El grito de la tierra.

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El grito de la tierra. Qué lejos quedan los tiempos, en mi mente aun se guardan. El sol mi rostro quemaba y el sudor de los hombres, me regaba. Sentía en mí sus pasos, pasos que me marcaban. Sus manos me tocaban y me acariciaban. Echo de menos sus manos, sus cantos, sus charlas. Y esos aperos que en mí, obraban magia. Recuerdo que era virgen, y cuando me trabajaban, de orgullo mi ser quedaba preñada. Preñada de vida, preñada de esperanza. Tú ponías la simiente y yo…. la transformaba. Campos fértiles, que mucho fruto daban, y si el sol y la lluvia llegaban, pronto reverdecía y me envalentonaba. Con orgullo mis tonos mostraba. Esos tonos verdes, que a mi dueño, llenaban de esperanza. Y con ilusión me decía: “Será buena cosecha”, y yo que lo escuchaba, más verde y orgullosa me mostraba. Mis vecinos también estaban crecidos pues también los cuidaban, y nos distinguíamos uno del otro, por una pared de piedra, por nuestros dueños levantadas. Paredes con sudor y trabajo realizadas. Muchos años felices pasamos, siendo trabajadas, sintiéndonos fértiles, sintiéndonos amadas. ¡¡¡¡Ayyyy!!!! Qué tiempos aquellos. De pensarlo, me saltan lágrimas. Siento que estoy muriendo, me siento sola y acabada. Ahora me invaden las hierbas, las matas, las zarzas. Esas que antes no conocía, ni en mí, estaban. Los lindes están cubiertos, las paredes destrozadas. Las zarzas las cubren y con crueldad las acallan. Y sin vida quedo, cuánto dolor me embarga. En medio de mi llanto, me duele hasta el alma. ¡¡¡Ayyy!!! Qué tiempos aquellos cuando me sentía amada. Ahora llegan los hijos de los hijos que me trabajaban, ven mi imagen, y me sienten desolada. Aun muestran con orgullo, las tierras que sus padres trabajaban, y en bajo miran y comentan: ¡¡¡¡Ayyyy si mi padre ahora, os mirara!!!! Y a los hijos de la tierra, ahora, también les duele el alma. De verme agotada, de verme derrotada. De ver esos campos, que con el sudor de sus frentes, sus padres y abuelos regaban. 
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