LOGRONO-NAJERA

Anuncio
Mi Camino (de Santiago)
Logroño - Nájera
Puntualmente, Renfe ha puesto al peregrino en
Logroño. Son las 8,30 h. de un día soleado cuando comienza a andar en el punto en que terminó
el año anterior con la preocupación de si habrá
sitio en el albergue de Nájera, al que piensa llegar, porque quienes han pernoctado en Logroño
ya llevarán un buen rato caminando.
De Logroño se sale por la llamada puerta del Camino y tras casi media hora por zona urbana se
llega a un parque al final del cual comienza una
vía verde, asfaltada al principio, que llevará al
peregrino hasta el embalse de La Grajera.
Lo temprano de la hora y la agradable temperatura hace que esté muy concurrido de caminantes, ciclistas y algunos peregrinos rezagados a
los que pregunta por el número de ellos que han
pernoctado en Logroño; la respuesta no es alentadora y el peregrino se pone en lo peor: en
Nájera tendrá que dormir en el suelo.
Pasada La Grajera tiene instalado su tenderete
Marcelino, uno de esos personajes que ya empiezan a abundar en el Camino, que ofrece agua,
fruta, galletas, una vara de avellano, sellar la credencial y si el peregrino lo desea tambien un rato
de conversación.
Desde aquí, en suave subida, se llega al alto de
La Grajera desde donde se divisa, a lo lejos, Navarrete.
Al peregrino le han adelantado algunos otros en
bicicleta y cerca del pueblo está a punto de ser
atropellado por uno de los componentes de un
grupo de niñatos que se toma la senda como una
pista de ciclocros; ha sido un buen susto que si
no ha pasado a mayores se debe, sin duda, a que
el Apóstol, esta vez, ha estado al quite.
¿Porqué los ciclistas no van provistos de algún
dispositivo acústico que advierta de su presencia?. Ellos ven al peregrino pero éste no se percata de que se acercan hasta que pasan a su lado;
una señal acústica daría seguridad a ambos: al de
a pie y al de la bicicleta.
A la entrada de Navarrete están las ruinas del antiguo hospital de S. Juan de Arce cuya portada
ha sido salvada de la piqueta y ahora es la entrada del cementerio.
El refugio abre a partir de las 14 h. y un aviso
advierte que tendrán prioridad los peregrinos que
procedan de Torres del Río ó Viana, en segundo
lugar los que procedan de Logroño y, por último,
los ciclistas. Es una buena medida para evitar
que quienes hacen turismo por el Camino ocupen el lugar de los peregrinos.
Es el momento de hacer un descanso para refrescarse, tomar un trago de agua y charlar un rato
con unas peregrinas que, a pesar de lo temprano
de la hora, ya están a la puerta del refugio esperando su apertura.
De nuevo en marcha, el camino coincide con la
carretera hasta algo más allá del cementerio para
seguir por medio de campos de cereal y viñedos;
en seguida, junto a las flechas amarillas, van
apareciendo pegatinas informando de la cercanía
del albergue de Ventosa.
El sol ya está en todo lo alto y el calor va haciendo mella en el peregrino y en otros a los que
Mi Camino (de Santiago)
va encontrando tumbados a la vera del camino
aprovechando cualquier sombra.
Pasado el cruce con la carretera que lleva a Ventosa es el momento de hacer un alto a la sombra
de unos chopos que jalonan una acequia para
descansar y reponer fuerzas: galletas, zumo y
agua.
Suavemente se va ascendiendo para, en seguida,
llegar al alto de S. Antón desde el que ya se divisa Nájera aunque aún quedan casi dos horas de
andadura; por el NW. se observan unas nubes
negras que amenazan tormenta: comienza una
competición para ver quien llega antes a Nájera
si el peregrino ó la tormenta.
En suave descenso se va avanzando, por medio
de una zona sin ningún atractivo, hasta llegar a
una cantera, en medio de una zona totalmente
llena de polvo, para seguir hasta una fábrica de
harinas pasada la cual se encuentra la pared del
poeta, justo en frente de una zona de descanso,
en la que algunos peregrinos han dejado sus
poemas.
La amenaza de tormenta ya es real y aunque al
peregrino le gustaría detenerse un rato a leer lo
que otros dejaron escrito en la pared no es momento para la poesía: una pena.
Cruzada la carretera hay una casa en cuya pared
su dueño ha escrito, como bienvenida, "peregrino en Nájera, najerino" y algo más adelante un
cartel indica que aún faltan 2,5 km. para llegar al
albergue.
Hay que apretar el paso porque la tormenta puede descargar en cualquier momento lo que ocurre justo al pasar el puente sobre el río Yalde,
cuando apenas faltan 200 m. para llegar al albergue que está completo y al peregrino se le ofrece
el suelo del pabellón polideportivo para pasar la
noche; "a la palestra" como le dice un italiano a
su compañero.
la otra neozelandesa; han comenzado su "peregrinación" en Logroño y piensan terminar en
Sto. Domingo. De momento ocupan tres literas y
van a mandar a otros tantos peregrinos al duro
suelo como el que llegará pasadas las 18 h., en
plena tormenta, procedente de Torres del Río
cansado y calado hasta los huesos. Algo tendrán
que hacer los hospitaleros para evitar estas situaciones porque el número de "espontáneos" va en
aumento.
A las siete de la tarde pasa el encargado del polideportivo a recoger a quienes tienen que dormir
allí y "les lee la cartilla": nada de comer en el
interior, ni lavar ropa en los vestuarios, ni …
No hay problemas de espacio, aunque sí algunas
goteras, y cada peregrino puede elegir el lugar en
el que va a poner su esterilla y su saco.
Aunque ya ha completado su aseo en el albergue, al peregrino aún le queda pendiente la
colada para lo que utiliza la fuente pública
situada junta a la entrada del pabellón y como
tendal van a servir las redes de las porterías.
A última hora de la tarde la tormenta cesa lo que
va a permitir salir a cenar y aprovisionarse para
el día siguiente.
De vuelta, todos los peregrinos se van acomodando en el suelo y en seguida se oyen los primeros ronquidos: a buen cansancio no hay suelo
duro.
De madrugada descarga una tormenta que tal
parece que se han abierto las compuertas del cielo y va a comenzar el segundo diluvio: ni cansancio ni nada, todos los peregrinos se han despertado y seguramente están pensando en el barrizal con el que se van a encontrar dentro de
unas horas cuando comiencen a caminar ó pedalear.
Cuando cesa, de nuevo a dormir las pocas horas
que quedan hasta el amanecer.
La tormenta está en pleno apogeo y hay que quedarse en el albergue sin poder salir a la calle:
demasiada gente en tan poco espacio; situación
que permite distinguir al peregrino fetén de
aquel que otro que está en el Camino pero que lo
mismo podría estar en la carretera.
Allí está el australiano Gordon que hace honor a
su nombre y sus dos compañeras, una irlandesa y
2
Descargar