso, son los hijos de Adán , nueva comema Vestir un juguete cómico, un tanto astracanesco —astracán vistoso de verso disparatado con tiradas y rimas paróelicas—, (M)n los trajes del Don Juan TeEíit) es acaso, por encima de la anécdota incestuo- norio, en los dce primeros actos, para cambiarlos dessa, el pensamientj profundo de la nueva obra de Be- pués por la ropa raída de unos comediantes «del kilómetro lanzado» y por las galas de unes campesinos navent3: un clamor—también de profeta hebreo— manchegos, entre le» cuales aquéllos ensayaban una sobre la disolución de la sociedad, visto en la atomización de la familia, en el juego desenfrenado de instin- obra de cierto poeta-labrador; tal es la operación vetos y pifcion?8. Lo ha desarrollado en un acto vivo de rificada en la Zarzuela, con pleno éxito, por Jewé Silva exposición, que deja ver el ambiente de la casa abierta, Aramburu y Enrique Paso, en complicidad con los OTRA VEZ BESAVENTE actores dirigidos por Manuel Perales y Joaquín Garen que tndo el mundo entra y sale; en otro de concenOS estrenes de Benavente s m l e n ir a parís, des- tración dramática, que plantea, gradualmente, el con- cía León. Operación limpia, sazonada ex)n alusiones os « í i r e m s ue "^ silencio. Ahcra no han que no han despertado recelos ni sus<;eptibilidades en flicto me ral; en un tercero que desarma su virulencia el público vidrioso de nuestros días, y que han hepasado echo días entre i^ ^ ^^^ extírior, apaitánddo de la tragedia qve pjrece su na- cho reir sin tasa, dejando ver el buen tino de les iny Cuando los htps de tva no ^J" ., ' -p^^ j . tural salida, para suncir teda la v i c k r c i a del drama térpretes. Con los jefes de la Compañía, las actrices estrenada por I h m en la ments del protagonista. Menos feliz en este acto SoceMTO González, de tan fina gracia personal; Irene ida esta esta últinm Oiuma pieza pie»..» en v... el ^- Caderón -_ llier y Rosario Pino, t n cuanto al éxito, la comidi» que en el segundo, enfria un tanto el efecto formidable Caba, Mari» Pujó, saean de Don Jvan Jo»í Tenorio desagradable—dfcí 1» calificó Benavente mismo, pen- de ese acto central que ha dado a Emilio Thuillier todo el rendimiento posible, que los espectadores resando en la denominación dada por Bernard ÍShaw a uno de svs maycrcs triunfes recientes. Con él sobresa- frendan con su aplauso. algunas obras suyas—, esto es. la del Calderón, ha len en la interpretación F e s a i i o Pino, Josefina TaEiíWQtTK DIEZ-CANEDO sobrepujado, en el acto segundo, al de la comedia pias, Carnaen R-endes. iagTcdible del Fontalba; p:ro el éxito de é s t i es más g i a l . más seguro, y será, probablemente, más laigo. El tema de Cuando los hijos ds Eva... es un tema trágico, nunca ajeno a la gran literatura. En Edipo, en Fedra, en Annabella, de Fcrd—el gran dramaturgo inglés de la épcca isabelina, que no titula de ese modo su drama, sino con un rótulo que no suele transcribirse por entero—; en la Ciudad muerta, en La malquerida misma, para llegar ya a Benavente, se roza de cerca o de lejos. La pasión amorosa entre dos seres que son remos del mismo tronco, y que en la nueva comedia de nuestro autor lo ignoran al unirse, da asunto a la acción, desenlazada no trágicamente, sino en la conciencia tolerante del padre desordenado que no se sometió nunca a un amor ni a la común ley de convivencia humana. Benavente hace de él un gran artista, músico de renombre, y, además, le hace judio de raza y suizo de residencia; esto es, le confiere la mayor suma de cualidades que pueden hacer internacional a un hombre, desligándole, como ciudadano, de un país cualquiera. Este hombre siente, con la revelación inesperada, el golpe que va a herirle; mas en el concepto del autor, que nos le ha presentado como varón abí^oluto en su arte, sin otro intermediario que 8U conciencia intima entre el Dios que le entiende y su obra, sabrá guardar para sí toda la amargura, aferrándose a la convicción de que las faltas de los padres no han de caer sobre la cabeza de los hijos. En derredor de esta figura, levantada no para atenuar lo trágico de la situación ni para excusarla, sino para concentrar en sí toda su violencia, hallamos la de la hija capaz de la misma resistencia desesperada, en defensa de la elección hecha por sus sentidos libres. Y las restantes figuras: mujer que vive, entregada a su arte una existencia independiente no sujeta a ley. Teatro de la Zarzuela.-Un cuadro d e . Don Juan José Tenorio, juguete cómico de los señores Silva Aramburu y E. Paso, cuya presenUdón ha obtenido excelente fortuna entre los espectadores aficionados al teatro que hace reír. hermanas de distintas cunas en que reviven los ren(FoU. Dd Rio) cores de Caín; tipos como el de la vieja criada hebrea, que auguran venganzas divinas. u Madrid. en t cransca Amor fatal, la nueva obra de ¡Somines que acaba de publicarse, es, a lo largo de sus trescientas páginas, un hábil e intsresante juego malabar, en que el autor se complace, mostrando a veces, y a veces escamcteando, la trayectoria del argumento sobre el cual, de trecho en trecho, tiende la crítica sus carilleos^. Somines no se contenta con la pintura fuerte y expresiva del cuadro de vida encerrado en el marco de un capítulo. Ese cuadro se completa con el diálogo indirecto entre el escritor y el lector: comentario crítico que a todo alcanza, y del que no se libra la Prensa. Especialmente las actuales revistas gráficas se le antojan al protagonista de Amor fatal, por cuya boca habla Somines, completamente anodinas y vulgares, llenas de intenHús, y dando en el mal gutto de retratar a las tiples de un teatro como conductoras de tranvías... Esto último va directamente contra CRÓNICA, cuya fué la famosa y eutrapélica información de las tiples VÍCTOR SARASQUETA S.L. f * " SOLICITE CATALOOO OWATWTO conduciendo tranvías... Pero no por eso vamos a dejar de decir que la novela de Somines es interesante, y todo lo que deseamos es que Somines venda de su Amor fatal tantos ejemplares como la décima parte, al menos, de los que vende CRÓNICA... t OT3 M. Somines abandonó España muy joven p a r a buscar en América horizonte más amplio y más propicio que el ofrecido hace un cuarto de siglo por nuestro país a les hombres que no se contentaban con aguardar pacientemente la hora improbable de un encuentro casual eon la fortuna, y preferían, para llegar a ella, el camino siempre arriesgado, pero a las veces breve, de la aventara. Durante años y años Somines luchó eon denuedo. Fué obrero, fué comerciantei fué, más tarde, periodista, y un dia entró a formar parte de la redacción del Diario de la Marina, de La Habana... Por fcrtuna para él, cuando esto ocurrió, Sominee tenia ya conquistada si no precisamente la fortuna, al menoB la independencia... Gracias a 9sto n o naufragó s u afán de libertad en el vórtice de a Literatura. Somines, en la madurez le la vida, sintió la noetal^ a de la tierra madre, y un ouen día sacudió el polvo ie sus sandalias en el muele de La Habana y embarJÓ para el defínitivo regreso... Ya está entre nosotros. El pasado—media vida de luco», allá lejoe—se le auüoja un sueño. Podría quizás descansar, entregándole a la existencia contemplativa; podría tal vez probar de nuevo su suerte pu'a los n^ocioe... Prefiere el trabajo que en EspaSa es más ingrato y menos jwoductivo: el de la pluma... Y es que al sacudir el polvo de sus sandalias en el muelle cubano, al renunciar al pasado para emprender una jornada nueva, Somines no pudo despojarse del morbo adquirido en las salas de Redacción y en las tertulias de los cafés de La Habana... Quia joué, joutra, dice un aforismo francés, según el cual el jugador no tiene redención... Tampoco la tiene el escritor, y de igual modo podemos decir que «el que ha escrito, escribirá.» o ^ Somines ha escrito y publicado una novela. Es, de las suyas, la primera editada en Elspaña, ya que otras dos precedentes, El secreto de un suicida y Tierra de promisión, aparecieron, entre 1923 y 1928, en Cuba. decorocidn moderna <i> DoíTiitorio de doña Vic'ofia, fabncodo por esta Casa. [Palacio Real) Compañía de Muebles y Decoraciones, S. A. ANTES B. Piquero y Cío. COMPRADORES EN 1921 DE IOS STOKS Waríng & Gillow, de Londres Poseo de Recoleto*, ó TeMfono 52608. -:- MADRID -:• Apartado 1074 crónica estos diminutos sombreros, que iniciaban el salto atrás de la moda, aumentó nuestra inquietud. Pero ha llegado el momento de tranquilizamos, porque si es verdad que la nueva silueta modifica un poco la apariencia natural del cuerpo, no comprime ni deforma, en cambio. Los cuerpos de los vestidos son en la actualidad más reducidos; la cintura es más estrecha, y las espaldas más anchas. Mas se trata de efectos obtenidos con el corte, sin intervención de ballenas ni de fajas especiales. Christiane, de reconocida experiencia, afirma que ara las primeras reuniones de la t«mporada elegirá e preferencia un traje en raso blanco, como los que propone Chanel, o en raso negro, como los modelos de Lelong, a fin de que la elegancia resalte, obteniéndola de la forma, sobre todo. Ya hemos indicado en otra ocasión que los detalles adquieren gran importancia y son esencialmente personales. El buen gusto y la originalidad han de armonizarse. El peinado se modifica, debido a los sombreros de actualidad. El cabello se peina hacia atrás, descubriendo la frente y un óvalo de facciones regulares. La ondulación es ancha y oblicua. Las puntas se recogen en bucles sueltos y aplastados, escalonándose los unos bajo de otros. Reunidos en la parte baja de la cabeza esos bucles, for- S PARA ADELGAZAR DCLGADOSC NO PCIIJVDICA A i. A SALUD. »l« YODO «I « R OtL YOOO.HI Tri1f«OIOIN*.P'«c«iSÍ0 LABORATORIO P t S Q U I Alameda 1^-SAN S[BASTi&N([sp Varias nota» de l a moda a c t a a l D ESEÁBAMOS algo liuevo en la moda; contábamos con lo inesperado, y temíamos, a la pax, enojosas sorpre8*a¡. El sólo intento d e / ^ " « ' * f ; ¿ polisón nos horrorizaba al pensar que hadamos de renunciar a las ventajan adquiridas con la evolución de las modas y a la soltura de nuestros movimientos No podíamos acostumbrarnos a la idea de opnm^r nuestro cuerpo con un corsé, renunciando a la como Las elegancias femeninas en el hipódromo parisiense de AuteulL Un abriguito corto, en forma de blusa rusa. Mo> délo de astracán blanco, con orla y bocamangas de astracán negro. Sombrerito hadendo Juego con el abrigo. (Fot. Agenda Ofiffca) Las elegancias femeninas en el hipódromo parisiense de AnteniL Sombrerito de terciopelo de seda negro y raso blanco. Abrigo de terciopelo negro con guarniciones de «renard» negro. (Por. Afcnda Grüica) man una apariencia de moño de dimensiones muy reducidas. Los modelas de los nuevos sombreros, de ala recogida per detrás, crean un problema de difícil sclución para la mujer que posee un pelo recio en demasía y un cuello rasurado. Los bucles y moños postizcs resuelven el conflicto. No hacemos más que indicar las orientaciones más señaladas de la moda, y que representan su parte inédita. No obstante, el gusto práctico y elegaiite existe siempre, t i traje sastre es una de k s favoritos de este invierno. Su casaca es en la actualidad más corta que nunca, y apenas excede de unos centímetros a la línea (le la cintura. Un cuello de pieles corona la espalda. Las mangas son uno de los temas que más atraen la atención en esta temperada. El abrigo «sastre* adquiere un carácter muy definido. Sus características son el busto en forma de V, la cintura estrecha, el cierre doble, vertical, y las solapas cruzadas muy aniba. Sus líneas son sobrias, y sus contornes, casi rigidos. El abrigo de paseo tiene un cort« muy especial, que afina el busto. Un cuello postizo, de pieles, se cruza en forma de ocho, anudándose sobre la espalda, por encima de la cintura, consiguiendo de esta forma que el talle parezca más estrecho. El abrigo para litó visitas se ornamenta con cuello y puños voluminosos de nutria, de astracán o de renard. El traje de noche se presta a todas las fantasías. Algunos se guarnecen con volantes sucesivos. Madeleine Vionnet confecciona sus modelos en raso mate, rojo, rosa o azul muy claro, y el fourreau o traje «funda», en terciopelo azul ciruela, rojo veneciano, fuchsia o esmeralda. El escote alto por delante compensa la desnudez de la espalda. El abrigo de noche cubre por completo el vestido, llegando al extremo de los pits. Se elegirá en terciopelo, en tonos intensos y obscuros. Les modeléis de Patou son ricos, a pesar de su sencillez. La capa de viaon que forma el cuello y cubre hasta la parte alta del brazo, cayendo sobre los hombros, servirá de recurso ccnfcrtable cuando retáremos nuestro abrigo. Schiaparelli, Vioimet, Heim, exponen abrigos de astracán ajustados, con solapas planas. Molyneux y Lanvin sacan gran partido de ' a piel de leopardo, confeccionando abrigos muy cortos, combinados con unos manguitos y un saquito de mano de la misma piel. SOLEDAD O B R E G O N Cstaíeta cordial. Un Cubano, enamorado desde niño de una muchachita hija de una familia amiga de la suya, no sabe cómo decir su cariño a esta mujercita que lo trae a mal traer. Confía en que no le es del todo indiferente; pero teme que, a pesar de esto, ella no se decida a aceptar un noviazgo... Pero, amigo Cubano, parece mentira que en estos tiempos de maiUot y danzas negroides haya todavía tímidos en el mundo. Sin embargo, como utted mismo demuestra que esto es así, le repetiré el consejo que a otros lectores he dado: «De los quince a les veinte, suele escribirse, y después de los veinte, debe decirse», reza un viejo adagio: pero para vencer su timidez, emples usted, aun después de los veinte, el socorrido recurso de la escritura, y espere la respuesta, que, después de sus confidencias, esjeio sea grata y favorable. ,as elegancias femeninas en el hipódromo parisiense de VuteuiL Abrigo de terciopelo negro, con cuello postizo de renard» plateado. Sombrero de ala estrecha, en crespón de seda negro. rPor. Agenda Gráfica) crónsca Juanehu me relata la situación d e l i c a d a e n que g e halla. Hace algún tiempo conoció a u n a linda muchachita, con la q u e se puso en relaciones; ma» a poco la ilusión inicial fué enfriándose, y p r o n t o d e la atracción anterior n o había sino u n a reminiscencia d e dulzura en el corazón d e ) muchacho. Pero e s t e estado d e ánimo coincidió c o n la declaración d e u n a enfermedad terrible en la muchacha, y pronto ést a e r a transp(ni;ada a u n sanatorio serrano, en busca d e la perdida s a lud. Jvanchu, }K>r delicadeza, aplazó el rompimiento h a s t a v e r si la muchacha m e j o r a b a , por no s u m a r esta pena a la causada 'por la falt a d e salud; pero 1 a familia de la chica, t a l vez temiendo el contagio d e la terrible enfermedad, abandona a la muchacha, casi n o Tan a rerla. y la enfermita, en t a l situación, se aferra m á s c a d a día a su antiguo am<x'. Y Juanehu me p r e g u n t a , f qué hacer en tal situación? No le parece h u m a n o dejar a la m u chachita ahora, precisamente cuando más d e él necesita. Por o t r a parte, si n o deja esos amores, teme comprometerse demasiado y v e r s e imposibilitado d e rom- Una Nueva Piel En 3 Días Ja mác/uina ^miliar PIDA PROSPECTO C DEL NUEVO MODELO * '^ Ideal para correspondencia particular. Compañero útilísimo en el hogar, viajes y vacaciones. Los Poros Dilatados f las Espinillas Desaparecen Difinitívamente Las horribles espinillas, los barros, los granos, las HSperezas de la piel y sa color terroso y obscuro provienen de la dilatación de loe poros, los caales se llenan de impurezas graaientas que no se pueden borrar al lavarlas. Cada poro dilatado es el resultado de una irritación de los poros del cutis. La Cr ma Tokalón, famosa crema parisiense, blnnea (sin grasa), penetra enseguida en la piel, calma \.¡a glándulas irritadas, disuelve y quita las profundas manchas grasicntas de los poros y las espinillas también, aprieta los poros a su estado normal, blanquea y suaviza la piel obscura y áspera. Por su acción tónica, astringeute y nutritiva, la piel más apergaminada se tDnifica y se refresca. Un aspecto aceitoso y la brillantez de la nariz desaparecen también completamente. 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Si usresolución le aconsejo tome. ted sabe ser dueño d e sí Yo creo, amigo Juanehu, q u e lo mejor es q u e usted mismc—y e s o es fácil siga con esa muchachita, por lo menos mientras la sa- con u n a enferma q u e lud d e ella no sea lo suficientemente fuerte p a r a re- además no le interesa mucho—podrá sin compromiso sistir eao q u e u n médico llamaría «trauma afectivo». alguno t e r m i n a r esas relaciones c u a n d o le parezca más Si ella mejora, tiempo tendrá usted de romper, y si u n discreto y con ello n o cause d a ñ o a nadie. fatal dessnlace lo releva del compromiso contraído, ^ o por lo menos no tendrá usted remordimiento alguno, Savl, que se encuentra víctima de u n m a l amor, dep u í s habrá hecho t o d o c u a n t o en su m a n o esté p a r a sea ctarespondencia con u n a amable lectora q u e quiec o i t r í b j i r a la a l a r i a de la enfermita. r a hacer la obra benéfica d e curar u n a buena alma En c u i n t o a s a s temores, n o veo y o justificación doliente. P a r a ello me envía su dirección particular, D e s c H b r i i n k m t o ém q u e conservo a la disposición d e aquellas muchachas q u e m e envíen sell' y dirección p a r a la res])uesta o o VOTTflSflLTOnTflDO Clavellina andaluza m e pregunta si puede d a r cídos Y f\ PLAZOS a u n hombre mucho m á s joven q u e ella q u e le habla de amores, al parecer con sinceridad, y a quien ella corresponde, haciéndola d u d a r solamente esa diferencia d e años a q u e antes aludo. Desde luego, no es u n a razón fundamental p a r a rechazar el amor d e u n ^# ' ^ ^ %* hombre q u e éste sea algo más joven d e lo q u e c nvendría; y si ambos se a m a n t a n h o n d a m e n t e como usted dice, lo mejor es o l v i d i r cifras y fechas y procurar ser felices con ese amor.—EVA LA TISIS PUEDE SER CURADA R«m«tfio c * « < r a l a Tiste .W^ HOTfUSMO UítMMO tUSTRMIO GMTUITO A U » UNCOS l)*Sn)RIJCIO.tS PWM ESnWN iMlllílMKiHw^i»! fébrtem dm Mijo* dm Jumn B. ArrUabmIaga. 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Tantas veces se dijo esto mismo, que el draribo Pie a ticna, TOITÍÓ Belmente por los fueros de su estilo y ahi queda ese muletazo barrkado (J lomo de la res como gallarda prueba del arte bclmontino. la plaza vieja y la realización de la temporada en Para todos los ^tístas^ de la nueva va teniendo cierta semejanza con la fábula U)S ÚLTIMOS RUMORES A SEGIÍRASK que con la corrida organizada por Pedro Rico—e! alcalde será el excelentísimo señor don Pedro; pero el aficionado Uano y corflial es Pedro Rico—se ha echado la llave a ^» ^f-^ de Toroe de Madrid, y, lo que es peor, que aquella tué la última corrida celebrada en la plaza llamada vieja, aunque aun poUean muchoe de loe que asistieron a su inauguración, tales que Tapia. La Morena, et«. del lobo y el pastor. No queremos esperanzar a los enamorados del viejo coso, amantes de la tradición castiza de esta plaza, ni a los que anhelan—son los menos—ocupar las localidades del moderno templo de Tauro. Pero acogemos con la misma escéptica sonrisa una noticia y otra. Manda mucha fuerza la vieja plaza, que es como un abanico abierto al costado de la madrileñlsima cae d'Alcalá. Y no vemos claro el problema de la circulación en torno al coso nuevo, que parece una peineta de lujo hincada en un vertedero. Por lo tanto, no anticipamos el responsorio a la plaza vieja, ni la salutación a la nueva. Esperemos. Y puestos a esperar hagámoslo asimismo con la resolución de los rumores que suponían a don Esteban Salazar en punto de cese como representante de la actual Empresa, En tanto que unrs lo aseguran a«í y comienzan a situarse en torno al posible sustituto, afirman otros que SalazHf ha salido ya en busca de toros para la t«mporada próxima. También hay algo (le la fábula precitada en este asunto del representante. Tornemos a sonreír y a esperar Más rumores: alguno con vitola de posible logro. Pagés está en Francia. No es muy extraño esto. Pagas, hombre moderno, de culto espíritu, es u n enamorado de la luminosa Lutecia. Pero se asegura que hogaño ha ido Pagés a Paris por atún... y a ver al duque. Entre su atuendo de turista parece que se ocultan unos proyectos. jToros en Francia? Acaso. Y no sería nuevo. Lo nuevo tal vez sea la calidad de las figuras que actúen en la vecina Rspública si los' planes de Pagés triunfan, en cuyo caso asegúrase que los francesas podrían deleitarse con el arte de Juan Belmont3. Y al calor de la noticia comienza a agitarse el núcle3 de coletudos de exportación. E» decir, que en 1932 tendremos toreros pour VEspagne, la France et le Maroc. Y posiblemente también para la tierra del tío Sam. Porque el último rumor afirma que el torero yanqui Sidney Franklin ha logrado convencer a la Protectora de Animales, y previo el pago de una cantidad razonable en concepto de indemniza^ ción o de multa, podrán celebrarse corridas a la española en el territorio de Hoover. Si todo esto cuajara, las Flmpresaa de Madrid y provincias pasarían graves apuros para confeccionar sus carteles. Pero, en cambio, los cafés de la calle de Alcalá y la acera de la calle de Peligros se descongestionarían evidentemente. Y eso saldríamos ganando aquí. BELMONTE H.* VUELTO Camino de la enfermeria, el gesto y la palidez de Belmon te hlderon presumir un grare daño. Por fortuna, no pasó de unos Tarctazos y del susto de todos. ¿Con propósito de continuar? Lo dirán el tiempo V tíduardo l'agés. \M cierto es que el jueves ñ, Juan 'Bjlmont3 se asomó a la plaza de toros de Madrid, jinete en piafante jaca y entre la más atronadora y continuada ovación que hemos oído. Un tembleteo del amplio mentón que se plegaba huela la nariz en angustiosa mueca delató la emoción de Juan bajo la entusiasta acogida. Luego alardeó de caballista, obligando a sus novillos, en fuerza de acoso, para clavar varios rejones en lo alto. Pero la gente quería ver a Belmente |»e a cr^nsca Un momento de duda, y Juan fué prendido y zarandeado como un pelele por su segundo toro. (FeU. JUiouo) tierra. Y le vio. A medias, pero le_ vio. Porque, pese a las malas condiciones del p-imer toro de Aleas, Belmonte, el legítimo Belmonte, supo hacerle embestir >ara cuajar algunos muletazoe de su inimitable escuea. De esos muletazoe que sirven de término comparativo para crear figuras, pero que nadie da con la excelsa naturalidad del tríanero. Un solo torero se pareció de verdad a Juan Belmonte: Oitanillo de Triana, el malogrado. Y de ése ya se acuerdan muy pocos. E3 segundo novillo de Aleas cogió a Belmonte cuando éste, pie a tierra, iniciaba el primer capotazo. Bastó un momento de duda para que Juan, que no quiso enmendarse, fuese empuntado -por la ingle izquierda, zarandeado y derribado. Con más fuerza o con más mntas el novillo, y la cogida hubiese sido grande. No o fué, y lo celebramos. Después, Félix Rodríguez II, Joselito de la Cal, Rebujina, Antoñete Iglesias, Niño del Matadero y Palmeño Chico mataron sendos novillos de Alipio Pérez Tabernero. Todos pusieron valor y voluntad en el empeño, Bebujina cortó la oreja por el derroche de va\or que hizo. El del Matadero, también, porque al valor unió arte y sabiduría. Y los demás escucnaron aplausos repetidos. Esto, a grandes rasgos, dio de sí la ^última? corrida celelnrada en la plaza de toros de la carretera de Aragón. RODABALUTO { Í ¡Cilios» Hoy» s i el t i e m p o l o ¡tKiltOSy p e r m i t e » se corre el H o y ! P r i m e r Campeonato H o y ! Infantil Ciclista de Madrid, por categorías» or^aniiea do p o r C R Ó N I C A y l a Casa C O P P E L , líajo los auspicios de l a XI. V. Er. Htie controla todos l o s aspectos técnicos de I A las die;e y media de la mafiana» en el Paseo de Cocbes del Retiro. Salida frente a la Casa de Jfirado d e l&onor. £ x c m o . S r . Alcalde de M a drídy don Pedro Rico. Erxcmo. S r . Director general de S e g u r i d a d , d o n An^el Galarza. Señor concejal d e l e g a d o del Tráfico, don Fabián T a l a n 4acr. I«a c o o p e r a c i ó n d e l a c a n t o r í d a d e a . A la hora de componer esta plana van inscriptos más de trecient'js corredcres, niñcs y niñas. A pesar del crecido número de inscripciones, las carreras se efectuarán con el mayor orden, gracias al apoyo prestado tanto por el excelentísimo señor directcr general de Seguridad como por el señor concejal delgado del Tráfico, don Fabián Talanquer, y el señor La Hoz, jefe de los guardias de Circulación. Estes guardias, ccn les que cooperarán los guardias de asalto, mantendrán la pista Ubre de carruajes y de público, para que de tal mcdo puedan tener lugar las carreras con toda normalidad y sin temor a accidente de ninguna clase. S a u p o r t a n t e iMura l o a p a d r e e o acompañante* d e loe niñoa 4ne k a n d e correr. AYMW> Delante de la Casa de Fieras, e inmediato a su verja, se acordonará un espacio en el que habrán de reunirse, antes de comenzar las carreras, les niños que han de tomar parte en el Campeonato, así como las Copa del excelentteimo señor alcalde de Madrid. personas que Its acompañen. Estas personas permaCopa de CRÓNICA. Copa de don José Merino. Copa de necerán en dicho lugar aguardando a que los niños don Osear Leblanc. Copa de don Antonio G. de Li- corran, con objeto de que allí mismo sea devuelto nares. Cuatro copas de don Domingo Alvarez. Vein- cada ñiño a su respectivo acompañante, y se evite ticiaco magníficos relojes de pulsera donados per la todo extravío. Casa Coppel. Numerosos regalos ofrecidos por las Casas Agustín, Renault, Fominaya, Sáinz de la Maza, I l l t i m a e n o t a s a c e r c a del Campeonato. Velo-Mato, Neiia, etc., etc. La carrera que CBÓNICA ha orgainizado para loe ni* ños ciclistas de Madrid va a 8«r una verdadera solemnidad. Eíste I Campeonato infantil madrileño ha mereL>c1>lanc y R i c a r d o O, ora. cido las mejores y unánimes simpatías, y gracias al Aástírán a las carreras el célebre ex campeón ciclis- concurso generoso de cuantos colaboran en nuestro t a Osear Leblanc y el celebérrimo guardameta del Ma- empeño, la fíesta depcrtíva que para esta mañana ha drid F . C. Ricardo Zamora, actuando como juez de preparado CBÓNICA en el Paseo de Coches del Retiro Salida Zamora, y como juez de l i b a d a Osear Leblanc. tendrá un enorme éxito. PREMIOS Las autoridades locales de la República se aeocian a nuestra iniciativa. Y el Ayuntamiento, por intervención directa del alcalde, don Pedro Rico, y del jefe municipal del Tráfico, don Fabián Talanquer, de manera material y directa coopera al más feliz desarrollo del Campeonato. El señor Galarza, director general de Seguridad, hace lo propio. Instituciones tan benemérites como la O u z Roja, y tan populares como les Exploradores de España, nos aportan su acendrado esfuerzo. jPremios? Ni las pruebas nacionales para adultos, de mayor importancia, están dotadas tan espléndidamente como este I Campeonato ciclista infantil de Madrid, que CRÓNICA organiza bajo los auspicios de la U. V. E.—la cual controla todcs los aspectos técnicos del concurso—, y que la Casa Coppel, con desinterés extraordinario, y en memoria de su fundador —el primer organizadcr, allá por 1902, de una carrera análoga—, dota de magníficcs relojes, en número de veinticinco, con un valor que pasa de las tres mil pesetas. Pero es que además habrá una verdadera lluvia de premios: los concursantes todos obtendrán un diploma, r^aJo de CRÓNICA, y un paquete de exquisitas galletas, producto de la Casa Nelia. El campeón entrará en posesión de la Copa del Alcalde de Madrid y de la banda donada por la U. V. E.; la muchachita que sea, entre las tres categorías de niñas, la que mejíjr promedio horario consiga, ganará la Cepa CRÓNICA. Y después, copas de les señores Merino, Leblanc, Alvarez y G. de Linares, nuestro director; medallas ofrecidas por el señor Guisáis y objetos diversos donados por las Casas Agustín, Renault, Fominaya, Sáinz de la Maza, Velo-Moto y otras, fwman el final de esa colección magnífica de premios que esta mañana-—^i el tiempo no quiere aguar la simpática fiesta infantil—, y desde hace muchos días, son la promesa iR^ja que ha tenido cautivos de la prueba a todos los muchachitos de Madrid que disponen de una bicicleta, y, ¡ay!, de tantos otros cuyo mejor sueño hubiera sido aquel que les d i ^ a unas horas de posesión tan grata- Varios niños y niñas de los qat toman parte en las carreras de hoy, entrenándose, el lunes último, sobre la pisU en que ha de dispnUrse el Campeonato. (FotiLTMa) cr«niea UlUfint h#At JU|i#^lív<M el m o m e n t o . LA AGONÍA DEL BACINO L A sombra del que fué popular equipo mwirileño anduvo por esas tierras de Dios desacreditando al fútbol hispano, más que en su parte tánica, en su aspecto de organización. Docena y media de hombres han estado varias semanas como alma en pena por el «otro mundo»—el trasatlántico—tratando de sacar dinero—como las pandillas de cómicos de la legua—hoy para comer, mañana para cenar, en ^ pera de que llegara el exitazo que les proveyera de fondos para retwnar cada uno a su lar. Los muchachos que agrupó el Racing para su excursión a América—que ha venido a ser una especie de expedición corsaria—han sufrido mil cuitas, todas ellas derivadas de una anormal organización. Mientras ellos mantenían el nombre del Racing por tierras de América, el Racing, aquí en España, desaparecía virtualmente. Su asesino más directo ha sido la Liga, que, ai^etándole demasiado, le ha ahogado. Parece chiste, pero es verdad- ha sido su muerte por asfixia económica. La susodicha excursión era la ídtima esperanza, el balón de oxígeno que no llegó a tiempo. El Racing ha tenido mala suerte hasta en su agonía. Los elementos federativos no han abandonado a esos futbolistas españoles y han buscado la manera de repatriarlos, cosa que esta semana ha comenzado en núcleo, al ser embarcados en Nueva York. Fero ahí no debe terminar la intervención federativa; d e ^ seguir ha«ta concretar todas la« responsatahdade». \ hacerlas efectivas de inexorable forma, para que no pueda repetirse el lamentable suceso, en el que hay facetas que estimulan—y no for espíritu pohcial—a una indagatoria. El eqtdpo de «Basket-Ball» del Madrid F. C, Tencedor, el domingo último, en el encuentro con el equipo de la Federación ÜnlTersitaria Hispano Americana, partido considerado como uno de los más dttros del torneo de dasificadóo para el campeonato de Castilla. De izquierda a derecha: Somolinos, Hermes, Ortega, Arnáiz, Linares, Cabrera T N^rfn. ACTTVIDAD EN EL «TUST» E!sta corta temporada de otoño tiene tamlMén un Gran Premio: el Albano, dotado de 15.000 pesetas, .^-^_^^_^_________ para caballos y y^uas desde tres años en adelante, a correr SOIH^ la distancia de 3.000 metros. Loe participantes son los siguientes: Atiániida, Frascati, Cap Polonio y Pavot Rouge, del conde de la Cimera; Duende, del conde de Montelirioe; Pipo, de Agustín C r e s p i; Sorrento, de Francisco Coello; Ohio, de la Y^uada Militar de Jerez; Nez de Furet, de las señoritas de Carrión, y Valga y Proteine, de Luis Felipe Sanz. En verdad que la reireaentación de loe coures marrón y blanco es verdaderamente excepcional. AÜántida y Cap Polonio, loe dos «campeonisimoe» que recientemente en Francia han dado pruebas de su gran Penetra con solo exclase, tienen que ser loe tenderlo suavemente, favoritos 8 i n discusión. lo cual restablece la Y si algunoe de eetoe facirculación de la sanllara, ahí e s t á Pavot gre, da una agradable Rouge, que puede echarles una «manita» si hace sensación de bienesfalta, y Frascati otra. tar y el dolor desaparece. No es la distancia pa ra Duende, ni para iSorrento, ni tampoco para Volga y Nez de Furet. El peso y las condiciones especiales que concurren en Proteine, yegua de escasa veloeidad y gran fondo, le da una chance d e importancia. Ohio ha corrido mal, sin figurar, siendo batido en una ocasión por Poi»< Rouge sin grandes apuio(*. Pipo, el excelent* tordo, por razón de su niaíu do/ores clase inn^able, ha de E s t e punzante dolor de cintura que tan malos ratos le da, lo mismo que todos los dolores reumáticos, neurálgicos y articulares y los producidos por golpes o torceduras, desaparecen rápidamente a las primeras aplicaciones de( Linimento de Sloan. (Fot Ahan) tener también su fH^babiUdad en esta carrera. Pero tanto éste como Proteine, no es aventurado suponer serán vencidoe por loe Cimera, que les ganan en cantidad y calidad Por lo tanto, el pronóstico es a todas lucee favorable a la cuadra más impcHtante que hay en España. CAMPEONATO CONCLUIDO Hoy debitan darse por uHimadoe todos loe campeonatos regionales, para dar paso libre al torneo liguiata. Pero loe que no quÍ8Í«t)n acomodar su calendario amplio a la estrechez forzada de las pocas fechas, tienen todavía pcs* delante una o dos jomadas, que habrán de rematar aprovechando loe donúngoe libree en Diciembre, a causa de la contienda internacional y doble con loe británicoe. En Galicia ha quedado todo liquidado. Los dos equi- f Alivia el dolor producido por el reumaHeme mtis«utar y artlcuiait, ciática, lumbago, rigidez de músculos, neuralgia, golpes, torceduras, neuritis, rigidez del cuello, contusiones y dlslocamiento*. LINIMENTO DE SLOAN cr6nsc0 I Pacheco, el enciente ntKTO goardamcta dd Castilla F. C, que, manteniendo infranqneail>lc sn puerta, contribnró ca gran parte a que su eqtdpo obttiTiesi; B>orfia],d pasado domino su primera victoria de la temporada, sobre tí Dcportíro Nadonal madrileño. Esta tarde iuega d Castilla en VaOadolid contra d titular, y ante esc partido cobra esta ügan de Pacheco gran rdicrc. (Tac Aliare) pos de prosapia en la región, los dos grupos que anualmente r e v a l o r a n su prestigio comarcal— C e l t a y Deportivo—•, son los que han quedado clasificados para representar a los gallegos en la Copa de España. Una vez más el Racing del Ferrol, grupo entusiasta que hace andar de cabeza a los dos líderes, se queda a la puerta. La escasísima diferencia entre uno y otros—los coruñeses la salvan de loe ferrolanos por un ligero coeficiente mejor—pi-ueba que en el Noroeste no hay una hegemonía bien delineada. EN ZABAGOZA. VALLADOLID V VALLECAS A los «nacionales», ganadores del Iberia en Madrid, l e s conviene muchísimo seguir siéndolo en Torrero. Eso sería tanto como tomar sitio en el torneo nacional con que concluye la ^~"^"~'™ temporada española. El pasado domingo el once del Parral perdió inopinadamente en Torrijos y, en cambio, ganó en Zaragcza... lo que allí perdió el Athletic. ^ o y no es sólo en Torrero donde tiene puntos de aliciente. En Valladolid, un entorpecimiento del titular le vendría muy bien, y en Vallecas la posible derrota del Athletic tendría en el Nacional un buen reflejo. EL CAÍIPEONATO EN PROVINCIAS Como no sea lanzándose por el camino de las hipóPartido el insular que tiene poca resonancia en la campeonato por k. o. Al Logroño no es de esperar que tesis, puede a estas horas concretarse una clasificacabeza de su tabla, pues es más bien de «cola». En le importunen en Rentería. Pero ya se sabe que la ción posible. Sólo el Madrid tiene ganado, y bien gaCataluña es la de hoy jornada de escasas incertidum- liebre salta donde menos se piensa. nado—con un promedio de tanteo de que nadie en el bres, y de no mediar sorpresas, no deben alterarse las Otros años el mejor equilibrio de fuerzas hacía del país puede esta temporada hacer gala—, el rango posiciones hasta el presente conquistadas y que dan Cartagena-Murcia un espectáculo espectacularmente supremo de la mancomunidad. El match de Vallecas como vanguardia—con reducido margen entre ellos— vivo. En esta temporada el Cartagena anda muy re- ha perdido el valor clasificativo—bilateral---^ue al Barcelona, Español y Júpiter. zagado, y no es de presumir que entorpezca a los pre- otras veces tuvo. Pero el choque entre madridi.stas y Dos ftartidos de consecuencia fulminante en San suntos campeones. Los alaveses asegurarán posible- athléticos dispone de otro valor mayor que esa traSebastián y Pamplona. En la capital de Guipúzcoa, mente en Lasesarre su calificación para la Copa de dicional de pugna; es que cuando se alinean frente a easonensee e irundarras litigarán jwr el segundo pues- España, siendo tercerones de athléticos y areneros, frente athléticos y «merengues», unos y otros cobran to. Y en la ciudad narpatarra, los osasunistas y los que en Guecho reproducirán su clásica pelea, aunque mágicamente una calidad combativa extraordinaria. del Zaragoza pelearán por ser los cuartos, pues en esta no, desde luego, el 8/2 de San Mames. mancomunidad, cuatro son los equipos que irán al A. CRUZ Y MARTIN Hoy, en Madrid s Madrid F . C«» c o n t r a madrile» ño» esta tarde, en el E s tadio de Vallecas. ¡Al fútbol! ¡Al fútl>ol! H e a4ití a loa J o s e ^ a í p o s d e l C e n t r o considerados como adversarios tradicionales, y 4 n e esta tarde v a n a proseguir en n n nnevo encuentro s u v i e j a Incita d e e n c o n a dos rivales. Equipo del M a ¿ ñ d F. C. El doce que ofidalmente ha sido nombrado por la directiva del Madrid F. C para d sensacional partido de este dub contra el Athletic, < su rival tradicional». Se han hecho en el equipo del Madrid F. C. algunas modificaciones. Pero no obstante, conserra homogeneidad y potencialidad suficientes para que svis innumerables partidarios fíen en la rictoria. Según su alineación: Zamora (1), guardameta titular, y Vidal (2), guardameta sapiente; Ciriaco (3) y Quincoces {4), defensas; León (5), BoBct (6) y J. M. Peña (7), medios; Lazcano (8), Bestit (9), Olivares (10) Ateca (11) y L Oíase (12), delanteros. (Fots. Ahrara) AtUetíc O u b . El equipo del Athletic Club madrileño, que hoy tiene ocasión de desquite en lucha contra su hasta ahora superior adversario, el Madrid F. C, en campo propio y, según promesa, con la mayor parte de sus más calificados equipistas dispuestos otra vei a la contienda. Por el orden de su habitual formación: Bermúdez (1), guardameta efectivo, y Morfones (2), guardameta suplente; Corral (3) y «Pepín» (4), defensas; Santos (5), Rey (6) y Arteaga (7), medios; Marín (8), Cuesta (9), Losada (10), Buiría (11) y Costa (12X delanteros. El fuerte medio centro Ordófleí (13), acerca del que se hacen activas gestiones para conseguir su < vuelta > al Athletic y su ingreso en el «team* que Juega hoy. En caso de tener resaludo efectivo tan dificil propósito, ocuparla el puesto del número (6), Domingo Rey. TALLERES DE PRENSA GRÁFICA. S. A. Hcrmocilla. 57. MADRID