52001-3103-001-2007-00046-01

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CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
SALA DE CASACIÓN CIVIL
Magistrado Ponente
JESÚS VALL DE RUTÉN RUIZ
Bogotá, D. C., once (11) de diciembre de dos mil doce (2012).
Discutida y aprobada en Sala de trece (13) de agosto de dos mil doce (2012)
Referencia: Exp. 52001-3103-001-2007-00046-01
Se decide el recurso extraordinario de casación interpuesto
por Edith Yovana Realpe Rosas respecto de la sentencia dictada
el 16 de febrero de 2010 por la Sala Civil Familia del Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Pasto en el proceso ordinario
promovido por la recurrente contra Franco Alberto Aguirre Realpe,
Alicia del Rosario López, Alba Lucía Erazo Ramírez, Martha
Adriana Realpe Bravo y Cruz Amparo Vallejo de Ortiz.
ANTECEDENTES
1.
Mediante demanda que por reparto correspondió al
Juzgado 1° Civil del Circuito de Pasto, la actora solicitó declarar:
a) La simulación relativa del contrato de compraventa
contenido en la Escritura Pública N° 106 de 6 de junio de 1995
otorgada en la Notaría Única del Círculo de Cumbal, por el cual
Vicente Javier Realpe Enríquez se obligó a transferir a Franco
Alberto Aguirre Realpe el inmueble rural denominado
Yerbabuena, ubicado en la vereda El Pueblo del municipio de
Guachucal, otro lote llamado también Yerbabuena y una pieza de
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habitación con solar adyacente situada en el área urbana del
mismo municipio, por tratarse de una donación, así como también
la nulidad de ésta por no cumplir los requisitos establecidos en el
artículo 3° del Decreto 1217 de 1989 y por menoscabar la legítima
rigurosa que le corresponde a la accionante en la sucesión del
donante.
b) La simulación relativa del contrato de compraventa
contenido en la Escritura Pública N° 4660 de 13 de septiembre de
1995 otorgada en la Notaría Segunda del Círculo de Pasto, por el
cual Vicente Javier Realpe Enríquez se obligó a transferir a
Martha Adriana Realpe Bravo el inmueble rural denominado
Yerbabuena, ubicado en la vereda El Pueblo del municipio de
Guachucal, por tratarse de una donación, así como también la
nulidad de ésta por no cumplir los requisitos indicados en el
artículo 3° del Decreto 1217 de 1989 y por lesionar la legítima
rigurosa que le corresponde a la demandante en la sucesión del
donante.
c) La simulación relativa del contrato de compraventa
contenido en la Escritura Pública N° 326 de 31 de octubre de
1996 otorgada en la Notaría Única de Cumbal, por el cual Martha
Adriana Realpe Bravo se obligó a transferir a Franco Alberto
Aguirre Realpe el inmueble rural denominado Yerbabuena,
localizado en la vereda El Pueblo del municipio de Guachucal, por
tratarse de una donación, así como también la nulidad de ésta por
no cumplir los requisitos señalados en el artículo 3° del Decreto
1217 de 1989 y por menoscabar la legítima rigurosa que le
corresponde a la promotora del proceso en la sucesión de Vicente
Javier Realpe Enríquez.
d) La simulación relativa del contrato de compraventa
contenido en la Escritura Pública N° 4538 de 7 de septiembre de
1995 otorgada en la Notaría Segunda del Círculo de Pasto, por el
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cual Vicente Javier Realpe Enríquez se obligó a transferir a Alba
Lucía Erazo Ramírez un lote de terreno ubicado en el casco
urbano del municipio de Guachucal, por tratarse de una donación,
así como también la nulidad de ésta por no cumplir los requisitos
previstos en el artículo 3° del Decreto 1217 de 1989 y por lesionar
la legítima rigurosa que le corresponde a la demandante en la
sucesión del donante.
e) La nulidad del contrato de compraventa contenido en
la Escritura Pública N° 103 de 12 de Agosto de 1996 otorgada en
la Notaría de Cumbal, respecto de un lote de terreno situado en el
casco urbano del municipio de Guachucal.
f) La simulación relativa del contrato de compraventa
contenido en la Escritura Pública N° 4537 de 7 de septiembre de
1995 otorgada en la Notaría Segunda del Círculo de Pasto, por el
cual Vicente Javier Realpe Enríquez se obligó a transferir a Alicia
del Rosario López una casa de dos plantas ubicada en el área
urbana del municipio de Guachucal, por tratarse de una donación,
así como también la nulidad de ésta por no cumplir los requisitos
establecidos en el artículo 3° del Decreto 1217 de 1989 y por
menoscabar la legítima rigurosa que le corresponde a la
accionante en la sucesión del donante.
Como pretensiones consecuenciales de las anteriores,
pidió que se declare que los bienes antes relacionados
pertenecen a la sucesión ilíquida de Vicente Javier Realpe
Enríquez, se ordene la cancelación de las precitadas escrituras
públicas y la de su inscripción en la oficina correspondiente, así
como sus transferencias, gravámenes y limitaciones, se condene
a los demandados a restituir los bienes para la sucesión de
Vicente Javier Realpe Enríquez, junto con sus frutos civiles y
naturales y a las costas del proceso.
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2. La causa petendi, en síntesis, se sustentó así:
a) El día 20 de octubre de 1995 falleció en la ciudad de
Pasto Vicente Javier Realpe Enríquez, a consecuencia de un
cáncer en los pulmones que le fue diagnosticado en mayo.
b) De las relaciones amorosas de Vicente Javier Realpe
Enríquez y Virginia Rosas nació Edith Yovana Realpe Rosas, el
día 11 de septiembre de 1979, a quien aquél reconoció
legalmente como su hija.
c) Mediante la Escritura Pública N° 106 de 6 de junio de
1995 otorgada en la Notaría Única del Círculo de Cumbal, Vicente
Javier Realpe Enríquez dijo vender a su sobrino Franco Alberto
Aguirre Realpe -hijo de Ismenia Realpe, hermana del causanteel inmueble rural denominado Yerbabuena, ubicado en la vereda
El Pueblo del municipio de Guachucal, otro lote llamado también
Yerbabuena y una pieza de habitación con solar adyacente
situada en el área urbana del mismo municipio, cuyo precio no fue
pagado al vendedor por tratarse de una donación con fines de
defraudar el derecho hereditario de la actora.
d) Franco Alberto Aguirre Realpe trasladó a Vicente
Javier Realpe Enríquez a la ciudad de Pasto en el mes de agosto
de 1995, donde lo cuidó hasta cuando este último murió.
e) Por medio de la Escritura Pública N° 4660 de 13 de
septiembre de 1995 otorgada en la Notaría Segunda del Círculo
de Pasto, Vicente Javier Realpe Enríquez dijo vender el inmueble
rural denominado Yerbabuena, situado en la vereda El Pueblo del
municipio de Guachucal, a su sobrina Martha Adriana Realpe
Bravo, quien tenía 22 años de edad y no contaba con los recursos
económicos necesarios para adquirir dicho bien.
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f) En virtud de la Escritura Pública N° 4538 de 7 de
septiembre de 1995 otorgada en la Notaría Segunda del Círculo
de Pasto, Vicente Javier Realpe Enríquez dijo vender a Alba Lucía
Erazo Ramírez, cuñada de Franco Alberto Aguirre Realpe, un lote
de terreno localizado en el casco urbano del municipio de
Guachucal, cuyo precio no fue pagado al vendedor por tratarse de
una donación y por no tener la compradora los recursos
económicos necesarios para abonarlo.
g) Por la Escritura Pública N° 4537 de 7 de septiembre
de 1995 otorgada en la Notaría Segunda del Círculo de Pasto,
Vicente Javier Realpe Enríquez dijo vender a Alicia del Rosario
López una casa de dos plantas, cuyo precio no fue pagado por la
compradora al vendedor por tratarse de una donación, realizada
en agradecimiento por su compañía durante los dos últimos años
de su vida como empleado doméstica a su servicio (fl 8, cdno. 1),
y por carecer aquélla de los medios económicos necesarios para
cancelarlo.
h) La intención de Vicente Javier Realpe Enríquez al
otorgar las precitadas escrituras públicas, “en concurso con la
voluntad” de los supuestos compradores, fue sustraer los
inmuebles del activo de la herencia que dejaría con ocasión de su
muerte, en perjuicio de los derechos de la actora.
i) Las donaciones efectuadas por Vicente Javier Realpe
Enríquez son nulas por no cumplir los requisitos contemplados en
el art. 3° del Decreto 1217 de 1989 y por menoscabar la legítima
rigurosa de la demandante en la sucesión de aquél.
3. Notificado el auto admisorio del escrito introductor del
proceso al extremo pasivo, éste dio contestación así:
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Franco Alberto Aguirre Realpe se opuso a las pretensiones
y propuso las excepciones que llamó “falsa fundamentación de la
acción”, “antijuridicidad de una presunción” y “posesión adquisitiva
del inmueble” (fls. 53-56, cdno. 1).
Alicia del Rosario López se opuso a las súplicas y formuló
las excepciones tituladas “falsa fundamentación de la acción” y
“posesión adquisitiva del inmueble” (fls. 60-63, cdno. 1).
Martha Adriana Realpe Bravo se opuso a los pedimentos y
planteó
las
excepciones
denominadas
“prescripción”,
“enriquecimiento sin causa” y “falta de causal para demandar”.
Alba Lucía Erazo Ramírez propuso los medios exceptivos
denominados “falta de legitimación en la causa por activa”,
“ilegitimidad de personería por pasiva”, “prescripción del derecho
y caducidad de la acción”, “buena fe exenta de culpa”, “falta de
causa e improcedencia de la acción” y “la innominada” (fls. 78-81,
cdno. 1).
4. En la sentencia de 8 de mayo de 2009, el a quo
desestimó las pretensiones de la demanda y no condenó en
costas (fls. 193-208, cdno. 1).
5. El Tribunal, al decidir la apelación propuesta por la
demandante, confirmó la sentencia impugnada y no condenó en
costas.
LA SENTENCIA DEL TRIBUNAL
Tras enunciar que se reúnen los presupuestos del proceso
y no existe causal de nulidad del mismo, hacer un recuento de los
antecedentes del litigio, de la actuación procesal y de la
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impugnación y formular unas consideraciones generales sobre la
simulación, sus clases y su prueba, analiza el Tribunal el caso
particular, comenzando por una relación de las probanzas
documentales, un compendio de las declaraciones de terceros y
de las partes y la indicación del avalúo de los bienes objeto de los
contratos de compraventa a que se refiere el escrito introductor
del proceso, y seguidamente sostiene que “la actora no logró
comprobar indubitablemente las exigencias propias de la
simulación relativa, habida cuenta [de] que la mayoría de los
indicios que afloran en el juicio han sido desvirtuados por los
demandados con argumentos sólidos tal y como se lo ha
reseñado líneas precedentes y los que han quedado en la
penumbra carecen de la gravedad, congruencia y concordancia
para inferir inequívocamente que los contratos de compraventa
materia del litigio están afectados de simulación relativa, porque a
la parte demandante no le basta hacer simples conjeturas o
afirmaciones sino que su obligación es demostrar nítidamente que
el negocio jurídico atacado difiere de su legítima intención (248 y
250 del Código de Procedimiento Civil)” (fl. 118, cdno. 5).
A continuación señala que la venta de unos lotes de
terreno denominados Yerbabuena ubicados en la vereda El
Pueblo del municipio de Guachucal y una habitación junto con un
solar adyacente localizados en el área urbana del mismo, sobre
los que versa la Escritura Pública N° 106 de 6 de junio de 1995
otorgada en la Notaría Única del Círculo de Cumbal, por parte de
Vicente Javier Realpe Enríquez a Franco Alberto Aguirre Realpe,
fue real, en cuanto se demostró la capacidad económica del
comprador por estar laborando desde hace más de 20 años en la
planta de personal docente del municipio de Pasto y, además,
mediante Resolución N° 256 de 22 de junio de 1995 se ordenó el
pago de una cesantía parcial al mismo, después de la celebración
del referido acuerdo de voluntades, lo cual fue confirmado por la
testigo Ana Flor Angarita Guzmán, quien le ayudó a adelantar el
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trámite correspondiente, y asimismo el adquirente entró en
posesión de los bienes al concluirse aquél.
Expresa que en lo que concierne a la Escritura Pública N°
4537 de 7 de septiembre de 1995 otorgada en la Notaría Segunda
del Círculo de Pasto, mediante la cual Vicente Javier Realpe
Enríquez vendió a Alicia del Rosario López una casa de
habitación situada en el área urbana del municipio de Guachucal,
esta última aceptó que no pagó el precio, tanto en la contestación
de la demanda como en el interrogatorio que le fue practicado, lo
cual fue confirmado por la promotora del proceso, los demás
demandados y los terceros deponentes, de suerte que se acreditó
que el traspaso del inmueble tuvo como finalidad cancelar lo
adeudado por concepto de los servicios laborales prestados por la
adquirente al primero durante la enfermedad del mismo.
De igual modo, en lo atañedero a la Escritura Pública
N°4660 de 13 de septiembre de 1995 otorgada en la Notaría
Segunda del Círculo de Pasto, en virtud de la cual Vicente Javier
Realpe Enríquez vendió a su sobrina Martha Adriana Realpe
Bravo un lote de terreno denominado Yerbabuena situado en la
vereda El Pueblo del municipio de Guachucal, afirma el fallador de
segunda instancia que el contrato es real, como quiera que el
testigo Oswaldo Alirio Palacios relató que estuvo presente en su
celebración y que aquélla tenía capacidad económica proveniente
de la actividad ganadera y la comercialización de productos
lácteos.
Respecto de la Escritura Pública N°4538 de 7 de
septiembre de 1995 otorgada en la Notaría Segunda del Círculo
de Pasto, por medio de la cual Vicente Javier Realpe Enríquez
vendió a Alba Lucía Erazo Ramírez un inmueble localizado en el
casco urbano del municipio de Guachucal, expone que la
enajenación tuvo como motivo el pago de una parte de lo
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adeudado por el primero al esposo de la compradora, Luis Carlos
Aguirre Realpe, por concepto de la venta del carro tanque de
placas VS -4854 del cual eran copropietarios, como lo corroboran
varios testimonios.
Así mismo, acerca de la Escritura Pública N° 103 de 12 de
agosto de 1996 otorgada en la Notaría Única de Cumbal, por la
cual Alba Lucía Erazo Ramírez vendió a Cruz Amparo Vallejo de
Ortiz un solar ubicado dentro del perímetro urbano del municipio
de Guachucal, manifiesta el ad quem que no puede abrirse paso
la declaración de nulidad del contrato por no configurarse la
misma y no haberse acreditado que la compradora hubiera
actuado de mala fe.
En lo tocante a la Escritura Pública N° 326 de 31 de
octubre de 1996 otorgada en la Notaría Única de Cumbal,
mediante la cual Martha Adriana Realpe Bravo vendió a Franco
Alberto Aguirre Realpe el inmueble rural denominado
Yerbabuena, ubicado en la vereda El Pueblo del municipio de
Guachucal, asevera que no se trata de una donación efectuada
por Vicente Javier Realpe Enríquez al comprador, porque al
perfeccionarse el contrato el supuesto donante ya había fallecido.
Finalmente, sostiene que no es posible determinar si el
precio de los predios materia de los contratos de compraventa es
irrisorio, por no corresponder su avalúo a la fecha de celebración
de aquéllos y no haber sido posible la práctica de un peritaje
adicional decretado oficiosamente en la segunda instancia, y que,
por otra parte, se comprobó que Vicente Javier Realpe Enríquez
tuvo necesidad de vender tales bienes para cubrir los gastos que
demandaba el tratamiento de su enfermedad.
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Concluye que debe confirmarse el fallo recurrido, sin
condena en costas de la instancia por ser la actora beneficiaria
del amparo de pobreza.
LA DEMANDA DE CASACIÓN
La recurrente plantea dos cargos al amparo de las
causales quinta y primera de casación, los cuales se estudiarán
en el orden propuesto.
CARGO PRIMERO
Con apoyo en la causal quinta, acusa la sentencia por
quebrantar los arts. 29, 228 y 229 de la Constitución Política, los
arts. 140, num. 6, y 236, num. 6, del Código de Procedimiento
Civil “y por consiguiente los artículos 1766 del Código de
Procedimiento Civil (sic) y artículo 3 del decreto 1712 de 1989, por
cuanto profirió sentencia dentro de un proceso viciado de nulidad,
pues no respetó ni el debido proceso, ni el derecho de defensa
conculcándose por lo tanto el acceso a la justicia” (fls. 33-34,
cdno. Corte).
En su desarrollo afirma que a petición de la demandante se
decretó en la primera instancia un peritaje, que fue presentado en
forma incompleta y cuya complementación fue negada en ella.
Indica que el Tribunal, mediante auto dictado el 18 de noviembre
de 2009, abrió oficiosamente el proceso a pruebas por el término
de 10 días con el fin de que se practicara un dictamen pericial y
se oficiara a la Secretaría Municipal de Pasto solicitando copia de
unos documentos; que posteriormente, por solicitud del perito,
ordenó a la parte demandada el pago al mismo de la suma de
$600.000 por concepto de viáticos y gastos de la probanza, sin
imponer tal obligación a la actora por ser beneficiaria del amparo
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de pobreza, y que el extremo pasivo se negó a esa cancelación
aduciendo que ella correspondía a la demandante por haber
pedido la prueba. Manifiesta que, por tanto, dicho medio de
convicción no se practicó, como lo hizo constar el juzgador de
segundo grado en el fallo.
Seguidamente sostiene que “si bien se decretó una prueba
de oficio, que era necesaria e indispensable su práctica para
establecer la prosperidad o no de las pretensiones de la parte
demandante, esta prueba quedó sujeta al arbitrio y capricho de la
parte demandada, toda vez que aún considerándola necesaria la
Sala del Tribunal, no realizó el menor esfuerzo para lograr su
recaudo,… razón por la cual se configura la nulidad procesal al
tenor del artículo 140 Nral 6 en concordancia con el numeral 6 del
artículo 236 del C. de P. C., por cuanto el magistrado podía
obligar al auxiliar de la justicia a presentar el concepto pericial u
obligar a la parte demandada a cumplir su orden expedita e
inclusive tenía mecanismos para imponer multas a los renuentes”
(negrillas en el texto original, fl. 41, cdno. de la Corte).
CONSIDERACIONES
1.- En materia de nulidades procesales, la jurisprudencia de
esta Corporación ha venido perfilando, de cara a encomiables
principios de tutela del derecho de defensa y del debido proceso,
a más del “derecho a probar”, según luego se explicará, claros
lineamientos encaminados a superar los efectos de la deslealtad,
la incuria o la desidia de las partes o el juez, en procura de la
búsqueda de la verdad necesaria para proferir una sentencia justa
y legal.
En sentencia de 18 de marzo de 1976, la Sala de Casación
Civil había señalado, acorde con la doctrina y jurisprudencia
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imperantes en ese momento, y que se memora para resaltar un
aspecto a que luego se aludirá, que "si las partes no sólo han
gozado de la facultad que tienen de pedir pruebas, sino que han
hecho uso de esa potestad y, además, dentro del término
concedido para tal efecto, se ha realizado la práctica de las
pedidas, aunque no completamente, no puede ser causa de
nulidad el hecho de que uno de los medios de convicción, cuya
práctica aplazó el juez, no se haya practicado. No es la nulidad el
remedio legal idóneo para corregir tal situación; la parte
interesada debió haber reclamado, en su oportunidad, para que el
juez decidiera”.
Tal postura encontraba apoyo en el principio de
eventualidad o preclusión, desarrollo del cual es el principio de la
convalidación o saneamiento, que gobierna, junto a otros –
recíprocamente complementarios- el instituto de la nulidad
procesal, principios aún hoy previstos en el Estatuto Procesal
Civil, como el de especificidad o taxatividad de las causales que
las generan; aquellos de los cuales se desprenden la legitimación
o interés para proponerlas y la oportunidad para hacerlo; el de
trascendencia; el de protección; y el ya mencionado de la
convalidación o saneamiento, que apunta a que el motivo de
nulidad se entiende que desaparece por la conducta pasiva de la
parte afectada, porque, en efecto, "se puede sentar como regla
general la de que está legitimado para alegar una nulidad
procesal quien a causa del vicio haya sufrido lesión o menoscabo
de sus derechos. Con todo carecen de legitimación: 'a) Quienes
hayan dado lugar al hecho que la origina; b) Quienes tuvieron
oportunidad de proponerla como excepción previa; c) la nulidad
por indebida representación o emplazamiento en forma legal, solo
puede alegarla la persona afectada; d) las nulidades a que se
refieren los numerales 5, 6, 7, 8 y 9 del artículo del artículo 152
del Código de Procedimiento Civil -actualmente artículo 140
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ibídem-, no pueden invocarlas quienes hayan actuado en el
proceso sin alegarlas...'" (G. J. CLXXX, página 193).
2. El derecho fundamental al debido proceso, que consagra
el art. 29 de la Constitución Política, incluye entre sus elementos
integrantes el derecho de las partes e intervinientes a pedir
pruebas y a controvertir las que se alleguen en su contra,
denominado en la doctrina jurídica “derecho a probar”, el cual
constituye una expresión prominente del derecho de defensa y
guarda estrecha relación con el derecho también fundamental de
acceso a la administración de justicia (art. 229 ibídem).
De otro lado, la ley procesal civil impone a las partes del
proceso la carga, esto es, un deber de conducta cuyo
incumplimiento acarrea efectos jurídicos adversos a su
destinatario, de “probar el supuesto de hecho de las normas que
consagran el efecto jurídico que ellas persiguen” (art. 177 Código
de Procedimiento Civil) y, a quien manifieste interés en invocarlas,
la de acreditar la existencia de las obligaciones o su extinción.
(art. 1757 Código Civil).
Como garantía del ejercicio del mencionado derecho y, al
mismo tiempo, como instrumento de favorecimiento de la
observancia del mencionado deber, el art. 140 de la citada
regulación procesal estatuye que el proceso es nulo en todo o en
parte “cuando se omiten los términos u oportunidades para pedir o
practicar pruebas”.
La Sala ha señalado que esta causal de nulidad se
configura, entre otros eventos, cuando el juzgador no decreta o
no practica los medios de convicción que en forma específica
ordena la ley, como ocurre, por ejemplo, con la prueba con
marcadores genéticos de ADN en los procesos para establecer
paternidad o maternidad (art. 1° Ley 721 de 2001), con las
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pruebas necesarias para la condena en concreto respecto de
frutos, intereses, mejoras, perjuicios u otra cosa semejante (art.
307 Código de Procedimiento Civil) y con la inspección judicial en
los procesos de declaración de pertenencia (art. 407, num. 10,
ibídem), o cuando no los decreta o los practica de oficio en
ejercicio de la potestad y el deber consagrados en los arts. 37,
num. 4, 179 y 180 ibídem en caso de que, sin suplir la carga
probatoria de las partes, ello sea indispensable para establecer la
verdad material o real y adoptar una decisión justa, así como
también para evitar nulidades y providencias inhibitorias, de modo
que dicha irregularidad puede ser invocada en casación con
fundamento en el num. 5 del art. 368 de la misma codificación,
siempre que no se hubiere saneado conforme a la preceptiva
legal correspondiente.
En ese sentido, recientemente sostuvo esta Corporación
que “el legislador establece a las partes e intervinientes
procesales precisas oportunidades para solicitar pruebas, y en
ciertos eventos asigna al juzgador el deber de decretarlas, cuando
‘la utilidad y necesidad de la prueba, surgiera de la misma ley, por
ésta exigirla imperativamente, o de las circunstancias propias del
proceso respectivo, como cuando indubitablemente conduce al
hallazgo de la verdad real y a determinar la decisión final’
(Sentencia de casación de 5 de mayo de 2000, expediente 5165),
concretamente, en los casos ‘en que es obligatorio ordenarlas y
practicarlas, como por ejemplo la genética en los procesos de
filiación o impugnación; la inspección judicial en los de declaración
de pertenencia; el dictamen pericial en los divisorios; las
indispensables para condenar en concreto por frutos, intereses,
mejoras o perjuicios, etc. De análogo modo para impedir el
proferimiento de fallos inhibitorios y para evitar nulidades’,
eventos, en los cuales, ‘es ineludible el ‘decreto de pruebas de
oficio’, so pena de que una omisión de tal envergadura afecte la
sentencia’ (cas. civ. sentencias de 15 de julio de 2008, [SC-069JVR. Exp. 52001-3103-001-2007-00046-01
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2008], exp. 1100131030422003-00689-01; 28 de mayo de 2009,
exp. 05001-3103-014-2001-00177-01; 21 de octubre de 2010,
exp. 5000631030012003-00527-01).
.
“Fuera de las excepcionales causas en las cuales la ley
dispone el deber de decretar pruebas, el juzgador podrá hacerlo
oficiosamente (arts. 37, num. 4º, 179 y 180 Código de
Procedimiento Civil), sin suplir la carga probatoria de las partes,
conforme a su razonable juicio sobre su pertinencia, necesidad y
coherencia (cas. civ. sentencia de 12 de diciembre de 1994, exp.
4293).
“Decretadas las pruebas, ya a petición de parte, ora ex
oficio, deben practicarse en oportunidad y término procesal. Las
partes tienen el deber de cooperar armónicamente con absoluta
lealtad, transparencia, dinamismo y eficiencia en su práctica”
(Sentencia del 20 de octubre de 2011, exp. 13001-3103-0072003-00220-01).
En suma, la nulidad consagrada en la causal sexta del
artículo 140 del Código de Procedimiento Civil, por omitirse los
términos u oportunidades para pedir o decretar pruebas –norma
protectora del debido proceso, del cumplimiento de la carga
probatoria, a la par que del derecho de defensa y contradicción-,
es hoy asimismo procedente cuando se omiten aquéllas que el
legislador ha previsto como necesarias y en consecuencia le ha
asignado al juzgador el deber de decretarlas, así como cuando se
omite su decreto y práctica en aquellos casos en que, sin cubrir la
desidia de la parte, y atendidas las circunstancias propias del
proceso respectivo, luzcan de modo evidente y en forma antelada
como indispensables para el hallazgo de la verdad real o para
evitar una sentencia inhibitoria o una nulidad, de tal manera que el
hecho recaudado y objeto de prueba trascienda a la decisión,
como en los eventos en que, v. gr., el medio figura en el
JVR. Exp. 52001-3103-001-2007-00046-01
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expediente, es determinante para la decisión, pero no puede ser
estimado por el juzgador por faltar algún requisito necesario para
considerarlo regularmente allegado a la causa, o como cuando del
material probatorio recaudado puede deducirse sin asomo de
duda que una prueba faltante arrojaría la luz requerida para
proferir un fallo justo y legal.
3. En el caso que ocupa la atención de la Sala, se destaca
que en su demanda (fl. 10, cdno. principal), la actora solicitó un
dictamen pericial con el fin de que el perito “avalúe
económicamente los bienes inmuebles al momento de realizar las
escrituras”, el juzgado a quo lo decretó designando al perito Jesús
Antonio Lasso Mejía a fin de que “avalúe económicamente los
bienes inmuebles comprometidos en el presente proceso en la
forma pedida en el acápite de pruebas” (fl. 137, cdno. ppal), el
perito realizó su labor (fls. 149 a 168, ib), el juzgado dio traslado
del dictamen por tres días (fl. 171, cdno. 1), que utilizaron los
demandados Franco Alberto Aguirre y Alicia del Rosario López
formulando algunas solicitudes de aclaración y objeciones (fls.
172-173, cdno. 1), que el perito contestó (fls. 175 a 181, cdno. 1)
sin que entretanto la parte actora hubiese señalado, carga que le
correspondía, la falencia del dictamen en cuanto a que el perito no
aludió al valor comercial de los inmuebles al momento de la
celebración de las diferentes ventas impugnadas. Sólo vino a
poner de presente la omisión, tiempo después de vencido el
término de traslado, por lo cual el juzgado de conocimiento
rechazó su solicitud (fls. 182 a 186, cdno. 1).
Llegado el asunto al conocimiento del Tribunal, la actora
insistió en su petición acerca de que el perito conceptuara sobre
el valor de los bienes inmuebles en la época anotada, petición
que, de cara a lo previsto en el artículo 361 del Código de
Procedimiento Civil, fue rechazada por el ad quem, al señalar que
“demostrado está que la recurrente no objetó, ni pidió aclaración,
JVR. Exp. 52001-3103-001-2007-00046-01
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ni complementación del dictamen pericial en la oportunidad
prevista en el artículo 238 ibídem, guardando el más elocuente y
significativo silencio, aceptando su contenido con su actitud
silente” (fl. 12, cdno. 5).
Posteriormente la Sala, aprestándose a fallar, resolvió
“cancelar el proyecto” presentado por el magistrado ponente quien
posteriormente, en auto del 18 de noviembre 2009, expresó que
“a fin de verificar los hechos relacionados con las alegaciones de
las partes y encontrar la verdad verdadera de los hechos que se
discuten en el proceso, debía hacerse acopio de las facultades
contenidas en los artículos 37-4, 179 y 180 del Código de
Procedimiento Civil y abrir oficiosamente a pruebas por el término
de diez (10) días, dentro de los cuales se decretará la práctica de
las que se indicarán en la parte resolutiva de este proveído” y
ordenó, junto con otro medio de convicción, un dictamen pericial
para que se determinara “cuál era el avalúo comercial de los
bienes inmuebles objeto de esta litis al tiempo de los contratos de
compraventa que registran las escrituras públicas” y nombró al
experto avaluador para ese efecto (fls. 60-63, cdno. 5).
En la diligencia de posesión del auxiliar de la justicia, éste
solicitó el suministro de la suma de $600.000 para viáticos y
gastos de la práctica de la prueba, por lo cual el magistrado
sustanciador ordenó a la parte demandada su pago, exonerando
del mismo a la parte demandante por ser beneficiaria del amparo
de pobreza (fls. 69-70, cdno. 5).
Los demandados se negaron a efectuar el pago ordenado,
aduciendo falta de fundamento legal, por haber sido, a su juicio,
solicitada la probanza por la accionante y por carecer ellos de
recursos económicos para hacerlo, agregando que el amparo de
pobreza concedido a aquélla carece de sustento (fls. 77, 78, 7980, cdno. 5).
JVR. Exp. 52001-3103-001-2007-00046-01
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Mediante auto pronunciado el 11 de diciembre de 2009, el
magistrado sustanciador amplió el término probatorio y reiteró la
referida orden al extremo pasivo (fls. 85-86, cdno. 5), la cual no
fue cumplida por éste, según constancia secretarial de 22 de
enero de 2010 (fl. 89, cdno. 5).
El 2 de febrero de 2010 el magistrado ponente registró el
proyecto, y el fallo fue proferido el 16 de febrero siguiente.
4. De la actuación procesal referida y de acuerdo con las
indicaciones precedentes, debe señalarse que si bien es cierto
que, de conformidad con la actual jurisprudencia de esta Sala, hay
lugar a decretar la nulidad procesal prevista en el numeral 6º del
artículo 140 del código de procedimiento civil cuando no se
practica la prueba decretada de oficio indispensable para
establecer la verdad material o real y adoptar una decisión justa,
también lo es que dicha hermenéutica no puede tener el alcance
de derogar principios que gobiernan el instituto de las nulidades
procesales, y aún del proceso mismo, como los mencionados al
comienzo del despacho de este cargo, en particular los principios
de legitimación y saneamiento, positivamente consagrados en los
artículos 143 y 144 del Código de Procedimiento Civil, el primero
de los cuales en su inciso inicial señala que “[n]o podrá alegar la
nulidad quien haya dado lugar al hecho que la origina”, principio
íntimamente entroncado con aquel otro denominado de
preclusión, definido en la doctrina como “la pérdida, extinción o
consumación de una facultad procesal”1 (Couture)
y que
caracteriza al proceso civil en cuanto que el mismo se desarrolla
en diversas y sucesivas etapas, superadas las cuales, se impide
1
Fundamentos del derecho procesal civil, Ed. B. de F., 4ª ed, Montevideo -Buenos Aires,
pág 160.
JVR. Exp. 52001-3103-001-2007-00046-01
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su regreso, y cuya consagración se encuentra en el artículo 118
del Código de Procedimiento Civil2.
Ahora bien, diríase que en este caso, la invocada nulidad
de que se trata no tuvo origen en la omisión de la actora de
solicitar en tiempo adición al dictamen, sino que ésta se fragua y
consolida en la sentencia de segunda instancia, como quiera que
la prueba decretada de oficio por el juez de segunda instancia,
misma pedida por la actora, se produjo justo antes del fallo; pero
no hay que dejar de lado que tal proceder en realidad estaba
supliendo la carga probatoria de la demandante, la que, como se
anticipó, había dejado precluir el término para solicitar aclaración
o complementación del dictamen pericial. En otras palabras, no
por el hecho de haberse decretado una prueba de oficio que no se
practica se está en presencia de un proceso nulo. Aún gravita en
el litigante el principio consagrado en el artículo 177 del Código de
Procedimiento Civil, y en consecuencia soporta el deber procesal
de demostrar los supuestos de hecho que invoca para la
aplicación de las normas cuyo efecto persigue.
Con todo, ese argumento, a la luz de la búsqueda oficiosa
de la verdad que puede hoy predicarse de la labor del juez, no
puede, insularmente considerado, erigirse en fundamento que
enerve una declaración de nulidad como la que en este cargo se
pide.
En efecto, si se tiene presente que la nulidad procesal a
que se alude exige que, según las circunstancias del proceso, la
prueba omitida sea de aquellas que en forma antelada, emerja de
modo ostensible como indispensable para el hallazgo de la verdad
real que el fallo debe reflejar, en el cargo que se le plantee a la
2
En el mismo sentido, Sentencia de Casación Civil del 15 de diciembre de 2005,
Expediente C-2575431030021999-00095-01.
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Corte, en sede de casación, tal carácter debe ponerse de
presente, debido a que de oficio no puede la Sala auscultar ese
designio, por razón del principio dispositivo que gobierna al
instituto de la casación.
Porque no hay que olvidar que este proceso versa sobre la
simulación de actos jurídicos, fenómeno que doctrina y
jurisprudencia al unísono han caracterizado como problemático
desde el punto de vista probatorio, por la dificultad que ostenta la
acreditación de dicho fenómeno, no sólo por hallarse constituido
por hechos esencialmente ocultos, las más de las veces ilícitos o
fraudulentos, sino porque se trata de una ocultación premeditada,
a resultas de lo cual, el afloramiento de la real voluntad
consensuada de las partes suele sustentarse en indicios de
diversa índole, que -siendo contingentes y numerosos- deberán
ostentar las características de precisión, gravedad y concordancia
entre ellos, de suerte que produzcan la convicción de la
simulación incoada.
Se alude a lo anterior, porque el cargo que se despacha,
en últimas, se edifica sobre la base de la dificultad, por renuencia
de los demandados –pero también por desidia de la demandante-,
de acreditar el valor comercial de los bienes vendidos a la fecha
de los contratos. Sin embargo, sobre la importancia radical que
esta prueba pudiera tener para las resultas del juicio no se dijo
nada en el cargo, ante lo cual bien pudiera obtenerse de ella, en
últimas, la demostración de otro indicio contingente, mas no la
prueba de un hecho indicativo necesario para llegar al fondo del
querer consensuado de las partes en los contratos tildados de
simulados.
Es de destacar que la trascendencia de la prueba que se
echa de menos, señalada por el Tribunal en auto de noviembre 18
JVR. Exp. 52001-3103-001-2007-00046-01
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de 2009, fue luego infirmada por el propio ad quem, cuando
decidió fallar sin insistir en la práctica de la misma.
En conclusión, el cargo no prospera.
SEGUNDO CARGO
En este cargo se acusa a la sentencia del Tribunal por la
causal primera del artículo 368 del Código de Procedimiento Civil,
por “aplicación indebida del artículo 1766 del Código Civil, como
consecuencia de los errores de hecho cometidos en la
apreciación probatoria, por indebida aplicación de los artículos
177, 187, 248, 249, 250 del Código de Procedimiento Civil,
artículo 1757 del Código Civil y falta de aplicación de los artículos
22 y 23 del Código Sustantivo del Trabajo”.
En procura de demostrarlo, señala la recurrente que en
relación con el demandado Franco Alberto Aguirre Realpe el
juzgador de segunda instancia no le otorgó ningún valor
probatorio a la Resolución número 0256 del 22 de junio de 1995.
Recalca que esta prueba fue solicitada por la parte demandante,
decretada en primera instancia pero no recaudada, solicitada
luego en la segunda instancia y denegada para luego ser
decretada de oficio, siendo allegada al proceso días antes de ser
proferido el fallo, pero que no fue tenida en cuenta al momento de
emitirlo, e “inclusive es adosada al expediente después de la
sentencia”. Sobre esta señala que de su simple lectura se puede
destacar que la cesantía no la solicitó el demandado para la
compra de un inmueble, como se adujo, sino para reparaciones
locativas y no por $6.000.000,oo, pues a dicha suma se le
descontó un 20% a favor de su hijo Alexis Fernando Aguirre, por
lo cual únicamente recibió la suma de $4,800,000. A lo anterior se
agrega que la escritura pública impugnada en simulación se corrió
14 días antes de la expedición de la mentada resolución.
JVR. Exp. 52001-3103-001-2007-00046-01
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Concluye entonces que si la Sala de decisión no hubiera omitido
el análisis de esta prueba hubiera concluido que el señor Franco
Alberto Aguirre no había usado esos dineros para cancelar la
compraventa de los inmuebles "y esto aunado a los demás
indicios que se encuentran probados en el proceso, como el
parentesco, la gran afinidad y cariño que le tenía su tío, la
situación de enfermedad terminal del vendedor, el momento de la
negociación, el valor ínfimo colocado en la escritura de venta, la
no necesidad del vendedor de deshacerse de todos y cada uno de
sus bienes, su prudencia económica, el hecho de tomar posesión
de los bienes sólo a partir de la muerte del presunto vendedor" (fl
51, cdno. 1).
Seguidamente se refiere a los argumentos del Tribunal en
relación con la demandada Alicia del Rosario López, para
endilgarle a aquél una “falta de apreciación de las pruebas” al dar
por demostrada la existencia de una relación laboral y que en
compensación a la misma se le regalara a ésta la casa habitación.
Se queja de que el Tribunal no le dio validez al certificado de
nacimiento de la señora María del Rosario López del cual se
colige que para la fecha de la escritura 4531 del 7 de septiembre
de 1995 contaba sólo con 21 años de edad, de lo cual se puede
deducir que no fue la empleada doméstica del causante, por más
de 20 años como lo relata el testigo Milton Álvaro Verdugo.
Adicionalmente señala que es falsa la afirmación del sentenciador
según la cual la testigo Gloria Isabel Orbes sostuvo que el
causante tenía la intención de compensar los servicios que le
había prestado Alicia del Rosario López, por cuanto el juzgador
supone la existencia de esta afirmación que no está en parte
alguna del testimonio. Agrega que la declaración de la señora
Gloria Alicia Tobar no puede tenerse en cuenta por ser de oídas.
Concluye que no está demostrada a cabalidad la prestación del
servicio laboral de la demandada, Alicia del Rosario López, para
con el señor Vicente Javier Realpe. Y remata: “téngase en cuenta,
JVR. Exp. 52001-3103-001-2007-00046-01
22
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Sala de Casación Civil
tal como lo expresan las declaraciones que todas indican que
Alicia del Rosario López fue un miembro más de la casa, de
donde se deduce que pudo haber prestado la colaboración y
apoyo que cualquier persona presta a algún miembro de su
familia, pero que la ley tiene establecido que esa circunstancia no
da derecho a remuneración” (fl 53, cdno. Corte), como lo
aseveran los testigos que fue así, por lo cual, al no existir
remuneración falta uno de los requisitos del contrato de trabajo,
con lo que violó el Tribunal los artículos 22 y 23 del Código
Sustantivo del Trabajo, pues dio por establecido un contrato de
trabajo por el cual se debía compensar a la señora Alicia del
Rosario López.
En cuanto a la demandada Marta Adriana Realpe, luego de
recordar la recurrente que el Tribunal afirmó que la venta que le
hiciera Vicente Javier Realpe es real, y no una donación, porque
el testigo Osvaldo Alirio Palacios afirmó que ella tenía capacidad
económica y estuvo presente en el momento en que se efectuó
dicha negociación, le achaca al ad quem no haber valorado varias
pruebas, entre ellas el interrogatorio a esta demandada, quien
sostiene haber pagado el precio con recursos que obtuvo de la
venta de leche y el comercio de ganado, al paso que en la
contestación hecha por conducto de apoderado había señalado
que los recursos provenían de su padre, a más de que en parte
alguna del testimonio de Osvaldo Alirio Palacios se dice que él
hubiera estado presente, sino que tuvo conocimiento de la
compraventa.
En lo concerniente a la venta que esta demandada, Martha
Adriana Realpe, le hizo a Franco Alberto Aguirre, y que el Tribunal
descarta que haya sido una donación pues el supuesto donante
(Javier Vicente Realpe) ya había fallecido para la fecha del
contrato, sostiene la impugnante que el Tribunal no advirtió el
JVR. Exp. 52001-3103-001-2007-00046-01
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indicio consistente en el traspaso del bien a tan solo un año de
muerto el señor Javier Vicente Realpe.
En cuanto al inmueble adquirido por Alba Lucía Erazo
Ramírez y de cuya negociación el Tribunal encuentra que se
efectuó como parte del pago de deudas del causante al socio de
éste y esposo de la demandada, la recurrente arguye que tal
conclusión es falsa, y ello por cuanto en la contestación de la
demanda, Alba Lucía Erazo señaló que las propiedades fueron
recibidas como parte del pago de la sociedad que el causante
tenía con su esposo Carlos Aguirre, atinente a un camión de
placas VS-4854, pero, de acuerdo con el libelo genitor, en
realidad se trata de otro vehículo, de placas WZ-3664. Agrega
que este aserto consta además, en el documento aportado por la
demandada Martha Adriana Realpe, en donde aparece que a
favor de Lucía Erazo se cancelaron $2.000.000,oo, por lo que si
se pagó allí en efectivo, “no se entiende también que se haya
cancelado transfiriéndole un lote” (fl. 58, cdno. Corte). Y, agrega
la censura, no tuvo en cuenta el fallador el registro de defunción
de Carlos Aguirre en el que consta que murió en 1990, cinco años
antes del fallecimiento de Javier Vicente, “fecha en la cual sin
ninguna duda se rompió la sociedad sobre el vehículo VS-4854”
(fl. 59, cdno. Corte).
En relación con la demandada Cruz Amparo Vallejo de
Ortiz, le achaca al Tribunal error de hecho por no interpretar la
demanda, al no estimar que en vez de nulidad, en ella se plantea
una inoponibilidad a favor de la demandante.
Seguidamente pasa la recurrente a relacionar pasajes de
los testimonios de Carlina Rosa Paredes y Efrain Morillo, de los
que dice que “parece que adrede no fueron apreciados”.
JVR. Exp. 52001-3103-001-2007-00046-01
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Pasa a referirse al recibo firmado en diciembre de 1995 por
la demandante y su señora madre Virginia Rosas, mencionado
por el Tribunal, y del cual señala que esta Corporación no le da el
verdadero valor probatorio que tiene pues lo considera pago del
derecho hereditario cuando de su texto se desprende que los
dineros allí referidos se le entregaron a estas señoras por
concepto diferente (seguro de vida).
Extracta el testimonio de María del Carmen Reina Terán,
Carmen Virginia Rosas, Manolita del Carmen Oliva, Gloria Isabel
Orbes Alvarado para seguidamente afirmar que del análisis de las
pruebas de este proceso se puede afirmar que deben prosperar
las pretensiones de la demanda en contra de cada de uno de los
demandados “pues para todos ellos se dan los indicios con los
cuales se concluye, que los títulos escriturarios se realizaron a
favor de familiares muy cercanos ya sea vía consanguínea o de
afinidad, se realizaron en un momento propicio a los pocos días
de fallecer Vicente Javier Realpe Enríquez, ya que su muerte era
inminente, que no recibió pago del precio de dichas ventas, que
continue (sic) con la posesión de sus bienes hasta su muerte,
que los gastos de enfermedad fueron cubiertos con la venta del
vehículo brigadier de placas WZ 3664, el mismo que se había
vendido en $75.000.000, que los familiares del señor Realpe
Enríquez tenían enemistad con la madre de mi poderdante (…)
que de la actitud de los demandados que demostraron dentro del
proceso, todas sus argucias defensivas han caído una a una” (fl
64 y 65, cdno. Corte).
CONSIDERACIONES
1. Como distintas falencias de orden técnico se evidencian
en el cargo acabado de resumir, es preciso que la Corte recuerde,
a nivel general y aplicable a las anomalías que se irán advirtiendo,
JVR. Exp. 52001-3103-001-2007-00046-01
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algunos aspectos referidos a la causal de violación de normas
sustanciales por error de hecho manifiesto y trascendente.
Es connatural al oficio de los juzgadores de instancia gozar
de una discreta autonomía en la apreciación de las pruebas, de
suerte que los errores probatorios de hecho que se les endilguen
a su sentencia y para los fines propios del recurso de casación,
deben ser ostensibles, protuberantes o que salten a la vista, lo
que significa que la conclusión que en el campo de las pruebas
proponga el recurrente debe ser la única posible frente a la
realidad procesal que los autos ofrecen, por lo cual, si la decisión
del fallador no se aparta de las alternativas que razonablemente
puedan desprenderse de la prueba producida, el fallo debe
mantenerse. De allí que no cualquier ensayo crítico sobre el
ámbito probatorio puede desquiciar un fallo en casación, ni aún
aquél que sea fruto de una dialéctica quizás más concienzuda que
la del Tribunal, pues, se repite, la evidencia incontrastable de la
equivocación en que incurrió el sentenciador es la regla. “[s]i el
yerro no es de esta naturaleza, prima facie, si para advertirlo se
requiere de previos y más o menos esforzados razonamientos, o
si se manifiesta apenas como una posibilidad y no como una
certeza, entonces, aunque se demuestre el yerro, ese suceder no
tendría incidencia en el recurso extraordinario” (G.J. T. CXII, 242,
reiterada en Casación Civil de 8 de noviembre de 1993).
En sentencia del 15 de marzo de 1995, señaló esta Sala
que “el error de hecho en el ámbito de la prueba, para los
propósitos del recurso de casación en los términos previstos por
los artículos 368 y 374 del Código de Procedimiento Civil, en
último análisis consiste en la radical oposición, por eso mismo
abierta e irreconciliable, entre las afirmaciones de prueba
realizadas en la sentencia de instancia objeto de impugnación y la
verdad indiscutible que muestran los autos, o bien en la omisión
por dicha providencia de datos o circunstancias, igualmente
JVR. Exp. 52001-3103-001-2007-00046-01
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comprobables a simple vista en el expediente, que resulten
trascendentales para la decisión”.
De suerte que esa “antítesis de mayúscula envergadura”
no puede suplirse por un contraste de criterios como el que
libremente y en procura de persuadir, es de usanza en los
alegatos de instancia, en vista de que “... es frustráneo todo
empeño que, saliéndose de los estrictos cauces imperados por la
técnica del recurso, tienda a ensayar un examen global de la
cuestión litigiosa, diferente del realizado por el sentenciador. Todo
esto porque factor de primer orden en su poder decisorio es el de
la discreta autonomía que por ley le compete para la apreciación
de las cuestiones de hecho que las pruebas encarnan; porque el
recurso de casación no es una instancia más del juicio y porque el
fallo recurrido sube a la Corte amparado por la presunción de
acierto...” (G.J. Tomo CXXXII, pág. 214).
Por lo demás, ha insistido la Corte en que si el fallo de
instancia llega a la casación precedido por una presunción de
acierto y legalidad, corre el recurrente con la carga de desquiciar
las bases que le sirven de sustento; pero "[n]o solo es deber del
recurrente demostrar la necesidad jurídica de remover en su
integridad los pilares en que se fundamenta la sentencia, sino que
frente a cada uno de ellos, debe así mismo combatir la totalidad
de las pruebas con las que el ad quem dio por acreditados los
hechos relevantes, pues si alguna de ellas no es atacada y por sí
misma presta base sólida a la resolución, esta quedará en pie y el
fallo no puede infirmarse en sede de casación..." (sent. 22 de
octubre de 1993, aún sin publicar).
En reciente fallo de esta Sala (Sentencia de Casación Civil
del 9 de marzo de 2012, exp. 11001-3103-010-2006-00308-01) se
reprodujo este criterio pacífico y uniforme de la Corte en torno al
error de hecho: “[a]cerca del ‘error de hecho’, ha precisado
JVR. Exp. 52001-3103-001-2007-00046-01
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reiteradamente la Corte, que ‘(…) ‘atañe a la prueba como
elemento material del proceso, por creer el sentenciador que
existe cuando falta, o que falta cuando existe, y debido a ella da
por probado o no probado el hecho’ (LXXVIII, p. 313), es decir,
acontece ‘a) cuando se da por existente en el proceso una prueba
que en él no existe realmente; b) cuando se omite analizar o
apreciar la que en verdad sí existe en los autos; y, c) cuando se
valora la prueba que sí existe, pero se altera sin embargo su
contenido atribuyéndole una inteligencia contraria por entero a la
real, bien sea por adición o por cercenamiento’ (cas. civ.
sentencia 034 de 10 de agosto de 1999, exp. No. 4979); siendo tal
su notoriedad y gravedad, ‘cuando su sólo planteamiento haga
brotar que el criterio del sentenciador fue totalmente desenfocado,
que está por completo divorciado de la más elemental sindéresis;
si se quiere, que repugna al buen juicio’, lo cual ocurre en
aquellos casos en que ‘el fallador está convicto de
contraevidencia’ (cas. civ. sentencias de 11 de julio de 1990 y 24
de enero de 1992), ‘cuando el sentenciador se estrelló
violentamente contra la lógica o el buen sentido común, evento en
el cual no es nada razonable ni conveniente persistir tozudamente
en el mantenimiento de la decisión so pretexto de aquella
autonomía’ (CCXXXI, pág.644), o en otros términos, ‘que a simple
vista se imponga a la mente, sin mayor esfuerzo ni raciocinio, o en
otros términos, de tal magnitud, que resulte contrario a la
evidencia del proceso (…)’ (G.J. Tomo LXXVII, pág. 972)’ (cas.
civ. sentencias 006 de 12 de febrero de 1998, expediente 4730;
080 de 18 de septiembre de 1998, exp. 5058) (…)” (sentencia de
16 de diciembre de 2011 exp. 2000-00018-01)”.
Finalmente, debe además reiterarse que el juzgador de
instancia, “‘goza de autonomía para evaluar y ponderar los
diversos medios de prueba que integran el acopio demostrativo
del expediente. Sucede, entonces, que por regla general las
conclusiones razonables a que arribe en el punto quedan a salvo
JVR. Exp. 52001-3103-001-2007-00046-01
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de reproche, y se mostrarán así impermeables al ataque en
casación (sentencia de 11 de julio de 1990 y 24 de enero de
1992)’ (casación de 24 de octubre de 2006, expediente 0005801), pues, ‘(…) en la prueba por indicios se trata
fundamentalmente de que el juzgador, por el hecho conocido,
pase a descubrir el hecho que se controvierte, ‘(...) no existe duda
alguna acerca de que por regla general el debate sobre su mérito
queda cerrado definitivamente en las instancias, y que la crítica en
casación se reduce a determinar si por error evidente de hecho o
de derecho estuvieron admitidos como probados o como no
probados los hechos indicativos; si todas las conjeturas dependen
exclusivamente de un indicio no necesario; y si la prueba por
indicios es o no de recibo en el asunto debatido. Pero en lo que
atañe a la gravedad, precisión, concordancia y nexo de los
indicios con el hecho que se averigua, el sentenciador está
llamado por la ley a formar su íntima convicción, que prevalece
mientras no se demuestre en el recurso que contraría los dictados
del sentido común o desconoce el cumplimiento de elementales
leyes de la naturaleza’. (LXXXVIII, 176; CXLIII, 72); y ‘(...) aún en
el evento de que surgieran dudas a través del nuevo examen de
los indicios, es bien claro que el recurso extraordinario no podría
fundarse en base tan deleznable como el estado dubitativo para
decretar el quiebre de la sentencia objeto de acusación’
(LXXXVIII, 176 y 177)” (casación de 16 de febrero de 1996,
CCXL, p. 194, reiterada en sentencia S-029 de 15 de marzo de
2000, expediente 5400, casación de 16 de julio de 2001, exp.
6362, casación de 24 de octubre de 2006, expediente 00058-01).
2. Así, en cuanto a la venta de los inmuebles mencionados
en la Escritura Pública número 106 del 6 de junio de 1995
otorgada en la notaría pública de Cumbal, y en la que figura como
comprador el demandado Franco Alberto Aguirre Realpe, señala
la recurrente que el juzgador de segunda instancia no le otorgó
ningún valor probatorio a la resolución número 0256 del 22 de
JVR. Exp. 52001-3103-001-2007-00046-01
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junio de 1995, y ciertamente existe la duda acerca de si dicho
documento fue tenido en cuenta a la hora de fallar, por cuanto se
aprecia que el proyecto de sentencia fue registrado el 2 de febrero
de 2010 (folio 90, cdno. Tribunal) al paso que el oficio remisorio
del documento en mención ingresó al Tribunal el 9 de febrero de
2010 (folio 125, ib.); sin embargo, justamente de la simple lectura
del fallo aflora que lo que tuvo en cuenta el Tribunal (folio 110, ib.)
fueron las constancias expedidas por la Secretaría de Educación
Municipal de Pasto mediante las cuales se acreditó que Franco
Alberto Aguirre estuvo vinculado como docente en la planta global
del Municipio de Pasto desde 1979 y que mediante la resolución
aludida se le reconoció el pago de una cesantía parcial por valor
de $6.000.000,oo (folio 59 y 60 cdno. 1), medios probatorios que
fueron los apreciados por el Tribunal y en relación con los cuales
guardó silencio la recurrente.
A partir de dichas pruebas dedujo el Tribunal que el
demandando ostentaba capacidad económica suficiente para
comprar el inmueble, deducción que, por lo demás, apoyó con el
testimonio de Ana Flor Guzmán y con el hecho de que el
demandado “entró en posesión de los mismos [inmuebles] en el
momento mismo en que se efectuó la venta, lo que de suyo
descarta la estructuración de los indicios alegados” (fl 119, cdno.
5). Y, al igual que el anterior sustento, ninguna de estas dos
últimas bases fueron objeto de embate alguno en el cargo,
quedando por tanto incólumes y tornando la acusación
incompleta.
Pero, además, esa conclusión del ad quem no se la puede
calificar de contraevidente, por el hecho de que la liquidación y
pago de las cesantías de que trata esa Resolución se haya
verificado días después de la fecha de la negociación, o porque
en aquélla se haya indicado que el monto del retiro parcial de la
cesantía estaría destinado a reparación de vivienda y no a
JVR. Exp. 52001-3103-001-2007-00046-01
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compra, o porque no fueran $6 millones sino $4.8 millones los
recibidos. De estos asertos, que son los que pone de presente la
recurrente y afloran de la prueba echada de menos, en realidad
no se desprende que el señor Franco Alberto Aguirre no hubiera
utilizado esos recursos para pagar el precio de la compraventa
pretensamente simulada. Se trata solamente de una de varias
posibilidades, todas razonables, que vuelven la acusación inane.
En adición a lo anterior, y cual alegato de instancia, se
limita la recurrente a señalar que hay otros indicios que se
encuentran probados “como el parentesco, la gran afinidad y
cariño que le tenía su tío, la situación de enfermedad terminal del
vendedor, el momento de la negociación, el valor ínfimo colocado
en la escritura de venta, la no necesidad del vendedor de
deshacerse de todos y cada uno de sus bienes, su prudencia
económica, el hecho de tomar posesión de los bienes sólo a partir
de la muerte del presunto vendedor” (fl. 52, cdno. Corte) sin
ejercer labor alguna distinta a mencionarlos, cuando en el recurso
de casación, de raigambre dispositiva, la Corte no puede suplir la
deficiencia del censor, que es el llamado a determinar (último
inciso del artículo 374 del Código de Procedimiento Civil) las
pruebas que acreditan los hechos de donde se desprendan las
inferencias o esos indicios, apenas enlistados en este cargo, y
también explicitar cómo éstos tienen esas connotaciones de
convergencia, gravedad, pluralidad y concordancia, de suerte que
tal demostración haga brotar la contraevidencia de la conclusión a
la que arribó el juzgador por razón de la omisión probatoria
evidenciada.
3. En lo tocante a la venta que el causante Vicente Javier
Realpe le hiciese a la demandada Alicia del Rosario López
(Escritura Pública N° 4537 de 7 de septiembre de 1995 otorgada
en la Notaría Segunda del Círculo de Pasto), el Tribunal constató
que, en efecto, la demandada admitió no haber pagado dinero
JVR. Exp. 52001-3103-001-2007-00046-01
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alguno por la compra, e igualmente comprobó que dicha
afirmación fue ratificada por los demandados en sus
interrogatorios de parte y por testigos quienes expresaron que la
señora Alicia del Rosario López se hizo cargo de la atención y el
cuidado de Vicente Javier en los últimos días de su existencia y
enfatizan que el mentado causante nunca le pagó ninguna suma
por su trabajo. De allí que el Tribunal concluyese, sin que dicha
deducción luzca absurda o contraevidente, que la transferencia
del bien inmueble la hizo el vendedor como pago de lo adeudado
laboralmente por sus servicios.
A lo anterior el recurrente reclama que no estando
acreditada la prestación del servicio laboral y teniendo en cuenta
que las declaraciones indican que la demandada Alicia del
Rosario López fue un miembro familiar más de la casa y como
esa circunstancia implica apoyo a tareas del hogar que no dan
derecho a remuneración, dicha enajenación fue simulada y
escondió una donación.
Como quiera que el Tribunal alude a las declaraciones de
parte y testimoniales, constata la Corte que, en efecto, de dichos
medios se desprende la afirmación sentada por el ad quem. Así,
Milton Álvaro Verdugo Risueño (folio 11, cdno. 3) explica que el
causante le comentó que “Alicia del Rosario había trabajdo (sic)
mucho tiempo con él y que quería compensarle todos sus años de
trabajo con una casa de su propiedad ya que ya había sido pues
la ama de llaves y le sirvió toda la vida hasta el lecho de muerte”.
Y cuando se le preguntó si el traspaso de esa casa a la
demandada Alicia del Rosario había sido para defraudar los
intereses de su hija Yovana, manifestó que "para mí no sería una
simulación, sino sería más bien como un (sic) compensación por
los servicios prestados por Alicia durante tantos años de trabajo
hasta la fecha en que él falleció”.
JVR. Exp. 52001-3103-001-2007-00046-01
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Por su parte, Gloria Alicia Tovar de Montenegro (folio 70,
cdno. 3), al ser indagada sobre si le constaba que Alicia del
Rosario había prestado sus servicios y acompañado a la madre
de Vicente Javier Realpe, durante cuánto tiempo y si conocía que
Vicente Javier estaba en mora de reconocer los servicios
prestados por Alicia contestó: "si me consta que presto (sic) sus
servicios, como esta niña la conocí de un añito entonces desde
ese tiempo… sí, ella siguió con ellos, hasta la muerte del señor
Vicente, ella era la encargada de estar en el hospital y sigue
atendiendo a la misma familia es decir al sobrino que quedó…
[e]lla en realidad no recibía sueldo ni nada, pero como con mi
esposo siempre era amigo de él, él me comentó que la quería
dejar asegurando por el servicio que había estado prestando…
era una manera de agradecerle sus servicios”.
Del mismo tenor es la declaración que rindió la señora
Gloria Amparo López Urrea (fl. 72, cdno. 3) quien señaló,
refiriéndose a Alicia del Rosario López, que “cuando yo la conocí
estaba estudiando y vivía donde ellos, cuando vivía doña Delfina
mamá de don Vicente si me consta que ella le prestaba los
servicios, les hacia los mandados y así empezó a trabajar y
cuando doña Delfina se murió Rosario se retiró del colegio,
porque como no tenía quién lo sirva a don Javier tenía que
retirarse y desde allí estuvo pendiente de don Javier cuando
llegaba de sus viajes y lo atendía y servía como ama de llaves…
lo siguió atendiendo, ella estuvo pendiente de él hasta la muerte
desde que se enfermó hasta que se murió… cuando se enfermó
lo fui a visitar a la clínica Fátima como yo soy de Pasto, entonces
me dijo que él no sabía cómo reconocerle a la muchacha, porque
plata no tenía y los servicios que nos ha prestado tanto a mi
mamá, como a mí y a toda mi familia lo único que tengo es esta
casa esto le voy a dejar de recompensa o de pago por todos los
servicios que prestó me dijo a mí”.
JVR. Exp. 52001-3103-001-2007-00046-01
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En consecuencia, aparte de que la conclusión del Tribunal
encuentra apoyo razonable en las declaraciones anteriores, debe
señalarse que no por el hecho de haber dejado de cancelar el
causante a la demandada Alicia del Rosario López las sumas de
dinero como retribución a las labores domésticas que ella
desempeñaba y a que se refieren los testigos, puede concluirse
que no existiese una relación laboral y que, como lo asevera la
recurrente, dicha relación fuese más bien familiar y por ello sin
derecho a retribución. Lo planteado por la censura se trata, en
últimas, de una conclusión que se la quiere contraponer con la
adoptada por el Tribunal, que se fundamenta en los testimonios a
que alude el recurrente en esta acusación, para resaltar que la
demandada, por esas labores no recibía nada, hecho que puede
significar, precisamente, que el causante se haya sustraído en
vida al cumplimiento de la obligación de retribuir el trabajo y haya
optado por pagar tardíamente con la entrega del inmueble.
4. En cuanto a la venta de Javier Vicente Realpe a la
demandada Martha Adriana Realpe, documentada en la Escritura
Pública No. 4660 del 13 de septiembre de 1995 otorgada en la
notaría 2ª de Pasto, la Corte constata que en efecto, tal como lo
afirma el recurrente, el Tribunal se equivocó cuando afirmó que el
testigo Oswaldo Alirio Palacios (fl. 104, cdno. 3), había sostenido
que estuvo presente cuando se hizo la negociación, pues tal
afirmación no figura en su testimonio, en el que sí se lee que
afirma que Martha tenía capacidad económica pues provenía de
una familia pudiente, además de otros tópicos: “sí tuve
conocimiento de la compraventa, el finado Javier le vendió ese
lote por motivo de enfermedad, se lo vendió a Alfredo y a Martha
en $2.000.000,oo, esa plata no sé si la cogió un hermano Bolívar
Realpe porque con él hicieron el negocio” (fl. 104, cdno. 3).
Además, la recurrente le achaca al ad quem no haber
valorado varias pruebas, entre ellas el interrogatorio a esta
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demandada, quien sostiene haber pagado el precio con recursos
que obtuvo de la venta de leche y el comercio de ganado, al paso
que en la contestación hecha por conducto de apoderado había
señalado que los recursos provenían de su padre.
Y en efecto, en la contestación de la demanda (fl. 70, cdno.
1), la demandada Martha Adriana Realpe adujo que el precio del
lote lo había pagado su señor padre, y al punto anexó fotocopia
del documento (fl. 73, cdno. 1), relacionado por el Tribunal (fl. 110,
cdno. 5), en cuyo acápite de “entradas” figura el concepto “venta
potrero Alfredo Realpe”.
Pero en el interrogatorio (fl 3, cdno. 4) afirmó otra cosa:
“PREGUNTO: Manifieste como es cierto que usted no entregó
ningún dinero por la compra que figura en la escritura que figura
con el número 4.660 del 13 de septiembre de 1995? CONTESTÓ:
Sí se entregó dinero, sí yo entregué el dinero. … PREGUNTADA:
Dígale al despacho qué actividad económica realizaba en el año
1995? CONTESTÓ: Como soy ganadera me dedicaba a vender
leche y cabezas de ganado” PREGUNTADA: Informe usted qué
edad tenía para dicha época? CONTESTÓ: 23 años”.
Por supuesto que estas disparidades siembran dudas
acerca de lo acaecido, y así, dentro de las posibilidades
verosímiles o razonables que caben, está la que plantea la
recurrente, esto es, la de que no hubo pago alguno. Pero de esas
afirmaciones igualmente puede concluirse que pago sí existió sin
que sea claro quién lo hizo, si el padre o la hija; o ambos. Pues no
hay que perder de vista que el testigo Oswaldo Alirio Palacios
relata que el inmueble “se lo vendió a Alfredo y a Martha”, que
ésta señala dubitativamente que el dinero sí se entregó para
seguidamente decir que ella lo entregó, y en fin, que en el
documento a que alude la demandada en la contestación (en cuyo
encabezado se lee: “pagos hechos por el señor Luis Bolívar
JVR. Exp. 52001-3103-001-2007-00046-01
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Realpe de cuentas deudas y demás compromisos adquiridos por
el señor Vicente Javier Realpe”) figura, como ya se indicó, “venta
potrero Alfredo”, elementos todos que conjuntados pueden dar
lugar a la conclusión que prohijó el tribunal y que, por tanto no se
muestra como carente de sentido.
Es que en estos “márgenes de duda” (CLXXXVIII, 56) en
donde con certeza no brota la evidencia del error, la Corte no
puede sustituir el criterio del Tribunal y acoger el del recurrente,
sin trocar la casación en instancia.
4. Sobre la Escritura Pública 326 del 31 de octubre de
1996, otorgada en la Notaría Única de Cumbal, mediante la cual
Martha Adriana Realpe Bravo vendió a Franco Alberto Aguirre
Realpe el inmueble rural denominado Yerbabuena, el colegiado
señala que como a la fecha de la negociación el anterior
propietario y causante, Vicente Javier Realpe, había fallecido un
año antes, no podía inferirse que se trataba de una donación que
él hubiese hecho pues no participó en el contrato. Por esa vía,
descarta que la vendedora Martha Adriana hubiera servido de
intermediaria entre el de cujus y su sobrino Aguirre Realpe para
transferirle a éste el inmueble.
Por su parte, el recurrente plantea una conclusión distinta,
a partir de los mismos hechos demostrados, esto es, las fechas
de fallecimiento de Vicente Javier y la de la negociación
pretensamente simulada, consistente en que la venta se había
llevado a cabo a tan solo un año de haber fallecido Vicente Javier
Realpe, “por cuanto de lo contrario y de haberse realizado en
forma directa el señor Franco Alberto Aguirre hubiese quedado
con la mayoría de los bienes, indicio más que ostensible para la
prosperidad de la simulación”.
JVR. Exp. 52001-3103-001-2007-00046-01
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Caben aquí plenamente los raciocinios transcritos en las
consideraciones iniciales relativas a este cargo, atinentes a las
inferencias que puede colegir el Tribunal de instancia a partir del
hecho indicador, en relación con el cual la Corte no está facultada
para examinar libremente cuál de las deducciones luce más
atinada o razonable, porque, como se ha dicho por esta Sala en
forma uniforme y seguida, en materia de indicios, “no existe duda
alguna acerca de que por regla general el debate sobre su mérito
queda cerrado definitivamente en la instancia, y que la crítica en
casación se reduce a determinar si por error evidente de hecho o
por error de derecho estuvieron admitidos como probados o como
no probados los hechos indicativos; si todas las conjeturas
dependen exclusivamente de un indicio no necesario; y si la
prueba por indicios es o no de recibo en el asunto
debatido”(LXXXVIII, 176; CXLIII, 72).
5. En cuanto al inmueble adquirido por Alba Lucía Erazo
Ramírez (escritura 4538 del 7 de septiembre de 1995 de la
Notaría 2da de Pasto), y de cuya negociación el Tribunal
encuentra que se efectuó como parte del pago de deudas del
causante al socio de éste y esposo de la demandada, la
recurrente arguye que tal conclusión es falsa, para lo cual ensaya
un elaborado análisis en el que pone de presente la existencia de
dos vehículos distintos. Sin embargo resulta claro que el Tribunal
advierte que existen discrepancias en las declaraciones de María
del Carmen Reina, Segundo Horacio Ortiz, Pastora Angélica
López, Guillermo Alfredo Realpe sobre las cuales señala que la
transferencia del bien inmueble que el causante hizo en favor de
Alba Lucía Erazo obedeció al pago de una deuda que el extinto
Realpe Aguirre tenía en relación con la compra de un carro
tanque, aun cuando advierte que Segundo Horacio Ortiz afirmó
que no era por la venta del vehículo sino por una deuda de tipo
laboral. Sin embargo, el Tribunal señala que todos estos testigos
coinciden en sostener que a raíz de la enfermedad que contrajo
JVR. Exp. 52001-3103-001-2007-00046-01
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Vicente Javier Realpe no pudo pagar la obligación a su cargo y
por eso entregó a la citada demandada el lote de terreno, habida
cuenta de que era la esposa de Luis Carlos Realpe.
En la declaración de María del Carmen Reina Terán (folio
79, cdno. 3) se aprecia que preguntada sobre si le constaba la
existencia de una sociedad entre Vicente Javier Realpe y Luis
Carlos Aguirre relacionada con un vehículo termotanque de
placas VS4854, contestó que "a mí me consta que don Javier
Realpe tenía un camión y don Javier me vendió la mitad, pero él
comentaba que él tenía una parte, y otra parte la tenía Carlos mas
no sé cuánto era la parte, no figuraba en los papeles, el camión
tenía un tanque el cual lo alquilábamos”.
En la declaración de Segundo Horacio Ortiz, (fl. 83, cdno.
3), se lee que “(…) Carlos Aguirre tenía la tercera parte de este
vehículo por trabajo que Javier le pagó por que él había trabajado
mucho tiempo, lo liquidó y le dio una tercera parte". Preguntado
por el valor de la cuota parte de la propiedad que le
correspondiese a Luis Carlos Aguirre señaló que era "(…) por ahí
unos $18,000,000 ". Preguntado por el motivo por el cual se
realizó la escritura pública en la que figura el señor Vicente Javier
Realpe como vendedor y Alba Lucía Eraso como compradora
señaló: "[e]lla recibió un lote de terreno interno como una parte de
pago de la deuda, o sea que era el 10 % de la deuda el 90 % le
quedaba debiendo, eso me contó Vicente Javier Realpe, por que
(sic) los dos éramos amigos, él iba a vender el tanque azul para
pagar la deuda de Carlos Aguirre pero como le prestaron a él para
hacerse curar dicen que no les alcanzó la plata". Preguntado por
si sabía el motivo de esa escritura, respondió: "[s]í eso es de lo
que estoy hablando ese es el lote que se le dio a la señora Alba
Lucía Erazo en parte de pago de la deuda que es el 10 %”. Y
preguntado por quién es el propietario y poseedor del inmueble de
que trata la escritura, respondió el testigo que "[e]l lote era de la
JVR. Exp. 52001-3103-001-2007-00046-01
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señora Alba Lucía Erazo que recibió por parte de pago a Vicente
Javier y la actual dueña desde hace 12 años es la señora Amparo
Vallejo Muñoz”. Y finalmente preguntado sobre si le han pagado a
la señora Alba Lucía Eraso la deuda pendiente de la sociedad
señaló que "[c]omo le digo hasta ahorita le deben el 90 por ciento
de la deuda y no hay quien pague, lo que dejó Javier alcanzó sólo
para pagar lo de la curación de la enfermedad".
Pastora Angélica López también se refiere a la sociedad de
Vicente Javier con Luis Carlos Aguirre Realpe. Se expresa así: "si
me consta, tenía la mitad que le vendió Javier a Carlos". "Sólo sé
que era el 50 por ciento, mas no el valor". Preguntada sobre si
conocía de la venta a la señora Alba Lucía Erazo como parte del
pago del derecho que tenía el señor Luis Carlos Aguirre,
respondió: "la casa no, esa no tenía nada que ver, lo que le dio
don Javier es un lote en parte de pago por la parte del carro, que
era del señor Luis Carlos Aguirre, porque Javier me dijo que él le
iba a dar ese pedazo de lote en parte de pago, porque el carro lo
vendieron y no le han dado más hasta la fecha". Preguntada
acerca de si sabía el motivo por el cual se había otorgado dicha
escritura, respondió: "[d]e ese lote es que estoy hablando, la
causa de la escritura es como parte de pago de la sociedad que
tenían por el vehículo" (fl. 85, cdno, 3).
Estas declaraciones, cuyo examen pasó por alto el cargo,
denotan que la conclusión del Tribunal sobre el pago de una
deuda que el causante tenía con Luis Carlos Aguirre Realpe, no
es descabellada o absurda y por ende, no es constitutiva de error
de hecho que haga desquiciar el fallo.
6. En relación con la escritura 103 del 12 de agosto de
1996 otorgada en la Notaría de Cumbal, por la cual adquirió la
demandada Cruz Amparo de Ortiz a título de venta que le hiciera
Alba Lucía Erazo, la recurrente, contra lo que dice su demanda,
JVR. Exp. 52001-3103-001-2007-00046-01
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ahora en el recurso de casación troca su petitum, enderezado a
que se declare la simulación y subsecuente nulidad, por una
inoponibilidad que le achaca al juzgador de segunda instancia no
haber visto, y que en realidad no fue pedida.
Para descartar esta acusación baste señalar que la
interpretación de la demanda con miras a escudriñar la intención
del demandante la podrá adelantar el juez si el libelo se lo permite
y exige, pero “sin desfigurar la realidad que por sí sola allí se
patentice, esto es, en aquellas hipótesis en que al hacerlo no
modifique la esencia de lo pedido” (Sent. Cas Civil del 6 de
septiembre de 2010 Exp. 41001310300120040008501).
Por último, las referencias y extractos de pruebas a que
alude la recurrente al final del cargo y para los cuales propone
efectos y explicita opiniones, pero sobre los que no señala a qué
aspectos de la sentencia combate, quedan en el aire y la Corte no
los examinará, en vista de que carecen de la precisión requerida
al no dirigirse a combatir un punto concreto del fallo, a más de no
contar con la claridad que asimismo se exige, de modo que le dé
a entender a la Corporación qué finalidad persigue la recurrente
con su inclusión.
En consecuencia, el cargo no prospera.
Como quiera que la recurrente goza del beneficio del
amparo de pobreza, no hay lugar a condena en costas (art. 163
Código de Procedimiento Civil).
DECISIÓN
En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia, en
Sala de Casación Civil, administrando justicia en nombre de la
República y por autoridad de la ley, NO CASA la sentencia
JVR. Exp. 52001-3103-001-2007-00046-01
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dictada el 16 de febrero de 2010 por la Sala Civil Familia del
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Pasto en el proceso
ordinario promovido por Edith Yovana Realpe Rosas contra
Franco Alberto Aguirre Realpe, Alicia del Rosario López, Alba
Lucía Erazo Ramírez, Martha Adriana Realpe Bravo y Cruz
Amparo Vallejo de Ortiz.
SIN COSTAS en el recurso de casación
Devuélvase el expediente al Tribunal de origen.
Notifíquese.
FERNANDO GIRALDO GUTIÉRREZ
MARGARITA CABELLO BLANCO
RUTH MARINA DÍAZ RUEDA
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ARIEL SALAZAR RAMÍREZ
ARTURO SOLARTE RODRÍGUEZ
JESÚS VALL DE RUTÉN RUIZ
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