Año XXXVII. Núm. 35. Madrid, 22 de septiembre de 1893

Anuncio
AÑ O
X X X V II.
M A D R ID ,
22
D E
S E P T IE M B R E
B K E L A
S
A R T e S .
C I ' A D B O D E SI A R T I X R I CO
DE
18 9 3.
N Ü M . X X X V .
LA
ICO — N.° XXXV
ILU STRA CIÓ N
SUMARIO.
TEXTO Crónica general, p o r D. José Fernández Brcmón. -Nuestros
grabados, p o r D. G. Itcparaz.—Recuerdo.-! capitales históricos de
M adrid en el Renacimiento (conclusión), por P . Km ¡lio Castelar,
de la Real Academia Española. Entre cuatro paredes, por Z r , l , i .
T.a A rqueta arábiga de la catedral de Valencia en la Exposición
1[istórieo-Europe.i, por D. Rodrigo Amador de lo- Iiios corresjiondicnlc de la Real Academia de Ciencias, do Lisboa. Los Teatros,
por D. Eduardo Bustillo.- Mundanas: Sola..... por D. Alfonso l’. rcz Nieva. El Convento de la Encarnación (continuación), por
P. Ricardo Sepúlveda. Idilio, poesía. p o r D. A. 11. Lenizares
Rayo de sol. poesía. por P . Juan Tomás Salvany. Carta a un
egoísta poesía, p o r P. jo s • .laekson Veyan. Por ambos mundos,
p o r p 1! Becerro de Bengoa.—Sueltos. Libros presentados íi esta
Redacción por autores ó e IItoros, por 0 . 11. Anuncios.
GRABADOS. Bellas Arles. Toledo: liiilruilii ■!< la ,•asa </. / Cumie tic
Areos, cuadro de M artin Rico .—La Fin-ría ih I mar y 3I<ililarhni.cua­
dros de D. Vicente I’alm iroli. i Fotografías del Sucesor de Laurcnt.)
— l . o < A r e a b u n rus J i San J o r g e n i . / x i a l u .VI //.c u a d ro de Francisco
liá is , existente en el Musco de llanrlem . —A i u i n i H r i u l o i ! o j i r l a .
cuadro de \V. Mouat.—R etrato de P Jaim e de Ucirbón. al term inar
los estudios en la Academia Militar do W iener-Neustadt (Austria).
— M adrid: Exposición llistórico-Europea. Arqueia arábiga, de
m arfil con guarnición de cobre esmaltado, perteneciente á la cate­
dral de Palemón.—San Sebastián: E xterior c interior del nuevo
frontón I h t i - J u i . (Del n a tu ra l, por Comba.) R etrato de P José
Sánchez Guerra, subsecretario del Ministerio de Ultram ar. (Pe fo­
tografía de M. Huerta.» Marina española de guerra El crucero
María Teresa haciendo las prueban de velocidad en alta mar. In­
glaterra: I.a huelga monstruo. Represión, por !a fuerza publica,
de los desinm es de los huelguistas. R etrato del Exorno, é ilustri­
sita« Sr. P . León P. Salmeáu y Mandayo. rector de la Universidad
de O viedo—R etratodel Exento, c limo. Sr. P. Antonio Augusto da
Costa Simoens. rector de la Universidad d • Coimbra.—La pesca do
focas en el m a r de Behring. Un bote tripulado i>or esquimales de
la isla de San Pablo, conduciendo pieles de loen.— Retrato de la
Baronesa Rahdehden, a rtista ecuestre.
CRONICA
'*■
GENERAL.
Y-í a v o s , truenos, r e lim p a g o s , gran izos c ¡nun«N daciones ; cosechas destru id os, casas an eg a­
das, y , lo peor da tod o, personas arrol 'atadas
por las corrientes, y otras m uertas dentro de
"n¡> sus casas: trenes detenidos por la fu erza del
tem poral; trozos de v ia interceptados: las
com unicaciones telegráficas y postales interruin. \ w " v p id a s; pueblos ham brientos pidiendo alb ergu e y
rt~y¿ pan en tal desastre, y tristeza en el ánim o en los «pie
U.i, > ven d ifíc il el rem edio de tantas calam idades amontonadas p o r la convulsión de las fuerzas naturales.
T a l es el cuadro con 'pío nos vem os precisados á em pezar
esta revista ante un cielo despejado á veces, pero en el cual
flotan y pasan nubes blancas que parecen llevar en su seno
una n ev ad a , ó nubarrones obscuros (pie asoman relam pa­
guean lo: cuando éstos se extienden, y el trueno estalla y las
prim eras gotas se desprenden, las gen tes huyen tem iendo
que el vie n to y el agu a se arrem olinen causando nuevos
estragos. N o luiremos la estadística lastim osa de los produ­
cidos por las ú ltim as torm entas. 1-as provin cias de Valladolid , C u en ca. T o le d o , Patencia, C iudad Iíea l, Guailalajara,
M adrid y Córdoba conservarán recuerdos tristes de estas
turbonadas. Las m uertes ocasionadas por el ciclón lian sido:
en la p rovincia de V alladolid, catorce, según E l Imj.arciul,
á saber: cinco en .Simancas, una en F uensaldafia, dos en
F e r ia , tres en la N ava . una en Zaratán, una en S iete-Ig le­
sias y una en A rro y o . Pero la que ha dado el tributo m ayor
de v ictim a s ba sido Y illa ea ñ a s, en la provincia de Toledo,
y la dram ática revelación de que una parte de sus habitan­
tes v iv ía en albergues subterráneos, cavados en el suelo: la
irrupción de las aguas en los nilón ó cavernas que servían
de dom icilio á esos in fe lic e s, produjo la im posibilidad de
salvarse á los q u e fu ero n sorprendidos por la fu rio sa acom e­
tida de la corriente, (pie saltaba por los escalones de tierra,
con virtiendo on pozos las habitaciones. A caso las pérdidas
m ateriales y las ruinas sean m ayores en otras com arcas de
las provincias referid as; pero la tra ged ia hum ana allí lia
tenido sus efecto s más terribles, D esde la heroica anciana
que salvó á sits nietos á costa de su v id a , colocándolos en
el hueco de una ventana a lta , único refu g io para no ah o­
g a rs e , y que murió valerosam ente en el fondo de la cu eva,
basta la en ferm a sacram entada y m oribunda, salvad a en
brazos por su m arido, y expuesta al aguacero sin m ás abrigo
q u e una sábana, y que sanó en un día por efe cto no sabe­
mos si de la impresión ó de la llu via; desde el in fe liz que
al ser auxiliado renunció una parte de sus socorros en fa v o r
de otro m ás p o b re , basta un tunante (pie pidió y obtu vo
limosna, siendiT un avaro sin entrañas (pie invertía en prés­
tamos usurarios toda cantidad que ingresaba en su bolsillo,
h ay en el drama de esa inundación to las las abnegaciones,
heroicidades y sacrilicios, y todas las vilezas q u e caben en
el corazón hum ano, y se revela a llí la an tigu a y antitética
m ezcla de los h ijo s de Id o s y los h ijos de l »s hombres.
L a s a g u a s, que al barrer las montañas dejan á veces en
descubierto las peladas rocas que form an la osamenta del
p laneta, filones de m etales preciosos, ruinas prehistóricas,
fó siles y huellas p rim itiv a s, h m puesto a l descubierto la m ­
b í n los d¿pósitos de bien y m al, de heroísmo y fealdad
(pie esconde el hombre Insta que una gran tribulación ó
una gran necesidad los s ica á luz; y asim ism o han dem os­
trado un a v e z m ás ciertas desigual lados de. esta sociedad,
p u es mientras nosotros y cuantos viv en en las capitales, a l­
tos y bajos, ricos y m en digos, vivim os á linea del siglo xix
paseando en calles alum bradas á //ionio por las noches, con
g ra n em pedrado, y espectáculos diarios que considerarían
com o m agias los que viv en en b u nilón de V illacafias, éstos
se hallan en los tiem pos p rim itivo s, conservando Jas cos­
tum bres trogl .ditas, com o dice oportunam ente uno de los
corresponsales que a e u lie ro n ul sitio de la catástrofe con
el apresuram iento que tanto honra al moderno periodism o.
A llí encontraron y a al G obernador de la p rovin cia, Sr. P o­
lític o , cum plien lo su d eb er, y allí vieron distribuidos los
prim eros socorros enviados por el venerable A rzobispo de
Toledo. A lli y á otras partes llegará esta v e z , com o todas,
l i acción de la caridad, ese manantial que siem pre brota de
una parte de los hombres cuando la desgracia ajen a llen ado
ESPAÑOLA
Y
A M ERICAN A
22 S eptiembre 1893
plear en dos docenas de obras ú tile s , lo gastam os en llenar
lágrim as los ojos. S. M . la Reina ha encabezado con diez
un estante de libros que no nos h acen falta. Y como la f e ­
m il pesetas una suscripción para socorro de las victim as.
o
ria de Madrid em pezó hace cuatro siglo s y m edio, antes do
o o
(pie se imprimiesen libros en E sp a ñ a , es curioso que se haya
E l bacillun riri/iilu ha sido descubierto...... donde los b a c ­
reducido á un mercado de lib ro s, con frecu en cia descabala­
teriólogos 1c buscaban, y han pagado el hallazgo unos ino­
dos é incompletos.
centes conejos destinados por los sabios á la experim enta­
— L e faltan h ojas á este lib ro — d ecía ayer un comprador.
ción. Si resucitara un m édico del siglo x v n , de los m ás sa­
— P o r eso se lo ven d í tan barato.
b io s, de los que creían sinceram ente «pie no se podía curar
— Tiene razón el librero— d ijo un estu d ian te:— -yo por
con arte sin poseer conocim ientos astrológicos, con «pié
eso no compro libros en otoño, á la cuida de las hojas.
asom bro oiría pronunciar el v o ca b lo bacteriólogo, aplicado
o
o o
á un colega suyo. Eran en su tiem po las ep id em ias, para la
c ien cia , influencias de constelaciones perniciosas; es decir,
El agu a había invadido la casa, y cuando el g a to , asus­
ven ían del m undo sideral: hoy se supone su cansa en el
tado do la inundación, salió al tejad o , com prendió que el
mundo m icroscópico, en legion es de seres in visib les (pie
edificio estaba próxim o á arruinarse: sólo había sobrevivido
acom eten á los hombres y los diezm an: las del cólera tie ­
el g a llo , (pie perm anecía alicaído en la parte superior del
nen la figura de una com a, tan dim inuta que nuestros ojos
caballete.
no alcanzan á verla. Entran en nuestro cuerpo ¿por dónde?
— Com pañero— le dijo — esta casa es una isla y hay que
¿en qué veh ícu lo? No sospecha del agu a que bebem os: re­
em barcarse: alli veo una balsa, ¿quieres n avegar conm igo?
sisten á la acción quím ica y al calor de la d ig estió n , y tie­
— -N o , m e quedo; esa tabla se m u eve y aquí m e encuen­
nen nuestros intestinos por residencia fa v o rita . F elizm en te
tro firme.
no se lian baíla lo en otras partes del cuerpo, porque su pe­
— No puedes continuar a h í. si eres honrado: te tomarán
quenez les perm itiría entrar por todos nuestros poros: so­
por v e le ta , y engañarás á las g en tes creyen d o que tu pico
mos para ellos una c a s i cuajada «le puertas y ven tanas: si
m arca el viento.
han entra lo algun a v e z por esos lados, no se sabe, ni si en­
— Y a no h ay g en tes ni corral: soy un viu d o de doce g a ­
trando por ahí entran por m ala parte y se convierten en
llinas á cual m ás ponedoras: déjam e llorar, y vete solo.
puntos suspensivos......
— C om padre, las penas se m itigan via ja n d o ; en fin , haz
Una vez descubiertas esas com as, se cultivan con amor
lo (pie quieras; y o ten go alg o de marino y me em barco con
en un caldo adecuado, y un sabio puede entrar en una p o ­
rum bo ul país de las g a llin a s; si me quieres s e g u ir , da un
blación llevando una epi lem ia en su cartera. Esos m icrobios
vuelo y pronto.
q u e llegan rabiosos de la In d ia, en Europa se hacen más
— ¿ Y qué tales son esas gallin as?
tra tab les, y asi parece que lian resultado los hallados en
— Moñudas y de G uin ea; las hay de todas clases. ¡A d ió s!
algunos puntos de V izca y a : son bacilos dom esticados que
— P u es te acompaño.
tienen poca fuerza ex p an siv a, según dicen los periódicos.
ó' m ientras el gato ganaba á nado el madero salvador,
N o lo entendem os bien: ¿quieren d a r á entender (pie son
el gallo voló á su lado haciendo un g ra n esfuerzo.
poco proliticos? A sí fueran estíbales. ¿Q uiere d ecir que no
— E stoy salva d o — dijo en tre si el gato al verse con
tienen la m alicia de los asiáticos? Entonces ¿cómo matan á
aquel compañero de v ia je .— -Solo, nadie me recogería; pero
algunos infelices?
¿quién me cerrará sus puertas lleván d ole de regalo un gallo
En Madrid se lian tornado algunas precauciones sanita­
tan hermoso?
rias. Un m édico visita á los viajeros que vienen directa­
Por eso los via jero s del tren detenido por las inundacio­
m ente de V izca y a, V constan en un índice. Desearem os que
nes cerca de T em b leq u e, vieron pasar sobre un m adero un
no tengan ninguna novedad. Desde luego nos pareen i ab­
g a llo y un gato que n avegab an ju n to s por el agua.
surdas las fum igaciones. E l bunio no entra en la residencia
habitual de los b acilos, pero puede ahogar á un tísico ó á
una criatura. Y en cuanto á las ropas...... si transm iten el
E l Sr. M artínez lliv a s m erece un aplauso unánim e por
contagio, nos inclinam os á creer que ese bacilo no es causa,
ser de los prim eros que esta v e z han o frecid o socorros en
sino efecto.
auxilio de los inundados: por cierto q u e , al ver tanta agua
o
reu n id a , debió decir:
o o
— ¡Qué fon d o hay aquí! Mi equivocación fu é m ayúscula;
D ejam os pendiente lo del B rasil de un bom bardeo de la
no debí construir el astillero en B ilb ao , sino en la Mancha.
capital por la escuadra su b le v a d a , y no sabem os lijam ente
lo que a llí ocurre. C o n tin ú a, pues, todo revu elto: no au ­
C uando los periodistas llegaron á la boca de los nilón do
m entem os la confusión hablando de ello sin entenderlo.
Y illaeañ as, preguntaban por las casas.
Francia hace grand es preparativos para recib ir ¡i la es­
— Estas son: aquí habitaba la fa m ilia T a l, alli la do
cuadra rusa: el patriotism o está excitado, y todo indica una
Fulano.
g ra n explosión del sentim iento n acion al, (pie. nos inspira
— ¿C asas b ajo tierra ? ¡S i parecen panteones de fam ilia!
respeto y ¿á qué negarlo? cierta envid ia. L a id ea de la pa­
tria es, á no dudarlo, in ferio r á la idea hum anidad; pero
¡qué grandeza tiene com parada con el egoísm o regionalista!
— U stedes los que vienen del N orte— dice !a señora d éla
F ra n cia tendrá sus defectos, pero es una nación de cuerpo
casa— m e dirán si m arco bien el com pás de este zortzico.
entero.
V sentándose ante el p ian o , em pieza á tocar el Guernio
o o
lcako Arbola: los recién llegados se levan tan y echan á
correr.
E n la iglesia de Santa Bárbara, de esta corte se celebra­
— ¿T an mal lo hago?— dice la señora al único que no
ron el día 19 los funerales de la M arquesa viu d a de Yaldehuye.
ras y Condesa de la Santa E sp ina, D .“ Susana do Montes
— N o: es que están acostum brados á que haya carreras
B u y ó n , que tiene derecho á una honrosa despedida por h a­
al oir ese zortzico.
ber fú n d a lo las escuelas y asilos de la Santa E sp ina, en el
an tiguo monasterio de ese nom bre en la provincia de Va­
J osé F e r n á n d e z B kem ón .
lí iiloibl, de cu ya im portancia nos lucim os cargo al reseñar
el libro en que se daba la noticia de aquella fu n d ación , con
la historia d el convento. L o s q u e , com o esa carita tiva se ­
ñora, dejan de si recuerdos de este g én ero , continúan v i ­
NUESTROS GRABADOS.
viendo en el país donde han hecho el beneficio.
Dos dias antes de este funeral habíam os cum plido el
»ELLAS ARTES.
triste deber de acom pañar al cem enterio de San Isidro á un
nieto del Solitario, 11. Tom ás Oructa de Esti-vaneZ Calderón,
lintr/ula <h la rara ib I ('muir ilr Arras, cuadro de Martin Rico. La
muerto á los d iez y siete años de edad: presidieron el duelo
Fucsia ilrl mar y Miililarían, cuadros de D. Vicente Palmaron.
Ims Arcabuceros ilc Sun Jorge en rl siglo X V il, cuadro de Francisco
hm Síes. I). E m ilio C ánovas del C astillo y el Vizconde de
Halo, existente en el Museo de llaarlem . -Aiirciiiliciulo rl oficio,
drueste, y sentim os verdadera pena al v e r sepultados con
cuadro de W. Mouat.
aquel cuerpo «le niño las esperanzas, la a le g r ía , todos los
a tractivos de la m ás risueña alborada ju ven il.
«V sílbese por la calle a irib a con tan gen til sem blante y
P o r ú ltim o, el veterano de la prensa, el muestro D . N e ­
con tin en te, que quien no le conociera pensara ser m uy cer­
m esio Fernández C uesta, lia tenido la desgracia de perder
cano pariente al Conde de A rco s, ó á lo menos cam arero
á la excelente com pañera de su v id a , I).1*B árbara Palufox.
que 1c daba de vestir.»
o
A si cuenta L azarillo de Torm es que salía de casa el es­
o o
cudero su am o, v a cio el estóm ago, pero bien dispuesta y
M adrid em pieza á recobrar la anim ación de que le privan
concertada la ropa, su frien d o aquella abstinencia sin pen­
los calores, y con los fu g itiv o s vuelven á su activid ad las
sar en rem ediarla de otro modo que entrando á se rv ir á un
industrias que v iv e n del lujo y de las diversiones. A y e r
señor con titulo.
em pozó la fe ria on el Prado de A to c h a , no m u y lu c id a , sin
D e los grand es servidos por tales escuderos eran verda­
duda por tem or á las llu via s : una tila de puestos de cacha­
deram ente los Condes de A rco s, y varios de los cuales, se­
rro s, bisutería ordinaria, tiro de carabina y de pelota v li­
ñaladamente los ilustres D . Pedro P o n ce de L e ó n , señor
bros viejos colocados ante la verja d el B otánico, y los nue­
de M archen», y D. B od rigo Ponce «ie L e ó n , duque de C á ­
ceros y fru teros «píese instalan en el lad o opuesto del pa­
d iz , tuvieron m ucha parte cu la conquista de A n dalucía.
seo, m antienen la tradición de ese m ercado secular q u e, á
Como otros señores de entonces, tenían casa en T oledo, por
pesar de su d ecrep itu d , no quiere m orir. Los libros anti­
ser la m ás principal ciu d ad del reino, y la entrada de ella
guos ó usados, a precios m ódicos y lijo s , son los únicos que
ha dado m otivo á Martín R ico de com poner un precioso
agolpan en rededor á los curiosos, porque en esos montones
cuadro, en el que todo es adm irable : fa c tu ra , dibujo y co­
hace buenos descubrim ientos el ca p rich o : allí van, desde el
lor. -Si algún m érito se sobrepone poderosam ente á todos
a in a d o casa que busca un .1 ríe ch cocina á b ajo precio,
los dem ás y m erece especial m ención , e s, sin duda, el sabor
basta el literato que quiere encontrar incunables á real, ó
clásico, español puro, que á esta o b ra, com o á todas las «le
el estudiante q u e , con m ás razón, desea bailar los libros de
Martin Rico, im prim e carácter propio, tan personal, que con
texto á p recios razonables, es d e c ir, al precio que valen ,
sólo v e rla , y sin m irar la firm a, se conoce la mano que la
no al que cuestan. Y alli se encuentran los autógrafos de
hizo. E s una jo y a artística de gran precio.
los escritores m ás céleb res, en obras (pie dedicaron á sus
Rico acaba do p in tar este cuadro, y som os de los pocos
am igos y van á parar ul baratillo: no hace m ucho com pra­
<1 ne basta ahora han podido adm irarle. Por tanto, el g ra ­
mos por quince céntim os una com edia de A vala con su de­
bado de la prim era p ágin a de este número es una novedad
dicatoria : a lli se v e que la fech a de un año hace v iejo s li­
artística con que sorprendem os, sin duda m uy agradable­
bros sin abrir y de los autores más m odernos, y resulta el
m ente, á nuestros lectores.
hallazgo de un libro v ie jo «pie con vierte en nuevo su rare­
za. En resumen : la feria se sostiene á duras penas sólo por­
que perjudica al com ercio de libros n u evos; de ella insulta
Los dos cuadros de D . V icen te Palm aroli que publicam os
cu las p ágs. 172 y 173 están inspirados en la vista d el Ücéaque el dinero m ás ó menos abundante q u e debíam os em ­
22 Septiembre 1893
LA
no, y am bos son m u y sencillos pero m u y hermosos. E n el
prim ero, una m ujer bella y jo v e n contem pla desde la p la y a
el incom parable espectáculo, fu en te eterna de poesía, y pa­
rece com pletam ente em bebecida en él. En el segundo, una
elegan te lectora ha cerrado el libro, quedándose en pro­
fu n d a m editación. Verdad es que la ocasión con vid a á ese
m ístico arrobam iento que se apodera de toda criatu ra (pie
sabe sentir ante la m ajestad de la naturaleza. Y eso que cae
la ta rd e ; la m ar está en calm a, y sus olas m ueren mansa­
m ente en la a ren a : en el remoto horizonte algunas nubes
rojas señalan el sirio por donde el sol acaba de ponerse, y
sólo se o ye el acom pasado rumor del oleaje.
¿Que m ejor ocasión para m editar?
F ran cisco Ila ls filé de lo s m ás famosos pintores llameneos del siglo x v ii . A prendió con Karl van M ander, y ter­
m inados los estudios establecióse en Haarlem . D ijo de él
Y an -D yek que si hubiera acertado á dar m ás suavid ad al
co lo rid o , habría excedido á todos los pintores retratistas
conocidos; y no puede considerarse encarecim iento excesivo
el d ic h o , atendiendo á lo m ucho y bueno (pie pintó.
D e ello da testim onio el cuadro titulado Los arcabuceros
de San Jorge en el siglo A 1 7 / que verán los lectores en
las págs. 176 y 177. y el cual despierta en todo español co­
nocedor de la historia p a tria , adem ás de adm iración artís­
tic a , el grato recuerdo de nuestras olvid ad as g lo rias de
F lan d es. A qu ellos arcabuceros de arrogante figura y enér­
gica s fisonomías eran los enem igos, tancas veces escar­
m entados, con quienes se las habían nuestros v iejo s tercios,
vencedores de ellos y de todos m ientras tuvieron gen era­
les dign os de su valor.
E l pescadorcillo que vem os en nuestro grabado de la pá­
g in a 181 es h ijo de pescador sin duda a lg u n a, y andando
los años será un verdadero lobo m arino. A hora se ejercita
en la punta del m uelle sin riesgo algun o; pronto acom pa­
ñará a l padre en la lan ch a, y con el tiem po luchará en alta
m ar con la cólera del Océano.
Viendo el cuadro de \Y. Mouat conócese (pie lia viv id o
mucho junto al m ar y que el aspecto del puerto le es fa ­
m iliar.
o
o o
n . JAIME PE BORRÓN,
a l s a lir d e la A c a d e m ia M i l i t a r d e W ie n e r - X e u s tn d t.
P ublicam os el retinto de D. Jaim e de B o rló n , cum pliendo
uno de los fines de L a I lustración ' E s p a S o i.a y A m e r i ­
can a , cual es el de tener bien inform ados á nuestros le c­
tores de los sucesos y de las personas de n ota, y en los
que se encuentra lo que ahora llamam os interés de actua­
lid ad . D on J a im e , por lo (pie en política representa, tiene
am igos y adversarios; pero á nadie puede ser in d iferen te,
antes al contrario. Tam poco cabe contarle entre les que
han despertado pasiones y odios, pues sus pocos años no
le han dado lugar á e llo , y , por tanto, ni aun á sus m a­
yores enem igos politieos pued e ser rep ulsivo. P or estas
razones no hemos visto que la publicación de su retrato
o fre cie ra inconveniente algun o, ni nosotros podíam os te­
nerle hallándonos totalm ente alejados de las luchas q u e con
tanto daño de la patria tienen d ivid id os á los españoles hace
sesenta años.
N ació D. Jaim e el 25 de Ju n io de 1870, en el palacio
de La Faraz, situado en las inm ediaciones de Y e v e y , resi­
dencia de D. Carlos á la sazón. Determ inaron sus padres
darle la carrera m ilitar, y con esto propósito lo enviaron,
luego que tu vo edad su ficien te, á la A cad em ia M ilitar de
W ien en -N eu stad t, cerca de Y ie n a . de la c u a l, term inados
sus estudios con excelen tes notas, ha salido á principios
de A gosto. Razones p olíticas im piden á I). Jaim e s e rv ir en
el e jército au stríaco , de lo que se lam entan algunos perió­
dicos de V ierta, encareciendo al mism o tiem po el talento
y aplicación de que ha dado muestras en la A cadem ia: pero
com o siente gran afición al e jercicio do las armas, es pro­
b a b le, según inform es que tenem os por fidedign os, que en
b re ve le veam os entre los oficiales de otro ejército europeo.
1). Jaim e es gran jin e te , y en el earrousel celebrado úl­
tim am ente por los alum nos de la A cad em ia M ilitar obtuvo
el premio. E l retrato que nuestros lectores bailarán en el
prim er grabado la p á g . 1G8 le representa á caballo. Ilizo selo para dejarlo como recuerdo á sus profesores y com pa­
ñeros, y se lo en vió á todos ello s el día en (pie tuvo (pie
d eja r el uniform e de cad ete, que lia vestid o tres años.
o
o o
MADRID : EXPOSICIÓN HISTÓRICO-ETJROPEA. ARQUETA ARÁ­
BIGA PE MARFIL CON GUARNICIÓN DE COBRE ESMALTADO,
PERTENECIENTE k LA CATEDRAL DE FALENCIA.
(Véase el
artícu lo correspondiente en la p á g . 17 5 .)
o
o o
BET1-JAI.
E l sitio m ás hermoso de San Sebastián es la Zurrióla, y
de la Zurrióla lo m ejor aquella parte del ensanche que al
p ie d el m onte U rgull sostiene el constante asalto (pie le dan
las olas del Cantábrico. A llí precisam ente se lia levantado,
en pocos m eses, el nuevo fro n tó n , representado en nuestro
grabado de la p ág. 169.
El edificio es de m uy bello a sp ecto , a lg o m ás pequeño
que F ie sta A le g r e , pero d e m ejo r gusto. Ras condiciones
de este fron tón aventajan tam bién á las de cualquiera otro.
L a cancha en toda su extensión y las paredes son de piedra
sillar arenisca, y el pavim ento de losa esp ecial. Los cuadros
son 16
de 3,92 metros cada uno. Ras localidades son es­
paciosas, m uy cóm odas y bien distribuidas. U a y un local,
llam ado La Tertulia, apropiado para reunión de am igos ó
casino. En la purte m edia del fro n tó n está una hermosa te­
rraza con vistas á la can cha, y en la m ás alta una azotea
m agnifica ó G ran T e rra za , desde donde puede disfrutarse
del adm irable panoram a del va lle del U rum ea, el m ar, el
m onte L’ lia y segu ir al m ism o tiem po los incidentes del
ju eg o .
ILU STRA CIÓ N
ESPAÑOLA
Y
A M ERICAN A
líetl-Jui quiere d ecir en vasco Siempre fiesta, y en v e r ­
dad es vo z m u y adecuada. T razó los planos y d irigió la
obra el arquitecto donostiarra S?r. GoiCoa, y uno de los
fundadores y principal prom otor de ella lia sido el in fati­
g a b le Sr. Arana.
o
o o
D. .TOSIÓ SÁNCHEZ GUERRA,
s u b s e c re ta r io d e l m in is t e r io d e U lt r a m a r .
I.lcgar m uy jo v e n á los m ás altos puestos del Estado es
cosa q u e , aunque pocas v e c e s , ocurre alguna: pero llegar
sin haber despertado odios, ni siquiera en l i s envidiosos
que atrás quedaron contem plando el rápido encum bram ien­
to , puede reputarse de m ilagroso. P recisam ente este m ila­
g ro le hemos visto realizado en la brillante carrera del
joven subsecretario de U ltram ar, D . José Sánchez G uerra,
cuyo retrato publicam os en la p ág. 1 8 0 .
N ació en C órd ob a, y estudió en esta ciudad y en S evilla.
D ióle la naturaleza la v iv e za andaluza tem plada con el
aplom o castellan o, cuyas cu alid ad es, equilibrándose y a y u ­
dándose m utuam ente, lian form ado un carácter ardiente,
serio y tenaz como p o co s, y al que debo su en vid iab le si­
tuación política.
Liberal de ab o len g o , pues su pudre lo fu é siem pre y
prestó grandes servicios al liberalism o, com enzó su carrera
poli tica de redactor de I.a Iberia en 18 79, con tales m ues­
tras de talento que en poco tiem po llegó á redactor j e f e y á
director; apartándose del p erió d ico , con sus dem ás com pa­
ñ ero s, cuando pasó éste á manos de su actual propietario.
E n 1881 tu vo á su cargo el negociado de la Prensa en el
M inisterio de la G obernación, y en 1883 fu é ju rado espa­
ñol en la Exposición de A m sterdam .
Hasta entonces había mostrado gran capacidad in telec­
tu al. La lucha que sostuvo para conseguir el neta de dipu­
tado por Cabra acreditóle de enérgico é in d ep en d ien te, lo
que por ser aún m ás raro lia (le estim arse, y se estim a , en
más. En el C ongreso mostróse en varias ocasiones orador
intencionado y elocu ente, sobre todo al discutirse la le y del
su fragio y el suplicatorio para procesar al Sr. B oscli, y d es­
pués hablando contra el presupuesto de ingresos de la Pe­
nínsula. En la Comisión de actas, v como secretario de la
Comisión de Presupuestos do.Cuba, dió también m uy buena
m uestra de si. E n 1888 d irigió la Revista de España con
reputación de m uy entendido en m aterias económ icas.
E ligiéronle por segunda v e z diputado en Iuh Cortes que
convocó el partido conservador. A hora es subsecretario del
M inisterio de U ltram ar, no p o r haberlo solicitado, sino por
tenerlo m erecid o , pues no pensaba en tal c a rg o , ni quizás
en otro a lg u n o , cuando supo que en Consejo do M inistros
le habían nom brado para desem peñarle.
Su historia pública, lo mism o que la p riv a d a , está lim pia
de toda m ancha. L iberal fu é desde q u e entró en la política,
significándose com o particularm ente a fe c to á los Sres. C arnazo y M aura, y asi sigu e. Con esto lia conquistado el res­
peto de los adversarios, y con su a fa b le trato y leal am istad
lia adquirido gran d ísim o núm ero de am igos. T ien e treinta
y cuatro años y un dilatado y b rillan te porvenir.
o
o o
MARINA ESI’ARoLA DE GUERRA.
E l c r u c e r o J furia Ten sa.
h a c ie n d o su s p r u e b a s d e v e lo c id a d en a lta m a r .
El 18 salió del F errol este hermoso barco á probar en
alta m ar sus calderas y velocidad. Fióse que puede andar
18,35 m illas con tiro n a tu ra l, cu y a marcha debe reputarse
satisfactoria , y será excedida notablem ente forzando el tiro.
Nuestro grabado de la p ág. 18 (1 representa al .1furia Te­
resa com enzando las pruebas de que hablam os.
o
o o
INGLATERRA.
L a h u e lg a m o n s tr u o .
L os últimos dias de la h uelga m onstruo lian sido san­
grientos. I íesesperanzados los obreros de obtener el aum ento
de salario que esperaban, unos volvieron al trabajo, com o
decíam os en el núm ero pasado, pero los m ás exaltados diéronse á com eter toda clase de atropellos. Estos fueron m a­
yores que en ninguna otra parto en M anslield, donde, además
de rom per los cristales de los escaparates de las tiendas,
apedrearon á los trabajadores: en D crb y; en L e e d s , donde
apalearon al director de uua de las com pañías mineras, cos­
tando grandísim o trabajo sacarle con vida de sus m an os; en
W ath rechazaron los am otinados á la policía y saquearen y
quem aron los edificios de laco m p a ñ ia , y parecidos sucesos
hubo en N ottingham y otras poblaciones de la gran zona
minera del N orte de In g laterra , quedando heridos y con­
tusos m uchos h uelgistas y no pocos agentes de policía.
En P o n tefract, población de unas 8.000 alm as, pero m uy
im portante por sus m inas de carbón y sus fun d icion es, la
asonada fu é m ayor y la represión m ás dura. Ra tropa dispa­
ró sobre el p u eb lo , según se ve en nuestro grabado de la
p ág. 18-1, produciendo las halas numerosas victim as. El
castigo de los que alteran el orden público e s , en toda na­
ción sana y cu lta, inm ediato y severo, y en Inglaterra,
donde h ay tanta lib e rta d , m ás que en otra alguna.
o
o o
EXCM0. i: 11.MO. SR. D. LEÓN
V.
SALMEAN Y MAXDAY0,
r e c t o r d e ln U n iv e r s id a d d o O v ie d o .
El docto y ven erable R ector de la U niversidad de Oviedo,
c u y o retrato damos en la p á g . 18 5, era m adrileño de naci­
m ien to, pues en la corte nació en 18 10 , pero asturiano de
ad op ción , por haber viv id o en A sturias sesenta años. E stu­
dió en el C olegio Im perial de la Com pañía de Jesú s, lu ego
en el de D .a M aría de M olina, y después en la D irección de
M inas, Museo de C iencias N aturales, Conservatorio de A r ­
tes y Jardín B otánico, term inando sus estudios en 1830 con
notas brillantísim as. En 1834 pasó á la U niversidad de
O viedo, donde desem peñó varias cátedras de la fa c u lta d de
N.° XXXV — 167
C iencias, pero principalm ente la de Quím ica. Pronto adqui­
rió gran notoriedad, y se distinguió por sus ideas liberales.
D esde 1851 ocupó el decanato de la antigua fa cu lta d de
F ilo s o fía , hasta 1860, en que se suprimió en O viedo dicha
facu ltad . Consagrado exclu sivam en te á la C ien cia , débela
ésta señalados servicios. Instaló un pequeño observatorio,
dtí cuyos trabajos, m uy interesantes algunos para el conoci­
miento del clim a asturiano, daba cuenta en Memorias que
se publicaron mensiiulmente desde 1850 basta 18 66, to­
cándolo la honra de ser el prim er profesor que tales estu­
dios hizo en España.
E scrib ió , con el Sr. Ruanco, el análisis de las aguas m i­
nerales de la provincia: contribuyó m ucho á la creación del
Jard ín B otánico y del Laboratorio de Quím ica, G abinete de
F ísica y Museo de H istoria Natural de la U n iversidad; re­
dactó infinidad de inform es: fu é presidente de m uchos tri­
bunales de oposiciones y de grandísim o número de socied a­
des y com isiones, y en las diferen tes veces que tuvo ¡i su
cargo el vicerectorado y el rectorado de la U niversidad dejó
grandem ente favorecid a la enseñanza con reform as impor­
tan tes, entro las cuales m encionarem os (en la im posibilidad
de puntualizarlas todas) la casi reconstrucción del edificio
de la U niversidad, boy uno de los m ejores destinados en
España á la enseñanza. Ju b ilad o inopinadam ente por el se­
ñor Linares ltiv as en 1892, á los cin cuenta y ocho años de
servicio s, tenia tal afecto á su U n iv e rsid a d , que la visitaba
diariam ente.
Era el decano del profesorado español. Queridísim o y res­
petado de todos por su cien cia y por la bondad de su carác­
ter, el Sr. Salm ean deja de si tan g ra ta m em oria com o podía
desear después de su larguísim a y fecu n d a existencia.
o
o o
EXOIO. É II.MO. SR. lili. D. ANTONIO AUGUSTO DA COSTA SIMOKNS,
r e c t o r d e la U n iv e r s id a d d e C o im b r n .
E l ilustre anciano que está hoy a l fren te del prim er Ins­
tituto de Enseñanza Superior en P o rtu g a l, como el venerarabie R ector de la U niversidad de M adrid, actualm ente, lia
consagrado por entero su v id a al cu ltivo de la cien cia, a le ­
jado siem pre de las luchas políticas.
Nacido en M ealbada, el 23 de A go sto de 18 19 , doctor en
M edicina en 1848, catedrático de la U n iversidad de Coitnbra desde 1860, es el fu n d a d o r, en P o rtu g a l, de los estu­
dios histológicos y de la F isiología exp erim ental, estable­
cidos en la nación vecin a casi al tiem po mism o q u e en
España. Nuestro inolvidab le Maestre de San Juan y el señor
Costa Sim oens, enviad os al extranjero para cursar dichas
enseñanzas, estuvien n unidos por la m ás cariñosa amistad
y por la com ún gloria de ser los prim eros que las profesaron
después en sus respectivas naciones.
E scritor fecu n d ísim o , el Rector de Coim bra lleva ya
d u d o sa la estam pa más de cuarenta escrito s, fundados en
su m ayor p arteen los resultados prácticos alcanzados en sus
incesantes investigaciones y trabajos de laboratorio. A él,
m ás que á ningún otro p ro feso r, debe la escuela m édica de
Coim bra el carácter experim ental de sus enseñanzas. Su
retrato, colocado en el G abinete de H istología, por voto
unánime de la U n iversid ad , es justo tributo do ju sticia á
sus relevantes m erecim ientos.
Reform ador de los hospitales de la U niversidad y los do.
la M isericordia de O porto; director del de C oléricos, en
C oim bra, en 1855; fu n d ad or de la B iblioteca especial de la
Facultad do M ed icin a; autor de proyectos útiles relativos á
cem enterios, abastecim iento de aguas y otros de gran nece­
sidad y co n ven ien cia, el Sr. Costa Sitnocns m ereció, en
ju sticia , prim ero, ser elegido senador por los establecim ien­
tos cien tíficos, y nom brado, después, rector de Coimbra.
D ebiéndolo to d o á su laboriosidad é in te lig e n cia , desde
los prim eros pasos de su carrera, llano y modesto como
pocos, con profesores y estudiantes de espíritu conciliador
y pruden te, e l Rector de C oim bra desempeña á satisfac­
ción de todos el m ás alto cargo docente d e P ortugal.
E s socio honorario d e l Instituto de C oim bra, d el cual fu é
uno de los fu n d ad o res, y correspondiente de las Reales
A cadem ias de C iencias de Risboa y M adrid.
Publicam os su retrato en la p á g . 185.
o
o o
LAS PESQUERÍAS DEL MAR DE BEHRING.
En 1867 Rusia ven d ió á los Estados U nidos sus dominios
del Noroeste de A m érica , cediendo todos sus derechos sin
restricción. N inguna otra nación tu vo nada que d ecir en
contra. Baña las costas de aquellas tierras el mar de B ehring
basta las islas A leu ta s y la península de A la sk a , al Sur de
las cuales com ienza el Pacifico, cu yas olas to ca n , no m uy
lejos de aquellos p a ra jes, una dilatada y hermosa costa in­
glesa : la de la C olom bia británica. En el m ar do B eh rin g ,
alg o al N orte de las A le u ta s , bav dos islillas llam adas do
P ry b ilo f : la m ayor (San Pablo) ocupa 33 m illas cuadradas;
la menor (San Jo rg e) 27. Pero aunque tan pequeñas, se han
hecho fam osas porque en ellas veranean las focas del Norte
del Océano P a c ífic o : son el San Sebastián y el B iárritz de
aquellos corpulentos m am ífero s, m ejor d ic h o , de la aristo­
cracia de ellos , porque de las tres clases de fo ca s q u e habi­
tan dich a parte de aquel m ar { otaria stel/eri, otaria california
y otaria ursina), sólo la otaria ursina veranea en P ry b ilo f.
Conócese también ser estas fo ca s las de sangre azul y m ejor
posición social en que usan piel m ás fina y cub ierta de pelos
tan sedosos y agradables al tacto que no h ay m ás que pedir.
E s t i es precisam ente la causa de su d esg racia, porque el
hom bre las p ersigue para desollarlas y abrigarse él.
Cuando va entrando la prim avera, pasan las fo ca s al mar
de B eh rin g por los estrechos de U n a lg a , A k u tá n , U nim ak
é Issan ak, cam ino de las P r y b ilo f. L leg a n prim ero á estas
brumosas islas algun os m achos, elegid os entre los de más
consejo y m ayor ex p erien cia, los cu ales exam inan el te­
rreno para v e r si se descubre algun a sospechosa novedad.
No vién d ola (buen cuidado tienen los pescadores de que no
la h a y a ), marchan para v o lv e r al poco tiem po con los ma­
chos adultos (los de cin co á seis a ñ o s), cada uno d é lo s
cuales toma cusa, es d e c ir, resérvase la posesión d e un es-
168 — N.° XXXV
LA
ILU STRA CIÓ N
D .
ESPAÑOLA
.1 A I M E
I) E
Y
A M ERICAN A
-2
S eptiembre 180
B O R B Ó N ,
AL TERMINAI! LOS ESTUDIOS EX LA ESCITELA MILITAR DE \YI EX E H-N E I’STADT (AUSTRIA).
Ü
M A D R ID :
E X P O S IC IO N
K
!
H I S T O R I C O - E U R O P E A .— a r q u e t a a r á b ic a , d e m a r f il co x « u a r m c ió n d e c o r r e e s m a l t a d o ,
P E R T E N E C IE N T E A L A C A T E D R A L D E P A L E N IT A .
«BETI-JA I »
17o — N.°"XXXV
LA
pació que suele tener hasta 20 m etros cuadrados. D espués
lle g an las lieinliras con los m achos m enores do edad (los de
un afio). L a s fo c a s , com o m uchos hom bres, p ractican la
p oligam ia. L u e g o que las hem bras pasan á tierra , los m a­
chos viejo s so llevan las (pie les corresponden, quedando
lo s jó ve n e s en la p la ya separados de ellas y advertidos do
•pie no han de b uscarlas, so pena de incurrir en la cólera
de los m ayores. E ntre éstos h ay tam bién luchas por la po­
sesión de a lg u n a hem bra ó para rechazar la intrusión de a l­
gún vecin o en su d o m icilio , ofensas que nunca toleran.
La tem porada veraniega es tam bién la de los am ores, y
dura d e cuatro á cinco m eses, en cu yo tiempo los m achos
nada co m en , según está probado. Pero no hay felicid ad
com pleta en el m undo ni p a ra la s fo c a s , porque en esto lle­
gan los hom bres, y com ienza la matanza. L a Alunla L'ommerc/ul Compaña, de San Francisco, tiene el m onopolio de
la caza en las islas de P r y b ilo f, por la cual paga al G o ­
bierno de los Estados Unidos una gruesa sum a, ú la que se
añade la obligación de m antener en invierno á las lió:I per­
sonas <[iie las habitan y costearles escuelas. La Gompafiia
pued e matar 75.000 fo ca s al año (de Junio á O c tu b re ), e x ­
ceptuando las hembras y los recién nacidos y sin em plear
arm as de fu e g o .
Pero hace años que á los ingleses de la vecina costa co­
lom bina les ha dado por pescar fo cas en alta m ar, para lo
cual arman una tintilla «pie os y a m uy numerosa y (pie en
1891 m ató 50.000 focas. Los norteam ericanos, á quienes tal
com petencia no a grad a, dicen que la mar aquella es suya,
y suyas por tanto las focas todas. Los ingleses replican
(¡q u ién lo d iría !) que la m ar es lib re y libre la pesca. No
atendiendo á tales razones, los norteam ericanos han apre­
sado m uchos buques ingleses, imponiendo severos castigos
á sus tripulantes. L a Gran Bretaña ha reclam ado contra lo
(pie cal i tica de atentado, y para evita r m ayores males ha
habido (pie som eter la pendencia á un tribunal arbitral que
se reunió en P arís hace pocos meses.
E n nuestro grabado de la púg. 18 5 verá el lector una
lancha tripulada por esquim ales de las islas d e P r y b ilo f,
conduciendo al depósito gran can tidad de pieles de foca.
o
o o
LA BARONESA l'E ItAHDKN,
nrtista ecuestre.
Los lectores recordarán haber leído no hace m uchos dias
en los periódicos la noticia de un crim en com etido en el
circo de C lerm ond-Ferram l. Pues bien, la amazona cuyo re­
trato publicam os en la p á g . 188 ha sido la causa m ás ó m e­
nos inocente, que en esto nada quitam os ni ponem os, del
trágico acontecim iento.
Su verdadero nom bre es E ugenia W c is , y su nacionali­
dad alem ana. E l titulo le recibió de su m arido Oscar de
lta h d e n , oficial ruso, que se enamoró de ella perdidam ente
en San P etersburgo, tom ándola por m u je r, lo que le costó
la carrera al buen B arón , pues le expulsaron del ejército.
T a l boda tu vo las consecuencias »pie podía esperarse. E l sin
c a rre ra , y ella trabajando en los circ o s, vino á quedar el
e x oficial ruso reducido á la triste condición de m arido de
teatro, y en su m ás infimo escaló n , cual debe ser el de
teatro-circo.
E n C openhague dio que decir la Baronesa con la m ucha
fam iliaridad que concedió á un oficial dinam arqués. Desa­
fióle e l m arido, saliendo herido. A poco, hallándose en Tur ín , por parecida causa batióse en d esafio tres v e c e s , y las
tres con tan m ala suerte com o la p rim era, de lo que debió
q uedar con el consiguiente d isg u sto , porque bailándose
hace poco en C lerm ond-Ferrand (en cu yo circo trabajaba la
Baronesa) m udó de procedim iento para ven ga r parecida
o fensa. U na noche descubrió en el teatro nada m enos que
al dinam arqués del prim er d esafio . Puso el caso en conoci­
m iento de las autoridades, avisándolas de que com o le en­
contrara al día sigu ien te entre los espectadores, le mataría.
Com o lo dijo lo hizo. Ib a á montar la Baronesa un caballo
am aestrado, y acercábase á ella el amanto para d ecirla algo
eu voz b a ja , cuando el m arido, que estaba en acecho, se
lle g ó con reposado continente sin d ecir p alab ra, sacó del
bolsillo un revó lver y disparó tres tiros sobre él á boca de
jarro, de los que cayó en tierra m u y mal herido.
D espués se entregó á las autoridades sin resistencia.
t í . R kparaz .
RECUERDOS CA PITA LE S HISTÓRICOS DE MADRID
E X E L R E N A C IM IE N T O U ).
Conclusión.
II.
TRO gran drama sucedido en M adrid: la pri­
sión de A ntonio Pérez. En ninguno de los
actos de F elip e se conoce tanto su com ple­
x ió n , como en el acto sañudo del proceso de
Antonio Pérez y la Princesa de Eboli. Pertej necia esta señora, por su cuna y por su sangre,
' á la ilustre fam ilia de los M endozas. Sus abuelos
Jí hablan estado en la batalla de las N avas y habían paf
decido mucho en la batalla de A ljubarrota. El primero
de los M arqueses de Santillana, por tantos títulos ¡lustre, lu ­
cia en su gloriosa estirpe. L o s D uques del Infantado, célebres
en las cortes del cuarto E nrique y de la prim era Isabel, perte­
necían tam bién á sus prosapias, com o el gran Cardenal Men­
doza. A s i, la casaron m uy joven con R u y G óm ez de Silva.
E ste m atrim onio, á pesar de su carácter y de su origen,
fu é com pletam ente fe liz , porque ningún disentim iento de
(1) Véuao el núm . XXXIV.
ILU STRA CIÓ N
ESPAÑOLA
Y
A M ERICAN A
los cón yuges lo perturbó, ninguna som bra de celos ni am bi­
ciones lo obscureció; y m uchos hijos, hasta diez, lo alegraron
y bendijeron. D otada la Princesa de claro talen to, su trato
amenísimo y su viv a z conversación le captaron el cariño de
la reina Isabel de Y alois, á quien acom pañaba en sus paseos
á caballo por las riberas de A ran jtiez y T oledo, en sus ocios
por los salones del palacio de Madrid y del M onasterio del
Escorial. Satisfecha la princesa D .a A n a de M endoza con el
respetó (pie la atraía su nom bre, con el influjo que le daba
su fam ilia, con las rentas que le rendían sus ducados, no
presentó en nada síntom as, durante su matrimonio, de la in­
quietud que bahía de obscurecer su viu d ez y deshonrar su
memoria. R u y G óm ez de S ilv a no era un m inistro á la
usanza y modo de Ilichelieu ó de M azarme. E l genio no re­
sidía en su m ente; y de residir, no lo aprovechara ni lo dis­
tinguiera Felipe II, quien desconfiaba m ucho del m érito m i­
litar y político do su ilustre hermano D . Ju an de A u stria, y
nunca llegó á com prender, nunca ja m á s, que tenia entre los
ornamentos de su reinado al prim er genio literario de n u es­
tro P arnaso, al inmortal Cervantes. Sumiso, a fa b le , callado,
rutinario, trabajador, poco visitado por las am biciones y
menos aún por las id eas, R u y G óm ez pertenecía de suyo á
la especie de políticos preferida por F elipe IL, quien recelaba
de todo cuanto pudiera dism inuir ó eclip saren derredor suyo
con su colosal grandeza. Com o buen privado se p rivab a de
voluntad y de con cien cia, para servir la voluntad y la con­
ciencia de su am o, el cual creíale de espíritus altos, de manos
lim pias y de condición generosa. F elipe II gustaba de gente
cortesana ó extran jera, m ás que de los aristócratas espa­
ñoles, para el gobierno de sus reinos. Mateo Vázquez había
nacido en el cautiverio african o ; Antonio Pérez de unos
amores sacrilegos: Cristóbal Mora era portugués, y portugués
tam bién R u y G óm ez de Silva. Escrupuloso cum plidor ésto
de sus deberes; atento á no m olestar de m odo alguno al R ey;
verdadero secretario en el sentido do guardar los secretos;
dado á la regularidad de una existencia ordenada y pacifica,
en sil tiem po no podía ocurrir cosa que no concurriese al
agrado del R ey y al reposo del Ministro. En esto vino la
m uerte de R u y Góm ez. La ricahem bra castellana se vió re­
querida de mil aduladores eri tiem po de su m arido; y aban­
donada. como toda grandeza que m engua, en la viu dez. A l­
tiva , orgullos», pendenciera, im prudente, am biciosísim a, te­
m eraria, liviana, de cortas aprensiones y de larga lengua,
quiso conservar el indujo y poder debidos á su esposo; y no
teniendo para ello buenos medios, apeló á los reprobados y
perversos, á la confabulación de las intrigas cortesanas y á
las corrupciones del am or pervertido y vicioso. Viéndose sin
la sombra de quien tanto poder le prestara; en los primeros
dolores de su viudez, desvistióse de sus galas y vistióse con
la estam eña burda y m anchada de un erem ita; dejó los artesonados y tapices de su palacio por las paredes desnudas y
fría s del claustro; y convirtióse de dam a en m onja, sin aten­
der para nada ni á los plazos exigidos por toda orden á los
profesos, ni á los h ijos á quienes dejaba en el m undo, g a ­
nosa de patentizar cóm o cam biaba de condición y de traje y
de fortuna, con la rapidez que cam bia todo esto en la m ovi­
lidad de un teatro. El Monasterio de Pastrana, fundación de
una ilustre M endoza, quien había llevado a llí, por causa de
su renombre, á la m ás excelsa fundadora del s ig lo , á Santa
Teresa de Jesús, recibió con el amparo y protección de doña
A n a m ás agravios que favores. A llí pasó algún tiempo. Mas
viudo el buen Conde de M élito, nieto del gran cardenal
Mendoza, casóse de segundas nupcias con una joven princi­
pal del linaje de los C ard on as; y hubo de am enazar á dona
A n a eon una sucesión m asculina, de la cual sucesión podría
derivarse la pérdida para ella de una cuantiosa herencia y
de un im portante m ayorazgo. A l m ism o tiem po, un primo
suyo le puso p leito; y este pleito la obligó á dejar Pastrana
é irse á la corte, donde le aguardaban tantas aventuras y
tantas desventuras. E ra la Princesa de singular y acabada
hermosura. Sus devaneos, naturales en el ardor de su com ­
plexión y en el desorden de sus costum bres, lian dado mar­
gen á la creencia, m ás ó menos fu n d ad a , de sus amores con
el rey F elip e, no m u y casto en verd ad , pero bastante cauto
para que sean hoy un problem a sus relaciones eon la P rin ­
cesa en la historia intim a de su reinado. E sb elta ésta y pres­
tan te, de aire im perioso que no exclu ía la g ra cia , de ade­
mán resuelto como su voluntad soberana , la fren te despeja­
dísim a, el ángulo facial abierto, las orejas y las narices
g ra n d es, ovalado el rostro, arqueadas las cejas, espesísimas
Jas pestañas, profundos y negros los ojos, no tenía más d e ­
fe cto que haberse por su desgracia entuertado en un a cci­
dente im provisto de su niñez y haber asi perdido una de las
principales partes de su cabal hermosura. Será quizás apren­
sión propia de quien estudia su retrato después de haber
conocido en la historia su persona; pero á m í se m e antoja
que lia pintado el maestro pincel de nuestro g ra n retratista
Sánchez Gocllo la pesadum bre inmensa de grandes pensa­
mientos, que abrumaban eon su carga pesadísim a el espíritu
y el talento de aquella m ujer extraordinaria. No bien llegada
mal de su grado á Madrid por los mandatos del R e y , por la
tutela de los hijos, por los pleitos de los parientes, encontróse
con que aquella corte antigua de aduladores y pretendientes
ni la circuía ni acom pañaba como en otros tiem pos; antes
liien, la abandonaba y m aldecía de ella. N ada tan triste á
22 S eptiembre 1893
las am biciones fem eniles como los desprecios cortesanos
L a que había visto inclinarse tal número de gentes á su pre­
sencia; la (¡ue habla escuchado el rumor de la viciosa y a gra­
dable adulación halagando sus oídos: la que habla vivid o en
una atm ósfera im pregnada de incienso, encontrábase viuda
desamparadísima relativam ente, con m uchos h ijo s, y sin
ningún deudo ¡¡ue la protegiese; allí m ism o, en medio de
aquella corte donde había com partido con las reinas los
loores y lisonjas de los cortesanos. T al vez entonces lo pasó
por las m ientes cau tivar á F elip e TI para subir de esposa del
valido á dam a del M onarca, y recuperar por este medio el
poder llorado. Mas y a fu ese, com o dice con m uchos datos el
Sr. Muro, que no se prestase F elipe II al amor fá c il de A na;
y a fuese, como indica el Sr. C án ovas, que la sobrada cautela
del Rey impidiese á la Princesa vanagloriarse con la ostenta­
ción de un fa v o r condenado al disimulo y al silencio, lo
cierto es que la gran sirena llamó á sus redes á un minis­
tro, comprometiéndolo en aventuras y em peños, bastantes á
consolarla de su perdido influjo y á prometerla reales y lison­
jeras compensaciones, m ás am ables cuanto m ás se iban apa­
gando los afectos exaltados de la juven tud y sustituyéndo­
los aquellas am biciones peculiares á la m adurez de toda una
existencia cortesana. A ntonio Pérez se llam aba el seducido
por A na Mendoza. Su principal valedor, en los com ienzos de
tan rápida carrera, fu é R u y G ó m e z; de suerte que labró el
marido su ventura y la m ujer su ruina. Un arcediano de Sepúlveda lo tu vo en m ujer casada y lo escondió como el fruto
m aldito de verdadero crim en. Secretario este arcediano de
Carlos V , poseía los m edios de instruirlo y educarlo con ver­
dadera ilustración; mas, á lin de acallar los rumores rela­
tivos á su origen , mandólo á correr por lejanas tierras y á
residir en extranjeras c o r te s ; eon lo cual procurólo una dis­
tinguida educación y el conocim iento de m uchas y varias
lenguas. La fa lta de este conocim iento había dañado mucho
al gran Felipe. Cuando fu é de joven á Inglaterra, F lan d esy
A lem an ia, si bien de poca estatura como su padre, tenia be­
lleza varonil bastante á granjearse voluntades, pero la igno­
rancia com pleta del holandés, del inglés y del alemán obli­
gábanle al silencio: y el silencio aum entaba su disimulo y su
recelo, dándole aires de desconfiado, los cuales por doquier
sembraban en derredor suyo la universal desconfianza. No
se concibe cóm o Carlos I , apreciador de lo m ucho que vale
y que importa el cu ltivo de las lenguas, descuidó de tal
suerte la educación de un h ijo , llam ado á reinar en Italia,
P ortu gal, H olanda, Inglaterra y A lem ania. E l m ucho saber
de las lenguas extrañas que Antonio Pérez tenia, induda­
blemente aum entaba su v a lo r a los ojos de F elip e II. Pero
este saber le liabia dado m uchas ideas do relación, asi como
desposeidole de m uchas ¡deas fundam entales y eseocialis im a s ; le había dado m ucho conocim iento superficial del
mundo, pero tam bién m ucha propensión á las m udanzas, en
el fondo verdaderas traiciones. N o era hombre de fia r, no,
el hombre á quien fiara F elipe II una participación tan alta
en el gobierno de la cosa pública. E scaso de fo rtu n a , pro­
pendía, irresistiblem ente pródigo, al fau sto y á la ostenta­
ción, m algastando sum as enormes en gu stos superfinos. Su
palco en el teatro era el m ás vistoso por las colgaduras y los
tapices; su carraza en las calles, la de m ayor lujo; su quinta
en los cam pos, la de más fiesta; al salir de su vivien da, aro­
m aba con sus p erfum es y adobos las mal olientes calles do
M adrid; y al andar por las noches en los alrededores de la
capital parecía salir el v iá tico , según las hachas de cera lle­
vadas por pajes y lacayos com o en religiosa procesión. No
podía hombre tan voluptuoso y epicúreo alim entar sil fausto
sin vender los públicos ca rg o s; y no podía vender los públi­
cos cargos sin exponerse á la difam ación y al descrédito. Si
á esto se añade que le g u stab a m ucho el ju e g o , y aun más
que el ju eg o le gustaban las m ujeres, tendráse idea de la f a ­
cilidad con (pie caerla en brazos de la fem entida Princesa.
N o podía ésta m ostrar m ejor su poder que m etiéndose de
rondón, así que recobrara su in flu en cia, en el ajeno cercado
de los verdaderam ente poderosos. V com o el blanco de sus
iras fuera M ateo Vázquez, y el principal objeto de su regreso
ú la corto perder á Mateo Vázquez en la voluntad del R ey,
concurrió á perder á este valid o eon el m ism o em peño con
que concurrió á salvar al valido contrario, al im previsor A n ­
tonio P érez, m etido y a en harina de disentim ientos con su
colega, por el m aquiavelism o natural de F elipe IL, mantene­
dor de discordias perpetuas en las alturas d e s ú s Reales con­
sejos. Ilab ia mandado el vencedor de Lepanto un secretario
suyo, apellidado Escobedo, á M ad rid , para que le valiese de
varios modos en el ánimo de su hermano Felipe I I , y le
granjease cualquier m artingala de las (pie pedía el bastardo
de Carlos V , en sus a távicas am biciones. El Escobedo tuvo
relaciones amistosas con S ilv a , y dándole muchas veces la
em bajada del p rin cip e, frecu en tab a el palacio de la viuda.
E n esta frecuentación descubrió los amores de A ntonio Pérez
con la Princesa y resolvió com unicarlos ul Rey. Los amena­
zados de tan peligrosa delación convencieron á Felipe I I de
que conspiraba el delator contra su trono y en fa v o r de su
imperio pura I). Ju an , y le persuadieron á m atarle por la
espalda á traición, después de haberse propuesto un envene­
namiento. frustrado por insania y torpeza de los torpes e je ­
cutores. Poco tiempo después Felipe II fué industriado en lo
hecho, y prendió un Ju eves Suato por la noche á los dos cri-
22
S eptiembre 1893
LA
ILU STRA CIÓ N
ESPAÑOLA
Y
A M ERICAN A
N.° XXXV — 171
heroico de la H istoria U n iv e rsa l, el período de la guerra
todavía no autorizado y defenderse do unos escalos y salteos
de nuestra independencia, y se mostró tan audaz en la con­
que hubieran escandalizado á todas las Españas. Pero, en
quista de la libertad como tem plada en su conservación,
cam bio de lo m ucho que le recataron la n ovia, le abrieron
bien puede gloriarse de su historia y mantener, en las por­
de par en par todas las puertas. L os Consejos de la Corona
fía s y com petencias entre los pueblos, su derecho á que la
en cuerpo acudieron, presididos por toda su corte. L o s re­
consideren todos com o un ornamento de la tierra y como
gidores acudieron llevando un palio de tisú , por varas arIII.
una honra de la Hum anidad.
genteas sostenido, que regalaron al Duque. Entró en Madrid
el adverso como si hubiera sido la custodia, según lo acom ­
N ingún episo lio, en la H istoria nuestra, tan curioso como
E m il io C a s t e i .ak .
pañado y puesto sobre peana. El acom pañam iento estaba
la visita del rey Carlos Estuardo ¡í .Madri 1, llegado con si­
en el A lcázar cuando aún de San Jerónim o no se bahía el
gilo y secreto desde Inglaterra, en busca de la hermana del
P rin cip e m ovido. Pusiéronse barreras en las calles para
R ey, la infan ta H.:i M aría, para «le amores requerirla y por
ENTRE CUATRO PA RED ES.
que no pasasen los co ch es; adornáronse con tapices de
esposa tornarla. M ediaba la noche del 17 «te M arzo «le 1(523,
A rras los balcones á todo lo largo de la C arrera, de la
y la E m bajada de In glaterra, sita en la calle de A lc a lá , en ­
i.
P uerta del S ol, de la calle M ayor; vistiéronse de arreos
tregábase al reposo habitual en brazos del reparador sueño
m
ulticolores,
así
las
dam
as
como
los
g
ala
n
es,
y
llenaron
diario. N ada s s o ía, fu e ra de los p iso s de algún raro v ia n ­
todos los huecos exteriores de las casas: en cada esquina
.
i
Tr - erminai 'O el alm uerzo, y m ientras la gente
dante m archando en aventura ó extravio, y del rumor p ro ­
form al conversaba sosegadam ente en el co­
un coro ; en cada plazoleta un dram a ó auto al aire libre
ducido por alguna ronda, com o diría Q uevedo á la sazón,
m ed o r, M aría y C arlos bajaron a l jardín con
sobre teatros de quita y pon m aravillosísim os; en los sem ­
alguacilada. Sonó la qued a; rezáronse las ánim as ; y era na­
honores de parque, que ocupaba porción con ­
illantes el regocijo universal, y en los aires el aroma de
tural que cada m ochuelo estuviera en su olivo, no sólo, se­
siderable de terreno á espaldas d el v ie jo ca­
innum erables ram illetes y el acento de acordadas caden­
gún costum bre seguida de antiguo y reinante de suyo en
serón.
A u n q u e la tarde era bochornosa, lo espeso de
cias. Cuando llegó á su alojam iento del A lc á z a r, la Reina
aquellas g sn te s , según el tiem po de C uaresm a corriente,
áSIC
~
^
ns
árboles y la hum edad del a ire , refrescado por
le presentó las m udas interiores d e todos los d ía s, llam a­
ajeno á las regocijadísim as veladas connaturales con el viv ir
el
continuo
correr «le la fu e n te , difun dían por el ja rdas levantares, en co frecillo s de ám bar cerrados con ce­
de cortesanos y eiub ajolores. A s í, un asombro extraordina­
:($ din prim averal tem peratura. E n los balcones «le la
rradoras de oro. M onterrey le dió una com ida de trescien­
rio, prom ovido por el inesperado repique de los aldabones,
casa, grandes cortin as, listadas de arriba abajo, se
tos p lato s, y regaló á su favo rito un cántaro de cristal
se difundió en todo el palacio, poniendo sobre un pie á sus
m ovían perezosam ente á im pulsos de ligero vienteeillo.
con p ie , boca y asa de brillantísim os esmaltes. Corrieron
F u e r a , bis casas blancas y a leg res del pueblo parecían dor­
habitantes, connaturalizados con la uniform idad y la mono­
m ir m edio ocultas entre los árb o les de sus huertos.
sortijas. Marcharon á m onterías que fueron verdaderas ba­
tonía de su regalona existencia diplom ática. No seria mu­
Los dos jó v e n e s se habían sentado cerca «le ln fuen te,
tallas. L a s Ordenes m onásticas residentes en M adrid, que
cho, p u e s , que se hicieran dentro los remolones y tomaran
en un banco de p iedra á que daban som bra altas matas «le
com ponían un e jé rc ito , salieron todas en procesión y se
el caso con calm a, m ientras fu e ra , im pacientes, los recién
jazm in es. A p en a s contaba M aría q uince años, y hallábase
disciplinaron en las calles adrede para su recreo. H ubo
llegados re lohlabau sus golpes con estrépito. Preguntados á
en ese m omento «le la vida «le la m u jer sem ejante ó aquel
m ascaradas fu era de sazón , en que salieron ú correrla, en­
en que e l cap u llo em pieza á convertirse en rosa. E ra no
tales requerim ientos quiénes eran, por qué llamaban y cuál
m uy a lt a , pero «le talle esb elto y deliciosos contornos ; las
m ascarados, Principe y M onarca. Pudo llevarse los bri­
cosa pedian en aquellas deshoras, con un poco de burla y
fac c io n e s, sin ser correctas, estaban im pregnadas de tal
llantes á verdaderos alm udes y á cahíces las perlas. La
chacota respondieron los requeridos en buen in g lés, tinto
a le g r ía , form aban conjunto tan hechicero, y de ellas se
Corte le cedió una colosal fu en te de plata m aciza para ornato
con dejo de la tribu escocesa, ser caballeros británicos y
d esp ren d ía , com o de todo el cuerpo de la jo v e n , tal p er­
aguardar al raso la cordial recepción prestable por la E m ba­
de sus jardines. El Conde-Duque le donó un cuadro de T¡fu m e de salud y de g r a c ia , «pie era im posible mirarla sin
eiano y otro de Correggio. Entre las ínulas y los caballos
jada y el Em bajador á todos los m agnates del Reino, rep re­
sentir la atracción poderosa «le aquella espléndida y sana
ju v e n tu d .
recogidos pudo componer escuadrones. L as corridas de toros
sentado por ellos en M adrid. Contestaron á los de afuera y
El acababa de cum plir d ie z y seis años: era desgarbado
Reales excedieron á cuanto se bahía visto hasta entonces. La
abajo los de adentro y arriba con una intim ación a entrar y
y Hacuch«): ten ía p álido el sem b lan te, tristes y fatig ad o s
corte y los cortesanos ocuparon la Panadería «le nuestra
sub ir franqueándoles la entrada y subida: mas ellos respon­
los o jo s, y en sus m iradas y m ovim ientos reflejábase no sé
recién construida P laza M ayor, bajo dosel de terciopelo inidieron estar perniquebrados y tener necesidad de recogim iento
«pié expresión huraña y desconfiada.
lan és, junto con raso florentino y tras telas de áureo tisú:
y auxilio elícacisim os. D escendieron, p u es, y llegaron hasta
V estía ella vaporoso tra je claro, que d ejab a descubiertos
los brazos redondos y suaves y parte de la gargan ta prim o­
los consejeros «le Castilla ornaron sus palcos de azul celeste,
la puerta todas las personas com ponentes de la E m bajada,con
rosam ente torneada: la fa ld a no alcanzaba á tapar los pies
de rojo los de A rag ó n , de tapicerías con figuras navales los
el E m b a ja d o ra la cab eza, quienes mirando, al resplandor de
dim inutos y deliciosam ente form ados. C arlos llevab a un
de A m érica, de guirnaldas los obispos y la Santa Inquii-ihachas que acababan entonces de encender, las caras de los
traje cenicien to, <|ue más bien parecía vestid o de hospi­
ció n , de banderas y gallardetes y lazos m ulticolores todos
im portunos, casi retrocedieron espantados al cerciorarse de
ciano que u n iform e de. co leg ial. E n ella todo era alegría,
los dem ás: la Reina y las Infantas ceñían trajes obscuros
que se hallaban en presencia de dos tan excelsos personajes
v id a , salud ; en él notábase esa triste precocidad que es
para el realce m ayor de sus brillantes; el Cardenal llevaba
tamio la v e je z de la in fan cia. Se ad vertía entre los dos ado­
com o el Du jue de B uek in gb am y el heredero de la corona
lescentes la m ism a d iferen cia que existe entre dos plantas,
su capelo puesto; el R ey, de color castaña iba; el Príncipe,
británica. No podían guardar en su palacio, ni una noche
rica
una de s a v ia , rebosante de hojas y de llores que el sol
todo em penachado de blancas plum as; y cuando y a estaban
siq u iera, pájaros tan grandes, sin ponerlo en conocimiento
y el aire libre han fortalecido y vigorizad o, y am arilla y
todos colocados, el D uque de Cea salió, seguido do cincuenta
del ministro Conde-D uque de O livares, quien , despertado,
aném ica la o tra , nacida y encerrada en obscuro rincón de
pajes con vestiduras alem anas y acom pañado de dos toreros
despertó al R ey, notificándole con extrañeza tal suceso, y el
patio conventual.
fam osos; el Duque de M aqueda, escoltado por un batallón de
— Pasado m añana á estas horas— d ecía la niña— estare­
R ey y el privado tuvieron que decidir se alojase á los huéspe­
m
os
papá y y o en Santander. ¿Tú no lias v isto nunca el
señores
y
circuido
por
una
turba
de
pajes
que
llevaban,
ceñi­
des en palacios dignos de su alcurnia. Com o en una corte
mar?
¡O h ! es herm osísim o : unas veces hum ilde y q u eju m ­
dos con cintas de p lata, grandes arpones; el M arqués de
tan bien provista de sitios tales com o nuestra c o r te , no po­
broso, otras tan fiero «jue parece «¡ue se va á tragar la tie­
Velada, con arm aduras nieladas y em butidas de oro en todo
día faltar uno bueno y convenientem ente apercibido, alojá­
rra...... De a llá , de m uy lejo s, qué sé y o «le d ón de, vienen
su acom pañam iento, m uy num eroso; el Conde do Yillam ar,
ronlos en San Jerónim o, poniendo á su disposición toda la
las olus persiguiéndose, apresurándose por lle g a r á la o ri­
presidiendo una corte tan em plum ada, que parecían sus v a ­
parte del convento palacio, alhajada por m agnifica manera
lla ......¡ y todo p ara m orir en e lla !........ Y o me paso las horas
m uertas un la playa. Tam bién me g u sta trepar á las rocas,
sallos indios por los abigarrados plum ajes; B onifaz, rejonero,
con el objeto y fin de albergar á los reyes en el preparativo
parecidas á esponjas g ra n d e s, m uy grand es y m uy duras.
con seis dom ésticos cubiertos de púrpura, y G av in a, rejo­
y apercibim iento de las solem nes y públicas llegad as á M a­
A lg u n o s días nos em barcam os. ¡E s tan divertido em bar­
nero tam bién, con cotas aceradas; y todos los com batientes
drid. Y a no hubo, desde aquel m om ento, ni m edida en los
carse! Parece entonces el m ar el pecho «le un g ig a n te que
se portaron de tal manera y esgrim ieron los rejones con
obsequios, ni tasa en los gastos. E spaña quiso m erecer el
respira m u y hondo y m uy fuerte.
tanto arte, que las pieles de los toros parecían crib as, el r e ­
renombre que le daban «leí pueblo por excelen cia hospitala­
E l m uchacho, oyendo á M aría, ponía una cara que daba
dondel cam po de amapolas y espigas apedreado, según el
pena. ¡E l m ar! S í, lo había visto. E ra la tinta azulada «pie
rio entre todos los pueblos. Mientras se apercibían las cosas
form aba el fondo de los mapas de Ja clase «le G eografía.
número y amontonamiento de los despojos; la corrida una
para un ingreso procesional de los huéspedes en Madrid con
Las rocas, la lib erta d , las excursion es por la p la y a , el cielo
guerra,
por
los
m
uchos
m
altrechos
y
heridos
en
las
personas,
los ritos y aparatos tradicionales, el Monarca de Castilla y
a z u l, el aire puro...... Todo aquello no se había hecho para
así com o por las m uchas reses m uertas y corceles destripa­
el Principe de («ales luciéronse los encontradizos por las
él. Pasaría el verano com o el an terior, como el otro, com o
dos entre los alaridos de las m uchedum bres esparcidas por
afueras y pasearon dos horas eu co ch e, departiendo do sus
el ven id ero, entre las cuatro paredes del c o le g io , tétrico
azoteas y tejados, ebrias, no á los vapores del vino, sino ú los
edificio que se veía allá, ú lo le jo s , com o v ig ilá n d o le con
sendos asuntos y echan lo planes para concertarlos. A u n es­
los cien ojos d e sus ventanas. Sus com pañeros, después de
vapores
de
la
sangre
y
al
estruendo
de
aquel
com
unicado
taban frescas las páginas consagradas por C ervantes á poner
los
exám enes, se habían m archado y a cada cual á su casa
entre todos y colectivo placer. Pero, con tantas fiestas y re­
de relieve la contradicción entre los andares caballerescos de
con sus p ad res; pero él no tenía p ad res, no ten ia tampoco
g alo s, el Principo no se llevó á la Infanta, y tras seis meses
los aventureros sin ventura, y las exigen cias de aquella c iv i­
m ás casa que el colegio.
ile negociaciones inútiles, se partió sin casarse. Y sin em ­
lización entrada en las regularidades propias de su m adurez
— Tú no sabes lo que es el colegio— d ijo Caídos con ex­
bargo, para su em barque, Santander le regaló dos mil g a lli­
y p len itud, cuando aun podía todo un Príncipe do Gales,
presión ren corosa:— aquello parece una cárcel.
Y habló de los largos y obscuros corred ores, siem pre v i­
nas, tres mil pollos, «los mil pares de pichones, cien borre­
metido en las com plicaciones europeas, agravadas por las
gilados
por fám ulos vestidos de n egro; del ja r d ín , á donde
g
o
s
,
veinte
v
a
c
a
s,
cien
toneles
de
vino,
cincuenta
tarros
de
cóleras religiosas, abandonar á hurtadillas la propia corto
nunca llegab a el s o l: de los hondos p a tio s, húmedos y ver­
confitura, quinientos capones, mil panes de harina candeal
donde todos le m iraban al blanco del ojo, y desbarbando á
dosos ; de los recios m u ro s; de las dobles rejas : «le las cla ­
recién sacados «leí horno. T al fu é la visita del Principe «le
su compañero el Duque «1c su barba propia para disfrazarlo
ses grandes y f r í a s : d e la v id a m onótona y m inuciosam ente
Gales. Mas no acabáram os nunca si hubiéram os «le recordar
con una barba p ostiza, y poniéndose un parche y emplaste
reglam en tada á que estaba su jeto como el esclavo al poste.
M aría se quedó un m om ento seria.
las escenas históricas pasadas en M adrid. L a villa ilustre que
él m ism o á la cara, ver la com ida solemne del R ey de F ran­
— ¡D ios m ío!— d ijo — ¡qu é triste e s todo eso!
ha
regido
en
el
espacio
dos
mundos
y
abrazado
con
las
órde­
cia en su L o u v re , así como un baile de trajes en Palacio, y
D espués se eclió á reir.
nes
em
anadas
de
su
seno
dos
hem
isferios;
la
que
ha
visto
venirse desde París hasta Madrid á caballo sin que nadie la
— No hablem os m ás do esas cosas, «pie dan pena.
inventar á L o p e , r e ir á Quevedo. pintar á V elázq u ez, com ­
venida notase, al extrem o inverosím il de sorprender á una
Y , lig era como un p ajarillo, echó á correr detrás de una
poner á C alderón, morir á C erv u n tes; la que lia levan­
diplom acia tan bien inform ada de todo como la inglesa y á
m ariposa, que logró al fin escapar salvand o trabajosam ente
tado en sus encrucijadas aquellos teatros nómadas donde
la tapia.
un m inistro tan chism oso com o el Conde-Duque de O liva­
L a tarde se deslizaba tranquila : el vien to , cad a vez m ás
aparecían personificados y viv o s los más altos principios
res. Pero asi andaba el mundo. Y C arlos, destinado á tan
fresco y ju g u e tó n , colum piaba las d o res, m ecía blanda­
teológicos
envueltos
en
las
doradas
nubes
de
una
m
etafísica
trá g ic a suerte com o el m orir descabezado por el hacha de un
m ente las hojas «le los árb oles y agitab a alegrem ente las
y de una poesía incomparables; la que ha legado al mundo
verdu go sobre las tablas de un caduLo: atraído por el metal
cortinas de los balcones. P o r encim a del ja rd ín voluba
pensamientos tan altos com o los de Graeión y obras tan
de su corona el rayo sobre su fre n te , se divierte abota, en
piando un enjam bre «le golondrinas.
perfectas com o La Vida es sueña y E l Mágico prodigioso;
tal sazón, en térm inos de verlo todo menos su prometida;
Cuando, cansados de co rrer, cdla con las m ejillas com o la
grana y él radiante de gozo, tanto m ayor cuanto jam ás sen­
la que ha com petido por su filosofía y por su gobierno en el
y com o supiese que se paseaba ésta en los cercados parques
tido, subían cogid os de la m ano la escalinata de la casa,
siglo últim o con los prim eros focos de civilización y cultura;
del A lcázar, salta, como cualquier m ozalbete de vihuela y
C
arlos se detuvo, y oprim iendo entre las suyas la mano de
la que después de haberse divertido m ucho en tiem pos de
serenata, las tapias, corre á la fu en te donde su prometida
M aría, le «lijo con vo z m ás «le hom bre que de niño :
los chulos y m anólas, recreándose con las fiestas conscrvase desopilaba con las tom as do acero diluido en las frescas
— ¿T e acordarás «le mi?
«las
eu los cartones de G o y a y con las figuras redivivas en
a gu a s, y tiene la cuitada 'pie hurtar el cuerpo regio á talos
— ¡V a y a una pregu nta!......¡ P ues y a lo creo «pie m e acor­
daré !
los sainetes de D. Ram ón de la C ru z, abrió el periodo más
hom enajes, com o si la robaran, y así divertirse de un amor
m ín ales, em paredándoles casi en una prisión, de la cual se
h uyó é l, asilándose con fortuna en A ragón lib re, con cuyas
libertades «lió en tierra, y muriendo ella en la desesperación
m ás horrorosa v en el más triste abandono.
B E L L A S
L A
CUADRO
P O E S I A
DE
D.
A Tî T K 8
D E L
V IC E N T E
M A H .
P A L A IA R O L I.
i Fotografia del Sucesor de Laurent.)
«
I
M E r) 1 T A C I Ó N .
CUADRO
DE
D.
V IC E N T E
PALM AROLI
(Fotografía del Sucesor de Laurent.)
174 — N.° XXXV
LA
ILU STRA CIÓ N
— E s que y o no te olvidaré ni un instante.
M aría soltó una carcajada.
— ¿Sabes lo que digo? Parecem os novios.
— ¿Quieres tú que lo seamos?— preguntó Carlos con acento
suplicante.
— P o r m i......com o tú quieras.
XI.
A qu ella n o ch e, cuando Carlos oyó cerrar tras de sí la
puerta del co leg io , experim entó algo de lo que debe sentir
el preso cuando se corren á su espalda los cerrojos del ú lti­
mo rastrillo de su prisión. El interior del edificio era aún
m ás tétrico que su exterior. En el patio, enlosado con g u in ­
des pizarras pare- idas á lápidas de sep ultura, reinaba si­
len cio com pleto. U na escalera m onum ental, flanqueada de
artística balaustrada, ponía en com unicación la plañía baja
con el piso superior. A llí, á uno v otro lado de largos pasi­
llos, estaban los cuartos de los co legiales. De trecho en tre­
cho, una lám para más entristecía que alumbraba las blan­
queadas paredes -le los solitarios corredores.
E n todo el colegio parecía flotar una paz triste , paz de
cem enterio. Com o el curso había term inado y a y acabadosc
los exám en es, quedaba sólo escasísim o número de co leg ia ­
le s, y los pocos -pie quedaban bacía largo rato que se ha­
bían retirado á sus celdas.
Carlos cruzó el palio, subió la ancha escalera, recorrió
algunos pasillos, y después de saludar al D irecto r, Un c lé ­
rigo alto y pálido como un cirio, entró en su cuarto, por
cu ya re ja , a lta y estrecha com o las de las cárceles, pene­
traba un rayo de luna.
N unca le había parecido ni pobre adolescente tan triste
aquel dorm itorio, con su cam a vestid a de blanco, sus dos
sillas de p a ja , su mesa con algun os lib ro s, y el crucifijo,
que con los brazos extend id os p rotegía la cabecera del
lecho.
A ce rcó una silla á la ventana y encaram óse hasta la reja.
E l pueblo, bañado por la claridad de la lun a, se extend ía
allá abajo, interrum pido y rodeado por gran d es masas de
árboles. Dejos se destacaba la casa de M aría: los puntiagu­
dos cipreses del jard ín aparecían inm óviles en m edio de la
augusta serenidad de aquella noche de estío; más allá se
extendía la cam piña, y lim itando el horizonte distinguíanse
confusam ente las crestas azuladas de los m ontes lejanos.
E n m edio de la tristeza y de la soledad q u e le llenaban
el co razó n , sentía Carlos un placer in e fa b le , algo asi como
esas sonrisas que suelen brillar á veces bajo las lágrim as. El
recuerdo de la tarde última estaba lijo en la memoria del
jo ven . M ás de cien veces intentó reconstruir, palabra por
palabra ó incidente por in cid en te, todos los porm enores de
aquellas horas fe lic e s, para saborearlos con infinito d eleite;
pero la m ism a intensidad de la impresión le im pedía repro­
ducirlos por com pleto. La gran lu z que llenaba su espíritu
le deslum braba. ¿Qué era aquello que con tanta fuerza se
le había entrado en e l alma? ¡O h ! ¡si hubiera podido ir con
M aría a llá lejos á las orillas del mar inm enso!...... ¿Qué
g o zo habría com parable con el d e correr al lado de ella por
lo s cam pos, tre p a rá las rocas «como esponjas de piedra»,
y ver juntos cómo las olas corrían apresuradas hacia la p laya
para deshacerse y morir?
L e causaba placer y dolor á un tiem po pensar en tales
cosas. María partiría á la mañana sig u ien te, y él quedaría
a llí, en aquel cuartucho h o rrib le, en aquel caserón sombrío,
sin otra com pañía que la de fám u los y c o leg ia les, sin m ás
sem blante am igo que e l fr ío y austero sem blante de los
profesores.
Dando vu e lta á estos pensam ientos pasó gran parte de la
noche. D espués se acostó y so quedó dorm ido. Un silbido
largo y quejum broso como un lamento le hizo despertar
sobresaltado: se levantó, v corrió á la ventana. El tren de
las seis, el tren en que iban María y su p a d re, cruzaba m a­
jestuosam ente los campos. B ien pronto desapareció tras los
pliegues del terreno, pero durante algunos minutos pudo
conocerse su m archa por las nu beeillas cenicientas con que
la locom otora iba sem brando el puro y fresco am biente de
la mañana.
III.
A Cavíos aquel año le pareció un siglo.
Su carácter, siem pre reservad o y tacitu rno, se h izo toda­
v ía menos com u nicativo que de costum bre. Los Padres es­
taban encantados, y m ás que todos el I’. Barrientes, el se­
vero director del co legio . Se citaba a l jo v e n com o m odelo
que debían se gu ir los Otros c o le g ia le s, com o la obra m aes­
tra de aquella pedagogía ta c'tu in a para la que era una
fa lta la alegría y un delito las explosiones ruidosas de la
adolescencia. A l verle pasear solo y cab izb ajo por los claus­
tro s, ó sentado á la som bra de los cipreses del ja r d ín , ab­
sorto en la contem plación de a lg o q u e sin duda Ilutaba d e ­
lante d e s ú s o jo s, e l P. B arrientes creía ver en el joven
una copia fiel de San Ju an de la C ruz. «D ecididam ente, este
m uchacho v a para san to » , solía d ecir para sus adentros el
bueno del clérigo.
No, no era el am or divin o e l fu e g o que inflam aba aquella
alm a de niño: era la im agen de María, seductora, sonriente,
llen a de gracia. H a b ía , s i , en su pasión alg o de m isticis­
m o, deseo v a g o , indefinido, de anegarse en el ser am ado.
A haber sabido expresar sus sentim ientos con la sublim e
elocuencia d el inspirado carm elita, C arlos hubiera también
e x c la m a d o :
Mi am ada las m o n tañ as,
Los valles solitarios nemorosos,
Las ínsulas ex tra ñ a s,
Los ríos sonorosos.
El silbo de los aires amorosos.
Porque M aría era todo paro él: la lib e rta d , la a le g r ía , la
v id a , el am or, no sólo el que se p ierd e en aspiraciones ne­
bulosas, sino el que es fu en te y le y eterna de la vida.
A la lu z de su pensam iento, siem pre el m ism o, llegó á
penetrar el sentido sensual de que están im pregnados los
versos clásicos. N ingún otro discípulo interpretaba com o él
ESPAÑOLA
Y
22 S eptiembre 1893
A M ERICAN A
las estrofas en que el cíclop e de T eócrito pondera los en­
cantos de G a la ic a , la n in fa herm osa, de seno turgente como
la ura venir; los versos afem inados de T i b u lo , las ap asio ­
nadas (¡nejas do D ido y las su gestivas odas de Horacio. Las
n in fas que al levantarse la Luna hieren con pie desnudo, al
com pás de la llanta de P an, el césped de los valles, tenían
el sem blante de María. Las musas y las diosas, las liamadriades y n in fa s, las ondinas y nereidas, todo el mundo
clásico que p alp ita en los v iejo s libros d t los poetas a n ti­
g u o s, copiaba los encantos de la hermosa adolescente.
Pasó un a ñ o , una eternidad m ás bien. U na hermosa ma­
ñana del m es de Junio supo Carlos q u e I». Fernando y
M aría liabiun llegad o de M adrid: le invitaban á pasar el
día con ellos. Iba á verla, á oir su voz, á contarle todos los
secretos de su alm a. A l poner la mano en el llam ador de la
puerta de la casa, latióle el corazón con ta l fu e r z a , que oia
sus latidos.
E l jard ín estaba idéntico que la tarde cu yo recuerdo te ­
nía el jo ven grabado en su m em oria: las m ism as húm edas
espesuras, los mismos árboles frondosos, el mism o rum or
monótono de la fu en te y de las hojas.
Cómo una diosa -pie descendiese de su a lta r, María bajé»
las gradas do piedra de la escalinata, y cariñosa y sonriente
estrechó la mano de Carlos.
¡Olí Dios! ¡Qué hermosa estaba! Durante su ausencia se
luibia transfigurado: la niña había buido, pero -p ied ab i la
m ujer en todo el v ig o r de la ju ven tu d . C arlos la m iraba
extasiudo; sentía deseo de caer de rodillas y con las manos
juntas ante aquella belleza deslum bradora.
A le g r e y gen til, cogióse del bruzo del colegial, y con voz
(pie á él le pareció vo z d el c ie lo , le d ijo :
— ¡Cuánto tiem po sin vernos! ¿v erd ad ? ¿T e habrás acor­
dado m ucho de mi?
El m uchacho no acertaba á pronunciar una palabra. A l
cabo habló con voz terubli rosa. N i un solo momento había
dejado de pensar en ella. Aquel día le había dado e l cora­
zón que le ib a á suceder alg o m uy bueno.
— Y y a lo v e s — añadió;— no me había engañado.
E l alm uerzo fu á delicioso. Los tres solos: D . Fernando,
María y Carlos. María ch alló m ucho: contó mil episodios
de sus v ia je s , rió á carcajadas, y cuando después del a l­
m uerzo los ilos jó ven es bajaron al jard ín y se sentaron en
e l banco cercano á la fu e n te , M uría, cam biando repentina­
m ente de conversación , dijo:
— ¿No sabes? Me caso.
Carlos recib ió la puñalada cu el corazón.
— ¡Te cusas!
— Verás.
Y le contó la historia de sus amores.
— Esta tarde le conocerás; ven drá aquí en e l tren de las
cuatro. E s m ilitar......H e tenido m uy buen gusto. Tam poco
él lo lia tenido del todo m a l", ¿verdad? Papá no lia querido
q u e nos casem os hasta e l año que vien e...... D ice que soy
m u y jo v e n — ¡M uy jo v e n , y tengo y a d iez y seis años!......
T e convidaré á la boda, porque nos casarem os aquí.
— -¡Te casas!— volvió á d ecir C arlos en e l colm o del e s­
tupor.
— -¡Te casas!— dijo ella burlándose.— Y a y a un tono con
que lo dices.
— Y o creía ......com o eres tan niña.......
H ablaba per hablar, sin saber 1" que decía. L e ahogaban
las ganas de llo rar, de llam arla ingrata. ¡Qué pena tan grande
v iv ir después de haber oído tan terrib le noticia!
E n aquel m om ento se abrió la puerta de la v e r ja , y un
jo v e n herm oso, de arrogante y distinguido ta lle , vestid o
con el uniform e de artillería, entró en el jard ín . María se
levantó de un salto y corrió hacia el recién venido.
D espu és, dirigiéndose am bos al banco donde se había
quedado el colegial inm óvil como una estatua, dijo M aría:
— C arlo s, de quien te lie hablado.
— ¡A h , s i!— contestó e l m ilita r, saludando con cierto
desdén.
Y ni él ni María volvieron á pensar m ás en Carlos.
Im posible le parecía á éste que se pudiera s u frir tanto
como él su fría . ¡Sus ilusiones, acariciadas durante un año
en tero, nutridas con toda la savia do su pensam iento y con
toda la fu e rza de su im agin ación , hechas pedazos y.esp arci­
das al vien to ! ¿ Y cómo no había de p referir M aría ú aquel
jo ven de belleza varonil tan superior á é l, desgarbadotc,
tím id o, insignificante?...... N i siquiera sentía cólera.
E n tanto, los dos enam orados, en e l suprem o egoísm o do
su am or, paseaban olvid ad os de todo lo que no era ellos
mismos. ¡E llo s soles en m edio del U niverso infinito! A n d a­
ban lentam ente; él hablándolo poco menos que al oíd o;
ella, con los ojos fijos en la flor q u e sus m anos acariciaban,
oia absorta las palabras de su novio.
Cuando D . Fernando bajó al jard ín y preguntó por Cur­
ios, M aría, dirigien d o una m irada al rincón de la fu e n te ,
exclam ó:
— ¡C a lla ! ¡pues se lia m archado!......E s tan tím id o ........
Y’ lu e g o , volviéndose hacia su n o v io , continuó la inte­
rrum pida charla.
IV .
Cuando C arlos entró en su cu arto, dejóse caer sobre la
cam a y llo r ó , sofocando sus sollozos contra la alm ohada.
Sentía un desgarram iento interior. E n la árida tierra de su
corazón h ab ía nacido una sola p lan ta, nutrida con todo el
ju g o de su alm a: acababan de arrancársela, y allí en lo m ás
hondo de su a lm a, las raíces destrozadas manaban sangre.
L a vid a sin las pasa las ilusiones le parecía insoportable.
¡Qué odioso aquel convento, m ás q u e c o le g io , con sus m u­
ros espesos com o los de las fo rta leza s, con sus rejas como
las de las cá rce le s, con sus corredores lú g u b res, con sus
patios obscuros!...... Posarían los días y los años, y él a llí
D ios sabia hasta cu á n d o , sin a fecto s, sin amores, sin nadie
que le q u isiese, sin poder i r , com o sus com pañeros, allá
tras de aquellos m ontes hacia los cuales veia todas las ma­
ñanas pasar los trenes sem brando el cielo con bocanadas
do humo. L u ego se com paraba con e l otro, con el a fo rtu ­
n a d o , y cada vez se veía m ás ruin y menos d ig n o de que
M aría le am ase. ¡P o r «pié había soñado tanto! ¡P o r qué la
había conocido! Así transcurrió la noch e. Cuando el res­
plandor del nuevo día penetraba por la ven tan a, dirigióse
á ella y respiró con ansia el a ire perfum ado q u e ven ía de
los cam pos. A llá le jo s , los gran d es árb oles llenos de hojas
y de pájaros parecían saludar al sol que se levantaba, m ien­
tras que del lado de acá de los m uros del jardín del co leg io ,
algunas plantas am arillentas y aném icas se agarraban de­
sesperadam ente á las paredes como si quisieran escalarlas
en busca de lu z y de aire.
V.
Pasó otro año. Hasta al m ism o P. Barrientes le m aravi­
llaba la tristeza de sil discípulo. E ra y a dem asiado; ib a á
enferm ar si no procuraba sacudir aquella negra m elancolía.
Pasaba horas enteras en lo m ás apartado del ja r d ín , inm ó­
v i l , contem plando absorto a lg o que sólo estaba en su fa n ­
tasía. Guando le v e ía el P. B arrientes so lia exclam ar; « ¡E s
que está en éxtasis!»
Una m añana llam ó á su despacho al c o le g ia l:
— ¿(..»uieres ir — lo d ijo alegrem en te, com o el hombre que
está seguro de que va á dar una buena noticia— á una boda?
E so te distraerá.
Carlos palideció intensam ente; y a sabia do qué boda se
le hablaba. D om inándose, contestó con vi z entera:
— ¡Ir é !
A l caer de la tarde salió del c o le g io : pero en v e z de di­
rigirse á la casa de I >. Fernando, salió del pueblo, y tom ó al
través de los cam pos hacia una solitaria alam eda. A llí te n ­
dido en la hierba estuvo largo rato. Y a m uy entrada la
noch e, se puso de pie y com enzó á desandar el cam ino an­
tes recorrido. A l cabo de un cuarto de hora d e m archa,
lle g ó al jardín de M aría, escaló la tapia y saltó dentro: des­
pués se agazapó en el rincón m ás obscuro. Las rejas del
com edor estaban ilum inadas, se oia m urm ullos de voces y
de risas, y se veia ir y ven ir las som bras de los con vi Judos.
A l fin el ruido fu é cesando. En uno de los salones del pisoprincipal brilló una luz. Las m aderas rechinaron y apareció
lina m ujer vestida de blanco, y al lado de ella un hombre
que la sujetaba suavem ente por el talle. Las dos figuras se
destacaban esbeltas sobre el fon d o de luz lim itado por el
marco del balcón. E l jard ín despedía un arom a tib io, y m i­
ríadas de estrellas brillaban en el azul obscuro del cielo. La
naturaleza entera cantaba á su modo el epitalam io de aque­
lla boda. La enam orada pareja perm aneció algunos minutos,
en el balcón. Carlos oía el m urm ullo do sus palabras y el
ruido de sus besos. D espués el cuadro se desvaneció, e x tin ­
guióse la luz, y la casa quedó en vuelta en e l sagrado m is­
terio de la noche.
Cuando á la mañana sigu ien te entró C arlos en el c o le g io ,
el fám u lo que hacia la lim p ieza le miró con asom bro, dicién dolc:
— ¿Qué le pasa á usted? ¿Se siente m alo? E stá usted m u y
pálido.
— N o , esto y bien — respondió Carlos.
— ¿Q uiere usted q u e a v is e a l P. B arrientos?
—- Ñ o , no es m enester.
— M ala cara tiene— dijo para si el cria d o ;— no es extra­
ño. En las bodas sólo s i d ivierten los novios......
V I.
Los m édicos, que en aqu el m omento term inaban su con­
sulta en el cuarto del D irecto r, estaban conform es en el
diagnóstico de la en ferm ed ad . E l pobre m uchacho se mo­
ría de una m eningitis. D espués del estado de excitación en
iiue entonces se en con trab a, ven d ría e l d elirio , lu eg o los
g rito s agu dos que, una v e z o íd o s , jam ás se o lv id a n , y des­
pués el coma, el sueño terrible cu yo despertar es m orir.
La enferm edad sigu ió paso á paso el cam ino señalado pol­
los m édicos. D urante largas noches de terrible desasosiego,
el jo ven se r e v o lv ía en su le ch o , lanzando de cuando en
cuando alaridos terrib les, alaridos de fiera herida. A vecessalía de sus labios la palabra ¡M a ría!......y ju n tab a las m a­
nos en actitud de súplica desesperada.
El P. Barrientos se acercaba entonces a l lecho d el en­
ferm o y le d ecía con acento cariñoso, acariciándole las
ju n tad as m anos:
— S i, hijo ralo; piensa en M aría, que e lla te abrirá las
puertas d el cielo.
Com o los m édicos habían p re v isto , a l cabo de algunos
días cesó lu intranquilidad, cesaron los gritos. Tendido en
su lech o , sonrosado el rostro y con suave respiración, inte­
rrum pida de cuando en cuando por profundos suspiros,
parecía dorm ir tranquilam ente. A q u e l sueño era el coma
anunciado: aquella v id a se e x tin g u ía com o luz de lámpara
encerrada bajo la cam pana de la m áquina p neu m át ea.
La agon ía com enzó t i despuntar la aurora. E ra triste el
cuadro que presentaba la celd a : la lu z do la m añana lu­
chaba débilm ente con las llam as tem blorosas de los cirios
q u e alum braban la im agen de la V irgen María, Colocada en
la m esa convertida en altar. E l m oribun do, p álido com o la
cera, lanzaba un tenue ronquido, cad a vez m ás prolongado.
En pie, al lado do la cam a, el P . Barrientos recitaba en alta
vo z la recom endación del alm a. C erca de la ventana dos
sacerdotes hablaban en vo z b a ja , rindiendo culto, sin darse
cuen ta de e llo , al respeto que siem pre inspira e l tremendo
m isterio de la m uerte.
F u é larg a la agonía. Y a era bien entrada la mañana
cuando el enferm o abrió los ojos con espan to, m ovió los
labios, pronunció q u izá s un nom bre, y se quedó in m ó vil......
E n ta n to , el c ie lo y la tierra parecían entonar un himno
á la v id a , y allá lejos los grandes árboles, llenos de hojas y
de pájaros, saludaban gozosos al sol q u e brillaba en el azul
inm enso, m ientras que del lado de acá de los m uros del
jard ín del c o le g io , algun as plantas am arillentas y aném i­
cas se agarraban desesperadam ente á las paredes com o si
quisieran escalarlas en busca de lu z y de aire.
Zed a .
22 S eptiembre 1893
LA
ILU STRA CIO N
ESPAÑOLA
I.
-
y viTtE las m aravillas V las jo ya s qué guardan
l l 'T / k ' aún nuestras C ated rales, ¡as ig le sia s, las Cor) 'IL-n puniciones eclesiásticas y las c iv ile s , y a lg n nos particulares, y d e las que da gallarda
Í-S2 . m u é stra la Exposición II ¡Mi-Ico- Europea, —
no son. sin duda algu n a, las menos m erecedoras ilc atención y de estudio por parte do los cntend idos, aquellas q u e , como ropreseutaoión del
desarrollo conseguido por el arto m uslím ico en nues­
tra España, figuran en el grandioso certam en retros­
pectivo celebrado en Madrid con ocasión d e l cuarto
•Centenario del descubrim iento de A m érica , y cu ya impor­
tancia con tanta ju sticia lia excitado y excita el interés de
propios y de extraños, haciendo dep lorar, por lo que subsisto,
lo m ucho que lia desaparecido en oj procoso de los tiem pos.
Intérp rete y representante genuino de aquella singular
•cultura que se d esen vu elve dentro de la Península Ibérica
durante la Edad Media,— guardada entre los cristales de uno
de los escaparates de la Su/u X Y / / , fren te á la instalación
suntuosa del E xento. Sr. Marqués de Viana, quien presenta
con las arm as la m arid a y el alm aizar que v estía el último
d e los sultanes granadinos en la batalla de L u c e lia ,— apa­
re ce , al lado d e hermosa cru z parroquial de p lata, peregrina
Arqueta de m arfil, con guarnición de cobre esm a ltad o , la
c u a l, en m edio de las riquezas de los objetos que llenan la
Sala , atrae las m iradas por modo irresistible. C u a l acontece
con la m ayor p a rte , ya que no todas las preseas que de an­
tiguos tiem pos poseen las C ated rales, tarea inútil resultarla,
por desventura, la de p reten der inquirir, no y a la persona,
sino la ocasión en que jo y a sem ejante pasó desde el cam a­
rín lujoso del régulo para quien fué labrada, á acaudalar el
tesoro de la iglesia palentina: toda memoria lia desapare­
cido, y acaso tam poco entre los papeles d el A rch ivo cate­
dral exista docum ento que á aquel delicado m ueb le baga
referen cia.
B ien que curiosa y no exenta de im portancia b ajo la rela­
ción histórica,— tal noticia, sin em bargo, no es por m odo a l­
guno indispensable, pues basta el monum ento mismo para
deponer victoriosam ente en orden á su libación y naturale­
za, proclam ando á la par el grado de desarrollo conseguido
por la cultura de que es fru to le g itim o , y las influencias
tpie á la sazón predom inaban en la sociedad arábigo-espa­
ñ o la , cuando los artífices m usulm anes labraban jo ya s de
sem ejan te índole y riqueza.
Si desconocida hasta ahora, nada n u ev o , con verdad,
vien e á enseñar la Arqueta arábiga de la Catedral de I ‘alen­
da respecto del uso á que eran por los m uslim es destinados
•estos objetos, en los cuales, y de ig u a l suerte para los hom ­
bres que para las m ujeres, solía guardarse el eolio!, y la
alheña con que unos y otras so aliñaban el rostro, las ricas
esencias o rien ta les, las jo y a s, los personales a d erezo s, no
pocas v eces el paño de las insignias m ilitares, y en alguna
o casió n , segú n luibo de ocurrir en orden a l céleb re caudi­
llo del C alifato de Córdoba M ohám m ad-ebn-A bi-A iner .11J fautor, el polvo de las victorias con que postró reiterada­
m ente las m onarquías cristianas.
L abraban estas A rquetas los artífices, y a por encargo es­
pecial de los P rin cip es, cuyo nom bre consignaban en ellas,
se g ú n ocurre con la de G ero n a, que es de p la ta , y figura en
la Sala V I I I d é la Exposición, con la que posee y ostenta el
Mu reo Provincial de B u rg o s, y procede del interesantísim o
Monasterio de Santo Domingo de Silos, con la míe se con­
serva en la Se de Draga y con la que enriquecía ¡a colección
d e nuestro buen am igo el Exento. Sr. T). Mariano llia z del
Moral, poco tiempo lia fa lle cid o : trabajábanlas tam bién pura
los particulares, consignando asimismo en ellas que eran bo­
chas para regalo de algun a dam a, con quien se bailaba des­
posado tí iba á contraer nupcias aquel que la encargaba, do
lo cual persuade por modo e vid e n te la hermosa Arqueta de
taracea que posee el Museo Arqueológico Nacional, y pro­
c e d e de la C olegiata leonesa de San Isidoro, abundando los
m uebles ó co frecillo s de esta ín d o le, trabajados para el c o ­
m ercio, expuestos en las tiendas y b azares, y adquiridos al
a ca so , en los cuales innobles el artífice se contentaba con
escribir aquella serie de encom iásticas palabras que invoca­
ban del cielo para e l dueño anónimo toda suerte de prosperi­
dades y venturas.
D e igu al suerte unas que otras, aparecían tanto en el ca­
marín de la m ujer p red ilecta, en e l de las m ujeres y concu­
binas del harem Real ó particular, cuanto en las tiendas le ­
vantadas por el ejército m uslim e en campaña, acompañando
en sus expediciones m ilitares á los defensores de Islam en
su varia catego ría, y así lo consignan nuestros monumentos
literarios, y lo acreditan y corroboran los objetos mismos,
utilizados por la Ig le s ia , y colocados eu la categoría de las
Arquetas relicario», de tanta im portancia en el m obiliario
religioso. N o e s , p u es, esta ocasión propicia para entrar en
m ás detenido estu d io , y a por otra parte Lace años reali­
zado (1 ); pero convien e hacer constar que la form a de estos
o b jeto s, variando desde la cilin d rica á la rectan gular— como
varían tam bién las dim ensiones — o frece por lo común la
liarte superior ó tapa do figura tum bada, afectand o la de
un poliedro de cinco caras, si bien no faltaban tampoco los
q u e m ostraban dicho m iem bro com puesto sólo por una ta­
b la, según lo revela la Arqueta de marfil q u e , procedente
de C a m ó n de los Condes en la provincia de fa le n c ia , posee
el Museo Arqueológico Nacional, y correspondió á la d i­
nastía oriental fath im ita.
(1) Véase las monografías q u e , con el titulo de Area», Arquetas y
('aJar-irUan inR, publicó nuestro señor Padre e n el Muño Esnaiiul de
Antigüedad:r, y lns que en la m ism a obra publicó el Sr. D. Enrique
Claudio GirUil aceren de la (lo Gerona y publicamos nosotros res­
pecto las Arquetas de ¡data u de marfil que n eaun rnin cu el Musco Ar­
queológico nacional v <n la Jictll Academia de la Historia.
A M ERICAN A
ir.
L A ARQU ETA ARÁBIGA DE LA CA TE D R AL DE FA LE N CIA
EX LA EXPOSICIÓN HISTÓR1CO-EDROPEA.
Y
Sin apartarse, en cnanto á su disposición y á su estructu­
r a , de las q u e, com o com unes y g en erales, quedan recono­
cidas ett la m ayor parte de los m uebles de su m ism a índole,
— preséntase la Arqueta arábiga de la Catedral de Patencia
ricam ente decorada, sobre el arm azón de m adera que la
con stitu ye, por diverso número de placas de m arfil, pri­
morosa y delicadam ente ta lla d a s, y características todas
ellas del arte que presidió á su lab ra, de las influencias que
en él se manifiestan por eficaz m anera, y de la época de que
es representante y fruto el presente o b jeto , de notorio in­
terés artístieo-arqiieol.igioo y de im ponderable m érito por
lo que á su valor histórico se refiere.
P rovista en los á n g u lo s, ú modo de refu erzo , de sólida
guarnición de cobre esm altado, fingiendo anguloso fu n ícu lo
ó labor de esp ig a s, en la cual destacan los m atices azul,
v e rd e , blanco y rojo, y en la vertien te de la tapa, donde
sim ulan los indicados esm altes, regu lares dientes de sierra
á la una y la otra p a rte ,— ofrécese la Arqueta, en el fren te
principal do la c a ja , com puesta por hasta cinco placas
eb úrn eas, de las cuales cuatro constituyen la orla del indi­
cado fre n te , y la quinta e l centro, m idiendo 30 m ilím etros
d e ancho las de las zonas superior é in fe rio r, 33 las latera­
les y 50 la cen tral, y a referida.
A v e s y cuadrúpedos, afrontados á la oriental usanza,
destacan en re lie v e b ajo los n u eve arquillos lobulados que
form an la base en la decoración de las fa ja s superior é in­
ferio r de la o rla , en la cual se manifiestan hojas y tallos,
labrado todo ello, segú n quedó insinuado a rrib a, con sin g u ­
lar minuciosidad y gran destreza: y m ientras en la placa
del centro resaltan, en profunda talla y ordenadam ente mo­
v id o s, elegan tes vastagos de picadas h ojas, q u e traen á la
memoria con las marmóreas tablas del Mihrab de la M ez­
q uita-A ljam a cordobesa, la que procedente de T oledo, y
quizás de la M ezquita-A ljam a de esta población, figura en
el Mareo Arqueológico Nocional, y en general la decoración
de los hermosos arcos d e la Aljaferia de Z aragoza,— en las
fra n ja s laterales, bajo gracioso y lobulado arquillo, y leva n ­
tadas sobro anchas h ojas, aparecen dos a ves con la cabeza
de cada una de ellas vu elta en sentido contrario, distin­
guiéndose en p o s , cobijados por las liojas m encionadas, dos
cuadrúpedos en la misma disposición y a señalada.
Form ado tam bién por cin co tablas ó placas de m arfil
el costado de la izqu ierd a,— al paso (pie en la in ferio r y en
la superior de la orla se desarrolla, dos veces repetida eu
cada fr a n ja , la fá b u la pérsica de la lu ch a del genio del
bien y del m al. representada, com o en la Pila de la Alhainbra de G ranada, por leones que devoran en dirección en ­
contrada sendos antílop es,— en los án gulos aparecen fa n tá s­
ticos cuadrúpedos alados, y se d esen vu elve en las fran jas
la te ra le s, desprovistas d el arco lobulado, la misma escena
que en el fren te p rin cip al, siendo idéntica en su traza y en
su ejecu ción la decoración de la p laca cen tra l, respecto
de la del fren te m encionado, igu a l en todo al fren te poste­
rio r, no in teg ro p or desventura.
Conservando com o nota com ún la labor de la tabla cen­
tra l, de las cin co de que asimismo se com pone,— m uestra
por su parte el costado de la derecha en la placa superior
de la orla interesante escena ven atoria, rep etid a, en la cual
corpulento león am enaza devorar un hom bre caído en tie­
rra , al propio tiem po que otro, en traje ta la r, dispara sobre
el fe ro z felin o su b allesta, recordando por m ucho estas
figuras el acento y el dibujo de las de la m uy notable Pila
de abluciones de J á tiv a ; en la fra n ja in fe rio r, y tam bién
re p e tid a , se halla representada otra escena ven atoria, en la
que otro cazad or, arm ado de ballesta, persigue una gacela,
a l paso q u e , en el centro de am bas fra n ja s, y separados
p o r un vastago, destacan dos cuadrúpedos con las cabezas
vu eltas.
Estrecha f a ja , entrecortada por el h erraje, que es de co­
bre dorado en el pasador y esmaltado en las b isagras, c o m ­
en torno de la c a ja , constituyendo el encaje de la tapa que
la cierra; y en a q u élla , en elegantes caracteres cúficos de
resalto trabajados en m arfil, adviértese larga é interesante
le y e n d a , dispuesta en la form a sigu ien te:
F ren te principal:
1 1 A—I—- LíL
A. ■ i '13
J .X
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i—S
... «. ¿.*L*.'L 'L 3 L *,s a ¿Ajijw-3
I
o ¿Jo LL ¿J^wa ¿.3 o 0..2U
En el nombre de AUáh, el Clemente, el Misericordioso!
Bendición /lerjietua, felicidad cumplida, Q salvación eterna,
prosperidad permanente, y beneficios continuados, y gloria,
ventura, dicha y...
Costado de la izquierda:
[y
‘ sLsü
'U t ¿ J b , , ' U i !
JLLI
6
IS áJ
... excelencia y el cumplimiento de las esperanzas para su
dueño! Prolongue AUáh su permanencia [en la tierra!] —
[Esto es] de lo que se hizo en la ciudad de Cuenca por man­
dato del Háchib...
F ren te posterior:
« -P ^ • • • □ • . . U '
...
D ^ U áJ! ^
...
C3
... JIorum-ud Dáuhih Abó-Moháminad Ismuil-ben-AlMa...\Z\ .-iuun Dzu-l machduiu-(c\ de las glorias)-ben-udhDháfir Q , señor de los dos principados, Xbú-Mohámmadben- Dzi-n-Nun...
Costado de la derecha:
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J—
X." XXXV — 175
... (glorifiqnele A lláh!) en el año uno y cuarenta y cuatro­
cientos (441 de la II., I<j4tl á 105U de J
Obra de Abilir-Pah-m án-beu-Zeyyátn.
A fe c ta la tapa la figura <le una pirám ide trun cad a, resul­
tando por tanto un poliedro de cinco caras, cuatro de ollas
trapezoidales, y rectan gular la superior, m ostrando en la cara
correspondiente al fren te prin cipal— partida ñor el herraje
esm altado del p a sa d o r— basta ocho piezas de m arfil, seis
propias de la Arqueta, y dos que visiblem ente pertenecen
desde luego á otra de m enores dim ensiones, y «pie fueron
alli colocadas en tiempos posteriores; en la pieza central de
la izquierda predomina la ornam entación característica y
de tonalidad del m u eb le, y cu las de la orla no com pleta,
serpeante va sta go de grand es y picadas h ojas, que en el
costado de la izquierda se trueca en representaciones de Ico­
nes y otros cuadrúpedos en la parte superior é inferior,
perm aneciendo la misma en las franjas laterales. Carece este
costado de la pieza c en tra l, y en el fron te posterior se
cuentan hasta once p ie za s , ocho pura la orla, que está fo r ­
mada por un vastago serpean te, y tres para la parte central,
seccionada por los dos brazos esm altados de las b isagras, y
en cuyas piezas la decoración es la misma que en las del
centro de la caja.
Sem ejante al contrapuesto es el costado de la derecha,
bien que m ás com pleto: y la cara rectan gular superior, (pie
m ide (>111,1 fi de longitud por 0m,10 de an ch o , com puesta de
cuatro p iezas, por los tres brazos do cobre esm altado que la
seccionan en el sentido de su la titu d , o frece á los costados
extrem os vastagos serpeantes, y en las dos piezas centra­
les— en las que se advierte los discos perforados para el
asa, y a desaparecida,— dos gacelas en resalto, com o toda la
labor de la Arqueta . la cual m id e 0m,24 de total altu ra, en
la que corresponden 0m ,13 á la cu ja , 0m,34 de longitud en
los fre n te s , y (fin,23 de lo n g itu d tam bién en los co s­
tados.
n r.
Incuestionable resulta— por lo que del e p íg ra fe copiado se
desp ren d e, y á fa lta de otros testim onios an álogos, proce­
dentes en su origen de las dem ás regiones poseídas en el
siglo xi por los m usulm anes— que el antiguo reino mus­
lim e de T oledo debió ser, y f u é , centro de cultura de grande
im portancia, capaz de com petir, bajo la dinastía de los B enid zi-n -N u n , con el esplendoroso reino de S evilla durante los
dias de A b en -A b b ed y de sus descendientes; dem uéstralo
asi— por no entrar en m ás larga serie de disquisiciones, im ­
propias de este lu g ar y de este estu d io— el núm ero de m o­
num entos de idéntica especie (pie ha lleg ad o á nuestros dias.
y de que son fiadores eficacísim os, con esta Arqueta palen­
tin a , la d el Museo Provincial de Burgos antes mencionada,
y un fragm en to con q u e, entre otros ará b igo s, fu é com ple­
tada, sabe D ios cuánd o, una Arqueta cristiana, también de
marfil y d el siglo XH , (pie posee el Museo Arqueológico N a ­
cional entre sus colecciones, y figura en la Exposición llistúrico-Europea.
Incom pleta por desdicha la Arqueta de Silos, hoy propie­
dad del Museo Provincial de B u rg o s, no sólo guarda entre
las labores de marfil que la enriquecen y avaloran estrecho
vín cu lo de parentesco respecto de la p alen tin a, sino q u e , á
m ayor abundam iento, fu é labrada com o ésta en la ciudad
de C u en ca , y por manos seguram ente del padre de A b d-irJíalm ián-ben-Z cyyán, autor de la que m otiva e l presen­
te estu d io , persuadiendo de la verdad de tal supuesto lo
(pie subsiste del e p íg ra fe en los costados de la Arqueta
b u rg alesa, donde se le e , con efe cto (co stad o de la iz ­
q u ie rd a ):
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... [ s a ] lud duradera para su duerno.! Prolongue Allah su
pernMnenrìa [en la tierra !]. — [ Esto e«] de lo que se hizo en
la ciudail de GV[encaJ...
[itilo ] siete, dicz y cuatrocientos ( 4 1 7 de la IL , 1026 a
1027 de J.-C .). Obra de Mohàmmad-ibn-Zegyàn, su siervo.
/ Glorfiquele Alidi) !
E n el fren te posterior debió hallarse consignado el nom­
bre del régulo toledan o, señor de C u en ca , p or orden de
quien fu é labrada esta Arqueta, el cual nombre hubo de ser
e l de Y ílyix-b en -M o h ám m ad -b en -Y áyix, quien parece se
declaró independiente el año 400 de la H é g ira , y rig ió
aquel estado basta e l 427, según A ben-Jaldón declara. A b úMohámmud Ism a il, apellidado /fosan» ud-Dauláh, gober­
nador de Cuenca ó señor de esta c iu d a d , era h ijo de A lM am un, cognom inado A bú-M ohám m ad, y A bú-l-IIasán
Y aliya, y por orden suya debió tam bién labrarse la Arqueta
de (pie es parte el fra g m en to con que fu é com puesta la
cristiana d el Museo Arqueológico Nacional, arriba m encio­
nada.
M onumento de verdadero in terés, q u e nada tiene que
v e r con el c u lto , acaso fu era donado p or A lfo n so V III á la
C ated ral p alen tin a, después de la conquista de C uenca por
aquel m onarca, sino es que, según ocurre en orden ú la bur­
galesa, se apoderó de ella A lfo n so V I aL rescatar en 1085
para siem pre de la servidu m bre islam ita la que fu é un
tiem po ciudad de los C oncilios. De cualquier m odo que sea,
y tratando, cual parece, el C ab ild o (le F alen cia de enajenar
esta jo y a para atender á urgentes reparaciones en el tem ­
p lo , seria de desear q u e , á despecho de la penuria del E s­
ta d o , el E xcm o . Sr. M inistro de F om en to procurase ad­
q uirir para el Museo Arqueológico Nacional la presente
Arqueta, im pidiendo así q u e , como tantas otras alhajas,
salga de España y proclam e por ello nuestra desidia y aban­
dono.
R odrigo A mador d e los R ío s .
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SAN J O R G E
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178 — N.° xxxv
LOS
LA
TEA TRO S.
L o d e siempre.—El rorro! del Principe y el teatro Español.—Murió y
el cartel del teatro de la Comedia-—Inauguración de tem porada
en los de L u ra , Apolo y Eslava. Lo que se espera en el de la Zar­
zuela.
a g o n ía d e n u e s t r a e s c e n a , y e n c u e n t r o a l E x c r a o . A y u n t a m i e n t o l í e M a d r id
'
e n e l m i s m o a p u r a d o t r a n c e a n t e la s o le d a d y e l a b a n d o n o d e l l la m a d o t e a t r o E s p a ñ o l, a n te s d e l P r in c ip e .
'
D e j a n d o i n c u m p l i d a s la s c o n d i c i o n e s d e l
c o n t r a t o , ó cosa a s í: c o n l l a n t o e n lo s o jo s y n o
s é s i lato ru el corazón , V i c o s e e m b a r c ó p o r fin
p a r a A m é r i c a ; é l , q u e t e m b la b a d e e s p a n t o a n t e
e l s ó lo t i t u l o d e l d r a m a d e E c h e g a r a y , M a r sin
orillas.
A l l á e n e l a ñ o «le g r a c i a d e 1 5 8 2 , la s p ia d o s a s
f u n d a c i o n e s d e la S a g r a d a P a s i ó n y d e la V i r g e n
d e la S o l e d a d e c h a r o n lo s c i m i e n t o s d e l q u e e n ­
t o n c e s s e lla m ó co rra ! d e l P r i n c i p e , e n l a m is m a
c a l l e e n q u e lo s corrales d e B u r g u i l l o s y d e I s a b e l
P a c h e c o h a b ía n s e r v i d o c o n s u s r e n t a s á a q u e ll a s
c o f r a d í a s p a r a l o s p ia d o s o s f in e s d e a l i m e n t a r y
v e s t i r á lo s p o b r e s y r e c o g e r y a m p a r a r á lo s n iñ o s
e x p ó s it o s .
L a c a r id a d : ese e s e l o r ig e n d e l q u e h o y se ti­
t u la p o m p o s a m e n t e t e a t r o E s p a ñ o l , c u a n d o n o s o lo
n o s i r v e p a r a a m p a r a r ¡i lo s p o b r e s , s in o q u e t a m ­
p o c o a lc a n z a á r e m e d i a r la s m is e r i a s d e l a m u s a
e s p a ñ o la .
A l l í , e n a q u e l co rra ! — h a c e y a t r e s s i g l o s —
m i e n t r a s l a p i e d a d c u m p l í a s u s s a n t o s f i n e s , se
d e s a r r o l la b a s o n r i e n t e y e s p le n d o r o s a la i n f a n c i a
d e u n g r a n te a tro q u e , c o n L o p e y C a ld e r ó n , h a ­
b ía d e lle g a r á s e r u n o d e lo s tim b r e s m á s e n v id ia ­
d o s d e n u e s t r a s g l o r i a s n a c io n a le s .
E l co rra l d e l P r í n c i p e , c o n e l d e la C r u z — t a m ­
b ié n s e g u r o r e c u r s o d e b e n e f i c e n c i a d e l a s c it a d a s
c o fr a d ía s - fu é p r o d u c ie n d o r e n ta c r e c ie n te , d e la
c u a l , a u n q u e p e q u e ñ a , a lc a n z a b a a l g u n a p a r t e a l
H o s p ita l G e n e r a l d e e sta v illa y co rte .
A n t e s d e q u e l a s o b r a s d e l co rra l f a m o s ís i m o
e s tu v ie s e n te r m in a d a s , y a e sta b a to m a d o e n a r r ie n ­
d o — p a r a a q u e ll o s t i e m p o s p o r u n a c r e c i d a s u m a —
y e l 2 1 d e S e p tie m b r e d e 158 3 o fr e c ía n a llí á un
p ú b l i c o e n t u s i a s t a l o s p r im e r o s a l i e n t o s d e l a m u s a
n a c i o n a l c o m e d i a n t e s c é l e b r e s q u e á la v e z c o m ­
p o n ía n , p a r a e x c it a r e l in te r é s c o n la n o v e d a d ,
o b r a s d e q u e a p e n a s h a q u e d a d o v e s t i g i o e n t r e la s
g r a n d e z a s q u e lu e g o h a b ía n d e l e g a r n o s c o m o t i m ­
b re s d e g lo r ia p a tr ia L o p e , C a ld e r ó n , T ir s o , M or e t o , R o j a s , A l a r c ó n , a q u e l l o s i n m o r t a l e s p o e ta s
c u y o s r e tr a to s a p a r e c e n e n la e m b o c a d u r a d e l e s ­
c e n a r io c o m o g lo r i o s o s r e c u e r d o s , p e r o t a m b i é n
co m o ju e c e s m u d o s é in fle x ib le s d e l c r im in a l a b a n ­
d o n o d e n u e s t r o s t ie m p o s .
D e a q u e l co rra l s a l í a n e l r e m e d io d e a u t o r e s y
c o m e d i a n t e s , e l r e f u g i o d e lo s p o b r e s , e l a m p a r o
p a te r n a l d e lo s n iñ o s a b a n d o n a d o s , la h o n r a d e
u n a n a c ió n q u e , e n le tr a s y a r t e s , d ic tó le y e s a l
m undo.
¿ Q u é e s h o y a q u e l co rra l d e l P r í n c i p e c o n e l
n o m b r e d e t e a t r o E s p a ñ o l ? B la n d a s b u t a c a s e n
v e z d e d u r o s b a n c o s ; p a lc o s a b ie r t o s e n v e z d e e n ­
r e ja d a s v e n t a n a s ; a n t e p e c h o s a t e r c i o p e la d o s e n
lu g a r d e fé r r e a s b a r a n d illa s , y te c h u m b r e p in ta d a
a l f r e s c o lo q u e f u é c i e l o t r a n s p a r e n t e ó t o ld o d e
b u r d a lo n a .
P e r o ¿ q u é b ie n n o s v ie n e co n la g ra c ia d e l M u ­
n i c i p i o q u e a d m i n i s t r a ta n m a l l o q u e a d m in is t r ó
c o n t a n t o c e l o l a p i e d a d c r i s t i a n a ? N a d a p a r a lo s
p o b r e s ; n a d a p a r a l o s h u é r f a n o s ; n a d a p a r a lo s
a b a n d o n a d o s n i ñ o s . E l t e a tr o m is m o h a v e n i d o á
s e r u n v i e j o a b a n d o n a d o , y g r a tis , e n m a n o s d e
e m p r e s a s p r i v i l e g i a d a s ó d e a r t is t a s s i n l a f e q u e
e x ig e e l a r t e , s in la f e d e l m a r tir io , q u e d a la p a ­
c ie n c ia e n la a d v e r s i d a d c o n l a e s p e r a n z a d e la
b u e n a fo rtu n a .
S i e l te a tro e s tá fu e r te to d a v ía — cosa q u e y a n e ­
g a b a n h a c e a ñ o s lo s a r q u i t e c t o s — ¿ p o r q u é n o
v o l v e r l e á s u o r i g e n ? ¿ P o r q u é n o e n t r e g a r l e á la
e x p l o t a c i ó n p ia d o s a d e a l g u n a A s o c i a c i ó n r e c t a ­
m e n te b e n é fic a y s e g u r a m e n te h o n ra d a ?
T o d o s h e m o s v i s t o r e p e t i r la suerte d e l a ñ o p a ­
sad o co n é x ito ta n d e sa stro so y p o co lis o n je r o p a ra
la C o r p o r a c i ó n p o p u l a r y á l a v e z E x c e l e n t í s i m a ,
q u e e n v a n o h a l la m a d o á l a s p u e r t a s d e a u t o r e s y
c r ít ic o s p a ra q u e u n o s y o tro s c o n lle v a r a n e l p eso
d e la s r e s p o n s a b ilid a d e s e n a q u e l te a tr o , d e l q u e
n o se a c u e r d a n lo s c o n c e j a l e s h a s ta q u e i n d u s t r i a ­
le s d e m e n o r c u a n t í a le s p i d e n p e r m is o p a r a e s t a ­
b le c e r e n m is e r a b l e f e r i a b a r r a c a s c o n b a r a t i j a s y
p u e s to s d e n u e c e s n u e v a s y lib r o s v ie jo s .
D e s i e r t o h a r e s u l t a d o e l p r i m e r c o n c u r s o á (p ie
ILU STRA CIÓ N
ESPAÑOLA
Y
A M ERICA N A
s e l l a m ó a lo s acreedores d e u n a h o n r a y u n n e g o ­
c i o y a h o y m á s t e m i d o s q u e c o d ic ia d o s .
P e r o n o ; n o q u e d a r á c e r r a d o e l te a tr o E s p a ñ o l.
C o n v ó q u e se ó n o á co n cu rso n u e v o , y a se d a p or
c o s a s e g u r a q u e u n o d e lo s p r im e r o s a c t o r e s q u e
h a n m e r e c i d o s i e m p r e l a s s i m p a t ía s d e l p ú b l i c o e s
e l p r e d e s t i n a d o á f e s t e j a r b i z a r r a m e n t e á lo s F i e l e s
D i f u n t o s , c o lo c a d o e n t r e e l f u e g o y la c e n i z a a n t e s
d e l b i e n a v e n t u r a d o f i n d e la s a v e n t u r a s d e D o n
■ Tiran Tenorio.
¿ C ó m o h a b í a d e i m a g i n a r D ." T e o d o r a L a m a d r i d , c u a n d o o p o n ía ta n te n a z r e s is te n c ia á d o n
P e d r o D e lg a d o e n su e m p e ñ o d e r e s u c ita r e n el
t e a t r o d e l P r í n c i p e a l o l v i d a d o T en o rio , q u e , d e s ­
p u é s y d u r a n te ta n to s a ñ o s , h a b ía d o c ifr a r s e a llí
e n D .“ I n é s y D . J u a n l a p r i m e r a y m á s s e g u r a e s ­
p e r a n z a d e a r t is t a s y e m p r e s a r io s ?
P e r o la p r o v e c h o s a v i d a e s c é n i c a d e D o n J u a n
t i e n e s u s n o c h e s c o n t a d a s . C u a n d o la s g a l e r í a s
q u e d e n a l lin d e s i e r t a s y s e d i s i p e e l h u m o d e la s
ú lt i m a s b e n g a la s d e l a a p o t e o s is d e l s i m p á t ic o a s e ­
s in o , ¿ q u é o tra s e s p e ra n z a s te n d r á n q u e r e a liz a r
e s te a ñ o la e m p r e s a y io s a r t is t a s d e l t e a t r o E s ­
p a ñ o l? ......
A b r u m a y d e s e s p e r a e l r e c u e r d o d e la ú lt i m a ,
t r a b a jo s a y t r i s t í s i m a c a m p a ñ a d e A n t o n i o V i c o .
*
« *
A n t e s d e q u e a p a r e c ie r a n e n la s e s q u i n a s lo s
c a r t e l e s d e l t e a t r o d e l a C o m e d i a c o n la lis t a d e l
p e r s o n a l d e la c o m p a ñ ía , h a b ía y a e c h a d o d o n
E m i l i o M a r io s u c u a r t o á e s p a d a s s o b r e e l v i e j o y
ta n d e b a t i d o a s u n t o d e l t e a t r o E s p a ñ o l .
P o r e so s a b e m o s y a lo q u e é l h a r ía e n e l e s c e n a ­
r io q u e , p o r b u e n a t r a d i c i ó n , s e l l a m a c lá s ic o . L o
q u e h a c e e n e l d e la C o m e d i a , y n o e s p o c o . A p r o ­
v e c h a r b i e n t o d o s lo s e l e m e n t o s u t i l i z a b l e s d e la
c o m p a ñ í a , y h a c e r ú t i l e s á lo s q u e t o d a v í a n o lo
p a re c e n : e s tu d ia r y e n s a y a r m u c h o , y v u e lt a al
e s t u d i o y o tr a v e z a l e n s a y o , r e p i t i e n d o y v o l ­
v i e n d o á r e p e t i r la s e s c e n a s q u e r e s u l t a n m á s d i f í ­
c ile s e n la d ic c ió n d e la fr a s e ó e l m o v im ie n to d e
la s f i g u r a s , y a j u s t a n d o lo s t o n o s d e v o z d e lo s a r ­
t i s t a s , p a r a q u e r e s u l t e a l fin e s e conjunto d e c u a ­
d r o c o n q u e é l se p r e o c u p a y q u e e l p ú b l i c o a p r e ­
c ia m á s q u e lo s g e n i a l e s é i n s p i r a d o s a r r a n q u e s d e
u n s o lo g r a n a c t o r m a l c o r e a d o .
¿ Q u ié n l o d u d a ? A s i t r i u n f a D . E m i l i o : m a c h a ­
c a n d o , s in q u e e l h i e r r o f r í o , ( p ie a lg u n a v e z e n ­
c u e n tr a , le in t im id e n i le h a g a d e s is tir d e su ta re a
d ia r ia y p e n o s a . E n eso d e l a ju s te d e to n o s n o h a
d e f a lt a r le q u e h a c e r e n la c a m p a ñ a q u e v a á in a u ­
g u r a r e l 28 d e l m e s c o r r i e n t e , p u e s h a l la m o s c o m o
n u e v o s e n l a l is t a d e l a c o m p a ñ í a á l a S r t a . T o b a r
y a l S r . C i r e r a , a c o s t u m b r a d o s á f o r z a r d e m a s ia d o
la s fa c u lt a d e s e n e l tr a b a jo d u r o q u e o fr e c e e l re ­
p e r t o r i o a lt a m e n t e d r a m á t i c o d e A n t o n i o V i c o , e n
c u y a d i s u e l t a c o m p a ñ í a f ig u r a b a n .
L a m u y e s t i m a b l e d a m a q u e a r r i b a b e c it a d o
s u s t it u y e s in d u d a e n e l te a tr o d e la C o m e d ia á
l a b e ll a y s i m p á t i c a J u l i a M a r t í n e z , ( p i e , d e s p u é s
d e c a s a r s e t a n t a s v e c e s e n f ic c ió n e s c é n i c a , se c a s a
d e v e r d a d e n e l m u n d o , y d e j a lo s a p la u s o s d e l
t e a t r o p o r e l a m o r y la e s t i m a c ió n d e l e s p o s o y la
d u l c e p a z d e l h o g a r d o m é s t ic o .
J u l i a M a r t í n e z , s i n o u n a a r t is t a b r i l l a n t e , f u é
u n a a c t r i z e s t u d io s a y ú t i l í s i m a e n la s i n o l v i d a b l e s
c a m p a ñ a s d e E m i l i o M a r i o , y n o h a r á p o c o la i n ­
t e l i g e n t e d a m a q u e l a s u s t i t u y e c o n i r a lc a n z a n d o
l a c o n f ia n z a d e su d i r e c t o r y l a s s i m p a t ía s d e l p ú ­
b lic o , q u e s ie m p r e t u v o J u lia .
U n o d e lo s m á s i m p o r t a n t e s r e s u l t a d o s d e l a d i ­
lig e n te y a fa n o s a d ir e c c ió n d e l te a tr o d e la C o m e ­
d ia c o n s is t e e n g a n a r s e la v o l u n t a d y la c o o p e r a c ió n
e f i c a c í s i m a d e lo s b u e n o s a u t o r e s , q u e á p o r f í a l l e ­
v a n a llí su s o b r a s , s e g u r o s d e q u e , c u a n d o a c ie r ta n
d e v e r d a d , so n a llí ta m b ié n m á s g r a n d e s e l p r o v e ­
c h o y la h o n r a á q u e n a t u r a l m e n t e a s p i r a c o n s u s
t r a b a j o s e l p o e ta .
A e s o s a f a n e s d e l a d i r e c c i ó n a r t ís t i c a y á la i n ­
f lu e n c ia d e l t a le n t o y l a c o n s t a n c i a e n e l e s t u d i o
d e l a p r i m e r a a c t r i z , se d e b e la i n c a n s a b l e a c t i v i ­
d a d d e l f e c u n d o i n g e n i o d e l a u t o r d e M a r ia n a ,
q u i e n , a n t e s d e q u e t e r m i n a s e la a n t e r i o r t e m p o ­
r a d a y c a s i s in h a b e r s e d a d o c u e n t a d e l p o r q u é d e
s u c a íd a e n E l poder de la impotencia, y a t e n i a t r a ­
z a d a y e s c r i t a su R encorosa, c u y a p r i m e r a fig u r a
e s t á a d a p t a d a á l a s c u a l i d a d e s d e a r t is t a d e M a r ía
G u errero .
N o s e r á L a Rencorosa ú n i c a o b r a d e E c h e g a r a y
d u r a n t e e l a ñ o c ó m i c o , y d e d e s e a r e s q u e la a s o m ­
b ro sa fe c u n d id a d d e l in s ig n e in g e n io n o lle g u e á
a m e n g u a r e n l o m á s m í n i m o l a b e l l e z a d e la s
n u e v a s c o n c e p c io n e s q u e , c o n im p a c ie n c ia y o r ­
g u l lo s o s d e g l o r i a ta n l e g i t i m a , d e s e a m o s a d m ir a r
to d o s .
T a m b i é n e l c e le b r a d o a u t o r d e L a Dolores n o s
o fre c e o b ra n u e v a . Y E n r iq u e G a s p a r, R a m o s C ar r ió n , V i t a l A z a , M ig u e l E c h e g a r a y , fig u r a n e n e l
c a r t e l d e a n u n c i o s d e la te m p o r a d a c o m o a u t o r e s
22 S eptiembre 1893
b ie n p ro b a d o s y ju s ta m e n te a p la u d id o s , q u e h a n
d e c o n t r ib u ir a l s o s te n im ie n t o d e la b u e n a fa in a
d e ({iie g o z a e l t e a tr o q u e ta n h á b i l m e n t e d i r i g e
M a r io .
P e r o p e r m íta m e D . E m ilio q u e le d ig a q u e h e
v i s t o e n lo s a n u n c io s d e su a r t ís t i c a e m p r e s a e x c e ­
s o s d e c e lo d e i n d u s t r ia q u e d e s l u s t r a n la p u r e z a
d e l s e n t i m ie n t o d e l a r t e , d e ( p ie n u e s t r o b u e n a c t o r
b la s o n a .
¿ A q u é r e c l a m a r a l p ú b l i c o c o n lo s c h i l l o n e s
g r i t o s y e l g a n c h o p r o s a ic o d e la m oda? ¿ N o d o m i ­
n a b a y a é s ta d e m a s i a d o e n a q u e l l a s a l a , d o n d e e l
p r im e r tu rn o s i g n i f i c a b a l a c i t a obligada d e u n a
in m e n s a m a y o r ía d e e le g a n tís im o s e s p e c ta d o re s ,
q u e s e p r e o c u p a n m u c h o m á s d e s í m is m o s y d e
s u e l e g a n c i a , e n b u t a c a s y p a lc o s , q u e d e l a s l á g r i ­
m a s y lo s c h i s t e s d e la m u s a e n e l p r o s c e n io ?
¡Día- de m oda! E s d e c i r : « L a p o e s ía , e l i n g e n i o ,
e l a r t e , n o e s p e r a n n a d a d e s u s r e c u r s o s m á g ic o s ;
l o e s p e r a n t o d o d e la s v a n a s p r e o c u p a c i o n e s s o c ia ­
l e s ......»
¿ D e q u é se t r a t a ? ¿ D e a s e g u r a r entradas? Y a
s a b e , y a h a v is io D . E m ilio q u e c u a n d o a u to r e s y
a c t o r e s a c i e r t a n p o r c o m p l e t o , lo s llenos se a s e g u ­
r a n y se s u c e d e n . E s e e s e l l e g i t i m o , e l h o n r o s o
m a t e r i a l é x i t o d e la i n d u s t r i a e n e l t e a t r o : e l q u e
n a c e d e l v e r d a d e r o t r i u n f o d e p o e ta s y a r t is ta s .
V e r e m o s lo q u e u n o s y o t r o s n o s o f r e c e n d e
n u e v o y d e b u e n o e n la t e m p o r a d a q u e v a á i n a u ­
g u r a r s e c o n u n r e c u e r d o d e n u e s t r a s g l o r i a s c lá s i ­
c a s : c o n L a Com edia N u e r a , d e D . L e a n d r o F e r ­
n á n d e z d e M o r a t ín .
*
<*
S i d e l a d i l i g e n c i a n a c e la b u e n a f o r t u n a , é s ta
n o p u e d e m e n o s d e s o n r e í r á l a s E m p r e s a s d e lo s
te a t r o s d e f u n c i o n e s jior horas, q u e n o s o la m e n t e
h a n in a u g u r a d o y a s u s c a m p a ñ a s , s in o q u e e n su s
c a r t e l e s a n u n c ia n p r ó x i m o s est renos.
E n e l te a tro d e A p o lo b ie n p u e d e d e c ir s e q u e
n o e s n u e v o e l a ñ o c ó m i c o , p u e s s ó lo d u r a n t e
q u i n c e n o c h e s d e l v e r a n o s e h a n s u s p e n d id o la s
f u n c i o n e s p a r a d a r a l g ú n d e s c a n s o á l o s a r t is t a s .
E l m i l a g r o p r o v e c h o s o se l o d e b e l a E m p r e s a á
E l D úo de tu A fr ic a n a q u e , s i n s e r u n a m a r a v i l l a
d e l in g e n io d e M ig u e l E c h e g a r a y , y s ie n d o u n a
h e r m o s a p á g in a d e l p r e c io s o r e p e r to r io m u s ic a l d e
F e r n á n d e z C a b a l l e r o , h a p a s a d o s in i n t e r r u p c i ó n
d e l a s c ie n r e p r e s e n t a c i o n e s y , s in n e c e s i d a d d e
a n u n c io s d e ( lía s de m uda, h a c e y h a r á m u c h o
t i e m p o t o d a v ía q u e s e a n v e r d a d e r o s l l e n o s la s e n ­
t r a d a s d e a q u e l a f o r t u n a d o te a t r o .
L a m ú s i c a d e E l D ú o de la A f r i c a n a e s d e la s
q u e s e p o p u la r iz a n d e v e r d a d , y es lig e r o , v iv o ,
a n im a d o , g r a c io s o , e l c u a d ro co n q u e h a d a d o o ca ­
s i ó n á p r im o r e s t a le s e l a p la u d i d o a u t o r d e Los
Hugonotes.
L o s títu lo s d e ó p e ra le r e s u lta n á E c h e g a r a y v e r ­
d a d e r a s m in a s d e o r o , y s o s p e c h o q u e a h o r a v a á
s u c e d e r a lg o p a r e c i d o á l o q u e o c u r r i ó tr a s e l é x i t o
d e l a p r im e r a z a r z u e l i t a r u r a l e n A p o l o . C o n f i e ­
m o s t o d o s e n q u e , t r a s E l D ú o de la A f rica n a , v e n ­
d r á a l g ú n D in , de la F a v o r ita ó a l g ú n 'Terceto de
Lu crecia.
E n E s l a v a , l a i n a u g u r a c i ó n se lia v e r i f i c a d o t a m ­
b ié n c o n o b r a s a p l a u d i d a s d e l r e p e r t o r i o y p r e s e n ­
tá n d o s e c o m o n o v e d a d n o t a b l e , e n t r e lo s a r t is t a s
q u e y a c o n o c í a m o s d e la a n t e r i o r t e m p o r a d a , la
g r a c i o s a C o n c h a M a r t í n e z , la t i p le fla m e n c a , e l
í d o l o d e l o s s e v i l l a n o s , q u e a lt e r n a r á e n e l t r a b a j o
c o n la s i m p á t i c a L u c r e c i a A r a n a .
Q u ie r a e l c i e l o q u e t o d o p a s e b ie n e n e l P a s a d iz o
d e S a n G in é s , s a n to a b o g a d o d e lo s c ó m ic o s , y é l
n o s lib r e d e fa lta s d e d e c o r o e s c é n ic o y lu c h a s i n ­
t e s t in a s e n t r e p ú b l i c o i m p e n i t e n t e y t e s t a r u d o s
alabarderos.
E n la i n a u g u r a c i ó n d e l t e a t r o d e L a r a , p ú b l ic o
y a r t is t a s h a n r e s p o n d i d o á la b u e n a t r a d i c i ó n d e
a q u e l p r e c io s o t e m p i ito d e l a r t e . L a s a l a , c o m o e n
la s f ie s ta s d e m a y o r s o le m n i d a d ; l a s o b r a s d e l r e ­
p e r t o r i o , b ie n e s c o g i d a s p o r l a d i r e c c i ó n — q u é s i ­
g u e á c a r g o d e l a p la u d id o a u to r F lo r e s G a r c ía — y
l a e j e c u c i ó n d e l a s o b r a s , to d o lo p r im o r o s a q u e
p o d í a e s p e r a r s e d e a r t is t a s c o m o B a l b i n a V a i v e r d e ,
R o s a r io P i n o , R o s e li y A r a n a .
F ig u r a n c o m o n u e v o s e n la c o m p a ñ ía la e s tu ­
d io s a D o lo r e s A m a n , T a m a r i! y S a n t ia g o , a q u e l
jo v e n a c to r c ó m ic o q u e se d ió á c o n o c e r y se h iz o
a p l a u d i r a l la d o d e M a r í a T u b a u , y q u e a h o r a , en
e l t e a t r o d e L a r a , lia d e s e r , p o r s u s b u e n a s c u a l i ­
d a d e s , ú tilís im o á e m p re s a y a u to re s.
N o se h a rá n e s p e ra r m u c h o lo s e s tr e n o s d e o b ra s
e n a q u e l te a tro , y es s e g u r o q u e e n é l lu c ir á n n u e ­
v a m e n te e l in g e n io a lg u n o s a u to r e s , c o m o R a m o s,
A z a , E c h e g a r a y , S á n c h e z P é r e z , E s t r e m e r à y o tr o s
q u e e n a q u e l e s c e n a r io h a n c o n t r ib u id o a l e s p le n ­
d o r d e la m u s a c ó m ic a .
L a a p e r t u r a d e l t e a t r o d e la Z a r z u e l a p e n d e s ó lo
d e la l le g a d a d e l t e n o r B e r g e s c o n su c o m p a ñ ía , e n
la q u e a h o r a f i g u r a n e n p r i m e r t é r m i n o e l b a r í t o n o
22 Septiembre 1893
LA
B u e s o y s u e s p o s a , la s e ñ o r a N a y a . E n t r e l a s p r i ­
m e r a s o b r a s d e r e p e r t o r i o q u e se c a n t a r á n e n e l
te a tr o d e la c a lle d e J o v e lla n o s , n o p u e d e f a lt a r la
t a n c e le b r a d a M iss H e ly et, y s e a s e g u r a q u e la s e ­
ñ o ra N a y a sacará d e l in ju s to o lv id o á C a rm m y
D in o r a h .
S i , co m o se d ic e , tie n e y a B e r g e s e n c a rte ra
d o s o b ra s n u e v a s d e l m a e s tr o C h a p i, u n a d e e lla s
l i b r o d e l o s a u t o r e s d e E l rey que rabió, b i e n p u e d e
e l s i m p á t ic o t e n o r e s t a r s e g u r o d e q u e e s ta n u e v a
c a m p a ñ a n o se p a r e c e r á á la d u r a y p e n o s a q u e e n
e l C i r c o d e P a r i s h a c a b ó ta n d e s a s t r o s a m e n t e .
E d u a r d o Bu s t il l o .
18 (le Septiem bre 1893.
M U N I) A Ñ A S .
S O L A .".__
I.
S'''AB í a x al caer las (los de la m adrugada, cuanMirra i , do sil doncella fa v o rita , dándola las «buenas
s J noches» con voz soñolienta, corrió las corti­
nas de seda de la colgadura y dejó á la C o n ­
desa en el lecho, retirándose á su vez á la
cam a..... Cualquiera q u e hubiera pisado en ­
tonces el santuario de la diosa liabriase puesto
W
k aquinalm ente de puntillas, sobrecogido por la
, . .& ' m
/ / quietud de la habitación callada y solitaria, temiendo
J
turbar con sus pasos, á pesar de la alfom bra, ese
dulce recogim iento de nido que duermo, peculiar á la
alcoba de la m ujer joven . Sólo q u e, entre los grandes p lie­
g u es oro viejo q u e caían en espléndida cascada del dosel,
permanecía aquella noche en v e la , bajo su coronamiento
de rizos rubios, un pensamiento inquieto, rebelde al des­
canso.
La Condesa no tenia sueño. E nardecida todavía por la c a ­
liginosa tem peratura de la tertu lia, sin concluir de transpi­
ra r, había sacado los brazos fuera del em bozo, y asi perm a­
necía echada, despierta, m oviéndose de cuando en cuando
con cierta intranquilidad nerviosa, y siguiendo á la mente,
que como una mariposa volaba de recuerdo en recuerdo.....
Abrum ada aún por la impresión del sarao reciente, lo recons­
truyó con la fan tasía, y su remembranza le arrancó un su s­
piro y un im pulso de desprecio. Se v i ó , desde que hizo su
aparición en los salones hasta el ti m il, aclam ada como reina
de la belleza, eclipsando con su hermosura de m atrona, con
su resplandor de astro, a los tiernos pimpollos en su A bril,
robando á la naciente prim avera de los diez y ocho años con
su esplendidez de estío m iradas y sonrisas..... ¡Ah! E ra la
diosa de m oda, la arrogante czarina dueña y señora de v i ­
das y voluntades, ante la cual reñía lanzas lo más garrido y
apuesto del gran m undo m asculino, disputándose los rayos
de sus ojos. Generales, títulos, diplom áticos, escritores, ado­
lescentes im petuosos, hombres en su tenaz m ad u rez, viejos
g alan tes, figuraban en las filas de sus devotos, entre sus fa ­
náticos. Del elegante ejército de la turbam ulta fren ética a l­
guno llegó al paraíso; pero más allá d e sú s brazos encontróse
la nieve..... Los idólatras que quem aban incienso en su altar
am aban por costum bre, por ostentación, por jactarse de una
posesión ó de una conquista, sin conceder á su culto un ápice
más de im portancia que á un pleno de la ruleta ó un caballo
del Hipódromo. Ella anhelaba ser querida de otra manera.....
L levab a dos lustros de viu dez, diez años de soledad, de inti­
m o aislam iento, viviendo en el vacio , rodeada de la opulenta
m ultitud de la aristocracia; ¡ ha á cum plir los cuarenta otoños;
defendíase como las ruinas antiguas de su pasada gentileza;
sentíase declinar, y espantada do no tener en quien apoyarse,
buscaba con ansia en su caída un corazón, con esa e fe rv e s ­
cencia tardía que se despierta en el alm a cuando la juven tud,
cansada y sin ilusiones, se nos queda atrás sentada triste­
m ente en la orilla del cam ino.....
L a atm ósfera de la tertulia, cargada ó incitante, m ante­
niendo aún sus poros abiertos, la acariciaba con m ás vo lu p ­
tuosidad evocada por el recuerdo en aquel silencioso estuche
de su lecho elegante. Sentía una extraña laxitu d , una in ex ­
plicable nostalgia, un dulce enajenam iento, unas ganas f e ­
roces de suspirar, un ansia infinita de pasar revista á su ayer
entero, una súbita ternura: tod o, menos sueño. D esvelada y
nerviosa, desarreglando la ropa de la cam a con su intranqui­
lidad, permaneció despierta oyendo al reloj dar las horas con
su martillo agudo. A l cabo no pudo soportar su desasosiego,
se le concluyó la paciencia, y sin llam ar á nadie se levantó,
vistióse una bata de noche al débil resplan io r del globo de
cristal rosa suspendido del techo, f u é á un extrem o de la es­
tancia, tocó un botoncito, y en un candelabro que erguía su
áureo brazo en el acolchado m uro, surgió alegre y radiante
un fo co de eléctrica luz. Después se aposentó en un sillón y
se quedó mirando fijam ente á cualquier parte, como si se
extasiara contem plando cualquier adorno de la alcoba: sin
duda algun a no veía. Transcurrido un rato, tomó un libro,
le abrió, le hojeó con rap idez, suspendió de pronto la le c ­
tu ra , y sin soltarlo, dejando el dedo m etido entre dos p á g i­
n a s , hundióse de nuevo en su ensimismamiento.
A través de las cortinas de los balcones y de las maderas
se adivinaba la llegada del día. Quizás por algun a rendija de
las hojas, por algún pliegue de los paños se coló uno de esos
débiles reflejos de aurora que ponen en fu g a las inedrosídades de la noche y llenan de alientos y esperanzas el espí­
ritu. La Condesa soltó el volum en, mató la luz artificial, y
abriendo basta los cristales se aso m ó, aspirando con delicia
el ambiente libre. Fue una bocanada do aire puro y fresco
con q u e so llenó los pulmones, paladeándola, deglutiéndola,
por decirse asi, con deleite. H acía una m añana serena y a p a ­
i
IB ? ;
r
ILU STRA CIÓ N
ESPAÑOLA
Y
N.° xxxv — 179
A M ERICAN A
cib le. sin que entoldara el horizonte brillantísim o la m ás l i ­
gera nube. El sol no se había dignado aún sacudir el sueño,
pero y a sobre los tejados de las casas de enfrente surgía un
reflejo suave, como un nim bo que se encendía cada vez más.
L a dulce brisa del alba traía de los jardines próxim os olores
á fronda húm eda, á hoja nueva. Én la atm ósfera flotaba
algo em briagador que revelaba al lánguido A b ril; conocíase
que llegaba la enam orada prim avera. La calle y a cía en si­
lencio, durmiendo. Aun no estallaban los prim eros ruidos de
toda población que despierta. U n reloj de torre lanzó desde
su mechinal las sonoras cam panadas de las cin co, y á poco
una iglesia comenzó á tocar á misa. La Condesa entonces
sintióse acom etida de un invencible im pulso de salir, como
si su espíritu respondiese á la invitación de la N aturaleza: la
mordieron locos deseos de pájaro anhelando huir de la jaula:
la silueta atrayente del Retiro surgió en su excitada mente,
y retirándose del balcón, se entró en la alcoba en un arran­
que repentino, y llamó con nerviosa mano en el tim bre eléc­
trico.
II.
A nadie sorprendió en la casa que la señora llamara tan
tem prano habiéndose recogido tan ta r d e ; la servidum bre
hallábase acostumbrada á sem ejantes caprichos, nacidos de
un histerismo cada vez m ás a g ú z a lo y s u til: su doncella de
confianza, rompiendo á duras p ecas el sueño, la vistió en
cinco m inutos; cuando acabó, y a tenia la gran dama la
berlina esperándola en la puerta del hotel. B ajó la esca­
linata de mármol alegrem ente, como una chiquilla á quien
aguarda la com b a, subió al coche y gritó al a u rig a : « A l
Parque.» La enorme yegu a arrancó, y poco después entraba
por el paseo de carruajes, acortando el trote á una indica­
ción de la dam a, que mandó á su servidor que refrenara
algo el paso.
L a mañana era hermosísim a. El sol, invadiendo las ave­
nidas, bruñía la arena del piso, y filtrándose por las copas de
los árboles, parecía gotear de las ram as en una lluvia de luz;
todavía sus rayos no m olestaban, y en m uchas frondas dis­
tinguíanse los pájaros buscándose el piojillo de los alones y
aprovechando de paso el dulce calor del alba; los quince ó
veinte días de A bril trascuiri los habían concluido de granar
los brotes, y olia furiosam ente á yem as recién abiertas, atro­
pellándose unos á otros los perfum es del heno, de las viole­
ta s, de las acacias y de las chilindras. T odas las hojas se
decían, alzando un rum or inmenso y suave al verlas volar
de plantel en p lantel: «Ya están aqui las mariposas»; mientras
los gorriones, ocultos entre el fo llaje, reventábanse á piar,
m oviendo una jubilosa algarabía. Por entre los troncos ver­
deaba el m usgo brillante de los recuadros, y en los macizos
comenzaban á romper sus capullos las prim eras rosas. Donde
quiera que se tendiesen los o jo s, advertíase la m ism a resu­
rrección de la Naturaleza. L a tierra despertaba de su sueño
invernal y recibía á la prim avera con los brazos abiertos.
La Condesa, con una mano colgando por fu era de la ven ­
tanilla, asomada al vid rio , deleitábase en la contem plación
del paraje, adivinándose en su respiración anhelante, en sus
m iradas extáticas, que bebía por todos sus sentidos la supre­
m a hermosura de aquella mañana radiante de prim avera.
Iba sonriéndose, em briagada con los aromas de las alamedas;
gozando de la soledad, de la hora, del sitio; soñando d es­
pierta, quizás dando vid a ideal á millares de ilusiones. De
pronto le llamó la atención á la derecha algo que la hizo er­
gu irse, abandonar su m uelle postura y cla va r bruscam ente
las pupilas en un punto. Por una calle sombrosa que se per­
día en la distancia, alejábase una pareja ad orab le: un hom ­
bre y una m ujer. Se trataba, á no dudarlo, de dos novios,
porque cam inaban m u y ju n to s, con esa atracción m utua é
instintiva que une á los amantes y que hace que cam inen
sin advertirlo reclinado uno en o tr o : en su andar ligero, g a ­
llardo, fá c il, se adivinaba la juven tu d . La pareja desapareció
en un recodo, y la dama sintió de im proviso un deseo vehe­
mente de seguirla, fascinada y atraída por aquella felicid ad
que pasaba por su lado sin alcanzarla á e lla ; tiró con un rá­
pido arranque del cordoncillo del cochero, y en cuanto paró
ia berlina, se bajó de un salto y echó por la avenida en que
acababan de desaparecer los enamorados.
L a costó algún trabajo encontrarlos. Los novios iban bus­
cando espesas u m b rías, misteriosas y calladas. E l amor
viv e siem pre concediendo, y por eso g u sta tanto de la sole­
dad. L a Condesa proponíase observarlos, asistir á su dicha
sin que ellos se percataran, sorprender su felicidad. Los jó ­
venes habiunse aposentado en un banco y perm anecían sen­
tados, pega lisim os. Desde donde acechaba la dam a se les
distinguía m uy bien. Entre los dos no reunían cuarenta años;
eran blancos, sonrosados, fu ertes, gallard os, ella rubia y él
con el pelo negro; vestían con sencillez: percal y lanilla; sus
contornos tenían una finura natural, una desenvoltura m a­
drileña. A la dama le fueron ambos m uy sim páticos. La be­
lleza del lu g a r, el encanto de la m añana, la serenidad del
am biente, el atractivo de la alameda, los gorriones, las hojas,
las flores, nada existía para los enamorados fuera de ellos
mismos. Se miraban intensamente, con una m irada continua,
y se sonreían. El exterior, la N aturaleza entera con su en­
canto infinito, no decía nada á sus espíritus absortos en la
reciproca contem plación; la prim avera la llevaban uno y
otro en el alm a, y ante su resplandor no se percataban
de la tierra. L a niña hablaba con volub ilid ad , por el pla­
cer de dirigirse á su adorado, y el m uchacho la oía en si­
lencio, sin interrum pirla, por el gusto de escucharla, de
dejarse acariciar por su voz. Se adivinaba en el juven il char­
loteo una caricia permanente. En su paseo por las avenidas
habían hurtado algunas llores y cortado algunas ramas.
A hora, reposados y quietos, la ch iquita hizo un ram illetito y
se lo prendió en el seno, apartando un capullo para el ojal do
la cazadora del m ozo. A n tes pusieron sus labios en las flores
besando sus propios besos. Luego la joven eita púsose á
arrancar una por una las hojas de las ram as, exclam ando
algo cada vez que cortaban un tallito. Sin duda echaban á
la suerie si se casarían ó no sa casarían. L a fortu n a debió
de serles propicia y otorgarles la ventura suprem a, porque
al concluir de pelar las ram as, palm etearon con júbilo. Un
rato estuvieron sin abrir la boca. Cogiéronse de las manos,
y ella reclinó su cabecita blonda en el hombro de él. C o n ti­
nuaron m udos. E n su ensim ism am iento se advertía una e x ­
traña castidad, y sus halagos hallábanse influidos de un s in ­
g u lar respeto. Se mantenían puros y honrados en m edio de
su abandono, y su adoración seráfica, propia del albor de la
adolescencia, se contentaba con respirar juntos. E l primer
am or posee siem pre algo do culto y de ángel.
La Condesa hallábase aposentada en un banco de una
calle (pie salía á la plazoleta del ciprés de la reina, y por en­
tre los árboles contem plaba á su sabor á los dos amantes
acomodados en un poyo de piedra de la avenida inmediata,
devorándolos con la v is ta , tom ando parte en su ignorada
ven tu ra, y sintiendo, sin explicarse el por qué, un gran con ­
tento de que aquellas dos desconocidas criaturas se quisieran
y fueran felices. Sin ella notarlo, había tom ado una singu
lar actitud de persona que vela por alguien , llevándose un
dedo á los labios com o imponiendo silencio á los pájaros y á
las h ojas, y ofreciendo su figura gallarda y correcta vestida
con un irreprochable gusto de figurín parisién, con su tono
de gran dam a y su aire vaporoso, ligero y superficial un e x ­
traño contraste con su rostro ensim ism ado, absorto, fru n ci­
d o , ex tá tico , en el que se vislum braba un extraño enajenamiento y una poderosa preocupación. Habla alli un espíritu
huérfano y triste, helado q uizás, y quizás despedido para
siempre de la esperanza, que se encontraba con la dicha y
se dejaba llevar y atraer por su fascinación irresistible. El
otoño de la aristócrata decadente, de la m ujer que pasa, que
vislum bra próxim o el fantasm a de la v ejez, se volvía con
una infinita desesperación á aquella dulce prim avera de los
dos enamorados que em pezaban á viv ir.
Un gu arda apareció por el extrem o de la aven id a, desta­
cándose con gran fu erza su lmn tolera blanca de charol en­
tre la nota verde de la alam e la. L os jóvenes se separaron
con repentina brusquedad, quitando ella su cabeza del hom­
bro de su novio, y adoptando ambos una postura indiferente.
El guarda atravesó la calle, sin percatarse de que profanaba
con su presencia indiscreta y su mirada investigadora de
lobo un tabernáculo santificado por el am or, un tem plo en
el que permanecían postrados de ro lillas dos espíritus, y se
alejó, despacioso y lento. Pero el idilio no tornó á reanudar­
s e ; la ternura, apasionadísim a de la soledad, tarda mucho
en recobrarse cuando se esp an ta; tiene algo de tórtola. Los
m uchachos permanecieron unos m inutos m ás sentados, y al
fin se levantaron y se fueron.
L a Condesa no les siguió ahora. Quizás le faltaban áni­
mos para continuar asistiendo á un ignorado otorgamiento
do fe lic id a d , en que á ella no le tocaba la parte m ás míni­
ma. A s i, los dejó m archar, contentándose con envolverlos
en una últim a y cariñosa m irada, que no se apartó de ellos
mientras su silueta se dibujó en las lejanías de la alameda,
y después, sin poder contener m ás la ola am arga que la su­
bía á la garg an ta , se le llenaron los ojos de lágrim as, se la
reflejó en el hermoso sem blante una pena m uy honda, y
murmuró con una m elancolía infinita y un acento apagado
por un sollozo:
— ¡ Dios m ió! ¡Q ué tristeza de cuarenta anos, en que el
corazón se siente j ’a sin a la s !.....
D ejó correr el llanto silencioso, apacible, d u lce, sin espas­
mos ni exageraciones, con ese reposo ficticio do las corrien­
tes profundas, y asi permaneció quién sabe el tiempo..... En
su hotel entre criados, siempre rodeada de testigos de vista,
precisada por su posición á alternar con m ucha g en te, care­
cía de libertad para dar suelta á sus penas. Las paredes
o yen , so enteran, hablan, murmuran. A lli, entre los árboles
y las a v e s, sola y lib re, podía desahogarse á sus anchas,
soltar la llave á su dolor, sin que el gran m undo que vivía
obsesionado por ella viera á su astro, á su reina de la moda,
hundida en su suprema aflicción.....
La nube descargó. I’ oco á poco se fueron secando las lá­
grim as de aquellas suaves m ejillas, que quedaron más en­
cendidas, como las rosas m ojadas por la llu via cuando el
turbión p asa; enjugóse los párpados; su rostro cobró una
dulce serenidad, y exalando un suspiro murmuró con triste
resignación :
— E s tarde.
Después se levantó del banco y se dirigió en busca de su
coche.
111.
E n su casa esperaba á la Condesa la señora del subsecre­
tario y diputado á Cortes por Vulcorda. una espiritual y fu ­
tura M arquesa, morena y pálida com o una napolitana, en
sus disimulados treinta y cinco años, y que llevaba sin omi­
sión ni error alguno el alza y baja de las bodas elegantes
que se verilicaban en M adrid. Venia á tratar con la dam a de
ciertos asuntos anejos á la marcha del asilo sostenido por la
Sociedad en que ellas figuraban com o vocales de su Junta
directiva.
A l ver á la Condesa que regresaba de la callo, exclam ó la
subsecretaría y por m itad representante de V alco rd a, con
el tono ligero hijo de la conlianza :
— ¿D e dónde vienes tan de m añanita, picarona?
L a Condesa la miró dulcem ente, y repuso con suavidad:
— De asistir á una toma de dichos.
L a subsecretaría y representante á medias no la dejó con­
c lu ir, solicitada por su eterna m anía, y con una extraña
volubilidad dijo, como el que se m uestra sorprendido y aun
enojado por una noticia que no e sp e ra :
— ¿Cóm o?..... ¡ Inesita V a lle !..... Pero entonces han ade­
lantado la fech a. A guardaban á que el novio presentara su
acta, y en el Congreso no se sabe que b aya llegado aún.
L a Condesa la dejó conclu ir, y de que soltó su rociada,
añadió con una plácida sonrisa en la que se vislum braba la
tr is te za :
— Tranquilízate. N o se trata de Inesita V a lle. L a verdad
es que no sé de quién se trata, pero me lo liguro.
L a subsecretaría y fu tu ra Marquesa clavó en sil am iga
unos ojos extrañados y absortos, en los que se leía la estu­
pefacción más g ra n d e : tal vez creyó que la Condesa se b a ­
hía vuelto loca, y m urmuró balbuciend o:
ISO — x." xxxv
LA
ILU STRA CIÓ N
ESPAÑOLA
Y
A M ERICAN A
22 Septiembre 1803
— ¿Que no sabes quién se ha tomado los
dichos y has asistido á la toma?
— L o repito. Pero me sospecho que los
novios eran una m odista y un estudiante.
Y sin dignarse dar m ás explicaciones á
la aturdida subsecretaria, concluyó seña­
lándole con exquisita finura á la puerta :
— V am os al gabinete á tratar de esas
cosas de la Junta.....
enterrados los Monteros de E spinosa, sus
m ujeres é h ijo s, y tom ó posesión <le d i­
cha cap illa á 4 de A go sto de 1(508, dispo­
niendo que las dem ás no se pudieran v e n ­
der. I.os Monteros labraron la b óved a del
panteón el año de 11*23, cuando va estaba
conclu ida y abierta al culto la iglesia de
las A gu stin as R ecoletas Calzadas de] con­
vento (no colegio) de la Encarnación.
No me es fácil com probar, por fa lta de
d atos, la exactitu d de la noticia q u e da el
Nr. C'oll; pero me perm ito observar que, si
se tiene presente que no so conoce ninguna
casa ni fundación an tigu a con el nombre
de Colegio de la Encamación, y que de
este nombre existe todavía el C on ven io de
m onjas A g u s tin a s, vecin o a l palacio del
Senado, donde estuvo desde 15 ',10 hasta
18 14 esa com unidad do fra iles A gu stin o s
C alzados, no es violento suponer que si el
p riv ile g io del enterram iento de los Mon­
teros fu e otorgado en la casa de religiosos
de !>.“ María de A ragón, bien pudo haber­
se m odificado el pensam iento durante los
quince años que estu vier n los Monteros
sin hacer uso del p an teón , llevando éste
á las bóvedas del monasterio de la E ncar­
n a ció n , donde descansan todas las monjas
que lian m uerto en clausura dentro de
aquel recinto.
Ai. fox so PÉnKZ N ie v a .
EL CONVENTO DE LA EN CAR N ACIÓ N .
ESTUDIO IHSTÒRICO-ARQUEOLÓGICO ( I ) .
C o n t In u n c ió n .
X.
E xcep ción singularísim a de lo que co n ­
signam os respecto a depósito de ca d á v e ­
res de personas de calillad , os la otorgada
ú l'avor de los Monteros de Espinosa, si no
fallan las presunciones que sobre este
punto abrigam os.
L o s M onteros de Espinosa fueron en lo
antiguo una verdadera institución monár
q u ica, llam ad a, por Grafio Del, Corona
de. leales, la cual institución, desde Sancho
G arcía y desde su m adre la reina I)." - I ha.
la que destempló hierbas ponzoñosas para
envenenar i) su hijo, lia ven ido haciendo la
guardia y ve la de los R e y e s, divid id a en
prima, modorra y alba, con una fidelidad,
una constancia y una incorruptibilidad
m ás propias de canes que do. hombres.
l ’ n cuerpo tan in clitísim o como el de
lo s M onteros de E spinosa, q u e tenia el
p riv ile g io de guardar ú los R eyes hasta
después de m u erto s, debía gozar de exen ­
cio n es, honores y preem inencias, como
ningún otro palatino: y , en e fe c to , hace
algún tiem po leí en la fícrista de España,
y en un notable artículo firmado por don
L u is C u li, que R .u M aría de Córdova y
A ra g ó n , dam a de la reina 1>.“ A n a, cuar­
ta esposa de F e lip e 11 , adquirió en el Co­
legio de religiosos Recoletos Calzados, del
O rden de San A gu stín f Colegio de la En­
carnaciónJ, de M adrid , una cap illa , la
p rim era de la izq u ie rd a , para que fuesen
1).
JO S K
S U B S E C R E T A R IO
O) V ía n le los núm eros X X X II, XXXIII y
XXXIV.
M A R IN A
E SPA Ñ O LA
SANCHE
DEL
Z
(i U
M IN IS T E R IO
ER
DE
Si esta hipótesis resultase exacta, enton­
ces los Monteros de Espinosa tienen en te­
rram iento ju n to á la cripta del convento
de la E ncam ación.
P ero si la hipótesis se refiere al conven­
to , casa, colegio, ó lo que fu e s e , de A g u s ­
tinos Calzados de R ." M aría de A ragón , en
ese caso los M onteros no tienen hoy ce­
m enterio ni enterram iento, porque aquél
fu e arrasado por las turbas el 11 de Mayo
de 18 14 : abierto a l cu lto de n u ev o , aban­
donado otra vez en 1820, y recobrado
en 1824, basta la extin ción de las com u­
nidades de varones.
En la prim era h ipótesis, los Monteros
de Espinosa tienen lu g a r bendito, dentro
de la casa del 8cñ or, para conservar sus
cenizas.
En la seg u n d a, todo ha debido desapa­
recer bajo el indujo de la elocuencia sena­
torial. N i huesos, ni cenizas, porque el pri­
mer día de la transform ación pagana del
tem plo en una elip se ó hem iciclo oratorio,
buho danza m acabra de canes á los gritos
de ¡v iv a la libertad! y no quedó una ca­
lavera en los sótanos, ni siquiera un hueso
para recuerdo.
R A ,
ULTRAM AR.
( D e f o t o g r a f í a fie M . H u e r t a .)
D E
G U E R R A . — e l crucero
« m a r í a t e r e .s a a h a c i e n d o
las
pru ebas
de
v e l o c id a d
en
alta
m ar
.
r> E h L A S
i
CUADRO
DR
A H T E 8
MO U A T
182 — N.° xxxv
LA
XI.
A l fundarse este m onasterio d e la E n carn ación , F e ­
lip e IV disp uso, cum pliendo las órdenes de su padre, que
hubiera treinta y tres m onjas de coro, por ser tantos lósan os
de C risto , y asignó) á cada una 120 duendos. A utorizó
¡i H. E . la F riera para que pudiese ad m itir tres ó cual ro m u­
ch ach as, en clase de cducandas, c u y a edad y condiciones
determ inaría á su gusto la susodicha m adre F riu ra, y en el
caso de. que estas jó ven es tuvieren deseos de profesar,
com o por este hecho se alteraría el núm ero reglam entario
ile m onjas, se acordó no negar el perm iso, pero con el bien
entendido de que no se adm itirían m ás cducandas hasta
que se redujese el número total de m onjas á treinta y tres.
L a Exorna. Priora estaba obligada á proponer al R ey las
personas, á su ju ic io , á propósito por sus virtudes y voca­
ción para el in g re so , poniéndose para esto de acuerdo con
el Prelado.
He dispuso que hubiera cuatro m onjas fuera de coro para
el servicio y cuidado del co n ven to , con lo cual las treinta y
tres señoras in laustra las no tenían otro quehacer que rezar
r isarios y letan ía s, y cantar misas solem nes en las tiestas
de rúbrica.
Consta adem ás en la escritura de fu n d ació n , (pie se nos ha
facilitad o de Real orden por el A r c h iv o de P ala cio , que ha
de haber doce capellanes y un maestro de capilla; cuatro de
ellos D octores ó Licenciados, y virtuosos. Tendrán y liarán
tener silencio en el co ro , y si fa lta re n , serán penados á
j (icio del capellán m ayor. Los cuatro capellanes dichos no
serán cantores sino en cuso de gran necesidad.
Com o el nom bram iento de capellanes corresponde al R ey,
pueden éstos titularse de H. M ., y celebrar, com o tules, cu
su presencia.
E l confesor ha de ser aprobado p o r el M onarca, D octor ó
L icen ciad o , á satisfacción de la Priora.
E l sacristán m ayor debe de ser sacerdote y desem peñar
el cargo d e m aestro de cerem onias.
H abrá siete niños acólitos (m o n ago s), nn organista y dos
m inistriles.
P o r ú ltim o , el capellán m ayor d el con ven to, «pie puede
serlo á la ve/, de P alacio , ha de ser n o b le, lim p io , cristiano
v ie jo y D octor en C ánones, L e y e s ó T eo lo g ía , de buena
c b u l, prudencia y experiencia para re g ir la ca p illa , g o b er­
nando á los dem ás m inistros, y ponién lose de acuerde) con
la Priora para designar las lloras m ejores del cu lto , reser­
vando á esta señora el derecho que la asiste de disponer las
s ilenm idades que haya de haber durante el año.
Su Santidad Paulo V dispuso que el capellán m ayor
de S. M. fu era el Superior Prelado y J u ez ordinario del
co n v en to , concediéndole la ju ris licción y v isita preventiva
d el m ism o.
G regorio X V' concedió la m ism a ju ris licción al A rzo ­
bispo de S a n tiago , capellán m ayor de P ala cio , m ientras
estuviera en la corte, y en ausencia, que delegase en el ca­
p ellán m ayor (pie hiciese sus veces en la Real C ap illa, ó en
otra persona eclesiástica, de acuerdo con la Priora y mon­
ja s , y que D . D iego G u zm án , patriarca de las In d ias, c a ­
pellán y lim osnero m ayo r, fu e s e tal Superior.
S e estableció que h aya oración perpetua y continua por
S S . M IL D .‘ M argarita, I). F elip e 111 y D. F e lip e I V , y
cuatro aniversarios solem nes al afio por los mism os R eyes,
sin p erju icio de las tiestas siguientes:
El 5 do Enero.
— 2 de Febrero.
— 4 de M arzo.
— 5 de M ayo.
— 2 de Junio.
— 5 de Ju lio .
— (i de A gosto.
— 7 de Septiem bre.
— 2 de O ctubre.
— 4 de N oviem bre.
— 7 de D iciem bre.
Y a d em as, las tiestas m ovibles de rú b rica, con la reno­
vación del Santísim o Sacram ento los ju e v e s prim eros de
cad a mes.
Las m isas conventuales que celebrará el capellán m ayor
serán siem pre con responsos, por las alm as de D . F e ­
lip e 111 y D .a M argarita. Por entonces hubo asignadas m ás
de dos m il.
Los capellanes no lian de pertenecer á ninguna religión ,
ni tener otro oticio ni beneficio que ol de la cap illa d el con­
ven to. E l capellán m ayor y el confesor habrán de tener su
v iv ie n d a en el co n ven to , y tam bién el Sr. P atriarca, cuando
la pida.
L a dotación del co n v en to , asignada por el Patrim onio,
fu é : prim ero de 17.0U0 ducados, y por haber parecido poco,
se aum entó á 2 0 . 0 0 0 . Do esta cantidad se daban á la Priora,
para gastos de las religio sas, 4.440 ducados. L os dem ás, se
in vertían en salarios de capellanes y gastos de sacristía y
d e fábrica.
X II.
He v e por estos detalles que e l Patronato Real no omitió
nada á fin de que el con ven to de la Encarnación tuviera
u n sello de grandeza y riqueza como pocos en M adrid. En
la celebración de oficios, fiestas y aniversarios se instituyó
que hubiera la m ayor solem nidad, debiendo ocupar Ion
nacerdoten que se consideren necesarios al m áxim o esplendor
d e las cerem onias relig io sa s, según dice la escritu ra de
fun d ación .
E n otros escritos consta que en el año de 1646 los cape­
llanes de la Encarnación y de las D escalzas R eales p idie­
ron para cad a uno al Patrim onio seis libras de colación,
siete azum bres de vin o y ocho panecillos por asistir á los
altares que se colocan en los corredores d el A lc á z a r durante
la in frao ctava del Corpus. E l Conde de M ontalván decretó
l.i instancia en estos térm inos:
«Déseles lo que otros años se les ha dado por la asisten­
cia que refieren.»
En 1048 h a y un Real decreto a u tó g ra fo , fech ad o en
30 de M ayo , disponiendo se en treg u e a l convento una
ILU STRA CIÓ N
ESPAÑOLA
Y
22 S eptiemhue 1893
A M ERICAN A
arroba de nievo para refrescos y (lose lib ras de oro para
el dosel.
E n el año (le 1050 p rofesó en este convento de la E n­
carn ación, á los doce años de ed a d , una hija de F e lip e IV ,
no m encionada en los registros palatinos. He llamó A n a
M argarita, y cu el claustro M argarita de Han Joseph. E l
Rey la quería m ucho, hasta e l punto de ordenar que la die­
ran en clausura el tratam iento de Serenísim a Heñora. F a lle­
ció á los vein tiséis años, hallándose ejerciend o el cargo de
Superiora de la com unidad. L a fiesta que se celebró para la
tom a de v elo de la Infanta lia dejado m em oria en el con­
vento por la fastuosidad y riqueza con que fu é hecha.
E n 1675 so «lió por orden el cerem onial para la p r o fe ­
sión de M aría de Jesú s, m arquesa de A r iz a , viuda de don
Francisco de P a la fo x , m uerto en A r a g ó n , mandando que
se entreguen a l convento cuatro arrobas de cera , siete de
du lces y ochenta panecillos de á media libra.
En lií95 se dictó otro Real decreto, a u tó g ra fo , para que
se den n u eve arrobas de cera para la profesión de la h ija do
la Marquesa de A riza .
A ños m ás tarde aparece una cuen ta de los gastos causa­
dos en la profesión de D.B C arlota C asa viella , cu y a cuenta
filé p a ga d a , com o todas, por el Real Patronato.
L os R eyes acostum braban ú com er en el co n v en to , y lo
avisaban antes de Real orden, por m edio de un secretario,
á fin (le que todo sá hallara bien dispuesto, lo cual no de­
jaba de su ced er, estando el arreglo a cargo de la Priora y
de las m onjas, que se excedían en el cum plim iento de esta
para ellas agrada!lilísim a ocupación.
A lg u n o s de estos datos me han sido sum inistrados bon­
dadosam ente por el Itrio. Padre Gubino, capellán m ayor que
fu é del m onasterio, el cual deploraba, como y o , la fa lta de
noticias particulares, biográficas y cro n ológicas, porque,
según p arece, estas señoras tuvieron un apoderado que se
llevó los papeles del co n v en to , y á su m uerte no se encon­
tró ninguno en el archivo ni en su c a sa . por cu yo m otivo
las Madres que en la atún!¡dad ocupan las celd as del m o­
nasterio de la Encarnación no saben absolutam ente nuda do
los tiem pos antiguos; y no sabiéndolo ella s, m is pesquisas
no pueden rebasar el lim ite de los conocim ientos que con
dificultad se obtienen en los libros, ni me seria licito fa b r i­
car á capricho noticias de sucesos que se han p erdido, por
d esgracia, para la historia.
O yendo los sermones del R do. M iro. P a ra v ic in o , ém ulo
de C alderón, debieron adivin ar las M adres A gu stin as de la
Encarnación que en la p len itud de los tiem pos monacales,
cual si dijéram os en el siglo x ix de la era c ristia n a , exis­
tiría en el m onasterio del E scorial toda una Com unidad
A gu stiuiana de varones doctos, consagrados al estudio de
las letras y al cultivo de las a rtes, y q u e form arían una
cap illa de m ú sica, com puesta do instrumenta s y voces que
aven taja ría , ó poco m enos, á la C apilla Real en el con ­
ju n to arm ónico, en la regularidad del diapasón, y la sobre­
pujase en la tonalidad vigorosa de la masa coral, afinada
como ninguna. D igo esto recordando que la C apilla de mú­
sica de las m onjas de la Encarnación f u é , en lo antiguo,
una cosa notable, que d ejó m uy atrás á la de las D o m in i­
cas, excelen tes cantoras, á la del Ha nim cnto y las D escal­
z a s , y , si preciso fu era d ecirlo , á las N iñas de L cganés.
E ducadas por una profesora in clitísim a que tomó en la
Encarnación el velo de profesa después de v iu d a , logró
form ar en torno de su batuta un plantel de novicias canto­
ras que fueron por m uchos años em beleso de los fieles y
adm iración de los inteligentes.
Mas con el tiem po el coro de úngeles fu é debilitándose.
U nas m onjas m urieron , otras mudaron la v o z , otras g an ­
guearon de puro v ie ja s el Domine labia; se perdió la ba­
tuta de la m aestra y la Com unidad enm ud eció, lo mismo
en Visperus-que en Com pletas.
E s m uy sensible que esto su ced iera, porque no hay nada
m ás conm ovedor y poético en la hora de la oración , den­
tro del tem p lo, que la v o z blanca, edu cad a, de las v ír g e ­
nes del Heñor, cuando cantan las estrofas del him no Are
Maris Ste.Ua y el Panr/e Liuc/ua.
E s fam a que las m onjas de la Encarnación interpretaron
p erfectam en te la m úsica sacra.
NHL
N o gustaba á las m onjas llam ar la atención pública con
fiestas de m ucho aparato, ni con tertulias, si asi pueden
llamarse las academ ias literarias (pie tenían lu g ar por en­
tonces en otros conventos: pero en tratándose de la proce­
sión del Han ti sim o , en la in fraoctava del Corpus, se exce­
dían á sí propias.
P ara que se form e idea de la pom pa con que se cele­
braba dicha solé inn ida 11, bastara que com probem os unos
papeles que se c o n s e r v a re n el arch ivo de P ala cio , corres­
pondientes al año 1788, en los cuales se dice lo siguiente:
« E n 22 de M ayo del referid o año pidió la priora de la E n­
carn ación , María Teresa de Jesú s, al Marqués de V a ld ceurzana, que se sirviese obtener de S. M. el nom bram iento
de un gentilhom bre con ejercicio , para lle v a r el estan­
darte en la procesión del día 28.» Y , con e fe c to , el día 28
fu é nom brado para este cargo el M arqués de O yzu , e l cual,
no sabiendo cómo conducirse ni qué parte había de tener
en la cerem onia de la p rocesión , escribió al Marqués de
Yaldecarzana pidiéndole inform es. Esto le contestó en cartaoficio literal de esta manera:
« E xento. Sr.— M uy señor m ío: E n satisfacción á la pre­
gunta que me hace Y . E . en su carta de ayer tocante á la
función del monasterio de la E ncarnación, d ig o : que ei es­
tilo ó p ráctica de siem pre lia sido con vid ar por esquelas
im presas á todos los sujetos que les parezcan sean grandes,
títu lo s de C astilla ó cab a llero s, pañi alum brar en la proce­
sión, dándoles su respectivo tratam iento. En la esquela se
pone el dia y h ora, corno se p revien e en mi papel de oficio.
Tam bién se convidan dos grand es ó gentilesliom brcs, ó
parientes, para llev a r los cordones d el estandarte, á elec­
ción de V . E . , á quien han do acom pañar. C onclu id a la
fu n c ió n , se despide Y . E . de todos y se entra Y . E . , con
los dos que han lleva d o los cordones del estan darte, á re­
fresca r con la Exorna, señora Priora de dicho Monasterio
quien hace este obsequio á Y . E . , sin que Y . E . ten ga que
gastar por este m otivo la m ás m ínim a cosa.
»Antes d el d ía , es regular pasar á v e r á la Priora y de­
cirla el honor (pie S. M . ha dispensado á Y . E .: quien, en
el caso de alguna d u d a , podrá preguntar al gentilhom bre
d e la ñ o pasado, que fu é el Marqués de C astelar, con lo que
quedará instruido Y . E. de toda la etiq u eta , y ofreciendo
m is respetos y veneración á los pies de la M arquesa, mi se­
ñora, á quien se servirá Y . E . dar m uchas expresiones de
parta de la M arquesa m i m u jer, en su com pañía ruego á
Dios guarde la vida de Y . E . los m uchos años (pie deseo.—
A ran ju e z , 25 do M ayo do 1788.— E l M/u/ordomo mai/or. —
Exorno. Sr. Marqués de Oyza.»
P uede ju zg arse, por los prelim inares palatinos de la pro­
cesión del Santísim o Sacram ento, en M ayo de 17 8 8 , lo que
era y había sido desde la fun d ación d el convento la re fe ­
rida solem nidad. El pendonista, elegid o entre los grandes ó
gentilesh om bres, llev a b a , por com prom iso, á la procesión
a toda la grandeza y á la m ayor parte de la aristocracia,
sin contar el número gran d e de caballeros que tenían dere­
cho á ser con vid ad os, y q u e , siéndolo, no faltaban al acto
porque adquirían en éi notoriedad de personas de viso, y es
silbido que esto seducía entonces, como seduce ahora, lo
m ism o ¡i los m agnates de sangre azul que á los ciudadanos
de sangre colorada.
A sistiendo á la procesión la nob leza, concurría el pueblo
en masa apretada, aunque sólo fu era por v e r la riqueza de
los trajes y el porte señorial do tantos caballeros de hábito,
con bordados y veneras.
Otra fiesta se bacía todos los años en la Encarnación, con
rego cijo de las M adres. Era ésta la Misa del G a llo , en cuya
celebración tom aba parte prin cipal el ó rgan o , acom pañado
de rabeles y panderetas. E l genio de los villan cicos, canta­
dos por las m o n ja s, apuraba el repertorio de la poesía bu­
cólica, pues no quedaba en M adrid poet i algun o que dejase
ele cooperar al certam en piadoso de las herm anas A g u s­
tinas.
X IY .
En aquellos tiem pos piadosos de las arrebosadas y las
eiiinaiiloiiadas, que y a hemos bosquejado en otro lugar, era
costum bre no vituperada la de galantear en Sem ana Santa
á las damas de la corte, con palm as rizadas y em pavesadas,
con matracas d e m adera fina escoltada, y con colaciones de
viandas y bebidas.
Desde el convento de Madres D om inicas basta el de la
E ncarnación, com o quien dice pared por m edio, en el com ­
pás de am bos m onasterios, y sobre todo en la lonja de la
Encarnación, se colocaban en dos filas, com o en la feria de
Han M ateo, puestos de palm as el D om ingo de R am os, de
matracas el M iércoles S a n to , y de buñuelos, dulces y cola­
ciones el J u eves y Viernes, durante las horas de los Oficios
y los m onum entos.
L os galanes ofrecían á sus queridas devotas palm as con
lazos m ísticos, al uso m usulm án: y si al hacer el agasajo
resultaba equivocación de dueño, cosa fá c il de ocurrir lle­
vando todas el m anto arreb o za d o , sallan las espadas caba­
llerescam ente á d escifrar el acertijo.
El M iércoles, durante las tin ieb la s, el paseo de m oda te­
nia Ju garen la carrera que d ejo ind icad a, y entonces era
cuando los albilíos, casi adolescentes, y los m oscateles, ver­
d es y acatarrados, regalaban á sus ¡dolos m atracas con a l­
dabillas de latón, de plata y e ro , según los m edios del g a ­
lanteador, y apuraban su in g en io , y desesperaban á los
tallistas, ob ligán d oles á representar de modo perceptible en
jero g lífico s sacro-profanos la Pasión de Jesús y la suya
propia.
Cuando apagadas las luces del tenelm irio el coro de m on­
ja s pronunciaba el anatem a Tradilor, las dam as entraban
á obscuras en la ig le s ia , seguidas de sus g a la n es, y ejecu­
taban el concierto de m atracas, con tina unción y un jo lg o ­
rio que era m otivo de gen eral em beleso.
E ste m odo de g ala n tea r, con m atracas sim b ólicas, no era
m uy edificante que d igam os, y , aunque por ser ocasión de
irreverencias se quiso p ro h ib ir, oponiendo leyes y bandos,
toda la volun tad de F e lip e I I , toda la m ansedum bre de­
vota de F e lip e 111 y todo e l desen fado e jecu tiv o de F e ­
lip e I V no lograron desarraigar la costum bre de los paseos
en las lo n ja s, la de las palm as en les balcones, con cintas
de colores, reveladoras de la fortu n ad desgracia del galán:
la de las m atracas escoltadas con atributos del calva rio , y
de las colaciones que solían celebrarse en las tribunas de
los señores y en las sacristías. Sólo p revaleció la prohibi­
ción de andar en coch e, quizá porque se consideró más
g en til é interesante la novedad de que en estos días santos
anduvieran las diosas á p ie , chapinando guijarros.
Durante la Sem ana m ay o r, el convento de la Encarna­
ción fu é uno de los elegidos por la sociedad do buen tono
de la corle para la celebración de los Oficios D ivin o s y la
v is ita de altares.
P o r eso, si se registrara con em peño el guardarropa anti­
g u o del m onasterio, no seria d ifíc il h alla r, entre otros ca­
ch ivach es arqueológicos, algu n a carraca aristocrática de las
que sonaron, con elegante rep iq u e, cu las tinieblas del año
de 1680, que se recuerdan porque dejaron m em oria en los
anales del tiem po y no en el arch ivo de la com unidad.
XV.
A sí com o las cóm icas m ás bellas d el Corral de la Pa­
chaca pusieron de m oda la misa de Jesús, adonde acudían
diligen tes los galan es de am bos m entideros y gastaban te­
nores de devoción en obsequio de las patrouesas, y algunas
voces daban cintarazos á trocho y m oche por una mirada
d e reo jo , sorprendida al tra slu z, ó por unas gotas de agua
bendita de la p ila c o n v e n tu a l, dadas con reverencia y to ­
m adas con cortesía, asi T). M anuel G o d o y , principe de la
P a z, generalísim o de m ar y tierra , con fa ja a z u l, monarca
e fe c tiv o , en ausencia y presencia de C arlos I V , y favorito
de la reina M aría L u is a , de galante y m uy apicarada me-
•22 S ei’TIEMIìke 1893
LA
m ona; a s i, decim o s, el afortunado extrem eñ o, de pelo
rubio y color b lan co, de m ejillas sonrosadas y ojos azules,
puso en m o d a , sin q u ererlo , en la iglesia de la Encarna­
ción la m isa de pretendiente«. Asi. fu e bautizada.
G o d o y v iv ia á espaldas del ron ven to de la Encarnación,
en la casa-palacio q u e ocupó F lo rid ab lan ca y el m inisterio
de Marina. E n esa m orada semirrenl recib ió m uchas veces
en co rte , y dió saraos y banquetes espléndidos. E ra m u y
cómodo para él andar cuatro pasos, envuelto en su cap a de
g ra n a , 'para cu m p lir el precepto á la v ista de to d o s, y e li­
g ió la iglesia de la Encarnación. J’ero sucedió que la corte,
«pie g ir a siem pre en torno de los poderes; los am igos, por
serlo; los ém ulos, por no p arecerlo: los p retendien tes no
satisfech o s, y las damas de respigón: algunas aristocráticas
busconas, insaciables de m ercedes á cualquier precio ob­
ten id as, asediaron la ig le s ia , la circunvalaron y la in v a d ie ­
ron en tales térm in os, que los húsares de G o d o y , especie
ile carabineros líc a le s, creados para su servicio particular,
hubieron de fo rm ar calle dentro d el tem plo (v ía sacra),
para que el potente valido pudiera acercarse al a lta r, oir la
misa tranquilam ente y retirarse ¡i casa sin apreturas.
Los pretendientes de am bos sexos hervían: las e x h ib ic io ­
nes de dam as, que aspiraban á hacerse n o ta r, convertían el
sagrado recinto en una especie de m ercado p a g a n o , en que
la virtu d y el espíritu religioso salían siem pre perdiendo.
Los tiem pos aquellos fueron bien tristes, y no es de e x ­
trañar que el mismo G eneralísim o, propuesto para rey do
P ortugal, se asom brara de los éxitos que o b ten ía, precisa­
m ente cuando la integridad y la d ig n id a d de la patria es­
pañola catan deshechas al rig o r de nuestros propios des­
aciertos.
H abiendo consignado que G odoy v iv ió á espaldas del
convento de la E ncarnación, no será ocioso decir que en la
calle do las R e ja s, por el lado de Levanto del convento,
hasta la plazuela do los M inisterios, v iv ió la reina gober­
nadora, Cristina de Ilorbón. m adre cíe D ." Isabel 11, en su
palacio llamado de las R ejas, por la h ilera do ellas que te­
nían las casas del M arqués de P o za, y c u y o palacio fue»
quem ado p o r un grupo de pronunciados la noche d el 17 de
J u lio «le 1*54. En esta callo de las Rejas m urió Martínez
do la Rosa. P or el lado d el M ediodía, arrancando de la
plaza de la E n carn ació n , se fo rm ó , al edificar la plaza de
O riente, la calle de San Q u in tín , d el nom bre de la fam osa
batalla. En ella vivieron y murieron (núm . S), casi tocando
al M onasterio, el exim io poeta A d e lan to L óp ez de A yu la,
el fam oso com positor E sla va y el gen eral M ayalile. V iv ie ­
ren en el núm ero próxim o D. Tom ás R od ríguez Rubí y el
em inente violin ista Jesús de M onasterio, y continúa rin ­
diendo cu lto á los dioses lares d el em inente A y a la , en el
mismo cuarto en que e x p iró , su am igo del a lm a , el autor
de Marina, L». E m ilio A rrie ta , director d el Conservatorio.
R icardo S erú lv ed a .
Concluirá.
IDILIO.
Sobre una fre sca rosa
V in o á posarse blanca m ariposa;
Pero la Hor ingrata
So cá liz cerró al punto, tem blorosa,
Y ocultóse en su manto de escarlata.
L a noche iba alfom brando
C on neblinas los v a lles y lo s m ontes,
Y entre sus negras tocas sepultando
L o s anchos horizontes.
L a m ariposa, enam orada y sola,
A sid a a la corola
D e la púdica flo r, y a su lam ento
D aba al ligero viento,
Y en m isera agonía
Con vo z triste , m u y triste, la d e c ía :
« A b re, flor recatada,
T u s pétalos de oro,
Y besaré tu fren te d elicad a,
Y cesará mi lloro;
Á b re m e , y o te adoro;
E scó n d em e, bien m ío, en tu rega zo ,
Y en amoroso abrazo
T o d a la noche u nidos, dorm irem os
E l sueño d el am or, y á la m añana,
Cuando despierte la rosada aurora
V estida de oro y grana
Y entre m undos de lu z encantadora,
Juntos tam bién los dos despertaremos.»
L a flor esq u iva, y cuanto esquiva herm osa,
Respondió á la pintada m ariposa
A pretando con fu e rz a su capullo
Para que no tm basen su reposo
N i del a gu a el m urm ullo,
N i del insecto el /a;/! triste y lloroso.
« ¡Á b re m e , herm osa mía!»
(D e nuevo re p e tía ,
Y de nuevo tornaba á su querella.)
La flor in g ra ta , y cuanto ingrata bella,
E ncerrada en el cá liz purpurino,
A je n a á sus congojas
Y misero destin o,
C erraba m ás y m ás las tiernas hojas.
«E scúcham e, te niego.
Quiero besar tu fren te...
(D ijo con vo z d esfallecid a ), y lu eg o ...
E x p ira r... en tu s... brazos... d u lce... m ente...»
Y su vo z se apagó; y la noche obscura
En silencio avanzó, hasta que la aurora
L as som bras disipó con su hermosura.
ILU STRA CIÓ N
ESPAÑOLA
Y
P álid a y tem blorosa
1-a purpurina rosa
A b ría su c á liz , antes esm altado
D e tan bellos colores
Que era tenida en el extenso prado
Por reina de las flores.
Pero á m edida que la fresca rosa
Iba abriendo su c á liz , expiraba
L a blanca enam orada mariposa.
Y cuentan que la. flor bella y fra g an te,
Cuando v ió m uerta á su in fe liz am ante
Sobre sus tintas rojas,
Por haber ella sido tan in g ra ta ,
H undió la fren te entre las m ustias hojas
Y expiró entre su m anto do escarlata.
A . II. L e n iz a r e s .
RAYO
DE
N.° XXXV — 183
A M ERICAN A
SOL.
Bien m ió, vid a rain,
Me quieres y te quiero,
Me am as y te amo
Con am or tan profundo com o inm enso,
Y aun dudo si esa dulce
C aricia d el deseo
Es realidad hermosa,
O s i, burlado por mi a fá n , la sueño.
¡Soñar! N o , no es posible
Que asi nos engañem os,
Que fan tásticos sean
N uestros m utuos, am antes juram entos.
¡Roñar! ¡V an o delirio!
Qué fuera no comprendo
De D ios y de los orbes,
Si fuese nuestro am or tan sólo un sueño.
S i , s i , realidad grata
E s este hermoso fu ego
Que todo lo em b ellece,
Que todo lo ilum ina en torno nuestro;
E sta divin a hogu era,
A rd or de alg ú n lucero,
Q ue á entram bos nos abrasa,
Y a l abrasarnos nos encum bra al cielo.
Me amas y te am o,
Lo dicen de mi pecho
Los férvid os latid os,
E l constante anhelar del pensamiento;
L o dice ile tus cartas
E l ritmo siem pre n u evo,
Tu encantadora imagen
Que em bebecido sin cesar contem plo.
E l aire que respiro.
L a vida con q u e alien to,
La silenciosa estancia
D on d e, arrullado por tu am or, me duerm o;
D e m is potencias todas
El éxtasis angélico
Me dicen que so y tu y o ,
Me dicen que eres m ía y lias do serlo.
M ujeres de otros dias,
Garfios do mi torm ento,
C irces engañadoras,
¡A tr á s , todas atrás, y o i s a b o rrezco !
De su g e n til figura,
De su corazón tierno,
N o valéis entre todas
U n átom o, un latid o , un m ovim iento.
B ien m ío , vid a m ía,
Me quieres y te quiero,
Me am as y te amo
Con am or tan profundo crin o inm enso;
Y aunque ausentes viv im o s,
Del uno el otro lejo s,
Mi espíritu y el tuyo
Y a en un beso de luz se confundieron.
Y ora esta unión alum bro
La antorcha de Him eneo,
( Ira de g lo ria tanta
N os separe envid ioso el hado adverso,
Cuando la parca fría
N os toq ue con su dedo,
Cuando el p ostrer suspiro
Ju ntos rindam os a l fa ta l decreto;
E nlazadas las m anos,
M ezclados los anhelos,
U nidas nuestras alm as
Y cantando de amor un him no eterno,
D el polvo desprem Pilos,
Por el espacio etéreo,
Cual m ísticas palomas
De Dios al alto trono volarem os;
Y Dios en la balanza
D e incorruptible peso
Poniendo nuestras culpas
Y nuestro generoso, amante fu eg o ,
Son rien te, com pasivo,
A m bos brazos abiertos,
D ir á : «El am or que os une
De mi seno nació...... ¡v u e lv a á mi seno!»
Ji'AN T omás» S a l v a n v.
CA RTA Á Ü N EG OÍSTA.
T u ep ístola r e c ib í,
Y de tu asombro m e adm iro.
D ices, si mal no en ten d í,
Que h a y para pegarse un tiro
Con lo que m e pasa á m i.
Mi suerte no es tan escasa
Y a l suicidio no me aven go.
P ues ¿qué es lo que á mi me pasa?......
¿Que he daila á luz, y que tengo
Ocho chiquillos en casa?
Si el pobre recién nacido
N o trajo el pan consabido,
Me obsequia de otra manera
M ejo r, porque me lia traído
Un ascenso en mi carrera.
¿Quién m ás fortu n a logró?
¿Quién m ejor prem io alcanzó.
N i quién m ás dicha p reten d e.
S i, para que ascienda y o ,
Un angelito desciende!
N o sabes qué go ces dan
Con sus cuidados p rolijos,
Ni com prendes en tu afán
Que nos alim enta el pan
Que se com en nuestros hijos.
¡T rab ajar y sonreír
Luchando con la escasez!
¡T ú no puedes discurrir
L o du lce que es repartir
Una lib reta entre d iez!
E n el cortar esm erarte,
Y con la cara risueña
Dar á cada uno su parte
C orrespondiente, y quedarte
Con la ración m ás pequeña.
V e r como e l ham bre m itigas
De las pequeñas hormit/as,
Y abrazarlas dos á dos,
Y recogiendo las m igas
D arle bus gracias á Dios.
¡B en d ito s sean los cielos
Y la suerte que los trajo
Para aum entar m is desvelos!
¡ Pues si son m is pcqueñuelos
A cicates del trabajo!
¿P iensas que y o viv iría
Sin el du lzor de sus besos?......
¿Piensas que trabajaría
Si no m e acordara de esos
Pedazos del alm a mia?
Por ellos mi f e g ig a n te
Ni desm aya ni decrece;
Por ellos mi afá n con stan te,
Y por ellos m e am anece
Con las cuartillas delante.
De m i d u lce sacrificio
Sobradas pruebas les d i,
Y si d el A rte hice oficio,
Citando Dios me llame ajuicio
Sabrán responder por mi!
J osé J ackson V kyax .
POR
AMBOS
M UNDOS.
NARRACION ES COSMOPOLITAS.
Los rusos en el Mediodía : sus relaciones con nosotros : la literatura:
el servicio m ilitar descrito por T olstoi: el TuMotsmo.—Ua gran no­
velista ruso, Teliokoff : su obra l.a Srielún lainirr» seis, t i poeta
aristócrata liobeuiio Apulí lino. Nuevos libros de los novelistas
ruaos Tem bovskii, Olga C h apir, Karabtcbevskii y otros.
/.'r-Ár-A» *?
A Pr,’xl"nm ven id a de los rusos al mar del Mediodia está produciendo tal alboroto en el
país d el ruido, q u e y a no es posible oir otra
conversación en Europa. Los franceses g ri1(111 mu.y il*to’ 1°S ingleses y los alem anes
‘ S r i
m urm uran á g rito s ta m b ién , y en Italia se
fe f-' hace unánim e coro á e s 'a algarab ía. Cuarenta
(>
años a trá s, fra n c e se s, in g leses, italianos y tureos se lanzaron en tu siastas, im petuosos, á modo de
V ' ' desbordado torrente, contra los reductos do Sebasto­
p ol, y se m etieron em papados en sangre en la Torre
do Malaki l'f , rugiendo contra el salvaje y fero z m oscovita;
b o y , los odios han cam biado en gran m anera: los turcos
prolongaron indefinidam ente su independencia con las he­
roicas m uestras de bravura y de ilustración m ilitar que
dieron en Plew rm ; los italianos abandonaron á sus com pa­
ñeros de la Crim ea, después que la bandera tricolor les hizo
unos y g ra n d es; los ingleses entienden hoy q u e les con­
vien e m ostrarse celosos de Francia v de R u sia, como ayer
se m ostraron celosos de la Rusia sólo; y el enem igo, que
entonces era un modesto y pacifico vecino, anda ahora por
dentro, calentando las pasiones, atizando la discordia y
preparándose á la carn icería, firm e y fu erte en su colosal
poder guerrero, sellado con las victorias de M etz y de h'edán. Mucho han cam biado los tiem pos y les gustos. G alos
y m oscovitas se hacen el am or, para aparecer grand es ante
el g ig a n te que form an los de la triple a lia n za , silbidos unos
sobre los hombros de los otros. Parece que la Rusia, in­
fluida por la F ra n cia , se lia deshelado para siem pre, y que
en un cielo a z u l, el sol que dora las v id e s de la Champaña
y los jardines del Ródano lia calentado los tém panos del
]R-1 — *C.° XXXV
LA
X e v a y lieelm resucitar á aquel ]
i, entum ecido por las
tiranías de la política y «le Ja atm ósfera. Jíion se puede re­
petir con liu rn ic r, el poeta helvético:
....... Un frisson, ton! ii eonp, .•ircnU: <»«.< lo ¡iltnv:
Camote mi xotoj batílllooitool Ftoo mooh á lo tturfoec
I)tumi I el i-hitm- oh loiii 0011 fililí' tlt piilfur.
I,- tuinrniit x't Inhllt ilanr xo /o ra : piiiinlin ,
l.'iwir peiió ilit fifi tlonni! trox Jlots mi ruiih ur.
1.0 .Vrii / t .ntUxcíli: t i rlt ti lo lllllllórc.
Hasta nosotros, fe lizm e n te , «Jada nuestra cómoda y bmnav.Mitlirada insign ificancia, no llegan esas resurrecciones,
ni esos desh ielos, ni esos entusiasm os: y de la inllueneia
ILU STRA CIÓ N
ESPAÑOLA
Y
AM ERICANA
rusa, o lo que sea, sólo nos interesan los ochenta ó noventa
m illones de kilogram os de trigo (pie nos e n v ía n , y que nos
cuestan de. diez y seis á diez y n u eve m illones de pesetas;
los centenares de m iles do hectolitros de vin o que no nos
piden, y que no nos valen n ada, y las producciones de su
literatura que á algunos cuantos devotos de la moda les en ­
tretienen y divierten. L l trigo ru so , m ezclado con el de
A révalo, 1.a Serena y C alatayin l, lo saboreamos todos in­
conscientem ente, y ¡a literatura de T o ls to i, D ostoiow ski,
T u r g u o n e lf, G u td ia r o ff y I’ uskhinc va siendo poco á
poco cono ida y saboreada por nuestra sociedad «lilla , que,
en g e n e ra l, lee m ás por pasatiem po que por estu d io, y
lì
Si:rTiKMiiRF, IRil,'i
se cuida m ucho de la m ayor ó menor com placencia que
en la lectura encuentra, asi sea m oscovita ó alcarrefio el
autor, aunque no se cu id e nada de Jo que a la critica le p a­
rezca de este ó del otro g e n io , ó de este ó del otro fo lle tinista. Tolstoi, el asceta, el apóstol y el santo, acaba de pu­
blicar nuevos bosquejos acerca do la vida m ilitar en líusiu,
y el diablo entienda si lo «pie ha escrito no da con su per­
sona en la S ib eria , com o a q u í, ó en otra cualquiera nación
de O ccidente , hubiera dado en la c á r c e l, ó si no, le hubiera
valido una serie «le estimadas y balazos de parte de la m i­
licia ofendida. En e fe c to , uno de sus últim os tra b a jo s, ti­
tulado La Conihión rio reconocimiento, que b ien pudiera
!
22 S eptiembre 1893
LA
ILU STRA CIO N
ISxrMO. K lt.M(». Si!. D. L E Ó N I’. S A L M E A N
ESPAÑOLA
V M ANDAVO,
Y
x.° XXXV
AM ERICANA
E x i m o , é I i .mo. S u. D rt. D . A N T O N I O A U G U S T O D A C O S T A S T M O E N S .
Il E CT u r HE I.A UXI VEKS1MAD ME nVI EMU.
RECTOR ME LA U N I V E R S I D A D ME COJMBRA.
Nnoió en M adrid, en 1X10 : t cn Oviedo, el - de Septiembre de ISfliì.
UN
BOTE
T R IP U L A D O
POR
E S Q U IM A L E S
DE
LA
IS L A
DE
SAX
PABLO,
C O N D U C IE N D O
P IE L E S
DE
FOCA
185
186 — n .° xxxv
LA
llam arse « L a declaración de so ld ad cs» , pinta adm irab le­
m ente el cuadro que ofrecen los quintos cuando son reco­
nocidos ante el tribunal m ililui para ser filiados. La pintura
es por todo extrem o realista, pesimista y revolucionaria.
L o s quintos van desde los pueblos a la capital em borra­
chándose en el cam ino, «porque el realizar una hazaña
tan insensata como abandonar esposas, m adres y todo lo
q u e les es tan qu erid o , para convertirse en instrumento
p a sivo de destrucción, seria m uy cruel si no se aturdieran ó
insensibilizaran con el vino», l’ etr Kidorov es el quinto,
típ ico personaje del cuadro. L e llam an en el trib u n a l, se
san tig u a , en tra, y se presenta «com pletam ente desnudo,
tem bloroso y exhalando de todo su cuerpo olor de vino,
tabaco y sudor». El m édico, sin m irarle á la cara, le palpa
con re p u g n a n cia , y d ice: «¡Bueno! ¡ven ga otro!» F u era de
la habitación esperan ansiosas b u m ujeres y las madres. Un
em pleado sa le , y dice que P etr lia sido declarado ú til, y
entonces se oye un g rito de angustia de su esposa, que com ­
prende que aquella palabra sign ifica cuatro ó cin co años do
sep aració n , y adem ás, para e lla , m ujer de un sold ad o, la
vida de sirvien te en el m ayor abandono. L lega el sacerdote
ú tom ar juram ento á los nuevos soldados, «abre el E v a n g e ­
lio, donde está prohibido jurar, y todos aquellos desgracia­
dos, engañados y sin defensa, repiten la m entira que él lee,
diciendo:— Yo prometo y ju ro por D ios . e t c ., e tc ., defen d er
(es decir por la m uerte) á todos los que se m e d esigne, y ha­
c e r euant >m e m anden hom bres que y o no conozco y que
tienen necesidad de mi para o p rim irá m is hermanos y rea­
lizar los crím enes que les sostienen en su posición.» Todos
los quintos repiten estúpidam ente estas salvajes palabras......
V creen que a l pronunciarlas quedan dispensados, durante
el tiem po que dure el se rvicio , do toda obligación humana,
y les crean otras nuevas y más rigurosas: las obligaciones
del soldado. Y este acto se com ete publicam ente, y nadie es
cap az de decir á los que engañaron y á los engañados:— M i­
rad lo que hacéis: la m entira m ás v il y m ás pérfida ha per­
dido vuestros cuerpos y vuestras alm as. A l contrario, el co­
ronel con aire solem ne entra en la habitación en q u e están
encerrados, y m ilitarm ente les dice: «Jóvenes, buenos dias;
os fe lic ito porque habéis entrado a l servicio de C zar.» Salen
después, las madres y las esposas lloran y gritan, los padres
apenas hablan: « ya saben que no verán m á sá aquellos que
les ayudaban y que ellos lian ed u cad o, que y a no serán la­
bradores sencillos y laboriosos cuando vu elv a n , sino p ica ­
ro s, perdidos, olvidados ya de la vida tranquila del bogar.»
M ientras aquéllas oran, ellos can tan , vociferan y juran y
gastan sus cuartos en las tabernas, « y asi abogan el senti­
m iento do la injusticia de que son victim as». Cuantío apren­
den el ejercicio m ilitar, «sus instructores son hombres em ­
brutecidos por dos ó tres años de servicio, cuyos m edios de
instrucción son la m en tira, la barbarie, los golp es y el
aguardiente. No pasa un año para cuando los quintos, sanos
de alm a y cuerp o, inteligentes y bondadosos, se vu elven
tan salvajes com o los que les enseñan». Tolstoi term ina la
p intura con este terrible p á rra fo : «Cuando el q u in to , el
excelen te m uch ach o, se ha rebajado m oralm ente hasta ser
m ás que una fiera, es y a lo que debe s e r , para los que lo
em plean como instrum ento de violencia. Y a está dispuesto
á todo: el hom bre ha desaparecido y la m áquina de v io le n ­
cia queda m ontada. Y esto se realiza anualm ente en toda la
R u sia , á la lu z del d ía , en medio del m undo que lo ve y
«Iue lo sab e, y la em bustería es tan h á b il, que constando á
todos tal in fam ia y tem iéndola y m aldiciéndola todos, na­
d ie es capaz de redim irse de ella.»
En nuestros pueblos de O ccidente, ú lo menos entre nos­
otros, donde la condición del soldado ha mejorado tanto y
ta n to , este espantoso naturalism o no tiene aplicación nin­
g u n a , y al conocerlo sólo sentim os la honda com pasión que
inspira el saber que aun hay ejércitos en los que el soldado
pueda ser una fiera, un sa lv a je , una m áquina y un plantel
de perdición.
o
o o
Con la m ism a decisión y entusiasm o con que Tolstoi se
ha dedicado á estudiar los niales de la hum anidad, á pon­
derar sus sufrim ientos y á d ifu n d ir los rem edios por la
aplicación d el E v a n g e lio , se lian dedicado literatos y críti­
cos á e stu d ia r, á ponderar y á dar á conocer á Tolstoi.
R ara es la publicación de algun a im portancia que no le de­
dique algún análisis apoteótico ó curtiente de tres ó cuatro
capítulos. De lo m ás recie n te , curioso v autorizado en esta
m ateria, es el estudio titulado E l Toltolsmo, que acaba de
p u b licar Mr. F é lix Schm -der, en París. C onoce á fon d o las
obras del m aestro y las de los principales maestros nove­
listas a ctu ales, y ha sabido relacionar con lino ingenio y
clarid ad en su trabajo , no sólo los caracteres que los ase­
m ejan ó distinguen del publicista ruso, sino los tipos de las
novelas de éste con el del au to r mismo. Según Solm cder,
e l cristianism o para Tolstoi consiste en el am or al prójim o
y en el sacrificio de nuestro am or propio y de nuestro
bien en pro del de aquél. Tolstoi quiere que la hum anidad
v u e lv a á las prácticas verdaderas de la doctrina «le Jesús.
I’ero fa lta dem ostrar si el propagandista ruso quita ó añade
alg o á la doctrina del S alvad o r, y s i, por ejem plo, su con­
cepto d el pecado y «le la salvación se ajustan á los de la
Ig le sia . En lo que Schoneder está m ás h á b il, es en dem os­
trar la im portancia y trascendencia (¡ue la obra «le Tolstoi
tien e en estos momentos para los que su fren y para los
opresores, entendiendo que responde m ejor que las doctri­
nas del socialism o á las necesidades de la paz de los espí­
ritu s de las clases obreras y de la¿¡ acomo«ladas.
Los rusos en g e n e r a l, lo s que le e n , no exageran sus en­
tusiasm os por T olstoi tanto como la m oda los hace exagerar
en otras naciones, sin du da por e l carácter extraordinaria­
m ente m ístico y un tanto fan tástico del ultruriaturalisiuo
del Conde e v a n g elista , sino q u e , m ás en arm onía con las
costum bres y gustos de la sociedad en q u e v iv e n , prefieren
otros libros no tan d ivin o s, si m ás humanos. Á ll i , lejos
del realism o que sacude tos nervios y encrespa los pelos, se
lee con com placencia á un poeta tan adm irable com o N ekrassow , el prim ero de los poetas ru sos; y dentro de la
literatura realista, sencilla y de gran re lie v e , adm ira y se­
duce á los lectores C h e k o ff, el escritor predilecto de aque­
ILU STRA CIÓ N
ESPAÑOLA
Y
A M ERICAN A
lla tierra , com o dice Stanislao R ze w s k i, el autor de dos
novelas allí m u y celebradas, y á ningún otro len gu aje tra­
ducidas, que se titulan AY Duela y l.n l í e n l e perezaba. Tam ­
bién este autor, como T o lsto i, es dado á escribir las m i­
serias y sufrim ientos de los hum illados y de los o fe n d i­
d o s; pero lo sabe hacer de un m odo tan sim pático y con tal
encanto, que se apodera en absoluto del sentim iento y de
la inteligen cia del lector, y parece que des le las primeras
páginas de sus libros le su b yu ga y su gestion a, y logra que
eon él se identifique, arrastrándole enam orado y com pla­
cid o en pos de s í , sin nada de abstracciones, de artificio, de
p edantería, ni de lu gares com u nes, sin exageracion es, én­
fa s is . declam aciones, colorines, lloriqueos ni relum brones.
Con la sen cillez y el encanto propios del genio de un pueblo
ru d o , creyente y natural, sigu e sin poderlo rem ediar el
rum bo de los pensadores eslavo s, en el fo n d o de cu ya pe­
cu liar filosofía han cam peado siem pre e l pesim ism o, la me­
lan colía, las aspiraciones á la resolución «le los enigm as del
so r, de la v id a , del destino, de todo lo misterioso que nos
rodea, «le nuestras esperanzas, de nuestras afeccio n es, de
nuestras fan tasías y quim eras, de lo pasajero de la dicha,
de lu constante de la m iseria y do nuestra im potencia para
conocer la verdad y para realizar la ju sticia. Con estos
m ateriales com o tra b a zó n , con la observación de los hechos
de la vid a de aqu el pueblo com o asu n to, y con una correc­
ción adm irab le, con una sobriedad m agistral, y una manera
personalisim a y o rig in a l, llena de dulzura y de ironía como
estilo, escribe C h e k o ff sus novelas. A hora está gustando
el pueblo ruso las bellezas de la ú ltim a que ha publicado,
titulada L a Sección numero ¡teis, que luí resultado m agistral,
prodigiosa como ninguna. E l escenario es un asilo provin­
cial de dem entes, donde los in felices locos pasan todos los
sufrim ientos im aginables en m edio del m ayor abandono,
del desorden m ás acabado y do la suciedad más asquerosa.
Personajes: X ik ita , el g u a rd ián , un salvaje borracho que
apalea sin piedad á los Locos; R a g u in c, el m édico del esta­
blecim iento. hom bre de buen fo n d o , pero indolente y abu­
rrido, y un lo co , m uy versado en ciertos estud ios filosóficos
y so cia les, m ás cuerdo que los que le mandaron encerrar y
ante cuya conversación y confidencias el doctor se prenda
«le é l. sacude su indiferencia y su pereza, com prende que
grandes deberes hum anitarios tiene que cum plir para con
aquellos in felices que están á su cu id a d o , y se dedica en
cuerpo y alm a á atenderlos y á m ejorar en lo posible su
m iserable estado. A c c ió n : el m edico em prende con toda fe
su m isión: no piensa m ás que en sus asilados, pasa con ellos
largas lu n as, v el pueblo entonces, al notar aquel cam bio
en las costum bres del director, se burla de é l , m urm ura que
está loco tam b ién , y el A yu n ta m ien to , inspirado por la ros
pojad/, le quita su plaza y lo expulsa. A bandona el pueblo;
pero al cabo de poco tiem p o , atraído por sus recuerdos de
toda la v illa , v u e lv e á él y sólo encuentra el desprecio «ie
sus convecinos y antiguos am igos. El m édico «¡ue le ha su­
cedido en la dirección «leí m anicom io, un c o leg a m iserable
y en v id io so , le delata como loco, y consigu e que le encie­
rren en aquel hediondo lu g a r , «pie él d irigió durante vein ­
ticinco años. E n su encierro pugna por corregir tunta m al­
dad como allí se com ete, y entonces el guardián le cruza
el rostro de un latigazo y lo m uelo á palos, unte cu ya in fa ­
m ia el doctor, desesperado, com prende que y a no h ay salva­
ción, y muere de un ataque sanguíneo. Nada más. El cuadro
to ta le s h orrib le: la denuncia de las brutalidades y d é la s
m iserias que allí sufren los pobres ante la im pasibilidad de
un pueblo acostum brado ú ella s, y de unas autoridades im ­
p asib les, es rad ical, trem enda, y el servicio que el nove­
lista presta á los pobres resulta una incomparable obra de
caridad. N'o h ay para qué d ecir la p ro fu n d a , dolorosisima
im presión que este libro ha producido en R u sia, y á qué
altura de consideración y de a fecto han elevado á su autor
los buenos corazones.
oo o
D ediquem os á estas curiosidades literarias del pueblo es­
lavo el resto de la crónica. H abía en Rusia basta hace pocos
dias un tipo originalisim o en la literatu ra, un bohemio casi
m illon ario, g ra n p o eta , que apenas ha dado á luz ningún
lib ro , y que apenas trató nunca á la nobleza de que fo r ­
m aba parte. H ace ocho dias m u rió, y ningú n poeta, n¡ nin­
gún noble fu e & su entierro, notándose, por lo tanto, a lre ­
dedor do su féretro la misma soledad que él procuró for­
m ar en torno suyo mientras v iv ió . A le jo A p u litin e, el aris­
tócrata, hom bre de tan g ra n talento poético como de e x c e ­
siva co rp u len cia , im b erb e, y m ajo m ás que e le g a n te , es­
cribió m últiples com posiciones llenas de inspiración, (¡ue la
critica consideraba com o de lo m ás acabado «pie en n u es­
tros tiempos lia salido del Parnaso m oscovita. Su carácter y
sus gustos le separaron de lu n o b leza, que no era ni es afi­
cionada á los versos, y sn gen ial desdén le apartó también
de los escritores que no liubian nacido en aristócrata cuna.
Se hizo para si una especie de corte de gen te a le g re , v i ­
ciosa y v iv id o ra , bien repleta de dinero, ante la cual leía
sus hermosas com posiciones por puro entretenim iento, sin
consentir jam ás que le considerasen como literato, ni le lla ­
masen p o eta , títu los q u e , por tenerlos m u y á m enos, des­
preció siem p re, y sólo estim ó sobrem anera y se enorgulle­
ció d e que le tu vieran por un hidalgo rum boso y de humor,
aficionado á todo lo buen o, y entre lo b u en o, á la poesía y
al arte. A fu erza de ruegos de sus am igos y adm iradores,
publicó el único tom o de poesías que su p aís posee de él;
pero se conservan con cuidado otras m uch as, que la am is­
tad tu vo buen cuidado de no o lv id a r, y (¡no seguram ente
form arán otros dos ó tres tom os. A l desaparecer el hom bre
excéntrico y vanid oso, lian desaparecido bis odios y los ro­
zam ientos de aquellos á quienes despreció y de los que le
en v id iaro n , y ahora nobles y p leb eyos, indoctos y literatos,
rinden culto á la obra «le su in gen io, para darla á conocer
y para deleitarse con ella.
E n tre los publicistas menos afam ados q u e los anteriores,
pero que en aquel Im perio se leen con a fá n , figuran varios
de cuyas obras se ocupa actualm ete con elogio la critica de
San l’etesburgo. Uno es W . T e m b o v s k ii, cu ya últim a no­
v e la , La Lucha par la rida, es un alegato bien probado «le
los m ayores m erecim ientos que para la consideración pública
22 S eptiembre 1893
y para ocupar un puesto lucrativo en el trabajo debe tener
el hombro que á fu erza de trabajo constituye una fam ilia
que el que por sim ple cap rich o, vocación ó tenacidad se
aforra á v iv ir soltero, egoísta y lib r e . Otra n o v elista , Olga
C bap ir, d escrib e, en un lib ro encantador y de positivo y
elocuente predicam ento, las contrariedades q u e s u fre una
fa m ilia , y en olla nn h ijo , esperanza de todos, por los cons­
tantes é irracionables cam bios de la enseñanza, en cuanto
á program as, distribución «le estud ios, m ezcla «le métodos,
recargo de asignaturas y confusión de tex to s, de profeso­
res y de planes. E l pobre héroe de la n o v ela , el estudioso
m ártir de tanta inconstancia é in fo rm alid ad , a l v e r que
todos sus estudios anteriores«1c nada lo sirv e n , se mata. El
suicidio entre los estudiantes es m uy com ún en Rusia. El
m al resultado de los exám en es, los castig o s, los desenga­
ños del final de una carrera, producen allí abundantes des­
gracias. E n otras naciones se m aldice de los ju e c e s , se
arman escándalos, se cam bia de carreras, mas al fin se
conform an, se v u elv e á estud iar, y adelante; pero entre la
im presionable g e n te septentrional, tan dada al pesimismo
al prim er desengaño se pierde la esperanza, se cierran los
ojos y se renuncia de un g o lp e á la lucha y á la vid a .
En los fo lle tin e s «le las m ejores revistas del Im perio em ­
pieza á m eter ruido el éx ito de una novela que está publi­
cando F. K arab cb evskii, titulada .1/. Am bar, cuyo prota­
gonista es uno de tantos desesperados ó ilum inados de
aquella tierra. E l im itador de Zola en Rusia. I. K riu kovskoi,
logra cada «lia m ayores éx ito s, por el interés que acierta á
d a r á los dram áticos argum entos de sus obras, llenas de ad­
m irables descripciones. Entre los escritores de asuntos m a­
rítim os novelescos, R. Stanainkevich ha publicado una no­
vela científica de altos vuelos titu lad a Narración de un retera.no timonel; y en la literatura fan tástica científica
M. P avlovskii entretiene á los lectores de la Revista Eslara, de Y arso via . á estilo de
F lam m arion , contándoles
las entretenidas aventuras de un v ia je a l planeta M arte.
R . B ecerro d e B engoa .
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EAU
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L IB R O S
PRESEN TAD O S
Á E S T A R E D A C C IÓ N P O R A U T O R E S Ó E D ITO R E S.
B a n í , «'» E n g r a c i a y A n t o ñ it a . Novela original de don
Francisco (¡regório Billini.
Hemos leído con gusto el libro del ex-Presidente de la Re­
pública Dominicana y aventajado publicista 1>. Francisco
Gregorio B illin i, titulado Han-i, ó Engracia g Antoñita,
porque el autor, adoptando la forma sencilla de una novela
ora narrativa, ora descriptiva, se desliga con frecuencia de
los moldes retóricos y del preceptisino rigorista, para seguir
la propia inspiración.
Sin grandes alardes «le ese trascendentaliemo obligado
puesto en boga por los novelistas del otro lado del Pirineo y
resistido denodadamente por nuestros autores de la buena
cepa, el Sr. B illin i realiza una obra de fines estéticos, socia­
les y aun docentes, sin pretenderlo acaso.
El último libro del Sr. B illini honra á su autor. le a s ’gna
un puesto distinguidísimo entre los escritores hispauoam tricanos, y viene á engrosar el número de escritores dominica­
nos que han sabido mantener enhiesta la enseña de los que
¡lustraron la antigua Universidad dominicana en medio de
las vicisitudes políticas que ha sufrido aquel hermoso país
desde el primer tercio de este siglo.
E l s u i c i d i o y I» c i v i l i z a c i ó n , por K. «'¡tro,— Ha visto la
luz este libro, debido á la pluma del ilustre académico fran­
cés, del cual se ha publicado en España hace poco otra obra
tan interesante como la presente: E l pesimismo en el si­
glo XIX.
E l suicidio relacionado con la civilización actual es uno de
los problemas más importantes de nuestros tiempos, y Caro lo
estudia en esta obra con talento y sagacidad.
E l libro, bien impreso, se vende á tres pesetas en las prin­
cipales librerías.
22 S eptiembre 1893
LA
C abeza «le m u jer (Boceto a pluma), por A. Pérez de la
Greda.
Hemos recibido un ejemplar de esta novela, la cual forma
un tomo do poco más de 2 (M) páginas, cuyo precio de venta es
de dos pesetas.
B oletin i «la S o c ie d ad e <1« faeogi'npliia «le LisboaTenemos á la vista dos números (9 y 1" de la 11.» serie) del
interesante boletín que publica esta .Sociedad, asi como tam­
bién un ejemplar del catálogo de las obras impresas (pie con­
tiene su blibliotcca. Entre otros trabajos interesantes de los
que en dichos números publica, hemos leído con particular
ILUSTRACIÓN
ESPAÑOLA
S.° xxxv — 187
Y A ME R I C A N A
interés el del Sr. Paiva c Pona con el titulo de
O c lim a d e
T á n g e r n o t r a t u m e n t o d a tín i c a p u l m o n a r .
C«l»n en el A ten eo . Apuntes de critica histórica, por don
Manuel Carrasco Labadia, ó sea, vindicación de los ataques
dirigidos ai insigne descubridor de América desde la cátedra
del expresado centro.
En este folleto el Sr. Carrasco Labadia sale A la defensa
del navegante genovés contra los Síes. Fernández Duro y
Yidart, los cuales, como es sabido, sin negarle sus grandes ta­
lentos. antes reconociéndolos, sostuvieron en el último cen­
tenario la tesis de que por ensalzarle excesivamente se había
rebajado á España, dando al descubridor de América toda la
gloria del descubrimiento, y ¡i la nación, en vez de una parte
de la misma, la mengua de haber perseguido siempre al des­
cubridor y dejádolc morir miserable y olvidado. El Sr. Ca­
rrasco Labadia encuentra inoportuna*«! injusta la crítica de
los señores citados, y cuntía ella ha escrito las 31» elocuentes
páginas de su folleto.
Véndese éste por una peseta en las principales librerías.
Episodio»« m ilita re s «leí «■jé-icito «!«• A Trien, por don
Dionisio Monelero Ordéne/,. Segunda edición, con un pró­
logo de D. Angel Stor.
EL LEON Y LAS CAPTAS.
SUPRIMIENDO LAS
Un hombre iba viajando por el Desierto, solo
(lo cual es una locura en cualquier hombre),
Reíase de las arrugas,
„ . que no se atrevieron nunca á señalarse en su epidermis, y se conservó
cuando se encontró con un león. Esperó, pues, joven y bella hasta más allá de sus 8 o años, rompiendo una vez y otra su acta de nacimiento á la la lir is n E x ó tica (agua ó pomada), no so limita
lo que era natural, que el animal le matase y le
devorase. Sin embargo, muchas veces lo que
cede es lo inesperado: el león estaba demasiado
cojopara perseguirle, porque tenia una
en una pata. Establecióse gradualmente la con exclusiva de la P e rfu m ería Ainon ( M a is o n L e c o n te ) , 3 1 , rué du 4 Septembro, 3 1 . París.
Urquiola, Mayor, 1; Aguirre y Molino, Preciados, 1,
fianza entre los dos; extrajo el hombre al león
Dicha casa entrega el secreto á sus elegantes clientes bajo el nombre de %i*rllalile lian «I«* y en Barcelona, Sra. Viuda de Lafont é Hijos.
la espina, y el león después, en cambio, le acom­ Ainon y de l>uvet de ^iinon, polvo de arroz que Ninon de Léñelos llamaba «la juventud en
pañó hasta alguna distancia cu su camino, sir­ una caja».—Es necesario exigir en la etiqueta el nombre y la dirección de la Casa , para evitar las
viéndole de amigo y protector.
falsificaciones. —La P a r fu m e r ie N i n o n expide á todas partes sus prospectos y precios corrientes.
Esta es una historia muy vieja; pero probable­
Depósitos en Madrid: A g u i r r e y M o lin o , p e r fu m e r ía O r ie n ta l, C a rm e n . 2; P a sc u a l, A r e n a !, 2 ;
mente verdadera, pues tanto los animales como A r t a z a , A lc a lá , 2 3 , p r a l. izq .; p e r fu m e r ía efe U r q u io la , M a y o r , 1 ; R o m e r o r V ic e n te , p e r fu m e r ía
los hombres muestran su gratitud á quien les In g le s a , C a rre ra d e S a n J e r ó n im o , 3 , y en B arcelona, S r a . d u d a d e L a f o n t ¿ l i j o s , y V icente F errer.
libra de un dolor. Tres cartas tiene ahora «le­
íante de si, en su mesa, el que estas lineas es­
P A R F U M E R IE
cribe, y aunque las tres son de distintas perso­
nas , todas contienen esta misma expresión: «Doy
á usted un millón de gracias.»
BAN D AG ES BARRERE
p e r f u m e s
Una de ellas dice como sigue: «Los efectos de N u e v o s
ADOPTADOS PARA EL EJÉRCITO
su remedio en mi caso lian sido maravillosos.
DE ñ l G A U D
Y G ia
L. B A R R E R E , médico in u e n to r
Medicinas de varios doctores, remedios caseros,
E l Bandage (braguero) Barreré, e lá s t i c o y Sin r e s o r ­
especialidades de España y de otros países, todo Proveedores de la Real Casa de España
1ST1 1 © v a
C r e a c ió n
t e s , contiene las irregularidades ( herm as ¡ ma» difíciles y
había sido inútil paracurarme de una dispepsia,
8 , r u é V iv ie n n e , P A R IS
en »Dsolulo suprim e toda molestia. L a sujeción bien hecha
de la cual venia sufriendo durante muenos años.
por u n bandage que no molesta , equivale a la curación.—
Y, sin embargo, con sólo cuatro botellitas do su
E l Bandage llam ado Guante , ú ltim o perfeccionam iento en
Recomendados
por
su
suavidad,
su
deli­
preparación ue usted, he recobrado la salud «pie
su género, se m odela sobre el c u erp o , es imperceptible,
cadeza y su sello aristocrático.
tenía. No encuentro palabras con que expresar
puede ser llevado d ia y n o c h e , y jam as se afloja ni se des­
v ia , lo cual es fácil de com probar.—Produce la sujeción
á usted mi gratitud. Doy á usted un millón de
6 , A v e n u e d e l ’O p é r a
G
r
a
c
i
o
s
a
perm anente, único tratam iento practico de la» irregulari­
gracias. (Firmado): J osé Díaz P intado . MemP A R I S
dades
ó
hernias.—M
.
Barreré.
3
,
boulevard
du
B
a
la
is,
P
a­
L u c re c ia .
brilla, -i de Octubre de 1892.»
rís.— F o lleto , 1 ir.—T i-ta m icn to fácil por correspondencia.
La carta que precede está dirigida á los seño­
U L ila -s lo la - a u c a - S .
res Galiana é Hijos, de Manzanar«», que le ha­
I r i s b la n c o .
bían recomendado al que la escribe el Jarabe
Curativo de la Madre SeigeljR .osin.et,.
La segunda carta dice asi: «Tengo una satis­
B o u q u e t R o y a l.
facción al hablar del beneticio que he obtenido
" V io le ta . B l a n c a .
con su remedio de usted. Estaba sufriendo de
dolores reumáticos y de dispepsia general, y lle­
A s c a n io .
Û 4
T U R
gué por fiu áencontrarme tan débil, que \n no
OL
LV
V O
• • r *
■ ■
E SE N C IA ^
P» O
B e a n d ’E s p a g n e .
podía dedicarme á mi trabajo. Después de ha­
PARA
DE ARROZ
cer probado sin éxito todos los demás medica­
Y la n g - Y la n g .
el P A Ñ U E L O
JA B O N
mentos. tomé varias botellas del Jarabe Cura­
C R E A C IO N
tivo de la Madre Seigel, y me encuentro ahora D E P Ó S IT O E N L A S P E R F U M E R IA S
P^fumRm Oriza L. LEGRANDn
de H o p a ñ a t i A m e r i c a ,
completamente fuerte y bueno. Tengo tal fe en
r/Æ m /Æ /Æ /A
él, que siempre que salgo de casa me llevo una
botella. Doy á usted un millón de gracias. De
usted afectísimo. (Firmado): Luis I barba.
R e u m a t is m o s , D o lo r e s .
Calle del Palomar, 3, Valencia. Mayo6 de 1893.»
Curación asegurada con el B á ls a ­
La tercera carta es igualmente clara y con­
mo y el E lix ir D ubourg. Frasco: 5 f r .
vincente: «Tengo una gran satisfacción, dice,
V e n ta: F arm acia, 0,11. d ro zu tier. P aria
en informar á usted que mi madre se halla mu
cho mejor desde que empezó á tomar el Jarabe
L a s m a s a lta s d is tin c io n e s
to d a s la s G ra n d e s E x p o s ic io n e s
Curativo de la ¿Madre Seigel. Durante dos años
V E R D R_ ° E X T R A C T O
I n te r n a c io n a le s d e s d e 1 8 6 7 .
C O M P A Ñ I A
C O L O N I A L
había estado sufriendo de dolor de estómago,
CHOCOLATES Y CAFÉS
dolores en los costados, y de una gran tensión
La casa que paga mayor contribución indus­
FUERA DE CONCURSO DESDE IS85
d e C A R N E
L I E B I G
de nervios. Al lin se puso tan débil y tan bal­
trial en el ramo, y fabrica ÍM M M f k i l o s de
dada que no podía mover manos ni pies; cu una
chocolate al día.—Mí"* ni«*«lallas d e o r o y
Caldo concentrado de carne de vaca útilísimo y nutritivo para las familias y enfermos.
palabra, estaba imposibilitada por completo de
altas
recompensas industriales.
nacer ningún trabajo casero. De todas cuantas
Exigir la firma del inventor Baron LIEB1G de tinta azul en la etiqueta.
D
K
P
Ó
SITOíiRNKRJL: CA1.LK MAYOR. 18 í 2«. MADRID
medicinas la compré, ninguna Ja sirvió para
Se vende en las principales Droguerías, Farmacias y Casas de Comestibles de España.
nada; hasta que un día cayó en mi poder un A1manaque de la Madre Seigel y lo leí. Persuadido
del mérito de esta medicina, por las sencillas y
sinceras manifestaciones contenidas en ese librito, compré una botella, y pronto pude vel­
Nuevo, único y primer remedio cierto para la Diabetes. No puede perjudicar, y pronto el diabético
los buenos efectos de aquélla. Fui por la segun­
„unooe su mejoría, que sigue hasta la completa curación. Fijarse y atenerse al prospecto, lo pesetas caja.
da, y después de haberla tomado pudo ya mi
C O M PA Ñ ÍA IN D U S T R IA L
Depósito principal: J. Surroea. farmacéutico. Badalona. desde donde so remite por correo, previo pago.
madre moverse por sí misma, y ahora esperamos
Venta
rxrr
mayor: Sres. Vicente Ferrer y C.\ y Sociedad Farmacéutica, Barcelona; y en Madrid. don
____al]H
>r mayor
confiadamente que se restablezca por completo.
DE
LOS
PROCEDIMIENTOS
PRIVILEGIADOS
Melchor García, Capellanes, 1duplicado.
Doyá usted un millón de gracias, y quedo su
R A O U L P I C T E T
afmo. (Firmado): Conductor Kayachol, plu/.a
de Tetuán,12, Valencia; Mayo l.°de 1893.»
Capital: 3 .0 0 0 .0 0 0 de francos
,c l á en ferm ería^
Estas tres cartas llevan, pues, en sí mismas la
CUENTOS, POI! I). JOSÉ FERNÁNDEZ BREMÓN
M
Á
n i l l l ü A C para.la PRODUCCIÓN dd
expresión de la verdad. En todos esos casos no
D e v e n ía e n la s o fic in a s «le L a ILU 8T R A C IÓ N
había más que una sola enfermedad: indiges­
FRIO y del HIELO
E s p a ñ o l a y A m e r i c a n a , A lc a lá , 2 3 , M a d rid .
tión y dispepsia. El doloroso y lastimoso reuma­
4
B a ra ta s
tismo y la debilidad nerviosa de la madre del
conductor Bavachol, eran simplemente resul­
ENVÍO FRANCO DEL rROSFECTO
PIDANSE LAS ACREDITADAS
tado y sintoma de la condición de sus órganos
n i d o lo r de m u e la s el q u e u se el e líx ir
«ligestivos. La sangre y los músculos, impregna­ 16, rué de G ram m ont, P A R ÍS
ESPECIALIDADES DE
dos del ácido venenoso creado en el estómago
CROWN
PERFUMERY CO.,
entorpecido, causaron un estado de cosas para el
que prepara
el D r. A n d r e u .
S e rie : E tiq u e ta d o ra d a .
a? b>
cual toda aplicación exterior era sólo de un ali­
r,
Su uso emblanquece
emblanq
la dentadura
o
Extractos. Arui»do Tocador; Polvo»,
vio temporal. El Jarabe Curativo de la Madre
V’ O, aromatiza el aliento, calma el ¡ y f j
y Jabón do Tocador.
Seigel, al hacer expeler del sistema el veneno
'*** "gi dolor de muelas y fortifica ° • e,
por medio de los intestinos, la piel y los riñones,
CUIR
DE RUSSIE,
las E N C Í A S .
mató el reumatismo en su origen, y disipó todos
PEAU D’ESPACNE,
los efectos de aquél.
en poW ° Ô-©
Téngase bien presente que este remedio obra
b la n c u * a
Rue Morand, 9, Paris
LILAS BLANC,
completamente bajo principios científicos, y bajo
las más «fiaras leyes referentes al cuerpo huma­ E X P O S I C I Ó i r U N I V E R S A L
CARDENIA,
no; la principal de las cuales es quo todas nuesE x t r a fin os y co n e l e g a n t í ­
Ib A -R lS , 1 8 8 9
tras enfermedades más comunes no son nada
A LO S T E S T A M E N T A R IO S
s im o s e n v a s e s .
más que consecuencias y síntomas de la indig«aMEDALLA
DE
ORO
«le D. P io q u in to M o ra le s, participa doña
Crown
Perfumery Co., London.
tión y la dispepsia. Esta es la enfermedad casi
Teresa V. de Ramírez y Morales, sobrina camal De venin en Madrid :—Perfumaría Infjlesa Carrera de San Gm>*
universal y la causa del dolor de millones de
nintn a • v .*ntodas ¡as buenas Perfumerías.
del finado, que para los efectos de la herencia
peroonaa en todas las naciones.
que el mismo hubiere dejado, pueden dirigirso
OBJETOS
DE
CAOUTCHOUC
Para curarla se compuso el Jarabe Curativo
su nombre en casa de D.* Emilia Sáinz de
de la Madre .Seigel, y su brillante éxito se men­ WBuziti4Sanitario .1. I£ . F i s c h e r , F ra n c fo rt, s i , áDuran,
librería, en Mazatlan (México).
envia
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Si el lector se dirige á los Sres. A. .1. White,
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REUMATISMOS,
drán mucho gusto en enviarle gratuitamente un
usPILDORAS FUNDENTES OOLORES, LUMBAGO. HERIDAS. LLAGAS.* Tópico
excelente
folleto ilustrado que explique las propiedades
de T H . G R A S
contra
Callos.
Ojos-do-Gallo.
En
loa
Farmacia*de este remedio.
Suprimen toda Corpulence.
El Jarabe Curativo de la Madre Seigel está de
M u y e f i c a c e s . i n o f e n m v a B . F“*.9,r.Le P e le tie r, Parli
Médaille d’Or ISSU
venia en todas las farmacias. Precio del frasco,. 1 4 fia , B “ P O IS S O N N IE R E , PARÍS.
ia n d o ó v e n d ie n d o
14 reales; frasquito, 8 reales.
T o. «s eI al l po se r«sl eo nc ao rcr ae mo ,b recibirá.
*.i lo pide su precio
N IN O N DE LEÑOLOS
ARRUGAS y MANCHAS ROJIZAS
IRREGULARIDADES
Caprice
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A
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L I E B I G
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ANTI-DIABETES
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M E N T H O L I NA
P IA N O S
F O C K É F IL S A ÎN É
P I A N O S A. B OR D
BRONQUITIS CRONICAS, TOSES PERTINACES, CATARROSC u r a c i ó n p o r l i E M U L S I O N M A R C H A I S . — MAtiRin.Ielcbor Gircia,
liuENoa-AVREsJemarchi ^».-M ontevideo . U sCajei.-MExico.YaaDenWmaaart
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1CASINOS, ETC.—So remite Catálogo, tranco. de correo auténticos, á precios módicos.
J . A . J O S T . - 120, rué OUerkampf, Parla.
E. HAYN, BERLÍN, N.
24
.
188 — x.° xxxv
LA
I L L ST ILICIÓN
ESPAÑOLA
Y AMERICANA
Cotí verdadero complacencia hemos leído osle libro, en el
(]iie el Sr. Monedero na escrito una liistoria bastante com­
pleta de la guerra de Africa, advirtiéndose en toda la obra ese
calor y colorido con que narra siempre los hechos el que los
ha presenciado y tenido parte en ellos,
A faltado verdadero juicio critico de los E p is o d io s m i l i ­
t a r e s d e l e j é r c i t o d e A f r i c a , pues en las breves lineas que
podemos consagrarle no cabria, copiaremos las siguiente'
frases que encontramos en el prólogo, tan dignas de saberse
y meditarse como generalmente desconocidas :
« Ks necesario que todos los españoles, sin excepción, lije­
mos nuestra vista en loque en el Oriente del Imperio raogrebino sucede respecto de las aspiraciones do la rectifica­
ción de la frontera argelina: pues s¡ lo que nuestros vecinos
internan ya hace mucho tiempo llegara .-i realizarse, adiós
importancia de Melilla y Chafarinas, y adiós inlluencia espa­
ñola en la antigua Mauritania.»
Cuantos españoles conocen las cuestiones africanas, y es­
pecialmente la marroquí, están conformes, con unanimidad
harto significativa, en (pie no se puede transigir do ningún
modo y a ningún precio con el proyecto de i edificación de
la frontera, que V rancia persigue h.’u-c mucho tiempo y cuya
inmediata, pero no única, consecuencia sena la ocupación
de Tánger por la Gran Bretaña.
Si los franceses avanzaran hasta el Muluya sin (pie España
se opusiera Aello por todos los medio-, habríamos renegado
de nuestro pasado y renunciado, no sólo á nuestro porvenir,
sino ¡i la seguridad'’del territorio nacional.
Cuesta este interesante libro 3 pesetas, y véndese en las
principales librerías,
D is c u rso ledo por L>. Miguel Granell y Korcadell, profesor
de sonlo-mudos del Colegio Nacional de .Surio-mudos y de
Ciegos, en el acto público de la distribución de premios a los
alumnos del mismo, el día 2!l de .1unió de ISH3.
El discurso del ¡Sr. Granell y Korcadell es un curioso «'•im­
portante estudio acerca de la educación y enseñanza délos
ciegos y sordo-mudos. Sigue al discurso una segunda parte
con los datos estadísticos del Colegio de .Sordo-mudos y Cie­
gos de Madrid en el cuiso de ls‘.)2-fi3.
V a l o r t - l i n i r o «I«- Io n m c r l i o s «Ir e x p l o r a c i ó n
nos!ira de la dilatación del está maga ,
T .
/ { e l l a s A r f e s d e / t u r r i l in a .
J O N E S
V IC T O R IA E SE N C IA
El perfume mas exquisito del mundo. —
Gran surtido de extractos para el pañuelo,
ue la misma calidad.
El señor Alcalde de Barcelona ha tenido la bondad de re­
mitirnos el Reglamento de la Exposición de Bellas Artes
que bajo los auspicios de aquel Ayuntamiento lia de inaugu­
rarse el 23 de Abril de 1 ‘J l . cerrándose el 2'.) de .1unió'si­
guiente.
l,a Exposición comprenderá tres grupos: 1 .“ Tintura, di­
bujo. grabado y modelos de etnografía: 2 ." Escultura en sus
diversas clases y procedimientos;
Arquitectuia en todas
sus manifestaciones art ísticas.
Habrá un premio de honor y veinticuatro diplomas. Asig­
nase para adquisición do la obra que obtenga el premio de
honor la cantidad de 1 0 . 0 0 0 pesetas, y de las que obtengan
diploma podrá el durado designar doce, que comprará el
Ayuntamiento para el Museo Municipal de Bellas Artes.
T r a ta d o «»loiiieiital y pi*a,-l¡«-o d e l ’a to lo g ia y <Hen­
il (’« ( iin c e a lá tj ic u . por*M. M. i’onte, antiguo rector y catedrá­
tico de Obstetricia de la T'niversidad Central de Venezue­
la. etc , etc.
Momos recibido el primer tomo de este tratado. Obrado
tanta importancia, y en la que se tratan materias tan delica­
das y graves, no puede ser juzgada después de una rápida lec­
tura y por sólo su primer tomo. Diremos, por tanto. de ella
una sola cosa, y es. (pie el Dr. Ponte manifiesta haberla escri­
to después de una larga práctica, y (pie es muy de estimar lu
claridad y método riguroso de la exposición.
C a rta » «lo m u je r, coleccionadas por Jacinto Renavente.
Un tomo de 1(15 páginas, que contiene lo que el titulo
anuncia: cartas de mujeres escritas con diferentes motivos.
i,a obra está muy bien impresa.
Precio: 3 pesetas.
T r a ta d o d e A ritm é tira . Ideas generales de los problemas
y definiciones de aritmética para alumnos (pie esperan ingre­
sar en el primer año de Matemáticas, por Rodrigo de Eche­
varría y Uasterrechca. profesor de Algebra.
I.n sociedad E r a / i r / n d a d M m id a ijn e s a ha tenido la aten­
ción. que agradecemos, de remitirnos un ejemplar de e»tc
tratadito de Aritmética, muy recomendable por el método
de la obra en general y por la claridad y rigor de las demos­
traciones.
E l U n es» en Isa In d u s tr ia y en la A g ric u ltu ra , ñor
P. G. J. de Guillen García, ingeniero industrial.
En este libro estudia el autor, primero las cualidades físi­
cas y químicas del hueso, sus infinitas variedades y sus no
menos infinitas aplicaciones industriales y agrícolas.' No sólo
nos parece de mucha utilidad como obra de consulta, sino
que también merece leerte por los aficionados, pues contieno
muchas particularidades curiosas. Su precio, 2 pesetas.
G. R.
« li a g -
I. A 11 A K 0 N E S A P E I1A H D E X ,
A R T IS T A
& 1889
FABRICANTE DE PERFUMERIA INGLESA
EXTRA-FINA
S eptiembre 1893
evitable en tanta extensión de tierras como ocupa la lengua
española, y hablándola tan grande variedad de gentes de tan
diversos orígenes: pero bueno es ir á la mano á los inútiles ó
bárbaros, que bario tenemos que lamentar con los daños
que la manía de lo francés va causando en lenguaje, cien­
cia. literatura y costumbres en los españoles de América.
Iti'C lam piilo «lo la -oguiidn I'xposUrión (¡e u c ra l «te,
por I>. Nicolás Rodrí­
guez y Ahavtúa, doctor en Medicina y Cirugía. Comunica­
ción hecha á la Academia Médico-Quirúrgica Española el
día 1 Gde Febrero de 1 tí'-ClHemos recibido dos ejemplares de esta interesante comu­
nicación, cuyo precio es de 2 pesetas.
V i c i o s d e l l e n g u a j e . P r o v in c ia lis m o s d e ( iu a le m a ld , por
Antonio Uatres Jáuregui.
Nos parece de mucho interés este diccionario de provin­
cialismos guatemaltecos que el Sr. Uatres acaba de publicar,
y nos agradaría ver publicados parecidos trabajos acerca de
los provincialismos peruanos, chilenos, argentinos, mejica­
nos, etc., etc. Todo cuanto tienda á conservar la unidad de
la lengua española es beneficioso para la unidad de la raza,
y por tanto para la fortaleza de ésta, lo cual, por cierto, es
de mucha necesidad para resistir á la invasión de otras.
Comprendemos (pie la formación de provincialismos es in ­
3 Medallas en las Exposiciones de 18 7 8
• li
EN
ECUESTRE.
CUANTOS PU N TO S Y
C L IM A S S E E M P L E A R O N
LOS
S A U C IL A T O S DE B IS M U T O Y CERIO
I J JK
L A «JU V E N IL
Polvos sin ninguna mezcla química, para el
cuidado de la cara, adiiereutes é invisibles.
C R E M A IA T IF
Se conserva cu toaos los climas; un ensayo
hará resaltar su superioridad soure los demas
Cold-Cremas.
A G U A CE T O C A D O R JO NES
Tónica y refrescante, excelente contra las
picudaras do los insectos.
E L IX IR V P A S T A S A M O H T I
Dentífricos, antisépiicosy tónicos, blanquean
los dientes y loríe lacen las encías.
23, B o u le va rd des C apucines, 23
e n e l C Ó L E R A , c u r a r o n c o n l a c o n s ta n c ia q u e n in g u n a o t r a m e d ic a c ió n ,
h a s t a e l e x tr e m o q u e e l T u n is i e s p a ñ o l d o c to r M o n ta ld o , o t r a s a u t o r i d a d e s
m é d ic a s é in f in ito s e n f e r m o s d ic e n e s p r e f e r ib le á to d a s .
Desconfiad de las imitaciones
De venta en las principales farmacias
P A R IS
Dépóslto en todas la buenas P erfu m eríasf
CABELLOS CLAROS Y DÉBILES
£)
S I N A P I S M O
raüUó do A l e x a n d r e
1‘gHR RT FILS
81, r. Lafaijettc
P ar
a
<&
R I G
0
L L
0
T
des
Penedictllis iíu Moni M njclla . q u e detie­
ne ta m b ié n s u caichi y ret ra sa su deeolo-
R e s f r ia d o s , D o lo re s , C o n g e s tio n e s
ORGANOS
HARMONIUMS
Bilde)JOfr. baila8,000 fr.
Re a la rg a n , renacen y fortifican por el
empleo (íd lix tra il CapUiiir«-
SE HALLA EN TODAS LAS FARMACIAS
.
0
EXÍJASE l a FIRMA ENCARNADA d e
INVIO HUNCO Al OC» LOPIDA RII
• - 5 ración.
Sene/, adm inistrador, 35. rué dit
I Seplcmbrc, París.—Depósitos en M adrid:
Perfum ería O riental. Carinen, 2; A gulrre y
j*
M olino, Preciados, 1; Urquiola , Mayor. I. y
)
en Barcelona, S ra . d u d a de L a fo lit c Hijos.
C a tà lo g o ilustrado.
U0GNAC JURADO-CASTELLON
.T E R E 7 .
____________ ______
__ _____Creosol,i tio y roort" v
0LUCI0N
CUNAUD“
ce’
O liccrtn«
— T o s re b e ld e , B ro n q u itis. C a ta rro «
a iitig
:ia>o s.T isJs y e n fe rm e d a d e s ilei P e c h o . P»m»,
w u n n n n n n u n u n n n tín n n K u n u & y í
v.
(tu Marchand. 13,r.firtBier-S'-Uure.Ytodiir** a« luttperien
Perfumería, 13, Eue d’Enghien, París.
g
-71M
/r -mE -r-v
t
D -rIy-C /iA y»C -rIr sO-i»N
'
P IL D O R A S Y J A R A B E
a
POLVOS
m Ts \O-TXN
TT I C AA
B LA N C A R D
C on
io d u .r o
de
H ie rro
in a lte ra b le
R eco m ien d a
B
sig u ie n te s
g
V
E x íja s e l a f ir m a y e l s e llo
VAAy
d e g a ra n tía .
HELIOTROPO BLANCO - LACTEIN A.
R eservados todos los derechos do p ro p ied ad a rtístic a y lu craría.
5 # ! n n n c m
n a im
\
¡
(P A R IS
4 0 , r u é B o n a p a r te , 4 0
n H n n n n H n n H H n 5 S
MADRID. — E stablecí m íen lo lipoliiogríifico » Sucesores dtì liiv a d e n e y ra s,
im presores d e la Real Gusa.
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