Una Psicoanalista en la Escucha Flavia Costa Strauch “(...) El

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Fepal - XXVI Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis
"El legado de Freud a 150 años de su nacimiento"
Lima, Perú - Octubre 2006
Una Psicoanalista en la Escucha
Flavia Costa Strauch*
“(...) El psicoanálisis consiste simplemente en no dirigir el reparo hacía algo específico
y en mantener la misma atención uniformemente suspensa (atención fluctuante) frente a
todo lo que se escucha”. Freud
Pensar el ser humano en su totalidad tiene estimulado la práctica psicoanalítica a
discutir y reconocer la apremiante interlocución de su saber con otras disciplinas e
instancias representativas de la sociedad en general.
De esa forma, el PROPIS (Programa Psicoanalítico de Interface con lo Social) de la
Sociedad Brasilera de Psicoanálisis de Río de Janeiro (SBPRJ) formó, hace tres años,
sociedad, en carácter voluntario, con una de las ONGs encargadas de un proyecto
municipal, “Agentes de la Libertad”, destinado a la capacitación de egresos del sistema
carcelario con vistas a su inserción social y readaptación socio-familiar. Ella también se
propone reflexionar y pensar soluciones como: morada, alimentación, empleo y
escolaridad, extensiva a los familiares de los egresos penitenciarios.
Durante tres meses, los egresos hacen prácticas de capacitación profesional, como
también participan de palestras, visitas culturales y son incentivados a estudiar. En esta
fase, ellos son considerados “usuarios”. Al término de ese período, una selección para
“agentes” es hecha. En esta condición, ellos actúan junto a otros egresos - efecto es
multiplicador – son contratados por un año y cobran un salario mensual en torno a U$
250,00.
Al decidir participar de este proyecto, creí contribuir para la promoción de una práctica
del psicoanálisis cada vez más afinada con las demandas actuales. En esta demanda, la
marginalización y su vertiente criminal, la marginalidad y sus nefastas consecuencias,
son temas que dicen respecto a toda la sociedad. Enfrentarlos requiere un conjunto de
acciones en diferentes áreas que involucran no sólo el poder público, pero todas las
fuerzas sociales que puedan colaborar para dirimirlas.
Impulsada por la oportunidad de ampliar, más allá del consultorio, la posibilidad de una
escucha diferenciada, acepté coordinar el grupo de egresos a partir del año 2004.
La comunicación ocupa un lugar fundamental en la supervivencia emocional y
fisiológica de la especie humana. Su primer forma de comunicarse es preverbal - gestos,
lloro, respiración, sueño, por ejemplo. Eso porque el bebé no dispone todavía de
madurez orgánica ni egoica, o sea, él reacciona a los estímulos internos y externos que
lo afectan por encontrarse bajo la égida de la “representación cosa”.
*
Miembro Asociado de la Sociedad Brasilera de Psicoanálisis de Río de Janeiro
(SBPRJ).
Trabajo a ser presentado en el congreso de la FEPAL en Lima, Octubre de 2006.
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Esa forma primitiva - corporal - de comunicación requiere una “acción específica” del
adulto que conteste el mensaje emitido.
De tal manera, me permito inferir, que al analista compete el mismo grado de
sensibilidad necesaria para decodificar la comunicación del bebé, para transformar lo
que por la “representación palabra” le es transmitido. Esta representación agrega a las
manifestaciones corporales arcaicas de comunicación.
El desafío teórico-técnico en establecer una escucha psicoanalítica, junto a un grupo de
egresos del sistema penal de la ciudad de Río de Janeiro, es lo que me propongo a
relatar en ese texto.
Es con una parte de la población de los excluidos sociales, por comportamiento
delictuoso, que empecé una vez por semana, durante hora y media, un trabajo pionero
de un posible espacio de escucha singular, de ese contingente humano olvidado y
despreciado de nuestra sociedad, auspiciando incentivarlos a pensar.
La exclusión a que son relegados los egresos del sistema penitenciario en Brasil y,
particularmente en la ciudad de Río de Janeiro, constituye el 80% de las causas de
reincidencia de la práctica criminosa, conforme datos del Ministerio de Justicia en 2002.
La mayoría del grupo pertenece al sexo masculino, posee edad media de treinta años,
reside en la periferia de la ciudad, sufre el abandono del poder público en las áreas de la
salud, escolar, habitacional, trabajo, transporte. Son pobres económica y
financieramente, no poseen escolaridad básica, sus familias son, en general,
fragmentadas y la ausencia de la figura paterna presentase en el 99% del grupo con el
cual trabajo. Ese es un elemento que presentase también en las referencias de los
condenados en nuestra ciudad, aunque en menor escala, pero con relevancia
significativa, que debería ser estudiado. Aliado a todo eso, existe el hecho de que ellos
han pasado por unidades para adolescentes infractores, cuando no son oriundos de la
calle. Uno de los participantes del proyecto provenía de una tercer generación nacida y
criada en la calle.
Ese histórico doloroso impone la cuestión: ¿de que manera la segregación social que
impide la entrada en la cultura, aliena de la ciudadanía, castiga con la desinformación,
desfavorece la educación, condena a la penuria física y mental, destituye la
singularidad, descalifica como masa fallida, priva de hogar, desacelera la economía,
hace inviable la subsistencia, mengua la dignidad, infla las calles de desgarrados,
fortalece el aislamiento territorial, en el intento de tornarles invisibles a los delicados
ojos de la clase dominante, puede causar tensión en la organización psíquica de esos
alijados y desvalidos?
Son frutos caídos del árbol frondoso de la vida, como dice el poeta Júlio Sesto en Las
Abandonadas.
Las complejas y multifactoriales causas de la criminalidad son muy discutidas. Y aún
hay mucho para ser investigado y estudiado. Entretanto un estudio con adolescentes en
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situación de riesgo, recientemente hecho en Chile, por Kotiarenco y Rios (2004), apunta
algunos factores que aumentan la probabilidad de resultados sicosociales negativos en
etapas posteriores. Ellas señalizan la presencia de cuatro o más elementos ambientales,
tales como: violencia, desavenencia familiar, desempleo, embarazo precoz, abuso
sexual, de drogas y de alcohol, etc.
Todos esos factores ambientales, apuntados por las autoras arriba citadas, son
encontrados en muchos miembros de ese grupo de egresos, que es constituido por
hombres, mujeres y travestís.
Discurrir sobre esa vivencia, a la cual me expuse, es una forma de alimentar un
constante cuestionamiento de mi desempeño, en cuanto psicoanalista, que por meses
solamente pudo hacerse presente sin lograr transformar lo que me fue transmitido en
una comprensión del inconsciente. ¡Tan aprisionada me vi a las hablas concretas y
desafiantes de mis interlocutores!
Desacostumbrados con la disciplina, deshabituados con compañía, intolerantes con la
espera, sin ganas de oír, sordos para escuchar y, sobretodo, incómodos con la presencia
de una desconocida, etiquetada de psicoanalista, profesión sin significado para ellos,
impuesta por la directoria de la ONG, ¿como osaba proponer escucharlos y ayudarlos en
sus dificultades?
En un primer momento, nos deparamos unos con los otros.
“¿Doctora, ya ha trabajado usted con ex-presidiarios?”- cuestionaba el osado. “Ella
está aquí para escribir tesis a costa de nosotros”- sugería otro. “¿Que puede usted decir
para nosotros si siempre tuviste buena vida?”- inquiría el asustado. “¿Es usted casada,
tiene hijos?”- indagaba el curioso. “¿Que quiere usted de nosotros?” - instigaba el
perseguido.
El tono provocativo y desconfiado señalaba la desvalorización y desesperanza a la cual
ellos siempre estuvieran relegados.
Se hacía menester buscar formas de comunicación para que fuera posible establecer un
posible encuentro.
El espanto y la preocupación se hicieron intensos al oírlos tan familiarizados con
situaciones degradantes. Relatos, que les parecían banales, me horrorizaban, lo que,
muchas veces, hacía con que yo me alejara emocionalmente de ellos.
Contratransferencialmente, me sentía inundada de sentimientos contradictorios e
impotente para usar mi capacidad de pensar.
Segundo Money-Kyrle, (1956) “el conflicto contratransferencial del analista no
proviene tan solo de su propio inconsciente, pero también de lo que el paciente le causa
o le proyecta”.
El fenómeno de la transferencia tanto puede ser benéfico, cuanto prejudicial a la
escucha del analista; evalúo que para la dinámica de la contratransferencia también. Y
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en esa fase de reconocimiento del campo a ser desbravado, me preocupaban las palabras
de Freud, (1912) “el analista debe volver a su propio inconsciente, como órgano
receptor, en la dirección del inconsciente transmisor del paciente”. Y así, (...) “a partir
de los derivados del inconsciente que les son comunicados, de la reconstrucción de ese
inconsciente que determinó las asociaciones libres del paciente”.
Para viabilizar la ligación directa entre inconscientes se hace necesario que el analista se
posicione atentamente como receptor - característica de la escucha - del mensaje que el
otro desea comunicar. Y paralelamente, todavía con Freud en ese texto, (...) “contener
todas las influencias conscientes de su capacidad de prestar atención y abandonarse
enteramente a la memoria inconsciente”.
En esa situación mis sentimientos venían en sentido opuesto a las recomendaciones
Freudianas.
Me sentía, por veces, ultrajada al notar un cierto placer sádico que ellos parecían destilar
al contaren y representaren teatralmente la práctica de sus delitos. Sugería una
demostración de “self grandioso” (Kohut,1981), al hilo de “formas arcaicas de
grandiosidad ; comportamiento frío y arrogante; habla y gestos afectados; grandiosos
hechos irrealistas.”
En este contexto, me preguntaba: ¿cómo crear un “espacio transicional” (Winnicott), de
interacción, sintiendo muchas veces que mi más sensible instrumento de trabajo - la
empatía - había sido secuestrado?
Winnicott (1949) identifica dos tipos de pacientes frente a los cuales el papel del
analista cambia substancialmente: el paciente con tendencia antisocial y los pacientes
que necesitan regresión. Para él, el paciente antisocial “se encuentra en estado
permanente de reacción ante una privación.”
Alicia Iacuzzi (2005), analista argentina de Junin, que trabaja hace veinte años en
presidios de régimen semiabierto, argumenta, “que se hace menester estar alerta, ya que
las situaciones que se escenifican pueden híper sensibilizarnos o anestesiarnos a servicio
de iatrogenias”.
En la busca de sustentación de la ética psicoanalítica, me ocurrió sugerir a la
coordinación de la ONG que les dejara libres para optar por participar o no de la
formación de un grupo de reflexión. Con cierta resistencia, la dirección acogió esa
argumentación.
Los que no adhirieron al grupo, se quedaban afuera de la sala espiándonos. “¿Escena
primaria?” Esa situación era favorecida por ser de vidrio mitad de la pared.
Les era difícil permanecer sentados y oír unos a los otros. Entraban y salían
constantemente.
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El andamiento del grupo se veía perturbado por una parte del mismo que se quedaba
afuera del recinto, muchas veces llamando y gesticulando para los que permanecían
dentro del mismo.
Curiosidad en participar y al mismo tiempo temeridad cuanto al desconocido, lo que
puede ser pensado como representación de las partes sicóticas - cisión - supuesto básico
de “lucha y fuga”, (Bion,1968) que predominaba en ese grupo.
¿Cómo lidiar con esos temas totalmente nuevos para mí, sin ser coercitiva?
Los intentos de organización de los encuentros con cuño disciplinar estaban destinados
al fracaso. Pero no podía perder de vista la importancia de la manutención de la ley - del
orden - función paterna para esta población.
¿Seria ese encuentro viable? Era preciso escuchar mejor, acordándose siempre que la
violencia nace donde mueren las palabras. Alizade, referida por Iacuzzi (2005)
sentencia: “Es un desafío que pide áncora en un encuadre interno que les otorgue
fisonomía humana y les albergue”.
Corresponder a esa demanda, intentando escuchar otros códigos en distintas diapasones
tornaba el proceso de acompañar el padecimiento psíquico de esas personas casi
imposible. ¡El extrañamiento era mutuo!
Al mismo tiempo que esos cuestionamientos me afligían, ensayaba formas de puntuar
mis observaciones como: el tono de voz, la manera de expresarme, invitándolos a
identificar lo que podría estar siendo comunicado más allá de las palabras por ellos
emitidas. El propósito era ayudarlos a recuperar la sensibilidad hasta entonces
anestesiada o crear una sensibilidad que no pudo ser vivenciada primitivamente. Otro
objetivo era también contribuir para que ellos consiguieran desarrollar una otra forma de
lidiar con los impulsos no contenidos - “pasaje al acto”- que les llevó a la vivencia de
exclusión.
Esa estrategia intuitiva se reveló un puente eficaz, si bien incipiente, de un
entendimiento para más allá del manifiesto y también de confianza.
Y así surgieron: “¿Dra., puede usted darme un minuto?” Encima, “Dra., prefiero hablar
particularmente. Aquí sólo hay chivatos. ¿Puede usted oírme? En rápidas consultas
particulares de pasillo, la relación transferencial se fue estableciendo de forma singular
en lugar del recelo inicial.
Supongo haber sido mi permanencia y supervivencia lo que facilitó el desabrochar de
un encuentro, consecuentemente de una verdadera escucha entre nosotros.
Llamarlos por sus propios nombres, señalizar el cambio de sus semblantes, invocar por
los finales de semana, preguntar por los colegas ausentes, instituir rituales de entrada y
salida del grupo, conmemorar fechas festivas fueron actitudes valoradas y comentadas
verbalmente por ellos. Y así todos los “agentes” adhirieron al grupo de reflexión.
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Sin embargo, la cuestión persistía: ¿como usar mi “tercer oído” (Racker,1987) para una
escucha de veras psicoanalítica? Freud (1914) afirma que lo que es actuado es lo que no
puede ser acordado.
Me veía escuchando atrocidades dolorosas de personas cuya humanidad se había
desgarrado de sus personalidades y les embrutecido de tal manera que me sentía
luchando con mis sentimientos tanto de rechazo cuanto de acogimiento.
Rechazo por verme frente a frente con el poder de destrucción del cual nuestra especie
es capaz. Acogimiento por darme cuenta que estos seres, con los cuales estaba
intentando reabrir las troneras de humanidad, no habían vivido experiencias suficientes
de satisfacción.
Adverte Iacuzzi (2005): “los intensos interjuegos transferencia/contratransferencia que
se desarrollan en este campo psicológico y sus dinámicas, los fenómenos
contratransferenciales, en el territorio del mal y de la miseria síquica y humana (la
mayor parte de las veces acompañada también por la económica) hace con que esta
praxis y sus avatares vuélvanse vulnerables porque ponen a prueba los movimientos de
investidura al activar en ocasiones las propias fronteras de la persona del analista.”
Me parece ser ese el estado en lo cual me vi junto a los egresos con los cuales estaba
entrando en contacto. Desesperanzados, pero hambrientos por una mirada que les diera
visibilidad, se mostraban incapacitados para desarrollar la capacidad de “concern”.
¿Seria posible alcanzar ese dispositivo fundamental para el reconocimiento de sí mismo
y del otro?
La búsqueda por la compresión de los múltiplos mecanismos del funcionamiento mental
de esas criaturas, deshilados en sus afectos, ha sido un desafío inconmensurable.
Sostener el lugar del no saber para ser arrebatada por el elemento sorpresa, fundamental
en una análisis, es desarrollar la postura de ir para ese posible encuentro “sin memoria y
sin deseo” (Bion,1967). Caso contrario, corriese el riesgo de cristalizar una posición
predeterminada, prejuiciosa del analista. De esa forma, el nuevo y el diferente del “aquí
y ahora”, posibilitan canalizar el discurso repetitivo, de pulsión de muerte, en un otro
precurso, lo de la libido ligada, cual sea, o de la pulsión de vida.
En el terreno que les es familiar, soy extranjera. Y su dialecto, “extranjero” es enemigo.
Así es que estar con los protagonistas del “mal” revuelve, en la profundidad del ego, los
sentimientos más contradictorios. Meses se pasaron en que yo era únicamente una
psicoanalista que oía/ escuchaba y se esforzaba para entender lo que pasaba dentro de
mí y de como ayudarlos a encontrar un significado para sus hablas y vivencias.
Algunas veces me vi asaltada por el deseo de desistir. Era por demás penoso y
“insalubre” psíquicamente lo que allí era compartido. De vez en cuando, me sorprendía
con emociones fuertes, casi incontenibles, sobrevenidas por declaraciones de violencia.
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Pero al oír: “Dra., cuando no vengo al grupo, mi semana se queda perjudicada”. O
recibir por escrito “Dra. (..) tener una persona como usted, con tan gran capacidad de
escuchar y preocuparse con la situación de personas que la sociedad puso detrás de la
cortina de hierro, a la cual usted ultrapasó, hay un sentimiento en mí por ser uno de los
últimos a hacer parte de ese grupo de vencedores, que tiene tempo para todo, yo
aproveché y aprendí con ese tiempo. ¡Muchas gracias!”.
Y todavía: “Dra., gracias por la oportunidad y por hoy verme más humano y digno de
estar en sus reuniones.”
“Una gran conquista estar logrando trabajar en grupo”
“Trabajar con las emociones me ha ayudado a crecer como persona y también me ha
ayudado en la relación familiar.”
“(..) Hoy me siento preparada, pues con su ayuda logré superar mi más gran
dificultad. Tengo un hijo de nueve años, no sabia ser madre, pues me quedé mucho
tiempo de mi vida lejos de él. Yo tenía miedo de no ser lo que él esperaba y que él
siguiera el camino que yo seguí. Usted me mostró que el verdadero valor, (..) está en el
amor que yo puedo transmitir.”
“Crecí y aprendí a ser más humano, tener más equilibrio”
“En el grupo aprendemos a conocer nuestras propias potencias y límites (...) hablar de
emociones es muy difícil, pero usted nos deja muy a gusto.”
“Viví y aprendí: no quieras más sólo para sí, pero también para el prójimo”
“Dra. si fuera escribir todo lo que aprendí, escribiría un libro”
“Usted hizo con que el grupo funcionara en perfecta sintonía.”
“Aprendí a tener más ánimo, luchar por lo mejor para mí y mis hijos...”
“Contigo aprendí a ser más humana, tener más calma. Ya que soy muy agresiva...”
“(...) Felicitaciones por tenermos una conciencia reflexiva. Eternamente Grato.”
Y así en la semana siguiente, allí estaba yo. Aprisionada por el hilo de esperanza que era
tejido de cuando en vez.
Considerados seres “invisibles” para la sociedad, los egresos con los cuales trabajo, son
marcados por el desamparo, en donde la descreencia y la desesperanza encuentran un
terreno fértil para que sean cultivados. En este escenario el resentimiento es fortificado,
el baja auto-estima y la desconsideración con el otro es alimentada, la rabia es
petrificada, el desamor es solidificado y el sentimiento de humanidad endurecido.
En ese desierto afectivo y efectivo, ellos denuncian que a sus quejas se hacen “oídos de
mercader” y/o “oídos sordos”, sugiriendo y justificando el estímulo a la forma reactiva
que abre espacio para el comportamiento criminoso, exigiendo así que la sociedad actúe
como padre severo, fuerte y protector al contenerlos por detrás de las rejas,
protegiéndoles de la venganza privada, segundo Winnicott (2002).
La sordera de la sociedad a sus clamores, aliada a innumeras dificultades de orden
psicológica, personal, familiar, profesional y etc., ha marcado ese precurso, algunas
veces, de forma desalentadora. Así es que un segundo agente, el más antiguo y activo
del grupo de reflexión, no resistió y cayó en la tentación, mientras yo estaba de
vacaciones, siendo asesinado en mayo pasado. Su muerte repercutió como una espada
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en el corazón del grupo. El dolor, la decepción, la tristeza que se apoderó de mí en un
primer momento se transformó en una lucha más aguerrida por la causa de los egresos.
La cancelación del contrato de la intendencia con la ONG asociada a la SBPRJ no
enfrió el ánimo del grupo ni tampoco el mío. Actualmente ellos participan de una otra
ONG, fundada por un ex-usuario del proyecto “Agentes de la Libertad”, que visa
enseñarlos a administrar sus propios emprendimientos, ya que empleo es prácticamente
imposible para ellos.
Es concebible deducir, que más allá de los factores sociales, parece haber habido
privación de “holding”, como también deficiencia ambiental en la estructuración de sus
personalidades en las cuales el ego fue forzado a organizar sus defensas,
prematuramente, interrumpiendo el proceso natural de madurez.
Considerados inmodificables, inclusive por el psicoanálisis “ortodoxo”, Bergler (1943)
declara que “las personas en general y los criminosos en particular no aprenden tan
fácilmente” y continua “(...) no debemos tener ilusiones de acreditar que con el castigo
tengan aprendido su lección”. Y concluye: (..) “El crimen es un inadecuado mecanismo
inconsciente de defensa.”
Entretanto, pienso que si les fueran ofrecidas oportunidades otras, paralelas o sumadas a
las penas judiciales, algunos podrían beneficiarse; como ese pequeño grupo de ensayo,
compuesto por personas que habitualmente no tienen acceso a una escucha diferenciada,
comprometida con el desarrollo de la capacidad de pensar antes de actuar.
Tras ciento y cincuenta años del legado de Freud, está siendo posible constatar lo cuanto
su objeto de estudio - el psiquismo humano - puede ser utilizado, aunque con respuestas
poco significativas en términos numéricos. Más estimulantes en sus rasgos.
Frente a esa realidad difusa y multiforme que imperiosa se interpone a la abstracción
facilitadora de “nuevas narrativas”(Golse, 2003), sigo adelante.
En lo decir del poeta Affonso R. Sant`anna, en Vitral de la Vida:
“Coger trozos
Del presente y de otrora
Y enfrentar la noche
Como vitral de la aurora”.
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Invisibles Sociales. Congreso Argentino - Mendoza (2006)
Winnicott, Donald: Privación y Delincuencia . Editora Martins Fontes. San Pablo
(2002)
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El Proceso de Maduración en el Niño, II parte. Editora
()
En Etchegoyen, Horace. Fundamentos de la Técnica
Psicoanalítica (p.164). Artes Médicas. 2º Ed. Porto Alegre (1989).
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CP: 22011-010. Brasil.
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