EL PAÍS - Universidad Complutense de Madrid

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democrático se preste a generar
251457
espaciosO.J.D.:
de impunidad
cuando se
trata deE.G.M.:
combatir 1812000
los crímenes
más graves contra la humanidad,
Tarifa:
Área:
de cinismo político
23600 €
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minándolas con las del terrorismo, y cuando ahora, a golpe de
taconazo chino, atendiendo a motivos económicos, degrada la JU
cia lo más oscuro de la democra- investigar por los Estados; los cuaFecha:
03/02/2014
tro Convenios
de Ginebra de
cia. Contrariamente a países co1949; laOPINION
convención contra la tormo Francia o Argentina que han
Sección:
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reforzado ese ámbito sagrado de
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Nacionalismo posmoderno
E
l nacionalismo irredento,
de moda ahora en Cataluña, olvida que existe también un nacionalismo español
que, en principio, debería ser tan
respetable como el primero. ¿O es
que el nacionalismo catalán es
bueno y los otros son criticables?
El español tiene una versión antigua y obsoleta, que debemos rechazar, pero también disfruta de
una elaboración moderna a partir de la transición democrática
que lo convierte en un proyecto
político muy atractivo y con dimensión internacional. A este proyecto han contribuido, de manera
más o menos explícita, políticos,
artistas, empresarios, escritores,
periodistas y un sinfín de personalidades originarias de las más diversas partes de España y de distinto signo político a lo largo de
las últimas décadas.
A veces no somos conscientes
del papel que el proyecto político
español ha jugado en la historia
contemporánea. La percepción
exterior ayuda a recordarlo. Somos vistos como modelo de transición, estabilidad y alternancia
democráticas, de reconciliación
y respeto de derechos humanos,
de Estado plural, de participación en Europa y en instituciones internacionales, y también
protagonistas de notables transformaciones económicas. Los observadores desde el exterior solo
tienen que cotejar la España de
1970 con la actual. Tal apreciación está expandida entre nuestros socios, en Iberoamérica, en
el Mediterráneo y más allá.
El nuevo proyecto nacional
español es moderno, inclusivo,
orientado al futuro y con una proyección global. Y sobre todo dinámico y mejorable, porque deben
seguir afrontándose problemas
persistentes, desde la corrupción
a las lagunas en la educación, pasando por el diseño de una economía más sostenible y también la
articulación del poder territorial,
lo que podría dar lugar a una reforma pactada de la Constitución.
Un aspecto muy relevante del
nuevo nacionalismo español es
su carácter abierto y plural. Se
trata de un nacionalismo que
puede llamarse posmoderno e
Martín ortega
carcelén
El nuevo proyecto
nacional español
es inclusivo, abierto,
plural y global
FORGES
integrador, porque está hecho de
contribuciones desde las más diversas culturas y nacionalidades
de España. Permite a los nacionalistas canarios, catalanes, gallegos, vascos, o de cualquier otro
origen, sentirse orgullosos de su
lengua y cultura, y al mismo tiempo, cultivar una identidad múltiple como españoles y europeos.
En cambio, el proyecto independentista catalán en su versión
más retrógrada es excluyente,
porque no solo rechaza su participación en España, sino que también asume que puede quedar fuera de la Unión Europea. Según un
enfoque de identidad múltiple, alguien puede sentirse catalán, español, europeo y ciudadano del
mundo al mismo tiempo, mientras que el soberanismo catalán
insiste en una identidad única,
que renuncia a ser español y también, llegado el caso, al marco europeo. El separatismo promete la
independencia como panacea
que puede ser vivida en un limbo
romántico. Este dislate es producto de la creencia en un supues-
to derecho natural de origen cuasi divino que no admite debate.
Ese derecho inmanente conduce
al unilateralismo, ya que el plan
independentista se presenta como un trágala sin margen para el
consenso político. Y el unilateralismo lleva a errores de bulto. La
previsión de los radicales catalanes en torno a las buenas relaciones futuras con el resto de España después de una separación forzosa es, obviamente, ilusoria. Su
vaticinio de que Europa terminará aceptando la independencia
conseguida sin acuerdo previo
con España, mal informado. La cerrazón del proyecto independentista, que Artur Mas ha pilotado
de manera cicatera siendo presidente de la Generalitat, ha sido
detectada por el resto del mundo.
Y el mundo se ha pronunciado contra el nacionalismo radical catalán. Una declaración unilateral de independencia solo sería apoyada desde fuera por Estados que quieran enemistarse con
España. Y no hay ninguno. Las
descalificaciones sobre la demo-
cracia en España, fruto de un victimismo sin fuste, y las reclamaciones de derechos irrefutables,
cuando Cataluña ha formado parte de España desde su origen como Estado, no han resultado creíbles en el exterior.
Nadie en el mundo está dispuesto a maniobrar para romper
España. El año pasado, los independentistas recibieron una contundente respuesta negativa de
Estados Unidos a través de la Casa Blanca (véase White House:
Petitions, our response to the people of Catalonia). Artur Mas se
paseó por Moscú para buscar
apoyos y lo único que consiguió
fue una foto en la plaza Roja como cualquier otro turista. En Brasil pudo entrevistarse con el expresidente Lula en privado porque este exigió que no hubiera
fotos. Ni Alemania, ni Francia, ni
Italia, ni Reino Unido, ni ninguna otra potencia europea está dispuesta a introducir una fuente
de inestabilidad profunda en el
continente, que recuerda demasiado a los Balcanes. Para acabar
su periplo, Artur Mas visitó Israel, donde hizo las declaraciones más desafortunadas que
comparan a este gran país con su
imprudente aventura. En fin, desde India, Mas recordó la figura
de Gandhi, como si la lucha admirable del Mahatma para la descolonización, la defensa de la dignidad y la creación de la moderna
India tuviera algo que ver con su
propia ejecutoria.
Frente al proyecto secesionista catalán, que bebe de fuentes
ideológicas del siglo XIX, surge
el proyecto nacional español como uno de los más atractivos de
finales del siglo XX y principios
del XXI. Este proyecto ha consolidado la posición actual de España
en Europa y en el mundo, lo que
permite hacer un aporte original
y equilibrado a las cuestiones globales de futuro. De hecho, solamente los Estados más relevantes
tendrán voz a la hora de tratar y
resolver los grandes retos ligados
a la gobernanza global.
Martín Ortega Carcelén es profesor de Derecho Internacional en la
Universidad Complutense.
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