Los médicos y la medicina en Egipto Por el Dr. Georg Steindorf Revista El Rosacruz A.M.O.R.C. Desde tiempo inmemorial el arte de los médicos fue mantenido en alta estima en el Egipto, y ganó gran reputación en países extranjeros. Homero, en su Odisea (IV. 321), ya proclama: “Surgidos de Paeon, Su Dios-patrón imparte, A toda la raza Pharia sus artes curativas” A mediados del Siglo V (A.C.) Herodoto relata que el Egipto tenía gran cantidad de médicos, cada uno de ellos un especialista. El arte médico en el Egipto puede encontrarse realmente al final del cuarto milenio precristiano. El "sabio" Imhotep, que vivió durante el reinado del Rey Zoser (2700 A.C.) y que también alcanzó fama eterna como arquitecto en la construcción del gran monumento sepulcral de su rey, en Sakkara, es considerado el más famoso representante y promotor del arte médico, pero no su verdadero fundador. En épocas posteriores, Imhotep fue deificado como un santo y colocado junto a los dioses. Era para los egipcios lo que Asclepios para los griegos: el Dios de la Medicina y el patrón de los médicos. Inscripciones jeroglíficas lo alaban como un dios caritativo "bajo cuya protección la vida es distribuida a todos los hombres". La tradición, no obstante, nos lleva más allá del período de Imhotep. Un famoso tratado teórico que se ocupa de las arterias del cuerpo, fue supuestamente descubierto durante el reinado de un faraón llamado Usaphais (alrededor de 3100 A.C.); y Manetho informa de un rey más antiguo (Athotis) como siendo el autor de un trabajo sobre anatomía. Aunque estas historias pertenezcan o no al reino de la mitología, lo cierto es que ofrecen prueba del hecho que durante los primitivos períodos de la historia egipcia el médico ya gozaba de una envidiable reputación y su arte era muy apreciado. De este modo, los médicos tenían posiciones de gran estimación en las cortes reinantes. Algunas inscripciones por lo menos, han preservado los nombres de varios representantes de la profesión y sus títulos oficiales. En una tumba cercana a las pirámides de Gizeh, conocemos a un médico de nombre 'Iry, y el Museo de El Cairo tiene la más hermosa estatua, encontrada en una tumba, de Ni-anch-ré, el "Médico Jefe de le Corte". Hermann Junker, el descubridor de esta obra maestra tan importante para la historia del arte, alaba, enfáticamente, la fina e inteligente cabeza con las expresivas características del erudito "que trabajó en la Casa del Versado, el Médico de la Corte, familiar con los secretos del Rey, cada uno y todos los días" Otro Rey, Sahure (alrededor de 2550 A.C.) debió su salud a su "médico del cuerpo", Ni-onkh Sakhmet, y lo gratificó con una tumba hermosamente equipada. Cerca de una centuria más tarde, existió un médico de corte llamado Khuj, cuya exaltada posición está definida por su título de "Médico Jefe de los Médicos en el Alto y Bajo Egipto", es decir, medico general de la totalidad de los médicos del imperio, como también por el hecho que él se describe a sí mismo como "la mano del faraón", que significa "miembro de la comitiva real". Además, era un Superior de los sacerdotes de la pirámide del Rey Teti (alrededor de 2400 A.C.), y se vanagloriaba de ser "sabio en las artes secretas". ¿Dónde conseguía uno estas "artes secretas" y dónde podía el futuro médico adquirir su conocimiento profesional? Sin duda, desde los tiempos más primitivos existían escuelas de medicina en Egipto, en conexión con los grandes santuarios del país: en Heliópolis, en el Templo de Anubis en Letopolis (Bajo Egipto), en el Templo de Isis en Koptos (Alto Egipto). Era excelente la reputación de la facultad médica de Sais, donde Neith, la Diosa con figura de león, era considerada la patrona de los médicos y la auxiliar favorita de las mujeres. De Neith se dice que podía echar del sueño a los demonios del mal. Después de la conquista persa y la caída de Sais en manos de Cambises cuando su escuela de medicina sufrió fatalmente, el Rey Darío I llamó al Alto Sacerdote de Sais, que era al mismo tiempo jefe de los médicos, y le ordenó que "resucitara" la institución. Darío hizo eso “porque conocía muy bien los beneficios del arte farmacéutico que era capaz de restaurar la vida de todo enfermo”. El Alto Sacerdote llevó a cabo el mandato real. Él instaló en la escuela a todos los “estudiantes, aunque exclusivamente a hijos de padres de muy alto rango, con ningún hijo de pordioseros entre ellos. Equipó la escuela con todo lo necesario, con todos los instrumentos provistos por la escritura, exactamente como deberían ser usados". Esta cita, como así mismo las referencias de tiempos más primitivos, prueban cómo la profesión médica estaba estrechamente conectada con el sacerdocio. Los médicos eran además servidores de la deidad que daba salud. Ellos eran "magus" que tenían que estar en la posición de maldecir las influencias funestas de los dioses poderosos. La magia y la ciencia fueron sin duda extrañas compañeras en el antiguo Egipto. El médico no objetaba si un "brujo" era llamado para ayudarle con un paciente en sufrimiento. Cierta vez el oficial de más alto grado del estado, arquitecto-jefe, jefe de justicia y visir Wesh-Ptah, tuvo un serio accidente en un viaje de inspección a las operaciones de algún edificio real en construcción. Parece que tuvo una hemorragia que lo dejó inconsciente. El Rey, muy preocupado, llamó al sacerdote lector, es decir, al mago, del mismo modo que al médico jefe. Primeramente, se trajo al lugar del hecho una caja conteniendo un pergamino, probablemente un escrito mágico, y sólo después de leerlo los médicos examinaron al paciente. Sin embargo, el arte de los médicos no fue de provecho; toda esperanza fue abandonada y el noble enfermo murió para gran pena de su amo real, que no encontró nada mejor que proporcionarle un muy digno funeral. Médicos egipcios El problema era que los doctores egipcios eran en su mayoría practicantes generales. No obstante, no todos los consultaban. El hombre común prefería el charlatán que preparaba toda clase de pócimas "cúralo todo", y que hasta acudía a las cualidades curativas de los excrementos de mono y otras "medicinas" similares. Llamar a un verdadero médico era un gran privilegio. Así, por ejemplo, un esposo, puntualiza con mucho orgullo que llamó junto al lecho de su esposa enferma al jefe de los médicos "quien preparó la medicina para ella e hizo todo lo que la paciente deseaba que él hiciera". En su doble posición de doctor y sacerdote. el médico tenía que cumplir deberes fuera del campo de la actividad médica. Tenía que inspeccionar el sacrificio de animales y dar el pase de su "pureza". Por otra parte, con frecuencia no actuaba en asuntos verdaderamente médicos. La circuncisión, por ejemplo, la hacían sacerdotes de rango más bajo, como hoy mismo se acostumbra en el Cercano Oriente y entre los judíos, que también dejan esta operación ritual a seglares familiarizados con su técnica particular. Junto a los practicantes generales de medicina existían, desde los mismos comienzos, médicos especializados en uno o dos campos. De acuerdo con Herodoto, los egipcios conocían la oftalmología, la odontología y la especialización general, en tanto que algunos se dedicaban a las "enfermedades ocultas, invisibles", es decir, eran internistas, como los llamamos ahora. Sin embargo, esta definición de la profesión médica en campos especiales fue, sin duda, el resultado de una gradual evolución científica, como resulta fácil conjeturar. La encontramos ya presente durante los primeros períodos de la civilización egipcia. Casi las mismas especialidades mencionadas por los historiadores griegos se enumeraban ya durante la época de construcción de las pirámides; por ejemplo, a mitad del tercer milenio precristiano, nos encontramos con el "doctor de ojos" que se dedicaba al dominio de las enfermedades oftalmológicas que ya prevalecían y eran epidemias en el Valle del Nilo, al amanecer de su historia. Hemos sabido de "especialistas en tripas" o, como también se llamaban, "pastores del ano", que cuidaban de la apropiada eliminación y ayudaban en las administración de enemas. Y estaban también el dentista, que cuidaba las caries, las tapaba y les ponía a sus pacientes durables dentaduras postizas. Los primeros dentistas Tenemos una prueba definitiva de la habilidad del dentista egipcio. En una tumba de la época de las pirámides, se encontró un cráneo mostrando clara evidencia de una exitosa operación para el drenaje de un absceso en la raíz del primer molar. Otro cráneo exhibía dos dientes hábilmente enlazados con alambre de oro, evidentemente para afirmar un diente flojo a su vecino más fuerte, previniendo, en esa forma, su caída. El internista, mencionado también por Herodoto, tiene su predecesor en cierto doctor que "conoce lo desconocido, lo secreto" y se especializa en fluidos del cuerpo, cuya exacta naturaleza desgraciadamente no estamos en posición de determinar. Las experiencias prácticas de los médicos como así mismo las del charlatán médico, sus diagnósticos, recetas y curas, las fórmulas mágicas y las recitaciones de conjuros de los magos, ya habían sido recogidas y coleccionadas en un período aun anterior, y compiladas en útiles "manuales" para futura práctica. Por consiguiente. se desarrolló una más bien extensa literatura médica, considerable parte de la cual fue preservada en manuscritos en papiros. De todo ello poseemos más o menos completos ocho trabajos médicos. Fueron escritos durante la primera parte del Reino Nuevo, alrededor de la mitad del segundo milenio. El material textual, no obstante, es de una edad considerablemente anterior y algunos de ellos alcanzan tan lejos como los comienzos de la Era de las Pirámides. De estos manuscritos uno en particular debe ser eliminado, debido a que no tiene que ver con enfermedades humanas sino que trata de medicina veterinaria. Me refiero al papiro encontrado por Flinders Oetriem arqueólogo británico, en las ruinas de la ciudad de Kahun. De las restantes siete compilaciones cuatro son de diversa naturaleza, conteniendo una mezcla de material puramente médico y recetas, o mejores recetas para uso en el hogar, verbigracia, cosméticos sugeridos para teñir las canas, y algo de magia. Tres de los papiros, no obstante, son enteramente homogéneos. Uno es un tratado sobre enfermedades ginecológicas, el otro, del que se han preservado fragmentos, trata de la concepción, esterilidad y el sexo del niño por nacer, en tanto que el tercero concierne a la cirugía. Todos estos trabajos persiguen un propósito estrictamente práctico. Su propósito es transmitir experiencia médica empíricamente obtenida para el médico del futuro, y cada libro tiene la intención de ser usado como un práctico vade mecum. Casi no se presta atención a sistematización científica alguna. Son ellos obtusas colecciones de recetas que, para juzgarlas como M. Meyerhof, son "nada más que una rara iluminación de una chispa de profundo pensamiento, como, por ejemplo, las instrucciones pertinentes al corazón humano y las arterias". El más viejo libro de cirugía La única excepción es el "más viejo libro de cirugía del mundo", como ha sido bautizado el Papiro Smith. Este hermosamente escrito rollo de papiro, originalmente de unos cuatro y medio metros de largo por algo más de treinta centímetros de ancho, fue comprado en Luxor, en 1862, por el americano Edwin Smith, y es ahora uno de los grandes tesoros de la Sociedad Histórica de Nueva York. James H. Breasted, el destacado egiptólogo fallecido hace algunos años, editó este trabajo único con inimitable excelencia y lo puso a disposición de los hombres de ciencia. ("El Papiro Edwin Smith de Cirugía", publicado en facsímile y transcripción del jeroglífico y su traducción, con comentarios, 2 tomos, Chicago, 1930). Desde su publicación, egiptólogos, historiadores y médicos, han trabajado en él incesantemente, habiéndose producido muchos serios trabajos en el tema. Es imposible presentar aquí un detallado sumario de su contenido. Quien quiera que sea que esté interesado debería adquirir la publicación hecha por Breasted. Conviene que digamos, empero, que en el Papiro Smith tenemos un trabajo homogéneo y verdadero relacionado con los problemas traumáticos y la cirugía. Un total de 48 casos, desde las heridas al cráneo hasta la espina dorsal baja, todo metódica y muy inteligentemente ordenado se describe en secuencia. Cada caso está precedido por una breve introducción expresando un diagnóstico sumario, seguido de una extensa diagnosis, una breve pero clara formulada prognosis y solamente en dos casos la terapia. En la mayoría de los casos un subsiguiente comentador agrega una o dos notas explicativas más (en carácter de glosario) al texto original, con la intención de interpretar expresiones de otra forma difíciles de comprender, o para aclarar pasajes obscuros. El manuscrito fue escrito a comienzos del Reino Nuevo (1700 A.C.). Los textos, sin embargo, son posiblemente mil años más antiguos y deben estar fechados en el primitivo período del Reino Viejo. ¿Quién fue el autor de este libro? Breasted imagina que el tratado puede ser un ejemplo de la enseñanza médica que ya hubiera hecho Imhotep, el más antiguo médico conocido, famoso en la décimo tercera centuria antes de Cristo. Esta suposición es muy atrevida. Yo soy de la opinión que debemos intentar darle un autor definido. Todo lo que con seguridad podemos decir es que el trabajo fue escrito por un sabio, sistemáticamente un médico pensante, quizás un cirujano de la corte o militar de la primitiva Era del Papiro, que acompaño a su amo en sus campañas y compiló sus experiencias médicas. Este desconocido cirujano se remontó mucho más allá de los compiladores de otras colecciones que han llegado hasta nosotros. En su sistemática a la vez que lógica presentación de los casos, su "Cirugía de Guerra" es un producto de verdadero pensamiento científico. Uno no puede hacer más que decir con Breasted que este "tratado de cirugía es una revelación fascinante de la mente humana esforzándose en la construcción de las primeras etapas de la ciencia.