La Irresistible Historicidad. Retrato del Artista Adolescente

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Fepal - XXIV Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis - Montevideo, Uruguay
“Permanencias y cambios en la experiencia psicoanalítica" – Setiembre 2002
La Irresistible Historicidad. Retrato del Artista Adolescente
En lo que sigue no me referiré al célebre libro de James Joyce. Sólo tomé de él
el título, bello y evocativo.
Me pareció adecuado ilustrar el tema que me interesa recurriendo a la vida de
un artista, un “alma grande”, una personalidad compleja. Como se trata de un
genio, lo que este tiene de abismal y divino, ha de producir un respeto casi
inhibitorio. Esto, y lo poco que a propósito se haya escrito—talento, genio,
inteligencia, han quedado hasta ahora para lo innato—nos abandona a una
especie de intemperie teórica.
Cuando lo interrogan por la motivación personal subyacente a una obra suya,
Beethoven rechaza la idea diciendo “el artista es de fuego”. Quizá la música
permita semejante alejamiento del origen, mas no la poesía. Volveré sobre ello.
Es un poeta, y su poesía no sucumbió al angostamiento solipsista de las
efusiones íntimas y exclusivas. Lo suyo revela un mundo objetivado, y a la par,
imaginario, todo ello, asistido por una fuerte aptitud simbolífica de desbordante
cosecha.
Muy brevemente, Vida y Obra: Rubén Darío (de él se trata) nace de un
matrimonio arreglado por la familia, que se deshace antes de su nacimiento.
Vive unos pocos primeros años con su madre, en una aldea rural. Luego es
tomado al cuidado de un matrimonio: ella, tía abuela materna, él, un coronel
liogado al unionismo centroamericano. Estudia entonces en un colegio jesuita, y
su fama de “niño poeta” promueve algún apoyo oficial, para completar su
formación. Luego irá a Chile, y allí publicará Azul, libro primigenio, que le vale un
comienzo de fama continental. Se hace jefe del movimiento modernista.
Periodista, viajero, peregrino cultural, casó muy joven con Rafaelita Contreras,
por lo que sabemos, su gran amor, con quien vivió muy poco tiempo, ya que
tuvo que exiliarse poor las eternas cuestiones políticas de la región, y ella murió
al poco tiempo de parir su primer hijo.
A fines del siglo y con 29 años de edad, publica Prosas Profanas: revolución de
la técnica verbal, prodigiosa asimilación de la cultura literaria, especialmente la
francesa. Otrora libro de combate, de emblema, poesía de creación de
atmósferas, hoy olvidada por su temática dieciochesca, según una lectura pobre.
Afirma allí el ideal de poesía pura, “cosa hermosa para siempre”- Keats dixit-,
una poesía de palabras escogidas y la aspiración, bajo anuencia Wagneriana,
de valer tanto como la música. Un hechizo que mantiene vivos y memorables,
tantos poemas de R Darío.
Luego, en 1905, vendrá Cantos de Vida y Esperanza, libro de culminación, de
madurez, donde ya marca los rumbos de la futura salida del modernismo, y que
seguirán Herrera y Reissing, el mismo Lugones, Mistral, César Vallejos y
muchos más: una temática más directa, más ligada a la experiencia vital, a las
circunstancias de su vida y de su tiempo. La brillante, triunfante adolescencia,
queda cancelada.
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Intercalados, otros textos, labores diplomáticas, periodísticas, vida en la Buenos
Aires europeísta y en la París ofuscada de creatividad. Alcoholismo. Crisis de
angustia, que trata de controplar con episodios, cada vez más francamente
dipsómanos. Búsqueda de solución en la mística, que fracasa una y otra vez. El
tema es, invariablemente, el horror a la muerte, el momento de transición, lo que
Unamuno llamó “la inenarrable congoja de no existir”. En algunos años más se
convierte, devorado por ese horror, y arruinado por la cirrosis, en alguien que ya
ha dicho todo lo que tenía por decir. Muere en 1916, luego de algún matrimonio
accidentado y algún que otro patético romanece.
La autobiografía: Darío estaba hecho, más para captar sensaciones fugaces a
flor de piel, que para ahondar en el sentido de su vida. De la autobiografía surge
la idea de un hombre “manso, sincero, impráctico, ecuánime, comprensivo,
compasivo de sí mismo, sensible a los honores que se le tributan”(E A Imbert).
Voy a basarme, sobre todo, en los primeros recuerdos.
El primer recuerdo: Un país montañoso, féretil, un villorrio campestre en la
frontera hondureña con Nicaragua, “…una señora delgada, blanca, de ojos
negros y brillantes, alerta, risueña y bella: su madre. “A ella enviábale de su
quinta legumbres y frutas un compadre gordo, de apellido Guillén. Un día me
perdí… se me encontró debajo de las ubres de una vaca”. Y aquí describe el
exquisito sabor de su leche, por alimentarse al ganado con el Yogol, fruto
mucilaginoso de una palmera. Describe cómo las vacas dejan el carozo grande
limpio y seco.
Exclusión, el compadre Guillén que gratifica a la madre que lo nutre a él a su
vez, la fijación a un Edipo que participa de la cualidad de precoz y también,
tardío.. La leche deliciosa, idealizada y mítica como esa madre que pronto
perderá, constituye una raíz cuya bifurcación marca dos caminos: a) la de su
aceptante curiosidad y posibilidad de nutrirse de otros autores y culturas,
(griega, española, francesa) y ser él mismo nutriente, y b), la raíz de su futuro
alcoholismo, aspecto negativo y siniestro de esa capacidad de asimilación.
Segundo recuerdo: unos fuegos artificiales en la plaza de León, “ yo ya estaba
en poder de mi tía abuela y su marido”. Se extiende en la descripción de ese
padre hallado a quien, como puede apreciarse, describe en un contexto de
celebración y fuegos artificiales. La descripción dice que el coronel había ido a
buscarlo, y se entiende que, con voluntad de padre, separa ambos tesoros, niño
y madre. Un bravo pero implacable jinete que rescata a un niño que juguetea en
un patio de tierra, para mostrarle las cosas del mundo. Textualmente: “el hielo,
los cuentos pintados para niños, las manzanas de California, el champaña de
Francia,y a cabalgar”.
Cinco artículos que resumen una oferta identificatoria perdurable. El unionismo
del coronel Ramírez también es espejo para ese Rubén titánicamente estudioso
de las literaturas para tornarse en jefe de un movimiento literario y de
pensamiento, el Modernismo Latinoamericano ¡en plena adolescencia!
Podemos imaginar una separación, de todo punto traumática, que marca.
Seguramente, no faltarían, ni razones prácticas, ni compensaciones, como
pronto se ve. La ausencia de padre está presente en la madre, malgreé el
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compadre Guillén, y esta carencia organiza y orienta las interacciones maternas
hacia el hijo. Por lo que puede verse, según Rubén,”…la imagen de mi madre se
había borrado por completo de mi memoria…”. Estas defensas disociativas, se
reproducirán en la vida del poeta, convirtiéndole en un ser sufrido que abandona,
siempre con buenos motivos para peregrinar, pero dejando, en sus experiencias
vitales, huellas de su ambivalencia hacia la mujer, por otra parte idealizada.
Estoy hablando de depresión infantil, trauma y duelo no elaborado. En cambio,
la ganancia de un padre puede leerse en la primera página de su libro de
primeras letras: “ Si este libro se perdiese/ como suele suceder/ …etc Y si no
sabe mi nombre/ aquí lo voy a poner” firma: Félix Rubén Ramírez, el apellido de
su padre adoptivo. Ahora no se perderá más, tiene un padre.
Otro recuerdo: el pausado toque de agonía, que las campanas de la iglesia
emitían cuando había un moribundo. “ Mi pueril alma se llenaba de terrores”.
Aprende a leer a los 3 años. Véase un cruce o encuentro con lo cultural, como
determinante: “había la costumbre de hacer epitafios para los entierros. Los que
sabían de mi rítmico don…llegaban a encargarme que pusiese su duelo en
estrofas”. De modo que el niño Rubén, escribía oraciones fúnebres en verso, y
por encargo.
Esto creó su fama de niño poeta, que el beneficio secundario, si se me permite
la extensión, consolidó precozmente. La oportunidad se tornó en imperativo,
estableció un componente del Self y de la identidad. La depresión recibe
entonces un uso funcional; este niño tan dotado lo puede aprovechar, y en tanto
adoptado, no puede rehusar la ganancia, esto es, tornarse agradable y meritorio
ante los demás.
Se inicia el camino que convertirá al niño prodigio en poeta prodigioso.
Respecto a la depresión infantil: Sandler y Joffe, Anna Freud, Rochlin y otros,
desestiman la importancia estructural de ésta en función de la aceptación de
sustitutos; sostienen que la pérdida es del estado de bienestar, y no de objeto.
¿qué observamos en este fragmento de la historia de Darío?:
a) las defensas se han mostrado eficaces para la conservación de la vida y de
su trascendental desarrollo, experimentando un esbozo de transformación
caracterial, que mitiga la angustia.
b) La integración del núcleo depresivo ha sido incompleta, y ello valió tanto
como condición positiva como para los desarrollos patológicos.
Probablemente la integración completa hubiera posibilitado el trabajo de
duelo, pero con un período de inhibición intelectual.
c) La “funcionalización” de la pérdida materna complejiza el vínculo con la
madre interna, con un contenido de aprovechamiento y de traición. En lugar
de llorar a su objeto, usa su pérdida en pro de su adaptación.
2 sueños y su antecedente: a edad puberal, una vecina lo llama, diciéndole:
“esta es Rosa, tu verdadera madre; ha venido desde muy lejos para verte”. Esta
lo besa, se conmueve (no así el niño), le da consejos,unos dulces y se despide
llorando. Rubén sueña: “…un caleidoscopio, o linterna mágica, cuyo central
punto rojo se hundía hasta incalculables hípnicas distancias y volvía a
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acercarse; su ir y venir era para mí un martirio inexplicable…” Lo periférico –
caleidoscópco es su juego de fantasía, y el punto rojo central, muy obviamente,
la madre y su relación con ella, de ineluctable martirio.
Segundo sueño: Otra pesadilla, cuyo relato abrevio: en un cuadrado de
oscuridad, se forma una figura blanquecina, como de un cuerpo humano
envuelto en lienzos. Aunque presentes, los demás no ven a la momia en
cuestión. Indefenso ante la sepulcral materialización que se acercaba, y que aún
sin pies ni manos iba a llegar hacia él, que ya sentía el olor tremendo de la
cadaverina, y que al tocarlo sufre como una conmoción eléctrica, muerde
aquello, y siente como si hubiera clavado los dientes en un cirio de cera.
Despertó. La madre que reaparece en la realidad convoca a la madre interna
terrorífica, un espectro, un muerto-vivo en quien la muerte se ve personificada.
Desprendimiento de la separación traumática, inelaborable para él. Su
contrapartida idealizada lo convierte en un enamoradizo confiado en que el
amor- y la poesía, su instrumento de seducción y de acopio narcisista- le traería
de vuelta esa imagen perdida.
En el segundo sueño, es interesante que nadie (los demás), se da cuenta. Todo
ocurre entre ella y él. El objeto es impotente para todo, menos para él. Sin pies,
se acerca, sin brazos, lo estrechará, señalando la intensa relación que el niño
intenta negar. La frase de la vecina “esta es Rosa, tu verdadera madre”, parece
estar en la base de esta otra escena, que narra en un ejercicio poético muy al
estilo de Becquer; “Cuando la vió pasar el pobre mozo/ y oyó que le dijeron:¡es
tu amada! / lanzó una carcajada…/”( el poeta se lanza a perorar acerca del
amor, del placer, de su destino, y cuando la embriagada tropa aplaude, rueda al
vaso una lágrima: “después, tomó la copa / y se bebió la lágrima y el vino “.
Creo sumamente ilustrativo de los mecanismos defensivos: intento de
recuperación del objeto primario en otros objetos amorosos,fracaso,
interiorización, o nueva introyección, a través de la regresión oral, del objeto en
el Yo, objeto idealizado, pero a la vez omnipotentemente destructivo; por lo
demás, todo lo desencadena el abandono.
En cuanto a la figura paterna, este adolescente se llena de padres a través de la
cultura. Hay una permanente búsqueda, apoyo y aprendizaje: los llama “padre”
en diferentes contextos, el “padre Hugo”, el “padre Verlaine (padre y maestro
mágico…) el venerado Stephane Mallarmé, el padre Martí…” A través de su
capacidad de absorción, Darío se convierte él mismo en padre y vehículo de
cultura de su continente, al resumir una genealogía de ideal lírico que abarca el
siglo entero: Poe y Swedenborg inspiran al Baudelaire de mediados, y Hugo,
sobre todo él, con el fuerte sello del romanticismo; a su tiempo serán el
parnasiano Verlaine y el simbolista Mallarmé. La poesía de este “indio divino”,
como lo llamó O. y Gasset, soporta hoy aún, saltos de gusto y metamorfosis
estética, por la belleza que creó. Estos, y otros más, son los donantes
identificatorios, orbitales, que pueden ser asimilados en una relación solidaria
con la identidad, en este caso, precozmente establecida. Precisamente, lo que
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quise mostrar en esta historia, es que la constitución de la identidad de esta
persona dependió de:
a) el núcleo conflictivo ya señalado: desconocimiento de padre biológico,- hogar
monoparental –adopción y consiguiente apartamiento de la madre, duelo no
elaborado, depresión, beneplácito del medio adoptante a la condición innata de
versificador.
b) La condición innata, facilidad para la lectura, que es actividad solitaria,
captación de los aspectos porofundos de la afectividad de los otros y de la
propia, lo cual implica fuerza del Yo para efectuar la selección de las
identificaciones significativas, la anticipación de la identidad y su resíntesis al
final de la adolescencia, como indica Erikson ( en este caso, la identidad fué
sintetizada en épocas preadolescentes, en gran medida). Esto creó una suerte
de especialización que aceleró la asimilación de todas las identificaciones
parciales de la edad infantil.
Ahora bien: hay acuerdo en considerar la identidad una relación entre el
individuo y su grupo. Darío fué elegido por su generación como uno de sus más
conspicuos referentes. ¿cuál es la función de un artista, o, si se quiere,¿cómo
llega a ser ese referente?
Si quiero abusar de la imagen regresiva, él comió los frutos de la palmera y
brindó su producto: una visión directa e introspectiva de la vida, plasmación de
circunstancias en su mejor expresión verbal, las palabras y su combinación y
ritmo que los hace recordables. El destinatario, el público, apela, evoca los
versos en un determinado momento, estableciendo ligaduras con la vivencia
inconsciente. En tal sentido, el poeta explora la frontera entre lo sensible y lo
pensable. La cualidad general del conflicto que trate, la accesibilidad de
vocablos y ritmos, da la razón de la popularidad de canciones y decires. Un
poeta culto como Darío se acerca a veces, al gran público, y otras, ilumina un
sector exclusivo de sensibilidad.
El ideal consiste en exaltar el prestigio de la palabra, una suerte de existencia
independiente que se le otorga. Para eso se requiere de la belleza, para
sostener ese valor único, mago. Allí es donde toma efecto de verdad, como si
pudiera conducirnos al fondo de las cosas e iluminarlo.
Por otra parte, la belleza creada acerca al ideal, genera émulos, define
ideología, y todo eso produce un afianzamiento del sentimiento de identidad, una
misión en la vida, un modo de hacer y sentir las cosas, una característica
general de estabilidad y pertenencia. Esto es importante respecto de la angustia
básica del poeta, que es angustia ante la muerte, dado que el ideal se refiere a
algo de lo cual uno pasa a formar parte, pero que va a sobrevivirlo.
Este es uno de los beneficios del creador literario, junto con:
- el de la externalización, que ha recibido una explicación fundamentalmente
económica
- el de la creción de metáforas, que amplían el sentido y lo fijan a través de
una particularización. Intento un ejemplo: cuando dice, en uno de los
Nocturnos: “Los que auscultasteis el corazón de la noche…” Entonces, a
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través del juego verbal, la noche queda humanizada, tiene corazón, como él
mismo; de allí, la aptitud de auscultarlo, ya no es el monstruo devorador y
desconocido. Por otra parte, es el corazón el que aparece en el silencio de la
noche, dando cuenta de que se está vivo, pero que se dejará, alguna vez, de
estarlo. Además, se dirige a quienes sienten como él, ya no está tan solo, en
especial si la muerte es para él la máxima soledad. “Cuando surgen de su
prisión los olvidados…” es decir, los objetos ambivalentemente incorporados,
en ese mundo interno en el cual la madre abandonante-abandonada marca
una siniestra vacuidad.
- Vemos aquí la confluencia de un mecanismo que implica una parte de
reconocimiento de la pérdida y otro de negación maníaca, provisto por su
entorno. Este mecanismo parece haberle ayudado a desarrollarse, aunque
su índole disociativa y la exigencia de su precocidad conllevaran junto con
los dones de las identificaciones paternas, el alcoholismo y otros desarreglos,
propuesto por estas figuras de identificación ulteriores (Poe, Verlaine,
Rimbaud), a modo de exaltación sacrificial y encuentro maníaco con el objeto
perseguidor.
He elegido la figura de un artista, un poeta de cuya saga nos separa ya un siglo,
y a quien sin embargo puede volverse “sin desencanto ni fatiga”. Iniciales
circunstancias de su vida han decidido su identidad, pero esta, a su vez, hasta
que sepamos más, es atravesada por condiciones precoces: toda esta historia
no se escribe sin un gran talento. Este habilitó a Rubén a recibir los dones de
una cultura más avanzada que la suya (la europea) . Consolidó precozmente su
Ideal del Yo que lideró tremendos esfuerzos de formación y creación. El
encuentro con sus héroes culturales, en plena adolescencia, y por vía de un
aprendizaje imitativo, insertó en él un desorden vital y definió la exigencia que la
pasión artística, como toda pasión, marcó en ese tiempo: lo impráctico, el
ascetismo y los márgenes de la ruina. Para estar cerca de la inspiración, cerca
de las síntesis inconscientes hay que renunciar al confort de censuras sólidas
entre los subsistemas psíquicos. Creo fascinante, aún en el terreno de la
patología este encuentro de todos los aspectos contrastantes de la personalidad,
lo precoz y lo inmaduro,lo temeroso y lo heroico, lo sublime y lo sórdido.
Intenté, en estas páginas, tomar un fragmento de la infancia y adolescencia de
mi personaje, y rastrear el desarrollo harto precoz de su vocación artística.
Es en cuanto a la vocación que encontramos muchos estudios y datos
autobiográficos; los estudios psicoanalíticos contienen siempre, como es natural,
las coordenadas del momento teórico en el cual se apoyan.
Así, mientras Rank habla de deseos prohibidos que se gratifican secretamente,
Freud traza un puente entre la creación literaria y el juego infantil. Y M. Klein
completa el circuito comprensivo que vincula el juego infantil y la fantasía
inconsciente.
En la precocidad de Rubén Darío, en su adelantada madurez, obligada por el
talento y las circunstancias, vemos cómo un niño puede cruzar muy pronto el
puente, y cuán claros surgen gratificaciones y peligros.
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Devolvió con creces lo recibido, a su cultura y a su tiempo. La obligación se
transformó en ocasión, y esta en misión. Nuevamente, el Yo, sus amos y
amores.
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