ser mons. octavio ruiz arenas

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ENCUENTRO INTERNACIONAL EVANGELII GAUDIUM - SÍNTESIS (S.E.R.
MONS. OCTAVIO RUIZ ARENAS)
S.E.R. Mo ns. Octavi o Ruiz Arenas
Secretario de l Pontificio Consejo para la Prom oción de la Nueva Evangelización
La Exhortación apostólica del Papa Fr an cisco nos interpela de manera muy clara y dire cta
acerca de cómo estamos cumpliendo la m isión que encomendó Jesús a todos nosotros sus
discípulos y, al mismo tiempo, nos invit a a no perder la alegría de anunciar el Evange lio ,
ni el entusiasmo misionero, como tam po co el ideal del amor fraterno y el valor de la
comunidad.
Las distintas conferencias que hemo s escuchado durante este Encuentro Internacio n al
sobre el Pr oyect o past oral de la Evangelii gaudium ciertamente no cubren, ni pretendía n
cubrir, toda la riqueza doctrinal y pasto ral que se encuentra a lo largo de esta Exhortació n ,
pero han trata do de brindarnos una mir ada glo bal que permita poner de relieve el ce ntro
y el eje de toda acción pastoral, como ta mbién el espíritu que la debe animar en to d o
momento, para seguir profundizando las pautas pastorales que el Papa Francisco nos
ofrece par a q ue l a I glesia cumpla a cabalidad su misión evangelizadora
Retomando los temas tratados en est os día s, p resento algunos puntos que pueden se rvir
de síntesis de cuanto hemos reflexiona do .
1.
La E vangelii gaudium es una Exhor tació n apostólica del Papa Francisco centra da
fundamental mente en el anuncio del Evangelio. Se trata de un documento programático
de su pontifi cado que urge la renovación d e la acción pastoral de la Iglesia y que invita a
todos los bautizados a una profunda re flexión sobre la orientaciones pastorales que allí se
contienen y a una sincera y valiente eva luació n de los procesos y programas que se están
llevando a cabo en las distintas diócesis, p ar roquias, movimientos y demás realida d es
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eclesiales, para lograr una auténtica conversión pastoral, que permita poner a la Iglesia
en un estado permanente de misión.
2.
Las líneas pastorales que present a la Eva ngelii gaudium expresan una gran sinton ía
y una continuidad con la doctrina exp ue sta po r Pablo VI en la Evangelii nuntiandi. Las d o s
Exhor taciones se centran en la misión fundam ental de la Iglesia y presentan de ma nera
clara l a esencia del anuncio de la Buena Nue va que es Jesucristo, aunque lo abordan de
manera difer ente. A mbas insisten en la centr alidad del kerygma, señalan el espíritu de la
evangelización y la f uerza del Espíritu del Resucitado que impulsa la acción de la Igle sia ,
indican la importancia de la piedad po pu lar , como también de la predicación y el pue sto
que en ella ocupa la homilía. Sin embar go , el Papa Francisco se dirige a la Iglesia e n un
tono menos académico, pero más ardien te, pa ra invitar a la conversión, no sólo pers ona l,
sino también pastoral , a fin de que el esp ír it u m isionero y el nuevo estilo evangeliza dor
que nos propone sean asumidos en cualq uier actividad que se realice en la Iglesia.
3.
El Santo P adre nos invita a poner en mar cha una nueva etapa evangelizadora q ue
esté marcada por la alegría misionera qu e b rota del encuentro con Jesucristo. Esta aleg ría
no es la que of rece el mundo, sino la ale gr ía de los pequeños y los humildes, que se
cimienta en la P alabra de Dios, escuchada y celebrada sobre todo en la Eucaristía, la cual
alimenta a los cristianos y los vuelve capaces de salir a anunciar a todas las gentes e l
corazón m ismo del E vangelio, es decir , “ La b elleza del amor salvífico de Dios manifesta d o
en Jesús m uerto y resucitado” y los im pu lsa d ar un auténtico testimonio de fe en la vida
cotidiana.
4.
Todo pro yecto pastoral debe estar a nclado en la Palabra de Dios para de esa mane ra
realizar con fidelidad el verdadero obje to de la presencia y de la acción de la Iglesia en e l
mundo. Esto comporta buscar los leng ua jes, metodologías y signos más coherentes p a ra
dar respuestas a los i nterrogantes del hom br e actual y debe conducir al cambio de vid a
de los discípulos de Cristo, a fin de qu e la credibilidad de la fe surja de un testimo nio
vivo. Par a ello se requiere, por lo tanto , mu cha oración y contemplación para que no se
convierta en una pastoral estéril.
5.
La pastoral en cl ave misionera d eb e te ne r, por una parte, una dimensión profética
que incite a veri fi car en qué medida el cr eyent e tenga conciencia de ser testigo de cua nto
Dios ha revel ado, como también de su pro pia identidad bautismal, para que anun cie,
con gozo y esperanza, el amor misericord ioso de Dios. Por otra, la pastoral debe ser
acogedora, pa ra lograr una comunidad de puert as abiertas, en donde se viva la comun ión
y que, com o fruto del encuentro con Cristo , salga a buscar y acoger a los pobres y a todo s
los herm anos sin barrera alguna. Para re alizar todo esto se requiere una buena formació n ,
a fin de poder “dar razón de la espera nza ” p resente en nosotros y participar a todo s e l
gozo de habe r encontrado a Cristo Resucitado.
6.
En la actualidad hay una g ran a glomeración de hombres y mujeres en la s
grandes ciudades, las cuales son realidades m ulticulturales en donde se gestan nu evas
formas de culturas, con nuevos lenguaje s y simbologías, que ofrecen a sus ciudad ano s
infinitas posibil idades, pero también num er osas dificultades. Es necesario tratar de
comprender cómo se desarrollan, discer nir sus dificultades, conocer mejor su historia p a ra
vislumbrar su fut uro y buscar responde r d e m anera adecuada a cada situación. Urge , po r
consiguiente, ayudar a descubrir la pr esencia de Dios en la ciudad, para promove r la
solidaridad, la fraterni dad y toda forma d e bien, de verdad y de justicia, para lo cual h ay
que proyectar espacios de oración y comu nión que sean atractivos para los habita ntes
urbanos; encont rar el modo de evangelizar pr opiciando nuevos modos de relación con
Dios, con los ot ros y con el espacio; apr en de r a utilizar los sitios de internet, los f oro s,
los blogs, los t weet s, para evangelizar y dia logar con millones de personas; conoce r e l
mundo juveni l, con sus valores y prob lem as y ofrecerles una educación que responda a
la realidad qu e vi ven.
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7.
La fam ilia, a pesar de la profunda cr isis cultural que está padeciendo, sigue siendo u n
ambiente propi cio para conservar e irra diar la f e, pero es necesario ayudarla a redescub rir
su esencia y su i mport ancia dentro de la sociedad y la Iglesia. Ella es misionera y tie n e
un fuer te val or profético por el hecho m ismo d e ser familia, puesto que al vivir su voca ción
permite que las demás personas puedan ver y experimentar el amor divino y contemplar, a
través de ella, l a belleza y la luz de Dios. Por esto la familia, como decía san Juan Pa blo
II, es el corazón de la nueva evangelizació n.
8.
Otro esp acio i mportante para re alizar el alegre anuncio del Evangelio es la pieda d
popular, que consti tuye una expresión de la acción misionera espontánea del Pue b lo
de Dios. Ell a permit e interactuar con la cultu ra de los pueblos y refleja la enorme se d
de Dios que se da sobre todo entre lo s po br es y sencillos. No se la puede confun d ir
con la “r eligiosi dad popular”, la cual se refiere al deseo de Dios connatural al homb re
y que está p resente en la dimensión r eligio sa de toda cultura, pero que puede lle var
a manifestaciones de superstición a jenas a la fe cristiana. La piedad popular, po r e l
contrario, es un instrumento válido, un verd ad er o lugar teológico y una manera legítima d e
vivir la fe, que ayuda a los bautizados a un encuentro personal con Jesucristo y a sen tirse
miembros de l a I glesi a. De ahí el profu nd o nexo que debe tener con la liturgia.
9.
Dentro de las manifestaciones d e p iedad popular sobresale la peregrinación a los
santuarios. En ellos se encuentra una llam ada constante a la gracia de la conversión, a
través de la proclamación de la Palabr a de Dios, la celebración de los sacramentos de la
Eucar istía y d e la Reconciliación y la a cog ida amorosa de los pobres, de los enfermo s y
de todos aquel los que sufren en su c ue rpo o en su alma.
10. La invitación a una conversión p ast or al es algo que inquieta a toda la Iglesia y que
exige una recta comprensión. Ante to do se tr at a de una verdadera conversión, un volver a
Dios de todo corazón, que no se puede log rar sin un encuentro personal con el Señor. Esta
conversión comporta una dimensión social, fr at erna y comunitaria, que lleve a la comun ió n
con los her ma nos y a buscar el bien comú n, en el que se tenga muy en claro las exigencia s
sociales del Evangelio. La conversión perso nal y comunitaria ha de estar soportada p o r
la oración y u na f uerte espiritualidad.
11.
La conversi ón pastoral supo ne un convertirse de lleno a la misión, un
autotrascenderse, un salir de sí mism o, p ar a lo cual es necesaria una ascesis que nos
libere de nuestra instalación cómoda en viejas estructuras, costumbres y actitudes p a ra
salir al encuentro de los que están a ba nd on ados y alejados; exige un estilo pasto ral
lleno de cercanía, acogida y compasión; impulsa a tomar la iniciativa (primerear), a
ser participati vos en l a planeación pa stora l y a buscar los medios para avanzar, como
también a decidirse de manera radical par a dejar a un lado la “simple administración” y
en cambio constituirse en un “estado per manente de misión”. Supone una transforma ción
de mentalida d y de criterios e igualm en te audacia para encontrar nuevas forma s d e
evangelizar, con nuevos estilos y carism as que permitan llegar a donde no estamo s
llegando.
12.
El estado permanente de misión al qu e nos convoca el Papa exige el testimo nio
de un encuentro real y personal con Cristo que se comunica a su vez en el encuen tro
con los demás. El encuentro está a la b ase de la “Iglesia en salida”, para respo nde r
adecuadamente a la sed de Dios qu e t ie ne mucha gente, es decir, hay que salir a
su encuentr o para ll evarla al encuent ro con Cristo. El encuentro, entonces, tiene una
estructura an tropológica y una estruct ur a t eológica. La humanidad del hombre se jue g a
en el encuentro. Por una parte, el ho mbr e ha sido creado de tal modo que es dad o a
sí mism o, pero en apertura a quien le viene a su encuentro. Por otra, Jesucristo co n su
Encar nación ha querido vivir esa lógica del encuentro y lo ha constituido como lugar de su
comunicación. La Revel ación de Dios ha sido p recisamente el encuentro personal de Dios
con nosotr os. Tenemos por lo tanto qu e salir a encontrar al Señor, pero más impor tante
todavía es de jarnos encontrar por Él.
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13. El anuncio del Evangelio debe est ar f uert emente soportado y alentado por el Esp íritu
Santo, ya qu e É l es el alma de la I glesia evangelizadora. Por ello el evangeliza dor
debe ser un hombre o una mujer lle no de Espíritu Santo, que es quien infund e la
fuerza para anunci ar la novedad del Eva ng elio con parresía, es decir, con audacia , co n
creatividad, con valent ía para ir con tr aco rriente y para ser libre de la comodidad, de
la acidia y l a mundanidad. La evange liza ción, por lo tanto, debe ser realizada con u n a
profunda espiri tual idad misionera, fundada sólidamente en la Palabra de Dios y la Liturg ia.
Asimismo deb e ser una espiritualidad holística que le permita sentirse hijo del cielo-hijo
de la tierr a; místico-profeta, discípulo -t est ig o.
14. Ser Iglesia es ser pueblo de Dios , el cu al se encarna en todos los pueblos de la tie rra ,
cada uno de los cuales tiene su propia cult ur a y diversas expresiones de la vida cristian a .
Esa diversidad cultural , bien entendid a, no amenaza la unidad de la Iglesia, pues e s el
Espíritu Santo qui en construye la unidad y la armonía que se da de manera sinfónica e n
ella y enriquece a la Iglesia evangelizad or a con diferentes carismas. En realidad, to do
el pueblo de D ios es sujeto de la evangelización, pues en virtud del Bautismo hemo s
sido constituidos discípulos misioner os ( cf. Mt 28,19). De ahí, por lo tanto, qu e la
nueva evangel izaci ón deba implicar un nuevo protagonismo de todos y cada uno d e lo s
bautizados, conscientes de su participació n en la vida y el amor de la Trinidad y alimente n
su vida con los sacramentos.
15. Las rede s sociales plantean un gra n desafío a la Iglesia, pero al mismo tiemp o
una oportunidad para la proclamación de su m ensaje. En efecto, el nuevo mundo dig ital
constituye una válida y necesaria herr am ien ta para hacer llegar el mensaje del Evangelio a
la gente y atraerla a la fe cristiana. Hoy debemos tomar conciencia de que en él viven y se
comunican m illones de personas, sob re t odo los jóvenes, de tal manera que es un mu n do
que necesita ser evangelizado. Nuestr o re to es llegar a ser testigos de Cristo allí, p a ra
entrar en diálogo con la cultura digita l, para lo cual se requiere el esfuerzo de apre nde r
ese nuevo lenguaje y saber utilizar esa t ecnología. La Iglesia tiene que estar prese nte
donde se enc uentra la gente.
16. No podemos descuidar en la evangelizació n la “via pulchritudinis” -la vía de la belle za
y del arte-, la cual ha sido de gran impor tancia en la vida de la Iglesia. Más aún, al fin al
de cada época de la hi storia de la Iglesia pe rmanecen siempre los santos, los mártire s y
el arte. Ahora bien, la belleza, en cua nt o encar nación del bien y de lo verdadero, contie n e
una dimensión cristológica y pneumat ológica, que nos conduce a la comunión con el
Padr e. En Cr isto encontramos la plenit ud no sólo de la verdad y de la bondad, sino tambié n
de la belleza, que nos atrae al amor, a tr avés d el cual Dios nos revela su verdadero rostro.
Si las comunidades cristianas no expre san la belleza de la vida bautismal no suscita rán
el deseo de Dios y de la vida en el Esp ír it u.
17. Es necesaria una verdadera “conver sión kerygmática de la Iglesia”, para que en e l
presente el p rimer anuncio se centre e n asegurar el encuentro personal con Jesucristo,
resalte la bue na not ici a de que todo ser huma no es objeto de la ternura infinita del S eño r
y busque la conversión de los cora zon es y no simplemente una exhaustiva formación
doctrinal. Est e pri mer anuncio, a tra vés de u n testimonio vivo, debe indicar los motivo s
de cr edibilida d según l a situación de los int er locutores, como también el motivo d e la
fe, es decir, la atracci ón interior y gr at uita de Dios. En la evangelización el “keryg ma”
constituye la puert a de entrada en la exper iencia cristiana y debe ocupar el primer pu esto,
no solo por qu e deba estar al inicio, sino por ser el anuncio principal que ha de ilumin ar
luego toda la acción catequética y que h a de se rvir de criterio hermenéutico de la correcta
interpretación de lo doctrinal, de lo litú rgico y de lo moral.
18. En el pr oceso catequético es necesario t omar en cuenta la dimensión mistérica –
celebrativa, e n donde se profundice y se viva el Misterio Pascual de Cristo. La Evange lii
gaudium recuerda en este sentido la im por tancia de una catequesis mistagógica en la
que se tome en cuenta la necesaria exper iencia formativa de la comunidad creyente y la
valoración de l os signos litúrgicos de la in icia ción cristiana. De ahí que haya que lo gra r
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una integración ent re catequesis y li turg ia, p ues ésta constituye el lugar apropiado p ara
hacer la expe riencia del misterio de Cr isto y de la Iglesia; en ella, además, el bautizado se
siente en comunidad, experimenta la alegr ía del Espíritu y pregusta los bienes celeste s.
Así se logr a f ormar cri stianos maduros qu e sean verdaderos discípulos-misioneros.
19. La pr edicación del Evangelio de be p ar tir de una contemplación de la Palabra de
Dios, per o también de una contemplación d el p ueblo al que se dirige, con el fin de po d er
despertar en los corazones de los creye nt es la alegría que surge de una plena relación con
Cristo. Par a esto es importante, además de la palabra del predicador, su propio testimo nio
de vida, par a que hable de un Dios que con oce y con quien está familiarizado. En efe cto,
es a través de una cadena ininterrump ida de testigos que llegamos a ver el rostro d e
Jesús.
20. La homi lí a es un género peculiar de pr edicación, en cuanto que se realiza en el
contexto de una celebración litúrgica , q ue debe ayudar a entablar el diálogo de Dios con
su pueblo. En la homilía la verdad va de la m ano de la belleza y del bien. Ella requie re
una seria preparación, que permita lle ga r con la Palabra de Dios y adaptarla al lengu aje
de la gente, lo cual supone que el predica do r deba escuchar mucho, compartir la vid a de l
pueblo y prestarl e gust osa atención.
21. La nueva evangelización es una invitación a reconocer la fuerza salvífica de lo s
pobres y a po nerlos en el centro del ca min o de la Iglesia, puesto que son los preferid os
por el Señor y los dest inatarios privile giados del Evangelio. La Iglesia, por tanto, ha hech o
una opción por los pobres, urgiéndonos a que en cualquier lugar y circunstancia estemos
atentos a escuchar su clamor. Más a ún , est a opción no sólo es una categoría teoló gica,
sino que constituye un criterio clave par a discernir la autenticidad de la vida cristia na.
Ellos pueden enseñarnos a descubrir que el valor de la vida humana no se encue ntra
en el éxito compet it ivo, o en el poder , sin o en amar a la persona tal como es. El Pa pa
Francisco nos dice que quiere “una Iglesia po br e para los pobres”, pues cuando entramo s
en contacto con el los, ellos nos transfo rma n y nos evangelizan.
22. Pongam os en manos de María esta nu eva etapa evangelizadora misionera. Ella es
la Madre de la Iglesia evangelizado ra q ue permite comprender el espíritu de la n ueva
evangelización. C ontemplemos a Marí a, e str ella de la Nueva Evangelización, para que
volvamos a creer en lo revolucionari o de la t ernura y del cariño, que es lo que hace de
ella un modelo de los discípulos mision er os.
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