¿estamos condenados a repetir? rosa maría lópez

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ERRANCIA…
la palabra inconclusa
POLIÉTICAS
MAYO 2013
¿ESTAMOS CONDENADOS A REPETIR?
ROSA MARÍA LÓPEZ
La repetición que se impone como una condena es aquella que, desde la consciencia,
querríamos evitar pues actúa en contra de nuestros intereses. ¿Por qué algunos seres
humanos se ven abocados a una vida de sucesivos desencuentros? ¿Qué fuerzas oscuras
son las que desean nuestro mal? ¿Hay un genio maligno que se divierte con nuestros
tropiezos? ¿Cómo puede darse una lógica tan inexorable que nos conduzca siempre al
mismo error?
Si el fenómeno de la repetición en el comportamiento del ser humano, es una
constatación histórica, su causa ha sido siempre un enigma. La figura del destino es un
intento de respuesta que los griegos llevaron al máximo de su expresión. Es Edipo Rey
quien, sin saberlo, realiza todos los actos que le conducirán al cumplimiento de un
destino que había sido escrito por los dioses antes de su nacimiento. ¿Nos vemos
entonces condenados a un determinismo absoluto que rige nuestra vida sin concedernos
ningún margen de elección o todo obedece a un puro azar?
¿Qué piensa el psicoanálisis del destino y del azar? Hemos de decir que Freud era
implacable con la figura del destino, sosteniendo la idea de que el sujeto no es víctima
pasiva de una voluntad externa, sino que está implicado en los acontecimientos de su
vida. Para defender esta tesis utiliza numerosos ejemplos de la clínica tanto de hombre
como de mujeres en los que se demuestra cómo todas las relaciones que establecen con
el prójimo terminan de la misma manera.
Ante semejante perseverancia de lo mismo, Freud no acepta la coartada del destino, ni
tampoco la del azar, pues encontramos en estas ocasiones actitudes activas del sujeto,
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Miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, Madrid.
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rasgos de carácter permanentes que se traducen en la repetición de las mismas
experiencias psíquicas.
Si seguimos la lógica del inconsciente, tenemos que admitir que los seres humanos
fabricamos nuestro destino porque hablamos, o para ser más precisos, porque somos
hablados. Creemos que decimos lo que queremos, pero es lo que han querido los otros,
especialmente nuestros padres con algunos dichos que nos alcanzaron de manera
contundente. Somos hablados por estructura, y a causa de esto, tejemos con los azares
de la vida, una trama argumental. Es a esta trama a la que llamamos destino.
Compulsión de repetición o neurosis de destino, la cuestión es que el estilo de una vida
está hecho con una frase de la que no somos autores y que se repite, diversamente
modulada, a lo largo de nuestra existencia.
Notemos que cuando hablamos de repetición el acto está siempre en juego. El acto
aparece allí donde no se llega con el pensamiento.
Freud advirtió que por más que se elaborara, interpretase o construyera, el síntoma no
desaparecía completamente sino que más bien volvía como un cometa, aunque con un
ciclo más corto. Si la histeria le abrió la puerta del inconsciente, el síntoma obsesivo le
entregó una clave que no había visto tan claramente, pues comprobó que el fundamento
mismo del síntoma era la repetición compulsiva.
¿Por qué nos vemos forzados a la repetición?, esta es la pregunta que provocó en la
trayectoria de Freud un cambio de rumbo fundamental, siendo la causante de sus teorías
más audaces y controvertidas. Siguiendo el rastro de las distintas figuras de la
repetición Freud franqueó la frontera que traza el principio del placer, para descubrir
que la pulsión que anima la vida humana no es otra que la pulsión de muerte.
Seguro que todos los presentes conocen personas cuyas vidas están trazadas de tal
manera que siempre conducen al mismo desenlace: El Filántropo, nos dice Freud, al
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que todos sus protegidos, por diferentes que sean, abandonan irremisiblemente con
rabia en lugar de la gratitud que era de esperar. Los hombres para los que toda amistad
termina en traición. Los amantes cuyas relaciones con el otro sexo pasan por las mismas
fases y finalizan del mismo modo. Nosotros podemos poner otros muchos ejemplos:
Los que siempre son engañados por los demás. Los que engañan una y otra vez. Los
delincuentes que escapan de la justicia y cuando podrían liberarse vuelven a delinquir
una última vez, siendo nuevamente apresados. Las mujeres maltratadas por su pareja
que después de pasar por el infierno de la separación, vuelven con el maltratador. Por
supuesto, las adicciones llevan el sello de la repetición más compulsiva.
Si seguimos el camino abierto por Freud, si somos fieles a lo más radical de su
descubrimiento, no podemos concebir el inconsciente sin la idea de una repetición que
va más allá del principio del placer.
Lacan en el Seminario XI se sirve de la teoría que Aristóteles desarrolla en su estudio
sobre la función de la causa, apropiándose de dos de su términos: El Automaton y la
Tyche.
El Automaton es usado por Lacan para dar cuenta de la insistencia de los significantes
regida por el principio del placer, mientras que la Tyche nombra el encuentro con lo
real que corresponde al terreno del más allá del principio del placer. Toda la
investigación de Freud muestra como su gran preocupación está centrada en aquello
que escapa al principio del placer.
Pues bien, la repetición no es únicamente el automaton como retorno de los
significantes, sino que tiene que ver además con la Tyche que hemos definido como
encuentro con lo real, lo que es equivalente a un mal encuentro, ahora podemos añadir
que se trata siempre de un encuentro fallido.
¿Estamos o no condenados a repetir? ¿Es posible que el sujeto se libre completamente
de la compulsión a repetir? Tanto Freud como Lacan responderían claramente que no,
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porque hay un traumatismo estructural que nos funda como sujetos hablados y que no
es susceptible de eliminar. Este nivel del trauma no obedece a ninguna contingencia
particular sino que es intrínseco a la condición humana y por ende, incurable.
La repetición, por tanto, es consustancial a la existencia del inconsciente y de la
pulsión, que siempre se repiten.
Ahora bien, hay un aspecto de la repetición que el análisis tiene que reducir, sin duda,
pues como defensa tiene una contrapartida demasiado cara. La repetición es una carga
pesada que el sujeto “hala” de por vida y que lo lastra condenándole al fracaso y a la
acción tanatica de la pulsión. El que ha hecho su análisis puede librarse de esa carga
que arrastra repetidamente. El psicoanálisis apuesta por el margen de elección que cada
uno tiene a su disposición y con el que puede fabricar respuestas diferentes e
insospechadas para el mismo. Respuestas con las que ahora puede reaccionar de otro
modo frente a los acontecimientos traumáticos que la vida nos depara inevitablemente,
haciendo vana la repetición. Se trataría de resistirse a convertir las contingencias
desgraciadas de la vida en una miseria necesaria, saber perder sin quedar identificado a
lo perdido como ocurre en la melancolía, apostar por el deseo aunque este sea
inalcanzable y no dejarse caer en el goce del mártir, actuar sin garantías pero aceptando
la responsabilidad.
¿Cómo se consigue este resultado? No hay una formula preestablecida, pero sabemos
que para conseguirlo es necesario desprenderse de aquello que nos hace sufrir, pero a lo
que llamativamente nos aferramos: las marcas del Otro, y la ganancia de goce adquirida
en el pasado.
Usando una metáfora podemos decir que venimos al mundo con unas cartas
determinadas con las que tendremos que organizar nuestra jugada. A algunos les tocan
unas cartas muy buenas y a otros muy malas, esto es un hecho. No es lo mismo ser
mujer en Europa que en Afganistán. Pero hemos visto muchas veces ganar con cartas
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malas y a la inversa. ¿Cuál sería el valor o el interés de un psicoanálisis si al final no
condujera a un reparto distinto de las cartas aunque sus números y sus figuras estén
fijados de antemano? La experiencia del psicoanálisis no promete ningún orden de
curación ideal, pero si puede afirmar que sirve para producir algo inédito, inventado o
nuevo, en un movimiento que va de la repetición al acontecimiento.
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