AÑ O X X X V II. M A D R ID , 22 D E S E P T IE M B R E B K E L A S A R T e S . C I ' A D B O D E SI A R T I X R I CO DE 18 9 3. N Ü M . X X X V . LA ICO — N.° XXXV ILU STRA CIÓ N SUMARIO. TEXTO Crónica general, p o r D. José Fernández Brcmón. -Nuestros grabados, p o r D. G. Itcparaz.—Recuerdo.-! capitales históricos de M adrid en el Renacimiento (conclusión), por P . Km ¡lio Castelar, de la Real Academia Española. Entre cuatro paredes, por Z r , l , i . T.a A rqueta arábiga de la catedral de Valencia en la Exposición 1[istórieo-Europe.i, por D. Rodrigo Amador de lo- Iiios corresjiondicnlc de la Real Academia de Ciencias, do Lisboa. Los Teatros, por D. Eduardo Bustillo.- Mundanas: Sola..... por D. Alfonso l’. rcz Nieva. El Convento de la Encarnación (continuación), por P. Ricardo Sepúlveda. Idilio, poesía. p o r D. A. 11. Lenizares Rayo de sol. poesía. por P . Juan Tomás Salvany. Carta a un egoísta poesía, p o r P. jo s • .laekson Veyan. Por ambos mundos, p o r p 1! Becerro de Bengoa.—Sueltos. Libros presentados íi esta Redacción por autores ó e IItoros, por 0 . 11. Anuncios. GRABADOS. Bellas Arles. Toledo: liiilruilii ■!< la ,•asa </. / Cumie tic Areos, cuadro de M artin Rico .—La Fin-ría ih I mar y 3I<ililarhni.cua­ dros de D. Vicente I’alm iroli. i Fotografías del Sucesor de Laurcnt.) — l . o < A r e a b u n rus J i San J o r g e n i . / x i a l u .VI //.c u a d ro de Francisco liá is , existente en el Musco de llanrlem . —A i u i n i H r i u l o i ! o j i r l a . cuadro de \V. Mouat.—R etrato de P Jaim e de Ucirbón. al term inar los estudios en la Academia Militar do W iener-Neustadt (Austria). — M adrid: Exposición llistórico-Europea. Arqueia arábiga, de m arfil con guarnición de cobre esmaltado, perteneciente á la cate­ dral de Palemón.—San Sebastián: E xterior c interior del nuevo frontón I h t i - J u i . (Del n a tu ra l, por Comba.) R etrato de P José Sánchez Guerra, subsecretario del Ministerio de Ultram ar. (Pe fo­ tografía de M. Huerta.» Marina española de guerra El crucero María Teresa haciendo las prueban de velocidad en alta mar. In­ glaterra: I.a huelga monstruo. Represión, por !a fuerza publica, de los desinm es de los huelguistas. R etrato del Exorno, é ilustri­ sita« Sr. P . León P. Salmeáu y Mandayo. rector de la Universidad de O viedo—R etratodel Exento, c limo. Sr. P. Antonio Augusto da Costa Simoens. rector de la Universidad d • Coimbra.—La pesca do focas en el m a r de Behring. Un bote tripulado i>or esquimales de la isla de San Pablo, conduciendo pieles de loen.— Retrato de la Baronesa Rahdehden, a rtista ecuestre. CRONICA '*■ GENERAL. Y-í a v o s , truenos, r e lim p a g o s , gran izos c ¡nun«N daciones ; cosechas destru id os, casas an eg a­ das, y , lo peor da tod o, personas arrol 'atadas por las corrientes, y otras m uertas dentro de "n¡> sus casas: trenes detenidos por la fu erza del tem poral; trozos de v ia interceptados: las com unicaciones telegráficas y postales interruin. \ w " v p id a s; pueblos ham brientos pidiendo alb ergu e y rt~y¿ pan en tal desastre, y tristeza en el ánim o en los «pie U.i, > ven d ifíc il el rem edio de tantas calam idades amontonadas p o r la convulsión de las fuerzas naturales. T a l es el cuadro con 'pío nos vem os precisados á em pezar esta revista ante un cielo despejado á veces, pero en el cual flotan y pasan nubes blancas que parecen llevar en su seno una n ev ad a , ó nubarrones obscuros (pie asoman relam pa­ guean lo: cuando éstos se extienden, y el trueno estalla y las prim eras gotas se desprenden, las gen tes huyen tem iendo que el vie n to y el agu a se arrem olinen causando nuevos estragos. N o luiremos la estadística lastim osa de los produ­ cidos por las ú ltim as torm entas. 1-as provin cias de Valladolid , C u en ca. T o le d o , Patencia, C iudad Iíea l, Guailalajara, M adrid y Córdoba conservarán recuerdos tristes de estas turbonadas. Las m uertes ocasionadas por el ciclón lian sido: en la p rovincia de V alladolid, catorce, según E l Imj.arciul, á saber: cinco en .Simancas, una en F uensaldafia, dos en F e r ia , tres en la N ava . una en Zaratán, una en S iete-Ig le­ sias y una en A rro y o . Pero la que ha dado el tributo m ayor de v ictim a s ba sido Y illa ea ñ a s, en la provincia de Toledo, y la dram ática revelación de que una parte de sus habitan­ tes v iv ía en albergues subterráneos, cavados en el suelo: la irrupción de las aguas en los nilón ó cavernas que servían de dom icilio á esos in fe lic e s, produjo la im posibilidad de salvarse á los q u e fu ero n sorprendidos por la fu rio sa acom e­ tida de la corriente, (pie saltaba por los escalones de tierra, con virtiendo on pozos las habitaciones. A caso las pérdidas m ateriales y las ruinas sean m ayores en otras com arcas de las provincias referid as; pero la tra ged ia hum ana allí lia tenido sus efecto s más terribles, D esde la heroica anciana que salvó á sits nietos á costa de su v id a , colocándolos en el hueco de una ventana a lta , único refu g io para no ah o­ g a rs e , y que murió valerosam ente en el fondo de la cu eva, basta la en ferm a sacram entada y m oribunda, salvad a en brazos por su m arido, y expuesta al aguacero sin m ás abrigo q u e una sábana, y que sanó en un día por efe cto no sabe­ mos si de la impresión ó de la llu via; desde el in fe liz que al ser auxiliado renunció una parte de sus socorros en fa v o r de otro m ás p o b re , basta un tunante (pie pidió y obtu vo limosna, siendiT un avaro sin entrañas (pie invertía en prés­ tamos usurarios toda cantidad que ingresaba en su bolsillo, h ay en el drama de esa inundación to las las abnegaciones, heroicidades y sacrilicios, y todas las vilezas q u e caben en el corazón hum ano, y se revela a llí la an tigu a y antitética m ezcla de los h ijo s de Id o s y los h ijos de l »s hombres. L a s a g u a s, que al barrer las montañas dejan á veces en descubierto las peladas rocas que form an la osamenta del p laneta, filones de m etales preciosos, ruinas prehistóricas, fó siles y huellas p rim itiv a s, h m puesto a l descubierto la m ­ b í n los d¿pósitos de bien y m al, de heroísmo y fealdad (pie esconde el hombre Insta que una gran tribulación ó una gran necesidad los s ica á luz; y asim ism o han dem os­ trado un a v e z m ás ciertas desigual lados de. esta sociedad, p u es mientras nosotros y cuantos viv en en las capitales, a l­ tos y bajos, ricos y m en digos, vivim os á linea del siglo xix paseando en calles alum bradas á //ionio por las noches, con g ra n em pedrado, y espectáculos diarios que considerarían com o m agias los que viv en en b u nilón de V illacafias, éstos se hallan en los tiem pos p rim itivo s, conservando Jas cos­ tum bres trogl .ditas, com o dice oportunam ente uno de los corresponsales que a e u lie ro n ul sitio de la catástrofe con el apresuram iento que tanto honra al moderno periodism o. A llí encontraron y a al G obernador de la p rovin cia, Sr. P o­ lític o , cum plien lo su d eb er, y allí vieron distribuidos los prim eros socorros enviados por el venerable A rzobispo de Toledo. A lli y á otras partes llegará esta v e z , com o todas, l i acción de la caridad, ese manantial que siem pre brota de una parte de los hombres cuando la desgracia ajen a llen ado ESPAÑOLA Y A M ERICAN A 22 S eptiembre 1893 plear en dos docenas de obras ú tile s , lo gastam os en llenar lágrim as los ojos. S. M . la Reina ha encabezado con diez un estante de libros que no nos h acen falta. Y como la f e ­ m il pesetas una suscripción para socorro de las victim as. o ria de Madrid em pezó hace cuatro siglo s y m edio, antes do o o (pie se imprimiesen libros en E sp a ñ a , es curioso que se haya E l bacillun riri/iilu ha sido descubierto...... donde los b a c ­ reducido á un mercado de lib ro s, con frecu en cia descabala­ teriólogos 1c buscaban, y han pagado el hallazgo unos ino­ dos é incompletos. centes conejos destinados por los sabios á la experim enta­ — L e faltan h ojas á este lib ro — d ecía ayer un comprador. ción. Si resucitara un m édico del siglo x v n , de los m ás sa­ — P o r eso se lo ven d í tan barato. b io s, de los que creían sinceram ente «pie no se podía curar — Tiene razón el librero— d ijo un estu d ian te:— -yo por con arte sin poseer conocim ientos astrológicos, con «pié eso no compro libros en otoño, á la cuida de las hojas. asom bro oiría pronunciar el v o ca b lo bacteriólogo, aplicado o o o á un colega suyo. Eran en su tiem po las ep id em ias, para la c ien cia , influencias de constelaciones perniciosas; es decir, El agu a había invadido la casa, y cuando el g a to , asus­ ven ían del m undo sideral: hoy se supone su cansa en el tado do la inundación, salió al tejad o , com prendió que el mundo m icroscópico, en legion es de seres in visib les (pie edificio estaba próxim o á arruinarse: sólo había sobrevivido acom eten á los hombres y los diezm an: las del cólera tie ­ el g a llo , (pie perm anecía alicaído en la parte superior del nen la figura de una com a, tan dim inuta que nuestros ojos caballete. no alcanzan á verla. Entran en nuestro cuerpo ¿por dónde? — Com pañero— le dijo — esta casa es una isla y hay que ¿en qué veh ícu lo? No sospecha del agu a que bebem os: re­ em barcarse: alli veo una balsa, ¿quieres n avegar conm igo? sisten á la acción quím ica y al calor de la d ig estió n , y tie­ — -N o , m e quedo; esa tabla se m u eve y aquí m e encuen­ nen nuestros intestinos por residencia fa v o rita . F elizm en te tro firme. no se lian baíla lo en otras partes del cuerpo, porque su pe­ — No puedes continuar a h í. si eres honrado: te tomarán quenez les perm itiría entrar por todos nuestros poros: so­ por v e le ta , y engañarás á las g en tes creyen d o que tu pico mos para ellos una c a s i cuajada «le puertas y ven tanas: si m arca el viento. han entra lo algun a v e z por esos lados, no se sabe, ni si en­ — Y a no h ay g en tes ni corral: soy un viu d o de doce g a ­ trando por ahí entran por m ala parte y se convierten en llinas á cual m ás ponedoras: déjam e llorar, y vete solo. puntos suspensivos...... — C om padre, las penas se m itigan via ja n d o ; en fin , haz Una vez descubiertas esas com as, se cultivan con amor lo (pie quieras; y o ten go alg o de marino y me em barco con en un caldo adecuado, y un sabio puede entrar en una p o ­ rum bo ul país de las g a llin a s; si me quieres s e g u ir , da un blación llevando una epi lem ia en su cartera. Esos m icrobios vuelo y pronto. q u e llegan rabiosos de la In d ia, en Europa se hacen más — ¿ Y qué tales son esas gallin as? tra tab les, y asi parece que lian resultado los hallados en — Moñudas y de G uin ea; las hay de todas clases. ¡A d ió s! algunos puntos de V izca y a : son bacilos dom esticados que — P u es te acompaño. tienen poca fuerza ex p an siv a, según dicen los periódicos. ó' m ientras el gato ganaba á nado el madero salvador, N o lo entendem os bien: ¿quieren d a r á entender (pie son el gallo voló á su lado haciendo un g ra n esfuerzo. poco proliticos? A sí fueran estíbales. ¿Q uiere d ecir que no — E stoy salva d o — dijo en tre si el gato al verse con tienen la m alicia de los asiáticos? Entonces ¿cómo matan á aquel compañero de v ia je .— -Solo, nadie me recogería; pero algunos infelices? ¿quién me cerrará sus puertas lleván d ole de regalo un gallo En Madrid se lian tornado algunas precauciones sanita­ tan hermoso? rias. Un m édico visita á los viajeros que vienen directa­ Por eso los via jero s del tren detenido por las inundacio­ m ente de V izca y a, V constan en un índice. Desearem os que nes cerca de T em b leq u e, vieron pasar sobre un m adero un no tengan ninguna novedad. Desde luego nos pareen i ab­ g a llo y un gato que n avegab an ju n to s por el agua. surdas las fum igaciones. E l bunio no entra en la residencia habitual de los b acilos, pero puede ahogar á un tísico ó á una criatura. Y en cuanto á las ropas...... si transm iten el E l Sr. M artínez lliv a s m erece un aplauso unánim e por contagio, nos inclinam os á creer que ese bacilo no es causa, ser de los prim eros que esta v e z han o frecid o socorros en sino efecto. auxilio de los inundados: por cierto q u e , al ver tanta agua o reu n id a , debió decir: o o — ¡Qué fon d o hay aquí! Mi equivocación fu é m ayúscula; D ejam os pendiente lo del B rasil de un bom bardeo de la no debí construir el astillero en B ilb ao , sino en la Mancha. capital por la escuadra su b le v a d a , y no sabem os lijam ente lo que a llí ocurre. C o n tin ú a, pues, todo revu elto: no au ­ C uando los periodistas llegaron á la boca de los nilón do m entem os la confusión hablando de ello sin entenderlo. Y illaeañ as, preguntaban por las casas. Francia hace grand es preparativos para recib ir ¡i la es­ — Estas son: aquí habitaba la fa m ilia T a l, alli la do cuadra rusa: el patriotism o está excitado, y todo indica una Fulano. g ra n explosión del sentim iento n acion al, (pie. nos inspira — ¿C asas b ajo tierra ? ¡S i parecen panteones de fam ilia! respeto y ¿á qué negarlo? cierta envid ia. L a id ea de la pa­ tria es, á no dudarlo, in ferio r á la idea hum anidad; pero ¡qué grandeza tiene com parada con el egoísm o regionalista! — U stedes los que vienen del N orte— dice !a señora d éla F ra n cia tendrá sus defectos, pero es una nación de cuerpo casa— m e dirán si m arco bien el com pás de este zortzico. entero. V sentándose ante el p ian o , em pieza á tocar el Guernio o o lcako Arbola: los recién llegados se levan tan y echan á correr. E n la iglesia de Santa Bárbara, de esta corte se celebra­ — ¿T an mal lo hago?— dice la señora al único que no ron el día 19 los funerales de la M arquesa viu d a de Yaldehuye. ras y Condesa de la Santa E sp ina, D .“ Susana do Montes — N o: es que están acostum brados á que haya carreras B u y ó n , que tiene derecho á una honrosa despedida por h a­ al oir ese zortzico. ber fú n d a lo las escuelas y asilos de la Santa E sp ina, en el an tiguo monasterio de ese nom bre en la provincia de Va­ J osé F e r n á n d e z B kem ón . lí iiloibl, de cu ya im portancia nos lucim os cargo al reseñar el libro en que se daba la noticia de aquella fu n d ación , con la historia d el convento. L o s q u e , com o esa carita tiva se ­ ñora, dejan de si recuerdos de este g én ero , continúan v i ­ NUESTROS GRABADOS. viendo en el país donde han hecho el beneficio. Dos dias antes de este funeral habíam os cum plido el »ELLAS ARTES. triste deber de acom pañar al cem enterio de San Isidro á un nieto del Solitario, 11. Tom ás Oructa de Esti-vaneZ Calderón, lintr/ula <h la rara ib I ('muir ilr Arras, cuadro de Martin Rico. La muerto á los d iez y siete años de edad: presidieron el duelo Fucsia ilrl mar y Miililarían, cuadros de D. Vicente Palmaron. Ims Arcabuceros ilc Sun Jorge en rl siglo X V il, cuadro de Francisco hm Síes. I). E m ilio C ánovas del C astillo y el Vizconde de Halo, existente en el Museo de llaarlem . -Aiirciiiliciulo rl oficio, drueste, y sentim os verdadera pena al v e r sepultados con cuadro de W. Mouat. aquel cuerpo «le niño las esperanzas, la a le g r ía , todos los a tractivos de la m ás risueña alborada ju ven il. «V sílbese por la calle a irib a con tan gen til sem blante y P o r ú ltim o, el veterano de la prensa, el muestro D . N e ­ con tin en te, que quien no le conociera pensara ser m uy cer­ m esio Fernández C uesta, lia tenido la desgracia de perder cano pariente al Conde de A rco s, ó á lo menos cam arero á la excelente com pañera de su v id a , I).1*B árbara Palufox. que 1c daba de vestir.» o A si cuenta L azarillo de Torm es que salía de casa el es­ o o cudero su am o, v a cio el estóm ago, pero bien dispuesta y M adrid em pieza á recobrar la anim ación de que le privan concertada la ropa, su frien d o aquella abstinencia sin pen­ los calores, y con los fu g itiv o s vuelven á su activid ad las sar en rem ediarla de otro modo que entrando á se rv ir á un industrias que v iv e n del lujo y de las diversiones. A y e r señor con titulo. em pozó la fe ria on el Prado de A to c h a , no m u y lu c id a , sin D e los grand es servidos por tales escuderos eran verda­ duda por tem or á las llu via s : una tila de puestos de cacha­ deram ente los Condes de A rco s, y varios de los cuales, se­ rro s, bisutería ordinaria, tiro de carabina y de pelota v li­ ñaladamente los ilustres D . Pedro P o n ce de L e ó n , señor bros viejos colocados ante la verja d el B otánico, y los nue­ de M archen», y D. B od rigo Ponce «ie L e ó n , duque de C á ­ ceros y fru teros «píese instalan en el lad o opuesto del pa­ d iz , tuvieron m ucha parte cu la conquista de A n dalucía. seo, m antienen la tradición de ese m ercado secular q u e, á Como otros señores de entonces, tenían casa en T oledo, por pesar de su d ecrep itu d , no quiere m orir. Los libros anti­ ser la m ás principal ciu d ad del reino, y la entrada de ella guos ó usados, a precios m ódicos y lijo s , son los únicos que ha dado m otivo á Martín R ico de com poner un precioso agolpan en rededor á los curiosos, porque en esos montones cuadro, en el que todo es adm irable : fa c tu ra , dibujo y co­ hace buenos descubrim ientos el ca p rich o : allí van, desde el lor. -Si algún m érito se sobrepone poderosam ente á todos a in a d o casa que busca un .1 ríe ch cocina á b ajo precio, los dem ás y m erece especial m ención , e s, sin duda, el sabor basta el literato que quiere encontrar incunables á real, ó clásico, español puro, que á esta o b ra, com o á todas las «le el estudiante q u e , con m ás razón, desea bailar los libros de Martin Rico, im prim e carácter propio, tan personal, que con texto á p recios razonables, es d e c ir, al precio que valen , sólo v e rla , y sin m irar la firm a, se conoce la mano que la no al que cuestan. Y alli se encuentran los autógrafos de hizo. E s una jo y a artística de gran precio. los escritores m ás céleb res, en obras (pie dedicaron á sus Rico acaba do p in tar este cuadro, y som os de los pocos am igos y van á parar ul baratillo: no hace m ucho com pra­ <1 ne basta ahora han podido adm irarle. Por tanto, el g ra ­ mos por quince céntim os una com edia de A vala con su de­ bado de la prim era p ágin a de este número es una novedad dicatoria : a lli se v e que la fech a de un año hace v iejo s li­ artística con que sorprendem os, sin duda m uy agradable­ bros sin abrir y de los autores más m odernos, y resulta el m ente, á nuestros lectores. hallazgo de un libro v ie jo «pie con vierte en nuevo su rare­ za. En resumen : la feria se sostiene á duras penas sólo por­ que perjudica al com ercio de libros n u evos; de ella insulta Los dos cuadros de D . V icen te Palm aroli que publicam os cu las p ágs. 172 y 173 están inspirados en la vista d el Ücéaque el dinero m ás ó menos abundante q u e debíam os em ­ 22 Septiembre 1893 LA no, y am bos son m u y sencillos pero m u y hermosos. E n el prim ero, una m ujer bella y jo v e n contem pla desde la p la y a el incom parable espectáculo, fu en te eterna de poesía, y pa­ rece com pletam ente em bebecida en él. En el segundo, una elegan te lectora ha cerrado el libro, quedándose en pro­ fu n d a m editación. Verdad es que la ocasión con vid a á ese m ístico arrobam iento que se apodera de toda criatu ra (pie sabe sentir ante la m ajestad de la naturaleza. Y eso que cae la ta rd e ; la m ar está en calm a, y sus olas m ueren mansa­ m ente en la a ren a : en el remoto horizonte algunas nubes rojas señalan el sirio por donde el sol acaba de ponerse, y sólo se o ye el acom pasado rumor del oleaje. ¿Que m ejor ocasión para m editar? F ran cisco Ila ls filé de lo s m ás famosos pintores llameneos del siglo x v ii . A prendió con Karl van M ander, y ter­ m inados los estudios establecióse en Haarlem . D ijo de él Y an -D yek que si hubiera acertado á dar m ás suavid ad al co lo rid o , habría excedido á todos los pintores retratistas conocidos; y no puede considerarse encarecim iento excesivo el d ic h o , atendiendo á lo m ucho y bueno (pie pintó. D e ello da testim onio el cuadro titulado Los arcabuceros de San Jorge en el siglo A 1 7 / que verán los lectores en las págs. 176 y 177. y el cual despierta en todo español co­ nocedor de la historia p a tria , adem ás de adm iración artís­ tic a , el grato recuerdo de nuestras olvid ad as g lo rias de F lan d es. A qu ellos arcabuceros de arrogante figura y enér­ gica s fisonomías eran los enem igos, tancas veces escar­ m entados, con quienes se las habían nuestros v iejo s tercios, vencedores de ellos y de todos m ientras tuvieron gen era­ les dign os de su valor. E l pescadorcillo que vem os en nuestro grabado de la pá­ g in a 181 es h ijo de pescador sin duda a lg u n a, y andando los años será un verdadero lobo m arino. A hora se ejercita en la punta del m uelle sin riesgo algun o; pronto acom pa­ ñará a l padre en la lan ch a, y con el tiem po luchará en alta m ar con la cólera del Océano. Viendo el cuadro de \Y. Mouat conócese (pie lia viv id o mucho junto al m ar y que el aspecto del puerto le es fa ­ m iliar. o o o n . JAIME PE BORRÓN, a l s a lir d e la A c a d e m ia M i l i t a r d e W ie n e r - X e u s tn d t. P ublicam os el retinto de D. Jaim e de B o rló n , cum pliendo uno de los fines de L a I lustración ' E s p a S o i.a y A m e r i ­ can a , cual es el de tener bien inform ados á nuestros le c­ tores de los sucesos y de las personas de n ota, y en los que se encuentra lo que ahora llamam os interés de actua­ lid ad . D on J a im e , por lo (pie en política representa, tiene am igos y adversarios; pero á nadie puede ser in d iferen te, antes al contrario. Tam poco cabe contarle entre les que han despertado pasiones y odios, pues sus pocos años no le han dado lugar á e llo , y , por tanto, ni aun á sus m a­ yores enem igos politieos pued e ser rep ulsivo. P or estas razones no hemos visto que la publicación de su retrato o fre cie ra inconveniente algun o, ni nosotros podíam os te­ nerle hallándonos totalm ente alejados de las luchas q u e con tanto daño de la patria tienen d ivid id os á los españoles hace sesenta años. N ació D. Jaim e el 25 de Ju n io de 1870, en el palacio de La Faraz, situado en las inm ediaciones de Y e v e y , resi­ dencia de D. Carlos á la sazón. Determ inaron sus padres darle la carrera m ilitar, y con esto propósito lo enviaron, luego que tu vo edad su ficien te, á la A cad em ia M ilitar de W ien en -N eu stad t, cerca de Y ie n a . de la c u a l, term inados sus estudios con excelen tes notas, ha salido á principios de A gosto. Razones p olíticas im piden á I). Jaim e s e rv ir en el e jército au stríaco , de lo que se lam entan algunos perió­ dicos de V ierta, encareciendo al mism o tiem po el talento y aplicación de que ha dado muestras en la A cadem ia: pero com o siente gran afición al e jercicio do las armas, es pro­ b a b le, según inform es que tenem os por fidedign os, que en b re ve le veam os entre los oficiales de otro ejército europeo. 1). Jaim e es gran jin e te , y en el earrousel celebrado úl­ tim am ente por los alum nos de la A cad em ia M ilitar obtuvo el premio. E l retrato que nuestros lectores bailarán en el prim er grabado la p á g . 1G8 le representa á caballo. Ilizo selo para dejarlo como recuerdo á sus profesores y com pa­ ñeros, y se lo en vió á todos ello s el día en (pie tuvo (pie d eja r el uniform e de cad ete, que lia vestid o tres años. o o o MADRID : EXPOSICIÓN HISTÓRICO-ETJROPEA. ARQUETA ARÁ­ BIGA PE MARFIL CON GUARNICIÓN DE COBRE ESMALTADO, PERTENECIENTE k LA CATEDRAL DE FALENCIA. (Véase el artícu lo correspondiente en la p á g . 17 5 .) o o o BET1-JAI. E l sitio m ás hermoso de San Sebastián es la Zurrióla, y de la Zurrióla lo m ejor aquella parte del ensanche que al p ie d el m onte U rgull sostiene el constante asalto (pie le dan las olas del Cantábrico. A llí precisam ente se lia levantado, en pocos m eses, el nuevo fro n tó n , representado en nuestro grabado de la p ág. 169. El edificio es de m uy bello a sp ecto , a lg o m ás pequeño que F ie sta A le g r e , pero d e m ejo r gusto. Ras condiciones de este fron tón aventajan tam bién á las de cualquiera otro. L a cancha en toda su extensión y las paredes son de piedra sillar arenisca, y el pavim ento de losa esp ecial. Los cuadros son 16 de 3,92 metros cada uno. Ras localidades son es­ paciosas, m uy cóm odas y bien distribuidas. U a y un local, llam ado La Tertulia, apropiado para reunión de am igos ó casino. En la purte m edia del fro n tó n está una hermosa te­ rraza con vistas á la can cha, y en la m ás alta una azotea m agnifica ó G ran T e rra za , desde donde puede disfrutarse del adm irable panoram a del va lle del U rum ea, el m ar, el m onte L’ lia y segu ir al m ism o tiem po los incidentes del ju eg o . ILU STRA CIÓ N ESPAÑOLA Y A M ERICAN A líetl-Jui quiere d ecir en vasco Siempre fiesta, y en v e r ­ dad es vo z m u y adecuada. T razó los planos y d irigió la obra el arquitecto donostiarra S?r. GoiCoa, y uno de los fundadores y principal prom otor de ella lia sido el in fati­ g a b le Sr. Arana. o o o D. .TOSIÓ SÁNCHEZ GUERRA, s u b s e c re ta r io d e l m in is t e r io d e U lt r a m a r . I.lcgar m uy jo v e n á los m ás altos puestos del Estado es cosa q u e , aunque pocas v e c e s , ocurre alguna: pero llegar sin haber despertado odios, ni siquiera en l i s envidiosos que atrás quedaron contem plando el rápido encum bram ien­ to , puede reputarse de m ilagroso. P recisam ente este m ila­ g ro le hemos visto realizado en la brillante carrera del joven subsecretario de U ltram ar, D . José Sánchez G uerra, cuyo retrato publicam os en la p ág. 1 8 0 . N ació en C órd ob a, y estudió en esta ciudad y en S evilla. D ióle la naturaleza la v iv e za andaluza tem plada con el aplom o castellan o, cuyas cu alid ad es, equilibrándose y a y u ­ dándose m utuam ente, lian form ado un carácter ardiente, serio y tenaz como p o co s, y al que debo su en vid iab le si­ tuación política. Liberal de ab o len g o , pues su pudre lo fu é siem pre y prestó grandes servicios al liberalism o, com enzó su carrera poli tica de redactor de I.a Iberia en 18 79, con tales m ues­ tras de talento que en poco tiem po llegó á redactor j e f e y á director; apartándose del p erió d ico , con sus dem ás com pa­ ñ ero s, cuando pasó éste á manos de su actual propietario. E n 1881 tu vo á su cargo el negociado de la Prensa en el M inisterio de la G obernación, y en 1883 fu é ju rado espa­ ñol en la Exposición de A m sterdam . Hasta entonces había mostrado gran capacidad in telec­ tu al. La lucha que sostuvo para conseguir el neta de dipu­ tado por Cabra acreditóle de enérgico é in d ep en d ien te, lo que por ser aún m ás raro lia (le estim arse, y se estim a , en más. En el C ongreso mostróse en varias ocasiones orador intencionado y elocu ente, sobre todo al discutirse la le y del su fragio y el suplicatorio para procesar al Sr. B oscli, y d es­ pués hablando contra el presupuesto de ingresos de la Pe­ nínsula. En la Comisión de actas, v como secretario de la Comisión de Presupuestos do.Cuba, dió también m uy buena m uestra de si. E n 1888 d irigió la Revista de España con reputación de m uy entendido en m aterias económ icas. E ligiéronle por segunda v e z diputado en Iuh Cortes que convocó el partido conservador. A hora es subsecretario del M inisterio de U ltram ar, no p o r haberlo solicitado, sino por tenerlo m erecid o , pues no pensaba en tal c a rg o , ni quizás en otro a lg u n o , cuando supo que en Consejo do M inistros le habían nom brado para desem peñarle. Su historia pública, lo mism o que la p riv a d a , está lim pia de toda m ancha. L iberal fu é desde q u e entró en la política, significándose com o particularm ente a fe c to á los Sres. C arnazo y M aura, y asi sigu e. Con esto lia conquistado el res­ peto de los adversarios, y con su a fa b le trato y leal am istad lia adquirido gran d ísim o núm ero de am igos. T ien e treinta y cuatro años y un dilatado y b rillan te porvenir. o o o MARINA ESI’ARoLA DE GUERRA. E l c r u c e r o J furia Ten sa. h a c ie n d o su s p r u e b a s d e v e lo c id a d en a lta m a r . El 18 salió del F errol este hermoso barco á probar en alta m ar sus calderas y velocidad. Fióse que puede andar 18,35 m illas con tiro n a tu ra l, cu y a marcha debe reputarse satisfactoria , y será excedida notablem ente forzando el tiro. Nuestro grabado de la p ág. 18 (1 representa al .1furia Te­ resa com enzando las pruebas de que hablam os. o o o INGLATERRA. L a h u e lg a m o n s tr u o . L os últimos dias de la h uelga m onstruo lian sido san­ grientos. I íesesperanzados los obreros de obtener el aum ento de salario que esperaban, unos volvieron al trabajo, com o decíam os en el núm ero pasado, pero los m ás exaltados diéronse á com eter toda clase de atropellos. Estos fueron m a­ yores que en ninguna otra parto en M anslield, donde, además de rom per los cristales de los escaparates de las tiendas, apedrearon á los trabajadores: en D crb y; en L e e d s , donde apalearon al director de uua de las com pañías mineras, cos­ tando grandísim o trabajo sacarle con vida de sus m an os; en W ath rechazaron los am otinados á la policía y saquearen y quem aron los edificios de laco m p a ñ ia , y parecidos sucesos hubo en N ottingham y otras poblaciones de la gran zona minera del N orte de In g laterra , quedando heridos y con­ tusos m uchos h uelgistas y no pocos agentes de policía. En P o n tefract, población de unas 8.000 alm as, pero m uy im portante por sus m inas de carbón y sus fun d icion es, la asonada fu é m ayor y la represión m ás dura. Ra tropa dispa­ ró sobre el p u eb lo , según se ve en nuestro grabado de la p ág. 18-1, produciendo las halas numerosas victim as. El castigo de los que alteran el orden público e s , en toda na­ ción sana y cu lta, inm ediato y severo, y en Inglaterra, donde h ay tanta lib e rta d , m ás que en otra alguna. o o o EXCM0. i: 11.MO. SR. D. LEÓN V. SALMEAN Y MAXDAY0, r e c t o r d e ln U n iv e r s id a d d o O v ie d o . El docto y ven erable R ector de la U niversidad de Oviedo, c u y o retrato damos en la p á g . 18 5, era m adrileño de naci­ m ien to, pues en la corte nació en 18 10 , pero asturiano de ad op ción , por haber viv id o en A sturias sesenta años. E stu­ dió en el C olegio Im perial de la Com pañía de Jesú s, lu ego en el de D .a M aría de M olina, y después en la D irección de M inas, Museo de C iencias N aturales, Conservatorio de A r ­ tes y Jardín B otánico, term inando sus estudios en 1830 con notas brillantísim as. En 1834 pasó á la U niversidad de O viedo, donde desem peñó varias cátedras de la fa c u lta d de N.° XXXV — 167 C iencias, pero principalm ente la de Quím ica. Pronto adqui­ rió gran notoriedad, y se distinguió por sus ideas liberales. D esde 1851 ocupó el decanato de la antigua fa cu lta d de F ilo s o fía , hasta 1860, en que se suprimió en O viedo dicha facu ltad . Consagrado exclu sivam en te á la C ien cia , débela ésta señalados servicios. Instaló un pequeño observatorio, dtí cuyos trabajos, m uy interesantes algunos para el conoci­ miento del clim a asturiano, daba cuenta en Memorias que se publicaron mensiiulmente desde 1850 basta 18 66, to­ cándolo la honra de ser el prim er profesor que tales estu­ dios hizo en España. E scrib ió , con el Sr. Ruanco, el análisis de las aguas m i­ nerales de la provincia: contribuyó m ucho á la creación del Jard ín B otánico y del Laboratorio de Quím ica, G abinete de F ísica y Museo de H istoria Natural de la U n iversidad; re­ dactó infinidad de inform es: fu é presidente de m uchos tri­ bunales de oposiciones y de grandísim o número de socied a­ des y com isiones, y en las diferen tes veces que tuvo ¡i su cargo el vicerectorado y el rectorado de la U niversidad dejó grandem ente favorecid a la enseñanza con reform as impor­ tan tes, entro las cuales m encionarem os (en la im posibilidad de puntualizarlas todas) la casi reconstrucción del edificio de la U niversidad, boy uno de los m ejores destinados en España á la enseñanza. Ju b ilad o inopinadam ente por el se­ ñor Linares ltiv as en 1892, á los cin cuenta y ocho años de servicio s, tenia tal afecto á su U n iv e rsid a d , que la visitaba diariam ente. Era el decano del profesorado español. Queridísim o y res­ petado de todos por su cien cia y por la bondad de su carác­ ter, el Sr. Salm ean deja de si tan g ra ta m em oria com o podía desear después de su larguísim a y fecu n d a existencia. o o o EXOIO. É II.MO. SR. lili. D. ANTONIO AUGUSTO DA COSTA SIMOKNS, r e c t o r d e la U n iv e r s id a d d e C o im b r n . E l ilustre anciano que está hoy a l fren te del prim er Ins­ tituto de Enseñanza Superior en P o rtu g a l, como el venerarabie R ector de la U niversidad de M adrid, actualm ente, lia consagrado por entero su v id a al cu ltivo de la cien cia, a le ­ jado siem pre de las luchas políticas. Nacido en M ealbada, el 23 de A go sto de 18 19 , doctor en M edicina en 1848, catedrático de la U n iversidad de Coitnbra desde 1860, es el fu n d a d o r, en P o rtu g a l, de los estu­ dios histológicos y de la F isiología exp erim ental, estable­ cidos en la nación vecin a casi al tiem po mism o q u e en España. Nuestro inolvidab le Maestre de San Juan y el señor Costa Sim oens, enviad os al extranjero para cursar dichas enseñanzas, estuvien n unidos por la m ás cariñosa amistad y por la com ún gloria de ser los prim eros que las profesaron después en sus respectivas naciones. E scritor fecu n d ísim o , el Rector de Coim bra lleva ya d u d o sa la estam pa más de cuarenta escrito s, fundados en su m ayor p arteen los resultados prácticos alcanzados en sus incesantes investigaciones y trabajos de laboratorio. A él, m ás que á ningún otro p ro feso r, debe la escuela m édica de Coim bra el carácter experim ental de sus enseñanzas. Su retrato, colocado en el G abinete de H istología, por voto unánime de la U n iversid ad , es justo tributo do ju sticia á sus relevantes m erecim ientos. Reform ador de los hospitales de la U niversidad y los do. la M isericordia de O porto; director del de C oléricos, en C oim bra, en 1855; fu n d ad or de la B iblioteca especial de la Facultad do M ed icin a; autor de proyectos útiles relativos á cem enterios, abastecim iento de aguas y otros de gran nece­ sidad y co n ven ien cia, el Sr. Costa Sitnocns m ereció, en ju sticia , prim ero, ser elegido senador por los establecim ien­ tos cien tíficos, y nom brado, después, rector de Coimbra. D ebiéndolo to d o á su laboriosidad é in te lig e n cia , desde los prim eros pasos de su carrera, llano y modesto como pocos, con profesores y estudiantes de espíritu conciliador y pruden te, e l Rector de C oim bra desempeña á satisfac­ ción de todos el m ás alto cargo docente d e P ortugal. E s socio honorario d e l Instituto de C oim bra, d el cual fu é uno de los fu n d ad o res, y correspondiente de las Reales A cadem ias de C iencias de Risboa y M adrid. Publicam os su retrato en la p á g . 185. o o o LAS PESQUERÍAS DEL MAR DE BEHRING. En 1867 Rusia ven d ió á los Estados U nidos sus dominios del Noroeste de A m érica , cediendo todos sus derechos sin restricción. N inguna otra nación tu vo nada que d ecir en contra. Baña las costas de aquellas tierras el mar de B ehring basta las islas A leu ta s y la península de A la sk a , al Sur de las cuales com ienza el Pacifico, cu yas olas to ca n , no m uy lejos de aquellos p a ra jes, una dilatada y hermosa costa in­ glesa : la de la C olom bia británica. En el m ar do B eh rin g , alg o al N orte de las A le u ta s , bav dos islillas llam adas do P ry b ilo f : la m ayor (San Pablo) ocupa 33 m illas cuadradas; la menor (San Jo rg e) 27. Pero aunque tan pequeñas, se han hecho fam osas porque en ellas veranean las focas del Norte del Océano P a c ífic o : son el San Sebastián y el B iárritz de aquellos corpulentos m am ífero s, m ejor d ic h o , de la aristo­ cracia de ellos , porque de las tres clases de fo ca s q u e habi­ tan dich a parte de aquel m ar { otaria stel/eri, otaria california y otaria ursina), sólo la otaria ursina veranea en P ry b ilo f. Conócese también ser estas fo ca s las de sangre azul y m ejor posición social en que usan piel m ás fina y cub ierta de pelos tan sedosos y agradables al tacto que no h ay m ás que pedir. E s t i es precisam ente la causa de su d esg racia, porque el hom bre las p ersigue para desollarlas y abrigarse él. Cuando va entrando la prim avera, pasan las fo ca s al mar de B eh rin g por los estrechos de U n a lg a , A k u tá n , U nim ak é Issan ak, cam ino de las P r y b ilo f. L leg a n prim ero á estas brumosas islas algun os m achos, elegid os entre los de más consejo y m ayor ex p erien cia, los cu ales exam inan el te­ rreno para v e r si se descubre algun a sospechosa novedad. No vién d ola (buen cuidado tienen los pescadores de que no la h a y a ), marchan para v o lv e r al poco tiem po con los ma­ chos adultos (los de cin co á seis a ñ o s), cada uno d é lo s cuales toma cusa, es d e c ir, resérvase la posesión d e un es- 168 — N.° XXXV LA ILU STRA CIÓ N D . ESPAÑOLA .1 A I M E I) E Y A M ERICAN A -2 S eptiembre 180 B O R B Ó N , AL TERMINAI! LOS ESTUDIOS EX LA ESCITELA MILITAR DE \YI EX E H-N E I’STADT (AUSTRIA). Ü M A D R ID : E X P O S IC IO N K ! H I S T O R I C O - E U R O P E A .— a r q u e t a a r á b ic a , d e m a r f il co x « u a r m c ió n d e c o r r e e s m a l t a d o , P E R T E N E C IE N T E A L A C A T E D R A L D E P A L E N IT A . «BETI-JA I » 17o — N.°"XXXV LA pació que suele tener hasta 20 m etros cuadrados. D espués lle g an las lieinliras con los m achos m enores do edad (los de un afio). L a s fo c a s , com o m uchos hom bres, p ractican la p oligam ia. L u e g o que las hem bras pasan á tierra , los m a­ chos viejo s so llevan las (pie les corresponden, quedando lo s jó ve n e s en la p la ya separados de ellas y advertidos do •pie no han de b uscarlas, so pena de incurrir en la cólera de los m ayores. E ntre éstos h ay tam bién luchas por la po­ sesión de a lg u n a hem bra ó para rechazar la intrusión de a l­ gún vecin o en su d o m icilio , ofensas que nunca toleran. La tem porada veraniega es tam bién la de los am ores, y dura d e cuatro á cinco m eses, en cu yo tiempo los m achos nada co m en , según está probado. Pero no hay felicid ad com pleta en el m undo ni p a ra la s fo c a s , porque en esto lle­ gan los hom bres, y com ienza la matanza. L a Alunla L'ommerc/ul Compaña, de San Francisco, tiene el m onopolio de la caza en las islas de P r y b ilo f, por la cual paga al G o ­ bierno de los Estados Unidos una gruesa sum a, ú la que se añade la obligación de m antener en invierno á las lió:I per­ sonas <[iie las habitan y costearles escuelas. La Gompafiia pued e matar 75.000 fo ca s al año (de Junio á O c tu b re ), e x ­ ceptuando las hembras y los recién nacidos y sin em plear arm as de fu e g o . Pero hace años que á los ingleses de la vecina costa co­ lom bina les ha dado por pescar fo cas en alta m ar, para lo cual arman una tintilla «pie os y a m uy numerosa y (pie en 1891 m ató 50.000 focas. Los norteam ericanos, á quienes tal com petencia no a grad a, dicen que la mar aquella es suya, y suyas por tanto las focas todas. Los ingleses replican (¡q u ién lo d iría !) que la m ar es lib re y libre la pesca. No atendiendo á tales razones, los norteam ericanos han apre­ sado m uchos buques ingleses, imponiendo severos castigos á sus tripulantes. L a Gran Bretaña ha reclam ado contra lo (pie cal i tica de atentado, y para evita r m ayores males ha habido (pie som eter la pendencia á un tribunal arbitral que se reunió en P arís hace pocos meses. E n nuestro grabado de la púg. 18 5 verá el lector una lancha tripulada por esquim ales de las islas d e P r y b ilo f, conduciendo al depósito gran can tidad de pieles de foca. o o o LA BARONESA l'E ItAHDKN, nrtista ecuestre. Los lectores recordarán haber leído no hace m uchos dias en los periódicos la noticia de un crim en com etido en el circo de C lerm ond-Ferram l. Pues bien, la amazona cuyo re­ trato publicam os en la p á g . 188 ha sido la causa m ás ó m e­ nos inocente, que en esto nada quitam os ni ponem os, del trágico acontecim iento. Su verdadero nom bre es E ugenia W c is , y su nacionali­ dad alem ana. E l titulo le recibió de su m arido Oscar de lta h d e n , oficial ruso, que se enamoró de ella perdidam ente en San P etersburgo, tom ándola por m u je r, lo que le costó la carrera al buen B arón , pues le expulsaron del ejército. T a l boda tu vo las consecuencias »pie podía esperarse. E l sin c a rre ra , y ella trabajando en los circ o s, vino á quedar el e x oficial ruso reducido á la triste condición de m arido de teatro, y en su m ás infimo escaló n , cual debe ser el de teatro-circo. E n C openhague dio que decir la Baronesa con la m ucha fam iliaridad que concedió á un oficial dinam arqués. Desa­ fióle e l m arido, saliendo herido. A poco, hallándose en Tur ín , por parecida causa batióse en d esafio tres v e c e s , y las tres con tan m ala suerte com o la p rim era, de lo que debió q uedar con el consiguiente d isg u sto , porque bailándose hace poco en C lerm ond-Ferrand (en cu yo circo trabajaba la Baronesa) m udó de procedim iento para ven ga r parecida o fensa. U na noche descubrió en el teatro nada m enos que al dinam arqués del prim er d esafio . Puso el caso en conoci­ m iento de las autoridades, avisándolas de que com o le en­ contrara al día sigu ien te entre los espectadores, le mataría. Com o lo dijo lo hizo. Ib a á montar la Baronesa un caballo am aestrado, y acercábase á ella el amanto para d ecirla algo eu voz b a ja , cuando el m arido, que estaba en acecho, se lle g ó con reposado continente sin d ecir p alab ra, sacó del bolsillo un revó lver y disparó tres tiros sobre él á boca de jarro, de los que cayó en tierra m u y mal herido. D espués se entregó á las autoridades sin resistencia. t í . R kparaz . RECUERDOS CA PITA LE S HISTÓRICOS DE MADRID E X E L R E N A C IM IE N T O U ). Conclusión. II. TRO gran drama sucedido en M adrid: la pri­ sión de A ntonio Pérez. En ninguno de los actos de F elip e se conoce tanto su com ple­ x ió n , como en el acto sañudo del proceso de Antonio Pérez y la Princesa de Eboli. Pertej necia esta señora, por su cuna y por su sangre, ' á la ilustre fam ilia de los M endozas. Sus abuelos Jí hablan estado en la batalla de las N avas y habían paf decido mucho en la batalla de A ljubarrota. El primero de los M arqueses de Santillana, por tantos títulos ¡lustre, lu ­ cia en su gloriosa estirpe. L o s D uques del Infantado, célebres en las cortes del cuarto E nrique y de la prim era Isabel, perte­ necían tam bién á sus prosapias, com o el gran Cardenal Men­ doza. A s i, la casaron m uy joven con R u y G óm ez de Silva. E ste m atrim onio, á pesar de su carácter y de su origen, fu é com pletam ente fe liz , porque ningún disentim iento de (1) Véuao el núm . XXXIV. ILU STRA CIÓ N ESPAÑOLA Y A M ERICAN A los cón yuges lo perturbó, ninguna som bra de celos ni am bi­ ciones lo obscureció; y m uchos hijos, hasta diez, lo alegraron y bendijeron. D otada la Princesa de claro talen to, su trato amenísimo y su viv a z conversación le captaron el cariño de la reina Isabel de Y alois, á quien acom pañaba en sus paseos á caballo por las riberas de A ran jtiez y T oledo, en sus ocios por los salones del palacio de Madrid y del M onasterio del Escorial. Satisfecha la princesa D .a A n a de M endoza con el respetó (pie la atraía su nom bre, con el influjo que le daba su fam ilia, con las rentas que le rendían sus ducados, no presentó en nada síntom as, durante su matrimonio, de la in­ quietud que bahía de obscurecer su viu d ez y deshonrar su memoria. R u y G óm ez de S ilv a no era un m inistro á la usanza y modo de Ilichelieu ó de M azarme. E l genio no re­ sidía en su m ente; y de residir, no lo aprovechara ni lo dis­ tinguiera Felipe II, quien desconfiaba m ucho del m érito m i­ litar y político do su ilustre hermano D . Ju an de A u stria, y nunca llegó á com prender, nunca ja m á s, que tenia entre los ornamentos de su reinado al prim er genio literario de n u es­ tro P arnaso, al inmortal Cervantes. Sumiso, a fa b le , callado, rutinario, trabajador, poco visitado por las am biciones y menos aún por las id eas, R u y G óm ez pertenecía de suyo á la especie de políticos preferida por F elipe IL, quien recelaba de todo cuanto pudiera dism inuir ó eclip saren derredor suyo con su colosal grandeza. Com o buen privado se p rivab a de voluntad y de con cien cia, para servir la voluntad y la con­ ciencia de su am o, el cual creíale de espíritus altos, de manos lim pias y de condición generosa. F elipe II gustaba de gente cortesana ó extran jera, m ás que de los aristócratas espa­ ñoles, para el gobierno de sus reinos. Mateo Vázquez había nacido en el cautiverio african o ; Antonio Pérez de unos amores sacrilegos: Cristóbal Mora era portugués, y portugués tam bién R u y G óm ez de Silva. Escrupuloso cum plidor ésto de sus deberes; atento á no m olestar de m odo alguno al R ey; verdadero secretario en el sentido do guardar los secretos; dado á la regularidad de una existencia ordenada y pacifica, en sil tiem po no podía ocurrir cosa que no concurriese al agrado del R ey y al reposo del Ministro. En esto vino la m uerte de R u y Góm ez. La ricahem bra castellana se vió re­ querida de mil aduladores eri tiem po de su m arido; y aban­ donada. como toda grandeza que m engua, en la viu dez. A l­ tiva , orgullos», pendenciera, im prudente, am biciosísim a, te­ m eraria, liviana, de cortas aprensiones y de larga lengua, quiso conservar el indujo y poder debidos á su esposo; y no teniendo para ello buenos medios, apeló á los reprobados y perversos, á la confabulación de las intrigas cortesanas y á las corrupciones del am or pervertido y vicioso. Viéndose sin la sombra de quien tanto poder le prestara; en los primeros dolores de su viudez, desvistióse de sus galas y vistióse con la estam eña burda y m anchada de un erem ita; dejó los artesonados y tapices de su palacio por las paredes desnudas y fría s del claustro; y convirtióse de dam a en m onja, sin aten­ der para nada ni á los plazos exigidos por toda orden á los profesos, ni á los h ijos á quienes dejaba en el m undo, g a ­ nosa de patentizar cóm o cam biaba de condición y de traje y de fortuna, con la rapidez que cam bia todo esto en la m ovi­ lidad de un teatro. El Monasterio de Pastrana, fundación de una ilustre M endoza, quien había llevado a llí, por causa de su renombre, á la m ás excelsa fundadora del s ig lo , á Santa Teresa de Jesús, recibió con el amparo y protección de doña A n a m ás agravios que favores. A llí pasó algún tiempo. Mas viudo el buen Conde de M élito, nieto del gran cardenal Mendoza, casóse de segundas nupcias con una joven princi­ pal del linaje de los C ard on as; y hubo de am enazar á dona A n a eon una sucesión m asculina, de la cual sucesión podría derivarse la pérdida para ella de una cuantiosa herencia y de un im portante m ayorazgo. A l m ism o tiem po, un primo suyo le puso p leito; y este pleito la obligó á dejar Pastrana é irse á la corte, donde le aguardaban tantas aventuras y tantas desventuras. E ra la Princesa de singular y acabada hermosura. Sus devaneos, naturales en el ardor de su com ­ plexión y en el desorden de sus costum bres, lian dado mar­ gen á la creencia, m ás ó menos fu n d ad a , de sus amores con el rey F elip e, no m u y casto en verd ad , pero bastante cauto para que sean hoy un problem a sus relaciones eon la P rin ­ cesa en la historia intim a de su reinado. E sb elta ésta y pres­ tan te, de aire im perioso que no exclu ía la g ra cia , de ade­ mán resuelto como su voluntad soberana , la fren te despeja­ dísim a, el ángulo facial abierto, las orejas y las narices g ra n d es, ovalado el rostro, arqueadas las cejas, espesísimas Jas pestañas, profundos y negros los ojos, no tenía más d e ­ fe cto que haberse por su desgracia entuertado en un a cci­ dente im provisto de su niñez y haber asi perdido una de las principales partes de su cabal hermosura. Será quizás apren­ sión propia de quien estudia su retrato después de haber conocido en la historia su persona; pero á m í se m e antoja que lia pintado el maestro pincel de nuestro g ra n retratista Sánchez Gocllo la pesadum bre inmensa de grandes pensa­ mientos, que abrumaban eon su carga pesadísim a el espíritu y el talento de aquella m ujer extraordinaria. No bien llegada mal de su grado á Madrid por los mandatos del R e y , por la tutela de los hijos, por los pleitos de los parientes, encontróse con que aquella corte antigua de aduladores y pretendientes ni la circuía ni acom pañaba como en otros tiem pos; antes liien, la abandonaba y m aldecía de ella. N ada tan triste á 22 S eptiembre 1893 las am biciones fem eniles como los desprecios cortesanos L a que había visto inclinarse tal número de gentes á su pre­ sencia; la (¡ue habla escuchado el rumor de la viciosa y a gra­ dable adulación halagando sus oídos: la que habla vivid o en una atm ósfera im pregnada de incienso, encontrábase viuda desamparadísima relativam ente, con m uchos h ijo s, y sin ningún deudo ¡¡ue la protegiese; allí m ism o, en medio de aquella corte donde había com partido con las reinas los loores y lisonjas de los cortesanos. T al vez entonces lo pasó por las m ientes cau tivar á F elip e TI para subir de esposa del valido á dam a del M onarca, y recuperar por este medio el poder llorado. Mas y a fu ese, com o dice con m uchos datos el Sr. Muro, que no se prestase F elipe II al amor fá c il de A na; y a fuese, como indica el Sr. C án ovas, que la sobrada cautela del Rey impidiese á la Princesa vanagloriarse con la ostenta­ ción de un fa v o r condenado al disimulo y al silencio, lo cierto es que la gran sirena llamó á sus redes á un minis­ tro, comprometiéndolo en aventuras y em peños, bastantes á consolarla de su perdido influjo y á prometerla reales y lison­ jeras compensaciones, m ás am ables cuanto m ás se iban apa­ gando los afectos exaltados de la juven tud y sustituyéndo­ los aquellas am biciones peculiares á la m adurez de toda una existencia cortesana. A ntonio Pérez se llam aba el seducido por A na Mendoza. Su principal valedor, en los com ienzos de tan rápida carrera, fu é R u y G ó m e z; de suerte que labró el marido su ventura y la m ujer su ruina. Un arcediano de Sepúlveda lo tu vo en m ujer casada y lo escondió como el fruto m aldito de verdadero crim en. Secretario este arcediano de Carlos V , poseía los m edios de instruirlo y educarlo con ver­ dadera ilustración; mas, á lin de acallar los rumores rela­ tivos á su origen , mandólo á correr por lejanas tierras y á residir en extranjeras c o r te s ; eon lo cual procurólo una dis­ tinguida educación y el conocim iento de m uchas y varias lenguas. La fa lta de este conocim iento había dañado mucho al gran Felipe. Cuando fu é de joven á Inglaterra, F lan d esy A lem an ia, si bien de poca estatura como su padre, tenia be­ lleza varonil bastante á granjearse voluntades, pero la igno­ rancia com pleta del holandés, del inglés y del alemán obli­ gábanle al silencio: y el silencio aum entaba su disimulo y su recelo, dándole aires de desconfiado, los cuales por doquier sembraban en derredor suyo la universal desconfianza. No se concibe cóm o Carlos I , apreciador de lo m ucho que vale y que importa el cu ltivo de las lenguas, descuidó de tal suerte la educación de un h ijo , llam ado á reinar en Italia, P ortu gal, H olanda, Inglaterra y A lem ania. E l m ucho saber de las lenguas extrañas que Antonio Pérez tenia, induda­ blemente aum entaba su v a lo r a los ojos de F elip e II. Pero este saber le liabia dado m uchas ideas do relación, asi como desposeidole de m uchas ¡deas fundam entales y eseocialis im a s ; le había dado m ucho conocim iento superficial del mundo, pero tam bién m ucha propensión á las m udanzas, en el fondo verdaderas traiciones. N o era hombre de fia r, no, el hombre á quien fiara F elipe II una participación tan alta en el gobierno de la cosa pública. E scaso de fo rtu n a , pro­ pendía, irresistiblem ente pródigo, al fau sto y á la ostenta­ ción, m algastando sum as enormes en gu stos superfinos. Su palco en el teatro era el m ás vistoso por las colgaduras y los tapices; su carraza en las calles, la de m ayor lujo; su quinta en los cam pos, la de más fiesta; al salir de su vivien da, aro­ m aba con sus p erfum es y adobos las mal olientes calles do M adrid; y al andar por las noches en los alrededores de la capital parecía salir el v iá tico , según las hachas de cera lle­ vadas por pajes y lacayos com o en religiosa procesión. No podía hombre tan voluptuoso y epicúreo alim entar sil fausto sin vender los públicos ca rg o s; y no podía vender los públi­ cos cargos sin exponerse á la difam ación y al descrédito. Si á esto se añade que le g u stab a m ucho el ju e g o , y aun más que el ju eg o le gustaban las m ujeres, tendráse idea de la f a ­ cilidad con (pie caerla en brazos de la fem entida Princesa. N o podía ésta m ostrar m ejor su poder que m etiéndose de rondón, así que recobrara su in flu en cia, en el ajeno cercado de los verdaderam ente poderosos. V com o el blanco de sus iras fuera M ateo Vázquez, y el principal objeto de su regreso ú la corto perder á Mateo Vázquez en la voluntad del R ey, concurrió á perder á este valid o eon el m ism o em peño con que concurrió á salvar al valido contrario, al im previsor A n ­ tonio P érez, m etido y a en harina de disentim ientos con su colega, por el m aquiavelism o natural de F elipe IL, mantene­ dor de discordias perpetuas en las alturas d e s ú s Reales con­ sejos. Ilab ia mandado el vencedor de Lepanto un secretario suyo, apellidado Escobedo, á M ad rid , para que le valiese de varios modos en el ánimo de su hermano Felipe I I , y le granjease cualquier m artingala de las (pie pedía el bastardo de Carlos V , en sus a távicas am biciones. El Escobedo tuvo relaciones amistosas con S ilv a , y dándole muchas veces la em bajada del p rin cip e, frecu en tab a el palacio de la viuda. E n esta frecuentación descubrió los amores de A ntonio Pérez con la Princesa y resolvió com unicarlos ul Rey. Los amena­ zados de tan peligrosa delación convencieron á Felipe I I de que conspiraba el delator contra su trono y en fa v o r de su imperio pura I). Ju an , y le persuadieron á m atarle por la espalda á traición, después de haberse propuesto un envene­ namiento. frustrado por insania y torpeza de los torpes e je ­ cutores. Poco tiempo después Felipe II fué industriado en lo hecho, y prendió un Ju eves Suato por la noche á los dos cri- 22 S eptiembre 1893 LA ILU STRA CIÓ N ESPAÑOLA Y A M ERICAN A N.° XXXV — 171 heroico de la H istoria U n iv e rsa l, el período de la guerra todavía no autorizado y defenderse do unos escalos y salteos de nuestra independencia, y se mostró tan audaz en la con­ que hubieran escandalizado á todas las Españas. Pero, en quista de la libertad como tem plada en su conservación, cam bio de lo m ucho que le recataron la n ovia, le abrieron bien puede gloriarse de su historia y mantener, en las por­ de par en par todas las puertas. L os Consejos de la Corona fía s y com petencias entre los pueblos, su derecho á que la en cuerpo acudieron, presididos por toda su corte. L o s re­ consideren todos com o un ornamento de la tierra y como gidores acudieron llevando un palio de tisú , por varas arIII. una honra de la Hum anidad. genteas sostenido, que regalaron al Duque. Entró en Madrid el adverso como si hubiera sido la custodia, según lo acom ­ N ingún episo lio, en la H istoria nuestra, tan curioso como E m il io C a s t e i .ak . pañado y puesto sobre peana. El acom pañam iento estaba la visita del rey Carlos Estuardo ¡í .Madri 1, llegado con si­ en el A lcázar cuando aún de San Jerónim o no se bahía el gilo y secreto desde Inglaterra, en busca de la hermana del P rin cip e m ovido. Pusiéronse barreras en las calles para R ey, la infan ta H.:i M aría, para «le amores requerirla y por ENTRE CUATRO PA RED ES. que no pasasen los co ch es; adornáronse con tapices de esposa tornarla. M ediaba la noche del 17 «te M arzo «le 1(523, A rras los balcones á todo lo largo de la C arrera, de la y la E m bajada de In glaterra, sita en la calle de A lc a lá , en ­ i. P uerta del S ol, de la calle M ayor; vistiéronse de arreos tregábase al reposo habitual en brazos del reparador sueño m ulticolores, así las dam as como los g ala n es, y llenaron diario. N ada s s o ía, fu e ra de los p iso s de algún raro v ia n ­ todos los huecos exteriores de las casas: en cada esquina . i Tr - erminai 'O el alm uerzo, y m ientras la gente dante m archando en aventura ó extravio, y del rumor p ro ­ form al conversaba sosegadam ente en el co­ un coro ; en cada plazoleta un dram a ó auto al aire libre ducido por alguna ronda, com o diría Q uevedo á la sazón, m ed o r, M aría y C arlos bajaron a l jardín con sobre teatros de quita y pon m aravillosísim os; en los sem ­ alguacilada. Sonó la qued a; rezáronse las ánim as ; y era na­ honores de parque, que ocupaba porción con ­ illantes el regocijo universal, y en los aires el aroma de tural que cada m ochuelo estuviera en su olivo, no sólo, se­ siderable de terreno á espaldas d el v ie jo ca­ innum erables ram illetes y el acento de acordadas caden­ gún costum bre seguida de antiguo y reinante de suyo en serón. A u n q u e la tarde era bochornosa, lo espeso de cias. Cuando llegó á su alojam iento del A lc á z a r, la Reina aquellas g sn te s , según el tiem po de C uaresm a corriente, áSIC ~ ^ ns árboles y la hum edad del a ire , refrescado por le presentó las m udas interiores d e todos los d ía s, llam a­ ajeno á las regocijadísim as veladas connaturales con el viv ir el continuo correr «le la fu e n te , difun dían por el ja rdas levantares, en co frecillo s de ám bar cerrados con ce­ de cortesanos y eiub ajolores. A s í, un asombro extraordina­ :($ din prim averal tem peratura. E n los balcones «le la rradoras de oro. M onterrey le dió una com ida de trescien­ rio, prom ovido por el inesperado repique de los aldabones, casa, grandes cortin as, listadas de arriba abajo, se tos p lato s, y regaló á su favo rito un cántaro de cristal se difundió en todo el palacio, poniendo sobre un pie á sus m ovían perezosam ente á im pulsos de ligero vienteeillo. con p ie , boca y asa de brillantísim os esmaltes. Corrieron F u e r a , bis casas blancas y a leg res del pueblo parecían dor­ habitantes, connaturalizados con la uniform idad y la mono­ m ir m edio ocultas entre los árb o les de sus huertos. sortijas. Marcharon á m onterías que fueron verdaderas ba­ tonía de su regalona existencia diplom ática. No seria mu­ Los dos jó v e n e s se habían sentado cerca «le ln fuen te, tallas. L a s Ordenes m onásticas residentes en M adrid, que cho, p u e s , que se hicieran dentro los remolones y tomaran en un banco de p iedra á que daban som bra altas matas «le com ponían un e jé rc ito , salieron todas en procesión y se el caso con calm a, m ientras fu e ra , im pacientes, los recién jazm in es. A p en a s contaba M aría q uince años, y hallábase disciplinaron en las calles adrede para su recreo. H ubo llegados re lohlabau sus golpes con estrépito. Preguntados á en ese m omento «le la vida «le la m u jer sem ejante ó aquel m ascaradas fu era de sazón , en que salieron ú correrla, en­ en que e l cap u llo em pieza á convertirse en rosa. E ra no tales requerim ientos quiénes eran, por qué llamaban y cuál m uy a lt a , pero «le talle esb elto y deliciosos contornos ; las m ascarados, Principe y M onarca. Pudo llevarse los bri­ cosa pedian en aquellas deshoras, con un poco de burla y fac c io n e s, sin ser correctas, estaban im pregnadas de tal llantes á verdaderos alm udes y á cahíces las perlas. La chacota respondieron los requeridos en buen in g lés, tinto a le g r ía , form aban conjunto tan hechicero, y de ellas se Corte le cedió una colosal fu en te de plata m aciza para ornato con dejo de la tribu escocesa, ser caballeros británicos y d esp ren d ía , com o de todo el cuerpo de la jo v e n , tal p er­ aguardar al raso la cordial recepción prestable por la E m ba­ de sus jardines. El Conde-Duque le donó un cuadro de T¡fu m e de salud y de g r a c ia , «pie era im posible mirarla sin eiano y otro de Correggio. Entre las ínulas y los caballos jada y el Em bajador á todos los m agnates del Reino, rep re­ sentir la atracción poderosa «le aquella espléndida y sana ju v e n tu d . recogidos pudo componer escuadrones. L as corridas de toros sentado por ellos en M adrid. Contestaron á los de afuera y El acababa de cum plir d ie z y seis años: era desgarbado Reales excedieron á cuanto se bahía visto hasta entonces. La abajo los de adentro y arriba con una intim ación a entrar y y Hacuch«): ten ía p álido el sem b lan te, tristes y fatig ad o s corte y los cortesanos ocuparon la Panadería «le nuestra sub ir franqueándoles la entrada y subida: mas ellos respon­ los o jo s, y en sus m iradas y m ovim ientos reflejábase no sé recién construida P laza M ayor, bajo dosel de terciopelo inidieron estar perniquebrados y tener necesidad de recogim iento «pié expresión huraña y desconfiada. lan és, junto con raso florentino y tras telas de áureo tisú: y auxilio elícacisim os. D escendieron, p u es, y llegaron hasta V estía ella vaporoso tra je claro, que d ejab a descubiertos los brazos redondos y suaves y parte de la gargan ta prim o­ los consejeros «le Castilla ornaron sus palcos de azul celeste, la puerta todas las personas com ponentes de la E m bajada,con rosam ente torneada: la fa ld a no alcanzaba á tapar los pies de rojo los de A rag ó n , de tapicerías con figuras navales los el E m b a ja d o ra la cab eza, quienes mirando, al resplandor de dim inutos y deliciosam ente form ados. C arlos llevab a un de A m érica, de guirnaldas los obispos y la Santa Inquii-ihachas que acababan entonces de encender, las caras de los traje cenicien to, <|ue más bien parecía vestid o de hospi­ ció n , de banderas y gallardetes y lazos m ulticolores todos im portunos, casi retrocedieron espantados al cerciorarse de ciano que u n iform e de. co leg ial. E n ella todo era alegría, los dem ás: la Reina y las Infantas ceñían trajes obscuros que se hallaban en presencia de dos tan excelsos personajes v id a , salud ; en él notábase esa triste precocidad que es para el realce m ayor de sus brillantes; el Cardenal llevaba tamio la v e je z de la in fan cia. Se ad vertía entre los dos ado­ com o el Du jue de B uek in gb am y el heredero de la corona lescentes la m ism a d iferen cia que existe entre dos plantas, su capelo puesto; el R ey, de color castaña iba; el Príncipe, británica. No podían guardar en su palacio, ni una noche rica una de s a v ia , rebosante de hojas y de llores que el sol todo em penachado de blancas plum as; y cuando y a estaban siq u iera, pájaros tan grandes, sin ponerlo en conocimiento y el aire libre han fortalecido y vigorizad o, y am arilla y todos colocados, el D uque de Cea salió, seguido do cincuenta del ministro Conde-D uque de O livares, quien , despertado, aném ica la o tra , nacida y encerrada en obscuro rincón de pajes con vestiduras alem anas y acom pañado de dos toreros despertó al R ey, notificándole con extrañeza tal suceso, y el patio conventual. fam osos; el Duque de M aqueda, escoltado por un batallón de — Pasado m añana á estas horas— d ecía la niña— estare­ R ey y el privado tuvieron que decidir se alojase á los huéspe­ m os papá y y o en Santander. ¿Tú no lias v isto nunca el señores y circuido por una turba de pajes que llevaban, ceñi­ des en palacios dignos de su alcurnia. Com o en una corte mar? ¡O h ! es herm osísim o : unas veces hum ilde y q u eju m ­ dos con cintas de p lata, grandes arpones; el M arqués de tan bien provista de sitios tales com o nuestra c o r te , no po­ broso, otras tan fiero «jue parece «¡ue se va á tragar la tie­ Velada, con arm aduras nieladas y em butidas de oro en todo día faltar uno bueno y convenientem ente apercibido, alojá­ rra...... De a llá , de m uy lejo s, qué sé y o «le d ón de, vienen su acom pañam iento, m uy num eroso; el Conde do Yillam ar, ronlos en San Jerónim o, poniendo á su disposición toda la las olus persiguiéndose, apresurándose por lle g a r á la o ri­ presidiendo una corte tan em plum ada, que parecían sus v a ­ parte del convento palacio, alhajada por m agnifica manera lla ......¡ y todo p ara m orir en e lla !........ Y o me paso las horas m uertas un la playa. Tam bién me g u sta trepar á las rocas, sallos indios por los abigarrados plum ajes; B onifaz, rejonero, con el objeto y fin de albergar á los reyes en el preparativo parecidas á esponjas g ra n d e s, m uy grand es y m uy duras. con seis dom ésticos cubiertos de púrpura, y G av in a, rejo­ y apercibim iento de las solem nes y públicas llegad as á M a­ A lg u n o s días nos em barcam os. ¡E s tan divertido em bar­ nero tam bién, con cotas aceradas; y todos los com batientes drid. Y a no hubo, desde aquel m om ento, ni m edida en los carse! Parece entonces el m ar el pecho «le un g ig a n te que se portaron de tal manera y esgrim ieron los rejones con obsequios, ni tasa en los gastos. E spaña quiso m erecer el respira m u y hondo y m uy fuerte. tanto arte, que las pieles de los toros parecían crib as, el r e ­ renombre que le daban «leí pueblo por excelen cia hospitala­ E l m uchacho, oyendo á M aría, ponía una cara que daba dondel cam po de amapolas y espigas apedreado, según el pena. ¡E l m ar! S í, lo había visto. E ra la tinta azulada «pie rio entre todos los pueblos. Mientras se apercibían las cosas form aba el fondo de los mapas de Ja clase «le G eografía. número y amontonamiento de los despojos; la corrida una para un ingreso procesional de los huéspedes en Madrid con Las rocas, la lib erta d , las excursion es por la p la y a , el cielo guerra, por los m uchos m altrechos y heridos en las personas, los ritos y aparatos tradicionales, el Monarca de Castilla y a z u l, el aire puro...... Todo aquello no se había hecho para así com o por las m uchas reses m uertas y corceles destripa­ el Principe de («ales luciéronse los encontradizos por las él. Pasaría el verano com o el an terior, como el otro, com o dos entre los alaridos de las m uchedum bres esparcidas por afueras y pasearon dos horas eu co ch e, departiendo do sus el ven id ero, entre las cuatro paredes del c o le g io , tétrico azoteas y tejados, ebrias, no á los vapores del vino, sino ú los edificio que se veía allá, ú lo le jo s , com o v ig ilá n d o le con sendos asuntos y echan lo planes para concertarlos. A u n es­ los cien ojos d e sus ventanas. Sus com pañeros, después de vapores de la sangre y al estruendo de aquel com unicado taban frescas las páginas consagradas por C ervantes á poner los exám enes, se habían m archado y a cada cual á su casa entre todos y colectivo placer. Pero, con tantas fiestas y re­ de relieve la contradicción entre los andares caballerescos de con sus p ad res; pero él no tenía p ad res, no ten ia tampoco g alo s, el Principo no se llevó á la Infanta, y tras seis meses los aventureros sin ventura, y las exigen cias de aquella c iv i­ m ás casa que el colegio. ile negociaciones inútiles, se partió sin casarse. Y sin em ­ lización entrada en las regularidades propias de su m adurez — Tú no sabes lo que es el colegio— d ijo Caídos con ex­ bargo, para su em barque, Santander le regaló dos mil g a lli­ y p len itud, cuando aun podía todo un Príncipe do Gales, presión ren corosa:— aquello parece una cárcel. Y habló de los largos y obscuros corred ores, siem pre v i­ nas, tres mil pollos, «los mil pares de pichones, cien borre­ metido en las com plicaciones europeas, agravadas por las gilados por fám ulos vestidos de n egro; del ja r d ín , á donde g o s , veinte v a c a s, cien toneles de vino, cincuenta tarros de cóleras religiosas, abandonar á hurtadillas la propia corto nunca llegab a el s o l: de los hondos p a tio s, húmedos y ver­ confitura, quinientos capones, mil panes de harina candeal donde todos le m iraban al blanco del ojo, y desbarbando á dosos ; de los recios m u ro s; de las dobles rejas : «le las cla ­ recién sacados «leí horno. T al fu é la visita del Principe «le su compañero el Duque «1c su barba propia para disfrazarlo ses grandes y f r í a s : d e la v id a m onótona y m inuciosam ente Gales. Mas no acabáram os nunca si hubiéram os «le recordar con una barba p ostiza, y poniéndose un parche y emplaste reglam en tada á que estaba su jeto como el esclavo al poste. M aría se quedó un m om ento seria. las escenas históricas pasadas en M adrid. L a villa ilustre que él m ism o á la cara, ver la com ida solemne del R ey de F ran­ — ¡D ios m ío!— d ijo — ¡qu é triste e s todo eso! ha regido en el espacio dos mundos y abrazado con las órde­ cia en su L o u v re , así como un baile de trajes en Palacio, y D espués se eclió á reir. nes em anadas de su seno dos hem isferios; la que ha visto venirse desde París hasta Madrid á caballo sin que nadie la — No hablem os m ás do esas cosas, «pie dan pena. inventar á L o p e , r e ir á Quevedo. pintar á V elázq u ez, com ­ venida notase, al extrem o inverosím il de sorprender á una Y , lig era como un p ajarillo, echó á correr detrás de una poner á C alderón, morir á C erv u n tes; la que lia levan­ diplom acia tan bien inform ada de todo como la inglesa y á m ariposa, que logró al fin escapar salvand o trabajosam ente tado en sus encrucijadas aquellos teatros nómadas donde la tapia. un m inistro tan chism oso com o el Conde-Duque de O liva­ L a tarde se deslizaba tranquila : el vien to , cad a vez m ás aparecían personificados y viv o s los más altos principios res. Pero asi andaba el mundo. Y C arlos, destinado á tan fresco y ju g u e tó n , colum piaba las d o res, m ecía blanda­ teológicos envueltos en las doradas nubes de una m etafísica trá g ic a suerte com o el m orir descabezado por el hacha de un m ente las hojas «le los árb oles y agitab a alegrem ente las y de una poesía incomparables; la que ha legado al mundo verdu go sobre las tablas de un caduLo: atraído por el metal cortinas de los balcones. P o r encim a del ja rd ín voluba pensamientos tan altos com o los de Graeión y obras tan de su corona el rayo sobre su fre n te , se divierte abota, en piando un enjam bre «le golondrinas. perfectas com o La Vida es sueña y E l Mágico prodigioso; tal sazón, en térm inos de verlo todo menos su prometida; Cuando, cansados de co rrer, cdla con las m ejillas com o la grana y él radiante de gozo, tanto m ayor cuanto jam ás sen­ la que ha com petido por su filosofía y por su gobierno en el y com o supiese que se paseaba ésta en los cercados parques tido, subían cogid os de la m ano la escalinata de la casa, siglo últim o con los prim eros focos de civilización y cultura; del A lcázar, salta, como cualquier m ozalbete de vihuela y C arlos se detuvo, y oprim iendo entre las suyas la mano de la que después de haberse divertido m ucho en tiem pos de serenata, las tapias, corre á la fu en te donde su prometida M aría, le «lijo con vo z m ás «le hom bre que de niño : los chulos y m anólas, recreándose con las fiestas conscrvase desopilaba con las tom as do acero diluido en las frescas — ¿T e acordarás «le mi? «las eu los cartones de G o y a y con las figuras redivivas en a gu a s, y tiene la cuitada 'pie hurtar el cuerpo regio á talos — ¡V a y a una pregu nta!......¡ P ues y a lo creo «pie m e acor­ daré ! los sainetes de D. Ram ón de la C ru z, abrió el periodo más hom enajes, com o si la robaran, y así divertirse de un amor m ín ales, em paredándoles casi en una prisión, de la cual se h uyó é l, asilándose con fortuna en A ragón lib re, con cuyas libertades «lió en tierra, y muriendo ella en la desesperación m ás horrorosa v en el más triste abandono. B E L L A S L A CUADRO P O E S I A DE D. A Tî T K 8 D E L V IC E N T E M A H . P A L A IA R O L I. i Fotografia del Sucesor de Laurent.) « I M E r) 1 T A C I Ó N . CUADRO DE D. V IC E N T E PALM AROLI (Fotografía del Sucesor de Laurent.) 174 — N.° XXXV LA ILU STRA CIÓ N — E s que y o no te olvidaré ni un instante. M aría soltó una carcajada. — ¿Sabes lo que digo? Parecem os novios. — ¿Quieres tú que lo seamos?— preguntó Carlos con acento suplicante. — P o r m i......com o tú quieras. XI. A qu ella n o ch e, cuando Carlos oyó cerrar tras de sí la puerta del co leg io , experim entó algo de lo que debe sentir el preso cuando se corren á su espalda los cerrojos del ú lti­ mo rastrillo de su prisión. El interior del edificio era aún m ás tétrico que su exterior. En el patio, enlosado con g u in ­ des pizarras pare- idas á lápidas de sep ultura, reinaba si­ len cio com pleto. U na escalera m onum ental, flanqueada de artística balaustrada, ponía en com unicación la plañía baja con el piso superior. A llí, á uno v otro lado de largos pasi­ llos, estaban los cuartos de los co legiales. De trecho en tre­ cho, una lám para más entristecía que alumbraba las blan­ queadas paredes -le los solitarios corredores. E n todo el colegio parecía flotar una paz triste , paz de cem enterio. Com o el curso había term inado y a y acabadosc los exám en es, quedaba sólo escasísim o número de co leg ia ­ le s, y los pocos -pie quedaban bacía largo rato que se ha­ bían retirado á sus celdas. Carlos cruzó el palio, subió la ancha escalera, recorrió algunos pasillos, y después de saludar al D irecto r, Un c lé ­ rigo alto y pálido como un cirio, entró en su cuarto, por cu ya re ja , a lta y estrecha com o las de las cárceles, pene­ traba un rayo de luna. N unca le había parecido ni pobre adolescente tan triste aquel dorm itorio, con su cam a vestid a de blanco, sus dos sillas de p a ja , su mesa con algun os lib ro s, y el crucifijo, que con los brazos extend id os p rotegía la cabecera del lecho. A ce rcó una silla á la ventana y encaram óse hasta la reja. E l pueblo, bañado por la claridad de la lun a, se extend ía allá abajo, interrum pido y rodeado por gran d es masas de árboles. Dejos se destacaba la casa de M aría: los puntiagu­ dos cipreses del jard ín aparecían inm óviles en m edio de la augusta serenidad de aquella noche de estío; más allá se extendía la cam piña, y lim itando el horizonte distinguíanse confusam ente las crestas azuladas de los m ontes lejanos. E n m edio de la tristeza y de la soledad q u e le llenaban el co razó n , sentía Carlos un placer in e fa b le , algo asi como esas sonrisas que suelen brillar á veces bajo las lágrim as. El recuerdo de la tarde última estaba lijo en la memoria del jo ven . M ás de cien veces intentó reconstruir, palabra por palabra ó incidente por in cid en te, todos los porm enores de aquellas horas fe lic e s, para saborearlos con infinito d eleite; pero la m ism a intensidad de la impresión le im pedía repro­ ducirlos por com pleto. La gran lu z que llenaba su espíritu le deslum braba. ¿Qué era aquello que con tanta fuerza se le había entrado en e l alma? ¡O h ! ¡si hubiera podido ir con M aría a llá lejos á las orillas del mar inm enso!...... ¿Qué g o zo habría com parable con el d e correr al lado de ella por lo s cam pos, tre p a rá las rocas «como esponjas de piedra», y ver juntos cómo las olas corrían apresuradas hacia la p laya para deshacerse y morir? L e causaba placer y dolor á un tiem po pensar en tales cosas. María partiría á la mañana sig u ien te, y él quedaría a llí, en aquel cuartucho h o rrib le, en aquel caserón sombrío, sin otra com pañía que la de fám u los y c o leg ia les, sin m ás sem blante am igo que e l fr ío y austero sem blante de los profesores. Dando vu e lta á estos pensam ientos pasó gran parte de la noche. D espués se acostó y so quedó dorm ido. Un silbido largo y quejum broso como un lamento le hizo despertar sobresaltado: se levantó, v corrió á la ventana. El tren de las seis, el tren en que iban María y su p a d re, cruzaba m a­ jestuosam ente los campos. B ien pronto desapareció tras los pliegues del terreno, pero durante algunos minutos pudo conocerse su m archa por las nu beeillas cenicientas con que la locom otora iba sem brando el puro y fresco am biente de la mañana. III. A Cavíos aquel año le pareció un siglo. Su carácter, siem pre reservad o y tacitu rno, se h izo toda­ v ía menos com u nicativo que de costum bre. Los Padres es­ taban encantados, y m ás que todos el I’. Barrientes, el se­ vero director del co legio . Se citaba a l jo v e n com o m odelo que debían se gu ir los Otros c o le g ia le s, com o la obra m aes­ tra de aquella pedagogía ta c'tu in a para la que era una fa lta la alegría y un delito las explosiones ruidosas de la adolescencia. A l verle pasear solo y cab izb ajo por los claus­ tro s, ó sentado á la som bra de los cipreses del ja r d ín , ab­ sorto en la contem plación de a lg o q u e sin duda Ilutaba d e ­ lante d e s ú s o jo s, e l P. B arrientes creía ver en el joven una copia fiel de San Ju an de la C ruz. «D ecididam ente, este m uchacho v a para san to » , solía d ecir para sus adentros el bueno del clérigo. No, no era el am or divin o e l fu e g o que inflam aba aquella alm a de niño: era la im agen de María, seductora, sonriente, llen a de gracia. H a b ía , s i , en su pasión alg o de m isticis­ m o, deseo v a g o , indefinido, de anegarse en el ser am ado. A haber sabido expresar sus sentim ientos con la sublim e elocuencia d el inspirado carm elita, C arlos hubiera también e x c la m a d o : Mi am ada las m o n tañ as, Los valles solitarios nemorosos, Las ínsulas ex tra ñ a s, Los ríos sonorosos. El silbo de los aires amorosos. Porque M aría era todo paro él: la lib e rta d , la a le g r ía , la v id a , el am or, no sólo el que se p ierd e en aspiraciones ne­ bulosas, sino el que es fu en te y le y eterna de la vida. A la lu z de su pensam iento, siem pre el m ism o, llegó á penetrar el sentido sensual de que están im pregnados los versos clásicos. N ingún otro discípulo interpretaba com o él ESPAÑOLA Y 22 S eptiembre 1893 A M ERICAN A las estrofas en que el cíclop e de T eócrito pondera los en­ cantos de G a la ic a , la n in fa herm osa, de seno turgente como la ura venir; los versos afem inados de T i b u lo , las ap asio ­ nadas (¡nejas do D ido y las su gestivas odas de Horacio. Las n in fas que al levantarse la Luna hieren con pie desnudo, al com pás de la llanta de P an, el césped de los valles, tenían el sem blante de María. Las musas y las diosas, las liamadriades y n in fa s, las ondinas y nereidas, todo el mundo clásico que p alp ita en los v iejo s libros d t los poetas a n ti­ g u o s, copiaba los encantos de la hermosa adolescente. Pasó un a ñ o , una eternidad m ás bien. U na hermosa ma­ ñana del m es de Junio supo Carlos q u e I». Fernando y M aría liabiun llegad o de M adrid: le invitaban á pasar el día con ellos. Iba á verla, á oir su voz, á contarle todos los secretos de su alm a. A l poner la mano en el llam ador de la puerta de la casa, latióle el corazón con ta l fu e r z a , que oia sus latidos. E l jard ín estaba idéntico que la tarde cu yo recuerdo te ­ nía el jo ven grabado en su m em oria: las m ism as húm edas espesuras, los mismos árboles frondosos, el mism o rum or monótono de la fu en te y de las hojas. Cómo una diosa -pie descendiese de su a lta r, María bajé» las gradas do piedra de la escalinata, y cariñosa y sonriente estrechó la mano de Carlos. ¡Olí Dios! ¡Qué hermosa estaba! Durante su ausencia se luibia transfigurado: la niña había buido, pero -p ied ab i la m ujer en todo el v ig o r de la ju ven tu d . C arlos la m iraba extasiudo; sentía deseo de caer de rodillas y con las manos juntas ante aquella belleza deslum bradora. A le g r e y gen til, cogióse del bruzo del colegial, y con voz (pie á él le pareció vo z d el c ie lo , le d ijo : — ¡Cuánto tiem po sin vernos! ¿v erd ad ? ¿T e habrás acor­ dado m ucho de mi? El m uchacho no acertaba á pronunciar una palabra. A l cabo habló con voz terubli rosa. N i un solo momento había dejado de pensar en ella. Aquel día le había dado e l cora­ zón que le ib a á suceder alg o m uy bueno. — Y y a lo v e s — añadió;— no me había engañado. E l alm uerzo fu á delicioso. Los tres solos: D . Fernando, María y Carlos. María ch alló m ucho: contó mil episodios de sus v ia je s , rió á carcajadas, y cuando después del a l­ m uerzo los ilos jó ven es bajaron al jard ín y se sentaron en e l banco cercano á la fu e n te , M uría, cam biando repentina­ m ente de conversación , dijo: — ¿No sabes? Me caso. Carlos recib ió la puñalada cu el corazón. — ¡Te cusas! — Verás. Y le contó la historia de sus amores. — Esta tarde le conocerás; ven drá aquí en e l tren de las cuatro. E s m ilitar......H e tenido m uy buen gusto. Tam poco él lo lia tenido del todo m a l", ¿verdad? Papá no lia querido q u e nos casem os hasta e l año que vien e...... D ice que soy m u y jo v e n — ¡M uy jo v e n , y tengo y a d iez y seis años!...... T e convidaré á la boda, porque nos casarem os aquí. — -¡Te casas!— volvió á d ecir C arlos en e l colm o del e s­ tupor. — -¡Te casas!— dijo ella burlándose.— Y a y a un tono con que lo dices. — Y o creía ......com o eres tan niña....... H ablaba per hablar, sin saber 1" que decía. L e ahogaban las ganas de llo rar, de llam arla ingrata. ¡Qué pena tan grande v iv ir después de haber oído tan terrib le noticia! E n aquel m om ento se abrió la puerta de la v e r ja , y un jo v e n herm oso, de arrogante y distinguido ta lle , vestid o con el uniform e de artillería, entró en el jard ín . María se levantó de un salto y corrió hacia el recién venido. D espu és, dirigiéndose am bos al banco donde se había quedado el colegial inm óvil como una estatua, dijo M aría: — C arlo s, de quien te lie hablado. — ¡A h , s i!— contestó e l m ilita r, saludando con cierto desdén. Y ni él ni María volvieron á pensar m ás en Carlos. Im posible le parecía á éste que se pudiera s u frir tanto como él su fría . ¡Sus ilusiones, acariciadas durante un año en tero, nutridas con toda la savia do su pensam iento y con toda la fu e rza de su im agin ación , hechas pedazos y.esp arci­ das al vien to ! ¿ Y cómo no había de p referir M aría ú aquel jo ven de belleza varonil tan superior á é l, desgarbadotc, tím id o, insignificante?...... N i siquiera sentía cólera. E n tanto, los dos enam orados, en e l suprem o egoísm o do su am or, paseaban olvid ad os de todo lo que no era ellos mismos. ¡E llo s soles en m edio del U niverso infinito! A n d a­ ban lentam ente; él hablándolo poco menos que al oíd o; ella, con los ojos fijos en la flor q u e sus m anos acariciaban, oia absorta las palabras de su novio. Cuando D . Fernando bajó al jard ín y preguntó por Cur­ ios, M aría, dirigien d o una m irada al rincón de la fu e n te , exclam ó: — ¡C a lla ! ¡pues se lia m archado!......E s tan tím id o ........ Y’ lu e g o , volviéndose hacia su n o v io , continuó la inte­ rrum pida charla. IV . Cuando C arlos entró en su cu arto, dejóse caer sobre la cam a y llo r ó , sofocando sus sollozos contra la alm ohada. Sentía un desgarram iento interior. E n la árida tierra de su corazón h ab ía nacido una sola p lan ta, nutrida con todo el ju g o de su alm a: acababan de arrancársela, y allí en lo m ás hondo de su a lm a, las raíces destrozadas manaban sangre. L a vid a sin las pasa las ilusiones le parecía insoportable. ¡Qué odioso aquel convento, m ás q u e c o le g io , con sus m u­ ros espesos com o los de las fo rta leza s, con sus rejas como las de las cá rce le s, con sus corredores lú g u b res, con sus patios obscuros!...... Posarían los días y los años, y él a llí D ios sabia hasta cu á n d o , sin a fecto s, sin amores, sin nadie que le q u isiese, sin poder i r , com o sus com pañeros, allá tras de aquellos m ontes hacia los cuales veia todas las ma­ ñanas pasar los trenes sem brando el cielo con bocanadas do humo. L u ego se com paraba con e l otro, con el a fo rtu ­ n a d o , y cada vez se veía m ás ruin y menos d ig n o de que M aría le am ase. ¡P o r «pié había soñado tanto! ¡P o r qué la había conocido! Así transcurrió la noch e. Cuando el res­ plandor del nuevo día penetraba por la ven tan a, dirigióse á ella y respiró con ansia el a ire perfum ado q u e ven ía de los cam pos. A llá le jo s , los gran d es árb oles llenos de hojas y de pájaros parecían saludar al sol que se levantaba, m ien­ tras que del lado de acá de los m uros del jardín del co leg io , algunas plantas am arillentas y aném icas se agarraban de­ sesperadam ente á las paredes como si quisieran escalarlas en busca de lu z y de aire. V. Pasó otro año. Hasta al m ism o P. Barrientes le m aravi­ llaba la tristeza de sil discípulo. E ra y a dem asiado; ib a á enferm ar si no procuraba sacudir aquella negra m elancolía. Pasaba horas enteras en lo m ás apartado del ja r d ín , inm ó­ v i l , contem plando absorto a lg o que sólo estaba en su fa n ­ tasía. Guando le v e ía el P. B arrientes so lia exclam ar; « ¡E s que está en éxtasis!» Una m añana llam ó á su despacho al c o le g ia l: — ¿(..»uieres ir — lo d ijo alegrem en te, com o el hombre que está seguro de que va á dar una buena noticia— á una boda? E so te distraerá. Carlos palideció intensam ente; y a sabia do qué boda se le hablaba. D om inándose, contestó con vi z entera: — ¡Ir é ! A l caer de la tarde salió del c o le g io : pero en v e z de di­ rigirse á la casa de I >. Fernando, salió del pueblo, y tom ó al través de los cam pos hacia una solitaria alam eda. A llí te n ­ dido en la hierba estuvo largo rato. Y a m uy entrada la noch e, se puso de pie y com enzó á desandar el cam ino an­ tes recorrido. A l cabo de un cuarto de hora d e m archa, lle g ó al jardín de M aría, escaló la tapia y saltó dentro: des­ pués se agazapó en el rincón m ás obscuro. Las rejas del com edor estaban ilum inadas, se oia m urm ullos de voces y de risas, y se veia ir y ven ir las som bras de los con vi Judos. A l fin el ruido fu é cesando. En uno de los salones del pisoprincipal brilló una luz. Las m aderas rechinaron y apareció lina m ujer vestida de blanco, y al lado de ella un hombre que la sujetaba suavem ente por el talle. Las dos figuras se destacaban esbeltas sobre el fon d o de luz lim itado por el marco del balcón. E l jard ín despedía un arom a tib io, y m i­ ríadas de estrellas brillaban en el azul obscuro del cielo. La naturaleza entera cantaba á su modo el epitalam io de aque­ lla boda. La enam orada pareja perm aneció algunos minutos, en el balcón. Carlos oía el m urm ullo do sus palabras y el ruido de sus besos. D espués el cuadro se desvaneció, e x tin ­ guióse la luz, y la casa quedó en vuelta en e l sagrado m is­ terio de la noche. Cuando á la mañana sigu ien te entró C arlos en el c o le g io , el fám u lo que hacia la lim p ieza le miró con asom bro, dicién dolc: — ¿Qué le pasa á usted? ¿Se siente m alo? E stá usted m u y pálido. — N o , esto y bien — respondió Carlos. — ¿Q uiere usted q u e a v is e a l P. B arrientos? —- Ñ o , no es m enester. — M ala cara tiene— dijo para si el cria d o ;— no es extra­ ño. En las bodas sólo s i d ivierten los novios...... V I. Los m édicos, que en aqu el m omento term inaban su con­ sulta en el cuarto del D irecto r, estaban conform es en el diagnóstico de la en ferm ed ad . E l pobre m uchacho se mo­ ría de una m eningitis. D espués del estado de excitación en iiue entonces se en con trab a, ven d ría e l d elirio , lu eg o los g rito s agu dos que, una v e z o íd o s , jam ás se o lv id a n , y des­ pués el coma, el sueño terrible cu yo despertar es m orir. La enferm edad sigu ió paso á paso el cam ino señalado pol­ los m édicos. D urante largas noches de terrible desasosiego, el jo ven se r e v o lv ía en su le ch o , lanzando de cuando en cuando alaridos terrib les, alaridos de fiera herida. A vecessalía de sus labios la palabra ¡M a ría!......y ju n tab a las m a­ nos en actitud de súplica desesperada. El P. Barrientos se acercaba entonces a l lecho d el en­ ferm o y le d ecía con acento cariñoso, acariciándole las ju n tad as m anos: — S i, hijo ralo; piensa en M aría, que e lla te abrirá las puertas d el cielo. Com o los m édicos habían p re v isto , a l cabo de algunos días cesó lu intranquilidad, cesaron los gritos. Tendido en su lech o , sonrosado el rostro y con suave respiración, inte­ rrum pida de cuando en cuando por profundos suspiros, parecía dorm ir tranquilam ente. A q u e l sueño era el coma anunciado: aquella v id a se e x tin g u ía com o luz de lámpara encerrada bajo la cam pana de la m áquina p neu m át ea. La agon ía com enzó t i despuntar la aurora. E ra triste el cuadro que presentaba la celd a : la lu z do la m añana lu­ chaba débilm ente con las llam as tem blorosas de los cirios q u e alum braban la im agen de la V irgen María, Colocada en la m esa convertida en altar. E l m oribun do, p álido com o la cera, lanzaba un tenue ronquido, cad a vez m ás prolongado. En pie, al lado do la cam a, el P . Barrientos recitaba en alta vo z la recom endación del alm a. C erca de la ventana dos sacerdotes hablaban en vo z b a ja , rindiendo culto, sin darse cuen ta de e llo , al respeto que siem pre inspira e l tremendo m isterio de la m uerte. F u é larg a la agonía. Y a era bien entrada la mañana cuando el enferm o abrió los ojos con espan to, m ovió los labios, pronunció q u izá s un nom bre, y se quedó in m ó vil...... E n ta n to , el c ie lo y la tierra parecían entonar un himno á la v id a , y allá lejos los grandes árboles, llenos de hojas y de pájaros, saludaban gozosos al sol q u e brillaba en el azul inm enso, m ientras que del lado de acá de los m uros del jard ín del c o le g io , algun as plantas am arillentas y aném i­ cas se agarraban desesperadam ente á las paredes com o si quisieran escalarlas en busca de lu z y de aire. Zed a . 22 S eptiembre 1893 LA ILU STRA CIO N ESPAÑOLA I. - y viTtE las m aravillas V las jo ya s qué guardan l l 'T / k ' aún nuestras C ated rales, ¡as ig le sia s, las Cor) 'IL-n puniciones eclesiásticas y las c iv ile s , y a lg n nos particulares, y d e las que da gallarda Í-S2 . m u é stra la Exposición II ¡Mi-Ico- Europea, — no son. sin duda algu n a, las menos m erecedoras ilc atención y de estudio por parte do los cntend idos, aquellas q u e , como ropreseutaoión del desarrollo conseguido por el arto m uslím ico en nues­ tra España, figuran en el grandioso certam en retros­ pectivo celebrado en Madrid con ocasión d e l cuarto •Centenario del descubrim iento de A m érica , y cu ya impor­ tancia con tanta ju sticia lia excitado y excita el interés de propios y de extraños, haciendo dep lorar, por lo que subsisto, lo m ucho que lia desaparecido en oj procoso de los tiem pos. Intérp rete y representante genuino de aquella singular •cultura que se d esen vu elve dentro de la Península Ibérica durante la Edad Media,— guardada entre los cristales de uno de los escaparates de la Su/u X Y / / , fren te á la instalación suntuosa del E xento. Sr. Marqués de Viana, quien presenta con las arm as la m arid a y el alm aizar que v estía el último d e los sultanes granadinos en la batalla de L u c e lia ,— apa­ re ce , al lado d e hermosa cru z parroquial de p lata, peregrina Arqueta de m arfil, con guarnición de cobre esm a ltad o , la c u a l, en m edio de las riquezas de los objetos que llenan la Sala , atrae las m iradas por modo irresistible. C u a l acontece con la m ayor p a rte , ya que no todas las preseas que de an­ tiguos tiem pos poseen las C ated rales, tarea inútil resultarla, por desventura, la de p reten der inquirir, no y a la persona, sino la ocasión en que jo y a sem ejante pasó desde el cam a­ rín lujoso del régulo para quien fué labrada, á acaudalar el tesoro de la iglesia palentina: toda memoria lia desapare­ cido, y acaso tam poco entre los papeles d el A rch ivo cate­ dral exista docum ento que á aquel delicado m ueb le baga referen cia. B ien que curiosa y no exenta de im portancia b ajo la rela­ ción histórica,— tal noticia, sin em bargo, no es por m odo a l­ guno indispensable, pues basta el monum ento mismo para deponer victoriosam ente en orden á su libación y naturale­ za, proclam ando á la par el grado de desarrollo conseguido por la cultura de que es fru to le g itim o , y las influencias tpie á la sazón predom inaban en la sociedad arábigo-espa­ ñ o la , cuando los artífices m usulm anes labraban jo ya s de sem ejan te índole y riqueza. Si desconocida hasta ahora, nada n u ev o , con verdad, vien e á enseñar la Arqueta arábiga de la Catedral de I ‘alen­ da respecto del uso á que eran por los m uslim es destinados •estos objetos, en los cuales, y de ig u a l suerte para los hom ­ bres que para las m ujeres, solía guardarse el eolio!, y la alheña con que unos y otras so aliñaban el rostro, las ricas esencias o rien ta les, las jo y a s, los personales a d erezo s, no pocas v eces el paño de las insignias m ilitares, y en alguna o casió n , segú n luibo de ocurrir en orden a l céleb re caudi­ llo del C alifato de Córdoba M ohám m ad-ebn-A bi-A iner .11J fautor, el polvo de las victorias con que postró reiterada­ m ente las m onarquías cristianas. L abraban estas A rquetas los artífices, y a por encargo es­ pecial de los P rin cip es, cuyo nom bre consignaban en ellas, se g ú n ocurre con la de G ero n a, que es de p la ta , y figura en la Sala V I I I d é la Exposición, con la que posee y ostenta el Mu reo Provincial de B u rg o s, y procede del interesantísim o Monasterio de Santo Domingo de Silos, con la míe se con­ serva en la Se de Draga y con la que enriquecía ¡a colección d e nuestro buen am igo el Exento. Sr. T). Mariano llia z del Moral, poco tiempo lia fa lle cid o : trabajábanlas tam bién pura los particulares, consignando asimismo en ellas que eran bo­ chas para regalo de algun a dam a, con quien se bailaba des­ posado tí iba á contraer nupcias aquel que la encargaba, do lo cual persuade por modo e vid e n te la hermosa Arqueta de taracea que posee el Museo Arqueológico Nacional, y pro­ c e d e de la C olegiata leonesa de San Isidoro, abundando los m uebles ó co frecillo s de esta ín d o le, trabajados para el c o ­ m ercio, expuestos en las tiendas y b azares, y adquiridos al a ca so , en los cuales innobles el artífice se contentaba con escribir aquella serie de encom iásticas palabras que invoca­ ban del cielo para e l dueño anónimo toda suerte de prosperi­ dades y venturas. D e igu al suerte unas que otras, aparecían tanto en el ca­ marín de la m ujer p red ilecta, en e l de las m ujeres y concu­ binas del harem Real ó particular, cuanto en las tiendas le ­ vantadas por el ejército m uslim e en campaña, acompañando en sus expediciones m ilitares á los defensores de Islam en su varia catego ría, y así lo consignan nuestros monumentos literarios, y lo acreditan y corroboran los objetos mismos, utilizados por la Ig le s ia , y colocados eu la categoría de las Arquetas relicario», de tanta im portancia en el m obiliario religioso. N o e s , p u es, esta ocasión propicia para entrar en m ás detenido estu d io , y a por otra parte Lace años reali­ zado (1 ); pero convien e hacer constar que la form a de estos o b jeto s, variando desde la cilin d rica á la rectan gular— como varían tam bién las dim ensiones — o frece por lo común la liarte superior ó tapa do figura tum bada, afectand o la de un poliedro de cinco caras, si bien no faltaban tampoco los q u e m ostraban dicho m iem bro com puesto sólo por una ta­ b la, según lo revela la Arqueta de marfil q u e , procedente de C a m ó n de los Condes en la provincia de fa le n c ia , posee el Museo Arqueológico Nacional, y correspondió á la d i­ nastía oriental fath im ita. (1) Véase las monografías q u e , con el titulo de Area», Arquetas y ('aJar-irUan inR, publicó nuestro señor Padre e n el Muño Esnaiiul de Antigüedad:r, y lns que en la m ism a obra publicó el Sr. D. Enrique Claudio GirUil aceren de la (lo Gerona y publicamos nosotros res­ pecto las Arquetas de ¡data u de marfil que n eaun rnin cu el Musco Ar­ queológico nacional v <n la Jictll Academia de la Historia. A M ERICAN A ir. L A ARQU ETA ARÁBIGA DE LA CA TE D R AL DE FA LE N CIA EX LA EXPOSICIÓN HISTÓR1CO-EDROPEA. Y Sin apartarse, en cnanto á su disposición y á su estructu­ r a , de las q u e, com o com unes y g en erales, quedan recono­ cidas ett la m ayor parte de los m uebles de su m ism a índole, — preséntase la Arqueta arábiga de la Catedral de Patencia ricam ente decorada, sobre el arm azón de m adera que la con stitu ye, por diverso número de placas de m arfil, pri­ morosa y delicadam ente ta lla d a s, y características todas ellas del arte que presidió á su lab ra, de las influencias que en él se manifiestan por eficaz m anera, y de la época de que es representante y fruto el presente o b jeto , de notorio in­ terés artístieo-arqiieol.igioo y de im ponderable m érito por lo que á su valor histórico se refiere. P rovista en los á n g u lo s, ú modo de refu erzo , de sólida guarnición de cobre esm altado, fingiendo anguloso fu n ícu lo ó labor de esp ig a s, en la cual destacan los m atices azul, v e rd e , blanco y rojo, y en la vertien te de la tapa, donde sim ulan los indicados esm altes, regu lares dientes de sierra á la una y la otra p a rte ,— ofrécese la Arqueta, en el fren te principal do la c a ja , com puesta por hasta cinco placas eb úrn eas, de las cuales cuatro constituyen la orla del indi­ cado fre n te , y la quinta e l centro, m idiendo 30 m ilím etros d e ancho las de las zonas superior é in fe rio r, 33 las latera­ les y 50 la cen tral, y a referida. A v e s y cuadrúpedos, afrontados á la oriental usanza, destacan en re lie v e b ajo los n u eve arquillos lobulados que form an la base en la decoración de las fa ja s superior é in­ ferio r de la o rla , en la cual se manifiestan hojas y tallos, labrado todo ello, segú n quedó insinuado a rrib a, con sin g u ­ lar minuciosidad y gran destreza: y m ientras en la placa del centro resaltan, en profunda talla y ordenadam ente mo­ v id o s, elegan tes vastagos de picadas h ojas, q u e traen á la memoria con las marmóreas tablas del Mihrab de la M ez­ q uita-A ljam a cordobesa, la que procedente de T oledo, y quizás de la M ezquita-A ljam a de esta población, figura en el Mareo Arqueológico Nocional, y en general la decoración de los hermosos arcos d e la Aljaferia de Z aragoza,— en las fra n ja s laterales, bajo gracioso y lobulado arquillo, y leva n ­ tadas sobro anchas h ojas, aparecen dos a ves con la cabeza de cada una de ellas vu elta en sentido contrario, distin­ guiéndose en p o s , cobijados por las liojas m encionadas, dos cuadrúpedos en la misma disposición y a señalada. Form ado tam bién por cin co tablas ó placas de m arfil el costado de la izqu ierd a,— al paso (pie en la in ferio r y en la superior de la orla se desarrolla, dos veces repetida eu cada fr a n ja , la fá b u la pérsica de la lu ch a del genio del bien y del m al. representada, com o en la Pila de la Alhainbra de G ranada, por leones que devoran en dirección en ­ contrada sendos antílop es,— en los án gulos aparecen fa n tá s­ ticos cuadrúpedos alados, y se d esen vu elve en las fran jas la te ra le s, desprovistas d el arco lobulado, la misma escena que en el fren te p rin cip al, siendo idéntica en su traza y en su ejecu ción la decoración de la p laca cen tra l, respecto de la del fren te m encionado, igu a l en todo al fren te poste­ rio r, no in teg ro p or desventura. Conservando com o nota com ún la labor de la tabla cen­ tra l, de las cin co de que asimismo se com pone,— m uestra por su parte el costado de la derecha en la placa superior de la orla interesante escena ven atoria, rep etid a, en la cual corpulento león am enaza devorar un hom bre caído en tie­ rra , al propio tiem po que otro, en traje ta la r, dispara sobre el fe ro z felin o su b allesta, recordando por m ucho estas figuras el acento y el dibujo de las de la m uy notable Pila de abluciones de J á tiv a ; en la fra n ja in fe rio r, y tam bién re p e tid a , se halla representada otra escena ven atoria, en la que otro cazad or, arm ado de ballesta, persigue una gacela, a l paso q u e , en el centro de am bas fra n ja s, y separados p o r un vastago, destacan dos cuadrúpedos con las cabezas vu eltas. Estrecha f a ja , entrecortada por el h erraje, que es de co­ bre dorado en el pasador y esmaltado en las b isagras, c o m ­ en torno de la c a ja , constituyendo el encaje de la tapa que la cierra; y en a q u élla , en elegantes caracteres cúficos de resalto trabajados en m arfil, adviértese larga é interesante le y e n d a , dispuesta en la form a sigu ien te: F ren te principal: 1 1 A—I—- LíL A. ■ i '13 J .X —'j j j 1 i—S ... «. ¿.*L*.'L 'L 3 L *,s a ¿Ajijw-3 I o ¿Jo LL ¿J^wa ¿.3 o 0..2U En el nombre de AUáh, el Clemente, el Misericordioso! Bendición /lerjietua, felicidad cumplida, Q salvación eterna, prosperidad permanente, y beneficios continuados, y gloria, ventura, dicha y... Costado de la izquierda: [y ‘ sLsü 'U t ¿ J b , , ' U i ! JLLI 6 IS áJ ... excelencia y el cumplimiento de las esperanzas para su dueño! Prolongue AUáh su permanencia [en la tierra!] — [Esto es] de lo que se hizo en la ciudad de Cuenca por man­ dato del Háchib... F ren te posterior: « -P ^ • • • □ • . . U ' ... D ^ U áJ! ^ ... C3 ... JIorum-ud Dáuhih Abó-Moháminad Ismuil-ben-AlMa...\Z\ .-iuun Dzu-l machduiu-(c\ de las glorias)-ben-udhDháfir Q , señor de los dos principados, Xbú-Mohámmadben- Dzi-n-Nun... Costado de la derecha: *LU i iiit ^ r *e> V j c* c > W ’ “V J— X." XXXV — 175 ... (glorifiqnele A lláh!) en el año uno y cuarenta y cuatro­ cientos (441 de la II., I<j4tl á 105U de J Obra de Abilir-Pah-m án-beu-Zeyyátn. A fe c ta la tapa la figura <le una pirám ide trun cad a, resul­ tando por tanto un poliedro de cinco caras, cuatro de ollas trapezoidales, y rectan gular la superior, m ostrando en la cara correspondiente al fren te prin cipal— partida ñor el herraje esm altado del p a sa d o r— basta ocho piezas de m arfil, seis propias de la Arqueta, y dos que visiblem ente pertenecen desde luego á otra de m enores dim ensiones, y «pie fueron alli colocadas en tiempos posteriores; en la pieza central de la izquierda predomina la ornam entación característica y de tonalidad del m u eb le, y cu las de la orla no com pleta, serpeante va sta go de grand es y picadas h ojas, que en el costado de la izquierda se trueca en representaciones de Ico­ nes y otros cuadrúpedos en la parte superior é inferior, perm aneciendo la misma en las franjas laterales. Carece este costado de la pieza c en tra l, y en el fron te posterior se cuentan hasta once p ie za s , ocho pura la orla, que está fo r ­ mada por un vastago serpean te, y tres para la parte central, seccionada por los dos brazos esm altados de las b isagras, y en cuyas piezas la decoración es la misma que en las del centro de la caja. Sem ejante al contrapuesto es el costado de la derecha, bien que m ás com pleto: y la cara rectan gular superior, (pie m ide (>111,1 fi de longitud por 0m,10 de an ch o , com puesta de cuatro p iezas, por los tres brazos do cobre esm altado que la seccionan en el sentido de su la titu d , o frece á los costados extrem os vastagos serpeantes, y en las dos piezas centra­ les— en las que se advierte los discos perforados para el asa, y a desaparecida,— dos gacelas en resalto, com o toda la labor de la Arqueta . la cual m id e 0m,24 de total altu ra, en la que corresponden 0m ,13 á la cu ja , 0m,34 de longitud en los fre n te s , y (fin,23 de lo n g itu d tam bién en los co s­ tados. n r. Incuestionable resulta— por lo que del e p íg ra fe copiado se desp ren d e, y á fa lta de otros testim onios an álogos, proce­ dentes en su origen de las dem ás regiones poseídas en el siglo xi por los m usulm anes— que el antiguo reino mus­ lim e de T oledo debió ser, y f u é , centro de cultura de grande im portancia, capaz de com petir, bajo la dinastía de los B enid zi-n -N u n , con el esplendoroso reino de S evilla durante los dias de A b en -A b b ed y de sus descendientes; dem uéstralo asi— por no entrar en m ás larga serie de disquisiciones, im ­ propias de este lu g ar y de este estu d io— el núm ero de m o­ num entos de idéntica especie (pie ha lleg ad o á nuestros dias. y de que son fiadores eficacísim os, con esta Arqueta palen­ tin a , la d el Museo Provincial de Burgos antes mencionada, y un fragm en to con q u e, entre otros ará b igo s, fu é com ple­ tada, sabe D ios cuánd o, una Arqueta cristiana, también de marfil y d el siglo XH , (pie posee el Museo Arqueológico N a ­ cional entre sus colecciones, y figura en la Exposición llistúrico-Europea. Incom pleta por desdicha la Arqueta de Silos, hoy propie­ dad del Museo Provincial de B u rg o s, no sólo guarda entre las labores de marfil que la enriquecen y avaloran estrecho vín cu lo de parentesco respecto de la p alen tin a, sino q u e , á m ayor abundam iento, fu é labrada com o ésta en la ciudad de C u en ca , y por manos seguram ente del padre de A b d-irJíalm ián-ben-Z cyyán, autor de la que m otiva e l presen­ te estu d io , persuadiendo de la verdad de tal supuesto lo (pie subsiste del e p íg ra fe en los costados de la Arqueta b u rg alesa, donde se le e , con efe cto (co stad o de la iz ­ q u ie rd a ): .T i x j ] J 2SA* ,.iL T j ^ • C •> w • v Vyz L ? ‘ jLíü ¿1M 'L L ' a^ x.L sJ ¿L»Ij 'L=. .U s ‘w b wv •• Vfc/* » ,A s L J 3» aIM 8-^sl ... [ s a ] lud duradera para su duerno.! Prolongue Allah su pernMnenrìa [en la tierra !]. — [ Esto e«] de lo que se hizo en la ciudail de GV[encaJ... [itilo ] siete, dicz y cuatrocientos ( 4 1 7 de la IL , 1026 a 1027 de J.-C .). Obra de Mohàmmad-ibn-Zegyàn, su siervo. / Glorfiquele Alidi) ! E n el fren te posterior debió hallarse consignado el nom­ bre del régulo toledan o, señor de C u en ca , p or orden de quien fu é labrada esta Arqueta, el cual nombre hubo de ser e l de Y ílyix-b en -M o h ám m ad -b en -Y áyix, quien parece se declaró independiente el año 400 de la H é g ira , y rig ió aquel estado basta e l 427, según A ben-Jaldón declara. A b úMohámmud Ism a il, apellidado /fosan» ud-Dauláh, gober­ nador de Cuenca ó señor de esta c iu d a d , era h ijo de A lM am un, cognom inado A bú-M ohám m ad, y A bú-l-IIasán Y aliya, y por orden suya debió tam bién labrarse la Arqueta de (pie es parte el fra g m en to con que fu é com puesta la cristiana d el Museo Arqueológico Nacional, arriba m encio­ nada. M onumento de verdadero in terés, q u e nada tiene que v e r con el c u lto , acaso fu era donado p or A lfo n so V III á la C ated ral p alen tin a, después de la conquista de C uenca por aquel m onarca, sino es que, según ocurre en orden ú la bur­ galesa, se apoderó de ella A lfo n so V I aL rescatar en 1085 para siem pre de la servidu m bre islam ita la que fu é un tiem po ciudad de los C oncilios. De cualquier m odo que sea, y tratando, cual parece, el C ab ild o (le F alen cia de enajenar esta jo y a para atender á urgentes reparaciones en el tem ­ p lo , seria de desear q u e , á despecho de la penuria del E s­ ta d o , el E xcm o . Sr. M inistro de F om en to procurase ad­ q uirir para el Museo Arqueológico Nacional la presente Arqueta, im pidiendo así q u e , como tantas otras alhajas, salga de España y proclam e por ello nuestra desidia y aban­ dono. R odrigo A mador d e los R ío s . B E L .... 1 .* . -■ " 1 y L :, A K T E S a s ‘^ 3 £ | *+ M m LOS Î P V ^ '^ à Â i . . ARCABUCEROS C l’ A D R O DE F R A N C IS C O DE H ALS, K $ Y 1- •*“' ^ « flttÿ Æ SAN J O R G E E X IS T E N T E EN EN EL EL M U SEO SIGLO DE HAARLEM • • 178 — N.° xxxv LOS LA TEA TRO S. L o d e siempre.—El rorro! del Principe y el teatro Español.—Murió y el cartel del teatro de la Comedia-—Inauguración de tem porada en los de L u ra , Apolo y Eslava. Lo que se espera en el de la Zar­ zuela. a g o n ía d e n u e s t r a e s c e n a , y e n c u e n t r o a l E x c r a o . A y u n t a m i e n t o l í e M a d r id ' e n e l m i s m o a p u r a d o t r a n c e a n t e la s o le d a d y e l a b a n d o n o d e l l la m a d o t e a t r o E s p a ñ o l, a n te s d e l P r in c ip e . ' D e j a n d o i n c u m p l i d a s la s c o n d i c i o n e s d e l c o n t r a t o , ó cosa a s í: c o n l l a n t o e n lo s o jo s y n o s é s i lato ru el corazón , V i c o s e e m b a r c ó p o r fin p a r a A m é r i c a ; é l , q u e t e m b la b a d e e s p a n t o a n t e e l s ó lo t i t u l o d e l d r a m a d e E c h e g a r a y , M a r sin orillas. A l l á e n e l a ñ o «le g r a c i a d e 1 5 8 2 , la s p ia d o s a s f u n d a c i o n e s d e la S a g r a d a P a s i ó n y d e la V i r g e n d e la S o l e d a d e c h a r o n lo s c i m i e n t o s d e l q u e e n ­ t o n c e s s e lla m ó co rra ! d e l P r i n c i p e , e n l a m is m a c a l l e e n q u e lo s corrales d e B u r g u i l l o s y d e I s a b e l P a c h e c o h a b ía n s e r v i d o c o n s u s r e n t a s á a q u e ll a s c o f r a d í a s p a r a l o s p ia d o s o s f in e s d e a l i m e n t a r y v e s t i r á lo s p o b r e s y r e c o g e r y a m p a r a r á lo s n iñ o s e x p ó s it o s . L a c a r id a d : ese e s e l o r ig e n d e l q u e h o y se ti­ t u la p o m p o s a m e n t e t e a t r o E s p a ñ o l , c u a n d o n o s o lo n o s i r v e p a r a a m p a r a r ¡i lo s p o b r e s , s in o q u e t a m ­ p o c o a lc a n z a á r e m e d i a r la s m is e r i a s d e l a m u s a e s p a ñ o la . A l l í , e n a q u e l co rra ! — h a c e y a t r e s s i g l o s — m i e n t r a s l a p i e d a d c u m p l í a s u s s a n t o s f i n e s , se d e s a r r o l la b a s o n r i e n t e y e s p le n d o r o s a la i n f a n c i a d e u n g r a n te a tro q u e , c o n L o p e y C a ld e r ó n , h a ­ b ía d e lle g a r á s e r u n o d e lo s tim b r e s m á s e n v id ia ­ d o s d e n u e s t r a s g l o r i a s n a c io n a le s . E l co rra l d e l P r í n c i p e , c o n e l d e la C r u z — t a m ­ b ié n s e g u r o r e c u r s o d e b e n e f i c e n c i a d e l a s c it a d a s c o fr a d ía s - fu é p r o d u c ie n d o r e n ta c r e c ie n te , d e la c u a l , a u n q u e p e q u e ñ a , a lc a n z a b a a l g u n a p a r t e a l H o s p ita l G e n e r a l d e e sta v illa y co rte . A n t e s d e q u e l a s o b r a s d e l co rra l f a m o s ís i m o e s tu v ie s e n te r m in a d a s , y a e sta b a to m a d o e n a r r ie n ­ d o — p a r a a q u e ll o s t i e m p o s p o r u n a c r e c i d a s u m a — y e l 2 1 d e S e p tie m b r e d e 158 3 o fr e c ía n a llí á un p ú b l i c o e n t u s i a s t a l o s p r im e r o s a l i e n t o s d e l a m u s a n a c i o n a l c o m e d i a n t e s c é l e b r e s q u e á la v e z c o m ­ p o n ía n , p a r a e x c it a r e l in te r é s c o n la n o v e d a d , o b r a s d e q u e a p e n a s h a q u e d a d o v e s t i g i o e n t r e la s g r a n d e z a s q u e lu e g o h a b ía n d e l e g a r n o s c o m o t i m ­ b re s d e g lo r ia p a tr ia L o p e , C a ld e r ó n , T ir s o , M or e t o , R o j a s , A l a r c ó n , a q u e l l o s i n m o r t a l e s p o e ta s c u y o s r e tr a to s a p a r e c e n e n la e m b o c a d u r a d e l e s ­ c e n a r io c o m o g lo r i o s o s r e c u e r d o s , p e r o t a m b i é n co m o ju e c e s m u d o s é in fle x ib le s d e l c r im in a l a b a n ­ d o n o d e n u e s t r o s t ie m p o s . D e a q u e l co rra l s a l í a n e l r e m e d io d e a u t o r e s y c o m e d i a n t e s , e l r e f u g i o d e lo s p o b r e s , e l a m p a r o p a te r n a l d e lo s n iñ o s a b a n d o n a d o s , la h o n r a d e u n a n a c ió n q u e , e n le tr a s y a r t e s , d ic tó le y e s a l m undo. ¿ Q u é e s h o y a q u e l co rra l d e l P r í n c i p e c o n e l n o m b r e d e t e a t r o E s p a ñ o l ? B la n d a s b u t a c a s e n v e z d e d u r o s b a n c o s ; p a lc o s a b ie r t o s e n v e z d e e n ­ r e ja d a s v e n t a n a s ; a n t e p e c h o s a t e r c i o p e la d o s e n lu g a r d e fé r r e a s b a r a n d illa s , y te c h u m b r e p in ta d a a l f r e s c o lo q u e f u é c i e l o t r a n s p a r e n t e ó t o ld o d e b u r d a lo n a . P e r o ¿ q u é b ie n n o s v ie n e co n la g ra c ia d e l M u ­ n i c i p i o q u e a d m i n i s t r a ta n m a l l o q u e a d m in is t r ó c o n t a n t o c e l o l a p i e d a d c r i s t i a n a ? N a d a p a r a lo s p o b r e s ; n a d a p a r a l o s h u é r f a n o s ; n a d a p a r a lo s a b a n d o n a d o s n i ñ o s . E l t e a tr o m is m o h a v e n i d o á s e r u n v i e j o a b a n d o n a d o , y g r a tis , e n m a n o s d e e m p r e s a s p r i v i l e g i a d a s ó d e a r t is t a s s i n l a f e q u e e x ig e e l a r t e , s in la f e d e l m a r tir io , q u e d a la p a ­ c ie n c ia e n la a d v e r s i d a d c o n l a e s p e r a n z a d e la b u e n a fo rtu n a . S i e l te a tro e s tá fu e r te to d a v ía — cosa q u e y a n e ­ g a b a n h a c e a ñ o s lo s a r q u i t e c t o s — ¿ p o r q u é n o v o l v e r l e á s u o r i g e n ? ¿ P o r q u é n o e n t r e g a r l e á la e x p l o t a c i ó n p ia d o s a d e a l g u n a A s o c i a c i ó n r e c t a ­ m e n te b e n é fic a y s e g u r a m e n te h o n ra d a ? T o d o s h e m o s v i s t o r e p e t i r la suerte d e l a ñ o p a ­ sad o co n é x ito ta n d e sa stro so y p o co lis o n je r o p a ra la C o r p o r a c i ó n p o p u l a r y á l a v e z E x c e l e n t í s i m a , q u e e n v a n o h a l la m a d o á l a s p u e r t a s d e a u t o r e s y c r ít ic o s p a ra q u e u n o s y o tro s c o n lle v a r a n e l p eso d e la s r e s p o n s a b ilid a d e s e n a q u e l te a tr o , d e l q u e n o se a c u e r d a n lo s c o n c e j a l e s h a s ta q u e i n d u s t r i a ­ le s d e m e n o r c u a n t í a le s p i d e n p e r m is o p a r a e s t a ­ b le c e r e n m is e r a b l e f e r i a b a r r a c a s c o n b a r a t i j a s y p u e s to s d e n u e c e s n u e v a s y lib r o s v ie jo s . D e s i e r t o h a r e s u l t a d o e l p r i m e r c o n c u r s o á (p ie ILU STRA CIÓ N ESPAÑOLA Y A M ERICA N A s e l l a m ó a lo s acreedores d e u n a h o n r a y u n n e g o ­ c i o y a h o y m á s t e m i d o s q u e c o d ic ia d o s . P e r o n o ; n o q u e d a r á c e r r a d o e l te a tr o E s p a ñ o l. C o n v ó q u e se ó n o á co n cu rso n u e v o , y a se d a p or c o s a s e g u r a q u e u n o d e lo s p r im e r o s a c t o r e s q u e h a n m e r e c i d o s i e m p r e l a s s i m p a t ía s d e l p ú b l i c o e s e l p r e d e s t i n a d o á f e s t e j a r b i z a r r a m e n t e á lo s F i e l e s D i f u n t o s , c o lo c a d o e n t r e e l f u e g o y la c e n i z a a n t e s d e l b i e n a v e n t u r a d o f i n d e la s a v e n t u r a s d e D o n ■ Tiran Tenorio. ¿ C ó m o h a b í a d e i m a g i n a r D ." T e o d o r a L a m a d r i d , c u a n d o o p o n ía ta n te n a z r e s is te n c ia á d o n P e d r o D e lg a d o e n su e m p e ñ o d e r e s u c ita r e n el t e a t r o d e l P r í n c i p e a l o l v i d a d o T en o rio , q u e , d e s ­ p u é s y d u r a n te ta n to s a ñ o s , h a b ía d o c ifr a r s e a llí e n D .“ I n é s y D . J u a n l a p r i m e r a y m á s s e g u r a e s ­ p e r a n z a d e a r t is t a s y e m p r e s a r io s ? P e r o la p r o v e c h o s a v i d a e s c é n i c a d e D o n J u a n t i e n e s u s n o c h e s c o n t a d a s . C u a n d o la s g a l e r í a s q u e d e n a l lin d e s i e r t a s y s e d i s i p e e l h u m o d e la s ú lt i m a s b e n g a la s d e l a a p o t e o s is d e l s i m p á t ic o a s e ­ s in o , ¿ q u é o tra s e s p e ra n z a s te n d r á n q u e r e a liz a r e s te a ñ o la e m p r e s a y io s a r t is t a s d e l t e a t r o E s ­ p a ñ o l? ...... A b r u m a y d e s e s p e r a e l r e c u e r d o d e la ú lt i m a , t r a b a jo s a y t r i s t í s i m a c a m p a ñ a d e A n t o n i o V i c o . * « * A n t e s d e q u e a p a r e c ie r a n e n la s e s q u i n a s lo s c a r t e l e s d e l t e a t r o d e l a C o m e d i a c o n la lis t a d e l p e r s o n a l d e la c o m p a ñ ía , h a b ía y a e c h a d o d o n E m i l i o M a r io s u c u a r t o á e s p a d a s s o b r e e l v i e j o y ta n d e b a t i d o a s u n t o d e l t e a t r o E s p a ñ o l . P o r e so s a b e m o s y a lo q u e é l h a r ía e n e l e s c e n a ­ r io q u e , p o r b u e n a t r a d i c i ó n , s e l l a m a c lá s ic o . L o q u e h a c e e n e l d e la C o m e d i a , y n o e s p o c o . A p r o ­ v e c h a r b i e n t o d o s lo s e l e m e n t o s u t i l i z a b l e s d e la c o m p a ñ í a , y h a c e r ú t i l e s á lo s q u e t o d a v í a n o lo p a re c e n : e s tu d ia r y e n s a y a r m u c h o , y v u e lt a al e s t u d i o y o tr a v e z a l e n s a y o , r e p i t i e n d o y v o l ­ v i e n d o á r e p e t i r la s e s c e n a s q u e r e s u l t a n m á s d i f í ­ c ile s e n la d ic c ió n d e la fr a s e ó e l m o v im ie n to d e la s f i g u r a s , y a j u s t a n d o lo s t o n o s d e v o z d e lo s a r ­ t i s t a s , p a r a q u e r e s u l t e a l fin e s e conjunto d e c u a ­ d r o c o n q u e é l se p r e o c u p a y q u e e l p ú b l i c o a p r e ­ c ia m á s q u e lo s g e n i a l e s é i n s p i r a d o s a r r a n q u e s d e u n s o lo g r a n a c t o r m a l c o r e a d o . ¿ Q u ié n l o d u d a ? A s i t r i u n f a D . E m i l i o : m a c h a ­ c a n d o , s in q u e e l h i e r r o f r í o , ( p ie a lg u n a v e z e n ­ c u e n tr a , le in t im id e n i le h a g a d e s is tir d e su ta re a d ia r ia y p e n o s a . E n eso d e l a ju s te d e to n o s n o h a d e f a lt a r le q u e h a c e r e n la c a m p a ñ a q u e v a á in a u ­ g u r a r e l 28 d e l m e s c o r r i e n t e , p u e s h a l la m o s c o m o n u e v o s e n l a l is t a d e l a c o m p a ñ í a á l a S r t a . T o b a r y a l S r . C i r e r a , a c o s t u m b r a d o s á f o r z a r d e m a s ia d o la s fa c u lt a d e s e n e l tr a b a jo d u r o q u e o fr e c e e l re ­ p e r t o r i o a lt a m e n t e d r a m á t i c o d e A n t o n i o V i c o , e n c u y a d i s u e l t a c o m p a ñ í a f ig u r a b a n . L a m u y e s t i m a b l e d a m a q u e a r r i b a b e c it a d o s u s t it u y e s in d u d a e n e l te a tr o d e la C o m e d ia á l a b e ll a y s i m p á t i c a J u l i a M a r t í n e z , ( p i e , d e s p u é s d e c a s a r s e t a n t a s v e c e s e n f ic c ió n e s c é n i c a , se c a s a d e v e r d a d e n e l m u n d o , y d e j a lo s a p la u s o s d e l t e a t r o p o r e l a m o r y la e s t i m a c ió n d e l e s p o s o y la d u l c e p a z d e l h o g a r d o m é s t ic o . J u l i a M a r t í n e z , s i n o u n a a r t is t a b r i l l a n t e , f u é u n a a c t r i z e s t u d io s a y ú t i l í s i m a e n la s i n o l v i d a b l e s c a m p a ñ a s d e E m i l i o M a r i o , y n o h a r á p o c o la i n ­ t e l i g e n t e d a m a q u e l a s u s t i t u y e c o n i r a lc a n z a n d o l a c o n f ia n z a d e su d i r e c t o r y l a s s i m p a t ía s d e l p ú ­ b lic o , q u e s ie m p r e t u v o J u lia . U n o d e lo s m á s i m p o r t a n t e s r e s u l t a d o s d e l a d i ­ lig e n te y a fa n o s a d ir e c c ió n d e l te a tr o d e la C o m e ­ d ia c o n s is t e e n g a n a r s e la v o l u n t a d y la c o o p e r a c ió n e f i c a c í s i m a d e lo s b u e n o s a u t o r e s , q u e á p o r f í a l l e ­ v a n a llí su s o b r a s , s e g u r o s d e q u e , c u a n d o a c ie r ta n d e v e r d a d , so n a llí ta m b ié n m á s g r a n d e s e l p r o v e ­ c h o y la h o n r a á q u e n a t u r a l m e n t e a s p i r a c o n s u s t r a b a j o s e l p o e ta . A e s o s a f a n e s d e l a d i r e c c i ó n a r t ís t i c a y á la i n ­ f lu e n c ia d e l t a le n t o y l a c o n s t a n c i a e n e l e s t u d i o d e l a p r i m e r a a c t r i z , se d e b e la i n c a n s a b l e a c t i v i ­ d a d d e l f e c u n d o i n g e n i o d e l a u t o r d e M a r ia n a , q u i e n , a n t e s d e q u e t e r m i n a s e la a n t e r i o r t e m p o ­ r a d a y c a s i s in h a b e r s e d a d o c u e n t a d e l p o r q u é d e s u c a íd a e n E l poder de la impotencia, y a t e n i a t r a ­ z a d a y e s c r i t a su R encorosa, c u y a p r i m e r a fig u r a e s t á a d a p t a d a á l a s c u a l i d a d e s d e a r t is t a d e M a r ía G u errero . N o s e r á L a Rencorosa ú n i c a o b r a d e E c h e g a r a y d u r a n t e e l a ñ o c ó m i c o , y d e d e s e a r e s q u e la a s o m ­ b ro sa fe c u n d id a d d e l in s ig n e in g e n io n o lle g u e á a m e n g u a r e n l o m á s m í n i m o l a b e l l e z a d e la s n u e v a s c o n c e p c io n e s q u e , c o n im p a c ie n c ia y o r ­ g u l lo s o s d e g l o r i a ta n l e g i t i m a , d e s e a m o s a d m ir a r to d o s . T a m b i é n e l c e le b r a d o a u t o r d e L a Dolores n o s o fre c e o b ra n u e v a . Y E n r iq u e G a s p a r, R a m o s C ar r ió n , V i t a l A z a , M ig u e l E c h e g a r a y , fig u r a n e n e l c a r t e l d e a n u n c i o s d e la te m p o r a d a c o m o a u t o r e s 22 S eptiembre 1893 b ie n p ro b a d o s y ju s ta m e n te a p la u d id o s , q u e h a n d e c o n t r ib u ir a l s o s te n im ie n t o d e la b u e n a fa in a d e ({iie g o z a e l t e a tr o q u e ta n h á b i l m e n t e d i r i g e M a r io . P e r o p e r m íta m e D . E m ilio q u e le d ig a q u e h e v i s t o e n lo s a n u n c io s d e su a r t ís t i c a e m p r e s a e x c e ­ s o s d e c e lo d e i n d u s t r ia q u e d e s l u s t r a n la p u r e z a d e l s e n t i m ie n t o d e l a r t e , d e ( p ie n u e s t r o b u e n a c t o r b la s o n a . ¿ A q u é r e c l a m a r a l p ú b l i c o c o n lo s c h i l l o n e s g r i t o s y e l g a n c h o p r o s a ic o d e la m oda? ¿ N o d o m i ­ n a b a y a é s ta d e m a s i a d o e n a q u e l l a s a l a , d o n d e e l p r im e r tu rn o s i g n i f i c a b a l a c i t a obligada d e u n a in m e n s a m a y o r ía d e e le g a n tís im o s e s p e c ta d o re s , q u e s e p r e o c u p a n m u c h o m á s d e s í m is m o s y d e s u e l e g a n c i a , e n b u t a c a s y p a lc o s , q u e d e l a s l á g r i ­ m a s y lo s c h i s t e s d e la m u s a e n e l p r o s c e n io ? ¡Día- de m oda! E s d e c i r : « L a p o e s ía , e l i n g e n i o , e l a r t e , n o e s p e r a n n a d a d e s u s r e c u r s o s m á g ic o s ; l o e s p e r a n t o d o d e la s v a n a s p r e o c u p a c i o n e s s o c ia ­ l e s ......» ¿ D e q u é se t r a t a ? ¿ D e a s e g u r a r entradas? Y a s a b e , y a h a v is io D . E m ilio q u e c u a n d o a u to r e s y a c t o r e s a c i e r t a n p o r c o m p l e t o , lo s llenos se a s e g u ­ r a n y se s u c e d e n . E s e e s e l l e g i t i m o , e l h o n r o s o m a t e r i a l é x i t o d e la i n d u s t r i a e n e l t e a t r o : e l q u e n a c e d e l v e r d a d e r o t r i u n f o d e p o e ta s y a r t is ta s . V e r e m o s lo q u e u n o s y o t r o s n o s o f r e c e n d e n u e v o y d e b u e n o e n la t e m p o r a d a q u e v a á i n a u ­ g u r a r s e c o n u n r e c u e r d o d e n u e s t r a s g l o r i a s c lá s i ­ c a s : c o n L a Com edia N u e r a , d e D . L e a n d r o F e r ­ n á n d e z d e M o r a t ín . * <* S i d e l a d i l i g e n c i a n a c e la b u e n a f o r t u n a , é s ta n o p u e d e m e n o s d e s o n r e í r á l a s E m p r e s a s d e lo s te a t r o s d e f u n c i o n e s jior horas, q u e n o s o la m e n t e h a n in a u g u r a d o y a s u s c a m p a ñ a s , s in o q u e e n su s c a r t e l e s a n u n c ia n p r ó x i m o s est renos. E n e l te a tro d e A p o lo b ie n p u e d e d e c ir s e q u e n o e s n u e v o e l a ñ o c ó m i c o , p u e s s ó lo d u r a n t e q u i n c e n o c h e s d e l v e r a n o s e h a n s u s p e n d id o la s f u n c i o n e s p a r a d a r a l g ú n d e s c a n s o á l o s a r t is t a s . E l m i l a g r o p r o v e c h o s o se l o d e b e l a E m p r e s a á E l D úo de tu A fr ic a n a q u e , s i n s e r u n a m a r a v i l l a d e l in g e n io d e M ig u e l E c h e g a r a y , y s ie n d o u n a h e r m o s a p á g in a d e l p r e c io s o r e p e r to r io m u s ic a l d e F e r n á n d e z C a b a l l e r o , h a p a s a d o s in i n t e r r u p c i ó n d e l a s c ie n r e p r e s e n t a c i o n e s y , s in n e c e s i d a d d e a n u n c io s d e ( lía s de m uda, h a c e y h a r á m u c h o t i e m p o t o d a v ía q u e s e a n v e r d a d e r o s l l e n o s la s e n ­ t r a d a s d e a q u e l a f o r t u n a d o te a t r o . L a m ú s i c a d e E l D ú o de la A f r i c a n a e s d e la s q u e s e p o p u la r iz a n d e v e r d a d , y es lig e r o , v iv o , a n im a d o , g r a c io s o , e l c u a d ro co n q u e h a d a d o o ca ­ s i ó n á p r im o r e s t a le s e l a p la u d i d o a u t o r d e Los Hugonotes. L o s títu lo s d e ó p e ra le r e s u lta n á E c h e g a r a y v e r ­ d a d e r a s m in a s d e o r o , y s o s p e c h o q u e a h o r a v a á s u c e d e r a lg o p a r e c i d o á l o q u e o c u r r i ó tr a s e l é x i t o d e l a p r im e r a z a r z u e l i t a r u r a l e n A p o l o . C o n f i e ­ m o s t o d o s e n q u e , t r a s E l D ú o de la A f rica n a , v e n ­ d r á a l g ú n D in , de la F a v o r ita ó a l g ú n 'Terceto de Lu crecia. E n E s l a v a , l a i n a u g u r a c i ó n se lia v e r i f i c a d o t a m ­ b ié n c o n o b r a s a p l a u d i d a s d e l r e p e r t o r i o y p r e s e n ­ tá n d o s e c o m o n o v e d a d n o t a b l e , e n t r e lo s a r t is t a s q u e y a c o n o c í a m o s d e la a n t e r i o r t e m p o r a d a , la g r a c i o s a C o n c h a M a r t í n e z , la t i p le fla m e n c a , e l í d o l o d e l o s s e v i l l a n o s , q u e a lt e r n a r á e n e l t r a b a j o c o n la s i m p á t i c a L u c r e c i a A r a n a . Q u ie r a e l c i e l o q u e t o d o p a s e b ie n e n e l P a s a d iz o d e S a n G in é s , s a n to a b o g a d o d e lo s c ó m ic o s , y é l n o s lib r e d e fa lta s d e d e c o r o e s c é n ic o y lu c h a s i n ­ t e s t in a s e n t r e p ú b l i c o i m p e n i t e n t e y t e s t a r u d o s alabarderos. E n la i n a u g u r a c i ó n d e l t e a t r o d e L a r a , p ú b l ic o y a r t is t a s h a n r e s p o n d i d o á la b u e n a t r a d i c i ó n d e a q u e l p r e c io s o t e m p i ito d e l a r t e . L a s a l a , c o m o e n la s f ie s ta s d e m a y o r s o le m n i d a d ; l a s o b r a s d e l r e ­ p e r t o r i o , b ie n e s c o g i d a s p o r l a d i r e c c i ó n — q u é s i ­ g u e á c a r g o d e l a p la u d id o a u to r F lo r e s G a r c ía — y l a e j e c u c i ó n d e l a s o b r a s , to d o lo p r im o r o s a q u e p o d í a e s p e r a r s e d e a r t is t a s c o m o B a l b i n a V a i v e r d e , R o s a r io P i n o , R o s e li y A r a n a . F ig u r a n c o m o n u e v o s e n la c o m p a ñ ía la e s tu ­ d io s a D o lo r e s A m a n , T a m a r i! y S a n t ia g o , a q u e l jo v e n a c to r c ó m ic o q u e se d ió á c o n o c e r y se h iz o a p l a u d i r a l la d o d e M a r í a T u b a u , y q u e a h o r a , en e l t e a t r o d e L a r a , lia d e s e r , p o r s u s b u e n a s c u a l i ­ d a d e s , ú tilís im o á e m p re s a y a u to re s. N o se h a rá n e s p e ra r m u c h o lo s e s tr e n o s d e o b ra s e n a q u e l te a tro , y es s e g u r o q u e e n é l lu c ir á n n u e ­ v a m e n te e l in g e n io a lg u n o s a u to r e s , c o m o R a m o s, A z a , E c h e g a r a y , S á n c h e z P é r e z , E s t r e m e r à y o tr o s q u e e n a q u e l e s c e n a r io h a n c o n t r ib u id o a l e s p le n ­ d o r d e la m u s a c ó m ic a . L a a p e r t u r a d e l t e a t r o d e la Z a r z u e l a p e n d e s ó lo d e la l le g a d a d e l t e n o r B e r g e s c o n su c o m p a ñ ía , e n la q u e a h o r a f i g u r a n e n p r i m e r t é r m i n o e l b a r í t o n o 22 Septiembre 1893 LA B u e s o y s u e s p o s a , la s e ñ o r a N a y a . E n t r e l a s p r i ­ m e r a s o b r a s d e r e p e r t o r i o q u e se c a n t a r á n e n e l te a tr o d e la c a lle d e J o v e lla n o s , n o p u e d e f a lt a r la t a n c e le b r a d a M iss H e ly et, y s e a s e g u r a q u e la s e ­ ñ o ra N a y a sacará d e l in ju s to o lv id o á C a rm m y D in o r a h . S i , co m o se d ic e , tie n e y a B e r g e s e n c a rte ra d o s o b ra s n u e v a s d e l m a e s tr o C h a p i, u n a d e e lla s l i b r o d e l o s a u t o r e s d e E l rey que rabió, b i e n p u e d e e l s i m p á t ic o t e n o r e s t a r s e g u r o d e q u e e s ta n u e v a c a m p a ñ a n o se p a r e c e r á á la d u r a y p e n o s a q u e e n e l C i r c o d e P a r i s h a c a b ó ta n d e s a s t r o s a m e n t e . E d u a r d o Bu s t il l o . 18 (le Septiem bre 1893. M U N I) A Ñ A S . S O L A .".__ I. S'''AB í a x al caer las (los de la m adrugada, cuanMirra i , do sil doncella fa v o rita , dándola las «buenas s J noches» con voz soñolienta, corrió las corti­ nas de seda de la colgadura y dejó á la C o n ­ desa en el lecho, retirándose á su vez á la cam a..... Cualquiera q u e hubiera pisado en ­ tonces el santuario de la diosa liabriase puesto W k aquinalm ente de puntillas, sobrecogido por la , . .& ' m / / quietud de la habitación callada y solitaria, temiendo J turbar con sus pasos, á pesar de la alfom bra, ese dulce recogim iento de nido que duermo, peculiar á la alcoba de la m ujer joven . Sólo q u e, entre los grandes p lie­ g u es oro viejo q u e caían en espléndida cascada del dosel, permanecía aquella noche en v e la , bajo su coronamiento de rizos rubios, un pensamiento inquieto, rebelde al des­ canso. La Condesa no tenia sueño. E nardecida todavía por la c a ­ liginosa tem peratura de la tertu lia, sin concluir de transpi­ ra r, había sacado los brazos fuera del em bozo, y asi perm a­ necía echada, despierta, m oviéndose de cuando en cuando con cierta intranquilidad nerviosa, y siguiendo á la mente, que como una mariposa volaba de recuerdo en recuerdo..... Abrum ada aún por la impresión del sarao reciente, lo recons­ truyó con la fan tasía, y su remembranza le arrancó un su s­ piro y un im pulso de desprecio. Se v i ó , desde que hizo su aparición en los salones hasta el ti m il, aclam ada como reina de la belleza, eclipsando con su hermosura de m atrona, con su resplandor de astro, a los tiernos pimpollos en su A bril, robando á la naciente prim avera de los diez y ocho años con su esplendidez de estío m iradas y sonrisas..... ¡Ah! E ra la diosa de m oda, la arrogante czarina dueña y señora de v i ­ das y voluntades, ante la cual reñía lanzas lo más garrido y apuesto del gran m undo m asculino, disputándose los rayos de sus ojos. Generales, títulos, diplom áticos, escritores, ado­ lescentes im petuosos, hombres en su tenaz m ad u rez, viejos g alan tes, figuraban en las filas de sus devotos, entre sus fa ­ náticos. Del elegante ejército de la turbam ulta fren ética a l­ guno llegó al paraíso; pero más allá d e sú s brazos encontróse la nieve..... Los idólatras que quem aban incienso en su altar am aban por costum bre, por ostentación, por jactarse de una posesión ó de una conquista, sin conceder á su culto un ápice más de im portancia que á un pleno de la ruleta ó un caballo del Hipódromo. Ella anhelaba ser querida de otra manera..... L levab a dos lustros de viu dez, diez años de soledad, de inti­ m o aislam iento, viviendo en el vacio , rodeada de la opulenta m ultitud de la aristocracia; ¡ ha á cum plir los cuarenta otoños; defendíase como las ruinas antiguas de su pasada gentileza; sentíase declinar, y espantada do no tener en quien apoyarse, buscaba con ansia en su caída un corazón, con esa e fe rv e s ­ cencia tardía que se despierta en el alm a cuando la juven tud, cansada y sin ilusiones, se nos queda atrás sentada triste­ m ente en la orilla del cam ino..... L a atm ósfera de la tertulia, cargada ó incitante, m ante­ niendo aún sus poros abiertos, la acariciaba con m ás vo lu p ­ tuosidad evocada por el recuerdo en aquel silencioso estuche de su lecho elegante. Sentía una extraña laxitu d , una in ex ­ plicable nostalgia, un dulce enajenam iento, unas ganas f e ­ roces de suspirar, un ansia infinita de pasar revista á su ayer entero, una súbita ternura: tod o, menos sueño. D esvelada y nerviosa, desarreglando la ropa de la cam a con su intranqui­ lidad, permaneció despierta oyendo al reloj dar las horas con su martillo agudo. A l cabo no pudo soportar su desasosiego, se le concluyó la paciencia, y sin llam ar á nadie se levantó, vistióse una bata de noche al débil resplan io r del globo de cristal rosa suspendido del techo, f u é á un extrem o de la es­ tancia, tocó un botoncito, y en un candelabro que erguía su áureo brazo en el acolchado m uro, surgió alegre y radiante un fo co de eléctrica luz. Después se aposentó en un sillón y se quedó mirando fijam ente á cualquier parte, como si se extasiara contem plando cualquier adorno de la alcoba: sin duda algun a no veía. Transcurrido un rato, tomó un libro, le abrió, le hojeó con rap idez, suspendió de pronto la le c ­ tu ra , y sin soltarlo, dejando el dedo m etido entre dos p á g i­ n a s , hundióse de nuevo en su ensimismamiento. A través de las cortinas de los balcones y de las maderas se adivinaba la llegada del día. Quizás por algun a rendija de las hojas, por algún pliegue de los paños se coló uno de esos débiles reflejos de aurora que ponen en fu g a las inedrosídades de la noche y llenan de alientos y esperanzas el espí­ ritu. La Condesa soltó el volum en, mató la luz artificial, y abriendo basta los cristales se aso m ó, aspirando con delicia el ambiente libre. Fue una bocanada do aire puro y fresco con q u e so llenó los pulmones, paladeándola, deglutiéndola, por decirse asi, con deleite. H acía una m añana serena y a p a ­ i IB ? ; r ILU STRA CIÓ N ESPAÑOLA Y N.° xxxv — 179 A M ERICAN A cib le. sin que entoldara el horizonte brillantísim o la m ás l i ­ gera nube. El sol no se había dignado aún sacudir el sueño, pero y a sobre los tejados de las casas de enfrente surgía un reflejo suave, como un nim bo que se encendía cada vez más. L a dulce brisa del alba traía de los jardines próxim os olores á fronda húm eda, á hoja nueva. Én la atm ósfera flotaba algo em briagador que revelaba al lánguido A b ril; conocíase que llegaba la enam orada prim avera. La calle y a cía en si­ lencio, durmiendo. Aun no estallaban los prim eros ruidos de toda población que despierta. U n reloj de torre lanzó desde su mechinal las sonoras cam panadas de las cin co, y á poco una iglesia comenzó á tocar á misa. La Condesa entonces sintióse acom etida de un invencible im pulso de salir, como si su espíritu respondiese á la invitación de la N aturaleza: la mordieron locos deseos de pájaro anhelando huir de la jaula: la silueta atrayente del Retiro surgió en su excitada mente, y retirándose del balcón, se entró en la alcoba en un arran­ que repentino, y llamó con nerviosa mano en el tim bre eléc­ trico. II. A nadie sorprendió en la casa que la señora llamara tan tem prano habiéndose recogido tan ta r d e ; la servidum bre hallábase acostumbrada á sem ejantes caprichos, nacidos de un histerismo cada vez m ás a g ú z a lo y s u til: su doncella de confianza, rompiendo á duras p ecas el sueño, la vistió en cinco m inutos; cuando acabó, y a tenia la gran dama la berlina esperándola en la puerta del hotel. B ajó la esca­ linata de mármol alegrem ente, como una chiquilla á quien aguarda la com b a, subió al coche y gritó al a u rig a : « A l Parque.» La enorme yegu a arrancó, y poco después entraba por el paseo de carruajes, acortando el trote á una indica­ ción de la dam a, que mandó á su servidor que refrenara algo el paso. L a mañana era hermosísim a. El sol, invadiendo las ave­ nidas, bruñía la arena del piso, y filtrándose por las copas de los árboles, parecía gotear de las ram as en una lluvia de luz; todavía sus rayos no m olestaban, y en m uchas frondas dis­ tinguíanse los pájaros buscándose el piojillo de los alones y aprovechando de paso el dulce calor del alba; los quince ó veinte días de A bril trascuiri los habían concluido de granar los brotes, y olia furiosam ente á yem as recién abiertas, atro­ pellándose unos á otros los perfum es del heno, de las viole­ ta s, de las acacias y de las chilindras. T odas las hojas se decían, alzando un rum or inmenso y suave al verlas volar de plantel en p lantel: «Ya están aqui las mariposas»; mientras los gorriones, ocultos entre el fo llaje, reventábanse á piar, m oviendo una jubilosa algarabía. Por entre los troncos ver­ deaba el m usgo brillante de los recuadros, y en los macizos comenzaban á romper sus capullos las prim eras rosas. Donde quiera que se tendiesen los o jo s, advertíase la m ism a resu­ rrección de la Naturaleza. L a tierra despertaba de su sueño invernal y recibía á la prim avera con los brazos abiertos. La Condesa, con una mano colgando por fu era de la ven ­ tanilla, asomada al vid rio , deleitábase en la contem plación del paraje, adivinándose en su respiración anhelante, en sus m iradas extáticas, que bebía por todos sus sentidos la supre­ m a hermosura de aquella mañana radiante de prim avera. Iba sonriéndose, em briagada con los aromas de las alamedas; gozando de la soledad, de la hora, del sitio; soñando d es­ pierta, quizás dando vid a ideal á millares de ilusiones. De pronto le llamó la atención á la derecha algo que la hizo er­ gu irse, abandonar su m uelle postura y cla va r bruscam ente las pupilas en un punto. Por una calle sombrosa que se per­ día en la distancia, alejábase una pareja ad orab le: un hom ­ bre y una m ujer. Se trataba, á no dudarlo, de dos novios, porque cam inaban m u y ju n to s, con esa atracción m utua é instintiva que une á los amantes y que hace que cam inen sin advertirlo reclinado uno en o tr o : en su andar ligero, g a ­ llardo, fá c il, se adivinaba la juven tu d . La pareja desapareció en un recodo, y la dama sintió de im proviso un deseo vehe­ mente de seguirla, fascinada y atraída por aquella felicid ad que pasaba por su lado sin alcanzarla á e lla ; tiró con un rá­ pido arranque del cordoncillo del cochero, y en cuanto paró ia berlina, se bajó de un salto y echó por la avenida en que acababan de desaparecer los enamorados. L a costó algún trabajo encontrarlos. Los novios iban bus­ cando espesas u m b rías, misteriosas y calladas. E l amor viv e siem pre concediendo, y por eso g u sta tanto de la sole­ dad. L a Condesa proponíase observarlos, asistir á su dicha sin que ellos se percataran, sorprender su felicidad. Los jó ­ venes habiunse aposentado en un banco y perm anecían sen­ tados, pega lisim os. Desde donde acechaba la dam a se les distinguía m uy bien. Entre los dos no reunían cuarenta años; eran blancos, sonrosados, fu ertes, gallard os, ella rubia y él con el pelo negro; vestían con sencillez: percal y lanilla; sus contornos tenían una finura natural, una desenvoltura m a­ drileña. A la dama le fueron ambos m uy sim páticos. La be­ lleza del lu g a r, el encanto de la m añana, la serenidad del am biente, el atractivo de la alameda, los gorriones, las hojas, las flores, nada existía para los enamorados fuera de ellos mismos. Se miraban intensamente, con una m irada continua, y se sonreían. El exterior, la N aturaleza entera con su en­ canto infinito, no decía nada á sus espíritus absortos en la reciproca contem plación; la prim avera la llevaban uno y otro en el alm a, y ante su resplandor no se percataban de la tierra. L a niña hablaba con volub ilid ad , por el pla­ cer de dirigirse á su adorado, y el m uchacho la oía en si­ lencio, sin interrum pirla, por el gusto de escucharla, de dejarse acariciar por su voz. Se adivinaba en el juven il char­ loteo una caricia permanente. En su paseo por las avenidas habían hurtado algunas llores y cortado algunas ramas. A hora, reposados y quietos, la ch iquita hizo un ram illetito y se lo prendió en el seno, apartando un capullo para el ojal do la cazadora del m ozo. A n tes pusieron sus labios en las flores besando sus propios besos. Luego la joven eita púsose á arrancar una por una las hojas de las ram as, exclam ando algo cada vez que cortaban un tallito. Sin duda echaban á la suerie si se casarían ó no sa casarían. L a fortu n a debió de serles propicia y otorgarles la ventura suprem a, porque al concluir de pelar las ram as, palm etearon con júbilo. Un rato estuvieron sin abrir la boca. Cogiéronse de las manos, y ella reclinó su cabecita blonda en el hombro de él. C o n ti­ nuaron m udos. E n su ensim ism am iento se advertía una e x ­ traña castidad, y sus halagos hallábanse influidos de un s in ­ g u lar respeto. Se mantenían puros y honrados en m edio de su abandono, y su adoración seráfica, propia del albor de la adolescencia, se contentaba con respirar juntos. E l primer am or posee siem pre algo do culto y de ángel. La Condesa hallábase aposentada en un banco de una calle (pie salía á la plazoleta del ciprés de la reina, y por en­ tre los árboles contem plaba á su sabor á los dos amantes acomodados en un poyo de piedra de la avenida inmediata, devorándolos con la v is ta , tom ando parte en su ignorada ven tu ra, y sintiendo, sin explicarse el por qué, un gran con ­ tento de que aquellas dos desconocidas criaturas se quisieran y fueran felices. Sin ella notarlo, había tom ado una singu lar actitud de persona que vela por alguien , llevándose un dedo á los labios com o imponiendo silencio á los pájaros y á las h ojas, y ofreciendo su figura gallarda y correcta vestida con un irreprochable gusto de figurín parisién, con su tono de gran dam a y su aire vaporoso, ligero y superficial un e x ­ traño contraste con su rostro ensim ism ado, absorto, fru n ci­ d o , ex tá tico , en el que se vislum braba un extraño enajenamiento y una poderosa preocupación. Habla alli un espíritu huérfano y triste, helado q uizás, y quizás despedido para siempre de la esperanza, que se encontraba con la dicha y se dejaba llevar y atraer por su fascinación irresistible. El otoño de la aristócrata decadente, de la m ujer que pasa, que vislum bra próxim o el fantasm a de la v ejez, se volvía con una infinita desesperación á aquella dulce prim avera de los dos enamorados que em pezaban á viv ir. Un gu arda apareció por el extrem o de la aven id a, desta­ cándose con gran fu erza su lmn tolera blanca de charol en­ tre la nota verde de la alam e la. L os jóvenes se separaron con repentina brusquedad, quitando ella su cabeza del hom­ bro de su novio, y adoptando ambos una postura indiferente. El guarda atravesó la calle, sin percatarse de que profanaba con su presencia indiscreta y su mirada investigadora de lobo un tabernáculo santificado por el am or, un tem plo en el que permanecían postrados de ro lillas dos espíritus, y se alejó, despacioso y lento. Pero el idilio no tornó á reanudar­ s e ; la ternura, apasionadísim a de la soledad, tarda mucho en recobrarse cuando se esp an ta; tiene algo de tórtola. Los m uchachos permanecieron unos m inutos m ás sentados, y al fin se levantaron y se fueron. L a Condesa no les siguió ahora. Quizás le faltaban áni­ mos para continuar asistiendo á un ignorado otorgamiento do fe lic id a d , en que á ella no le tocaba la parte m ás míni­ ma. A s i, los dejó m archar, contentándose con envolverlos en una últim a y cariñosa m irada, que no se apartó de ellos mientras su silueta se dibujó en las lejanías de la alameda, y después, sin poder contener m ás la ola am arga que la su­ bía á la garg an ta , se le llenaron los ojos de lágrim as, se la reflejó en el hermoso sem blante una pena m uy honda, y murmuró con una m elancolía infinita y un acento apagado por un sollozo: — ¡ Dios m ió! ¡Q ué tristeza de cuarenta anos, en que el corazón se siente j ’a sin a la s !..... D ejó correr el llanto silencioso, apacible, d u lce, sin espas­ mos ni exageraciones, con ese reposo ficticio do las corrien­ tes profundas, y asi permaneció quién sabe el tiempo..... En su hotel entre criados, siempre rodeada de testigos de vista, precisada por su posición á alternar con m ucha g en te, care­ cía de libertad para dar suelta á sus penas. Las paredes o yen , so enteran, hablan, murmuran. A lli, entre los árboles y las a v e s, sola y lib re, podía desahogarse á sus anchas, soltar la llave á su dolor, sin que el gran m undo que vivía obsesionado por ella viera á su astro, á su reina de la moda, hundida en su suprema aflicción..... La nube descargó. I’ oco á poco se fueron secando las lá­ grim as de aquellas suaves m ejillas, que quedaron más en­ cendidas, como las rosas m ojadas por la llu via cuando el turbión p asa; enjugóse los párpados; su rostro cobró una dulce serenidad, y exalando un suspiro murmuró con triste resignación : — E s tarde. Después se levantó del banco y se dirigió en busca de su coche. 111. E n su casa esperaba á la Condesa la señora del subsecre­ tario y diputado á Cortes por Vulcorda. una espiritual y fu ­ tura M arquesa, morena y pálida com o una napolitana, en sus disimulados treinta y cinco años, y que llevaba sin omi­ sión ni error alguno el alza y baja de las bodas elegantes que se verilicaban en M adrid. Venia á tratar con la dam a de ciertos asuntos anejos á la marcha del asilo sostenido por la Sociedad en que ellas figuraban com o vocales de su Junta directiva. A l ver á la Condesa que regresaba de la callo, exclam ó la subsecretaría y por m itad representante de V alco rd a, con el tono ligero hijo de la conlianza : — ¿D e dónde vienes tan de m añanita, picarona? L a Condesa la miró dulcem ente, y repuso con suavidad: — De asistir á una toma de dichos. L a subsecretaría y representante á medias no la dejó con­ c lu ir, solicitada por su eterna m anía, y con una extraña volubilidad dijo, como el que se m uestra sorprendido y aun enojado por una noticia que no e sp e ra : — ¿Cóm o?..... ¡ Inesita V a lle !..... Pero entonces han ade­ lantado la fech a. A guardaban á que el novio presentara su acta, y en el Congreso no se sabe que b aya llegado aún. L a Condesa la dejó conclu ir, y de que soltó su rociada, añadió con una plácida sonrisa en la que se vislum braba la tr is te za : — Tranquilízate. N o se trata de Inesita V a lle. L a verdad es que no sé de quién se trata, pero me lo liguro. L a subsecretaría y fu tu ra Marquesa clavó en sil am iga unos ojos extrañados y absortos, en los que se leía la estu­ pefacción más g ra n d e : tal vez creyó que la Condesa se b a ­ hía vuelto loca, y m urmuró balbuciend o: ISO — x." xxxv LA ILU STRA CIÓ N ESPAÑOLA Y A M ERICAN A 22 Septiembre 1803 — ¿Que no sabes quién se ha tomado los dichos y has asistido á la toma? — L o repito. Pero me sospecho que los novios eran una m odista y un estudiante. Y sin dignarse dar m ás explicaciones á la aturdida subsecretaria, concluyó seña­ lándole con exquisita finura á la puerta : — V am os al gabinete á tratar de esas cosas de la Junta..... enterrados los Monteros de E spinosa, sus m ujeres é h ijo s, y tom ó posesión <le d i­ cha cap illa á 4 de A go sto de 1(508, dispo­ niendo que las dem ás no se pudieran v e n ­ der. I.os Monteros labraron la b óved a del panteón el año de 11*23, cuando va estaba conclu ida y abierta al culto la iglesia de las A gu stin as R ecoletas Calzadas de] con­ vento (no colegio) de la Encarnación. No me es fácil com probar, por fa lta de d atos, la exactitu d de la noticia q u e da el Nr. C'oll; pero me perm ito observar que, si se tiene presente que no so conoce ninguna casa ni fundación an tigu a con el nombre de Colegio de la Encamación, y que de este nombre existe todavía el C on ven io de m onjas A g u s tin a s, vecin o a l palacio del Senado, donde estuvo desde 15 ',10 hasta 18 14 esa com unidad do fra iles A gu stin o s C alzados, no es violento suponer que si el p riv ile g io del enterram iento de los Mon­ teros fu e otorgado en la casa de religiosos de !>.“ María de A ragón, bien pudo haber­ se m odificado el pensam iento durante los quince años que estu vier n los Monteros sin hacer uso del p an teón , llevando éste á las bóvedas del monasterio de la E ncar­ n a ció n , donde descansan todas las monjas que lian m uerto en clausura dentro de aquel recinto. Ai. fox so PÉnKZ N ie v a . EL CONVENTO DE LA EN CAR N ACIÓ N . ESTUDIO IHSTÒRICO-ARQUEOLÓGICO ( I ) . C o n t In u n c ió n . X. E xcep ción singularísim a de lo que co n ­ signam os respecto a depósito de ca d á v e ­ res de personas de calillad , os la otorgada ú l'avor de los Monteros de Espinosa, si no fallan las presunciones que sobre este punto abrigam os. L o s M onteros de Espinosa fueron en lo antiguo una verdadera institución monár q u ica, llam ad a, por Grafio Del, Corona de. leales, la cual institución, desde Sancho G arcía y desde su m adre la reina I)." - I ha. la que destempló hierbas ponzoñosas para envenenar i) su hijo, lia ven ido haciendo la guardia y ve la de los R e y e s, divid id a en prima, modorra y alba, con una fidelidad, una constancia y una incorruptibilidad m ás propias de canes que do. hombres. l ’ n cuerpo tan in clitísim o como el de lo s M onteros de E spinosa, q u e tenia el p riv ile g io de guardar ú los R eyes hasta después de m u erto s, debía gozar de exen ­ cio n es, honores y preem inencias, como ningún otro palatino: y , en e fe c to , hace algún tiem po leí en la fícrista de España, y en un notable artículo firmado por don L u is C u li, que R .u M aría de Córdova y A ra g ó n , dam a de la reina 1>.“ A n a, cuar­ ta esposa de F e lip e 11 , adquirió en el Co­ legio de religiosos Recoletos Calzados, del O rden de San A gu stín f Colegio de la En­ carnaciónJ, de M adrid , una cap illa , la p rim era de la izq u ie rd a , para que fuesen 1). JO S K S U B S E C R E T A R IO O) V ía n le los núm eros X X X II, XXXIII y XXXIV. M A R IN A E SPA Ñ O LA SANCHE DEL Z (i U M IN IS T E R IO ER DE Si esta hipótesis resultase exacta, enton­ ces los Monteros de Espinosa tienen en te­ rram iento ju n to á la cripta del convento de la E ncam ación. P ero si la hipótesis se refiere al conven­ to , casa, colegio, ó lo que fu e s e , de A g u s ­ tinos Calzados de R ." M aría de A ragón , en ese caso los M onteros no tienen hoy ce­ m enterio ni enterram iento, porque aquél fu e arrasado por las turbas el 11 de Mayo de 18 14 : abierto a l cu lto de n u ev o , aban­ donado otra vez en 1820, y recobrado en 1824, basta la extin ción de las com u­ nidades de varones. En la prim era h ipótesis, los Monteros de Espinosa tienen lu g a r bendito, dentro de la casa del 8cñ or, para conservar sus cenizas. En la seg u n d a, todo ha debido desapa­ recer bajo el indujo de la elocuencia sena­ torial. N i huesos, ni cenizas, porque el pri­ mer día de la transform ación pagana del tem plo en una elip se ó hem iciclo oratorio, buho danza m acabra de canes á los gritos de ¡v iv a la libertad! y no quedó una ca­ lavera en los sótanos, ni siquiera un hueso para recuerdo. R A , ULTRAM AR. ( D e f o t o g r a f í a fie M . H u e r t a .) D E G U E R R A . — e l crucero « m a r í a t e r e .s a a h a c i e n d o las pru ebas de v e l o c id a d en alta m ar . r> E h L A S i CUADRO DR A H T E 8 MO U A T 182 — N.° xxxv LA XI. A l fundarse este m onasterio d e la E n carn ación , F e ­ lip e IV disp uso, cum pliendo las órdenes de su padre, que hubiera treinta y tres m onjas de coro, por ser tantos lósan os de C risto , y asignó) á cada una 120 duendos. A utorizó ¡i H. E . la F riera para que pudiese ad m itir tres ó cual ro m u­ ch ach as, en clase de cducandas, c u y a edad y condiciones determ inaría á su gusto la susodicha m adre F riu ra, y en el caso de. que estas jó ven es tuvieren deseos de profesar, com o por este hecho se alteraría el núm ero reglam entario ile m onjas, se acordó no negar el perm iso, pero con el bien entendido de que no se adm itirían m ás cducandas hasta que se redujese el número total de m onjas á treinta y tres. L a Exorna. Priora estaba obligada á proponer al R ey las personas, á su ju ic io , á propósito por sus virtudes y voca­ ción para el in g re so , poniéndose para esto de acuerdo con el Prelado. He dispuso que hubiera cuatro m onjas fuera de coro para el servicio y cuidado del co n ven to , con lo cual las treinta y tres señoras in laustra las no tenían otro quehacer que rezar r isarios y letan ía s, y cantar misas solem nes en las tiestas de rúbrica. Consta adem ás en la escritura de fu n d ació n , (pie se nos ha facilitad o de Real orden por el A r c h iv o de P ala cio , que ha de haber doce capellanes y un maestro de capilla; cuatro de ellos D octores ó Licenciados, y virtuosos. Tendrán y liarán tener silencio en el co ro , y si fa lta re n , serán penados á j (icio del capellán m ayor. Los cuatro capellanes dichos no serán cantores sino en cuso de gran necesidad. Com o el nom bram iento de capellanes corresponde al R ey, pueden éstos titularse de H. M ., y celebrar, com o tules, cu su presencia. E l confesor ha de ser aprobado p o r el M onarca, D octor ó L icen ciad o , á satisfacción de la Priora. E l sacristán m ayor debe de ser sacerdote y desem peñar el cargo d e m aestro de cerem onias. H abrá siete niños acólitos (m o n ago s), nn organista y dos m inistriles. P o r ú ltim o , el capellán m ayor d el con ven to, «pie puede serlo á la ve/, de P alacio , ha de ser n o b le, lim p io , cristiano v ie jo y D octor en C ánones, L e y e s ó T eo lo g ía , de buena c b u l, prudencia y experiencia para re g ir la ca p illa , g o b er­ nando á los dem ás m inistros, y ponién lose de acuerde) con la Priora para designar las lloras m ejores del cu lto , reser­ vando á esta señora el derecho que la asiste de disponer las s ilenm idades que haya de haber durante el año. Su Santidad Paulo V dispuso que el capellán m ayor de S. M. fu era el Superior Prelado y J u ez ordinario del co n v en to , concediéndole la ju ris licción y v isita preventiva d el m ism o. G regorio X V' concedió la m ism a ju ris licción al A rzo ­ bispo de S a n tiago , capellán m ayor de P ala cio , m ientras estuviera en la corte, y en ausencia, que delegase en el ca­ p ellán m ayor (pie hiciese sus veces en la Real C ap illa, ó en otra persona eclesiástica, de acuerdo con la Priora y mon­ ja s , y que D . D iego G u zm án , patriarca de las In d ias, c a ­ pellán y lim osnero m ayo r, fu e s e tal Superior. S e estableció que h aya oración perpetua y continua por S S . M IL D .‘ M argarita, I). F elip e 111 y D. F e lip e I V , y cuatro aniversarios solem nes al afio por los mism os R eyes, sin p erju icio de las tiestas siguientes: El 5 do Enero. — 2 de Febrero. — 4 de M arzo. — 5 de M ayo. — 2 de Junio. — 5 de Ju lio . — (i de A gosto. — 7 de Septiem bre. — 2 de O ctubre. — 4 de N oviem bre. — 7 de D iciem bre. Y a d em as, las tiestas m ovibles de rú b rica, con la reno­ vación del Santísim o Sacram ento los ju e v e s prim eros de cad a mes. Las m isas conventuales que celebrará el capellán m ayor serán siem pre con responsos, por las alm as de D . F e ­ lip e 111 y D .a M argarita. Por entonces hubo asignadas m ás de dos m il. Los capellanes no lian de pertenecer á ninguna religión , ni tener otro oticio ni beneficio que ol de la cap illa d el con­ ven to. E l capellán m ayor y el confesor habrán de tener su v iv ie n d a en el co n ven to , y tam bién el Sr. P atriarca, cuando la pida. L a dotación del co n v en to , asignada por el Patrim onio, fu é : prim ero de 17.0U0 ducados, y por haber parecido poco, se aum entó á 2 0 . 0 0 0 . Do esta cantidad se daban á la Priora, para gastos de las religio sas, 4.440 ducados. L os dem ás, se in vertían en salarios de capellanes y gastos de sacristía y d e fábrica. X II. He v e por estos detalles que e l Patronato Real no omitió nada á fin de que el con ven to de la Encarnación tuviera u n sello de grandeza y riqueza como pocos en M adrid. En la celebración de oficios, fiestas y aniversarios se instituyó que hubiera la m ayor solem nidad, debiendo ocupar Ion nacerdoten que se consideren necesarios al m áxim o esplendor d e las cerem onias relig io sa s, según dice la escritu ra de fun d ación . E n otros escritos consta que en el año de 1646 los cape­ llanes de la Encarnación y de las D escalzas R eales p idie­ ron para cad a uno al Patrim onio seis libras de colación, siete azum bres de vin o y ocho panecillos por asistir á los altares que se colocan en los corredores d el A lc á z a r durante la in frao ctava del Corpus. E l Conde de M ontalván decretó l.i instancia en estos térm inos: «Déseles lo que otros años se les ha dado por la asisten­ cia que refieren.» En 1048 h a y un Real decreto a u tó g ra fo , fech ad o en 30 de M ayo , disponiendo se en treg u e a l convento una ILU STRA CIÓ N ESPAÑOLA Y 22 S eptiemhue 1893 A M ERICAN A arroba de nievo para refrescos y (lose lib ras de oro para el dosel. E n el año (le 1050 p rofesó en este convento de la E n­ carn ación, á los doce años de ed a d , una hija de F e lip e IV , no m encionada en los registros palatinos. He llamó A n a M argarita, y cu el claustro M argarita de Han Joseph. E l Rey la quería m ucho, hasta e l punto de ordenar que la die­ ran en clausura el tratam iento de Serenísim a Heñora. F a lle­ ció á los vein tiséis años, hallándose ejerciend o el cargo de Superiora de la com unidad. L a fiesta que se celebró para la tom a de v elo de la Infanta lia dejado m em oria en el con­ vento por la fastuosidad y riqueza con que fu é hecha. E n 1675 so «lió por orden el cerem onial para la p r o fe ­ sión de M aría de Jesú s, m arquesa de A r iz a , viuda de don Francisco de P a la fo x , m uerto en A r a g ó n , mandando que se entreguen a l convento cuatro arrobas de cera , siete de du lces y ochenta panecillos de á media libra. En lií95 se dictó otro Real decreto, a u tó g ra fo , para que se den n u eve arrobas de cera para la profesión de la h ija do la Marquesa de A riza . A ños m ás tarde aparece una cuen ta de los gastos causa­ dos en la profesión de D.B C arlota C asa viella , cu y a cuenta filé p a ga d a , com o todas, por el Real Patronato. L os R eyes acostum braban ú com er en el co n v en to , y lo avisaban antes de Real orden, por m edio de un secretario, á fin (le que todo sá hallara bien dispuesto, lo cual no de­ jaba de su ced er, estando el arreglo a cargo de la Priora y de las m onjas, que se excedían en el cum plim iento de esta para ellas agrada!lilísim a ocupación. A lg u n o s de estos datos me han sido sum inistrados bon­ dadosam ente por el Itrio. Padre Gubino, capellán m ayor que fu é del m onasterio, el cual deploraba, como y o , la fa lta de noticias particulares, biográficas y cro n ológicas, porque, según p arece, estas señoras tuvieron un apoderado que se llevó los papeles del co n v en to , y á su m uerte no se encon­ tró ninguno en el archivo ni en su c a sa . por cu yo m otivo las Madres que en la atún!¡dad ocupan las celd as del m o­ nasterio de la Encarnación no saben absolutam ente nuda do los tiem pos antiguos; y no sabiéndolo ella s, m is pesquisas no pueden rebasar el lim ite de los conocim ientos que con dificultad se obtienen en los libros, ni me seria licito fa b r i­ car á capricho noticias de sucesos que se han p erdido, por d esgracia, para la historia. O yendo los sermones del R do. M iro. P a ra v ic in o , ém ulo de C alderón, debieron adivin ar las M adres A gu stin as de la Encarnación que en la p len itud de los tiem pos monacales, cual si dijéram os en el siglo x ix de la era c ristia n a , exis­ tiría en el m onasterio del E scorial toda una Com unidad A gu stiuiana de varones doctos, consagrados al estudio de las letras y al cultivo de las a rtes, y q u e form arían una cap illa de m ú sica, com puesta do instrumenta s y voces que aven taja ría , ó poco m enos, á la C apilla Real en el con ­ ju n to arm ónico, en la regularidad del diapasón, y la sobre­ pujase en la tonalidad vigorosa de la masa coral, afinada como ninguna. D igo esto recordando que la C apilla de mú­ sica de las m onjas de la Encarnación f u é , en lo antiguo, una cosa notable, que d ejó m uy atrás á la de las D o m in i­ cas, excelen tes cantoras, á la del Ha nim cnto y las D escal­ z a s , y , si preciso fu era d ecirlo , á las N iñas de L cganés. E ducadas por una profesora in clitísim a que tomó en la Encarnación el velo de profesa después de v iu d a , logró form ar en torno de su batuta un plantel de novicias canto­ ras que fueron por m uchos años em beleso de los fieles y adm iración de los inteligentes. Mas con el tiem po el coro de úngeles fu é debilitándose. U nas m onjas m urieron , otras mudaron la v o z , otras g an ­ guearon de puro v ie ja s el Domine labia; se perdió la ba­ tuta de la m aestra y la Com unidad enm ud eció, lo mismo en Visperus-que en Com pletas. E s m uy sensible que esto su ced iera, porque no hay nada m ás conm ovedor y poético en la hora de la oración , den­ tro del tem p lo, que la v o z blanca, edu cad a, de las v ír g e ­ nes del Heñor, cuando cantan las estrofas del him no Are Maris Ste.Ua y el Panr/e Liuc/ua. E s fam a que las m onjas de la Encarnación interpretaron p erfectam en te la m úsica sacra. NHL N o gustaba á las m onjas llam ar la atención pública con fiestas de m ucho aparato, ni con tertulias, si asi pueden llamarse las academ ias literarias (pie tenían lu g ar por en­ tonces en otros conventos: pero en tratándose de la proce­ sión del Han ti sim o , en la in fraoctava del Corpus, se exce­ dían á sí propias. P ara que se form e idea de la pom pa con que se cele­ braba dicha solé inn ida 11, bastara que com probem os unos papeles que se c o n s e r v a re n el arch ivo de P ala cio , corres­ pondientes al año 1788, en los cuales se dice lo siguiente: « E n 22 de M ayo del referid o año pidió la priora de la E n­ carn ación , María Teresa de Jesú s, al Marqués de V a ld ceurzana, que se sirviese obtener de S. M. el nom bram iento de un gentilhom bre con ejercicio , para lle v a r el estan­ darte en la procesión del día 28.» Y , con e fe c to , el día 28 fu é nom brado para este cargo el M arqués de O yzu , e l cual, no sabiendo cómo conducirse ni qué parte había de tener en la cerem onia de la p rocesión , escribió al Marqués de Yaldecarzana pidiéndole inform es. Esto le contestó en cartaoficio literal de esta manera: « E xento. Sr.— M uy señor m ío: E n satisfacción á la pre­ gunta que me hace Y . E . en su carta de ayer tocante á la función del monasterio de la E ncarnación, d ig o : que ei es­ tilo ó p ráctica de siem pre lia sido con vid ar por esquelas im presas á todos los sujetos que les parezcan sean grandes, títu lo s de C astilla ó cab a llero s, pañi alum brar en la proce­ sión, dándoles su respectivo tratam iento. En la esquela se pone el dia y h ora, corno se p revien e en mi papel de oficio. Tam bién se convidan dos grand es ó gentilesliom brcs, ó parientes, para llev a r los cordones d el estandarte, á elec­ ción de V . E . , á quien han do acom pañar. C onclu id a la fu n c ió n , se despide Y . E . de todos y se entra Y . E . , con los dos que han lleva d o los cordones del estan darte, á re­ fresca r con la Exorna, señora Priora de dicho Monasterio quien hace este obsequio á Y . E . , sin que Y . E . ten ga que gastar por este m otivo la m ás m ínim a cosa. »Antes d el d ía , es regular pasar á v e r á la Priora y de­ cirla el honor (pie S. M . ha dispensado á Y . E .: quien, en el caso de alguna d u d a , podrá preguntar al gentilhom bre d e la ñ o pasado, que fu é el Marqués de C astelar, con lo que quedará instruido Y . E. de toda la etiq u eta , y ofreciendo m is respetos y veneración á los pies de la M arquesa, mi se­ ñora, á quien se servirá Y . E . dar m uchas expresiones de parta de la M arquesa m i m u jer, en su com pañía ruego á Dios guarde la vida de Y . E . los m uchos años (pie deseo.— A ran ju e z , 25 do M ayo do 1788.— E l M/u/ordomo mai/or. — Exorno. Sr. Marqués de Oyza.» P uede ju zg arse, por los prelim inares palatinos de la pro­ cesión del Santísim o Sacram ento, en M ayo de 17 8 8 , lo que era y había sido desde la fun d ación d el convento la re fe ­ rida solem nidad. El pendonista, elegid o entre los grandes ó gentilesh om bres, llev a b a , por com prom iso, á la procesión a toda la grandeza y á la m ayor parte de la aristocracia, sin contar el número gran d e de caballeros que tenían dere­ cho á ser con vid ad os, y q u e , siéndolo, no faltaban al acto porque adquirían en éi notoriedad de personas de viso, y es silbido que esto seducía entonces, como seduce ahora, lo m ism o ¡i los m agnates de sangre azul que á los ciudadanos de sangre colorada. A sistiendo á la procesión la nob leza, concurría el pueblo en masa apretada, aunque sólo fu era por v e r la riqueza de los trajes y el porte señorial do tantos caballeros de hábito, con bordados y veneras. Otra fiesta se bacía todos los años en la Encarnación, con rego cijo de las M adres. Era ésta la Misa del G a llo , en cuya celebración tom aba parte prin cipal el ó rgan o , acom pañado de rabeles y panderetas. E l genio de los villan cicos, canta­ dos por las m o n ja s, apuraba el repertorio de la poesía bu­ cólica, pues no quedaba en M adrid poet i algun o que dejase ele cooperar al certam en piadoso de las herm anas A g u s­ tinas. X IY . En aquellos tiem pos piadosos de las arrebosadas y las eiiinaiiloiiadas, que y a hemos bosquejado en otro lugar, era costum bre no vituperada la de galantear en Sem ana Santa á las damas de la corte, con palm as rizadas y em pavesadas, con matracas d e m adera fina escoltada, y con colaciones de viandas y bebidas. Desde el convento de Madres D om inicas basta el de la E ncarnación, com o quien dice pared por m edio, en el com ­ pás de am bos m onasterios, y sobre todo en la lonja de la Encarnación, se colocaban en dos filas, com o en la feria de Han M ateo, puestos de palm as el D om ingo de R am os, de matracas el M iércoles S a n to , y de buñuelos, dulces y cola­ ciones el J u eves y Viernes, durante las horas de los Oficios y los m onum entos. L os galanes ofrecían á sus queridas devotas palm as con lazos m ísticos, al uso m usulm án: y si al hacer el agasajo resultaba equivocación de dueño, cosa fá c il de ocurrir lle­ vando todas el m anto arreb o za d o , sallan las espadas caba­ llerescam ente á d escifrar el acertijo. El M iércoles, durante las tin ieb la s, el paseo de m oda te­ nia Ju garen la carrera que d ejo ind icad a, y entonces era cuando los albilíos, casi adolescentes, y los m oscateles, ver­ d es y acatarrados, regalaban á sus ¡dolos m atracas con a l­ dabillas de latón, de plata y e ro , según los m edios del g a ­ lanteador, y apuraban su in g en io , y desesperaban á los tallistas, ob ligán d oles á representar de modo perceptible en jero g lífico s sacro-profanos la Pasión de Jesús y la suya propia. Cuando apagadas las luces del tenelm irio el coro de m on­ ja s pronunciaba el anatem a Tradilor, las dam as entraban á obscuras en la ig le s ia , seguidas de sus g a la n es, y ejecu­ taban el concierto de m atracas, con tina unción y un jo lg o ­ rio que era m otivo de gen eral em beleso. E ste m odo de g ala n tea r, con m atracas sim b ólicas, no era m uy edificante que d igam os, y , aunque por ser ocasión de irreverencias se quiso p ro h ib ir, oponiendo leyes y bandos, toda la volun tad de F e lip e I I , toda la m ansedum bre de­ vota de F e lip e 111 y todo e l desen fado e jecu tiv o de F e ­ lip e I V no lograron desarraigar la costum bre de los paseos en las lo n ja s, la de las palm as en les balcones, con cintas de colores, reveladoras de la fortu n ad desgracia del galán: la de las m atracas escoltadas con atributos del calva rio , y de las colaciones que solían celebrarse en las tribunas de los señores y en las sacristías. Sólo p revaleció la prohibi­ ción de andar en coch e, quizá porque se consideró más g en til é interesante la novedad de que en estos días santos anduvieran las diosas á p ie , chapinando guijarros. Durante la Sem ana m ay o r, el convento de la Encarna­ ción fu é uno de los elegidos por la sociedad do buen tono de la corle para la celebración de los Oficios D ivin o s y la v is ita de altares. P o r eso, si se registrara con em peño el guardarropa anti­ g u o del m onasterio, no seria d ifíc il h alla r, entre otros ca­ ch ivach es arqueológicos, algu n a carraca aristocrática de las que sonaron, con elegante rep iq u e, cu las tinieblas del año de 1680, que se recuerdan porque dejaron m em oria en los anales del tiem po y no en el arch ivo de la com unidad. XV. A sí com o las cóm icas m ás bellas d el Corral de la Pa­ chaca pusieron de m oda la misa de Jesús, adonde acudían diligen tes los galan es de am bos m entideros y gastaban te­ nores de devoción en obsequio de las patrouesas, y algunas voces daban cintarazos á trocho y m oche por una mirada d e reo jo , sorprendida al tra slu z, ó por unas gotas de agua bendita de la p ila c o n v e n tu a l, dadas con reverencia y to ­ m adas con cortesía, asi T). M anuel G o d o y , principe de la P a z, generalísim o de m ar y tierra , con fa ja a z u l, monarca e fe c tiv o , en ausencia y presencia de C arlos I V , y favorito de la reina M aría L u is a , de galante y m uy apicarada me- •22 S ei’TIEMIìke 1893 LA m ona; a s i, decim o s, el afortunado extrem eñ o, de pelo rubio y color b lan co, de m ejillas sonrosadas y ojos azules, puso en m o d a , sin q u ererlo , en la iglesia de la Encarna­ ción la m isa de pretendiente«. Asi. fu e bautizada. G o d o y v iv ia á espaldas del ron ven to de la Encarnación, en la casa-palacio q u e ocupó F lo rid ab lan ca y el m inisterio de Marina. E n esa m orada semirrenl recib ió m uchas veces en co rte , y dió saraos y banquetes espléndidos. E ra m u y cómodo para él andar cuatro pasos, envuelto en su cap a de g ra n a , 'para cu m p lir el precepto á la v ista de to d o s, y e li­ g ió la iglesia de la Encarnación. J’ero sucedió que la corte, «pie g ir a siem pre en torno de los poderes; los am igos, por serlo; los ém ulos, por no p arecerlo: los p retendien tes no satisfech o s, y las damas de respigón: algunas aristocráticas busconas, insaciables de m ercedes á cualquier precio ob­ ten id as, asediaron la ig le s ia , la circunvalaron y la in v a d ie ­ ron en tales térm in os, que los húsares de G o d o y , especie ile carabineros líc a le s, creados para su servicio particular, hubieron de fo rm ar calle dentro d el tem plo (v ía sacra), para que el potente valido pudiera acercarse al a lta r, oir la misa tranquilam ente y retirarse ¡i casa sin apreturas. Los pretendientes de am bos sexos hervían: las e x h ib ic io ­ nes de dam as, que aspiraban á hacerse n o ta r, convertían el sagrado recinto en una especie de m ercado p a g a n o , en que la virtu d y el espíritu religioso salían siem pre perdiendo. Los tiem pos aquellos fueron bien tristes, y no es de e x ­ trañar que el mismo G eneralísim o, propuesto para rey do P ortugal, se asom brara de los éxitos que o b ten ía, precisa­ m ente cuando la integridad y la d ig n id a d de la patria es­ pañola catan deshechas al rig o r de nuestros propios des­ aciertos. H abiendo consignado que G odoy v iv ió á espaldas del convento de la E ncarnación, no será ocioso decir que en la calle do las R e ja s, por el lado de Levanto del convento, hasta la plazuela do los M inisterios, v iv ió la reina gober­ nadora, Cristina de Ilorbón. m adre cíe D ." Isabel 11, en su palacio llamado de las R ejas, por la h ilera do ellas que te­ nían las casas del M arqués de P o za, y c u y o palacio fue» quem ado p o r un grupo de pronunciados la noche d el 17 de J u lio «le 1*54. En esta callo de las Rejas m urió Martínez do la Rosa. P or el lado d el M ediodía, arrancando de la plaza de la E n carn ació n , se fo rm ó , al edificar la plaza de O riente, la calle de San Q u in tín , d el nom bre de la fam osa batalla. En ella vivieron y murieron (núm . S), casi tocando al M onasterio, el exim io poeta A d e lan to L óp ez de A yu la, el fam oso com positor E sla va y el gen eral M ayalile. V iv ie ­ ren en el núm ero próxim o D. Tom ás R od ríguez Rubí y el em inente violin ista Jesús de M onasterio, y continúa rin ­ diendo cu lto á los dioses lares d el em inente A y a la , en el mismo cuarto en que e x p iró , su am igo del a lm a , el autor de Marina, L». E m ilio A rrie ta , director d el Conservatorio. R icardo S erú lv ed a . Concluirá. IDILIO. Sobre una fre sca rosa V in o á posarse blanca m ariposa; Pero la Hor ingrata So cá liz cerró al punto, tem blorosa, Y ocultóse en su manto de escarlata. L a noche iba alfom brando C on neblinas los v a lles y lo s m ontes, Y entre sus negras tocas sepultando L o s anchos horizontes. L a m ariposa, enam orada y sola, A sid a a la corola D e la púdica flo r, y a su lam ento D aba al ligero viento, Y en m isera agonía Con vo z triste , m u y triste, la d e c ía : « A b re, flor recatada, T u s pétalos de oro, Y besaré tu fren te d elicad a, Y cesará mi lloro; Á b re m e , y o te adoro; E scó n d em e, bien m ío, en tu rega zo , Y en amoroso abrazo T o d a la noche u nidos, dorm irem os E l sueño d el am or, y á la m añana, Cuando despierte la rosada aurora V estida de oro y grana Y entre m undos de lu z encantadora, Juntos tam bién los dos despertaremos.» L a flor esq u iva, y cuanto esquiva herm osa, Respondió á la pintada m ariposa A pretando con fu e rz a su capullo Para que no tm basen su reposo N i del a gu a el m urm ullo, N i del insecto el /a;/! triste y lloroso. « ¡Á b re m e , herm osa mía!» (D e nuevo re p e tía , Y de nuevo tornaba á su querella.) La flor in g ra ta , y cuanto ingrata bella, E ncerrada en el cá liz purpurino, A je n a á sus congojas Y misero destin o, C erraba m ás y m ás las tiernas hojas. «E scúcham e, te niego. Quiero besar tu fren te... (D ijo con vo z d esfallecid a ), y lu eg o ... E x p ira r... en tu s... brazos... d u lce... m ente...» Y su vo z se apagó; y la noche obscura En silencio avanzó, hasta que la aurora L as som bras disipó con su hermosura. ILU STRA CIÓ N ESPAÑOLA Y P álid a y tem blorosa 1-a purpurina rosa A b ría su c á liz , antes esm altado D e tan bellos colores Que era tenida en el extenso prado Por reina de las flores. Pero á m edida que la fresca rosa Iba abriendo su c á liz , expiraba L a blanca enam orada mariposa. Y cuentan que la. flor bella y fra g an te, Cuando v ió m uerta á su in fe liz am ante Sobre sus tintas rojas, Por haber ella sido tan in g ra ta , H undió la fren te entre las m ustias hojas Y expiró entre su m anto do escarlata. A . II. L e n iz a r e s . RAYO DE N.° XXXV — 183 A M ERICAN A SOL. Bien m ió, vid a rain, Me quieres y te quiero, Me am as y te amo Con am or tan profundo com o inm enso, Y aun dudo si esa dulce C aricia d el deseo Es realidad hermosa, O s i, burlado por mi a fá n , la sueño. ¡Soñar! N o , no es posible Que asi nos engañem os, Que fan tásticos sean N uestros m utuos, am antes juram entos. ¡Roñar! ¡V an o delirio! Qué fuera no comprendo De D ios y de los orbes, Si fuese nuestro am or tan sólo un sueño. S i , s i , realidad grata E s este hermoso fu ego Que todo lo em b ellece, Que todo lo ilum ina en torno nuestro; E sta divin a hogu era, A rd or de alg ú n lucero, Q ue á entram bos nos abrasa, Y a l abrasarnos nos encum bra al cielo. Me amas y te am o, Lo dicen de mi pecho Los férvid os latid os, E l constante anhelar del pensamiento; L o dice ile tus cartas E l ritmo siem pre n u evo, Tu encantadora imagen Que em bebecido sin cesar contem plo. E l aire que respiro. L a vida con q u e alien to, La silenciosa estancia D on d e, arrullado por tu am or, me duerm o; D e m is potencias todas El éxtasis angélico Me dicen que so y tu y o , Me dicen que eres m ía y lias do serlo. M ujeres de otros dias, Garfios do mi torm ento, C irces engañadoras, ¡A tr á s , todas atrás, y o i s a b o rrezco ! De su g e n til figura, De su corazón tierno, N o valéis entre todas U n átom o, un latid o , un m ovim iento. B ien m ío , vid a m ía, Me quieres y te quiero, Me am as y te amo Con am or tan profundo crin o inm enso; Y aunque ausentes viv im o s, Del uno el otro lejo s, Mi espíritu y el tuyo Y a en un beso de luz se confundieron. Y ora esta unión alum bro La antorcha de Him eneo, ( Ira de g lo ria tanta N os separe envid ioso el hado adverso, Cuando la parca fría N os toq ue con su dedo, Cuando el p ostrer suspiro Ju ntos rindam os a l fa ta l decreto; E nlazadas las m anos, M ezclados los anhelos, U nidas nuestras alm as Y cantando de amor un him no eterno, D el polvo desprem Pilos, Por el espacio etéreo, Cual m ísticas palomas De Dios al alto trono volarem os; Y Dios en la balanza D e incorruptible peso Poniendo nuestras culpas Y nuestro generoso, amante fu eg o , Son rien te, com pasivo, A m bos brazos abiertos, D ir á : «El am or que os une De mi seno nació...... ¡v u e lv a á mi seno!» Ji'AN T omás» S a l v a n v. CA RTA Á Ü N EG OÍSTA. T u ep ístola r e c ib í, Y de tu asombro m e adm iro. D ices, si mal no en ten d í, Que h a y para pegarse un tiro Con lo que m e pasa á m i. Mi suerte no es tan escasa Y a l suicidio no me aven go. P ues ¿qué es lo que á mi me pasa?...... ¿Que he daila á luz, y que tengo Ocho chiquillos en casa? Si el pobre recién nacido N o trajo el pan consabido, Me obsequia de otra manera M ejo r, porque me lia traído Un ascenso en mi carrera. ¿Quién m ás fortu n a logró? ¿Quién m ejor prem io alcanzó. N i quién m ás dicha p reten d e. S i, para que ascienda y o , Un angelito desciende! N o sabes qué go ces dan Con sus cuidados p rolijos, Ni com prendes en tu afán Que nos alim enta el pan Que se com en nuestros hijos. ¡T rab ajar y sonreír Luchando con la escasez! ¡T ú no puedes discurrir L o du lce que es repartir Una lib reta entre d iez! E n el cortar esm erarte, Y con la cara risueña Dar á cada uno su parte C orrespondiente, y quedarte Con la ración m ás pequeña. V e r como e l ham bre m itigas De las pequeñas hormit/as, Y abrazarlas dos á dos, Y recogiendo las m igas D arle bus gracias á Dios. ¡B en d ito s sean los cielos Y la suerte que los trajo Para aum entar m is desvelos! ¡ Pues si son m is pcqueñuelos A cicates del trabajo! ¿P iensas que y o viv iría Sin el du lzor de sus besos?...... ¿Piensas que trabajaría Si no m e acordara de esos Pedazos del alm a mia? Por ellos mi f e g ig a n te Ni desm aya ni decrece; Por ellos mi afá n con stan te, Y por ellos m e am anece Con las cuartillas delante. De m i d u lce sacrificio Sobradas pruebas les d i, Y si d el A rte hice oficio, Citando Dios me llame ajuicio Sabrán responder por mi! J osé J ackson V kyax . POR AMBOS M UNDOS. NARRACION ES COSMOPOLITAS. Los rusos en el Mediodía : sus relaciones con nosotros : la literatura: el servicio m ilitar descrito por T olstoi: el TuMotsmo.—Ua gran no­ velista ruso, Teliokoff : su obra l.a Srielún lainirr» seis, t i poeta aristócrata liobeuiio Apulí lino. Nuevos libros de los novelistas ruaos Tem bovskii, Olga C h apir, Karabtcbevskii y otros. /.'r-Ár-A» *? A Pr,’xl"nm ven id a de los rusos al mar del Mediodia está produciendo tal alboroto en el país d el ruido, q u e y a no es posible oir otra conversación en Europa. Los franceses g ri1(111 mu.y il*to’ 1°S ingleses y los alem anes ‘ S r i m urm uran á g rito s ta m b ién , y en Italia se fe f-' hace unánim e coro á e s 'a algarab ía. Cuarenta (> años a trá s, fra n c e se s, in g leses, italianos y tureos se lanzaron en tu siastas, im petuosos, á modo de V ' ' desbordado torrente, contra los reductos do Sebasto­ p ol, y se m etieron em papados en sangre en la Torre do Malaki l'f , rugiendo contra el salvaje y fero z m oscovita; b o y , los odios han cam biado en gran m anera: los turcos prolongaron indefinidam ente su independencia con las he­ roicas m uestras de bravura y de ilustración m ilitar que dieron en Plew rm ; los italianos abandonaron á sus com pa­ ñeros de la Crim ea, después que la bandera tricolor les hizo unos y g ra n d es; los ingleses entienden hoy q u e les con­ vien e m ostrarse celosos de Francia v de R u sia, como ayer se m ostraron celosos de la Rusia sólo; y el enem igo, que entonces era un modesto y pacifico vecino, anda ahora por dentro, calentando las pasiones, atizando la discordia y preparándose á la carn icería, firm e y fu erte en su colosal poder guerrero, sellado con las victorias de M etz y de h'edán. Mucho han cam biado los tiem pos y les gustos. G alos y m oscovitas se hacen el am or, para aparecer grand es ante el g ig a n te que form an los de la triple a lia n za , silbidos unos sobre los hombros de los otros. Parece que la Rusia, in­ fluida por la F ra n cia , se lia deshelado para siem pre, y que en un cielo a z u l, el sol que dora las v id e s de la Champaña y los jardines del Ródano lia calentado los tém panos del ]R-1 — *C.° XXXV LA X e v a y lieelm resucitar á aquel ] i, entum ecido por las tiranías de la política y «le Ja atm ósfera. Jíion se puede re­ petir con liu rn ic r, el poeta helvético: ....... Un frisson, ton! ii eonp, .•ircnU: <»«.< lo ¡iltnv: Camote mi xotoj batílllooitool Ftoo mooh á lo tturfoec I)tumi I el i-hitm- oh loiii 0011 fililí' tlt piilfur. I,- tuinrniit x't Inhllt ilanr xo /o ra : piiiinlin , l.'iwir peiió ilit fifi tlonni! trox Jlots mi ruiih ur. 1.0 .Vrii / t .ntUxcíli: t i rlt ti lo lllllllórc. Hasta nosotros, fe lizm e n te , «Jada nuestra cómoda y bmnav.Mitlirada insign ificancia, no llegan esas resurrecciones, ni esos desh ielos, ni esos entusiasm os: y de la inllueneia ILU STRA CIÓ N ESPAÑOLA Y AM ERICANA rusa, o lo que sea, sólo nos interesan los ochenta ó noventa m illones de kilogram os de trigo (pie nos e n v ía n , y que nos cuestan de. diez y seis á diez y n u eve m illones de pesetas; los centenares de m iles do hectolitros de vin o que no nos piden, y que no nos valen n ada, y las producciones de su literatura que á algunos cuantos devotos de la moda les en ­ tretienen y divierten. L l trigo ru so , m ezclado con el de A révalo, 1.a Serena y C alatayin l, lo saboreamos todos in­ conscientem ente, y ¡a literatura de T o ls to i, D ostoiow ski, T u r g u o n e lf, G u td ia r o ff y I’ uskhinc va siendo poco á poco cono ida y saboreada por nuestra sociedad «lilla , que, en g e n e ra l, lee m ás por pasatiem po que por estu d io, y lì Si:rTiKMiiRF, IRil,'i se cuida m ucho de la m ayor ó menor com placencia que en la lectura encuentra, asi sea m oscovita ó alcarrefio el autor, aunque no se cu id e nada de Jo que a la critica le p a­ rezca de este ó del otro g e n io , ó de este ó del otro fo lle tinista. Tolstoi, el asceta, el apóstol y el santo, acaba de pu­ blicar nuevos bosquejos acerca do la vida m ilitar en líusiu, y el diablo entienda si lo «pie ha escrito no da con su per­ sona en la S ib eria , com o a q u í, ó en otra cualquiera nación de O ccidente , hubiera dado en la c á r c e l, ó si no, le hubiera valido una serie «le estimadas y balazos de parte de la m i­ licia ofendida. En e fe c to , uno de sus últim os tra b a jo s, ti­ tulado La Conihión rio reconocimiento, que b ien pudiera ! 22 S eptiembre 1893 LA ILU STRA CIO N ISxrMO. K lt.M(». Si!. D. L E Ó N I’. S A L M E A N ESPAÑOLA V M ANDAVO, Y x.° XXXV AM ERICANA E x i m o , é I i .mo. S u. D rt. D . A N T O N I O A U G U S T O D A C O S T A S T M O E N S . Il E CT u r HE I.A UXI VEKS1MAD ME nVI EMU. RECTOR ME LA U N I V E R S I D A D ME COJMBRA. Nnoió en M adrid, en 1X10 : t cn Oviedo, el - de Septiembre de ISfliì. UN BOTE T R IP U L A D O POR E S Q U IM A L E S DE LA IS L A DE SAX PABLO, C O N D U C IE N D O P IE L E S DE FOCA 185 186 — n .° xxxv LA llam arse « L a declaración de so ld ad cs» , pinta adm irab le­ m ente el cuadro que ofrecen los quintos cuando son reco­ nocidos ante el tribunal m ililui para ser filiados. La pintura es por todo extrem o realista, pesimista y revolucionaria. L o s quintos van desde los pueblos a la capital em borra­ chándose en el cam ino, «porque el realizar una hazaña tan insensata como abandonar esposas, m adres y todo lo q u e les es tan qu erid o , para convertirse en instrumento p a sivo de destrucción, seria m uy cruel si no se aturdieran ó insensibilizaran con el vino», l’ etr Kidorov es el quinto, típ ico personaje del cuadro. L e llam an en el trib u n a l, se san tig u a , en tra, y se presenta «com pletam ente desnudo, tem bloroso y exhalando de todo su cuerpo olor de vino, tabaco y sudor». El m édico, sin m irarle á la cara, le palpa con re p u g n a n cia , y d ice: «¡Bueno! ¡ven ga otro!» F u era de la habitación esperan ansiosas b u m ujeres y las madres. Un em pleado sa le , y dice que P etr lia sido declarado ú til, y entonces se oye un g rito de angustia de su esposa, que com ­ prende que aquella palabra sign ifica cuatro ó cin co años do sep aració n , y adem ás, para e lla , m ujer de un sold ad o, la vida de sirvien te en el m ayor abandono. L lega el sacerdote ú tom ar juram ento á los nuevos soldados, «abre el E v a n g e ­ lio, donde está prohibido jurar, y todos aquellos desgracia­ dos, engañados y sin defensa, repiten la m entira que él lee, diciendo:— Yo prometo y ju ro por D ios . e t c ., e tc ., defen d er (es decir por la m uerte) á todos los que se m e d esigne, y ha­ c e r euant >m e m anden hom bres que y o no conozco y que tienen necesidad de mi para o p rim irá m is hermanos y rea­ lizar los crím enes que les sostienen en su posición.» Todos los quintos repiten estúpidam ente estas salvajes palabras...... V creen que a l pronunciarlas quedan dispensados, durante el tiem po que dure el se rvicio , do toda obligación humana, y les crean otras nuevas y más rigurosas: las obligaciones del soldado. Y este acto se com ete publicam ente, y nadie es cap az de decir á los que engañaron y á los engañados:— M i­ rad lo que hacéis: la m entira m ás v il y m ás pérfida ha per­ dido vuestros cuerpos y vuestras alm as. A l contrario, el co­ ronel con aire solem ne entra en la habitación en q u e están encerrados, y m ilitarm ente les dice: «Jóvenes, buenos dias; os fe lic ito porque habéis entrado a l servicio de C zar.» Salen después, las madres y las esposas lloran y gritan, los padres apenas hablan: « ya saben que no verán m á sá aquellos que les ayudaban y que ellos lian ed u cad o, que y a no serán la­ bradores sencillos y laboriosos cuando vu elv a n , sino p ica ­ ro s, perdidos, olvidados ya de la vida tranquila del bogar.» M ientras aquéllas oran, ellos can tan , vociferan y juran y gastan sus cuartos en las tabernas, « y asi abogan el senti­ m iento do la injusticia de que son victim as». Cuantío apren­ den el ejercicio m ilitar, «sus instructores son hombres em ­ brutecidos por dos ó tres años de servicio, cuyos m edios de instrucción son la m en tira, la barbarie, los golp es y el aguardiente. No pasa un año para cuando los quintos, sanos de alm a y cuerp o, inteligentes y bondadosos, se vu elven tan salvajes com o los que les enseñan». Tolstoi term ina la p intura con este terrible p á rra fo : «Cuando el q u in to , el excelen te m uch ach o, se ha rebajado m oralm ente hasta ser m ás que una fiera, es y a lo que debe s e r , para los que lo em plean como instrum ento de violencia. Y a está dispuesto á todo: el hom bre ha desaparecido y la m áquina de v io le n ­ cia queda m ontada. Y esto se realiza anualm ente en toda la R u sia , á la lu z del d ía , en medio del m undo que lo ve y «Iue lo sab e, y la em bustería es tan h á b il, que constando á todos tal in fam ia y tem iéndola y m aldiciéndola todos, na­ d ie es capaz de redim irse de ella.» En nuestros pueblos de O ccidente, ú lo menos entre nos­ otros, donde la condición del soldado ha mejorado tanto y ta n to , este espantoso naturalism o no tiene aplicación nin­ g u n a , y al conocerlo sólo sentim os la honda com pasión que inspira el saber que aun hay ejércitos en los que el soldado pueda ser una fiera, un sa lv a je , una m áquina y un plantel de perdición. o o o Con la m ism a decisión y entusiasm o con que Tolstoi se ha dedicado á estudiar los niales de la hum anidad, á pon­ derar sus sufrim ientos y á d ifu n d ir los rem edios por la aplicación d el E v a n g e lio , se lian dedicado literatos y críti­ cos á e stu d ia r, á ponderar y á dar á conocer á Tolstoi. R ara es la publicación de algun a im portancia que no le de­ dique algún análisis apoteótico ó curtiente de tres ó cuatro capítulos. De lo m ás recie n te , curioso v autorizado en esta m ateria, es el estudio titulado E l Toltolsmo, que acaba de p u b licar Mr. F é lix Schm -der, en París. C onoce á fon d o las obras del m aestro y las de los principales maestros nove­ listas a ctu ales, y ha sabido relacionar con lino ingenio y clarid ad en su trabajo , no sólo los caracteres que los ase­ m ejan ó distinguen del publicista ruso, sino los tipos de las novelas de éste con el del au to r mismo. Según Solm cder, e l cristianism o para Tolstoi consiste en el am or al prójim o y en el sacrificio de nuestro am or propio y de nuestro bien en pro del de aquél. Tolstoi quiere que la hum anidad v u e lv a á las prácticas verdaderas de la doctrina «le Jesús. I’ero fa lta dem ostrar si el propagandista ruso quita ó añade alg o á la doctrina del S alvad o r, y s i, por ejem plo, su con­ cepto d el pecado y «le la salvación se ajustan á los de la Ig le sia . En lo que Schoneder está m ás h á b il, es en dem os­ trar la im portancia y trascendencia (¡ue la obra «le Tolstoi tien e en estos momentos para los que su fren y para los opresores, entendiendo que responde m ejor que las doctri­ nas del socialism o á las necesidades de la paz de los espí­ ritu s de las clases obreras y de la¿¡ acomo«ladas. Los rusos en g e n e r a l, lo s que le e n , no exageran sus en­ tusiasm os por T olstoi tanto como la m oda los hace exagerar en otras naciones, sin du da por e l carácter extraordinaria­ m ente m ístico y un tanto fan tástico del ultruriaturalisiuo del Conde e v a n g elista , sino q u e , m ás en arm onía con las costum bres y gustos de la sociedad en q u e v iv e n , prefieren otros libros no tan d ivin o s, si m ás humanos. Á ll i , lejos del realism o que sacude tos nervios y encrespa los pelos, se lee con com placencia á un poeta tan adm irable com o N ekrassow , el prim ero de los poetas ru sos; y dentro de la literatura realista, sencilla y de gran re lie v e , adm ira y se­ duce á los lectores C h e k o ff, el escritor predilecto de aque­ ILU STRA CIÓ N ESPAÑOLA Y A M ERICAN A lla tierra , com o dice Stanislao R ze w s k i, el autor de dos novelas allí m u y celebradas, y á ningún otro len gu aje tra­ ducidas, que se titulan AY Duela y l.n l í e n l e perezaba. Tam ­ bién este autor, como T o lsto i, es dado á escribir las m i­ serias y sufrim ientos de los hum illados y de los o fe n d i­ d o s; pero lo sabe hacer de un m odo tan sim pático y con tal encanto, que se apodera en absoluto del sentim iento y de la inteligen cia del lector, y parece que des le las primeras páginas de sus libros le su b yu ga y su gestion a, y logra que eon él se identifique, arrastrándole enam orado y com pla­ cid o en pos de s í , sin nada de abstracciones, de artificio, de p edantería, ni de lu gares com u nes, sin exageracion es, én­ fa s is . declam aciones, colorines, lloriqueos ni relum brones. Con la sen cillez y el encanto propios del genio de un pueblo ru d o , creyente y natural, sigu e sin poderlo rem ediar el rum bo de los pensadores eslavo s, en el fo n d o de cu ya pe­ cu liar filosofía han cam peado siem pre e l pesim ism o, la me­ lan colía, las aspiraciones á la resolución «le los enigm as del so r, de la v id a , del destino, de todo lo misterioso que nos rodea, «le nuestras esperanzas, de nuestras afeccio n es, de nuestras fan tasías y quim eras, de lo pasajero de la dicha, de lu constante de la m iseria y do nuestra im potencia para conocer la verdad y para realizar la ju sticia. Con estos m ateriales com o tra b a zó n , con la observación de los hechos de la vid a de aqu el pueblo com o asu n to, y con una correc­ ción adm irab le, con una sobriedad m agistral, y una manera personalisim a y o rig in a l, llena de dulzura y de ironía como estilo, escribe C h e k o ff sus novelas. A hora está gustando el pueblo ruso las bellezas de la ú ltim a que ha publicado, titulada L a Sección numero ¡teis, que luí resultado m agistral, prodigiosa como ninguna. E l escenario es un asilo provin­ cial de dem entes, donde los in felices locos pasan todos los sufrim ientos im aginables en m edio del m ayor abandono, del desorden m ás acabado y do la suciedad más asquerosa. Personajes: X ik ita , el g u a rd ián , un salvaje borracho que apalea sin piedad á los Locos; R a g u in c, el m édico del esta­ blecim iento. hom bre de buen fo n d o , pero indolente y abu­ rrido, y un lo co , m uy versado en ciertos estud ios filosóficos y so cia les, m ás cuerdo que los que le mandaron encerrar y ante cuya conversación y confidencias el doctor se prenda «le é l. sacude su indiferencia y su pereza, com prende que grandes deberes hum anitarios tiene que cum plir para con aquellos in felices que están á su cu id a d o , y se dedica en cuerpo y alm a á atenderlos y á m ejorar en lo posible su m iserable estado. A c c ió n : el m edico em prende con toda fe su m isión: no piensa m ás que en sus asilados, pasa con ellos largas lu n as, v el pueblo entonces, al notar aquel cam bio en las costum bres del director, se burla de é l , m urm ura que está loco tam b ién , y el A yu n ta m ien to , inspirado por la ros pojad/, le quita su plaza y lo expulsa. A bandona el pueblo; pero al cabo de poco tiem p o , atraído por sus recuerdos de toda la v illa , v u e lv e á él y sólo encuentra el desprecio «ie sus convecinos y antiguos am igos. El m édico «¡ue le ha su­ cedido en la dirección «leí m anicom io, un c o leg a m iserable y en v id io so , le delata como loco, y consigu e que le encie­ rren en aquel hediondo lu g a r , «pie él d irigió durante vein ­ ticinco años. E n su encierro pugna por corregir tunta m al­ dad como allí se com ete, y entonces el guardián le cruza el rostro de un latigazo y lo m uelo á palos, unte cu ya in fa ­ m ia el doctor, desesperado, com prende que y a no h ay salva­ ción, y muere de un ataque sanguíneo. Nada más. El cuadro to ta le s h orrib le: la denuncia de las brutalidades y d é la s m iserias que allí sufren los pobres ante la im pasibilidad de un pueblo acostum brado ú ella s, y de unas autoridades im ­ p asib les, es rad ical, trem enda, y el servicio que el nove­ lista presta á los pobres resulta una incomparable obra de caridad. N'o h ay para qué d ecir la p ro fu n d a , dolorosisima im presión que este libro ha producido en R u sia, y á qué altura de consideración y de a fecto han elevado á su autor los buenos corazones. oo o D ediquem os á estas curiosidades literarias del pueblo es­ lavo el resto de la crónica. H abía en Rusia basta hace pocos dias un tipo originalisim o en la literatu ra, un bohemio casi m illon ario, g ra n p o eta , que apenas ha dado á luz ningún lib ro , y que apenas trató nunca á la nobleza de que fo r ­ m aba parte. H ace ocho dias m u rió, y ningú n poeta, n¡ nin­ gún noble fu e & su entierro, notándose, por lo tanto, a lre ­ dedor do su féretro la misma soledad que él procuró for­ m ar en torno suyo mientras v iv ió . A le jo A p u litin e, el aris­ tócrata, hom bre de tan g ra n talento poético como de e x c e ­ siva co rp u len cia , im b erb e, y m ajo m ás que e le g a n te , es­ cribió m últiples com posiciones llenas de inspiración, (¡ue la critica consideraba com o de lo m ás acabado «pie en n u es­ tros tiempos lia salido del Parnaso m oscovita. Su carácter y sus gustos le separaron de lu n o b leza, que no era ni es afi­ cionada á los versos, y sn gen ial desdén le apartó también de los escritores que no liubian nacido en aristócrata cuna. Se hizo para si una especie de corte de gen te a le g re , v i ­ ciosa y v iv id o ra , bien repleta de dinero, ante la cual leía sus hermosas com posiciones por puro entretenim iento, sin consentir jam ás que le considerasen como literato, ni le lla ­ masen p o eta , títu los q u e , por tenerlos m u y á m enos, des­ preció siem p re, y sólo estim ó sobrem anera y se enorgulle­ ció d e que le tu vieran por un hidalgo rum boso y de humor, aficionado á todo lo buen o, y entre lo b u en o, á la poesía y al arte. A fu erza de ruegos de sus am igos y adm iradores, publicó el único tom o de poesías que su p aís posee de él; pero se conservan con cuidado otras m uch as, que la am is­ tad tu vo buen cuidado de no o lv id a r, y (¡no seguram ente form arán otros dos ó tres tom os. A l desaparecer el hom bre excéntrico y vanid oso, lian desaparecido bis odios y los ro­ zam ientos de aquellos á quienes despreció y de los que le en v id iaro n , y ahora nobles y p leb eyos, indoctos y literatos, rinden culto á la obra «le su in gen io, para darla á conocer y para deleitarse con ella. E n tre los publicistas menos afam ados q u e los anteriores, pero que en aquel Im perio se leen con a fá n , figuran varios de cuyas obras se ocupa actualm ete con elogio la critica de San l’etesburgo. Uno es W . T e m b o v s k ii, cu ya últim a no­ v e la , La Lucha par la rida, es un alegato bien probado «le los m ayores m erecim ientos que para la consideración pública 22 S eptiembre 1893 y para ocupar un puesto lucrativo en el trabajo debe tener el hombro que á fu erza de trabajo constituye una fam ilia que el que por sim ple cap rich o, vocación ó tenacidad se aforra á v iv ir soltero, egoísta y lib r e . Otra n o v elista , Olga C bap ir, d escrib e, en un lib ro encantador y de positivo y elocuente predicam ento, las contrariedades q u e s u fre una fa m ilia , y en olla nn h ijo , esperanza de todos, por los cons­ tantes é irracionables cam bios de la enseñanza, en cuanto á program as, distribución «le estud ios, m ezcla «le métodos, recargo de asignaturas y confusión de tex to s, de profeso­ res y de planes. E l pobre héroe de la n o v ela , el estudioso m ártir de tanta inconstancia é in fo rm alid ad , a l v e r que todos sus estudios anteriores«1c nada lo sirv e n , se mata. El suicidio entre los estudiantes es m uy com ún en Rusia. El m al resultado de los exám en es, los castig o s, los desenga­ ños del final de una carrera, producen allí abundantes des­ gracias. E n otras naciones se m aldice de los ju e c e s , se arman escándalos, se cam bia de carreras, mas al fin se conform an, se v u elv e á estud iar, y adelante; pero entre la im presionable g e n te septentrional, tan dada al pesimismo al prim er desengaño se pierde la esperanza, se cierran los ojos y se renuncia de un g o lp e á la lucha y á la vid a . En los fo lle tin e s «le las m ejores revistas del Im perio em ­ pieza á m eter ruido el éx ito de una novela que está publi­ cando F. K arab cb evskii, titulada .1/. Am bar, cuyo prota­ gonista es uno de tantos desesperados ó ilum inados de aquella tierra. E l im itador de Zola en Rusia. I. K riu kovskoi, logra cada «lia m ayores éx ito s, por el interés que acierta á d a r á los dram áticos argum entos de sus obras, llenas de ad­ m irables descripciones. Entre los escritores de asuntos m a­ rítim os novelescos, R. Stanainkevich ha publicado una no­ vela científica de altos vuelos titu lad a Narración de un retera.no timonel; y en la literatura fan tástica científica M. P avlovskii entretiene á los lectores de la Revista Eslara, de Y arso via . á estilo de F lam m arion , contándoles las entretenidas aventuras de un v ia je a l planeta M arte. R . B ecerro d e B engoa . |k | I I A Perfumería R I C A fabricada de materias W E á W r \ primeras absolutamente naturales y garan­ tizadas. P A R IS , 2 4 5 , r u é S t - H o n o r é , L E N T H E R I C , perfumista. Los corsés d é la Casa D e VERTTTS s/rurs (12, rué Auhor, París) son tan numerosos como variados, y se puede asegurar que cada uno responde á un deseo ó satisface una coquetería. A llí hay corsés verdaderamente viignmu, confeccionados en las más lindas, ligeras y frescas telas, que. formando un talle esbelto y flexible, dejan al cuerpo toda la libertad y la gracia de la juventud. L a misma Casa hace también Cinturones de descanso y Cin­ turones para la noche, y , en pocas palabras, todo lo que en su especialidad puede ser grato á su rica y elegante clientela, esparcida en el universo culto. Contra Tos, Grippe (Influenza) Bronquitis, el J A R A B E y ía P a s t a te N a f é sonsiemprelos P e c to r a le s màsek'ices.Tod« farmacias. A S M f l yCATARROCnri?0,r iGARRi>-LOSFCPir O el P o L V o C O l I O H W l V I H ( C a j a 2 fr.) por los V iy apreciada para el tocador EAU d ’HOUBIGANT f- •ara los baños. H o u ld g a iit, perfumista. Paris, lîi, Faubourg S1 Honoré. R EU M A TISM O S s i S S Á LO S T R E S PIN O S S IL V E S T R E S S C H M ID T -V E R R IE R , 13, RUE DE LA C H A U SS ÉE D 'A N T IN , P AR ÍS . Treinta años de éxito.— Muestras y prospectos se remiten, franco, á quien los pi iu. i-rancla muy ligera pura lu * «ación de estío. D fíT YTACJ n m iP T T l adhérentes, invisibles, exquisito perfume. « per­ fum ista, Paris, 19, Faubourg S« Honoré, 19. iULlVUiJ UrnUlLIrt II uli iir«ni, Perfumería Ninon . Ve L E C O N T E e t C ¡% 3 1, rue du Quatre Septembre. ('Véanse los anuncios.J Perfumería erótica S E N E T , 35, rue du Quatre Septembre, Paris. (Véanse los anuncios.J L IB R O S PRESEN TAD O S Á E S T A R E D A C C IÓ N P O R A U T O R E S Ó E D ITO R E S. B a n í , «'» E n g r a c i a y A n t o ñ it a . Novela original de don Francisco (¡regório Billini. Hemos leído con gusto el libro del ex-Presidente de la Re­ pública Dominicana y aventajado publicista 1>. Francisco Gregorio B illin i, titulado Han-i, ó Engracia g Antoñita, porque el autor, adoptando la forma sencilla de una novela ora narrativa, ora descriptiva, se desliga con frecuencia de los moldes retóricos y del preceptisino rigorista, para seguir la propia inspiración. Sin grandes alardes «le ese trascendentaliemo obligado puesto en boga por los novelistas del otro lado del Pirineo y resistido denodadamente por nuestros autores de la buena cepa, el Sr. B illin i realiza una obra de fines estéticos, socia­ les y aun docentes, sin pretenderlo acaso. El último libro del Sr. B illini honra á su autor. le a s ’gna un puesto distinguidísimo entre los escritores hispauoam tricanos, y viene á engrosar el número de escritores dominica­ nos que han sabido mantener enhiesta la enseña de los que ¡lustraron la antigua Universidad dominicana en medio de las vicisitudes políticas que ha sufrido aquel hermoso país desde el primer tercio de este siglo. E l s u i c i d i o y I» c i v i l i z a c i ó n , por K. «'¡tro,— Ha visto la luz este libro, debido á la pluma del ilustre académico fran­ cés, del cual se ha publicado en España hace poco otra obra tan interesante como la presente: E l pesimismo en el si­ glo XIX. E l suicidio relacionado con la civilización actual es uno de los problemas más importantes de nuestros tiempos, y Caro lo estudia en esta obra con talento y sagacidad. E l libro, bien impreso, se vende á tres pesetas en las prin­ cipales librerías. 22 S eptiembre 1893 LA C abeza «le m u jer (Boceto a pluma), por A. Pérez de la Greda. Hemos recibido un ejemplar de esta novela, la cual forma un tomo do poco más de 2 (M) páginas, cuyo precio de venta es de dos pesetas. B oletin i «la S o c ie d ad e <1« faeogi'npliia «le LisboaTenemos á la vista dos números (9 y 1" de la 11.» serie) del interesante boletín que publica esta .Sociedad, asi como tam­ bién un ejemplar del catálogo de las obras impresas (pie con­ tiene su blibliotcca. Entre otros trabajos interesantes de los que en dichos números publica, hemos leído con particular ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA S.° xxxv — 187 Y A ME R I C A N A interés el del Sr. Paiva c Pona con el titulo de O c lim a d e T á n g e r n o t r a t u m e n t o d a tín i c a p u l m o n a r . C«l»n en el A ten eo . Apuntes de critica histórica, por don Manuel Carrasco Labadia, ó sea, vindicación de los ataques dirigidos ai insigne descubridor de América desde la cátedra del expresado centro. En este folleto el Sr. Carrasco Labadia sale A la defensa del navegante genovés contra los Síes. Fernández Duro y Yidart, los cuales, como es sabido, sin negarle sus grandes ta­ lentos. antes reconociéndolos, sostuvieron en el último cen­ tenario la tesis de que por ensalzarle excesivamente se había rebajado á España, dando al descubridor de América toda la gloria del descubrimiento, y ¡i la nación, en vez de una parte de la misma, la mengua de haber perseguido siempre al des­ cubridor y dejádolc morir miserable y olvidado. El Sr. Ca­ rrasco Labadia encuentra inoportuna*«! injusta la crítica de los señores citados, y cuntía ella ha escrito las 31» elocuentes páginas de su folleto. Véndese éste por una peseta en las principales librerías. Episodio»« m ilita re s «leí «■jé-icito «!«• A Trien, por don Dionisio Monelero Ordéne/,. Segunda edición, con un pró­ logo de D. Angel Stor. EL LEON Y LAS CAPTAS. SUPRIMIENDO LAS Un hombre iba viajando por el Desierto, solo (lo cual es una locura en cualquier hombre), Reíase de las arrugas, „ . que no se atrevieron nunca á señalarse en su epidermis, y se conservó cuando se encontró con un león. Esperó, pues, joven y bella hasta más allá de sus 8 o años, rompiendo una vez y otra su acta de nacimiento á la la lir is n E x ó tica (agua ó pomada), no so limita lo que era natural, que el animal le matase y le devorase. Sin embargo, muchas veces lo que cede es lo inesperado: el león estaba demasiado cojopara perseguirle, porque tenia una en una pata. Establecióse gradualmente la con exclusiva de la P e rfu m ería Ainon ( M a is o n L e c o n te ) , 3 1 , rué du 4 Septembro, 3 1 . París. Urquiola, Mayor, 1; Aguirre y Molino, Preciados, 1, fianza entre los dos; extrajo el hombre al león Dicha casa entrega el secreto á sus elegantes clientes bajo el nombre de %i*rllalile lian «I«* y en Barcelona, Sra. Viuda de Lafont é Hijos. la espina, y el león después, en cambio, le acom­ Ainon y de l>uvet de ^iinon, polvo de arroz que Ninon de Léñelos llamaba «la juventud en pañó hasta alguna distancia cu su camino, sir­ una caja».—Es necesario exigir en la etiqueta el nombre y la dirección de la Casa , para evitar las viéndole de amigo y protector. falsificaciones. —La P a r fu m e r ie N i n o n expide á todas partes sus prospectos y precios corrientes. Esta es una historia muy vieja; pero probable­ Depósitos en Madrid: A g u i r r e y M o lin o , p e r fu m e r ía O r ie n ta l, C a rm e n . 2; P a sc u a l, A r e n a !, 2 ; mente verdadera, pues tanto los animales como A r t a z a , A lc a lá , 2 3 , p r a l. izq .; p e r fu m e r ía efe U r q u io la , M a y o r , 1 ; R o m e r o r V ic e n te , p e r fu m e r ía los hombres muestran su gratitud á quien les In g le s a , C a rre ra d e S a n J e r ó n im o , 3 , y en B arcelona, S r a . d u d a d e L a f o n t ¿ l i j o s , y V icente F errer. libra de un dolor. Tres cartas tiene ahora «le­ íante de si, en su mesa, el que estas lineas es­ P A R F U M E R IE cribe, y aunque las tres son de distintas perso­ nas , todas contienen esta misma expresión: «Doy á usted un millón de gracias.» BAN D AG ES BARRERE p e r f u m e s Una de ellas dice como sigue: «Los efectos de N u e v o s ADOPTADOS PARA EL EJÉRCITO su remedio en mi caso lian sido maravillosos. DE ñ l G A U D Y G ia L. B A R R E R E , médico in u e n to r Medicinas de varios doctores, remedios caseros, E l Bandage (braguero) Barreré, e lá s t i c o y Sin r e s o r ­ especialidades de España y de otros países, todo Proveedores de la Real Casa de España 1ST1 1 © v a C r e a c ió n t e s , contiene las irregularidades ( herm as ¡ ma» difíciles y había sido inútil paracurarme de una dispepsia, 8 , r u é V iv ie n n e , P A R IS en »Dsolulo suprim e toda molestia. L a sujeción bien hecha de la cual venia sufriendo durante muenos años. por u n bandage que no molesta , equivale a la curación.— Y, sin embargo, con sólo cuatro botellitas do su E l Bandage llam ado Guante , ú ltim o perfeccionam iento en Recomendados por su suavidad, su deli­ preparación ue usted, he recobrado la salud «pie su género, se m odela sobre el c u erp o , es imperceptible, cadeza y su sello aristocrático. tenía. No encuentro palabras con que expresar puede ser llevado d ia y n o c h e , y jam as se afloja ni se des­ v ia , lo cual es fácil de com probar.—Produce la sujeción á usted mi gratitud. Doy á usted un millón de 6 , A v e n u e d e l ’O p é r a G r a c i o s a perm anente, único tratam iento practico de la» irregulari­ gracias. (Firmado): J osé Díaz P intado . MemP A R I S dades ó hernias.—M . Barreré. 3 , boulevard du B a la is, P a­ L u c re c ia . brilla, -i de Octubre de 1892.» rís.— F o lleto , 1 ir.—T i-ta m icn to fácil por correspondencia. La carta que precede está dirigida á los seño­ U L ila -s lo la - a u c a - S . res Galiana é Hijos, de Manzanar«», que le ha­ I r i s b la n c o . bían recomendado al que la escribe el Jarabe Curativo de la Madre SeigeljR .osin.et,. La segunda carta dice asi: «Tengo una satis­ B o u q u e t R o y a l. facción al hablar del beneticio que he obtenido " V io le ta . B l a n c a . con su remedio de usted. Estaba sufriendo de dolores reumáticos y de dispepsia general, y lle­ A s c a n io . Û 4 T U R gué por fiu áencontrarme tan débil, que \n no OL LV V O • • r * ■ ■ E SE N C IA ^ P» O B e a n d ’E s p a g n e . podía dedicarme á mi trabajo. Después de ha­ PARA DE ARROZ cer probado sin éxito todos los demás medica­ Y la n g - Y la n g . el P A Ñ U E L O JA B O N mentos. tomé varias botellas del Jarabe Cura­ C R E A C IO N tivo de la Madre Seigel, y me encuentro ahora D E P Ó S IT O E N L A S P E R F U M E R IA S P^fumRm Oriza L. LEGRANDn de H o p a ñ a t i A m e r i c a , completamente fuerte y bueno. Tengo tal fe en r/Æ m /Æ /Æ /A él, que siempre que salgo de casa me llevo una botella. Doy á usted un millón de gracias. De usted afectísimo. (Firmado): Luis I barba. R e u m a t is m o s , D o lo r e s . Calle del Palomar, 3, Valencia. Mayo6 de 1893.» Curación asegurada con el B á ls a ­ La tercera carta es igualmente clara y con­ mo y el E lix ir D ubourg. Frasco: 5 f r . vincente: «Tengo una gran satisfacción, dice, V e n ta: F arm acia, 0,11. d ro zu tier. P aria en informar á usted que mi madre se halla mu cho mejor desde que empezó á tomar el Jarabe L a s m a s a lta s d is tin c io n e s to d a s la s G ra n d e s E x p o s ic io n e s Curativo de la ¿Madre Seigel. Durante dos años V E R D R_ ° E X T R A C T O I n te r n a c io n a le s d e s d e 1 8 6 7 . C O M P A Ñ I A C O L O N I A L había estado sufriendo de dolor de estómago, CHOCOLATES Y CAFÉS dolores en los costados, y de una gran tensión La casa que paga mayor contribución indus­ FUERA DE CONCURSO DESDE IS85 d e C A R N E L I E B I G de nervios. Al lin se puso tan débil y tan bal­ trial en el ramo, y fabrica ÍM M M f k i l o s de dada que no podía mover manos ni pies; cu una chocolate al día.—Mí"* ni«*«lallas d e o r o y Caldo concentrado de carne de vaca útilísimo y nutritivo para las familias y enfermos. palabra, estaba imposibilitada por completo de altas recompensas industriales. nacer ningún trabajo casero. De todas cuantas Exigir la firma del inventor Baron LIEB1G de tinta azul en la etiqueta. D K P Ó SITOíiRNKRJL: CA1.LK MAYOR. 18 í 2«. MADRID medicinas la compré, ninguna Ja sirvió para Se vende en las principales Droguerías, Farmacias y Casas de Comestibles de España. nada; hasta que un día cayó en mi poder un A1manaque de la Madre Seigel y lo leí. Persuadido del mérito de esta medicina, por las sencillas y sinceras manifestaciones contenidas en ese librito, compré una botella, y pronto pude vel­ Nuevo, único y primer remedio cierto para la Diabetes. No puede perjudicar, y pronto el diabético los buenos efectos de aquélla. Fui por la segun­ „unooe su mejoría, que sigue hasta la completa curación. Fijarse y atenerse al prospecto, lo pesetas caja. da, y después de haberla tomado pudo ya mi C O M PA Ñ ÍA IN D U S T R IA L Depósito principal: J. Surroea. farmacéutico. Badalona. desde donde so remite por correo, previo pago. madre moverse por sí misma, y ahora esperamos Venta rxrr mayor: Sres. Vicente Ferrer y C.\ y Sociedad Farmacéutica, Barcelona; y en Madrid. don ____al]H >r mayor confiadamente que se restablezca por completo. DE LOS PROCEDIMIENTOS PRIVILEGIADOS Melchor García, Capellanes, 1duplicado. Doyá usted un millón de gracias, y quedo su R A O U L P I C T E T afmo. (Firmado): Conductor Kayachol, plu/.a de Tetuán,12, Valencia; Mayo l.°de 1893.» Capital: 3 .0 0 0 .0 0 0 de francos ,c l á en ferm ería^ Estas tres cartas llevan, pues, en sí mismas la CUENTOS, POI! I). JOSÉ FERNÁNDEZ BREMÓN M Á n i l l l ü A C para.la PRODUCCIÓN dd expresión de la verdad. En todos esos casos no D e v e n ía e n la s o fic in a s «le L a ILU 8T R A C IÓ N había más que una sola enfermedad: indiges­ FRIO y del HIELO E s p a ñ o l a y A m e r i c a n a , A lc a lá , 2 3 , M a d rid . tión y dispepsia. El doloroso y lastimoso reuma­ 4 B a ra ta s tismo y la debilidad nerviosa de la madre del conductor Bavachol, eran simplemente resul­ ENVÍO FRANCO DEL rROSFECTO PIDANSE LAS ACREDITADAS tado y sintoma de la condición de sus órganos n i d o lo r de m u e la s el q u e u se el e líx ir «ligestivos. La sangre y los músculos, impregna­ 16, rué de G ram m ont, P A R ÍS ESPECIALIDADES DE dos del ácido venenoso creado en el estómago CROWN PERFUMERY CO., entorpecido, causaron un estado de cosas para el que prepara el D r. A n d r e u . S e rie : E tiq u e ta d o ra d a . a? b> cual toda aplicación exterior era sólo de un ali­ r, Su uso emblanquece emblanq la dentadura o Extractos. Arui»do Tocador; Polvo», vio temporal. El Jarabe Curativo de la Madre V’ O, aromatiza el aliento, calma el ¡ y f j y Jabón do Tocador. Seigel, al hacer expeler del sistema el veneno '*** "gi dolor de muelas y fortifica ° • e, por medio de los intestinos, la piel y los riñones, CUIR DE RUSSIE, las E N C Í A S . mató el reumatismo en su origen, y disipó todos PEAU D’ESPACNE, los efectos de aquél. en poW ° Ô-© Téngase bien presente que este remedio obra b la n c u * a Rue Morand, 9, Paris LILAS BLANC, completamente bajo principios científicos, y bajo las más «fiaras leyes referentes al cuerpo huma­ E X P O S I C I Ó i r U N I V E R S A L CARDENIA, no; la principal de las cuales es quo todas nuesE x t r a fin os y co n e l e g a n t í ­ Ib A -R lS , 1 8 8 9 tras enfermedades más comunes no son nada A LO S T E S T A M E N T A R IO S s im o s e n v a s e s . más que consecuencias y síntomas de la indig«aMEDALLA DE ORO «le D. P io q u in to M o ra le s, participa doña Crown Perfumery Co., London. tión y la dispepsia. Esta es la enfermedad casi Teresa V. de Ramírez y Morales, sobrina camal De venin en Madrid :—Perfumaría Infjlesa Carrera de San Gm>* universal y la causa del dolor de millones de nintn a • v .*ntodas ¡as buenas Perfumerías. del finado, que para los efectos de la herencia peroonaa en todas las naciones. que el mismo hubiere dejado, pueden dirigirso OBJETOS DE CAOUTCHOUC Para curarla se compuso el Jarabe Curativo su nombre en casa de D.* Emilia Sáinz de de la Madre .Seigel, y su brillante éxito se men­ WBuziti4Sanitario .1. I£ . F i s c h e r , F ra n c fo rt, s i , áDuran, librería, en Mazatlan (México). envia en carta cerrada por 20 Pfg. el precio corriente ciona en ambos hemisferios. de las mejores especialidades francesas é inglesas. Si el lector se dirige á los Sres. A. .1. White, ELHASEFÍ^^IBI i~^RÁCURAR Limitado, 155, Calle de Caspe, Barcelona, ten­ CURACIÓN C IE R T A por IRRITACIONES del PECHO, RESFRIADOS, REUMATISMOS, drán mucho gusto en enviarle gratuitamente un usPILDORAS FUNDENTES OOLORES, LUMBAGO. HERIDAS. LLAGAS.* Tópico excelente folleto ilustrado que explique las propiedades de T H . G R A S contra Callos. Ojos-do-Gallo. En loa Farmacia*de este remedio. Suprimen toda Corpulence. El Jarabe Curativo de la Madre Seigel está de M u y e f i c a c e s . i n o f e n m v a B . F“*.9,r.Le P e le tie r, Parli Médaille d’Or ISSU venia en todas las farmacias. Precio del frasco,. 1 4 fia , B “ P O IS S O N N IE R E , PARÍS. ia n d o ó v e n d ie n d o 14 reales; frasquito, 8 reales. T o. «s eI al l po se r«sl eo nc ao rcr ae mo ,b recibirá. *.i lo pide su precio N IN O N DE LEÑOLOS ARRUGAS y MANCHAS ROJIZAS IRREGULARIDADES Caprice BELLE Frères A C O M P ! * FR IO Y L I E B I G GOTA ANTI-DIABETES H IELO MAUUINAo SURROCA BOCA M E N T H O L I NA P IA N O S F O C K É F IL S A ÎN É P I A N O S A. B OR D BRONQUITIS CRONICAS, TOSES PERTINACES, CATARROSC u r a c i ó n p o r l i E M U L S I O N M A R C H A I S . — MAtiRin.Ielcbor Gircia, liuENoa-AVREsJemarchi ^».-M ontevideo . U sCajei.-MExico.YaaDenWmaaart OBESIDAD . DE PRECISIÓN, RULETAS, JUEGOS WEÉÁHICOS, corriente y c! I X A I U O I I . I S I I S A I M ) U K MESAS DE JUEGOS, BILLARES, UTENSILIOS DE S l i L L O S IH -) É O I t l U i O , gratuitam ente. Sellos 1CASINOS, ETC.—So remite Catálogo, tranco. de correo auténticos, á precios módicos. J . A . J O S T . - 120, rué OUerkampf, Parla. E. HAYN, BERLÍN, N. 24 . 188 — x.° xxxv LA I L L ST ILICIÓN ESPAÑOLA Y AMERICANA Cotí verdadero complacencia hemos leído osle libro, en el (]iie el Sr. Monedero na escrito una liistoria bastante com­ pleta de la guerra de Africa, advirtiéndose en toda la obra ese calor y colorido con que narra siempre los hechos el que los ha presenciado y tenido parte en ellos, A faltado verdadero juicio critico de los E p is o d io s m i l i ­ t a r e s d e l e j é r c i t o d e A f r i c a , pues en las breves lineas que podemos consagrarle no cabria, copiaremos las siguiente' frases que encontramos en el prólogo, tan dignas de saberse y meditarse como generalmente desconocidas : « Ks necesario que todos los españoles, sin excepción, lije­ mos nuestra vista en loque en el Oriente del Imperio raogrebino sucede respecto de las aspiraciones do la rectifica­ ción de la frontera argelina: pues s¡ lo que nuestros vecinos internan ya hace mucho tiempo llegara .-i realizarse, adiós importancia de Melilla y Chafarinas, y adiós inlluencia espa­ ñola en la antigua Mauritania.» Cuantos españoles conocen las cuestiones africanas, y es­ pecialmente la marroquí, están conformes, con unanimidad harto significativa, en (pie no se puede transigir do ningún modo y a ningún precio con el proyecto de i edificación de la frontera, que V rancia persigue h.’u-c mucho tiempo y cuya inmediata, pero no única, consecuencia sena la ocupación de Tánger por la Gran Bretaña. Si los franceses avanzaran hasta el Muluya sin (pie España se opusiera Aello por todos los medio-, habríamos renegado de nuestro pasado y renunciado, no sólo á nuestro porvenir, sino ¡i la seguridad'’del territorio nacional. Cuesta este interesante libro 3 pesetas, y véndese en las principales librerías, D is c u rso ledo por L>. Miguel Granell y Korcadell, profesor de sonlo-mudos del Colegio Nacional de .Surio-mudos y de Ciegos, en el acto público de la distribución de premios a los alumnos del mismo, el día 2!l de .1unió de ISH3. El discurso del ¡Sr. Granell y Korcadell es un curioso «'•im­ portante estudio acerca de la educación y enseñanza délos ciegos y sordo-mudos. Sigue al discurso una segunda parte con los datos estadísticos del Colegio de .Sordo-mudos y Cie­ gos de Madrid en el cuiso de ls‘.)2-fi3. V a l o r t - l i n i r o «I«- Io n m c r l i o s «Ir e x p l o r a c i ó n nos!ira de la dilatación del está maga , T . / { e l l a s A r f e s d e / t u r r i l in a . J O N E S V IC T O R IA E SE N C IA El perfume mas exquisito del mundo. — Gran surtido de extractos para el pañuelo, ue la misma calidad. El señor Alcalde de Barcelona ha tenido la bondad de re­ mitirnos el Reglamento de la Exposición de Bellas Artes que bajo los auspicios de aquel Ayuntamiento lia de inaugu­ rarse el 23 de Abril de 1 ‘J l . cerrándose el 2'.) de .1unió'si­ guiente. l,a Exposición comprenderá tres grupos: 1 .“ Tintura, di­ bujo. grabado y modelos de etnografía: 2 ." Escultura en sus diversas clases y procedimientos; Arquitectuia en todas sus manifestaciones art ísticas. Habrá un premio de honor y veinticuatro diplomas. Asig­ nase para adquisición do la obra que obtenga el premio de honor la cantidad de 1 0 . 0 0 0 pesetas, y de las que obtengan diploma podrá el durado designar doce, que comprará el Ayuntamiento para el Museo Municipal de Bellas Artes. T r a ta d o «»loiiieiital y pi*a,-l¡«-o d e l ’a to lo g ia y <Hen­ il (’« ( iin c e a lá tj ic u . por*M. M. i’onte, antiguo rector y catedrá­ tico de Obstetricia de la T'niversidad Central de Venezue­ la. etc , etc. Momos recibido el primer tomo de este tratado. Obrado tanta importancia, y en la que se tratan materias tan delica­ das y graves, no puede ser juzgada después de una rápida lec­ tura y por sólo su primer tomo. Diremos, por tanto. de ella una sola cosa, y es. (pie el Dr. Ponte manifiesta haberla escri­ to después de una larga práctica, y (pie es muy de estimar lu claridad y método riguroso de la exposición. C a rta » «lo m u je r, coleccionadas por Jacinto Renavente. Un tomo de 1(15 páginas, que contiene lo que el titulo anuncia: cartas de mujeres escritas con diferentes motivos. i,a obra está muy bien impresa. Precio: 3 pesetas. T r a ta d o d e A ritm é tira . Ideas generales de los problemas y definiciones de aritmética para alumnos (pie esperan ingre­ sar en el primer año de Matemáticas, por Rodrigo de Eche­ varría y Uasterrechca. profesor de Algebra. I.n sociedad E r a / i r / n d a d M m id a ijn e s a ha tenido la aten­ ción. que agradecemos, de remitirnos un ejemplar de e»tc tratadito de Aritmética, muy recomendable por el método de la obra en general y por la claridad y rigor de las demos­ traciones. E l U n es» en Isa In d u s tr ia y en la A g ric u ltu ra , ñor P. G. J. de Guillen García, ingeniero industrial. En este libro estudia el autor, primero las cualidades físi­ cas y químicas del hueso, sus infinitas variedades y sus no menos infinitas aplicaciones industriales y agrícolas.' No sólo nos parece de mucha utilidad como obra de consulta, sino que también merece leerte por los aficionados, pues contieno muchas particularidades curiosas. Su precio, 2 pesetas. G. R. « li a g - I. A 11 A K 0 N E S A P E I1A H D E X , A R T IS T A & 1889 FABRICANTE DE PERFUMERIA INGLESA EXTRA-FINA S eptiembre 1893 evitable en tanta extensión de tierras como ocupa la lengua española, y hablándola tan grande variedad de gentes de tan diversos orígenes: pero bueno es ir á la mano á los inútiles ó bárbaros, que bario tenemos que lamentar con los daños que la manía de lo francés va causando en lenguaje, cien­ cia. literatura y costumbres en los españoles de América. Iti'C lam piilo «lo la -oguiidn I'xposUrión (¡e u c ra l «te, por I>. Nicolás Rodrí­ guez y Ahavtúa, doctor en Medicina y Cirugía. Comunica­ ción hecha á la Academia Médico-Quirúrgica Española el día 1 Gde Febrero de 1 tí'-ClHemos recibido dos ejemplares de esta interesante comu­ nicación, cuyo precio es de 2 pesetas. V i c i o s d e l l e n g u a j e . P r o v in c ia lis m o s d e ( iu a le m a ld , por Antonio Uatres Jáuregui. Nos parece de mucho interés este diccionario de provin­ cialismos guatemaltecos que el Sr. Uatres acaba de publicar, y nos agradaría ver publicados parecidos trabajos acerca de los provincialismos peruanos, chilenos, argentinos, mejica­ nos, etc., etc. Todo cuanto tienda á conservar la unidad de la lengua española es beneficioso para la unidad de la raza, y por tanto para la fortaleza de ésta, lo cual, por cierto, es de mucha necesidad para resistir á la invasión de otras. Comprendemos (pie la formación de provincialismos es in ­ 3 Medallas en las Exposiciones de 18 7 8 • li EN ECUESTRE. CUANTOS PU N TO S Y C L IM A S S E E M P L E A R O N LOS S A U C IL A T O S DE B IS M U T O Y CERIO I J JK L A «JU V E N IL Polvos sin ninguna mezcla química, para el cuidado de la cara, adiiereutes é invisibles. C R E M A IA T IF Se conserva cu toaos los climas; un ensayo hará resaltar su superioridad soure los demas Cold-Cremas. A G U A CE T O C A D O R JO NES Tónica y refrescante, excelente contra las picudaras do los insectos. E L IX IR V P A S T A S A M O H T I Dentífricos, antisépiicosy tónicos, blanquean los dientes y loríe lacen las encías. 23, B o u le va rd des C apucines, 23 e n e l C Ó L E R A , c u r a r o n c o n l a c o n s ta n c ia q u e n in g u n a o t r a m e d ic a c ió n , h a s t a e l e x tr e m o q u e e l T u n is i e s p a ñ o l d o c to r M o n ta ld o , o t r a s a u t o r i d a d e s m é d ic a s é in f in ito s e n f e r m o s d ic e n e s p r e f e r ib le á to d a s . Desconfiad de las imitaciones De venta en las principales farmacias P A R IS Dépóslto en todas la buenas P erfu m eríasf CABELLOS CLAROS Y DÉBILES £) S I N A P I S M O raüUó do A l e x a n d r e 1‘gHR RT FILS 81, r. Lafaijettc P ar a <& R I G 0 L L 0 T des Penedictllis iíu Moni M njclla . q u e detie­ ne ta m b ié n s u caichi y ret ra sa su deeolo- R e s f r ia d o s , D o lo re s , C o n g e s tio n e s ORGANOS HARMONIUMS Bilde)JOfr. baila8,000 fr. Re a la rg a n , renacen y fortifican por el empleo (íd lix tra il CapUiiir«- SE HALLA EN TODAS LAS FARMACIAS . 0 EXÍJASE l a FIRMA ENCARNADA d e INVIO HUNCO Al OC» LOPIDA RII • - 5 ración. Sene/, adm inistrador, 35. rué dit I Seplcmbrc, París.—Depósitos en M adrid: Perfum ería O riental. Carinen, 2; A gulrre y j* M olino, Preciados, 1; Urquiola , Mayor. I. y ) en Barcelona, S ra . d u d a de L a fo lit c Hijos. C a tà lo g o ilustrado. U0GNAC JURADO-CASTELLON .T E R E 7 . ____________ ______ __ _____Creosol,i tio y roort" v 0LUCI0N CUNAUD“ ce’ O liccrtn« — T o s re b e ld e , B ro n q u itis. C a ta rro « a iitig :ia>o s.T isJs y e n fe rm e d a d e s ilei P e c h o . P»m», w u n n n n n n u n u n n n tín n n K u n u & y í v. (tu Marchand. 13,r.firtBier-S'-Uure.Ytodiir** a« luttperien Perfumería, 13, Eue d’Enghien, París. g -71M /r -mE -r-v t D -rIy-C /iA y»C -rIr sO-i»N ' P IL D O R A S Y J A R A B E a POLVOS m Ts \O-TXN TT I C AA B LA N C A R D C on io d u .r o de H ie rro in a lte ra b le R eco m ien d a B sig u ie n te s g V E x íja s e l a f ir m a y e l s e llo VAAy d e g a ra n tía . HELIOTROPO BLANCO - LACTEIN A. R eservados todos los derechos do p ro p ied ad a rtístic a y lu craría. 5 # ! n n n c m n a im \ ¡ (P A R IS 4 0 , r u é B o n a p a r te , 4 0 n H n n n n H n n H H n 5 S MADRID. — E stablecí m íen lo lipoliiogríifico » Sucesores dtì liiv a d e n e y ra s, im presores d e la Real Gusa.