Complas por la muerte de su padre; Jorge Manrique

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V
Este mundo es el camino
para el otro, qu'es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nascemos,
andamos mientra vivimos,
e llegamos
al tiempo que feneçemos;
assí que cuando morimos,
descansamos.
VII
Si fuesse en nuestro poder
hazer la cara hermosa
corporal,
como podemos hazer
el alma tan glorïosa
angelical,
¡qué diligencia tan viva
toviéramos toda hora
e tan presta,
en componer la cativa,
dexándonos la señora
descompuesta!
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Las cuatro coplas que se observan pertenecen al conjunto de las cuarenta
coplas que compuso Jorge Manrique, recogidas dentro de Coplas a la muerte de su
padre. Dichas coplas se clasifican como lírica cortesana, también conocida como
culta, y que se desarrolla durante los siglos XIV y XV.
Esta poesía se lleva a cabo dentro de la corte por caballeros cercanos al rey, que
comienzan a interesarse por la música, las letras y las ciencias, ya que con la
entrada de los Reyes Católicos perdieron poder, sobre todo en Castilla; y
fomentados por los nuevos descubrimientos científicos que poco a poco respondían
cuestiones monopolizadas por la religión.
En una época en la que la convivencia religiosa termina desembocando en
expulsiones y en una limpieza de sangre, el honor y la vida como buen cristiano
están más que valoradas.
Los poetas de este movimiento están tremendamente influidos por los
trovadores, compositores de la lírica provenzal, que trabajaban, generalmente, por
encargo.
y a vivir en este suelo
do murió.
VIII
Ved de cuán poco valor
son las cosas tras que andamos
y corremos,
que, en este mundo traidor,
aun primero que muramos
las perdemos.
Dellas deshaze la edad,
dellas casos desastrados
que acaeçen,
dellas, por su calidad,
en los más altos estados
desfallescen.
VI
Este mundo bueno fue
si bien usásemos dél
como debemos,
porque, segund nuestra fe,
es para ganar aquél
que atendemos.
Aun aquel fijo de Dios
para sobirnos al cielo
descendió
a nescer acá entre nos,
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El autor de estas coplas, Jorge Manrique, fue el poeta cortesano más
importante del siglo XV.
Su repertorio no es de los más extensos, pero ha obtenido la fama por ésta obra,
donde se aleja de la temática amorosa propia de este género para dedicarle una
elegía a su difunto padre.
En ella no sólo trata la muerte de su padre, sino que, desde su estado, contempla la
inestabilidad de la fortuna, la fugacidad de las glorias humanas y el poder igualatorio
de la muerte.
Resalta, desde la temática medieval, su trato de la muerte, no como una figura
malvada y terrorífica sino como una figura consoladora; otro punto que también
resalta es la fama como medio de inmortalidad, conseguida a través de las buenas
obras y una vida cristiana.
Las cuarenta coplas pueden dividirse en tres grandes bloque:
El primero englobaría a las trece primeras, donde el tema principal es la muerte y lo
efímero de los bienes terrenales.
El segundo grupo se extiende de la copla XIV a la XXIV, donde se halla el tópico del
ubit sunt? ya que, utilizando personajes del pasado, remarca cuánto se han
olvidado, y se vale de eso para redactar lo efímero de la vida y las grandezas
terrenales.
La última parte hace referencia a la vida ejemplar de su padre, Don Rodrigo (siendo
ésta la verdadera elegía) y de cómo perdurará su padre a través de la fama.
La métrica de las copla sorprende, ya que, para temas más importantes y
serios como una elegía, lo habitual era valerse de versos de arte mayor; Manrique,
lejos de usar el arte mayor, recoge sus coplas en sextillos, formados por la estrofa
que recibió su nombre, manriqueña, conocida también como copla de pie quebrado,
compuesta por dos versos octosílabos alternados con uno tetrasílabo.
Con este tipo de estrofa consigue el buscado ritmo lento y solemne.
La rima es consonante dentro de cada sextillo, con el siguiente esquema: A-B-C-AB-C
Dado que es autor optó por un lenguaje sencillo y natural, no se hallarán
abundancia de latinismos, hipérboles e hipérbatos. La adjetivación también es
escasa, pero elegida muy cuidadosamente y, para embellecer su composición,
empleará juegos de palabras sencillos, metáforas y alegorías.
Estas cuatro coplas pertenecen al primer conjunto de ellas.
Ana Utrera Martínez
1ºBach.C
16-I-2008
En el texto V encontramos una de las dos alegorías que Manrique utilizó y de
la que, poetas posteriores también se valieron. En ella, compara las vidas con
caminos, unos anchos – más lujosos-, otros estrechos-más humildes-, pero todos
conducen a la misma morada. Dice que el camino comienza con el nacimiento, pero
sea cual sea tu camino, llegas por él a la morada donde podrás descansar. En esta
copla, se refleja muy bien su postura de observar la muerte como un descanso, ya
que, después de toda la vida andando, es solo en ese momento cuando uno puede
descansar.
El texto VI habla de cuidar el alma, ya que, para alcanzar la salvación habrá
que ser buen cristiano en la tierra, y cita el ejemplo que dio Dios al mandar a su hijo
a él.
En él, podemos hallar un hipérbaton:
‘Este mundo bueno fue
si bien usásemos dél
como debemos’
El texto VII critica la relajación del cuidado del alma y la gran importancia que
se le da al aspecto físico.
Utiliza exclamaciones para captar al espectador y resaltar la irónica diligencia con
que la gente cambiaría su aspecto físico si pudiera, olvidándose por completo del
interior:
‘¡qué diligencia tan viva
toviéramos toda hora
e tan presta,
en componer la cativa,
dexándonos la señora
descompuesta!’
Esta copla sostiene su punto de vista ya que, el alma es lo que realmente importa
porque es lo que perdurará, y no la apariencia, que con la muerte, y antes con la
vejez se perderá.
Se vale también de paralelismos para subrayar las dos posturas (cuerpo-alma):
‘poder hazer
como podemos hazer’
En la copla VIII habla del poco valor que tienen las cosas terrenales, que
muchas veces, las perdemos incluso antes de morir, pese a haber estado
persiguiéndolas siempre. Dice que pensando en ellas se pasa el tiempo, y ese es
tiempo que no se aprovecha.
Aquí, se vale de la segunda persona del plural para hacer más cercano al oyente o
lector y hacerle partícipe:
‘Ved de cuán poco valor’
También utiliza una anáfora durante tres versos para que resalten sobre el resto:
‘Dellas deshaze la edad,
dellas casos desastrados
dellas, por su calidad,’
La sencillez y claridad de su composición, así como su belleza, las hacen
cercanas al lector y amenas, además de que puede verse reflejado en ellas según
las lee.
Jorge Manrique tuvo la facultad de esta composición intemporal, ya que hoy
día, se aboga por las mismas causas.
En una época en la que el cambio exterior es tan fácil como rápido, los hombres
tienden cada vez más a los estereotipos. Se olvidan de ser mejores personas por
alcanzar el modelo de belleza impuesto.
Muchos no se dan cuenta de lo inútil que es hasta que ya es demasiado tarde, hasta
que el tiempo pasa y ya no se es tan joven como antes, es en ese momento, como
dice Manrique, que se percata de haber perseguido un fantasma, de haber perdido
el tiempo, que le faltará ahora para emplearlo en todo lo que no hizo.
El dinero y los bienes materiales mueven tanto como en la época relatada por él, y
ante la perspectiva de la muerte, se busca desesperadamente una forma de
sobrevivir a ella.
Don Rodrigo la logra de una forma noble, ahora parece no importar demasiado que
sea una fama digna, con que sea, a muchos les basta.
Ana Utrera Martínez
1ºBach.C
16-I-2008
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