Biografía

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IVÁN ALEXÉIEVICH BUNIN
(ИВАН АЛЕКСЕЕВИЧ БУНИН- IVÁN ALEKSEEVIČ BUNIN)
10 (22).10.1870-8.11.1953
por Roberto Monforte Dupret
Biografía
Iván Alexéievich Bunin nació el 10 de octubre de 1870 en la ciudad de
Voronezh, en el seno de una familia aristocrática venida a menos por la emancipación
de los siervos y la creciente industrialización del país. Todos sus antepasados, tanto por
parte de madre como por parte de padre, habían sido grandes
terratenientes de la Rusia Central. Su padre era descendiente de
la más rancia nobleza, pues su origen se remonta a más allá del
siglo XV y entre sus ínclitos ascendientes se contaban literatos
tan importantes como Vasili Zhukovski o Anna Búnina.
Iván Bunin pasó su infancia en la casa paterna de
Voronezh, rodeado del cariño que le brindaban sus padres. El
padre no descollaba precisamente por sus inquietudes
espirituales o intelectuales, sino más bien por su exceso con la
bebida y su pasión por los naipes; su madre, muy superior al
padre moral, cultural y religiosamente, amaba la poesía y
siempre fue una madre cariñosa con sus hijos.
Tres años después del nacimiento de Iván, la familia Bunin se trasladó a sus
posesiones de Butyrki en la provincia de Oriol. Allí el pequeño Iván jugaba con los
niños, hijos de campesinos del pueblo, pacía el ganado, ayudaba en las labores del
campo…, lo que le dio la oportunidad de entrar en contacto con la auténtica esencia
idiosincrásica del pueblo ruso.
En 1881 comenzó la educación secundaria en un instituto de la provincia, pero
debido al impago de las tasas escolares (la economía familiar era funesta), Bunin se vio
obligado a dejar su formación académica. El hecho de no continuar con sus estudios, no
significó que dejara de cultivarse, pues durante esos años leyó muchísimo (pasaba
mucho tiempo en la biblioteca de sus parientes, los Pushennikov) y tuvo la oportunidad
de dedicarse a su pasión oculta, la composición de versos.
A pesar de todo, Bunin consiguió dar continuidad a su formación cultural gracias
a su hermano Yuli (por entonces cumplía arresto domiciliario por propaganda
revolucionaria) que hizo las veces de profesor. Iván comenzó a leer sistemáticamente a
los clásicos rusos y extranjeros, lo que le cambió su forma de ver la vida.
Mientras tanto, el empobrecimiento de su familia obligó a vender sus posesiones
de Butyrki y trasladarse a su hacienda de Ozerki, lo que no les salvó de caer, años
después, en la más absoluta pobreza y tener que trasladarse a vivir con sus familiares
más allegados.
En 1887, a raíz del fallecimiento del entonces famoso poeta S. Nadson, Bunin
compuso unos versos, El pobre de la aldea, que consiguió publicar en la revista La
patria. A esta publicación siguieron otras poesías, aparecidas en la revista La semana,
que afianzaron al joven Bunin en su vocación literaria y le dieron valor e impulso para
trabajos posteriores.
A los 19 años se independizó de los suyos para emprender su carrera literaria
que comenzó como suplente del redactor jefe del periódico local El mensajero de Oriol,
donde consiguió publicar varios de sus relatos, poesías, ensayos y opiniones. En la
redacción del periódico conoció a Bárbara Paschenko que trabajaba como correctora y
con quien Bunin inició una tempestuosa relación. Ante la negativa de los Paschenko a
dar la mano de su hija a un poeta desconocido y pobre como lo era por entonces Bunin,
la pareja decidió, a pesar de no estar casados, irse a vivir juntos.
En 1892 se trasladaron a Poltava donde Bunin se puso a trabajar en la redacción
de El noticiero de la Provincia de Poltava. Por entonces la lírica y la prosa del autor
ruso iban apareciendo cada vez con mayor asiduidad en las grandes revistas del
momento: Revista de Europa, El mundo divino, La riqueza rusa, atrayendo la atención
de los grandes corifeos de la crítica literaria.
En 1893-1894 tuvo una pasajera adhesión a los ideales morales y religiosos de
Tolstói, el tolstoísmo, a quien visitó en su hacienda de Yasnaia Polaina y sobre el que
mucho más tarde publicaría un libro La emancipación de Tolstoi (1937).
A finales de 1894 tiene lugar un hecho clave en la vida de Bunin: su ruptura con
Bárbara Paschenko. La relación estaba condenada al fracaso, pues sus personalidades
diametralmente opuestas hacían que la convivencia fuera un infierno. Bárbara decidió
dejar a Iván mientras éste estaba ausente y sin ningún tipo de explicación, tan sólo una
escueta nota de un par de renglones. Al poco tiempo Bárbara se casó con Arsenio
Bibikov, “amigo” de Bunin. Este episodio de su vida aparece reflejado en su obra Lika.
Le fue imposible permanecer en Poltava por lo que se marchó primero a S.
Petersburgo y después a Moscú. En S. Petersburgo visitó todas las redacciones, trabó
amistad con escritores de renombre y participó en coloquios de poesía y literatura. En
Moscú entró en los círculos literarios, conoció a V. Briúsov, a A. P. Chejov y V.G.
Korolenko, quienes se interesaron vivamente por el talento de Bunin.
En 1895 se adhirió al grupo de Conocimiento, aunque en el fondo no tenía
mucha en común con aquel grupo ni simpatizaba en absoluto con sus ideas radicales.
Para mejorar su triste situación económica probó a dedicarse a la venta de libros.
Instaló una librería, pero rara vez entraba algún comprador. Entonces, Bunin se dedicó a
vender mercancías en ferias y mercados, actividad que no le fue mucho mejor que la
anterior.
En el verano de 1898 fue a Odessa para disfrutar del mar, el sol y el clima
mediterráneo del sur de Rusia. Efectuó el viaje especialmente invitado por el redactor y
editor del periódico Revista Meridional, un griego nacionalizado ruso llamado Iván
Alexéievich Tzakin. En casa de este hombre conoció a su hija de 20 años, Anna, de la
que se enamoró perdidamente y con la que se acabaría casándose el 22 de septiembre de
aquel año. El matrimonio apenas duró seis meses, tras los cuales Bunin abandonó en
Odessa a su mujer embarazada. El hijo, nacido meses más tarde, fue bautizado con el
nombre de Nikolai y murió a los cinco años.
En la primavera de 1900 se dirigió a Crimea donde tuvo el gran honor de
conocer a Chejov y a Gorki. Gorki y Bunin se admiraban y se apoyaban en sus
respectivas carreras literarias, pero sus posturas ideológicamente eran incompatibles e
irreconciliables. En octubre del mismo año, Bunin realizó un viaje al extranjero: Suiza,
Francia, Alemania, Austria y otros muchos lugares. Al regresar se instaló durante un
tiempo en la casa de Chéjov con quien acabaría uniéndolo una gran amistad.
A comienzos de 1901 sale a la luz un poemario titulado La caída de la hoja que
fue muy bien acogido por crítica y publico. Este poemario unido a la traducción de
Longfellow El canto de Hiawatha, dieron a Bunin en 1903 el premio Pushkin de la
Academia Imperial de Ciencias de Rusia .
En abril de 1903, Bunin embarcó en Odessa rumbo a Turquía. Permaneció una
larga temporada en Constantinopla, donde se dedicó a estudiar el Corán. A continuación
se dirigió a Francia, Italia y el Cáucaso.
En 1906, Bunin conoce a Vera Nikoláievna Múromtseva con la que se casará
poco tiempo después y con la que acabará compartiendo el resto de su existencia. La
vida apacible de familia fue en cierto sentido un bálsamo para su inquieto espíritu, si
bien su pasión por los viajes no la abandonó. En 1907 el matrimonio emprende un largo
viaje por Túnez, Egipto, Siria, Palestina, Ceilán, India y Singapur. Fruto de estos viajes
fueron unos relatos de viajes, muchos de ellos brevísimos, que recibieron el nombre de
La sombra de los pájaros (1907-1910).
Por su obra lírica, así como por sus traducciones de Byron, Bunin recibe, por
segunda vez, el Premio Pushkin en 1909. Poco después vuelve a ganar, ya por tercera
vez, el premio Pushkin por sus composiciones poéticas. En 1909 es elegido miembro
honorario de la Academia Imperial de Ciencias
En 1910 publica La aldea, donde pinta un amplio, complejo y sombrío cuadro de
la vida del campesino. Como era de esperar, Bunin con su novela se atrajo la cólera de
los izquiedistas. La crítica liberal le reprochó que como aristócrata había presentado un
retrato demasiado desfavorable del mujik y que al describir la vida cotidiana del pueblo
había recargado los tintes sombríos. Pero todos coincidían en que Bunin era un gran
maestro de la palabra, inimitable en sus descripciones de la naturaleza y del paisaje
ruso. La aldea, como obra literaria, le abrió las puertas de la celebridad en el mundo de
las letras y lo elevó a un lugar preeminente entre los escritores rusos.
Tras La aldea siguieron otras novelas y relatos donde Bunin dibujaba el alma
rusa con todas sus tonalidades y sus tragismo. Quizás la más destacada de ellas sea
Sujodol (1911), relato de temática también rural, donde narra la historia de un
terrateniente venido a menos que procura unir su suerte a la de los campesinos.
En los años 10 del siglo XX, Bunin escribe una serie de extraordinarios relatos
sobre el amor, la vida, la muerte, el trágico destino humano, la fugacidad de la felicidad
etc. Entre ellos destacan: Los hermanos (1914), Un señor de San Francisco (1915),
Gramática de amor (1915), Los sueños de Chang (1916), etc. Tal vez Un señor de San
Francisco figura entre sus mejores obras. Esta obra narra la muerte de un hombre rico
durante un crucero de lujo y su posterior repatriación a los Estados Unidos en la bodega
del mismo barco.
La revolución del año 1917 sorprendió a Bunin en Moscú y significó un duro
golpe para él. Incapaz de seguir observando y sufriendo la decadencia y descomposición
de los valores que daban sentido a su vida, Bunin y su esposa se marchan en 1918 a
Odessa, de allí, tras el avance imparable del ejército rojo, emigraron a Constantinopla,
después a Bulgaria y finalmente, en marzo de 1920, llegaron a Francia. Entre París y
Grasse, cerca de Cannes, Bunin pasará sus largos años de exilio. Durante esos años,
Bunin escribirá muchas de sus mejores obras como: El amor de Mitia (1924),
Insolación (1925), El caso del corneta Elaguin (1925), Días malditos (1925), La vida
de Arséniev (1927-29, 1933), etc.
Durante su exilio, Bunin tuvo que hacer frente a grandes dificultades
económicas, dificultades que sólo pudieron ser superadas, transitoriamente, gracias a su
entregada y sacrificada mujer y al Premio Nóbel de literatura que recibió en 1933.
En 1933 Bunin se convirtió en el primer escritor ruso que recibió el Premio
Nóbel (otros candidatos eran Gorki y Mandelshtam). El premio fue importante para la
diáspora rusa, pues los emigrantes no sólo vieron en el premio un reconocimiento a la
literatura rusa en el exilio, sino que también lo interpretaron como un rechazo
internacional a la literatura impuesta en aquel momento en la Unión Soviética (el
realismo socialista).
Tras recibir las condecoraciones, Bunin emprendió un viaje por todas las
ciudades europeas donde residían emigrados rusos como él. En Paris, Londres, Praga,
Sofía, Belgrado Berlin y muchas otras ciudades de Europa, se organizaron veladas en
honor a Bunin. Con este viaje también quiso entrar en contacto con editoriales y
traductores para sus futuras publicaciones literarias.
Desde 1940 a 1945, con motivo de la ocupación de París, los Bunin quedan
aislados en Grasse donde permanecerá hasta el final de la Guerra. Será precisamente en
aquella localidad francesa donde escribirá su última gran obra Alamedas sombrías, un
conjunto de relatos de amor sobre la intensa, pero fugaz, felicidad.
Tras la II Guerra Mundial, la embajada soviética se pone en contacto con Bunin
para proponerle su regreso a la URSS. Este cambio de actitud tan radical con respecto a
Bunin por parte de las autoridades soviéticas venía condicionada por el distanciamiento
del escritor ruso de la oposición antisoviética en la emigración, así como por su abierta
hostilidad contra los nazis y sus declaraciones de orgullo por la victoriosa resistencia del
pueblo ruso ante la invasión alemana. A pesar de los esfuerzos realizados por la
embajada soviética y por el escritor A. K. Tolstói, Bunin acabó quedándose en Francia.
En 1950 Gidé y Pearl S. Buck tratan de llamar la atención sobre sus méritos
literarios e intentan recaudar fondos para acabar con la miseria en la que vive el escritor.
En 1950 publica Memorias, donde atacó acremente a contemporáneos suyos como
Gorki, Blok Briúsov, A. Tolstói y otros escritores. Solo, pobre y olvidado pasó sus
últimos años el ambicioso, iracundo, soberbio, vanidoso, pero irrepetible y magnífico
Iván Bunin
En el otoño de 1953, Bunin enfermó de una pulmonía grave que acabaría con su
vida el 8 de noviembre de 1953. Cuando murió estaba escribiendo un libro sobre A. P.
Chéjov que quedó sin terminar. Fue enterrado en Sainte Geneviève des Bois, en el
cementerio de los emigrantes rusos.
Obra
Como ya hemos mencionado, la primera publicación de Iván Bunin fue un
poema en memoria del famoso poeta S. Nadson titulado El hombre de la aldea (1887),
a este poema siguieron otros, hasta que finalmente, en 1891, consiguió que le publicaran
una poemario completo. Sin embargo, la primera colección de poemas que le proveyó
de fama y respeto fue La caída de la hoja, publicado en 1901. La poética de Bunin ha
sido calificada a veces como parnasianista y sigue en gran medida la tradición
implantada por poetas como Maikov, Fet y Polonski. La poesía de Bunin era ajena a la
renovación modernista del verso, tan característica de la época. Las condensadas
experiencias trágicas y su amarga emoción lírica hacen de su creación poética una parte
orgánica de esa atmósfera general de existencialismo que reinaba en la poesía tanto
rusa como mundial durante el siglo XX. Blok y Briúsov, dos de los más grandes poetas
de las vanguardias literarias, valoraron muy positivamente la lírica de Bunin.
En 1897 aparece su primer libro de relatos En los confines del mundo, donde se
incluían relatos como: Tanka, En el campo, En el caserío, Noticias de la patria, etc. En
estos relatos ya podemos observar los rasgos que van ha presidir la prosa de Bunin:
descripción de la miseria y tristeza del campo ruso que encuentran un vivo contraste en
las extraordinariamente líricas y sutiles descripciones de la naturaleza. Otros relatos
destacados de su más temprana etapa literaria son: El nuevo camino, Los pinos, Los
montes sagrados, Puerto de montaña, La manzanas de invierno. En todos ellos
podemos observar la fuerte influencia de su lírica, especialmente deslumbrante en Las
manzanas de invierno, un relato lleno del más sutil lirismo y delicada poeticidad. En
este relato, construido en el crucial y difícil momento del cambio de siglo, podemos
escuchar ecos de un pasado no muy lejano, pero a la vez inmemorial, que va
languideciendo irrevocablemente. La sensitiva percepción del autor está llena de un
auténtico virtuosismo de matices odoríferos y cromáticos. Es sufiente leer unas cuantas
líneas para sumergirse en el encantador y mágico otoño ruso y percibir los aromas a
manzanas, miel y frescura otoñal. Las exquisitas impresiones poéticas y la refinada
musicalidad de este relato lo convierten en una especie de poema en prosa.
Bunin se afirmó como un escritor de talla mundial con su obra La aldea, un
severo y despiadado retrato realista del deteriorado mundo rural ruso que levantó entre
crítica y lectores tanto interés como controversia. Destruyendo de un plumazo las
tradicionales nociones del estoico, abnegado, trabajador y bondadoso campesino ruso,
Bunin hace un agudo y franco retrato del agro de su país. Confeccionó un panorama
lúgubre donde la alienada comunidad rusa se veía atrapada en una espiral infinita de
decadencia espiritual, social y económica. Los numerosos cuadros de brutalidad,
superstición, depravación e ignorancia que abundan en su obra están presentados con
austeros detalles naturalistas. Bunin consideraba que el principal problema del
campesino ruso residía en su inveterada inercia y su incapacidad para la acción. No veía
ninguna salida a la crisis y creía que el pueblo ruso estaba al borde de una explosión que
tan sólo acarrearía anarquía, sangre y un insufrible futuro.
En la misma línea argumental que La aldea se encuentra Sujodol, recuerdo
nostálgico del declive y la desaparición de una familia terratenientes, sumida en el más
profundo marasmo. La imagen deprimente de crueldad, alcoholismo, pereza y
bestialidad encuentra continuación en esta obra. En su prosa rural, Bunin pinta el
mundo resquebrajado y decrépito de los terratenientes rusos con una extraordinaria
riqueza de matices y colores, pero a la vez con un sombrío sentimiento de lamento por
una época pasada que ya nunca regresará. Otros relatos de su ciclo rural, dignas de
mención son: Conversación nocturna, La buena vida, Iván el llorón, Zajar Voroviov
Príncipe entre príncipes, El patio alegre, etc. Bunin vio en la Rusia rural la verdadera
Rusia y en los campesinos rusos la auténtica alma del pueblo ruso.
Los numerosos lugares que visitó Bunin le inspiraron una serie de poemas,
historias y breves relatos. Historias como La rosa de Jericó y Escarabajos reflejan su
creciente interés por las religiones y el pensamiento oriental. También se ocupó del
tema euro-asiático, pero no siempre con éxito.
Durante le segunda década del siglo XX, Bunin alcanza, sin lugar a dudas, la
madurez total en su técnica estilística con una serie de relatos dedicados a sus temas
preferidos: el amor y la muerte, el bien y el mal, la belleza de la vida y su crueldad.
Entre ellos podemos destacar El cáliz de la vida (1914), que cuenta la lucha amorosa de
dos popes por el amor de una mujer y el trágico destino de su vidas; Hermanos (1914),
relato que nos pretende demostrar que ante las pasiones, los sinsabores, el amor y la
muerte todos los hombre somos hermanos; Un señor de San Francisco (1915), donde se
nos describe como, por una cruel ironía de la vida, un millonario muere en un crucero y
es devuelto a su país en el mismo barco, pero ya no en primera clase, sino en la bodega
de carga; Hálito leve (1916), melodramático y asombroso relato donde se narra el
asesinato de una colegiala de quince años; Los sueños de Chang (1916), una obra
rebosante de reflexiones sobre la existencia terrena y la afirmación de que el amor es la
verdad más excelsa de la vida; Orejas caídas (1916), narración en la que un asesinato
que queda sin castigo, le sirve a Bunin para hablarnos acerca de la inmensa fuerza del
mal; Gramática de amor, historia de amor y muerte de un hombre que vivió toda la vida
atado a las cosas que le recordaba a su mujer, muerta cuando ellos eran jóvenes.
Bunin vio en la revolución de 1917 como el desencadenamiento de una serie de
fuerzas monstruosas que amenazaba con destruir el futuro de su país y su forma de
entender la vida. En 1920 se exilia en Francia donde adoptó una inquebrantable actitud
antibolchevique, claramente expresada en su diario de 1918-20, Días malditos, donde
vuelca contra los bolcheviques toda la ira y rabia acumulada en su corazón por la
aniquilación del orden social y los valores morales que regían su vida y la de su país. En
sus Memorias (1950), Bunin escribe viperinas acusaciones contra el bolchevismo y los
traidores de la literatura rusa, entre los que se encontraban A. Tolstói y M. Gorki.
Bunin escribió algunas de su mejores obras en la emigración, como por ejemplo
El amor de Mitia un intenso relato del amor de un joven por su amada que termina en
suicidio; La aventura del corneta Elaguin, basado en un crimen pasional; Insolación,
narra una historia, de claros antepasados chejovianos, sobre un joven oficial que
después de una aventura con una desconocida quedará marcado por la amarga nostalgia
de lo que podría haber sido y no fue, y el dulce recuerdo de la intensa felicidad pasajera.
En Francia también escribió la novela pseudobiográfica La vida de Arséniev.
Alexéi Arséniev, con una prosa lírica y evocativa, realiza un viaje introspectivo a lo
largo del tiempo y del espacio para narrarnos su infancia al calor del hogar paterno, su
adolescencia en escuelas de provincias y su adolescencia, momento en que como joven
escritor intenta encontrar su lugar en la Rusia de Alejandro II.
En 1946 aparece su colección de relatos Alamedas sombrías. Son un conjunto de
38 relatos dedicados al amor y a la naturaleza. El amor que aparece en estos relatos de
Bunin es un amor trágico, catastrófico, demente, es un sentimiento que tan pronto
sublima como destruye a las personas. Bunin piensa que para que el amor no desparezca
ni se marchite es necesario que sea fugaz, momentáneo, inesperado. El amor en sus
relatos no reside en el matrimonio, en la vida cotidiana, sino que vive en la espera, en la
eclosión pasional de un momento, en el pasado y siempre acaba con un final trágico: la
muerte, el suicidio, la separación, el olvido.
La trágica, que no pesimista, creación literaria de Bunin se vertebra entorno al
drama de la vida y su trágica y misteriosa naturaleza. La prosa de Bunin está imbuida de
melancolía, de rebelión contra la fugacidad de la felicidad y de rechazo al sinsentido de
la vida, la cual se torna inútil cuando esa momentánea felicidad ha desaparecido. La
mayoría de los motivos de su poesía y prosa son la infinita diversidad de la naturaleza,
las estaciones del año, La Rusia rural, el destino del hombre, el amor, la pasión y la
muerte. El sujeto lírico de su obra suele ser generalmente un adulto o una persona
entrada en años que recuerda su joven pasado o una edad de oro ya desvanecida.
Adoptó un lenguaje preciso y lleno de liricidad, poseedor de un poder
descriptivo fenomenal, capaz de transportarnos a un ambiente o a un tiempo con una
notable economía idiomática. Al igual que Chéjov, Bunin hizo una contribución única
al género del relato y la novela corta, demostrando, con su forma de escribir, que la
brevedad es la madre del talento. Obsesionado por la brevedad, revisaba sus escritos
frecuentemente y en cuanto podía, recortaba el texto. Algunas de sus historias ocupan
menos de una página y son, básicamente, monólogos líricos sin argumento.
Mientras sus temas y estilo pertenecían al realismo más clásico (Tolstói), con
algunos ingredientes modernistas y decadentistas, su lenguaje es todo un ejercicio de
originalidad. Bunin creó un idioma evocador, riquísimo en texturas sonoras, odoríferas
y plásticas. Su lenguaje es como la poesía en prosa, a menudo cargado de emoción,
nunca extravagante, con frecuencia lírico, raramente sentimental. Marina Tsvietáieva lo
describe como el final de una época, como el último de los clásicos.
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