declaración del gobierno vasco con motivo de la

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DECLARACIÓN DEL GOBIERNO VASCO CON MOTIVO
DE LA SENTENCIA 18/98
El Gobierno Vasco se ve obligado, en conciencia, a reaccionar ante la
convicción moral de que, a través del encarcelamiento de buena parte de los
condenados por la Sección Tercera de la Sala de lo Penal de la Audiencia
Nacional, se están encarcelando ideas.
Eso es delito de opinión.
Entendemos que hiere a la democracia que mil folios puedan abrir un agujero
de excepción, un sumidero de garantías.
Nuestro posicionamiento está claramente justificado, ya que cuando la tensión
entre legalidad formal y justicia material es excepcional e insoportable, debe
reaccionarse.
Por ello, este gobierno no puede permanecer en silencio cuando ve cómo las
leyes penales y su interpretación son retorcidas con la consecuencia de
privar injustamente a ciudadanos de su libertad.
La historia contada en la sentencia que condena a 47 de los 52 encausados en
el macrosumario 18/98 ratifica la teoría elaborada por la instrucción del
sumario e ignora, de una forma preocupante, la exigencia de aportar
suficientes elementos de prueba
como para destruir la presunción de
inocencia.
Todo esto sin contraste. Solo sobre la base de informes policiales que luego,
además, no aparecían en el juicio.
También, con grave limitación del derecho a la defensa, con una actuación
nerviosa e incluso a veces lesiva de la dignidad de los letrados o de los
imputados que, a la postre, debían gozar de la presunción de inocencia.
Todos hemos sido testigos de las irregularidades de un juicio sin control
documental sobre la base de una instrucción fuera totalmente de los usos
jurídicos.
Por ello, lamentablemente, observamos una clamorosa falta de rigor jurídico
en un pronunciamiento que destila valoraciones políticas. El mismo impulso
que puso en marcha el sumario hace casi diez años se ha impuesto para
resolver su primer desenlace.
Es una lectura política decir que todo es ETA, que esta organización que usa
las armas para imponer el terror puede colonizar a organismos ajenos que no
sabían hasta que son detenidos y condenados que eran parte de ETA.
Estamos ante una nueva terminología jurídico-penal, derivada de una clara
presión política, que hace tabla rasa de categorías penales. Y este Gobierno se
pregunta: ¿Hasta dónde se está dispuesto a llegar?
La resolución de la Sección Tercera de la Sala de lo Penal de la Audiencia
Nacional denota un seguimiento absolutamente acrítico a la versión interesada
que abrió este “macrocaso” y permite albergar serias dudas de que para
desentrañarlo se hayan puesto los medios necesarios para buscar la verdad.
Por el contrario, la ciudadanía vasca ha percibido que las irregularidades han
sido notables y manifiestas en este caso y a lo largo de todas las fases en
que se ha desarrollado hasta la notificación de la sentencia que tuvo lugar en el
día de ayer.
El espectáculo mediático de unas detenciones anticipadas a la divulgación de
la sentencia sólo supuso la guinda a un pastel cocinado con los ingredientes
decididos por quien en 1998 se encontraba al frente del Gobierno español.
El problema es que la fórmula prescinde del respeto a los derechos
fundamentales,
lesionados
de
forma
grave
en
esa
etapa
y
que,
desgraciadamente, permanecen hoy al albur de intereses partidistas ajenos
al servicio público que es la Administración de Justicia.
El derecho a un juicio justo y con todas las garantías se ha puesto en
entredicho durante esta prolongada vista oral.
Llama, asimismo, poderosamente la atención que instancias habitualmente
sensibles a cualquier vulneración de derechos fundamentales, hayan
permanecido impasibles ante lo sucedido en este caso.
Esa actitud no debe pasar tampoco desapercibida a los sectores que hoy se
sienten justamente indignados con el resultado del proceso. La solidaridad
que, algunos, reclaman ante los atropellos de los que se sienten objeto debe
por su parte también ejercitarse para todas aquellas personas que son
igualmente víctimas de la vulneración de sus derechos.
El Gobierno Vasco manifiesta su esperanza en que las instancias judiciales
encargadas de revisar el caso limpien su mirada de cualquier atadura ajena a
su función y, con profesionalidad e imparcialidad, examinen las acusaciones
que se han vertido sobre 47 ciudadanos para condenarles.
Y eso debe ser así para que interpretaciones expansivas no fuercen el arco
penal hasta un extremo en que el Derecho se pueda convertir en herramienta
de persecución contra ciudadanos incómodos o disidentes.
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